XIII
Se me ha ido el día entero entre llamada y llamada, pero no obtengo ningún tipo de respuesta clara. Solo evasivas. Una maldita evasiva tras otra referente al paradero de Molly Jo.
¿Puede ser posible que nadie sepa dónde se encuentra? Si ella supo cómo encontrarme ¿Por qué yo no he podido encontrarla de vuelta? ¿Qué ha hecho o dicho para evitar que la encuentre a toda costa?
Me aflige.
Me estresa.
Me destruye cada minuto sin ella, así como me ha venido desgastando el alma esa tan pesada cualidad que tiene Jacob de ignorarme.
Sé que no soy importante para nadie. Ni siquiera me siento mínimamente importante para mí mismo.
Lo arrojé todo a la basura el día en que ella, muy inteligentemente, me sacó a patadas de la que fue alguna vez mi casa.
Jacob era tan pequeño todavía.
Y Molly Jo era tan fuerte. Tan pero tan fuerte, de verdad.
Sé que no esperaba morir sin antes ver a Jacob una vez más, de hablar con Molly Jo una última vez, al menos, y dejarme devorar por los infiernos de una maldita vez.
Pagar por toda mi porquería, por todas las lágrimas de ella y por todo el abandono hacia él. Pagar, como cualquier otro mortal, hasta por la más mínima y ridícula de todas las faltas y así padecer eternamente aquello que ya he venido padeciendo desde que hice lo que hice.
¿Y qué hay de Jacob? No lo sé, en verdad.
Su grave estado de juventud me tiene contorsionados los sentidos y, sin importar lo que haga, no alcanzo todavía a entender lo que piensa o lo que dice, porque tampoco es que dice mucho.
Es un chico bueno, lo sé. Aunque no lo sea del todo conmigo: me lo tengo merecido, estoy consciente de ello.
¿Mejorará pronto esta situación?
¿Mejorará del todo este asunto de padre e hijo que no logro hacer nacer?
Molly Jo... todavía no sé qué hacer.
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