CAPITULO XXV. Tacones enterrados ¿Enfermedad terminal?
CAPITULO XXV
Tacones enterrados ¿Enfermedad terminal?
Aunque visitara un monto de veces la Gran Sábana la misma sensación de libertad no cambiaría nunca.
Llegamos un poco avanzada la tarde por lo que Gabriel se detuvo en el famoso salto “Kamá”, bajó del auto y sacó del baúl una carpa.
-¿Me ayudas?- preguntó mientras desempacaba la carpa.
-¡Claro!- respondí.
Empezamos a armar la carpa, yo comenzaba a sentirme nerviosa entre la idea de que dormiríamos juntos esa noche y mis tacones que se hundían en la tierra. Observé a Gabriel de re-ojo y vi que él se reía a carcajadas.
-¿Te parece gracioso?- le pregunté.
-En realidad sí.- respondió entre risas.
Me quité los tacones y terminamos de armar la carpa. Nos sentamos en el piso a descansar, Gabo sacó una lata de atún, dos galletas y un refresco pequeño. Cenamos mientras el seguía burlándose de lo graciosa que me veía armando una carpa en tacones, fue al auto y regresó con unas botas.
-Espero que calzes igual que mi hermana.-
Es impresionante cómo la vida te cambia en un segundo, dos días atrás yo andaba en Carúpano preocupada por la falta de dinero, sumergida en la rutina y hoy estaba en uno de los paisajes más hermosos de Venezuela, rodeada de aire puro que colapsaba mis pulmones, aguas cristalinas, vegetación majestuosa y recordé aquellos años de infancia en donde ninguna tecnología me distraía en mis tardes de juego en el enorme patio trasero de la casa de mi abuela comiendo naranjas, guayaba, mango y muchas otras frutas, llenándome de arena de pies a cabeza y escapándome todas las tardes al río sin ningún tipo de preocupación ni distracción tecnológica.
Podía observar con detalle el lugar en el que me encontraba ese día. Las hormigas construyendo su lugar bajo tierra, las abejas y colibríes tomando el néctar de las flores, los pájaros siendo actores principales en la orquesta del lugar, las mariposas revoleteando con sus bellos colores y el hombre que he amado toda mi vida fumando a orillas del río y con la mirada distante.
Me llamó hacia donde estaba él, me ofreció un cigarrillo, lo encendió por mi y se quedó allí, sin decir una sola palabra mientras yo no podía más con tanto misterio.
-¿Tus planes son disfrutar de la Gran Sabana?- pregunté intentando averiguar algo.
-No exactamente.-
-Pero igual podemos recorrer el lugar, digo ya estamos aquí no.-
-No tengo mucho tiempo.- dijo mientras se levantaba y se iba a la carpa.
“No tengo mucho tiempo” ¿Acaso estaba enfermo? Ese pensamiento me aterró. Comencé a llorar angustiada con la idea de que Dios había sido injusto; he pasado mi vida amando y extrañando a un hombre, deseando volver a ver aunque fuese un segundo sus ojos y ahora que lo tenía conmigo probablemente lo perdería para siempre.
“Quizá tiene una enfermedad terminal” pensé. ¿Por qué decidir pasar sus últimos días, horas, minutos o segundos a mi lado? ¿Acaso Gabriel me amaba de la misma forma en la que yo lo hacía?
Mientras lloraba con la idea de que Gabriel partiría de mi vida en poco tiempo no porque los dos hayamos querido sino porque Dios lo había decidido al otro extremo Gabriel me llamó.
-Mou es mejor que entres si no quieres que los mosquitos se den un banquete contigo.-
-Dame un segundo.- respondí.
Sequé mis lágrimas, no quería que me viera llorando. “¿Mou? Hace tanto tiempo que nadie me llamaba así, que bueno haberlo escuchado de sus labios” pensé caminando hacia la carpa.
-Mañana nos vamos temprano, hay que llegar a San Francisco de Yuruaní, si corremos con suerte ese mismo día regresamos a Carúpano.-
-Está bien.- respondí si refutar.
-¿Te ocurre algo?- preguntó.
-¿Por qué?-
-Tú mirada. Está triste. ¿Estuviste llorando?-
-No es nada.- respondí tratando de disimular.
-Puedes contarme.- Gabo siempre ha sido un excelente amigo, da los consejos más sinceros aunque duelan.
-¿Alguna vez has sentido tanto miedo de perder a un ser querido, de que muera?-
-Con frecuencia. Aunque es algo inevitable morir trato de no pensar en eso haciendo otras cosas. Como por ejemplo, me encanta venir a este lugar, acá disfruto cada minuto de lo que la vida nos regala, de lo que éste lugar nos regala.-
-¿Tienes miedo a morir?-
-¿Tú no?-
-¡Sí! Me aterra la idea.-
-Si no lo hicieras serias tonta. Todos tememos morir ¿Por qué tienes esos pensamientos tan deprimentes? Hace algunos minutos el brillo en tus ojos observando el lugar era indescriptible, ahora tu mirada está apagada.-
-No me hagas caso.- Gabriel apagó la linterna y nos acostamos; por primera vez dormíamos en la misma habitación, en la misma cama, sin intimidar. Estaba realmente llena de vida.
Durante todos estos años imaginé un sinfín de reencuentros con Gabo pero jamás imaginé que fuese de esa manera. A mitad de la noche el frío era intenso.
-Recuérdame darte otra camisa mañana.- dijo mientras pasaba su brazo por mi cuello y me acercaba a su pecho.
La mejor noche de toda mi vida. Nunca había tenido intimidad con el hombre que tenía al lado, ni siquiera había probado sus labios; esa noche fue perfecta, escuchaba los latidos apresurados de su corazón, podía percibir su perfume, perfume que tantas veces le regalé a Miguel y a Josué para recordar a Gabriel. Su cuerpo tibio calentaba el mío y le daba una sensación placentera a mi alma, su mano apoyada a mi cintura me excitaba.
Hubiese pagado todo el dinero del mundo por una escena como esa y ocurrió sin planificación alguna; no fue necesario desnudar nuestros cuerpos, sentirlo dentro de mi para sentirme tan suya. No desnudé mi cuerpo pero si mi alma y pensé “si es cierto que Gabo está enfermo y partirá de este mundo en cualquier momento y pensó en mí, en contar con mi compañía en sus últimos días no le haría ver mi tristeza sino mi apoyo incondicional y mi amor eterno”.
¡Qué amanecer tan invaluable! El frío, el aroma a tierra mojada, la sinfonía de las aves, los latidos de su corazón resonando en mi oído, su respiración; no me había sentido tan feliz en mi vida.
Despertamos, recogimos las cosas y antes de partir Gabo me dijo.
-Me imagino que estás cansada de andar con la misma ropa, compré algo para ti en Santa Elena.- me entregó una camisa y unos legins.
-Estaba indeciso con la ropa interior, espero te guste.- me dio un brasier fucsia con detalles negro y una panty que hacía juego con el brasier. Quería decirle tantas cosas pero de mi boca sólo salió un simple
-¡Gracias!-
-Vamos, el viaje no es tan largo.-
Llegamos a San Francisco de Yuruaní, una comunidad indígena de Pemones que se encuentra a orillas de la carretera. Los Pemones son los indígenas que se encuentran en toda la Gran Sabana, ellos son quienes han permanecido durante siglos en esas tierras y han velado por el cuidado y protección de la extensa Sabana y sus Tepuyes.
Luego de sentir el cálido recibimiento de los pobladores Gabriel fue de forma inmediata a hablar con una de las mujeres del lugar.
-¿Se encuentra tu mamá?- le preguntó a la mujer.
-No, ella ha ido al Gran Verde Azulado.-
-¿Puedes llevarme con ella por favor?-
-Sí, no hay problema.-
-¿Qué es el Gran Verde Azulado?- pregunté una vez que la mujer se alejó de nosotros.
-“Gran Verde Azulado” “La Madre de todas las Aguas” “Roca Rodante” “Fecunda Madre de los Torrentes” así le dicen al “Roraima”.-
-¿Iremos allá?-
-¡Sí!-
-¿A quién buscas?-
-A alguien muy importante, te lo diré en su momento.-
Gabo empezó a sacar algunas cosas del vehículo y por mi mente pasaban muchas cosas “¿Acaso está mujer que busca Gabo lo curará de su enfermedad?”
No entendía absolutamente nada de lo que estaba sucediendo, pero hasta entonces no me importaba preguntar, sólo me dedicaba a apreciar la presencia de aquel hombre el tiempo que pudiera. Gabo sugirió refrescarnos un poco, una vez que lo hicimos cada uno cargó un bolso y fuimos directamente a un rústico donde anduvimos cuarenta y cinco minutos aproximadamente hasta llegar a la Comunidad Indígena Paratepuy.
El lugar era mucho más virgen que San Francisco de Yuruaní; fuimos a INPARQUES a registrarnos para dar inicio al trekking (modalidad de excursionismo que consiste en recorrer a pies largas distancias a zonas determinadas, generalmente de alta montaña y poco frecuentados por el turismo convencional) rumbo a los campamentos de aproximación al Tepuy Roraima.
Es impresionante el paisaje, no necesitaba sostener una conversación con Gabriel, estaba tan distraída con el paisaje y camino, cómo se abre por pequeñas rocas entre quebradas y ríos con un clima cálido, fresco y húmedo. Caminamos durante cuarenta minutos y de repente los Tepuyes muestran su impotencia ante una Sabana aplastante.
-Al fondo está el Roraima, ese de allá es el Kukenán y aquellos el Yuruaní y Tramen.-Dijo Gabriel mostrándome lo Tepuyes.
-¡Es realmente hermoso Gabriel!-
-Eres una de las pocas personas a las que he traído aquí y no me he arrepentido.-
-¿Por qué lo dices?-
-Porque no preciso sostener una básica conversación contigo para que puedas apreciar el lugar, el brillo en tus ojos, pareces una niña en un parque de diversiones.-
-Te agradezco por traerme acá, he visto las fotos pero ninguna iguala esa sensación de libertad que tengo en este momento.-
-¡Es bueno saberlo!-
Luego de varias horas de caminata cruzamos el campamento Ótek junto a un hermoso río que lleva su mismo nombre; veinte minutos después llegamos al río Kukenán con un caudal enorme; teníamos que cruzar el Río y recordé nuestro viaje a Caripe. El peso de los morrales, el río, fue una odisea cruzarlo. Llegamos al campamento Kukenán y decidimos acampar ese día.
-¿Por qué estás tan tenso, tan distante, tan serio?- le pregunté sentados contemplando las estrellas.
-En la vida hay que tomar decisiones que aunque no quieras terminan lastimando a alguien.- respondió si mirarme.
-Siempre es así, es algo que no puedes evitar. ¿Puedo hacerte una pregunta?-
-Siempre y cuando no esté relacionado con el viaje.-
-No directamente.-
-¡A ver, dime!- me observó de frente.
-¿Soy parte fundamental en tu viaje o sólo soy un adorno?-
-Créeme que eres la parte más fundamental de este viaje. ¿Qué esperas de la vida Mou?-
-¡Nada! Dejé de esperar hace mucho tiempo.-
-¿Tan mal te ha ido?-
-Si de amor hablamos la verdad es que sí, siempre termino escogiendo a la persona equivocada.-
-¿Tu corazón, cómo está ahora?-
-Hace una semana totalmente vacío, hoy está pleno, tranquilo, feliz. ¿Y el tuyo?-
-Siempre que vengo acá encuentro paz. Mi corazón ahorita está dividido, confundido, roto.-
-¿Por qué?-
-Por un nombre dicho en una situación incorrecta, y decisiones tomadas con condiciones que se me escapan de las manos.-
-¿Por qué eres tan misterioso, por qué no me hablas claro de una vez?-
-Todo a su tiempo Mou, no podemos apresurar las cosas.-
-Ayer me dijiste que no tenías tiempo.-
-Por primera vez en mi vida tengo el tiempo calculado. Prometí contarte todo cuando me encuentre con la mujer que busco, entonces sabrás porqué te he buscado y te he traído hasta acá.-
Esa noche gracias al día agitado caí profundamente dormida. Cuando amaneció me desperté angustiada, una voz no paraba de atormentarme “volverás a llorar, es tarde para huir nuevamente”, salí y ver a Gabriel conversando con la chica que guiaba nuestro camino me tranquilizó; estaba sonriente, lleno de vida, me recordó a aquel chico de la universidad que alegraba mi vida.
Desayunamos y nos preparamos para continuar nuestro viaje.
-Hoy estás de mejor humor que días anteriores.- comenté mientras caminábamos dejando atrás al Kukenán.
-Estoy más cerca de mi objetivo y eso me alegra, aunque no puedo negar que estoy ansioso.-
El Kukenán va quedando poco a poco a un costado y el Roraima se levanta ante nosotros; el camino es más empinado y húmedo.
Llegamos al Campamento Base y aunque estábamos a sólo cuatro horas de ascenso para llegar al lugar en donde se encontraba la mujer misteriosa nuestra guía sugirió acampar ahí para mantener el equilibrio. Comimos un poco y nos sentamos a orillas del río.
-¿No extrañas los días de universidad?- ahora era él quien rompía el hielo.
-Algunas veces, aunque tuve momentos desagradables extraño cuando salíamos en la camioneta para escaparnos del estrés de las clases. ¿Y tú?-
-De hecho eso es lo único que extraño, nuestros viajes espontáneos y divertidos. ¿Has sido feliz?-
-En la misma medida en la que he sufrido, no sé porqué cuando más feliz me siento ocurre algo que lo cambia todo por completo. ¿Y tú, has sido feliz?-
-He tenido momentos felices y tristes, es inevitable tener un solo estado de ánimo, si fueses feliz todo el tiempo te aburrirías y la vida perdería sentido, si fueses infeliz todo el tiempo morirías, nadie puede sobrevivir tanto tiempo en la tristeza.-
-Muy sabias tus palabras.-
-¿Qué piensas hacer con tu vida Mou? Tengo entendido que desde que regresaste al pueblo no has hecho mucho.-
-Esa es una gran pregunta. Tengo muchos planes, pero me hacen falta los medios financieros para realizarlos, quiero crear una empresa turística, comprar una casa pequeña, una familia.-
-¿Sabes? Yo siempre he pensado que tú quieres estabilidad y quizá por eso te apresuras y terminas mal escogiendo a la pareja con la que pretendes pasar el resto de tu vida.-
-No lo creas, esa no es la razón principal por la que mal escojo a mis parejas.-
-¡Entonces cuál es?-
-¡Tú! Siempre ha sido tú. He querido olvidarte durante tantos años que escojo al primer tonto que me dice un par de palabras bonitas.-
-¡Siento tanto ser el causante de tu desdicha!-
-Tú no has hecho nada. En el corazón no se manda Gabriel, tú no me pediste que te amara, yo no busqué enamorarme de ti, simplemente sucedió.-
-Es mejor no seguir hablando de amores. Vamos a descansar, mañana el trayecto será más complicado.- y por primera vez desde que nos reencontramos se despidió con un beso en la mejilla y se marchó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro