Capítulo 9: Nos vamos de fiesta
—Entonces, dejame ver si te entiendo —recapituló Gabriel en el suelo del estudio—. Tú ex, que te puso los cuernos con su instructor, la que descubriste el día que le ibas a pedir matrimonio y de la que no sabías nada desde hace casi un año volvió. Está embarazada y ni más ni menos de gemelos. ¿Y tú te vas a ocupar de ellos?
Era ya de noche y Gabriel y yo habíamos acabado de tener el mejor sexo del mundo. Al terminar yacíamos desnudos en el suelo y me había preguntado quien era Carla, le conté todo.
—No es tan sencillo —me defendí, oído de sus labios parecía una locura—, solo la ayudaré a salir adelante.
—No se si besarte por el enorme corazón que tienes o darte una reprimenda por lo loco que eres.
—Oye, si no estuviera loco no me habría acostado con mi vecino lujurioso, que practica más sexo que un actor porno, una semana después de conocernos. Así que no te quejes.
—Touché, amigo —dijo besándome—, agradezcamos tu locura entonces. Pero la pregunta es, ¿como se supone que vas a mantener todo eso? Tendrás que comprar pañales, cuna, ropa, cremas y un montón de cosas más ¡y todo doble!
—Eso es lo que me mantiene despierto todas las noches —me lamenté —Cuando vivía en Brasil o Miami organizaba algunas exposiciones y recaudaba algo pero Sunapee es muy pequeño como para vender arte y en Concord no conozco a nadie.
—Yo te puedo ayudar —meditó—, conozco a muchas personas que podrían estar interesados en tu arte. Eres un pintor bastante bueno. Si consigues un lugar donde exponer yo te busco a los clientes.
— ¡Eso estaría genial! —exclamé emocionado mientras lo abrazaba, nuestros amiguitos comenzaban a despertar de nuevo.
Dos horas después y algunas sesiones extras de sexo, Gabriel se despedía con la promesa de averiguar esa noche sobre la exposición.
—Pasas mucho tiempo con ese chico en tu estudio —se quejó Carla cuando entraba en la cocina—, me dejas sola y aburrida.
—Debo pintar si quiero ganarme la vida —le recordé feliz, mis caderas ya se habían acostumbrado al dolor y parecía que flotaba—, más ahora con dos niños en camino.
—Will —me llamó en voz baja—, gracias por todo lo que estás haciendo. Cuando vine sabía que lo ibas a hacer, siempre fuiste bueno conmigo, pero no pensé que fuera tanto.
—Siempre te ayudaré —le aseguré abrazándola, últimamente decía mucho esa frase—, verás como saldremos adelante.
Nos quedamos abrazados unos minutos, el calor de su cuerpo era tan reconfortante y conocido… Ella se me quedó mirando a los ojos por unos segundos y me pareció que quería decirme algo más pero fue interrumpida por un fuerte golpe en la puerta.
—Si vuelves a tocar así la vas a tirar —me reí mientras le abría a Vero, al ver su cara me alarmé y pregunté— ¿Qué pasó?
La mirada que me dirigió casi me hace temblar.
—Volvió, el muy cabrón volvió —gritó sentándose en la silla de la cocina.
—¿Quien volvió? —preguntó Carla confundida.
—¡Mi ex! ¡El padre de Valentina volvió! ¿Que le pasa a ustedes los ex que les ha dado por volver?
—¿Qué quiere? —preguntó dejando pasar el último comentario. Se notaba que Verónica le estaba agradando.
—Dice que conocer a su hija, el muy cabrón quiere ser padre. ¡ja! Después de tantos años. ¿Pero quien coño se cree que es? Valentina no es su hija.
Ostras, como decía palabrotas cuando se enojaba, aunque la entendía, yo estaría igual.
—Vero, debes calmarte —dije con paciencia, se me conocía por ser la voz de la razón—. Recuerda que la custodia de Valentina la tienes tú, así que eres quien decide quien la ve o no.
—Lo sé —admitió—, pero me molesta que quiera verla.
—¿Y por qué tan de repente? —preguntó Carla.
—Resulta ser que tiene nueva novia y se va a casar. Ella fue quien lo convenció de que volviera a conocer a su hija. Maldita perra, ¿para qué coño se mete en lo que no le importa?
—Es cierto que es injusto —reflexionó Carla—, pero al fin y al cabo él es el padre de Valentina, deberías darle la oportunidad.
—¿Oportunidad? —gritó indignada, suerte que tenía solo un vecino sino todos estarían enterados con tanto grito—, él ya tuvo su oportunidad cuando le dije que estaba embarazada y la desaprovechó. Ahora que se vaya a freír tuzas.
Estaba seguro de que mis siguientes palabras iban a ser un error, pero igual debía decirlas.
—Estoy de acuerdo con Carla —sentencié en voz baja para no alterarla más—. Valentina merece saber quién es su padre. Ya ella decidirá si quiere o no tener una relación con él. Es lo mejor para ella.
—Vine aquí para que me apoyen, no para decirme lo que ya sé —se quejó, al menos ya no gritaba.
—Te apoyamos —dije—, pero Valen no te perdonará si no le dices. Debes pensar en eso.
—¡Lo sé! —Exclamó—, pero me cabrea que sea así.
— ¡Tengo una idea! —Se emocionó Carla— ¡Hay que salir de copas!
—Habló la chica embarazada que no puede beber —se burló Vero.
—Chicas, me estoy asustando —dije tratando de no reírme—, es la segunda vez en la noche que estoy de acuerdo con Carla. Tenemos que salir a despejar la mente.
—No estoy segura —dijo con duda—, tendría que ir a casa a cambiarme de ropa y sería mucho trabajo…
—Yo te presto ropa —intercedió Carla— ¡Venga Verónica! llevo tres días encerrada en esta casa y me voy a volver loca. Necesito divertirme antes de que dos mocosos llorones me dejen seca.
—Hija, con esos argumentos convences a cualquiera. Salgamos entonces.
—Llamaré a Gabriel —me apresuré a decir—, estoy seguro de que le encantará la idea.
(…)
— ¿Por qué será que las mujeres se demoran tanto para vestirse? —me preguntó Gabriel mientras esperábamos a las chicas.
—Es un misterio de la humanidad —le respondí riendo.
—¿Qué tal estamos? —nos preguntó Vero apareciendo por las escaleras, Carla le seguía.
Ambas chicas se veían hermosas. Vero lucía un vestido negro ajustado que le llegaba hasta las rodillas y marcaba unas curvas que no había visto antes. Su escote en forma de uve mostraba justo lo necesario y sus rojos labios eran irresistibles. Altos zapatos de tacón elevaban su esbelta figura y un complicado peinado complementaba el look.
Carla por otro lado estaba deslumbrante, como siempre. Su vestido, por supuesto, mostraba mucha más piel. Era de color rojo vino y sumamente corto. A ambos lados de la cadera la tela se separaba dejando ver la piel de su cintura. Su escote era un escándalo y su maquillaje resaltaba todos sus hermosos rasgos. Los zapatos de tacón fino la colocaban justo a mi altura.
—Bellísimas —dijo Gabriel tendiéndole la mano a Vero para ayudarla, yo hice lo mismo con Carla.
La discoteca a la que nos dirigíamos quedaba en el centro de Concord, un lugar llamado “Eclipse” y que según un sitio web de discotecas, era la mejor de la ciudad.
Cuando llegamos, el lugar estaba lleno y la fila abarcaba toda una cuadra.
—Esto no me lo esperaba —reflexionó Carla.
—Me encargo yo —dijo Verónica caminando a la puerta. Cinco minutos después estábamos dentro.
— ¿Cómo lograste entrarnos? —pregunté asombrado.
—Le vendí al portero la casa en donde vive a muy buen precio —confesó—, me lo debía.
El Eclipse era increíble, luces de colores y estroboscópicas parpadeaban y danzaban por cada superficie. Montones de gente se apilaba en mesas y reservados y en el centro, la más increíble pista de baile.
—Iré a por bebidas —nos gritó Gabriel.
—Recuerda que Carla no puede beber —le respondí mientras desaparecía.
—¿Te acuerdas de la primera vez que te llevé a una discoteca? —Me preguntó Carla sonriendo—. Esa noche terminamos en el escusado vomitando.
—Lo recuerdo —respondí con nostalgia—, supe que quería que fueras mi novia cuando te vi con la cabeza en el váter.
—Todo un romántico —se burló.
—Chicos —interrumpió Vero—, está muy bonita la historia y todo, pero vinimos a divertirnos. Así que a bailar.
Vero nos jaló a ambos por el brazo y nos llevó hasta el centro de la pista. Una vez allí, tomó al primer chico que se le cruzó por delante y comenzó a bailar con él. Era increíble la variedad de personalidades que tenía.
— ¿Bailamos? —le pregunté a Carla.
—Claro —respondió con una amplia sonrisa.
La música que sonaba era algo suave y sensual, el tipo de canciones que a ambos nos encantaba. Tomándola de la cintura la acerqué a mi cuerpo y comenzamos el baile.
Antes que nada debo decir algo, Carla siempre había sido una bailarina nata. El único problema era que cuando bailábamos juntos todo se volvía muy sensual. Nuestros amigos decían que no sabían si bailábamos o manteníamos relaciones en la pista. Hoy no era muy distinto de aquellas veces.
Su cuerpo se presionaba con fuerza al mío mientras nos movíamos al ritmo de la canción. Nuestras caderas se rozaban en un suave movimiento circular mientras mis manos recorrían cada parte de su cuerpo. El embriagante aroma de su piel penetró de repente mis sentidos y un fuerte calor se extendió por mi cuerpo.
Carla mientras tanto efectuaba un suave giro y se colocaba de frente a mí, nuestro aliento sofocado se fundían en uno solo y el sudor corría por mi frente. Estaba tan cerca de sus labios que podía sentir como llamaban los míos.
—Aquí están las bebidas —nos informó Gabriel tendiéndonos algunas copas. De repente la fantasía en la que me había visto envuelto con Carla se había roto. Rápidamente nos separamos.
—Gracias —dije bebiéndome de un trago el ardiente líquido, vodka me parecía ser.
—Necesito ir al baño —informó Carla terminando su refresco.
—Yo te acompaño —corroboró Vero reapareciendo—, tengo qué refrescarme, ese chico es muy caliente.
La pareja de baile de Vero —un alto y musculoso chico más joven que nosotros —nos sonreía desde lejos.
—Te veías muy sexy mientras bailabas —me susurró Gabriel al oído cuando las chicas se marcharon—, tengo que confesarte que me sentí algo celoso. Me hubiera encantado bailar contigo así.
— ¿Y por qué no bailas conmigo ahora? —pregunté desafiante.
—Si es lo que quieres —me contestó tomándome del brazo y colocándose a mi espalda.
Me encantaba la forma tan fácil con la que él me manipulaba. Sus manos recorrieron mi cuerpo con fuerza mientras yo movía mi cadera contra su delantera. El calor que había sentido con Carla se había multiplicado por mil y mi cuerpo clamaba más.
La música me hipnotizaba y hacía que me moviera con mayor fuerza, adoraba bailar.
—Más suave —me pidió Gabriel—, si no te detienes el próximo en tener que ir al baño seré yo y tú me tendrás que acompañar.
— ¿Sabes? De repente me enteraron deseos de ir al baño. Será mejor que vayamos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro