
CAPÍTULO 19
Venganza - Nicki Nicole, No te va a gustar
Shawn me miraba, tratando de encontrar las palabras. Se sentó frente al árbol y yo me senté a su lado. Él, aún mirando el árbol, logró comenzar a hablar. Su voz sonó rota con sus primeras palabras.
—Tenía diecisiete años cuando pasó. No lo vimos venir. Mi padre había conocido a un hombre, Dan, en el trabajo. Se empezaron a llevar bien, se hicieron grandes amigos. Mi padre decidió invitarlo a mi casa para una cena. A mi hermana, a mi madre y a mi padre les caía bien, pero... Algo en cómo miraba a mi madre no me gustaba. Todos decían que parecía un buen hombre. Pero claro, parecer no es siempre ser.
—¿Hizo algo? —pregunté.
—Al principio no. Con el tiempo, logré hasta cogerle un poco de confianza. Pero un día, llegó a mi casa llorando. Mis padres me dijeron que fuera a mi habitación con Sarah mientras hablaban con él, y yo, como el hijo obediente que soy, nótese el sarcasmo, me quedé escuchando detrás de la puerta. Le habían quitado la casa y le acababan de despedir. Estaba muy jodido. No tenía en dónde quedarse, pero en mi casa no había sitio; así que, mi madre tuvo una idea.
—¿Qué idea?
—Que se quedara en la habitación de hotel que le ofrecían a ella en su trabajo. Ella no la usaba nunca porque mi casa le quedaba muy cerca del hotel; así que, ni a mi padre ni a Dan les pareció una mala idea. Los del hotel tampoco parecieron molestos por esa decisión; así que, Dan se quedó allí de gratis. Mi madre pasaba tres veces al día para traerle comida. Pero... Una mañana, recibimos una llamada. Mi padre estaba algo preocupado, porque mi madre no había vuelto a casa la noche anterior. Y entonces sonó su teléfono. Habían encontrado a mi madre en el pasillo del hotel, con una raja en la garganta, otra en la cara y otra en el estómago. La habían matado.
»Al principio, creímos que alguien se había vuelto loco y había hecho eso. Después de todo, no estaba ni cerca de su habitación. Pero... No sabíamos que el que había perdido la cabeza era Dan.
Me dió un gran escalofrío tras esas palabras. Shawn comenzó a llorar.
—Encontraron un móvil en la habitación de mi madre. Estaba grabando. Y... Vieron a un hombre. Mi padre quiso ver las grabaciones para comprobar que fuera realmente Dan, él no lo podía creer. Yo... También las vi. Tampoco podía creerlo. Aún estaba asimilándolo. Y los policías no se negaron, porque cuantas más personas declararan en contra de Dan, más fácil sería encerrarlo. No pude ver las grabaciones enteras. Dan llegó borracho a la habitación y cuando mi madre fue a traerle comida empezó a piropearle sin razón alguna. Y cuando mi madre quiso irse, él agarró su brazo y la tiró a la cama.
No podía creer lo que estaba escuchando. Era... horrible. Comencé a llorar junto a Shawn, destrozada.
—Cuando vi eso, solamente pude cerrar los ojos con fuerza para no ver nada. Solamente podía escuchar a mi madre pidiéndole que parara. Pero él no lo hacía. Cuando acabó, mi madre salió corriendo, asustada, y Dan entró en pánico. Tanto, que se le olvidó que había dejado el móvil grabando. Y dejó el móvil ahí. Las siguientes grabaciones que encontraron fueron las de la cámara de seguridad. Dan seguía a mi madre. Sabía que por muy asustada que estuviera, denunciaría. Y... Dan no podía permitirlo. Y en medio del pasillo sacó un cuchillo y la asesinó. No le dolió verla asustada. Parecía disfrutarlo. No tardaron en encontrar a Dan y meterlo en la cárcel.
»Los primeros días sin mi madre fueron los más duros. Yo había llegado al punto de no querer comer por los bajones. No salía de mi habitación, no hablaba con nadie, ni siquiera con mis amigos o mi familia. Pero un día, salí de la habitación. Mi padre en aquel entonces era policía y siempre tenía guardada una pistola en su habitación. Me hice con la llave del cajón y cogí la pistola. Estaba... Estaba muy harto de todo, Ellie. Quería... Quería desaparecer.
Sus palabras me rompieron. Su voz sonaba muy rota, nunca lo había visto así de mal.
—Pero entonces... Sarah supo que algo iba mal y fue a la habitación de mi padre. Me vio con la pistola, apuntándome a la cabeza y... Ellie, si no fuera por ella, yo habría muerto esa noche —al decir esa frase, sí me miró, destrozado—. Y... Después de eso supe que no podía dejar a Sarah sola, pero aún así... quería sentirme muerto. La sensación de estar muerto sin estarlo. Estar muerto en vida. Y me empecé a cortar. Una vez empecé fue muy difícil acabar con ello. Estuve un año sin cortes gracias al curso de actuación, pero tras unas pesadillas... Todo a la mierda. Todo de lo que había querido alejarme había vuelto. Las pesadillas, los cortes, todo. Por eso aquel día te traté tan mal en la tienda cuando dijiste lo de la sudadera. Fue el día de la recaída.
Me sentí culpable instantáneamente por ese detalle. Había escogido el peor día posible para decírselo. Me sentía demasiado estúpida.
Pero aún quedaban cabos sueltos. Su desaparición. ¿Por qué?
—Cuando desapareciste y te emborrachaste... ¿Por qué fue? —me atreví a preguntar.
—Porque... La policía soltó a Dan. Su hermano tenía mucho dinero y lo sacó de ahí a base de sobornos. Volví aquí por eso. Cuando me fui yo ya sabía que Dan estaba suelto, y se lo conté a último momento a Sarah para que estuviera alerta. Quería quedarme en Reino Unido, empezar de cero. Pero necesitaba volver. Mi vida está aquí, mi rincón está aquí, tú estás aquí —me cogió la mano—. Y no podía dejar que Dan se acercara ni a ti ni a mi familia. Por eso volví. Pero... Creo que al final dió igual. A finales de diciembre, recibimos una noticia. Dan se había suicidado. Supongo que alguien no puede vivir con la culpa de destrozar tantas cosas. Y ese monstruo no sería la excepción.
No sabía qué decir después de todo eso, solamente se me ocurrió una cosa:
—¿Te sigues cortando?
—No lo he hecho desde aquella Nochebuena que pasé en tu casa —reconoció—. Aunque no voy a negarte que me he visto tentado muchas veces. Pero Hayley, mi mánager, y la doctora Davies, mi psicóloga, me han estado ayudando bastante.
Yo no pude hablar más, simplemente lo abracé con fuerza.
—Si lo vuelves a hacer o vuelves a pensar en hacerlo, no me lo ocultes, por favor. Cuéntamelo y trataré de ayudarte. No es justo que me hagas reír mientras estás pasando lo más duro de tu vida.
—Te lo contaré. No más secretos —con su mano me puso el pelo detrás de la oreja y acarició mi mejilla—. Te lo prometo.
Shawn me besó con suavidad. Un beso tierno, algo melancólico. Al separarnos del beso, él apoyó su cabeza en mi hombro.
—Es la primera vez que traigo a alguien aquí. Sarah ya no viene tampoco. Eres la primera que se sienta conmigo frente a este árbol —levantó su cabeza y me miró—. A mi madre le habría encantado conocerte. Te habría adorado.
—¿Cómo se llamaba?
—Rachel. Su apellido de soltera era Walker.
—¿Entonces usas el apellido de tu madre?
—Lo empecé a usar después de su muerte.
—¿Y cuál es el apellido de tu padre?
—Anderson. Mi padre se llama David Anderson.
—Siempre pensé que se apellidaba Walker.
—Bueno, nuestros hijos tendrán un apellido hermoso gracias a mí —se rió, divertido—. No es que Anderson sea feo, pero... Walker. Es como cierto boxeador escrito por Joana Marcús.
—Aiden —sonreí.
—Alguien se ha puesto al día —me devolvió la sonrisa, y después me dió un pico—. ¿También te has visto Titanic, paranoica?
—La verdad es que no.
—Eso es grave. Tú y yo tenemos que hacer una noche de pelis algún día.
Después de esa charla, Shawn pareció más tranquilo. Como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Ya no había nada que nos separara. Pero aún quedaban muchas cosas. Sentía que algún día tendría que contarle que estaba volviendo a tener problemas con la comida, y con ello, el porqué.
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