
III
El señor Jeon era un hombre que amaba a su hijo con locura y debido a eso, es que había apoyado a su pequeño en cuanto supo los deseos de este. Pues un padre conoce el corazón de su hijo con solo mirarlo y en vista del gran amor que había encontrado allí, no había podido hacer como si nada pasara. Porque, todo por el contrario, todo pasaba.
Sin importar las creencias de su época o las estructuras culturales de su país, el señor Jeon entendía el hecho de que el amor no es algo que uno pueda planear. No se puede decidir cuando caer en él. Es el destino de las cosas. Llega cuando menos te lo esperes, cuando no te sientes listo, porque de la misma manera; es que lo estás.
Y Jungkook, al explicarle sus sentimientos por su hyung, valientemente le había demostrado que, si él podía arriesgarse a la escasa posibilidad del y si, entonces su padre, lo mínimo que podía hacer, era apoyarlo a lo que sea que se viniese.
—Quizás no todo salga como tú quieres —tuvo que advertirle a su hijo con mirada precavida. Enseñarlo era la parte difícil de verlo crecer, ya no bastaba con decirle como manejar su bicicleta o hacer la tarea de la escuela; ahora tenía que verlo marchar a la batalla con el corazón en la mano. —Lo que intentas no es sencillo, demostrar tu aprecio por Jimin no es algo que se dará según lo planeado. Te aseguro que amar a alguien jamás es una caricia suave, es más bien un huracán que desmorona tus cimientos y se instala en ti, haciéndote suyo.
Los redondos y brillantes ojos de Kook lo miraron sin pestañear.
—Así que quiero que seas bravo, duro e inquebrantable. Quiero que dejes que esto que sientes se apodere de ti y te indique el curso de actuar. ¿Soy claro para ti, Jeongguk? —cuestionó como si estuviese hablando con un niño pequeño, en lugar del joven fornido frente a él. Como fuese, su hijo hinchó el pecho asintiendo rápido. —Sea como sea que resulte este viaje, de aquí a tu regreso, estoy seguro de que el resultado será tan desgarradoramente brutal que te dejará de rodillas, quieras o no.
Con esas palabras introducidas en lo profundo de su pecho, Jungkook empacó en un borrón que suplió de su cabeza, solo pudiendo retener la sensación de vértigo en su estómago que nada tenía que ver con la altura que alcanzó el avión mientras surcaban los cielos, sino que mucho más con la sonrisa perpetua en el rostro del rubio chico sentado a su lado desde que el hermano de este y el padre de Jungkook los habían dejado para embarcar.
Jimin ya era suyo, al menos así lo sentía Kook, tanto como podía ser mientras que no supiera de sus complicados sentimientos, pero estaba allí con él, a solas por las próximas horas que se extendían como un bendito paraíso.
—Habitación para dos —corroboró la chica de recepción que tomó sus identificaciones. Les lanzó una mirada curiosa, acompañada de una queda sonrisa. —Vengan por aquí. —Y procedió a guiar a los chicos hasta un pequeño pasillo. —Esta es el ala privada, no deben preocuparse por temas de cotilleo.
Jungkook asintió sin tener claro a lo que se refería. Ya fuese que los había reconocido como artistas o bien a algo mucho más rebuscado. Ella seguía dándoles miraditas por encima del hombro, pasando de uno a otro.
—Aquí —dijo deteniéndose frente a una sencilla puerta que nada dejaba entrever de su interior. La chica ingreso un código en el cerrojo eléctrico y deslizó una tarjeta que procedió a extender hacia Jimin. —Es toda suya, bajos los mandatos de quien la reservó, cualquier cosa que necesiten, pueden llamar directo a recepción.
Con una inclinación de cabeza, ella volvió sobre sus pasos. Jungkook la vio hacerse pequeña con su garganta estrechándose.
—Al fin —Jimin dijo bajito reclamando toda la atención del lugar sobre él y con un empujón de su cadera, abrió la puerta de golpe.
El interior del dormitorio matrimonial los recibió con una calma tensa, expectante, casi palpable. Los ojos del mayor de los chicos de pie en la entrada recorrieron todo, cada detalle. Absorbiendo en silencio, la única cama de gran tamaño que obviamente tendrían que compartir para pasar las noches, la decoración sencilla, con licores en el frigobar y por supuesto, las paredes de cristal que daban hacia el baño.
—Vaya, vaya... —comenzó Jimin entrando lento. Jungkook lo siguió pegado a su espalda, cerrando la puerta con cuidado, el sonido apenas perceptible cuando Jimin concluyó. —es más de lo que pensé, ¿sabes?
Jungkook se humedeció los labios con la lengua.
—No tienes que ser condescendiente conmigo, hyung —habló más allá de sus nervios. —Puedes decirme lo que en verdad opinas.
Jimin caminó hasta los pies de la cama, pasando una mano por las cubiertas suaves del edredón. El hecho de que no pudiese verle la cara solo acrecentaba la impaciencia de Jungkook que comenzó a rebotar una pierna contra el piso brillante.
—Lo amo. —manifestó el rubio con sencillez. Alzó su rostro sonriente, una sonrisa secreta. Con un borde de malicia. —Todo lo que venga de ti lo amo, creo que ya te lo dije.
Jungkook sentía que había hecho clic con Jimin. En muchos aspectos, más de lo que podía contar con los dedos de la mano. Cuando sus miradas se conectaban, Jungkook sentía que sus corazones latían al unísono. En el escenario, era con quien mejor se relacionaba, siempre en sintonía. Y fuera de este, la electricidad entre ellos era algo que ya no se podía esconder. Entonces, allí, en ese momento, todo pareció caer por su propio peso.
Jimin se inclinó sobre la cama, echándose hacia atrás sobre sus codos para mirar a Jeongguk con la cabeza ligeramente inclinada.
—Aunque creo que todo esto es muy lindo, muy... ¿cómo fue que dijo mi hermano? —Jimin fingió pensar la palabra, cuando la tenia en la punta de la lengua. —Ah sí, todo se ve muy romántico.
Jungkook se tragó sus miedos de sopetón.
Park JiHyun podía ser dos años menor que su famoso hermano mayor, pero en todo lo que su hyung era dulce, él lo era de perspicaz, lo que es decir bastante. Y leyendo entre líneas, escondido allí entre los interminables mensajes que su hermano le enviaba a diario sobre su querido Jungkookie, es que él había notado que algo pasaba.
Algo tan peligroso como el amor.
Él podía ser joven, pero entendía las implicancias de amar a un compañero de banda. A un chico, nada menos. Si hubiese sido un enamoramiento pasajero, una aventura, un juego, él podría haber dejado su nariz fuera. Por respeto y desentendimiento. Pero amor... no había que ser un genio para comprender el caos al que su hermano pensaba adentrarse.
—¿Qué pasa si solo es cosa del momento, si Jungkook hyung solo quiere rascarse la picazón? —preguntó aquel día, en medio de la noche, cuando su hermano lo llamó con la noticia del viaje, rebosante de emociones mal contenidas.
Jimin había hecho un ruido de molestia al otro lado de la línea.
—Ese lenguaje, niño. —Lo reprendió de manera amorosa, tanto que se perdía el peso de su enojo.
JiHyun tuvo que controlarse de poner los ojos en blanco. En serio, él no era un chiquillo.
—Solo digo, ¿qué harás entonces? Si alguien los descubre, sus carreras están terminadas. —dijo de manera alarmante. Y luego bufó. —Dios, ni siquiera hemos pensado en lo que dirán mamá y papá.
Jimin no tuvo una respuesta para su hermano esa noche. Ni en las noches que le siguieron, ni en ese momento en específico mientras que miraba a Jungkook llegar a un acuerdo consigo mismo. Pero había algo que él sabía, y es como se sentía.
—¿A qué estás jugando, hyung? —Jungkook se encontró preguntando a media voz. Acercándose, deteniéndose a pasos de Jimin, dándole espacio, que este acortó al ponerse de pie y entrar en su espacio personal.
Había llegado el momento.
Sin cámaras, sin nadie alrededor, en una habitación a puerta cerrada, solo eran dos chicos y los millones de palabras que pujaban por salir de cada uno.
—Para ser sincero no lo sé —dijo Jimin con un encogimiento de hombros. Alzó su mano, tomando la barbilla de Jungkook, quien endureció su mandíbula, haciendo saltar un musculo en su mejilla. Jimin se concentró en este para decir: —Pero me gustaría que te arriesgaras.
Jungkook absorbió aquello, las palabras, el significado para nada oculto.
—Tal vez... —susurró luchando con las ideas. Primero debería...
Jimin estaba sonriendo tan en grande que su rostro dolía, a la vez que se ponía de puntillas para coincidir su frente con la de Jungkookie que se recargó en él.
—Vamos a dejarlo así, —dijo sobre sus labios, acallando las dudas y el miedo. De ambos, de todo. —solo tal vez...
YA VINE, Y AMO HACIA DONDE VA ESTA HISTORIA, PORQUE CREO QUE USTEDES TAMBIÉN LA AMAN.
DISFRUTEN.
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