040.
✨GAEL✨
Cuando la moto de Liam se detiene frente a la casa de Kate, el rugido del motor se desvanece, dejando el eco de mis pensamientos en su lugar. Me bajo con cuidado y no entiendo por qué, si sé que no hay nadie dentro. Helen se encargó de esa parte. Después de todo, la sorpresa tiene que ser perfecta, y no puedo arruinarlo a último momento. Me quito el casco y respiro hondo, el aire fresco de la noche llena mis pulmones y me calma un poco los nervios. Miro la fachada de su casa, iluminada por la luz cálida que se filtra por las ventanas. Un año, pienso. Un año desde que todo cambió.
Apenas puedo creer que ya pasó un año desde que, por una broma mal hecha, le tiré un balde de pintura encima y la cubrí de pies a cabeza con un tono lila que, honestamente, le quedaba bastante bien. El grito que soltó aún resuena en mi mente, entremezclado con la carcajada que no pude contener. Y luego, su mirada… Dios, pensé que me mataría en ese momento. Pero, en lugar de hacerlo, creo que me insultó en inglés.
Esa fue la mejor peor broma de mi vida, y también la que me regaló a la mejor persona que conozco. Hoy, un año después, estoy aquí para celebrar ese desastre afortunado.
Ajusto la mochila en mi espalda, sintiendo el peso de los preparativos que hice. Me costó trabajo mantener esto en secreto, pero Kate se merece algo especial, algo que le recuerde que, a pesar de cómo empezamos, no cambiaría ni un segundo de todo esto. Por suerte en la cena benéfica del miércoles pasado ella se fue un momento al baño y tuve oportunidad de organizar todo esto con Helen, porque sino no sé cómo lo hubiera hecho.
Camino hasta la puerta, mis pasos ligeros en la grava. Saco las llaves que me dio Helen de mi bolsillo y abro la puerta con cuidado. La casa está en silencio, lo que significa que probablemente aún esté en el centro comercial, perdida en algo que le pidió Helen que comprara. Perfecto.
Entro sin hacer ruido, y el aroma de su perfume me envuelve inmediatamente, mezclado con algo que no sé como descifrar pero siempre me recuerda a su casa, es un aroma agradable, como a flores.
Me dirijo a la cocina y comienzo a sacar los ingredientes que compré de camino aquí de la mochila, suspirando con alivio al ver que el regalo sigue intacto. No soy un chef, pero he mejorado en un par de cosas este año, especialmente en lo que le gusta a Kate. Hoy voy a prepararle su plato favorito: pasta al pesto con tomates cherry asados.
Mientras corto los tomates, no puedo evitar sonreír al recordar cómo nos conocimos. Jamás había visto a alguien tan hermosa, tan llena de vida, ni tan decidida a vengarse de mí por cada broma que le hice. Y de alguna manera, en medio de esa guerra, algo hizo clic entre nosotros. Empezamos a hablar, a reírnos de lo absurdo del momento, y antes de darme cuenta, estaba perdido en esos ojos que parecían capturar el cielo entero.
Pongo la pasta a hervir y caliento el horno para los tomates. Estoy concentrado, pero mi mente sigue divagando. Este año ha sido un torbellino. Desde peleas estúpidas por quién se queda con el último trozo de pizza, hasta las noches en las que compartimos nuestros miedos más profundos. Pero lo hemos hecho nuestro.
—¿Gael?
Me giro para ver a Kate en la entrada de la cocina, con una bolsa de compras en su mano, mirándome entre confundida y feliz.
—¡Sorpresa! —le digo con una sonrisa, levantando las manos cubiertas de salsa pesto.
Tarda unos segundos, pero al final se ríe, esa risa que siempre me desarma.
—What are you doing? —pregunta divertida, dejando la bolsa sobre la isla al igual que las llaves de su auto, sin dejar de verme.
—Quiero celebrarlo —digo, logrando confundirla, así que me apresuro en añadir—: El año en que nos conocimos. El año que lo cambió todo. —Sus ojos se suavizan y se acerca a mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello—. Quería celebrarlo ese mismo día que cumplíamos, pero tuvimos la cena y los días siguientes estuviste muy ocupada, pero vi tu horario y descubrí que hoy, sábado once de Agosto, no tenías nada planeado, ni tampoco el domingo —cuento, sonriendo feliz por mi investigación, haciéndola sonreír aun más.
—Eres un desastre, ¿sabes?
—Lo sé —respondo, apoyando mi frente contra la suya—. Pero soy tu desastre.
Me besa, y en ese momento, todo se siente en su lugar. Como si cada decisión, cada error, nos hubiera traído hasta aquí, justo donde debemos estar.
Kate se aparta un poco, mirándome con una ceja levantada y una sonrisa traviesa en los labios.
—Espera un momento... ¿Cómo entraste aquí? —cuestiona, entrecerrando sus ojos y mirándome con cierta desconfianza—. ¿No rompiste ninguna ventana, cierto? —pregunta, girando a ver a su alrededor, capaz tratando de encontrar algo roto. Río divertido a la vez que niego con la cabeza.
—Tu mamá estaba al tanto de todo —le respondo, sacando las llaves de su casa del bolsillo y agitándolas frente a ella—. Me dio su copia de la llave.
Se ríe incrédula, comprendiendo todo mejor. Como si pequeñas piezas de rompecabezas comenzaran a armarse por sí solas en su cabeza.
—Así que por eso me mandó a comprar esa crema de manos rara al centro comercial —dice y asiento, sonriendo divertido—. No podía entender por qué de repente se había obsesionado con esa marca específica que solo vendían ahí.
—Exacto. Teníamos que sacarte de la casa por un rato para poder preparar todo esto —le digo con una sonrisa de satisfacción—. La verdad, tu mamá es una gran cómplice.
—No puedo creer que confíe tanto en ti como para entregarte sus llaves —dice, pero en sus ojos hay un brillo de diversión que me encanta—. Aunque no me sorprende. Desde el día uno en que te conoció le caíste bien.
—Por favor, fresita, ¿a quién no le caigo bien desde el momento uno en que me conoce? —bromeo, alejándome de ella para lavarme las manos. Entonces, giro en el momento que la veo abrir la boca y la señalo con mi dedo índice—. Tú no cuentas. Me conociste en malos términos —digo, haciéndola sonreír divertida—. ¿Qué? ¿Te molestó que haya hecho esto? —pregunto sintiéndome nervioso de repente, mientras me lavo las manos.
—¿Molestarme? —Siento sus manos rodear mi cintura y su cabeza apoyarse en mi espalda, logrando ponerme mas nervioso de lo que ya estoy—. No, boy, no me molesta. Es solo que cuando creo que no puedes ser más lindo, me demuestras lo equivocada que estoy.
Me seco las manos mientras mi sonrisa se ensancha, y luego la encaro para abrazarla con fuerza. Siento su calidez y su energía, y me doy cuenta de lo afortunado que soy de tenerla a mi lado.
—Gracias por esto, de verdad —murmura, apoyando la cabeza en mi pecho—. Este año ha sido increíble.
—Y apenas estamos comenzando, fresita. —Acomodo su flequillo, porque por alguna razón me encanta hacerlo—. Este es solo el principio.
Kate se queda en silencio por un momento, sus brazos rodeándome con más fuerza. Puedo sentir cómo su respiración se calma, como si todo lo que necesitara estuviera aquí, en este abrazo. Me toma un segundo procesar lo afortunado que soy. Todo lo que ha pasado entre nosotros, cada risa, cada lágrima, nos ha llevado a este momento.
—Boy… —dice finalmente, con la voz suave, apenas un susurro—, nunca pensé que el que arruinaras uno de mis mejores outfits podría cambiar mi vida de esta manera.
Me aparto ligeramente para mirarla a los ojos, esos ojos que aún logran hacerme sentir lo mismo que aquella primera vez que realmente los contemplé, haciéndome desear no querer mirar nunca más otros ojos en toda mi vida.
—Yo tampoco, fresita —respondo, totalmente perdido en ella.
Kate se pone de puntillas y me da un beso suave en los labios, uno de esos besos que me hacen sentir como si todo estuviera en su lugar.
—Me encantas, boy.
—Y tu a mí, bonita.
Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando simplemente de estar juntos. La pasta está casi lista, y el olor del pesto comienza a llenar la cocina. Todo parece perfecto, pero antes de que pueda perderme en este momento, Kate vuelve a hablar.
—¿Entonces, qué más planeaste? —inquiere, separándose un poco de mí para mirar a su alrededor—. Porque si sé algo de ti, es que siempre tienes algo bajo la manga.
Sonrío, sabiendo exactamente a qué se refiere. Aparte de la cena, hay algo más, algo que he estado preparando en secreto durante semanas.
—Bueno, la cena es solo la primera parte —le digo, tratando de contener la emoción en mi voz—. Pero después, tengo algo especial. No quiero arruinar la sorpresa, pero te prometo que va a ser algo que te encantará, o eso espero.
Kate me mira con curiosidad, pero no insiste. Creo que le gusta tanto como a mí la idea de que algo aún más especial le espera.
—Confío en ti —dice finalmente, entrelazando sus dedos con los míos—. Solo que no me vayas a lanzar pintura como conmemoración a ese día, okay?
—Lo prometo —le respondo riendo, mientras la guío hacia la mesa.
Nos sentamos a la mesa, y sirvo la pasta al pesto, intentando no mostrar lo nervioso que estoy. Kate me observa con una sonrisa que mezcla curiosidad y diversión, pero no dice nada, respetando mi silencio.
Le sirvo también una copa de jugo de naranja y luego me siento frente a ella, levantando mi copa.
—Por nosotros —digo, mirándola a los ojos—. Por todo lo que hemos vivido este año y por todo lo que está por venir.
—Por nosotros —responde, chocando su copa con la mía.
Tomamos un sorbo de jugo, y por un momento, el mundo parece detenerse. Me doy cuenta de lo importante que es este momento, cómo en el silencio compartido, estamos construyendo recuerdos que quedarán con nosotros para siempre.
Comenzamos a comer, y mientras lo hacemos, hablamos de todo un poco. De cómo fue ese primer día, de las bromas que nos hemos hecho, de los momentos difíciles que hemos superado juntos.
Kate se queda en silencio por un momento, mirándome con una expresión que no puedo del todo descifrar.
—Boy, sé que siempre hacemos bromas y nos reímos, pero quiero que sepas algo... —empieza, con una expresión más seria que la de hace unos segundos—. Para empezar, este platillo de por sí ya era mi favorito, ahora creo que lo será toda mi vida porque te quedó exquisito, amor —asegura, y por alguna razón siento mis mejillas arden, lo cual provoca que sonría enternecida, antes de volver a ponerse seria—. Además de eso, te quería decir que este año ha sido el mejor de mi vida. No solo porque me hiciste reír como nadie, sino porque me hiciste sentir segura, amada y apreciada como nunca antes. No sé qué hice para merecerte, pero quiero seguir haciéndolo.
Sus palabras me tocan profundamente, más de lo que podría expresar. Me acerco un poco más, tomando su mano y apretándola suavemente.
—Pues entonces pídemelo siempre que quieras y yo más que feliz te lo cocino —digo, sonriendo feliz de saber que le gustó. Suelto un suspiro sin poder contener tanto amor que siento por ella—. Fresita, tú eres lo mejor que me ha pasado. Has hecho que este año sea inolvidable para mí también. Y no solo porque me soportaste en muchos momentos cruciales —digo con una sonrisa, mientras que ella frunce la nariz, claramente en desacuerdo conmigo—, sino porque me has mostrado lo que realmente significa amar y ser amado.
Aprieta mi mano y, por un segundo, simplemente nos miramos. Siento que nada es suficiente cuando se trata de ella. Nada es suficiente para demostrar lo que siento por Kate, porque todo se queda chico.
—¿Y bien? —pregunta finalmente, con una chispa de picardía en los ojos—. ¿Cuál es la segunda parte de tu plan maestro?
—Paciencia, paciencia —le respondo, con una sonrisa enigmática—. Todo a su tiempo.
Terminamos de comer y me levanto de la mesa, extendiéndole una mano para que me siga. Kate la toma sin dudar y la guío hacia la sala, le indico que me espere en el sofá, mientras vuelvo al comedor a recoger todo lo que usamos. Lo dejo en el fregadero, diciéndome a mí mismo que luego lavaré mientras recojo mi mochila del banquillo donde la dejé.
Camino de regreso a la sala y la veo sentada sobre el sofá, viéndose completamente ansiosa y sonrío con diversión y algo de maldad, planteándome si hacerla esperar un poco más o no. La miro una segunda vez y me digo a mí mismo que no puedo ser tan cruel.
Sobre la mesa, dejo una pequeña caja de madera, cerrada con una cinta roja que saqué de mi mochila. Kate la mira con curiosidad, y puedo ver en su rostro que se está preguntando qué hay dentro.
—Gael... —dice, acercándose a la caja—, ¿qué es esto?
—Ábrela —le digo suavemente, observando cómo sus dedos desatan con cuidado la cinta.
Cuando finalmente abre la caja, sus ojos se agrandan con sorpresa y emoción. Dentro, hay una pequeña colección de recuerdos: entradas de cine de nuestras primeras citas, la servilleta del restaurante donde comimos por primera vez, una pluma que usamos para escribirnos notas tontas, algunas fotos impresas, y en el centro, un colgante con un pequeño y delicado dije de una fresa con una patineta.
Lo saca de su lugar, alzándolo entre sus manos para poder observarlos mejor.
—Somos tú y yo —explico, señalando cada objeto al momento de hablar—. Me parecía que darte un cubo de pintura era demasiado, pero entonces recordé que la primera vez que me referí a ti fue como “fresita” y tu a mí como “boy”, haciendo que de alguna loca manera eso se volviera muy nuestro, ¿sabes? Así que, no sé —Me encojo de hombros, sintiéndome un poco inseguro de repente—, me pareció una buena idea. Pero si no te gusta…
Lleva su mano libre a mi boca, callándome y mirándome claramente emocionada.
—Gael... Esto es... —Su voz tiembla un poco, y puedo ver sus ojos brillar como si contuvieran miles de estrellas en ellos—. No sé qué decir.
—No tienes que decir nada —le respondo, acercándome más a ella—. Solo quería que tuvieras algo que representara todo lo que hemos compartido este año. Algo que puedas llevar contigo y que te recuerde siempre cómo empezó todo.
Veo cómo una lágrima escapa de sus ojos. La limpio con mi pulgar, sonriendo suavemente.
—Eres increíble —dice finalmente, tendiéndome el collar para luego darme la espalda a la vez que agarra su cabello para que se lo coloque alrededor del cuello—. No sé cómo lo haces, pero siempre encuentras la manera de sorprenderme.
—Es porque te amo, fresita —aseguro, dándole un fugaz beso en el cuello en cuanto termino de prender el clip, y retoma su posición, viéndome a los ojos—. Y quiero que lo sepas siempre, aunque a veces siento que nada es suficiente para que no te olvides de ello.
Se lanza a mis brazos, abrazándome con una fuerza que me deja sin aliento. Logro mantener el equilibro, porque sino ahora estaríamos en el suelo, pero sé que no importaría lo más mínimo.
—Yo también te amo, boy —susurra contra mi oreja—. Más de lo que podría expresar con palabras.
Nos quedamos así, abrazados, por lo que parece una eternidad, y en ese momento, siento que nada podría romper lo que hemos construido. Este año ha sido nuestro, y estoy seguro de que lo que venga, lo enfrentaremos juntos, como siempre lo hemos hecho.
Me separo de ella lentamente y sonrío a la vez que acaricio su precioso rostro, haciendo que ella apoye su cabeza contra mi mano, cerrando los ojos y disfrutando del tacto.
—Kate, hay una última sorpresa —le digo, y abre los ojos, mirándome sorprendida. Tomo sus manos en las mías—. Pero para esta, necesitamos salir de aquí.
—¿Otra más? ¿Cuántas sorpresas planeaste? —pregunta riendo, pero con una chispa de curiosidad en sus ojos.
—La última, lo prometo. Pero esta es especial —respondo con una sonrisa, aunque no puedo evitar sentirme nervioso—. ¿Confías en mí?
—Sabes que sí.
—Bien —le digo, tomando su mano y llevándola hacia la puerta—. Vamos a dar un paseo en la moto de Liam.
Kate frunce el ceño un poco, pero sigue caminando conmigo.
—No soy muy fan de las motos, lo sabes —dice, aunque no se resiste.
—Lo sé. Pero te prometo que valdrá la pena. Hay algo que quiero que veas.
Salimos al porche, y le entrego el casco de repuesto que siempre llevo conmigo cuando tengo la moto de Liam.
—Póntelo.
Kate me mira, cruzando los brazos sobre el pecho.
—No voy a usar el casco —se niega, frunciendo ligeramente su nariz, como suele hacer cuando algo le desagrada—. Siempre arruina mi peinado y, además, no combina con mi outfit. Prefiero sentir el viento en la cara.
—Katherine Penélope Baker —le digo, tratando de mantener la calma, pero hay una seriedad en mi voz que no puedo evitar—, primero está tu vida antes que tu outfit. Así que no me hagas repetirlo y póntelo.
Ella se queda en silencio por un momento, dándose cuenta de que no estoy bromeando. Luego, suspira, con un toque de resignación en su mirada.
—Eres un mandón, ¿lo sabías?
—Y tú eres lo más importante para mí —le respondo, suavizando mis palabras con una sonrisa—. Así que, por favor, póntelo.
Kate finalmente acepta, tomando el casco con un pequeño gesto de frustración y colocándoselo. Me aseguro de que esté bien ajustado, y cuando lo hago, me acerco para darle un beso.
—Gracias —le susurro contra sus labios antes de separarnos.
Subimos a la moto, y cuando siento sus brazos rodear mi cintura, pongo el motor en marcha y nos lanzamos a la carretera. El aire de la noche es fresco, y aunque el viento es fuerte, se siente bien tener a Kate conmigo, confiando en mí, sabiendo que la estoy llevando a algo que nos cambiará la vida.
Esta mañana llegué al refugio y adopté un perro para nosotros dos. Claro, con el permiso de su madre y de la mía. Recordé que ambos compartimos el sueño de tener uno y, no sé, me pareció una buena idea.
Quería hacerlo con Kate, pero en cuanto vi a la cachorrita cruza de un Gran Danés con un Dálmata, no me pude resistir a su encanto, sobre todo a sus manchitas con forma de corazón en ambos ojos y, para rematar, sufre de heterocromía como yo. Solo que sus colores están invertidos a los míos. Ella tiene el ojo izquierdo de color azul y el derecho de color verde.
Hablé con la chica que se encarga del local y luego de que me diera el papel que indica que he adoptado a Pequitas, le pregunté si podía pasar a retirarla en la noche, porque iba a ser sorpresa para mi novia, y ella estuvo de acuerdo.
El refugio no está lejos, pero decido tomar un camino un poco más largo para que Kate pueda disfrutar del paseo. La carretera está relativamente despejada, y las luces de la ciudad parpadean a lo lejos, creando un paisaje tranquilo y casi mágico.
—¿Dónde estamos yendo, boy? —grita por encima del rugido del motor, su voz llena de expectación.
—Ya casi llegamos —le respondo, sin querer arruinar la sorpresa. Quiero que lo descubra por sí misma cuando lleguemos.
El semáforo cambia a verde, y acelero un poco más, sintiendo la emoción crecer dentro de mí. Estoy ansioso por verla con la cachorrita, por ver cómo sus ojos se iluminan al conocer a la pequeña Pequitas que nos acompañará a partir de ahora. Pero entonces, todo cambia en un instante.
Un auto sale de la nada, cruzando la intersección en rojo. No tengo tiempo para pensar, solo para reaccionar. Giro bruscamente el manillar, tratando de evitar el impacto, pero es demasiado tarde. Todo sucede en una fracción de segundo, un sonido ensordecedor de metal contra metal, el impacto que me lanza al suelo, y el mundo que se vuelve un caos de luces y dolor.
Siento cómo caigo, el suelo duro contra mi cuerpo, y mi única preocupación es Kate. Mi cabeza da vueltas, y el dolor me atraviesa el cuerpo como un fuego ardiente, pero nada importa más que saber si ella está bien.
—¡Kate! —grito, o al menos trato de hacerlo, aunque no estoy seguro si el sonido sale de mi boca o si solo está en mi mente.
Todo está borroso. No puedo distinguir nada con claridad. Me esfuerzo por moverme, por girarme hacia donde creo que Kate debería estar, pero el dolor es paralizante. Aún así, trato de arrastrarme, de encontrarla, de asegurarme de que esté bien.
Mis dedos tocan algo suave, y en medio de la confusión, veo la forma borrosa del casco de Kate. El alivio es instantáneo, pero también fugaz, porque no sé cuánto ha sido el daño.
—Kate… —Mi voz sale apenas como un susurro mientras lucho contra el dolor y la desesperación—. Por favor, dime que estás bien...
La oscuridad comienza a rodearme, pero antes de que todo se desvanezca, escucho una voz lejana, como en un sueño.
—Gael…
Es la voz de Kate, y aunque apenas la escucho, me aferro a ella con todas mis fuerzas. Porque mientras pueda escucharla, mientras sepa que está ahí, aún hay esperanza.
Y entonces, todo se apaga.
+++---+++
Despierto lentamente, sintiendo que el mundo se despliega en fragmentos borrosos. Mi cabeza está envuelta en una niebla densa, y cada movimiento es un esfuerzo titánico. Abro los ojos y veo el techo de una habitación blanca, con luces brillantes que me hacen entrecerrar los ojos. A mi alrededor, escucho murmullos y susurros.
Me doy cuenta de que hay varias personas en la habitación, sus figuras son difusas, pero los rostros empiezan a volverse claros conforme mis ojos se ajustan. Kate está allí, de pie junto a la cama, con una expresión de alivio que apenas puedo descifrar. A su lado están Liam, Connor, Joe, Kendall, Riley y Nathalia, todos con miradas preocupadas pero esperanzadas.
—Vayan por un médico —pide Liam, acercándose a mí, mientras veo a Joe asentir con la cabeza antes de salir de la habitación.
—¿Dónde estoy? —pregunto, mi voz rasposa y débil.
—Gracias a Dios te despertaste, amigo —dice Liam, su voz llena de alivio y puedo ver lágrimas contenidas en sus ojos, para luego ayudarme a tomar un poco de agua—. Estás en el hospital.
—¿En el hospital? —cuestiono, frunciendo el ceño mientras miro todo a mi alrededor, reconociendo la habitación—. ¿Qué pasó?
—¿No te acuerdas? —habla Kendall, viéndome preocupada—. Tú y Kate tuvieron un accidente en la moto de Liam.
Frunzo el ceño, sintiéndome muy confundido de repente y un pequeño punzón de dolor aparece en mi cabeza al momento de pensar en lo que la rubia acaba de contarme.
—¿Un accidente? —Mi mente intenta juntar las piezas mientras la confusión crece—. ¿Qué pasó exactamente?
—Hubo un choque de auto —responde Liam, claramente preocupado por mí, aunque se nota un brillo de alivio en sus ojos—. Estabas en la moto con Kate, yendo hacia el refugio a recoger a Pequitas, y entonces… Bueno, lo importante es que estás bien, y ella también.
Giro a ver a Kate quien tiene los ojos y la nariz ligeramente rojos, supongo que de tanto llorar.
En ese momento, un médico seguido por mis padres, Dustin y Joe entran en la habitación, llevando consigo un portapapeles y una expresión profesional.
—¿Cómo se siente, señor Vitali? —pregunta el doctor, ajustando sus gafas.
—Mareado —admito, llevando una mano a mi cabeza, sintiendo una venda allí—. Bastante confundido también.
—No recuerda el accidente —dice Riley mirando con preocupación al doctor.
No es hasta que habla que noto la gran panza que carga, logrando sorprenderme. Espero que sea gordura y no otra cosa, por favor.
—¿Recuerda qué estaba haciendo antes del accidente? —cuestiona el doctor, anotando algo en su portapapeles.
Mi mente hace un esfuerzo por recordar, tratando de conectar los puntos. Miro a las personas en la habitación, tratando de colocar sus rostros en algún lugar de mi memoria.
—No —respondo, preocupándome ahora yo—. Supongo que… No lo sé, ¿hacia algo con mis amigos?
—De acuerdo, señor Vitali, vamos a hacer una pequeña prueba de memoria, ¿está bien? —dice el doctor y asiento con la cabeza, observando como mi familia me mira temerarios, y los ojos de mi madre se llenan de lágrimas.
—¿Cuál es su nombre completo?
—Gael Vitali Spinelli —respondo seguro, sin apartar la vista del médico—. Aunque mi mamá cuando se enoja me dice José Gael Vitali Spinelli —digo, viendo de reojo como la mujer suspira aliviada y asiente con la cabeza, confirmando mis palabras.
—¿Su edad?
—Dieciocho años —aseguro y, de reojo, puedo ver a mis padres mirarme preocupados.
—¿Reconoce a todos en esta habitación?
Mi mirada vuelve a recorrer el lugar, mirando cada uno de los rostros de los presentes, hasta que mis ojos se detienen en uno.
—Recuerdo a todos... Excepto a ella —digo, señalando a Kate.
La pelirroja me mira con angustia, y puedo ver cómo una pequeña sonrisa se forma en su rostro antes de que intente ocultar su nerviosismo
—¿No te acuerdas de mí? —pregunta, con una clara tristeza en su voz.
—Era broma —respondo, con una sonrisa débil y soltando una pequeña risa, para luego quejarme porque me dolieron las costillas—. Claro que me acuerdo de ti, sería un bobo si no supiera quién es Kate Baker.
Todos en la habitación sueltan una risa nerviosa, aliviados de que al menos parte de mi memoria esté intacta. Pero antes de que la atmósfera vuelva a ser ligera, continúo hablando.
—Aunque estoy agradecido de que vengas, de verdad, no vayas a creer que no, pero am… No era necesario, sabes... —Suelto otra pequeña risa por lo bajo, haciendo que me vuelva a quejar del dolor—. No sabía que el que tuviera un accidente me volvería tan famoso como para que la mismísima Kate Baker viniera a visitarme. —Todos se ponen serios de repente, pero entonces recuerdo algo y chasqueo los dedos—. Cierto, perdón, soy un tonto. Por alguna extraña razón iba contigo en la moto, ¿cierto? Dime, ¿estás bien? ¿Saliste herida también?
La preocupación vuelve a llenar el aire. Veo las miradas alarmadas de todos, especialmente de Kate, que se lleva una mano al corazón, claramente afectada por mis palabras.
—Gael... —dice Kate, con voz temblorosa—. Esto ya no es divertido. En serio.
Me detengo, sintiendo que algo en mi pecho se aprieta. Mientras miro a Kate y luego a los demás, me doy cuenta de que hay un vacío en mi memoria. La confusión y el dolor se mezclan en mi mente, y empiezo a comprender la gravedad de la situación.
—¿Qué...? —digo, luchando por comprender—. ¿Pasa algo que yo no sepa? —pregunto, temerario de repente—. Doctor, ¿qué paso realmente?
El doctor se acerca, y su expresión se suaviza al ver mi confusión.
—Es posible que hayas sufrido una amnesia temporal debido al trauma del accidente —explica, o eso cree porque la verdad es que sus palabras no me logran calmar—. A veces, la mente protege a las personas al borrar recuerdos dolorosos o confusos. No te preocupes, con el tiempo y la terapia, es posible que recuperes los recuerdos.
—Pero… ¿Borrar recuerdos? ¿De qué habla? ¿Qué recuerdos? ¿Cómo pasó el accidente? ¿Cuánto llevo aquí? ¿Días? ¿Semanas? —pregunto, sintiendo como mi respiración comienza a volverse pesada—. ¿Por qué todos me miran así? ¿Por qué actúan como si debiera recordar algo más de Kate? ¡¿Por qué Riley está gorda?! ¡Estaba flaca antes de esta repentina siesta!
La china abre los ojos de par en par, bajando la mirada a su abultado vientre y lleva una mano hacia el. Noto lágrimas agolparse contra sus ojos y como Liam se acerca a ella, dándole consuelo, lo cual solo logra confundirme aun más.
—Ese día salimos —habla Kate, la única que se anima a decir algo luego de varios minutos en silencio, donde nadie decía nada más que mirarme—. Estábamos… Estábamos festejando que llevábamos un año de conocernos, tratarnos, porque… —Se le quiebra la voz, lo cual por alguna razón logra que mi corazón se estruje—. En fin, dijiste que tenías una sorpresa más para mí y… —Inhala hondo—. Llevas cuatro meses en coma, Gael. Un auto nos chocó de improviso y el prendedor de tu casco se rompió, haciendo que este se saliera y tu cabeza golpeara contra la calle, lo cual provocó que una parte del cerebro se inflamara y… Bueno.
El aire parece volverse denso de repente, como si el peso de las palabras de Kate hubiera cambiado la atmósfera por completo. Cuatro meses en coma. Las palabras resuenan en mi mente como un eco, una y otra vez, hasta que ya no puedo distinguir si realmente las escuché o las estoy imaginando. El dolor de cabeza se intensifica y mi pecho se siente apretado, como si de repente algo estuviera terriblemente fuera de lugar, algo que no puedo comprender del todo.
Un año. Cuatro meses. Coma. Accidente. Kate…
Me aferro a la sábana que cubre mis piernas, sintiendo que necesito anclarme a algo para no perderme en esta extraña realidad que me resulta ajena. Miro a Kate, y su rostro me parte el corazón. Ella está tratando de ser fuerte, pero puedo ver que está al borde de las lágrimas. Y luego pienso en lo que dijo: habíamos salido ese día a celebrar. No solo cualquier cosa, sino un año de conocernos. Pero ahora ese recuerdo se siente distante, como si no fuera mío, como si perteneciera a otra persona, en otro tiempo.
¿Un año? ¿De qué año habla? ¿A qué se refiere?
—¿Cuatro meses? —mi voz es un susurro quebrado, mientras mis ojos recorren cada rincón de la habitación, buscando algo, cualquier cosa que me haga sentido—. ¿Estuve... cuatro meses en coma?
El doctor asiente, su expresión llena de compasión, pero eso no me calma. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, y siento cómo la ansiedad se arremolina en mi estómago.
—Es normal que sientas confusión, Gael —dice suavemente el médico—. Lo importante es que te has despertado y, aunque la recuperación será gradual, hay esperanza de que recobres tus recuerdos con el tiempo —asegura, haciendo que lo mire—. En seguida vendrá una enfermera por ti y haremos varias pruebas. Quizá la amnesia se deba al golpe, al trauma o haya alguna otra variante que no hemos visto, pero es muy probable que se trate de una perdida de memoria temporal y luego, poco a poco, con el tiempo tus recuerdos vuelvan.
Tiempo. Esa palabra se siente cruel en este momento. Todo lo que quiero es recordar ahora, saber por qué todos me miran como si faltara una pieza clave en esta historia. Miro a mi alrededor, a cada uno de mis amigos y familiares, buscando respuestas en sus rostros, pero solo encuentro preocupación y tristeza.
Mi mirada se fija nuevamente en Kate. Ella ha estado allí todo este tiempo, eso es evidente. Puedo ver el dolor en sus ojos, pero también algo más, algo que me hace sentir culpable por no recordarlo. Mi corazón se retuerce ante la idea de haberla hecho sufrir de alguna manera. De haber estado ausente durante cuatro meses y, peor aún, de no saber por qué debería recordar algo más de ella.
—¿Qué más he olvidado sobre ti? —pregunto sin poder evitarlo, sintiendo mis labios resecos de repente.
Ella se lleva una mano a la boca, como si estuviera conteniendo un sollozo. Veo lágrimas deslizarse por sus mejillas y me siento impotente. Desearía poder borrar ese dolor, pero no sé cómo.
—Que llevamos nueve meses de novios.
Mis pulmones parecen detenerse en seco al escuchar sus palabras. Intento procesarlas, pero es como si mi cerebro se negara a aceptarlas del todo. “Nueve meses de novios”. De alguna manera, sabía que debía haber algo más entre nosotros, algo que no lograba recordar. Pero ahora que ella lo ha dicho, la verdad me golpea con fuerza, dejándome aún más aturdido.
¿Cómo es eso posible? Hasta donde yo recuerdo ella sigue siendo la sub capitana de las porristas y novia de Luca D’Alessandro. Ella sigue siendo la chica superficial que veía caminar por los pasillos con sus amigas. Ella… ¿Mi novia?
El silencio en la habitación es pesado. Todos me observan, esperando algo, cualquier reacción. Y mientras me esfuerzo por recordar, por traer de vuelta esos sentimientos que alguna vez tuve por ella, lo único que siento es una sensación de vacío. Como si algo muy preciado hubiera sido arrancado de mí y dejado un hueco que no puedo llenar.
Kate me mira con ojos suplicantes, llenos de esperanza. Pero cuando me mira, todo lo que puedo hacer es sentir un profundo miedo. Miedo de que quizás nunca vuelva a recordarla como debería.
—Lo siento, Kate... —digo con dolor en mi voz, haciendo una pequeña mueca—. Quiero recordarlo, de verdad. Pero ahora mismo... Simplemente no puedo.
Su rostro se desmorona lentamente, y es como si el peso de mis palabras la aplastara. Siento un nudo en el estómago al ver cómo se cubre la cara con las manos, luchando por contener las lágrimas. Todo lo que quiero es abrazarla, decirle que todo estará bien. Pero no sé si realmente lo estará. No sé si alguna vez podré recuperar lo que perdí. Tengo miedo, mucho miedo.
El médico interviene suavemente, rompiendo el silencio tenso.
—Gael, es importante que no te presiones demasiado —dice con calma y profesionalismo—. La recuperación toma tiempo, y lo que sientes ahora es normal. Con el apoyo de tu familia y amigos, podrás avanzar. Lo que sea que hayas perdido en términos de memoria, no significa que no puedas crear nuevos recuerdos y seguir adelante.
Asiento lentamente, aunque la verdad es que me siento perdido. No sé cómo se supone que voy a seguir adelante cuando parece que una parte de mí se ha quedado atrapada en ese accidente, inalcanzable.
—Estamos aquí para ti, Gael —dice mi mamá, acercándose a la cama, tomando mi mano con delicadeza—. Pase lo que pase, no estás solo.
Aprieto su mano en respuesta, agradecido por su presencia, pero también asustado de lo que vendrá a continuación. Porque aunque no lo digo en voz alta, sé que las cicatrices más profundas no están solo en mi cuerpo. Están en los recuerdos que aún no he recuperado. Y la pregunta que más me atormenta es: ¿volverán alguna vez?
—Señores Vitali —habla el doctor, haciendo que mis padres giren a verlo—. Necesito hablar con ustedes sobre como prosigue todo.
Ambos asienten con la cabeza antes de seguir al doctor fuera del cuarto, dejando todo aquí tenso.
—Entonces, si pasó un año… —digo, tratando de cortar con la incomodidad del momento, giro a ver a Riley—. ¿Significa que no estás gorda?
—No, pero… —Se queda callada, como si temiera decir algo más—. No sé si sea buena idea contarte las cosas de golpe, ¿sabes? He visto varias películas y, por lo menos allí, no recomiendan hacer algo así.
Riley intenta sonreír, pero puedo ver la tensión en sus ojos. Su respuesta me confunde más de lo que me tranquiliza. Todos en la habitación parecen estar caminando sobre cáscaras de huevo, como si cualquier cosa que digan pudiera empeorar la situación. Me incomoda sentirme perdido en mi propia vida.
—¿Las cosas de golpe? —repito, sintiendo que el nudo en mi estómago se aprieta aún más—. ¿De qué hablas, Riley? ¿Qué cosas?
Miro a mi alrededor, pero nadie parece querer mirarme directamente a los ojos. Incluso Kate, que hace apenas unos minutos estaba al borde de las lágrimas, ahora parece más distante, como si hubiera una barrera invisible entre nosotros.
Liam carraspea y toma la palabra, siempre el mediador en el grupo.
—Lo que Riley intenta decir —comienza con cautela, mirando a nuestros amigos en busca de aprobación antes de volver a verme— es que es mejor ir poco a poco. No queremos abrumarte. Has pasado por mucho, y... Bueno, lo que realmente importa ahora es que estás aquí, con nosotros, despierto y vivo.
Su intento de ser optimista choca contra la frustración que se acumula en mi pecho. Quiero respuestas, quiero entender qué demonios está pasando. No puedo soportar la idea de que todos sepan más sobre mi vida que yo mismo.
—Pero eso no me ayuda, Liam —respondo, más bruscamente de lo que pretendía—. No puedo simplemente… Seguir como si todo estuviera bien cuando claramente no lo está. Hay algo que no me están diciendo, ¿cierto?
El silencio que sigue es casi ensordecedor. Riley baja la vista, Liam evita mi mirada y Kate… Kate parece querer decir algo, pero no se atreve. Es Kendall quien rompe el silencio.
—Es complicado, Gael —dice suavemente, acercándose un poco más a mi cama—. Mucho ha cambiado en los últimos meses. Y no es solo el accidente o lo que pasó entre tú y Kate. Es todo.
Mis ojos se fijan en ella, y por un segundo siento el peso de lo que dice. Algo en la forma en que lo dice me hace pensar que, aunque intenten protegerme, lo que sea que están ocultando es grande.
¿Qué pasó este año?
—Solo quiero saber la verdad —digo, mi voz un poco más firme, frunciendo el ceño. No sé si por el dolor de cabeza o por el disgusto que siento—. Por favor, no me traten como si fuera un niño. Necesito saber qué está pasando, aunque sea difícil.
Riley suspira, y finalmente levanta la mirada hacia mí, sus ojos cargados de emoción.
—Estoy embarazada, Gael —dice, con la voz temblorosa, acariciando su vientre con cuidado—. Esa es la razón por la que... Bueno, por la que me ves así. Y sí, las cosas cambiaron en estos meses. No solo para mí, sino para todos.
Mis ojos se abren de par en par mientras la noticia golpea con fuerza. La confusión me envuelve aún más. Una de mis mejores amigas, embarazada. No sé cómo procesarlo, y menos aún cómo encaja todo esto en la vida que tenía antes del accidente.
Miro a los demás, buscando respuestas, pero solo encuentro más incertidumbre. Mientras tanto, el vacío en mi memoria sigue creciendo, y con él, una sensación de que, aunque estoy despierto, tal vez aún no he regresado del todo.
—¿Y el padre…? —Logro preguntar, aunque mi voz suena distante incluso para mí.
Riley intercambia una mirada rápida con Liam antes de responder, pero antes de que pueda decir nada, Kate se adelanta, tomando mi mano de repente, como si no pudiera soportar que me siguiera hundiendo en esta confusión.
—Gael, no tienes que entender todo de inmediato —dice, con una ternura en su voz que me reconforta y a la vez me desarma. Miro la unión de nuestras manos, sintiéndome muy extraño de repente, porque se me hace raro que ella, la gran Kate, esté tocándome—. Vamos a estar aquí para ti. Lo importante es que tomes las cosas un paso a la vez. No te preocupes por lo que no recuerdas ahora. Con el tiempo… Las piezas encajarán. Ya lo oíste del médico.
Quiero creerle. Quiero confiar en que, aunque todo se siente roto y caótico, eventualmente podré volver a sentir que mi vida tiene sentido. Pero mientras ella me mira con tanta esperanza en sus ojos, todo lo que puedo hacer es asentir lentamente, aunque en el fondo, el miedo sigue arremolinándose como una tormenta que no puedo detener.
Quiero creerle, pero no puedo. Porque aunque todos me digan que llevo un año conociéndola y de ser su novio, mi cabeza me grita que es una extraña, que jamás he cruzado ni el saludo con ella en los pasillos o siquiera en alguna clase.
—Si han pasado cuatro meses, y perdí la memoria de un año… —hablo de manera pensativa, tratando de hacer cálculos mentales, pero eso solo aumenta la jaqueca—. ¿Qué año es? ¿Seguimos siquiera estudiando?
Todos vuelven a verse de repente antes de verme y, de nuevo, es Kate quien decide tomar la palabra.
—Am… pues —balbucea, buscando las palabras correctas—. Estamos en diciembre del 2018. Y no, ya todos nos hemos graduado.
Las palabras de Kate resuenan en mi cabeza como un eco distante. Diciembre de 2018. No puedo procesarlo de inmediato. Todo lo que pensaba que era real se desmorona ante mí. No estoy seguro de cómo manejar esta información; es como si una parte importante de mi vida se hubiera desvanecido, llevándose consigo todas las conexiones, las experiencias y las memorias que debieron formarse en ese tiempo perdido.
Mi último recuerdo es despertar emocionado por el comienzo de clases luego de las vacaciones de medio año, pero del 2017. Recuerdo que estaba emocionado porque ese día iba a hacer una broma de pintura, en venganza por el chico que se pasó de listo con Nathalia.
Mientras intento procesar la confusión y el dolor de mi pérdida de memoria, la puerta de la habitación se abre de nuevo, y una figura familiar entra. Mis ojos se abren con sorpresa al ver a Lauren, una amiga de la que no he sabido nada en años. Me cuesta creer que esté aquí, y el alivio y la felicidad de verla me inundan instantáneamente.
—Lauren, ¿eres tú? —digo, esforzándome por sentarme, mientras suelto la mano de Kate que, hasta ahora, no recordaba que seguía sosteniendo—. ¡Hace años que no te veo! Qué alegría verte, pero am… ¿Qué haces aquí? ¿Está todo bien?
Lauren me observa con una mezcla de sorpresa y preocupación. Su expresión cambia rápidamente a una de inquietud.
—Gael, ¿estás bien? —pregunta sin dejar de fruncir el ceño. Camina hasta quedar a mi lado y lleva una mano a mi frente, haciéndome sonreír divertido, aunque también me siento raro y extraño—. ¿No recuerdas que nos vimos en las vacaciones de verano? —Mi sonrisa se desvanece de golpe, y una sensación de confusión me embarga. Me esfuerzo por recordar ese encuentro, pero el vacío en mi mente persiste—. Y estoy aquí por ti, bobo. No pude viajar antes porque no podía dejar las clases así como así para venir hasta aquí, pero ya entré en vacaciones.
—No, no lo recuerdo. Lo siento mucho, Lauren —digo, sintiéndome apenado y bajando la mirada, en el momento que agarro una de sus manos—. El doctor cree que es amnesia temporal —explico y puedo ver como sus ojos se inundan de preguntas, pero por lo visto no planea decir ninguna—. ¿Me das un abrazo? —le pido con una sonrisa temblorosa.
Algo en su presencia me da una sensación de consuelo que no puedo explicar. Tal vez sea porque es una figura de mi pasado que recuerdo con claridad, o quizás porque la confusión de estos últimos minutos me está afectando más de lo que quiero admitir.
Lauren, sin pensarlo dos veces, se inclina hacia mí y me rodea con sus brazos. Es un abrazo cálido, lleno de cariño y familiaridad. Cierro los ojos por un momento, dejando que su calidez me envuelva y me ayude a olvidar por unos instantes la tormenta de confusión en mi mente. Mientras lo hago, siento cómo Kate se tensa a mi lado. Me doy cuenta de que había olvidado que aún estaba allí.
Abro los ojos justo a tiempo para ver cómo Kate se aleja hacia la puerta. Su expresión está claramente afectada; sus labios están apretados en una fina línea, y sus ojos brillan con una tristeza contenida que me duele ver, aunque no sé por qué. Ella sale del cuarto sin decir una palabra, la puerta cerrándose con un suave "clic" detrás de ella.
Riley, que ha estado observando en silencio, la sigue de inmediato, dándome una mirada comprensiva antes de ir tras ella.
La culpa golpea mi pecho de repente, una sensación intensa y desagradable que no logro entender del todo. Me aparto del abrazo de Lauren, mi mente dividiéndose entre la confusión por lo que acaba de pasar y la sensación de que he hecho algo mal. Pero ¿qué es exactamente lo que he hecho? No puedo identificarlo.
—Lauren —digo, tratando de sonar calmado, pero con una creciente sensación de ansiedad—, gracias por estar aquí, de verdad, pero… Creo que necesito ir a ver qué pasa.
Intento moverme para salir de la cama, pero todos se quejan soltando un unísono “¡Alto!” y Lauren me detiene suavemente, con su mano en mi brazo.
—Gael, espera. Acabas de despertarte, no deberías forzarte tanto —me regaña, frunciendo el ceño—. Todavía estás recuperándote.
—Lo sé, pero… —No puedo evitarlo, me siento inquieto—. No sé por qué, pero necesito ir tras Kate. Siento que hice algo mal.
¿Por qué esta sensación tan fuerte? No entiendo por qué me importa tanto la reacción de Kate si nunca antes me importó, pero el simple hecho de que se haya marchado me inquieta profundamente.
—Gael… —intenta hablar Nath, pero niego con la cabeza.
—No puedo explicarlo, ¿de acuerdo? —digo, mirando a todos mis amigos presentes—. Siento que necesito hablar con ella, aclarar las cosas. Aunque no entienda por qué me afecta tanto, simplemente no quiero que esté triste por mi culpa.
—Amamos a Kate, Gael, en serio —habla Kendall, logrando sorprenderme al escucharla decir esas palabras. No creí que este asunto fuera tan profundo como para que le caiga bien a mis amigos—. Pero te amamos mas a ti y, ahora, eres más importante que nada. Así que quédate quiero hasta que venga el doctor a hacerte esos estudios, y no te preocupes por nada, nosotros luego hablaremos con Kate y todo estará bien. Ya verás que sí.
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Han pasado dos meses desde que desperté del coma, y en este tiempo, he vivido los momentos más desconcertantes y difíciles de toda mi vida. Cada día es un desafío, un intento de conectar los hilos sueltos de una vida que siento que ya no me pertenece. La amnesia ha dejado un vacío profundo en mi mente, y aunque mi terapeuta me asegura que es normal sentirse perdido después de perder un año entero de recuerdos, eso no hace que el proceso sea menos doloroso o confuso.
Todo lo que solía ser familiar ahora me parece extraño. He aprendido, más que recordado, que durante ese año perdido, mi vida cambió drásticamente. Lo más sorprendente es descubrir que soy novio de Kate Baker, la chica más popular del instituto Balwer. La relación que aparentemente tenemos es casi perfecta, o al menos eso me dicen. Sin embargo, para mí, es como si fuera un extraño en una vida ajena, intentando entender por qué alguna vez estuve tan enamorado de una persona que ahora apenas conozco.
Pero eso no es lo único que ha cambiado. Mis padres, que solían ser un pilar en mi vida, llevan un año divorciados, algo que no puedo recordar haber experimentado, pero que me ha afectado profundamente. Incluso me sorprende pensar en cómo manejé la noticia la primera vez que me enteré, cuando todo era real para mí. Ahora, es como si estuviera reviviendo el dolor una vez más, solo que con una extraña sensación de desconexión.
Además, el grupo de amigos con los que solía contar ha cambiado completamente. Kendall y Nathalia, mis mejores amigas, ya no son pareja, algo que al parecer ocurrió hace bastante tiempo, aunque para mí todavía parece reciente. Joe, con quien no solía tener problemas, aparentemente había dejado de ser mi amigo antes del accidente. Es un detalle que me incomoda profundamente, pero me alegra saber que ahora estamos intentando ser amigos nuevamente, aunque me es un poco raro ya que, según yo, nunca dejamos de serlo.
Y como si todo eso no fuera suficiente, me he enterado de que Riley, una de mis amigas más cercanas, es media hermana de Cinthia, la amiga de Kate. Hace solo un mes, Riley dio a luz al hijo de Liam, y por alguna razón, Kate y yo somos los padrinos de Loan. Se supone que este hecho debería hacerme sentir honrado y cercano a ellos, pero en lugar de eso, me siento como un espectador en una vida que ya no reconozco.
Y lo más reciente y desconcertante de todo: me he reencontrado con mi madre biológica. Su nombre es Mireya, algo que nunca hubiera imaginado, ya que siempre pensé que su nombre era "Momi", el apodo que recordaba vagamente de cuando era niño. No solo he descubierto su verdadera identidad, sino que también he conocido a Tarek, mi medio hermano de doce años. Este encuentro ha añadido una capa más de complejidad emocional a todo lo que ya estaba tratando de procesar. Pero se supone que, antes del accidente, ya llevaba un mes tratando al pequeño y, por consecuencia, un poco a ella.
Por suerte no repetí año escolar, porque me dieron la chance de rendir libre y, por alguna razón ahora soy muy amigo de Axel, así que fue él quien me ayudó gustoso a estudiar para poder graduarme también. Kate se ofreció, pero me resultaba extraña su cercanía, así que decidí aceptar la ayuda de Ax.
También me enteré que en mi ausencia, dos chicos del instituto murieron. Uno de ellos era uno de los jugadores de básquet, lamentablemente él era quien manejaba el auto y murió al instante. El otro se suicidó, era un gran chico. Me puso un poco triste la noticia de ambos, porque si bien estoy así debido a la imprudencia de Erik, no esperaba ni quería ese final para él, y con respecto al otro chico… Nos llevábamos bien, casi siempre me felicitaba y reía por mis bromas. Supongo que debió ser una gran sorpresa para todos.
Estos últimos dos meses han sido una montaña rusa emocional, y mi psicólogo ha sido mi guía para intentar adaptarme a esta nueva vida que, aunque mía, se siente como si perteneciera a otra persona. Mientras trabajo para reconstruir lo que he perdido, solo espero que algún día pueda encontrar nuevamente el equilibrio y sentirme en casa en esta vida tan diferente de la que recuerdo.
Estamos en el nuevo departamento de Liam y Riley. Apenas hace una semana que me enteré de que se habían mudado aquí, pero todos me aseguran que la decisión fue tomada hace varios meses. Me siento extraño entre estas paredes nuevas, como si cada rincón del lugar fuera parte de una vida de la que yo simplemente no formo parte. Mientras miro a Liam cargar a su pequeño hijo, y a Riley hablando suavemente con Nathalia y Kendall, no puedo evitar sentirme desconectado de todo lo que está ocurriendo a mi alrededor.
—Hey, ¿todo bien? —pregunta Joe, sentado a mi lado en el sillón.
Me sobresalto un poco, perdido en mis pensamientos, pero trato de sonreír y asentir con la cabeza. Él sabe que no estoy bien. Todos lo saben. Lo siento en la forma en que me miran, como si estuvieran esperando a que diga algo o a que finalmente vuelva a ser yo mismo.
—No, no realmente —admito, suspirando y pasando una mano por mi cabello. Decido que es momento de hablar, de sacar esto que llevo guardado—. Estoy… Estoy tratando de adaptarme a todo esto, ¿saben? Pero hay algo que no me deja en paz.
Las conversaciones en el cuarto se van apagando mientras todos empiezan a prestarme atención. Sus miradas se clavan en mí, pero es la de Riley la que noto más intensa. Ella siempre ha sido buena escuchando, incluso ahora que está exhausta por cuidar al bebé, siempre encuentra un momento para estar allí para todos.
—Es Kate —digo finalmente, mi voz saliendo en un susurro.
Inmediatamente, noto cómo las expresiones cambian sutilmente. Riley frunce el ceño, y Nathalia entrelaza sus dedos, claramente interesada en lo que voy a decir.
—¿Qué pasa con Kate? —pregunta Kendall, acercándose un poco más.
—No sé cómo explicarlo —suelto, tomando un respiro—. Es solo que estar con ella, ser su novio, se siente… Raro. Incómodo. Como si estuviera forzando algo que no debería estar pasando.
—¿Pero por qué? —pregunta Liam, dejando al bebé en la cuna una vez que este se ha dormido y uniéndose a la conversación—. Sé que perdiste los recuerdos, pero todo el mundo sabe lo mucho que te importaba Kate antes del accidente.
—Lo sé. Todos me lo dicen. Pero esa es la cuestión. Todos me lo dicen, pero yo no lo siento —admito, sintiéndome un poco culpable por decirlo en voz alta—. No es que no me guste, es solo que no siento esa conexión que se supone que debería sentir. No hay... Nada. Al menos no de la forma que debería ser.
El cuarto se queda en silencio. Todos parecen procesar lo que acabo de decir, y de alguna manera, siento que me estoy exponiendo demasiado, pero necesito decirlo. Necesito que lo entiendan.
—La única vez que nos acercamos realmente después del accidente fue hace poco más de un mes —digo, recordando aquel momento—. Kate llegó a mi casa emocionada por algo y entonces me dijo que lo había olvidado, pero que había logrado entrar a la universidad. —Miro a cada uno y no hay ni un atisbo de sorpresa en su rostro, haciéndome saber que, una vez más, esto es algo de mi vida que ellos ya sabían antes que yo—. En fin, estaba tan emocionada, tan feliz, que... Bueno, me abrazó.
Recuerdo la forma en que mi corazón comenzó a latir desbocado de inmediato. La oleada de nervios que sentí recorrer mi cuerpo y como mi mente se quedó en blanco, y lo único que podía pensar era en lo cerca que estaba de mí. Su fragancia, su suavidad, la calidez de su abrazo… Todo eso me dejó sin aliento. Durante un instante, algo dentro de mí despertó, algo que no había sentido en mucho tiempo. Quizás un destello de lo que solía sentir por ella, un resquicio de esa conexión que todos me dicen que teníamos.
Pero entonces, mi mente regresó a la realidad. “Son novios”, me recordé, “esto es lo normal”. Y de inmediato, el nerviosismo se transformó en incomodidad. Era como si mi cerebro y mi corazón estuvieran en una batalla constante. Mi cabeza me decía que esto era correcto, que esto era lo que se supone que debía sentir por mi novia, pero mi corazón... Mi corazón se sentía distante, ajeno. No podía disfrutar del abrazo de la forma en que se suponía que debía hacerlo. Y eso me asustó.
—Después de ese abrazo, me sentí extraño —continuo con el relato, mirando mis manos—. No sé cómo explicarlo, pero mi cabeza me gritaba que estábamos haciendo lo correcto, que era normal para dos personas que se quieren, pero... Al mismo tiempo, sentí que no era yo. Sentí que estaba haciendo algo incorrecto, como si estuviera jugando a ser alguien que no soy.
La tensión en la habitación es palpable, y nadie parece saber qué decir. Kendall es la primera en hablar.
—Gael, no te presiones —dice suavemente, haciendo una pequeña mueca—. Sabes que todos queremos que te sientas cómodo. Si algo no te parece bien, debes tomarte el tiempo que necesites. Nadie espera que actúes como antes solo porque te lo digan.
Asiento, aunque las palabras no logran calmar la angustia que siento. Porque aunque todos me aseguren que lo que siento es normal, la realidad es que sigo atrapado en esta vida que parece pertenecerle a otro Gael, uno que ya no soy.
—Solo quiero entenderlo —respondo, más para mí que para ellos—. Quiero que todo tenga sentido de nuevo.
Y en el fondo, me pregunto si alguna vez lo hará.
Connor se aclara la garganta y se inclina hacia adelante en su asiento, cruzando los brazos sobre su pecho. Sus ojos reflejan una mezcla de preocupación y seriedad que rara vez muestra.
—Mira, Gael —dice finalmente, rompiendo el silencio—. No sé cómo decir esto sin sonar como un idiota, pero... Creo que estás hablando con las personas equivocadas sobre esto.
Lo miro, sorprendido por su franqueza. Todos los demás también lo observan, como si no esperaran esa respuesta de él.
—¿Qué quieres decir? —le pregunto, algo a la defensiva.
Connor suspira y se pasa una mano por su cabello crespo.
—Lo que quiero decir es que, por mucho que nos preocupemos por ti, nosotros no somos las personas con las que deberías estar hablando de esto. —Señala a todos a su alrededor, sin quitar sus ojos cafés de los míos—. Tienes que hablar con Kate.
La mención de su nombre hace que mi estómago se revuelva. La idea de tener esa conversación me hace sentir incómodo, pero Connor sigue.
—Sé que te sientes raro —continúa, después de unos segundos en silencio, como si buscara las palabras correctas—. Sé que es incómodo porque, en tu mente, ella es prácticamente una extraña. Pero si quieres resolver esto, si de verdad quieres entender lo que está pasando, necesitas hablar con ella directamente. Ninguno de nosotros puede decirte cómo se siente estar en una relación con alguien a quien no recuerdas. Solo tú y Kate pueden resolver eso.
El silencio vuelve a caer sobre la habitación, pero esta vez es más denso, cargado de tensión y verdad. Lo que Connor dice tiene sentido, aunque sea difícil de aceptar. Mientras trato de ordenar mis pensamientos, las palabras de Connor comienzan a asentarse.
Riley asiente con la cabeza, dándome una pequeña sonrisa de apoyo.
—Es verdad, Gael. Sé que es difícil, pero Kate está pasando casi por lo mismo que tú. Tal vez hablar con ella te ayude a encontrar algo de claridad.
—No tienes que hacerlo de golpe —agrega Kendall, tratando de suavizar las cosas—. Pero tarde o temprano, van a tener que enfrentar esto juntos.
Me quedo en silencio, procesando sus palabras. Saben que tengo razón en estar preocupado, pero también saben que es algo que solo Kate y yo podemos resolver. Y eso me da miedo. Porque si hablo con ella, si finalmente enfrento todo esto, tendré que aceptar la posibilidad de que tal vez nunca recupere esos sentimientos.
Me froto las sienes, sintiendo la presión de la situación sobre mí.
—No sé cómo empezar esa conversación —admito, soltando un suspiro que sale de lo más profundo de mi garganta—. No quiero lastimarla.
—Lo entiendo —dice Connor, mirándome con seriedad—. Pero ¿qué crees que va a ser peor? ¿Hablar ahora y ser honesto, o seguir como si todo estuviera bien hasta que las cosas exploten?
No puedo evitar soltar un suspiro pesado. Tiene razón. Estar en esta situación es una bomba de tiempo, y fingir que todo está bien solo va a empeorar las cosas.
—Supongo que tendré que hacerlo —digo con voz apagada, mi mente ya pensando en cómo abordaré a Kate.
Joe se inclina hacia adelante, dándome una palmada en la espalda.
—Estamos aquí para ti, hermano —asegura, otorgándome una sonrisa alentadora—, pero esta es una de esas cosas que tienes que enfrentar por ti mismo. Hazlo cuando te sientas listo. Además, ¿quién quita que quizá salga todo bien? —dice, encogiéndose de hombros y frunzo el ceño al no saber cómo podría, así que añade—: A lo mejor toman la decisión de conocerse de nuevo, qué se yo, y todo vuelve a encajar para ti, ¿no?
Asiento, sabiendo que no hay una salida fácil a esto. Tendré que tener esa conversación con Kate, por mucho que me aterre enfrentar lo que pueda salir de ella. Y mientras la idea se asienta en mi cabeza, me doy cuenta de que ya no puedo seguir escapando de esta situación. Tendré que hablar con ella. Y pronto.
—Creo que prefiero ir ahora —hablo, levantándome del sofá, ganándome la mirada de todos.
—¿Seguro? —pregunta Nath, no muy segura de mi idea, pero aun así asiento con la cabeza.
—Mientras más lo atrase, más difícil será luego —aseguro, recogiendo mi abrigo del perchero, para luego ponérmelo mientras los miro—. Nos vemos, chicos. Denle un besito a Loan de mi parte cuando despierte.
Sin decir nada más, salgo del departamento de mis mejores amigos, caminando decidido hacia el elevador. Si bien estoy seguro de lo que estoy apunto de hacer, no quita que mi corazón lata con gran fuerza y velocidad contra mi pecho, y que mis manos suden con nerviosismo.
Me apoyo en la pared del ascensor mientras desciendo, sintiendo como mis pensamientos se arremolinan en mi cabeza. La ansiedad comienza a trepar por mi columna mientras las puertas se cierran, envolviéndome en una especie de burbuja de reflexión. Cada segundo que pasa, mi mente da vueltas alrededor de la conversación que estoy a punto de tener con Kate. No importa cuánto lo intente, no puedo predecir cómo irá, pero sé que necesito ser honesto con ella. Fingir que todo está bien no solo la lastima a ella, sino que me está desgastando por dentro.
Cuando las puertas se abren en el vestíbulo, salgo y me dirijo hacia la calle. El aire frío me golpea la cara, lo que me ayuda a despejar un poco la neblina en mi mente. Camino por las aceras mojadas por la ligera llovizna, las luces de la ciudad parpadeando a mi alrededor, pero nada parece real. Todo parece distante, como si mi mente estuviera atrapada en una especie de limbo, entre lo que es y lo que debería ser.
La lluvia golpea con fuerza mientras me acerco a la casa de Kate. Cada gota parece acompañar el ritmo acelerado de mi corazón, que late con una mezcla de nerviosismo y determinación. Apenas puedo ver a través de la cortina de agua que comienza aumentar la velocidad, pero aun así me armo de valor para lo que estoy a punto de hacer.
Mis pasos son rápidos y decididos mientras cruzo el pequeño jardín que lleva a la puerta principal. Tomo una respiración profunda y mi dedo se posa sobre el timbre, y durante un breve instante, dudo. Pienso en todo lo que podría salir mal, en todas las formas en las que esto podría dolerle más de lo que me imagino. Pero la necesidad de ser honesto me empuja a apretar el botón.
Un pequeño ladrido me recibe desde el interior, y a pesar de la tensión que llevo por dentro, una pequeña sonrisa se escapa de mis labios. Sé que ese ladrido pertenece a Pequitas, la perrita que, según me contaron, escogí para nosotros. Es extraño sentir una conexión con algo que no recuerdo, pero por alguna razón, escuchar a Pequitas me calma un poco. Tal vez sea su inocencia o la idea de que una parte de mi vida sigue igual, a pesar de todo lo que ha cambiado.
La puerta se abre, y allí está Kate, vestida con un suéter grande que le brinda una mezcla de comodidad y desaliño. Su cabello está recogido en un moño desordenado, y aunque su expresión refleja cansancio, hay una chispa en sus ojos que ilumina su rostro de manera cálida. A pesar de su apariencia casual, no puedo evitar pensar que es la chica más hermosa que he visto en mucho tiempo.
Ese pensamiento logra hacer que mi corazón se estruje, porque a pesar de que pasaron ya dos meses en donde Kate me ha demostrado que no es para nada como creía, en los cuales me acompañó a terapia cuando mis padres no podían, estuvo ahí en varios ataques de ansiedad y demás, no puedo evitar pensar que es extraño verla desarreglada frente a mí. Cuando sé que en el instituto preferiría fingir un desmayo antes de que alguien la vea fea, pero ahí está también otro problema, ya no estamos en el instituto.
—¿Gael? ¿Qué haces aquí con este clima? —pregunta sorprendida, apartándose para dejarme entrar.
—Tenía que hablar contigo —respondo mientras entro, sacudiendo un poco el agua de mi abrigo—. Además, ya sabes que la lluvia no me molesta tanto.
Cierra la puerta detrás de mí, y Pequitas se acerca corriendo, olisqueándome los pies antes de intentar saltarme para saludar. Me agacho un poco -es cachorra, pero es enorme- para acariciarla, notando cómo su pequeña cola se mueve con entusiasmo. La ternura de la escena relaja un poco mis nervios.
—¿Cómo ha estado la pequeñita? —pregunto con una sonrisa, buscando ganar algo de tiempo antes de abordar lo que realmente vine a decir.
Kate se cruza de brazos, mirándome con una leve sonrisa.
—Sigue siendo la reina de la casa —dice, su tono más ligero de lo que esperaba—. Lo cual solo hace que me permita burlarme de mi mamá, al recordarle las veces que me dijo que no quería perros. —Ríe y, sin saber la razón en sí, mi corazón se aloca ante ese sonido tan dulce—. Aunque la extraño cada vez que se queda contigo los fines de semana.
Me río, recordando vagamente sobre el acuerdo que hicimos cuando me la presentó, contándome que era a ella a quien íbamos a buscar el día del accidente, aunque en ese momento Kate no tuviera idea de ello. No sé cómo tenía planeado antes que iba a ser el cuidado de Pequitas, pero ahora decidimos que pasaría algunos días con ella y otros conmigo.
Suspiro para mis adentros, dándome cuenta de que no sé cómo llegar a lo que tengo que decir, y mi mente se siente torpe, buscando cualquier excusa para no empezar de inmediato.
—Bueno, al menos Pequitas parece contenta con el arreglo —bromeo, rascando la cabeza de la perrita.
—Sí, ella lo es... —Kate se detiene y me mira fijamente—. Pero... ¿Qué pasa, Gael? ¿Viniste bajo la lluvia solo para hablar de Pequitas?
Trago saliva, notando cómo mis manos se sienten pegajosas de sudor. Me levanto lentamente y la miro a los ojos, tratando de encontrar una manera de comenzar sin que se sienta demasiado pesado desde el principio.
—Bueno... Quería hablar sobre... Esto... —balbuceo, moviendo las manos en el aire como si intentara explicar lo inexplicable—. Todo lo que está pasando entre nosotros.
Me mira curiosa, pero sus ojos reflejan una mezcla de anticipación y miedo. Hay algo en su mirada que me incomoda, como si ella también supiera que esta conversación es inevitable.
Nos quedamos de pie en la sala, un poco incómodos, sin saber cómo empezar la conversación que ambos sabemos que debe ocurrir. La tensión es palpable, así que decido romperla con un comentario tonto.
—Oye, ¿sabías que el corazón de un camarón está en su cabeza? —cuento el dato random que alguna vez me contó la hermanita menor de Ax, tratando de aligerar el ambiente.
Kate deja escapar una risa suave, pero sus ojos no pierden esa sombra de tristeza.
—¿Qué? —pregunta, sin comprender por qué de la nada le dije eso—. You're a little weird, you know that?
Es la primera vez que la escucho hablar en inglés, lo cual me toma por sorpresa. Si bien sabía que mezclaba el inglés con el español porque esos son los rumores que se corrían en los pasillos sobre ella, además de que varias de las chicas decidieron copiar su forma de hablar, se me hace muy tierno escucharla.
—Y tu una fresita —digo, entre risas, sin pensar demasiado en lo que acaba de salir de mi boca.
De inmediato, veo que su expresión cambia. Los ojos de Kate se abren de par en par, y me mira como si hubiera dicho algo increíblemente importante.
—¿Cómo me llamaste? —pregunta con la voz cargada de esperanza.
Me quedo en blanco por un momento, tratando de entender por qué su reacción es tan intensa.
—Fresita —repito, sintiendo un leve déjà vu, pero sin comprender del todo—. ¿Por qué?
Kate baja la mirada, su expresión ahora teñida de una melancolía que no esperaba.
—¿Te acordaste de algo? —pregunta en voz baja, sus dedos jugando nerviosamente con el colgante que lleva en el cuello.
Sacudo la cabeza, sin comprender.
—No, ¿por qué? ¿Es importante? ¿Así te llamaba antes?
—Sí —responde apenas en un susurro—. Me llamabas así, y yo te decía "Boy".
Mis ojos siguen el movimiento de sus dedos, que ahora tocan el pequeño dije de su colgante. Es una fresa, acompañada de una patineta, algo que no había notado antes. La familiaridad de los apodos me golpea con fuerza, pero la memoria sigue sin regresar, dejándome con una sensación de pérdida aún mayor.
—Lo siento, Kate... —digo, mi voz cargada de frustración—. Quisiera recordar, pero...
—No te preocupes —me interrumpe, forzando una sonrisa mientras sus ojos se llenan de lágrimas contenidas—. Es solo un apodo, ¿verdad? No tiene nada de importante, no te preocupes.
Me quedo en silencio, sintiendo el peso de la situación como una piedra en mi pecho. El dolor en su voz es evidente, y aunque no puedo recordar el año que pasamos juntos, algo en mí se rompe al verla así. Pero, ¿cómo explicarle que no es solo la falta de recuerdos lo que me incomoda, sino también la sensación de que, aunque todos me digan lo contrario, no siento lo que debería sentir por ella?
—Kate —comienzo, sin estar seguro de cómo seguir—, creo que tenemos que hablar de algo importante.
Ella asiente, sus ojos estudiándome cuidadosamente. Parece saber lo que está por venir, o al menos lo intuye.
Me guía hasta la sala de estar y me indica que tome asiento en el sofá, y eso hago, mientras que ella se sienta a mi lado, pero a una distancia prudente que le agradezco.
—Dime, Gael —dice en un tono tranquilo, pero noto la preocupación oculta en su voz.
Inhalo profundamente, buscando la fuerza para decir lo que necesito decir.
—Todo esto... —Miro a mi alrededor, intentando abarcar lo que siento—. Ha sido muy extraño para mí. Desde que desperté, no sé cómo explicarlo, pero estar contigo me hace sentir... incómodo —digo, sintiendo un peso en el pecho al ver cómo sus ojos se llenan de lágrimas. Mi voz suena quebrada y vacilante—. Es que, a veces, siento que somos dos extraños intentando fingir que no lo somos.
Kate baja la mirada por un segundo, absorbiendo mis palabras, antes de volver a mirarme. Hay dolor en sus ojos, pero también veo una firmeza que no había notado antes.
—Entiendo —responde, su voz temblando ligeramente mientras asiente—. No esperaba que esto fuera fácil. Para ti, debe ser como estar en una película en la que no sabes el guion.
Sus palabras me desarman. No esperaba esa respuesta, no esperaba que fuera tan comprensiva. Pero al mismo tiempo, eso solo añade más peso a mi confusión.
La veo en silencio, su expresión una mezcla de tristeza y comprensión. Me doy cuenta de que he sido brutalmente honesto, pero también de que ella está tratando de ser fuerte ante el dolor.
—No quiero lastimarte, Kate —le digo con sinceridad, mi voz quebrándose un poco—. Eso es lo último que quiero, de verdad lo siento mucho —digo, mi voz apenas un susurro—. No quiero que pienses que estoy tratando de herirte. No es eso.
Kate respira hondo, tratando de recuperar la compostura.
—Sé que no lo haces, Gael. Este es un proceso difícil para ambos, y entiendo que pueda ser confuso para ti.
Me siento aliviado de que esté tomando mis palabras con calma, pero el dolor en su rostro es inconfundible. Sus labios tiemblan, como si estuviera conteniendo las lágrimas, y siento una punzada de culpa atravesar mi pecho. Pero necesito seguir, porque si no lo hago ahora, el peso de esta mentira solo crecerá.
—No sé cómo proceder —admito, bajando la mirada al suelo—. Me siento perdido en este mar de recuerdos y expectativas. No quiero seguir con algo que no puedo recordar ni entender del todo.
Se queda en silencio por un momento, pensando cuidadosamente. Luego, levanta la vista y me ofrece una sonrisa pequeña, pero sincera.
—Y yo no quiero que te sientas presionado a ser alguien que no recuerdas —responde, como si estuviera arrancándose las palabras de la garganta—. Pero… ¿No hay posibilidad de volver a conocernos? —pregunta, la voz quebrada, casi como si estuviera suplicando por una respuesta positiva.
Me quedo en silencio, la mente en blanco mientras la realidad me golpea con fuerza. No puedo decirle que todo volverá a ser como antes. El miedo de que no me guste o que, aún peor, no pueda conectar con ella como espera, me atormenta. La idea de hacerle esto a alguien que claramente aún tiene sentimientos por mí me parece egoísta. No, no es el pensamiento de hacerle pasar este infierno a “alguien”, es hacérselo pasar a ella.
—No sé, Kate —digo finalmente, la voz llena de dolor—. No puedo hacerte promesas que no estoy seguro de poder cumplir. Tengo miedo de que esto sea aún más doloroso si intento forzar algo que no… Que no siento.
Baja la mirada una vez más, como si no pudiera mantenérmela por mucho tiempo. Veo como muerde su labio superior con fuerza, a la vez que una lágrima solitaria se escapa de sus ojos y recorre su mejilla. Se limpia rápidamente con el dorso de la mano, y su expresión se endurece mientras levanta la vista hacia mí, forzando una sonrisa que no llega a sus ojos.
—Tienes razón —dice con voz temblorosa—. No es justo para ti hacerte pasar por esto. Me doy cuenta de que es egoísta de mi parte, lo siento.
El escucharla disculparse es algo para lo que, definitivamente, no estaba nada preparado y se sintió como si me hubiera dado una patada directo al hígado.
—No me malinterpretes, Kate —digo con cuidado, tratando de arreglar algo que sé que no tiene arreglo—. Desde el accidente, he intentado adaptarme, recordar cómo solía ser, cómo solíamos ser. Pero la verdad es que, cuando estoy cerca de ti, me siento incómodo. No porque me caigas mal ni nada por el estilo, es solo que... No recuerdo la conexión que teníamos. Y cuanto más lo intento, más nervioso me siento. Pero por favor, no pidas perdón, nada de esto es tu culpa. No eres egoísta.
—Entonces... —Baja la mirada, su voz apenas un susurro—. ¿Esto significa que... quieres terminar?
Cada fibra de mi ser quiere retractarse, hacer todo lo posible por evitar herirla más de lo que ya lo he hecho. Pero sé que lo peor sería seguir en una relación que, para mí, está construida sobre una versión de mí mismo que ya no existe.
—Creo sería lo mejor para ambos —respondo con tristeza, sintiendo cómo las palabras me raspan la garganta al salir—. No quiero seguir haciéndote daño ni a ti ni a mí. Sé que esto no es justo para ninguno de los dos. Tú mereces estar con alguien que pueda corresponderte de verdad, alguien que esté seguro de lo que siente. Y yo... siento que cada vez que intentamos estar juntos, me invade una incomodidad que no debería estar ahí.
Asiente lentamente, aunque las lágrimas que caen silenciosas por sus mejillas me hacen querer retractarme de todo, no puedo. No es lo correcto.
—Gracias por ser honesto —dice con voz quebrada, tratando de limpiar las lágrimas y evitar que estas sigan saliendo, pero parece algo que no puede impedir por su cuenta—. Aunque duele, prefiero esto a vivir en una mentira y luego saber que no eres feliz.
Me quedo en silencio por un momento, observando cómo las lágrimas caen de sus ojos. Me duele profundamente verla así, sabiendo que soy la causa de su dolor. Me acerco y, por impulso, la abrazo. Ella se tensa por un momento, pero luego se permite relajarse en mis brazos, llorando contra mi pecho. Es un gesto que debería sentirse reconfortante, pero solo intensifica la incomodidad dentro de mí.
Después de un momento que se siente eterno, ella se aparta suavemente y se seca las lágrimas. La tristeza en su mirada es innegable, pero también hay una aceptación allí, como si supiera que este momento, aunque doloroso, era inevitable.
—Lo siento tanto, Kate —digo sinceramente, sintiendo que esas palabras no son suficientes. Nada se siente suficiente cuando se trata de ella—. Sé que esto no es fácil, pero espero que puedas encontrar a alguien que te haga feliz. Porque lo mereces.
Vuelve a abrazarme con fuerza, pero esta vez se siente como un último intento de conectar antes de que nuestras vidas tomen caminos separados. La siento temblar ligeramente mientras se aparta un poco y me mira con una mezcla de tristeza y esperanza.
—Gael —dice con voz suave—. ¿Puedo pedirte un último favor? —Asiento con la cabeza sin dudarlo, sintiendo que podría hacer cualquier cosa por ella—. Quisiera… ¿Crees que estaría bien si te pido un último beso antes de que todo termine?
Mi corazón se acelera al escuchar sus palabras. No sé lo que se siente besarla, porque desde que desperté del coma todo lo que hemos hecho fue abrazarnos, y la idea de que sea el último -o el primero en este nuevo capítulo- me sorprende.
—Para mí sería el primero —le digo, mi voz temblando un poco, sintiendo un poco de vergüenza—. Desde que desperté, no hemos tenido un beso.
Kate sonríe tristemente y se ríe por lo bajo.
—Entonces, ¿será un último primer beso? —dice, con un destello de humor en sus ojos.
Asiento, y nos acercamos. Nos besamos suavemente, un beso que no dura mucho pero que es intenso en sus breves momentos. A pesar de su brevedad, mi corazón late desbocado, y una oleada de emociones me inunda. La sensación de sus labios contra los míos es agridulce, y mi mente queda nublada por la mezcla de sentimientos que se desata.
Cuando nos separamos, ambos nos miramos, con una comprensión silenciosa de que este es un final para algo que una vez significó mucho. Nos abrazamos en un último gesto de despedida, y siento el peso de la tristeza en mi pecho.
—Cuídate, Kate —le digo, mientras nos separamos—. Espero que encuentres la felicidad que mereces.
—Lo mismo para ti, Gael —responde ella, su voz cargada de emoción—. Cuida de ti, por favor. Y gracias —dice, dándome un fugaz beso en la mejilla que logra acelerar mi corazón una vez más en el tiempo que llevo con ella.
—¿Por qué me agradeces? —pregunto confundido, llevando una mano a mi mejilla, justo donde sus labios estuvieron hace unos segundos.
—Porque, aunque no lo recuerdas, has reparado cada pequeña parte de mí que estaba rota y, lo chistoso, tú nunca fuiste el causante de ellos —contesta, sonriendo ligeramente al recordar eso. Abro la boca dispuesto a decir algo, pero continúa—: Me gustaría que hablemos sobre Pequitas, pero ahora no me parece correcto, so… Te avisaré por mensaje, ¿bien?
Sin decir más, se levanta del sofá y camina hasta la entrada, para luego abrir la puerta y mirarme, haciendo que comprenda su indirecta muy directa.
Inhalo hondo y doy una última mirada al lugar, antes de salir de su casa con el corazón pesado.
Mientras salgo al exterior, la lluvia continúa cayendo, y el sonido de las gotas contra el suelo parece ser el único testigo de esta despedida. Cada paso que doy me aleja no solo de Kate, sino también de una parte de mi vida que, aunque perdida, tenía el potencial de ser algo hermoso, pero por alguna razón mi cabeza me dice que no estoy preparado para ello.
El trayecto de regreso a mi hogar es un blur de pensamientos y sentimientos. Al llegar a mi cuarto, veo las fotos de Kate que aún están enmarcadas en la pared. La visión de esos momentos felices y los recuerdos que representan me golpean con una intensidad inesperada.
Un dolor profundo se instala en mi pecho y, en un impulso desesperado, empiezo a golpear los cuadros, rompiéndolos uno a uno. Las piezas de vidrio y las fotos se esparcen por el suelo, y mis lágrimas fluyen sin control. No sabía que estaba reteniéndolas hasta ahora.
El dolor en mi corazón es agudo y punzante, y mientras lloro, me siento abrumado por una mezcla de arrepentimiento, tristeza y confusión. La ruptura con Kate ha dejado un vacío en mi vida que parece imposible de llenar, y el dolor de verla irse es más profundo de lo que había anticipado.
Me desplomo en el suelo entre los fragmentos rotos, sintiendo que el dolor físico de las fotos rotas es un reflejo de la angustia que llevo dentro. Las lágrimas continúan cayendo mientras me dejo llevar por el duelo, sintiendo que mi corazón ha sido partido en pedazos, igual que los cuadros que yacen a mi alrededor.
Mientras la lluvia golpea con violencia contra mi ventana, anunciando el gran diluvio que decidió desatarse allá afuera, mi habitación permanece en penumbra, iluminada solo por los últimos destellos del día que se cuelan por la ventana. El suelo está cubierto con los fragmentos de vidrio y las fotos rotas, esparcidas como un mosaico de recuerdos perdidos. Me siento en medio de los escombros, rodeado de los momentos que alguna vez compartimos.
Las lágrimas han cesado, pero la tristeza persiste, profunda y constante. Miro las fotos esparcidas por el suelo, y cada una parece contar una historia de un pasado que ya no puedo recuperar. En una de las imágenes, Kate y yo estamos sonriendo, la felicidad evidente en nuestros rostros mientras disfrutamos de lo que parece ser un día de piscina. Me siento abrumado por el dolor de haber olvidado ese año, un año que, aunque borroso, significó tanto para ambos.
Con una mezcla de resignación y tristeza, me inclino hacia el suelo y recojo una de las fotos. La miro detenidamente, tratando de aferrarme a los recuerdos que se me escapan. Un nudo se forma en mi garganta, y mis manos tiemblan mientras sostengo la imagen.
—Perdóname —susurro, mi voz quebrada mientras acaricio el hermoso rostro de Kate con delicadeza—. Perdóname por haber olvidado aquel año nuestro.
Mis palabras parecen flotan en la habitación, y el eco de mi lamento se mezcla con el silencio de la noche que se aproxima. No hay respuestas, solo el dolor de la pérdida y el reconocimiento de que hay cosas que nunca podré recuperar.
En la imagen, Kate sonríe con la misma alegría que una vez compartimos. Ese recuerdo de felicidad me recuerda el amor y la conexión que existieron, aunque ahora parezcan distantes. La realidad es dura, pero sé que ambos debemos seguir adelante, separados pero con el peso de lo que compartimos en nuestro corazón.
+++---+++
Dos semanas después, regreso a mi cuarto para recoger la última maleta antes de que mi familia me lleve al aeropuerto. La mudanza a la universidad es un nuevo comienzo, pero no puedo evitar sentirme nostálgico mientras hago un repaso final en mi habitación.
Al abrir la puerta, un suspiro escapa de mis labios al ver la caja de recuerdos sobre el escritorio. Me acerco a ella con la intención de taparla y así evitar que se llene de polvo en el armario, pero algo me detiene. La caja está llena de fotos, regalos y otros objetos que no recuerdo cómo llegaron a mis manos. Todos ellos son fragmentos de un pasado que, aunque borroso, sigue siendo significativo.
Me inclino y saco con cuidado una de las fotos más intactas. Es una imagen de Kate y yo, durmiendo en una hamaca, se nos ve cómodos y relajados bajo la luz de la luna. Mi corazón se aprieta mientras acaricio la foto, pensando en que, desde ese día que terminamos, no he pasado ni una sola noche rogando por recordar aquello que mi corazón anhela con desesperación pero no logro entender el qué.
—Ojalá nos volvamos a encontrar algún día —murmuro para mí mismo, sin dejara de ver la fotografía entre mis manos—. Y, si la vida está de acuerdo, reescribirlo todo para que vuelva a tener sentido para mí lo que alguna vez fue aquel año nuestro, o bueno, ahora solo tuyo y que espero haya sido algo bueno.
La frase resuena en mi mente como un eco de esperanza y deseo. El futuro es incierto, pero la posibilidad de un reencuentro, de un nuevo comienzo, con un yo más relajado y dispuesto a darlo todo, es un consuelo.
Justo en ese momento, escucho a mi mamá gritar desde el pasillo.
—¡José Gael Vitali Spinelli, apúrate o perderás el avión!
—¡Que no me llamo José y ahí voy! —le grito en respuesta, intentando mantener la calma mientras cierro la caja y la meto en el armario.
Mientras cierro la puerta del armario, miro hacia la caja una última vez. Suspiro, antes de caminar hacia la cama y agarrar la mochila por la cual había vuelto al cuarto.
Con una última mirada hacia el armario, me doy cuenta de que no puedo predecir qué nos deparará el futuro. Aunque mi memoria de ese año se ha borrado, siento en lo más profundo de mi ser que Kate fue una parte crucial de mi vida. No solo porque todos me lo han dicho, sino porque mi corazón, aún sin recuerdos claros, lo reconoce. Ella dejó una huella en mí que trasciende el olvido. Acepto que, aunque nuestra historia juntos haya llegado a su fin, eso no resta la importancia de lo que compartimos. Aunque no esté a mi lado y la decisión de terminar todo fue lo mejor para ambos, su influencia perdurará mientras avanzo hacia este nuevo capítulo. Porque después de todo, alguna vez fuimos "la fresita y el boy". Es un nuevo comienzo, y mientras continúo mi camino, llevaré siempre con gratitud la marca de su presencia en mi vida.
FIN
💋💋💋💋💋💋💋💋💋💋💋💋
Holis, bebitos hermosos, o es que tendría que decir chau? No lo sé.
No se enojen, si? Tengan en cuenta que fui buena, ok? Mi idea inicial era que Gael ☠️ y les iba a poner este meme:
Pero, decidí ser buena y solo hacer que pierda la memoria JASHDAHDA
De hecho, tenia varios finales.
Final 1: Gael moría y Kate, sin saber quien era, se quedaba con el medio hermano del boy (este era mayor, oks?) y bueno, varias cosas mas ocurrían en ese final.
Final 2: Tooooodo fue un sueño de Kate. Ella se despierta de nuevo el 1 de agosto del 2017, sintiéndose rara por ese sueño. Evita el balde de pintura, por ende, nunca tiene interacción como tal con Gael y ella sigue saliendo con Luca 😍
Final 3: Este.
Cuál preferían? Elijan sabiamente eh. Todavía puedo cambiar el final cuando (en algún momento) se publique el físico.
Mañana a las 8pm (horario argentino) haré un vivo por el canal de difusión de Fresitas en mi ig celevalearanda, y ahí, en vivo, leeré el epílogo, okis? Espero que puedan estar presentes, sería lindo ❤️
En fin, los amo.
Chau, tomtos.
XOXO, bitches💋
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