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CAPÍTULO 12

Gone, Gone, Gone - Philip Philips

Los siguientes días los pasé esperando una señal de vida de Shawn. Un mensaje, una llamada, lo que fuera. Pero nada de eso llegó. Esos días se sentían vacíos sin él. Me preguntaba si ya estaba rodando la película o aún estaban preparando todo. Realmente, no sabía bien cómo funcionaban esas cosas.

Ya estábamos en fin de año, pero este fin de año era extraño. Mis padres habían decidido que este año se irían a dormir pronto, no consideraban tan importante quedarse hasta las doce. Chris y Nick se habían hecho muy amigos estos días en los que habían estado trabajando juntos; así que, al menos, la convivencia no sería tan incómoda. Había avisado a Jules y a Liam por si querían venir, y ellos aceptaron, felices. Pero aún así, era raro celebrarlo sin mis padres. Y más aún, era raro celebrarlo mientras tenía tantas cosas en la mente.

Aún seguía pensando muchísimo en la discusión con Shawn, en su película, en cómo me dijo que me fuera. Dolía. Dolía mucho. Es como un terremoto que me hace caer al suelo una y otra vez, sin apenas dejarme levantar. Quizá si se lo hubiera contado antes... No. ¿A quién quiero engañar? Él habría huído igualmente.

Antes de que se hiciera de noche, salí a correr un rato. Hacía años que no lo hacía, normalmente solamente corría por las tardes cuando quería aclarar mi mente, relajarme. Llegué a la playa y me senté en la arena, en la orilla del mar. Cogí mi móvil y abrí Instagram. Efectivamente, Shawn me había dejado de seguir después de nuestra discusión. Escribí un mensaje diciendo que lo sentía, que necesitaba hablar con él, pero antes de enviarlo, lo borré y apagué mi móvil. Me preguntaba qué estaría pensando Shawn en estos momentos. Me preguntaba si me odiaba. Y por más que intentaba encontrar una respuesta, no lo lograba.

Tras un rato, decidí no volver a casa esta noche. Necesitaba estar sola. Les escribí a Liam, Jules, Chris y Nick para decirles que no iría a celebrar Nochevieja con ellos este año. Al principio, quisieron saber qué me ocurría —porque sí, no les he podido contar detalles de la discusión con Shawn—, pero cuando vieron que no quería hablar de ello, decidieron respetarlo.

De algún modo u otro, acabé pasando horas en la playa, contemplando el océano. Y de algún modo, se me vino mi abuelo a la cabeza. A él le encantaba la playa, me llevaba mucho ahí cuando era pequeña. Cada vez que yo estaba triste, estresada o cada vez que peleaba con mis padres, me llevaba ahí y me daba consejos. Y en ese momento sentí necesario hablar con él. Y no podía, pero aún así, quise fingir que podía.

—La playa está más tranquila por la noche —susurré—. Hoy hay luna menguante. Incompleta. Es así como me siento. Igual que la Luna. Es como si estuviera perdiendo poco a poco a todos los que quiero. A Ashley, que no me habla hace meses; a Nick, que se irá a rehabilitación un año; a Lydia, que es una mentirosa; a Jules, que está más centrada en su vida amorosa; a Shawn, que no me quiere ni ver; a mis padres, que ni siquiera tengo claro si les importo; a ti, que nos dejaste hace tres años... Creo que lo único que me queda es Chris. ¿Y si él también se va?

Suspiré y miré al cielo con lágrimas en los ojos. Me sentía tan sola. Y por más que trataba de hablar con mi abuelo, esperando que mágicamente me hablara o me diera una señal... Nada ocurría. Y dolía.

—Supongo que no me puedes oír —murmuré, levantándome de la arena—. En cualquier caso, te quiero, abuelo.

Y caminé un rato hasta fuera de la playa. Vi la hora en mi reloj, faltaban dos minutos para año nuevo, pero yo no estaba especialmente emocionada. Empezaría este año bastante mal. Entré a una cafetería y pedí un leche y leche largo. Mientras esperaba, la gente de mi alrededor comenzó a hacer la cuenta regresiva para el nuevo año.

—¡Cinco! ¡Cuatro! ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno! ¡Feliz año nuevo! —gritaron todos.

Yo puse una mueca y me crucé de brazos. Justo después, la camarera me trajo el café.

—No todos los años empiezan bien —comentó al ver mi cara—. Pero todos pueden tener buenos momentos, y estoy segura de que los encontrarás.

Yo le dediqué una pequeña sonrisa triste, y ella me devolvió la sonrisa antes de irse. Me apresuré a beberme el café y salí del restaurante. Encendí el móvil y vi que tenía tres llamadas perdidas de Chris. Dudé unos segundos, pero finalmente, devolví la llamada. Cuando contestaron, no era Chris quien hablaba.

—Ellie, al fin —dijo Sarah al otro lado de la línea—. El vuelo de Shawn sale en media hora.

—Espera, ¡¿vuelo?! —exclamé.

—El rodaje de Feel something es en Reino Unido. Viajan ahí.

—Bueno, pero es solamente un rodaje. Shawn volverá. ¿Por qué ir allí?

—Porque quiere quedarse allí.

Tardé en procesar esas palabras. ¿Quedarse? ¿En Reino Unido? Pero eso estaba muy lejos.

—¿Para siempre?

—Sí. Quiere deshacerse de todos los recuerdos que tiene aquí. Sé que tú puedes convencerlo, por favor.

—No puedo decidir nada por él, Sarah.

—Pero... Puedes intentar que se quede. Por favor.

—Shawn no me quiere ver. ¿Por qué me haría caso?

—Porque te quiere. No sabes lo que ha estado pasando estos días. Sigue pensando que te quedaste con él por pena, por eso no te habla. Y... Es una de las razones por las que se quiere ir. Si ve que le quieres de verdad, quizá se quede.

Suspiré. De verdad quería que se quedara.

—Voy para allá.

Colgué el teléfono y paré a un taxi que pasaba a mi lado. Me subí rápidamente y miré al conductor.

—Al aeropuerto, por favor. Y rápido a ser posible.

El taxista obedeció, y tras un rato, llegué al aeropuerto. Cuando pasé todos los controles, solamente quedaban cinco minutos. No sabía si llegaría a tiempo. Sarah me había enviado en un mensaje con la información del vuelo. Llegué a recepción y pregunté por el vuelo cuarenta y cinco, a lo que la recepcionista me dijo que aún no había salido, pero que no tardaría. Me dijo por dónde podía ir, y tras agradecerle, salí corriendo hacia las escaleras mecánicas.

Y cuando llegué, ahí estaba Shawn. Se estaba levantando del asiento. Ya estaban llamando a los de su vuelo.

—¡Shawn! —exclamé.

Y justo cuando él se estaba girando, la gente comenzó a meterse en medio, tapándome entre la multitud. Cuando logré salir de la multitud, Shawn ya estaba llegando al avión. Intenté llegar, pero el de seguridad me detuvo.

—No puede entrar sin su billete, señorita.

—No quiero viajar, necesito ver a alguien —le dije—. ¡Shawn!

—Señorita, tiene que irse.

—Espere, por favor. ¡Shawn! —esta vez, Shawn sí se giró, y me vio.

Abrió la boca, sorprendido y se quedó mirándome unos segundos. Empezó a caminar hacia mí, pero cuando estaba a nada de llegar...

—Seguridad, tenemos un problema en...

—Espere —supliqué—. Ahí está la persona que necesito...

—Señorita, acompáñenos a la salida.

—Pero, yo...

Y no me hicieron caso, me agarraron de los brazos y me arrastraron hacia la salida. Lo último que vi antes de salir de allí era que Shawn me miraba, pero luego se arrepentía y se giraba hacia al avión. Y mientras salía del aeropuerto, vi su avión despegar.

Se había ido. Me había visto, pero se había ido. Y ahora, no sabía si volvería. Y tardaría mucho tiempo en saberlo.

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