CAPITULO XVIII. La tercera es la vencida, pérdida.
CAPITULO XVIII.
La tercera es la vencida, pérdida.
Los días pasaron y Josué estaba más atento de lo normal, aunque no tocaba directamente el tema del embarazo preguntaba constantemente por mi estado físico y mi alimentación. ¿Y Emily? Decidí borrar cualquier tipo de contacto con esa mujer, no era sano seguir atormentándome con verdades repetitivas.
Josué regresó, me buscó, me pidió perdón una vez más, argumentó que si la había buscado era para decirle que no podía seguir con ella. Evidentemente era mentira pero no estaba de ánimos para discutir, la últimas dos semanas había estado un poco mal de salud, mi vientre me dolía y las náuseas eran más seguidas.
Josué me invitó a su casa el fin de semana, aunque le dije que no quería ir debido a mi último encuentro con su madre, él insistió asegurando que había hablado con su mamá y todo estaba arreglado.
Una vez en su casa no me sentía bien, pero hice el esfuerzo de socializar; Josué tuvo que salir a resolver un problema en el trabajo por lo que decidí ir a casa de una conocida que tenía un pequeño abasto y vivía cerca de ahí.
Al poco tiempo llego su papá, pidió una cerveza y sentó a conversar conmigo, no sé si quería que yo comentara algo que me comprometiera pero lo cierto es que no dejaba de criticar tanto a su mujer como a sus hijos; se quejaba de que él mantenía en pie la casa, que nadie lo ayudaba y un montón de cosas más; yo sólo me limité a decirle que la mejor solución era que conversara con su mujer al respecto y que buscaran una solución juntos, me levanté y me fui debido a que el dolor de vientre aumentaba considerablemente.
Al llegar a casa de Josué su mamá estaba inexplicablemente furiosa, no paraba de insultarme y yo no entendía lo que estaba pasando; me tomó por la camisa y me lanzó hacía un muro diciendo que yo estaba engañando a su hijo con su marido, me agitó un par de veces y me echó de su casa.
Me fui a casa de la conocida donde estaba horas atrás, no tenía efectivo, había dejado mi cartera en el cuarto de Josué; lo llamé, le conté lo que había sucedido y él dijo que iría al desocuparse del trabajo. Comencé a sentirme mal y a manchar un poco, le pedí a mi amiga que fuese por mi cartera, pedí un taxi y me fui a mi casa. Josué llamó para preguntarme cómo estaba que ya había llegado a su casa, le dije que estaba bien y colgué.
A mitad de la noche me desperté con un fuerte dolor de vientre, estaba sangrando más de lo normal, llamé a Josué y no contestó, llamé a mi vecino y él me llevó al médico.
Ya no había niño, sólo quedaban restos de él. Mi mundo se derrumbó por completo, me sentía vacía, no paraba de llorar; por mucho que fueran los problemas que tenía ese niño era la calma a mis sufrimientos, era mi motivo para seguir viviendo. Ahora no tenía nada.
Al llegar del hospital Josué me esperaba y no se veía nada contento
-¿Dónde estabas, llevo horas esperándote?- preguntó. Yo sólo respondí.
-Josué no me siento bien.-
-¿Viste lo que has causado?-
-¿Qué se supone que he causado?-
-Mamá está furiosa contigo, no quiere volver a verte.-
-Créeme que el sentimiento es mutuo.-
-¡Esto se acabó Mónica, lo que pasó hoy fue la gota que derramó el vaso!-
-¡Como quieras!-
-Aquí te dejo las llaves de tu casa. Lo siento mucho.-
-Créeme que yo lo siento mucho más que tú.- ya estaba a punto de marcharse cuando lo detuve preguntándole.
-¿Qué pasó con lo de llegar a viejos juntos?-
-Necesitamos tiempo Mónica, ahorita las cosas están muy tensas. ¡De verdad lo siento!- se marchó y con él se llevó el poquito de vida que me quedaba.
No se esforzó por pelear por mi, por recuperar lo nuestro, ni siquiera le importó que estaba embarazada o por lo menos eso creía porque ya no había nada; con su actitud lo único que me demostró es que no le importo y que nunca le importé.
Pasaron los días y me hundí en la rutina; Josué no me había buscado y yo tampoco cedí. No esta vez.
Una noche me quedé dormida temprano (gracias a el licor) y apareció Gabriel.
-¿Qué estás haciendo con tu vida Mou?- preguntó.
-No tengo vida, no me quedan ganas de vivir.- respondí.
-No vale la pena, él no merece que te destruyas de esa manera-
-No sé qué hacer ni a dónde ir.-
-Sécate las lágrimas, levántate y sigue con tu vida. Él lo está haciendo, tú también debes continuar.-
Quizá fue un consejo de mi ángel protector y como sabe que Gabriel es importante en mi vida lo usó para hablarme.
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