038.
✨GAEL✨
Estoy observando la escena desde el borde del caos, sintiendo una mezcla de frustración y desesperación. Las chicas están fuera de control, peleando como si sus vidas dependieran de ello. Intenté separarlas, pero lo único que conseguí fue un maldito arañazo en el brazo, cortesía de María. Me siento imponente mientras veo cómo Kendall la domina, abofeteándola sin piedad.
Justo cuando me decido a intervenir de nuevo, escucho a María gritar.
—¡Kendall, detente! ¡Me duele la panza! —su voz es aguda, llena de dolor, y por un segundo, pienso que podría estar fingiendo para que Kendall se aleje. Pero la reacción de Kendall me sorprende.
Kendall también comienza a lloriquear, llevándose una mano al estómago. Se aleja tambaleándose de María, su rostro contorsionado en una mueca de incomodidad.
—¿Qué está pasando? —murmuro, sin entender cómo ambas han pasado de golpearse a quejarse de dolor.
De repente, un olor nauseabundo llena el aire y me doy cuenta, horrorizado, de lo que acaba de suceder. Kendall y María, ambas se han hecho del número dos encima. El hedor es insoportable, y puedo ver en sus rostros la humillación mezclada con el dolor físico.
Antes de que pueda procesar completamente lo que estoy viendo, oigo un golpe sordo detrás de mí. Me giro justo a tiempo para ver a Christian desplomarse en el suelo, su rostro rojo e hinchado, luchando por respirar.
—¡Mierda, Christian! —grito, haciendo que todos los demás giren a verlo, mientras corro hacia él junto con Nacho—. ¡Llamen a una ambulancia, ahora!
Ambos nos arrodillamos junto a Christian. Nacho es el primero en inclinarle la cabeza hacia atrás para que intente respirar un poco mejor, mientras que yo estoy tratando de mantener la calma mientras el pánico crece en mi pecho. Su respiración es áspera, casi inexistente, y veo el terror en sus ojos mientras se aferra a la vida. El caos a mi alrededor se desdibuja; lo único que importa es salvarlo.
—Aguanta, amigo, la ambulancia ya viene —le digo, aunque sé que mis palabras pueden no estar llegando a él.
Los minutos que pasan mientras esperamos a la ambulancia se sienten como una eternidad. Nacho y yo estamos junto a Christian, tratando de mantenerlo consciente, pero su respiración es cada vez más débil, su cara más roja y su pecho apenas se mueve. Kendall y María están tiradas en el suelo, sin poder moverse por el dolor en sus estómagos, y el olor en el aire es insoportable.
Los paramédicos al fin irrumpen en el teatro. Se mueven con rapidez, uno se dirige directamente a Christian, mientras otros dos se ocupan de Kendall y María.
—¿Alguien sabe qué pudo haber ingerido? —pregunta uno de los paramédicos mientras administra una inyección a Christian, tratando de estabilizar su respiración.
María, todavía en el suelo, alza la mano débilmente, su rostro enrojecido por la vergüenza.
—Fue un brownie de chocolate... —admite en voz baja, tan baja que al principio pienso que no he escuchado bien.
—¿Qué? —pregunto, mi voz cargada de incredulidad.
—Un brownie de chocolate... con un poquito de tierra y laxante —repite María, su tono lleno de culpa y sus ojos evitándonos.
El silencio que sigue a su confesión es abrumador. Todos los que estamos presentes giramos nuestras miradas hacia ella, completamente atónitos. La combinación de horror y confusión en el aire es palpable, y puedo ver cómo los paramédicos intercambian miradas de preocupación.
Antes de que nadie pueda reaccionar, María de repente parece recordar algo crucial, sus ojos se agrandan con el pánico.
—¡Cierto! ¡Es alérgico al chocolate! —grita, su voz rompiendo el silencio. Sus palabras golpean a todos como un martillazo, y veo cómo los paramédicos se apresuran aún más con Christian.
—¡¿Por qué demonios le diste chocolate si sabes que es alérgico?! —grita Kendall desde el suelo, incapaz de contener su enojo. Pero el daño ya está hecho, y no hay nada que podamos hacer más que esperar a que los paramédicos logren salvarlo.
Uno de los paramédicos comienza a administrar un antialérgico a Christian, mientras otro le coloca una máscara de oxígeno. Mi corazón late con fuerza, la desesperación apoderándose de mí al ver cómo luchan por mantenerlo con vida.
Jamás creí presenciar algo así, y mucho menos en el instituto provocado por una de las alumnas.
—¡Tenemos que movernos rápido! —dice uno de los paramédicos, y en cuestión de segundos, están levantando a Christian en una camilla, listos para llevarlo a la ambulancia.
Otro paramédico ayuda a Kendall y a María, aunque ambas se ven absolutamente mortificadas por lo que ha sucedido.
—Dios mío, y pensar que yo también pude haber corrido con la misma suerte —comento, llevándome una mano al pecho. Kate me mira confusa, entonces me apresuro en explicar—: Antes de que llegaras, apareció María regalándole dos brownies a Kendall, diciéndole que era su oferta de paz por haberla tratado tan mal. Le especificó que eran solo para ella y no podía compartir con nadie, entonces le pedí que me convidara uno y, ¿puedes creer que me miró por varios segundos en silencio, antes de decirme que no? Es decir, ¡de verdad pensó en darme uno, aun sabiendo de qué estaba hecho!
—¡Pero no te di ninguno, así que deja de ser tan chillón! —exclama María, mientras la ayudan a subirse a una camilla.
—¡Pensaste en darme uno! —digo, muy temeroso de repente. Me mira y, ahora que la veo bien, creo que está algo loca—. ¡Pensaste en envenenarme a mí también!
—¡Pregúntame si me importa! —dice, sin dejar de verme como loca, logrando asustarme y bajo la mirada, incapaz de mantenérsela por más tiempo.
—La verdad es que sí se veían ricos, así que le rogué a Kendall que me convidara uno de los dos que tenía —continúo con mi relato, haciendo que Kate abra los ojos de par en par, completamente preocupada—, pero la rubia no me quiso convidar ninguno por temor a que María se ofendiera —digo, y Kate suelta un ligero suspiro lleno de alivio.
—Eso ya no es mi culpa —vuelve a hablar María, encogiéndose de hombros—. Yo especifiqué que eran solo para esta gata rompe hogares —dice, girando a ver a la rubia en la otra camilla de mala forma—. Quien según, ahora es lesbiana. Maldita mentirosa, todo para no admitir que estás tras mi hombre.
Los paramédicos no me dejan escuchar su pelea, porque comienzan a llevarlas a la salida del teatro, hasta que las dos desaparecen por completo.
El silencio que sigue después de que las camillas desaparecen por la puerta es abrumador. Puedo sentir la tensión en el aire, como si todos estuviéramos esperando a que alguien diga algo, cualquier cosa. Pero nadie habla. La profesora, normalmente tan en control, está pálida, con la boca ligeramente abierta, como si aún estuviera tratando de procesar todo lo que acaba de suceder.
—Dios mío… —susurra luego de algunos segundos, llevándose una mano a la frente—. Esto es una locura.
Kate y yo intercambiamos miradas, ambos todavía aturdidos por lo que María reveló antes de ser llevada. No puedo evitar volver a pensar en lo cerca que estuve de morder ese maldito brownie, de haber sido yo quien acabara en la camilla junto a Kendall. Me recorre un escalofrío al imaginarme en su lugar, sintiendo cómo mi estómago se retuerce mientras el laxante hace su efecto.
—¿Qué se supone que hacemos ahora? —pregunta alguien del grupo, pero nadie tiene una respuesta. La gravedad de la situación pesa sobre todos nosotros, y por un momento, nadie se atreve a moverse.
La profesora da un paso adelante, recuperando un poco de su autoridad habitual.
—Voy a hablar con la dirección. Esto no puede quedar así y debo ir al hospital para hacerme cargo de todo lo que pasó —dice con firmeza, apretando sus manos con un claro nerviosismo—. Lo que ha sucedido hoy es grave, y todos los involucrados tendrán que rendir cuentas.
El murmullo de los estudiantes comienza a levantarse lentamente, mientras algunos discuten en voz baja sobre lo que acaba de pasar. Nadie parece saber realmente cómo reaccionar. La mezcla de alivio por no haber sido una de las víctimas y la incredulidad ante lo que María ha hecho, nos mantiene a todos en un extraño estado de shock.
—Creo que lo mejor será que todos vuelvan a sus casas por hoy —añade la profesora, dirigiéndose a nosotros con un tono cansado—. No hay forma de que podamos continuar con el ensayo después de esto.
Asiento, aunque una parte de mí todavía está en modo de alerta, esperando a que algo más salga mal. Kate me da una palmadita en el hombro, su expresión aún cargada de preocupación.
—No puedo creer que María haya hecho eso —murmura, para luego mover su pequeño cuerpo de tal forma que me da a entender que tuvo un escalofrío.
—Lo sé —respondo, sacudiendo la cabeza—. Y todo por celos hacia Kendall. No entiendo cómo llegó tan lejos.
—Yo le dije que no se juntara con Christian —habla Nathalia, apareciendo de repente y negando con la cabeza. Su mirada está puesta sobre la puerta por donde salieron los paramédicos y se le puede ver la preocupación. Inhala hondo y vuelve a vernos—. Vamos.
Ambos sentimos con la cabeza y comenzamos a caminar hacia la salida, siguiendo al resto del grupo que se dispersa lentamente. Cada uno perdido en sus pensamientos, tratando de asimilar lo que acaba de suceder. A medida que salimos del instituto, la luz del día me golpea con fuerza, como si el mundo exterior fuera demasiado brillante para lo que acabamos de experimentar.
—Ay Dios mío, voy a tener pesadillas por esto —susurro, temeroso de que María pudiese escucharme, como si no la hubieran llevado al hospital hace menos de diez minutos.
Ambas chicas a mi lado asienten, como si también creyeran que las tendrán. Lo que María hizo no solo puso en peligro la vida de Christian, sino que también reveló un lado de ella que ninguno de nosotros esperaba ver. Parecía una chica tranquila, con sus típicas gafas redondas y grandes, vistiendo siempre con una camisa con vuelitos y una falda que le llegaban hasta los tobillos o sino por debajo de las rodillas, totalmente estudiosa que no se mete con nadie, solo preocupada por aprobar y terminar el instituto sin problemas. Vaya que las apariencias engañan.
Mientras caminamos hasta el estacionamiento, el silencio entre nosotros es cómodo, aunque cargado de tensión. El día, que comenzó como cualquier otro día escolar más para muchos, ha terminado en un desastre del que probablemente estaremos hablando durante semanas. Y lo peor de todo es que no puedo evitar preguntarme qué más podría estar pasando por la mente de María, y si esto es solo el comienzo de algo aún más retorcido.
Miro a nuestro alrededor, realmente temerario de que la chica salga de algún arbusto y se desquite conmigo por haberla medio confrontado. ¿Seré yo su siguiente víctima?
—¿Creen que Christian estará bien? —pregunta Kate nuevamente, rompiendo el silencio mientras nos acercamos a su auto.
—¿Christian? A mí me preocupa Kendall —responde Nath, suspirando nuevamente mientras muerde su labio inferior.
—No creas que a mí no, porque sí lo hace —se apresura a decir Kate, como si temiera que Nath se enojara con ella o algo por el estilo—, es solo que estoy segura de que Ken estará bien, you know? Y si no, nos tiene a nosotros para defenderla —dice con seguridad, haciendo a la petiza sonreír y asentir con la cabeza, un poco más animada de repente—. En cambio Christian… —Suspira, viéndose preocupada—. ¿No estaban saliendo ellos dos?
—Sí —respondemos Nath y yo a unísono.
—Por eso —dice, como si así demostrara su punto—. Espero de corazón que Chris se dé cuenta que esta relación no va para ningún lado, o por lo menos ninguno sano.
—Eso espero —respondo, dándome cuenta de que tiene razón. Todo lo que podemos hacer ahora es esperar y ver cómo se desarrollan las cosas, y asegurarnos de que algo así no vuelva a suceder.
Nath suelta un suspiro bastante ruidoso a nuestro parecer, haciendo que la giremos a ver.
—Bueno, tortolitos, yo me retiro para dejarlos a solas —dice, sonriendo cómplice mientras mueve sus cejas de manera divertida—. No quiero ser la que toca el violín o, caso contrario, sostiene las velas.
—Ay bobis, no digas eso —responde Kate, abrazándola a la vez que sus mejillas pecosas se tornan de un lindo color carmesí, que no hace más que hacerme sonreír divertido—. No pensábamos hacer nada, la verdad, pero si gustas podemos ir a algún lado y así —propone, girando a verme para saber si me agrada la idea. Elevo un hombro como respuesta, quitándole seriedad al asunto.
—Ay, ¿me están adoptando? —pregunta Nath a modo de broma, a la vez que le corresponde el abrazo a Kate—. ¿Es como esos casos en donde la pareja de amigos adopta a su amiga soltera?
—Y por el tamaño, seguro la gente cree que eres nuestra hermanita menor que llevamos por un helado —bromeo, haciendo que suelte un jadeo y abra la boca formando la cuarta vocal, sintiéndose totalmente ofendida mientras Kate aprieta sus labios para evitar reír.
Nath me lanza una mirada de reproche, cruzando los brazos mientras me dedica una expresión que claramente quiere parecer amenazante, aunque apenas logra arrancarme una sonrisa más amplia.
—¡Gael! ¿Me estás diciendo enana? —exclama, haciendo pucheros exagerados que solo la hacen parecer más adorable—. ¡No soy tan pequeña! Solo… Es que ustedes son gigantes. Tú con casi dos metros y ella…¿Tú cuánto es que mides? ¿Como cerca de, no lo sé, 1,80cm? —investiga con los ojos levemente entrecerrados. Kate asiente despacio, temerosa de molestarla aun cuando sabe que está bromeando. Miro a Kate con cierta sorpresa al ver como le miente a la pobre chica, porque ambos sabemos que no llega ni a los 1,72cm. Aun así, decido no decir nada—. ¡¿Ven?! Los altos son ustedes. No es culpa de mi poderoso 1,50cm.
—1,49 —corrijo, haciendo que se ofenda por decir su verdadera altura y río por lo bajo mientras ella me golpea en el brazo.
Kate no puede aguantar más y se suelta a reír, su risa contagiosa llenando el aire y relajando un poco la tensión que todos hemos estado sintiendo desde lo que pasó en el teatro. Verla tan despreocupada me hace sentir un poco más ligero también, y me uno a su risa, mientras Nath se une al juego, haciéndose la indignada.
—Está bien, hermanita —digo, con una sonrisa traviesa, usando esa palabra adrede y no por cariño como tal, mientras aprieto su mejilla—. Entonces, ¿qué quieren hacer? ¿Helado o adoptamos un perrito para completar la familia?
—¡Un perrito! —grita Nath, dando saltitos como si la idea realmente le encantara. Actuando como “hermana menor”—. Aunque dudo que me dejen tener uno en mi departamento…
Kate sacude la cabeza, todavía riendo, y se inclina hacia Nath para darle un abrazo más fuerte, casi aplastándola.
—Yo también quiero un perrito, pero dudo que mi mamá me deje tener uno —comenta Kate, haciendo un pequeño puchero que Nath imita—. Mejor salgamos a distraernos un rato. Después de lo que pasó hoy, todos necesitamos algo de aire fresco.
—Totalmente de acuerdo —añade Nath, recuperando el aliento mientras Kate la suelta—. Aunque, Gael, no sé si te mereces venir después de llamarme “hermanita menor” y no por cariño o porque me veas así, eh, sino para burlarte de mi estatura. Voy a tener que pensarlo…
—¡Por supuesto que es por cariño! ¿Por qué clase de amigo y hombre me tomas, Nathalia Grace Gomez? —me quejo, poniendo los ojos en blanco de manera exagerada, y ellas se ríen.
—Lo pensaré, lo pensaré —responde Nath, haciéndose la interesante—. Pero, si me invitan algo rico, tal vez les perdone.
Continuamos con nuestro camino hacia el estacionamiento y la conversación sigue fluyendo con naturalidad. El sol está comenzando a bajar, y la luz dorada de la tarde envuelve todo a nuestro alrededor, dándole un toque cálido al momento.
—Entonces, ¿dónde vamos? —pregunta Kate, mirando entre Nath y yo, con una expresión de entusiasmo en su rostro—. ¿Helado, café, o algo más?
Nath se detiene un segundo, llevándose un dedo a la barbilla en un gesto dramático de reflexión.
—Hmmm, pues... ya que me están adoptando y todo, creo que lo mejor sería ir a un lugar digno de esta nueva familia que hemos formado —dice, con una sonrisa pícara.
—Ah, claro, porque claramente necesitamos un lugar a la altura —respondo burlón, sonriendo de lado.
—Exacto —afirma Nath, asintiendo con seriedad, fingiendo no haber entendido mis palabras, aunque sé que no fue así porque me miró mal por unos segundos—. Pero, hablando en serio, ¿qué tal si vamos por un helado? Es lo más sencillo, y después de todo lo de hoy, un poco de azúcar no nos vendría mal.
—Helado suena perfecto —responde Kate, mirando a Nath con una sonrisa.
—Helado, entonces —confirmo, aceptando las llaves que Kate me ofrece de su “bebé”, para luego apretar el botón que quita la alarma y el seguro, antes de abrir la puerta para ella y escuchar a Nath murmurar un “ow” por lo bajo, haciendo a la pelirroja sonrojar—. Conozco un lugar que les va a encantar, queda a unas pocas cuadras de aquí.
Nos subimos al auto, y en pocos minutos estamos estacionados frente a una pequeña heladería con un ambiente acogedor. Es a donde suelo traer a Kate con frecuencias, porque de verdad que amo es heladería. Es uno de esos lugares que parece salido de otra época, con su fachada colorida y su letrero pintado a mano. Dentro, el aroma a galletas recién horneadas y el sonido de risas de otros clientes crean una atmósfera que nos hace olvidar el caos del día.
—¡Qué lugar tan lindo! —exclama Nath por lo bajo, para que solo nosotros la escuchemos, sus ojos brillando mientras mira los sabores de helado que se exhiben en el mostrador.
—Es uno de mis favoritos —digo con una sonrisa, disfrutando de su entusiasmo—. Tienen los mejores sabores, y además hacen sus propios conos de waffle.
Kate me lanza una mirada aprobatoria, como diciendo que la elección ha sido un acierto.
—Definitivamente vamos a tener que probar esos conos de waffle —añade Kate, mirando la vitrina con decisión, como si no lo hubiéramos hecho nosotros dos antes—. ¿Qué sabores recomiendan?
—El de pistacho es increíble —digo, señalando uno de los recipientes verdes—. Pero también tienen un sabor de frutos rojos que es una locura.
—Yo voy por chocolate y menta —declara Nath, ya prácticamente decidida mientras observa los helados.
Después de hacer nuestros pedidos, nos acomodamos en una mesa junto a una ventana, disfrutando de la vista de la calle y de la deliciosa sensación de un día que está terminando de manera mucho mejor de lo que comenzó.
Luego de unos treinta o cuarenta minutos, comiendo y riendo, hablando y mostrando, cualquier cosa que se nos pueda ocurrir en el momento, volvemos a quedarnos en silencio por varios segundos.
—Siento que no debería comer más helado por un buen rato —bromea Nath, mirando su pedazo de cono de waffle—, pero la verdad es que no me puedo resistir.
Kate se ríe suavemente mientras se limpia las manos con una servilleta de papel, sus mejillas todavía con un ligero toque rosado que me hace sonreír. A pesar de todo lo que pasó hoy, su energía siempre logra mantenernos en pie, incluso cuando las cosas se salen de control.
—Lo de hoy fue una locura —dice ella después de un rato, con un tono más serio—. Nunca pensé que María haría algo tan extremo.
—Ni yo —respondo, apoyándome en la silla y tomando un sorbo del licuado helado que me pedí después de haberme acabado el mío primero que ellas—. Pero ahora sabemos que es capaz de cualquier cosa. Tendremos que estar más atentos.
Nath asiente, pero no puede evitar sonreír mientras toma un bocado de su helado.
—Bueno, al menos ahora puedo decir que he sobrevivido a un atentado culinario —dice, y su comentario nos arranca una carcajada.
La conversación sigue fluyendo, ligera pero con pequeños momentos de reflexión. A medida que la noche avanza y los recipientes con helado se vacían, siento que el peso del día empieza a disiparse. Estar aquí con ellas, riendo y compartiendo, me hace darme cuenta de lo afortunado que soy de tener amigas como Nath y una maravillosa novia como Kate. A pesar de todos los altibajos, siempre encontramos una forma de apoyarnos mutuamente, incluso en medio del caos más absurdo.
—Deberíamos hacer esto más seguido —dice Nath, recostándose en su silla con una sonrisa satisfecha mientras palmea su abdomen, en una clara señal de lo llena que se siente—. Pero sin el drama de los brownies, claro.
—Definitivamente —respondo, asintiendo con la cabeza—. Solo nosotros, buen helado y cero ataques alérgicos o laxantes, por favor.
—Por cierto, ¿ya hicieron la evaluación para ingresar a la universidad? —pregunta Nath, lamiendo la cuchara de su helado, lo cual me hace sonreír.
—Sí —responde Kate por ambos, sonriendo feliz.
—Estoy sorprendida de que hayas logrado que este cabezotas quisiera ir a la universidad porque encontró algo que le gustaría estudiar —admite Nath, señalándome con la cuchara, haciendo que la mire con los ojos entrecerrados.
—Y no solo me ayudó a que quisiera ir a la universidad, también me ayudó a estudiar para el ingreso —comento, regañándola por no decir aquello, lo cual tiene mucho mérito.
—Si —dice Kate, frunciendo el ceño a modo de broma—. Y eso fue más difícil que convencerlo y encontrar algo que le pudiera gustar estudiar —se queja, haciéndonos reír a todos.
—No, en serio, eres genial —admito, mirándola como bobo enamorado.
—Son tan lindos juntos —comenta Nath, apoyando sus codos sobre la mesa y sostiene su rostro con las manos, mientras nos mira fascinada—. Cada vez que los miro, me hacen enamorarme del amor.
Kate y yo nos reímos por lo bajo, sintiéndonos un poco incómodos de ser el centro de atención de esta forma. La pelirroja a mi lado se apresura en aclararse la garganta.
—¿Y tu Nath? ¿Qué vas a hacer al terminar el instituto? —pregunta, cruzándose de piernas con elegancia mientras se acomoda mejor en el asiento en el que estamos.
—Quiero estudiar oceanografía —cuenta con ilusión y sonrío al ver sus ojos brillar con intensidad al hablar de la carrera de sus sueños—. Desde pequeña me ha gustado todo lo relacionado al océano, y cuando me enteré que podía estudiar eso aquí en Stenda, fue lo mejor para mí.
—¿En cuál de todas las ramas de la oceanografía te gustaría inmiscuirte más? —cuestiona Kate, viéndose realmente interesada.
—Biológica —responde Nath sin dudarlo, sonriendo sin poder ocultar su entusiasmo—. Hablando de eso, sabemos que este tonto estudiará desarrollo de videojuegos o algo así, ¿cierto? —pregunta, a lo que asiento con la cabeza, así que vuelve a ver a Kate—. ¿Y tú, fresita? Nunca te preguntamos, o por lo menos yo no, qué quisieras hacer o ser. —Frunzo el ceño a escucharla llamarla “fresita” y Nath solo sonríe con inocencia.
—La verdad es que no lo sé —admite, algo apenada—. Voy a estudiar comunicación y relaciones públicas. —Suspira, como si no tuviera otra opción.
—Sin ánimos de ofenderte ni nada, creí que de entre todos, eras la que más planeado su futuro tenía, ¿sabes? —dice Nath, riendo por lo bajo al confesar sus pensamientos. Kate sonríe de lado y asiente con la cabeza, como si escuchara esas palabras unas mil veces a día—. Supongo que por eso se llevan tan bien ustedes dos además de quererse mucho, es porque se entienden en ciertos aspectos de la vida.
—No, no, yo no encontraba nada que me gustara realmente —hablo, agarrando la mano de Kate—. En cambio ella no sabe qué le gusta más. —Ríe a mi lado, dándome la razón—. Quiere ser bailarina, escritora, docente, actriz, diseñadora de interiores, diseñadora de modas, modelo, abrir una cafetería librería, profesional en relaciones públicas, instructora de yoga, arquitecta, tener su propia estética y… Meteoróloga —digo, contando con mis dedos y recordando todas las charlas que hemos tenido al respecto, en donde ella en cada una me decía algo diferente que le gustaría ser.
—¿Memorizaste todo eso? —cuestiona Kate, realmente sorprendida de que lo haya hecho y asiento con la cabeza, sintiéndome un buen novio.
—Ah, entonces igual vas a estudiar algo que te interesa y no algo que te obligaron —habla Nath, haciendo que volvamos a prestarle atención.
Kate asiente, y por un momento, todos nos quedamos en silencio, disfrutando de la tranquilidad del momento. Afuera, la noche comienza a caer, y las luces de la ciudad parpadean a través de las ventanas de la heladería. No sé qué nos depara el futuro, ni cómo se resolverá todo lo que pasó hoy, pero al menos, por ahora, estamos bien. Y eso es lo único que importa.
Mientras seguimos conversando y disfrutando del ambiente acogedor que nos rodea, de repente los tres escuchamos el sonido de notificaciones simultáneas en nuestros teléfonos. Todos nos miramos con curiosidad antes de sacar los dispositivos al mismo tiempo.
Miro la pantalla y veo el nombre del nuevo grupo que Liam ha creado, lo cual me hace soltar una carcajada inmediata: "Escuadrón Alfa Buena Onda Maravillas Hombres Lobos Dinamitas". Definitivamente es muy fan de Shrek y lo acaba de comprobar, aun cuando cambio el orden de las palabras para sonar “original”.
—¿Pero qué...? —empieza Nath, riéndose mientras lee el nombre en voz alta—. Este tipo no tiene límites.
—¿Qué clase de nombre es ese? —añade Kate, negando con la cabeza, aunque no puede evitar sonreír.
Liam no tarda en enviar un mensaje:
LiBurro:
¡Hola, escuadrón! 🐺 Necesito que TODOS vengan a mi casa ahora mismo. Tengo algo súper, súper, sumamente importante que contarles. De verdad, no pueden faltar, ¡esto es de vida o muerte! 😱
Aquí está mi dirección: Surleman 4430
Kate y Nath se miran confusas, igual que yo. Nath ladea la cabeza, como si intentara adivinar qué podría ser tan importante.
—¿Vida o muerte? —pregunta Kate, levantando una ceja.
—Probablemente sea alguna locura suya —respondo con una sonrisa al pensar en mi mejor amigo—. Pero si nos llamó "escuadrón alfa buena onda maravilla hombres lobos dinamita", tiene que ser algo serio, ¿no?
—O algo completamente ridículo —añade Nath, riéndose.
—¿Creen que de verdad sea algo importante? —pregunta Kate, mirándonos a ambos como si tuviéramos una respuesta clara.
—Conociendo a Liam, podría ser cualquier cosa, desde "me corté el pelo" hasta "me voy a mudar a otro país" —responde Nath, dándole a entender que ni siquiera nosotros podemos tratar de adivinar lo que cruza por la cabecita de nuestro amigo.
—Well… ¿Qué hacemos? —pregunta Kate, mirando entre Nath y yo.
—Ya que estamos juntos y sin planes... —digo, encogiéndome de hombros—. ¿Vamos a ver qué tiene que decir? No podemos ignorar a nuestro líder alfa lobuno y no sé cuántas cosas más agregó al título, ¿verdad?
Kate y Nath asienten, y luego de pagar nuestras cosas, salimos del local y nos subimos al auto para dirigirnos a la casa de Liam, listos para lo que sea que haya planeado.
Al llegar a la casa de Liam, noto que su entrada hay dos autos conocidos. Los tres intercambiamos una mirada rápida mientras nos acercamos a la puerta, preguntándonos qué podría estar pasando. Cuando entramos, el ambiente ya se siente extraño, como si todos estuvieran esperando algo importante.
Nos dirigimos hacia el sótano de Liam, donde solíamos pasar el rato cuando éramos niños. Al bajar las escaleras, encontramos a Connor, Cinthia, Devra, Riley... y Kendall, quien, para mi sorpresa, ya había salido del hospital. A pesar de eso, su rostro todavía estaba pálido y tenía una expresión cansada.
Nos acercamos a ella inmediatamente, preocupados por su estado.
—¿Cómo estás, rubita? —pregunta Nath, agachándose para quedar a su altura, tratando de sonar despreocupada, aunque claramente todos notábamos que no estaba del todo bien.
Kendall nos mira con una sonrisa débil y se encoge de hombros.
—Bueno, ya no me hago caca encima, así que supongo que eso es algo —responde con una risa seca.
Ninguno de los presentes puede evitar reír, aunque su comentario todavía me hace sentir mal por ella. Debió haber sido horrible pasar por todo eso. Pero Kendall, siempre la fuerte, intenta mantenerse con buen humor.
—Eso ya es un avance, ¿no? —dice Kate, guiñándole un ojo, mientras nos sentamos juntos en un puff junto al resto del grupo.
Una vez que todos estamos reunidos y el ambiente parece estar en su lugar, Liam se aclara la garganta. Puedo notar que está un poco nervioso, lo cual no es típico de él. Se coloca junto a Riley, y veo cómo entrelaza sus dedos con los de ella de manera sutil pero significativa. Ese pequeño gesto nos hace a todos enderezarnos un poco en nuestros asientos.
—Bueno... —comienza Liam, soltando un suspiro mientras pasa la mirada por todos nosotros—. No sé muy bien cómo decir esto, y honestamente, no creo que haya una forma correcta de hacerlo, pero...
Hace una pausa, mirando a Riley, quien le da una pequeña sonrisa de aliento. Después de un segundo que parece durar una eternidad, Liam lo suelta todo.
—Riley y yo... estamos saliendo —dice, dejando que las palabras se cuelguen en el aire por un momento antes de que se asienten completamente.
El sótano queda en completo silencio. Todos nos quedamos congelados por un segundo, como si el tiempo se hubiera detenido. Lentamente, las expresiones de sorpresa comienzan a aparecer en las caras de todos los presentes.
—¿Qué? —pregunta Nathalia, rompiendo el silencio con una mezcla de sorpresa y emoción—. ¿En serio?
Liam asiente, claramente más nervioso de lo que hubiera esperado verlo.
—Sí, en serio —responde, mirando a Riley con una sonrisa pequeña pero sincera—. No queríamos ocultarlo más. Sabemos que puede ser un poco raro para todos, pero... esto es lo que sentimos, y queríamos compartirlo con ustedes.
Mientras el shock inicial comienza a disiparse, las reacciones empiezan a llegar. Cinthia suelta una risita sorprendida, mientras Devra se lleva las manos a la boca, claramente emocionada. Connor asiente lentamente, como si estuviera procesando la noticia, y Kendall, aún pálida pero con una chispa de humor en los ojos, levanta una ceja.
—Bueno, considerando cómo ha sido el día de hoy... esto casi parece normal en comparación —dice, con una media sonrisa que hace que todos se relajen un poco más.
Kate se gira hacia mí, su expresión sorprendida pero contenta.
—¿Lo veías venir? —me pregunta en voz baja y buscando algo en mi mirada, quizá algo que me delate, pero no encontrará nada.
Me encojo de hombros, aún procesando lo que Liam acaba de decir.
—No tenía ni idea... pero estoy muy feliz porque el sueño de su vida se le cumplió —comento, refiriéndome a los muchos años que Liam lleva enamorado de la China.
El ambiente comienza a llenarse de murmullos de sorpresa y felicitaciones, mientras todos procesamos esta nueva información. Aunque la sorpresa es grande, hay una sensación cálida en el aire. Es raro, sí, pero también bonito ver a Liam y Riley juntos, apoyándose mutuamente.
Kate y yo nos unimos a los demás para felicitarlos, y aunque aún estoy un poco sorprendido, me alegra ver a Liam feliz. Parece que, a pesar de lo extraño del día, hay algo positivo que celebrar después de todo.
Justo cuando todos empezamos a relajarnos y a preguntar detalles a Liam y Riley por su relación, Liam levanta una mano, pidiendo un poco de silencio. Su expresión se vuelve un poco más seria, aunque sigue habiendo un atisbo de nerviosismo en sus ojos.
—Esperen, esperen —dice, haciendo que las conversaciones se detengan y todas las miradas vuelvan a él—. Lo de que estamos saliendo era solo la noticia pantalla.
El grupo queda en silencio, todos expectantes, intentando adivinar qué podría ser más impactante que lo que acabamos de escuchar. Liam toma un profundo respiro y mira a Riley antes de hablar.
—La verdadera noticia es que… van a ser tíos. Es decir, Riley y yo vamos a ser papás.
Con esas palabras, Liam saca un cuadro que tenía escondido detrás de un cojín del sofá. Dentro del marco, hay una imagen en blanco y negro: una radiografía de un bebé. Un ultrasonido. El silencio que sigue a esa revelación es abrumador. Nadie dice nada, y puedo ver cómo las caras de todos pasan de la sorpresa inicial a un shock absoluto.
Kendall, aún pálida y recuperándose de su propio día caótico, es la primera en reaccionar.
—¿Lo pensaron bien? —pregunta, su tono una mezcla de preocupación y sorpresa—. ¿De verdad quieren tenerlo?
Liam y Riley se miran, y aunque hay nerviosismo, también hay una certeza en sus ojos. Liam asiente lentamente, mientras Riley se aprieta más cerca de él, ambos claramente comprometidos con su decisión.
—Sí —responde Liam con firmeza—. Lo hemos pensado mucho, lo hemos hablado con nuestros padres, hemos sido regañados y pasamos por muchas emociones en pocas horas con ellos y sí, aun así lo queremos. Sabemos que no será fácil, pero estamos listos para afrontarlo juntos.
Las palabras de Liam parecen liberar la tensión en la sala, y de repente todos empiezan a reaccionar. Nathalia es la primera en levantarse y acercarse a ellos, abrazándolos emocionada. Cinthia y Devra siguen su ejemplo, y pronto todo el grupo se reúne alrededor de Liam y Riley, felicitándolos con sonrisas y algunos con una que otra lágrima en los ojos.
Menos yo.
Me mantengo a un lado, observando la escena sin poder moverme. Siento como si un peso enorme se hubiera asentado en mi pecho, aplastando cualquier posible sentimiento de alegría o emoción por mi amigo. En su lugar, una mezcla de emociones me invade, y ninguna de ellas es positiva.
Veo a Liam sonriendo, sus ojos brillando con una felicidad que rara vez le he visto. Pero en vez de contagiarme de esa alegría, siento una punzada de algo amargo que me quema por dentro. El recuerdo de mi propia madre, de cómo me dejó en aquel orfanato a los cinco años, vuelve a surgir, golpeándome con fuerza. Ella también era joven, apenas una adolescente, y no pudo con la responsabilidad. No pudo con todo lo que significaba ser madre.
Y ahora, ver a mis mejores amigos en la misma situación... No puedo evitar pensar que están cometiendo un error. Que no saben en lo que se están metiendo. La vida no es un cuento de hadas, y la realidad de ser padre, especialmente a su edad, no es ni por cerca como jugar a la casita de niños, es mucho más dura de lo que se imaginan.
Kate, que estaba abrazando a Riley, se da cuenta de que no me he movido. Se gira hacia mí, su expresión cambiando a una de preocupación al ver mi rostro.
—Gael... —murmura, acercándose lentamente—. Are you okay?
No sé cómo responderle. Las palabras se me atoran en la garganta, y por un momento solo puedo mirar a todos celebrando, sintiéndome completamente desconectado de lo que está sucediendo.
Balbuceo algo que ni siquiera estoy seguro de creer.
—Sí... solo necesito un momento.
Kate me mira fijamente, sabiendo que algo no está bien, pero al final asiente y me deja solo. Me muevo hacia un rincón del sótano, intentando procesar lo que siento, pero es como si una nube oscura se hubiera asentado sobre mí. No puedo encontrar la alegría que todos los demás parecen sentir. Solo siento miedo por Liam, por Riley... y por ese niño que está en camino.
Porque si algo aprendí de mi propia vida, es que no todos los finales son felices. Y temo que Liam y Riley estén a punto de descubrirlo de la manera más difícil.
Mientras estoy en mi rincón, viendo cómo todos los demás celebran la noticia de Liam y Riley, escucho pasos acercándose. Levanto la cabeza y veo a Liam parado frente a mí, con una sonrisa aún en el rostro, pero hay una sombra de preocupación en sus ojos.
—Oye, ¿no piensas saludarme? —pregunta con un tono que intenta ser ligero, pero noto la tensión en su voz.
Siento la mirada de Kate en mí, y el peso de las expectativas de todos en la sala empieza a presionarme. Podría simplemente fingir una sonrisa y felicitarlo, pero no puedo. Hay algo dentro de mí que no me lo permite. Así que en lugar de fingir, dejo que salga lo que realmente estoy pensando.
—¿Están realmente seguros de esta decisión? —pregunto, mi voz más fría de lo que pretendía. Mis palabras hacen que la sonrisa de Liam se desvanezca lentamente.
Liam frunce el ceño, claramente confundido por mi reacción.
—Sí, estamos seguros. ¿Por qué tienes esa cara? —responde, su tono ahora más defensivo.
Tomo un respiro profundo, sintiendo cómo la frustración y el miedo dentro de mí crecen más y más. No puedo contenerlo.
—Porque, Liam... —digo, tratando de mantener la calma, pero fallando—. Tener un hijo no es un juego. No es algo de lo que puedas deshacerte si las cosas se complican. ¿Has pensado en lo difícil que va a ser? ¿En lo que realmente significa ser padre a nuestra edad?
Liam me mira como si no pudiera creer lo que estoy diciendo. Y honestamente, ni siquiera yo estoy seguro de cómo llegamos a este punto.
—Por supuesto que lo hemos pensado, Gael —me responde, con una mezcla de enfado y decepción en su voz—. No somos idiotas. Sabemos que no va a ser fácil, pero también sabemos que queremos hacerlo. No puedes esperar que todos vivan sus vidas según tus miedos.
Mis manos se tensan a los costados, y noto que mi mandíbula también se aprieta. Sus palabras me atraviesan como una puñalada, removiendo recuerdos que preferiría olvidar.
—No es solo por miedo, Liam —respondo, elevando un poco la voz—. Es la realidad. ¿Qué pasa si no pueden con todo? ¿Qué pasa si las cosas se complican? ¿Han pensado en lo que cuesta mantener a un niño? ¿Qué harán con sus estudios? ¿Hasta cuándo creen que sus papás los mantendrán a los tres?
La tensión en la sala se vuelve casi palpable cuando Liam da un paso hacia mí, su mirada intensa y llena de rabia. No puedo recordar la última vez que lo vi tan enojado y mucho menos conmigo, y por un segundo, siento una punzada de arrepentimiento. Pero es una sensación fugaz, que desaparece rápidamente, aplastada por mi propia frustración.
—¿Qué pasa contigo, Gael? —cuestiona Liam, su voz vibrando con una mezcla de incredulidad y enojo—. Sabía que te costaría entenderlo, pero no pensé que me lo harías tan difícil. Pensé que, siendo mi mejor amigo, podrías al menos intentar estar contento por nosotros. Pero en lugar de eso, solo estás enfocándote en lo negativo, en los "qué pasaría si" como si solo existieran los peores escenarios.
La mirada de todos en la sala ahora está fija en nosotros, creando una atmósfera cargada y densa. Veo a Kate dar un paso adelante, queriendo intervenir, pero se detiene cuando Liam vuelve a hablar.
—No estamos entrando en esto a ciegas —continúa, su tono más firme, pero con una pizca de dolor—. Sabemos que será difícil, pero hemos tomado la decisión juntos. No es algo impulsivo ni un capricho. Es lo que queremos. Y sí, hemos considerado los desafíos, pero eso no nos detendrá.
Sus palabras deberían calmarme, deberían hacer que me retracte y los apoye como un buen amigo haría, pero en lugar de eso, me siento más atrapado por mis propias emociones. La imagen de mi madre dejando a un niño de cinco años en la puerta de un orfanato aparece en mi mente, porque la vida ha sido más dura de lo que ella llegó a creer que sería a su edad y con un hijo, y por alguna razón es como si esa vieja herida se abriera de nuevo, sangrando todo el dolor y la rabia que he acumulado durante años.
—Lo dices ahora, Liam, porque aún no entiendes lo que significa de verdad. No es solo un desafío. Es una responsabilidad de por vida —replico, mi voz cargada de amargura—. ¿Qué harás si las cosas se ponen feas? ¿Si empiezan a pelear? ¿Si Riley o tú sienten que no pueden más? ¿Vas a abandonarlo, como muchos lo hacen? ¿Vas a dejar que sufra por tus decisiones?
Liam se detiene, su expresión se endurece y sus manos se cierran en puños. Por un momento, pienso que va a golpearme, pero en lugar de eso, sacude la cabeza lentamente, como si no pudiera creer lo que está escuchando.
—No somos tu mamá, Gael —me suelta de repente, con las palabras cayendo como una bomba entre nosotros.
La habitación entera parece congelarse. El aire se vuelve espeso y siento un nudo enorme en la garganta. Me quedo sin palabras, impactado por lo que acaba de decir. Liam nunca había mencionado mi pasado de esa manera, y escuchar esas palabras salir de su boca me deja sin aliento.
—Liam... —murmura Kate, tratando de intervenir, pero Liam levanta una mano hacia ella, sin apartar la mirada de mí.
—Mira, Gael —continúa, su tono ahora más firme—. No puedes proyectar lo que te pasó a ti sobre nosotros. No todos van a abandonar a su hijo. Riley y yo vamos a ser buenos padres, y no voy a dejar que tus miedos nos detengan. —Su tono es duro, pero puedo ver que también está dolido. Nos conocemos desde hace años, y sé que lo que acaba de decir le costó, pero lo dijo porque siente que estoy atacando su decisión—. No vamos a abandonar a nuestro hijo o hija, porque eso es lo que tú crees que va a pasar. Me duele que pienses así, que no confíes en mí lo suficiente como para saber que voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para ser un buen padre. Porque eso es lo que haré, porque esa es la clase de persona que soy. Y si no puedes verlo, entonces tal vez no me conoces tanto como creías.
Esas palabras, dichas con tanta firmeza y determinación, me dejan sin aliento. El silencio que sigue es pesado, cada segundo se siente como una eternidad. Sé que he cruzado una línea, pero no sé cómo retroceder.
Kate se acerca, su mano suave se posa en mi brazo, pero no me da consuelo. Solo me recuerda que estoy solo en esto, atrapado en mi propia tormenta emocional mientras todos los demás han decidido seguir adelante, apoyando a Liam y Riley.
—Gael... —susurra Kate, su voz intentando romper el hielo entre nosotros—. Por favor, no hagas esto más difícil de lo que ya es.
Miro a Kate, a los demás, y finalmente a Liam, que aún me mira con una mezcla de tristeza y decepción. Mis labios se mueven para decir algo, pero ninguna palabra sale. Todo lo que puedo hacer es apartar la mirada, sintiendo cómo la distancia entre nosotros se hace más grande, más insalvable.
—Sabes que no se trata de eso —respondo luego de unos segundos en silencio, con la voz rota por la rabia contenida—. Pero tampoco puedes simplemente ignorar la realidad. Esto no es algo que puedas hacer sin más. No estás listo. Ninguno de ustedes lo está.
Liam me mira durante unos segundos que parecen eternos, y finalmente sacude la cabeza, decepcionado.
—Lo repito: pensé que intentarías, como mínimo, entenderme porque me conoces, Gael —dice, con un tono que suena casi a despedida—. Pero parece que estabas equivocado.
Liam se da la vuelta y regresa hacia Riley, su rostro marcado por una mezcla de dolor y determinación, mientras entrelaza sus dedos con los de ella, como si necesitara valor y solo Riley pudiera brindárselo. Su tono es más calmado pero firme cuando vuelve a dirigirse a mí.
—Mira, Gael —dice, con una serenidad tensa en su voz—. Nuestro hijo o hija será el ser más amado del planeta Tierra por nosotros, sus padres. Y de corazón espero que también pueda serlo por ti. Pero, si ese no será el caso, te invito a irte de mi casa, por favor.
Las palabras de Liam golpean como un martillo, su tono claro y sin margen para discusiones. Me quedo parado, procesando su declaración, sintiendo cómo cada palabra resuena en mi mente.
—¿Eso es todo? —pregunto, tratando de mantener la calma mientras la tensión en la habitación aumenta—. ¿Me estás echando de tu casa?
Liam asiente lentamente, sin apartar la vista de mí.
—Sí. Creo que es lo mejor —responde, su voz firme aunque su expresión es dolorosa—. No puedo forzarte a ser parte de esto si no puedes aceptar nuestra decisión. Pero tampoco puedo quedarme aquí y fingir que todo está bien.
Una mezcla de emociones burbujea dentro de mí: dolor, culpa, rabia. Me doy cuenta de que la confrontación ha escalado más allá de lo que había imaginado, y una posible ruptura en nuestra relación se siente más real que nunca.
—Está bien —digo finalmente, tratando de mantener la voz lo más neutral posible—. Me voy.
Miro a Kate, como si esperara que decidiera irse conmigo, pero todo lo que ella hace es morderse el labio superior y bajar la vista, sintiéndose apenada, a la vez que sostiene con fuerza la otra mano de Riley.
Asiento con la cabeza con rendición y miro a todos nuestros amigos. Me doy la vuelta y camino hacia las escaleras, cada paso pesado, como si estuviera caminando a través de lodo espeso. Siento las miradas de todos en mi espalda, pero no puedo darme la vuelta. No puedo enfrentarme a lo que he provocado.
Mientras subo las escaleras y salgo de la casa de Liam, una sensación de pérdida se apodera de mí.
Cuando llego a casa, el ambiente es silencioso, casi inquietante. Miro alrededor y noto que no hay señales de mi mamá. Probablemente esté trabajando un turno nocturno o simplemente no ha regresado aún. El único sonido que rompe el silencio es la televisión en la sala, donde Dustin está tumbado en el sofá, con un control de videojuegos en la mano y una bolsa de papas a medio comer al lado.
—Vaya, ¿te viste al espejo y te diste cuenta lo feo que eres o por qué esa cara de desolación? —dice Dustin en tono burlón, ni siquiera levantando la vista de la pantalla.
Normalmente, le respondería con algo sarcástico, lanzándole una almohada o molestándolo de vuelta. Pero hoy, simplemente no tengo las energías para seguirle el juego. Lo que pasó con Liam me dejó agotado, y mi mente sigue dándole vueltas a la conversación. Me detengo por un segundo en el marco de la puerta, sintiendo cómo la rabia y la frustración se mezclan con la tristeza.
—No estoy de humor para tus tonterías, Dustin —respondo con un tono más seco de lo que pretendía.
Mi respuesta lo sorprende, y finalmente aparta la vista de la pantalla. Me mira por un momento, notando que no es mi típico sarcasmo o irritación pasajera. Baja el control y se sienta más erguido, su expresión burlona desvaneciéndose al ver mi rostro cansado y tenso.
—Hey, tranquilo, solo estaba bromeando... —dice, su tono mucho más suave ahora. Lo miro un segundo antes de sacudirme el malestar y caminar hacia la cocina.
—Lo siento —respondo, aunque no estoy seguro de si lo digo por haber sido brusco con él o por algo más. Simplemente me siento agotado.
Abro la nevera, buscando algo que me distraiga, pero nada me llama la atención. Cierro la puerta con más fuerza de la que pretendía, el ruido resonando por la cocina vacía.
Dustin aparece en la puerta, mirándome con una mezcla de preocupación y cautela. Aunque su actitud habitual es la de un adolescente despreocupado, sé que tiene buen instinto para saber cuando algo está mal.
—¿Qué pasó? —pregunta, cruzando los brazos—. ¿Es por papá? Con eso de que pasaste la noche en su departamento… ¿O algo con Kate?
—No, nada de eso —respondo con un suspiro, recostándome contra la encimera—. Solo… cosas con Liam.
Dustin asiente, aunque no entiende del todo, y se queda en silencio un rato, como si intentara descifrar qué más decir. No es que hablemos mucho de cosas profundas, pero de alguna manera siempre está ahí cuando lo necesito, incluso cuando no sé cómo pedirlo.
—Bueno… —comienza, con su tono habitual pero menos burlón—. ¿Quieres hablar o prefieres quedarte solo con tu cara de "todo apesta"?
Lo miro y su intento de alivianar la situación me saca una pequeña sonrisa, aunque no dura mucho.
—No lo sé —murmuro, pasándome una mano por el rostro—. Solo estoy cansado de todo. Cansado de las complicaciones.
Asiente de nuevo, como si entendiera exactamente lo que estoy sintiendo, aunque dudo que sea así.
—Escucha, hermano —dice después de un momento—, no soy bueno con este tipo de charlas, pero... si necesitas distraerte o lo que sea, estoy aquí. Aunque sea para apalearme en algún videojuego, ya sabes.
La oferta, aunque simple, se siente extrañamente reconfortante. Al final del día, siempre es mejor tener a alguien con quien pasar el tiempo, incluso si no puedes desahogar todas las cosas que te pesan.
—Gracias, pulga —respondo con un suspiro, empujando la frustración a un rincón de mi mente por ahora—. Tal vez luego.
Me dirijo hacia mi habitación, intentando dejar atrás la pelea con Liam y todo lo que esa conversación ha removido en mí. Mientras cierro la puerta detrás de mí, no puedo evitar sentirme abrumado por una sensación de vacío. Pero al menos, sé que Dustin está ahí afuera, dispuesto a hacerme compañía si lo necesito.
Eso es más de lo que puedo decir de muchas otras personas en este momento.
Estoy tumbado en la cama, con un brazo cubriendo mis ojos, tratando de apagar el ruido en mi cabeza. Todo lo que pasó con Liam me sigue dando vueltas. Me cuesta digerirlo, pero sé que tengo que calmarme antes de pensar en qué hacer o decir después.
De repente, escucho el chirrido suave de la puerta de mi habitación abriéndose. Sin moverme, dejo caer el brazo a un lado y veo a Dustin asomándose con una expresión de curiosidad inconfundible en su rostro.
—Perdón, intenté darte tu privacidad y tiempo —dice en voz baja, como si realmente hubiera intentado mantenerse al margen—, pero la curiosidad puede más conmigo. ¿Qué pasó con Liam? Jamás te había escuchado suspirar así y que tus palabras sean su nombre.
Dustin puede ser un poco fastidioso a veces, pero es observador y, más importante aún, parece que realmente le importa. Su curiosidad ahora no es solo eso; está preocupado por mí, aunque lo enmascare con su tono ligero.
Me enderezo un poco en la cama, apoyando la espalda en la cabecera y suspirando nuevamente. Esta vez es más un intento de organizar mis pensamientos que de liberar frustración.
—Es complicado, pulga —empiezo, sin saber por dónde empezar realmente—. Liam y Riley... están esperando un bebé.
Se queda boquiabierto por un segundo, sin esperarse para nada esa noticia. Su reacción inmediata me hace esbozar una sonrisa cansada, pero él se recupera rápidamente.
—¿Un bebé? —repite, como si la palabra no tuviera sentido en este contexto—. Vaya, eso sí es... grande. Pero, ¿por qué te molesta tanto?
Lo miro, tratando de articular lo que siento, pero es difícil explicarle algo que ni siquiera tengo claro. Dejo escapar un largo suspiro, dejando salir parte de la frustración que aún siento.
—No es solo eso... —digo lentamente—. Es que no puedo dejar de pensar en lo mal que pueden salir las cosas. Se están lanzando a algo enorme, y no estoy seguro de que lo hayan pensado bien. Tienen dieciocho años, Dust. ¿Sabes lo difícil que es criar a un niño cuando apenas sabes qué hacer con tu propia vida?
Se queda en silencio, escuchándome atentamente, lo que es raro en él. Se cruza de brazos y parece pensativo por un momento antes de responder.
—Entiendo lo que dices... pero, ¿por qué te afecta tanto? No me malinterpretes, pero no pareces solo preocupado. Pareces enojado.
Sus palabras me golpean como una verdad que no quiero admitir. Tiene razón. No es solo preocupación; estoy enojado. Enojado porque siento que Liam está cometiendo el mismo error que arruinó mi vida antes de que siquiera tuviera oportunidad de empezar.
—Es que... —empiezo, tragando saliva, intentando poner en palabras lo que siento—. Mireya, la señora que me trajo a este mundo, me tuvo joven. No pudo con la responsabilidad, y ya sabes lo que pasó después. No quiero que eso le pase a Liam. No quiero que ese bebé crezca sintiendo lo que yo sentí.
Dustin asiente, entendiendo finalmente. Su expresión se suaviza y, aunque no es un experto en ofrecer consuelo, sé que sus palabras vienen de un buen lugar.
—Pero, Gael, no todos los padres jóvenes son como esa señora. Puede que Liam y Riley lo hagan bien. Quizá este bebé no termine como tú temes. Y entiendo que tengas miedo, pero... Liam es tu amigo. Y creo que te necesita ahora más que nunca, porque aunque si se peleó contigo demostrando que realmente quiere tener a ese bebé, no quita que quizá esté asustado hasta el culo y solo necesite apoyo.
Miro a mi hermano, sorprendido por su madurez. Quizá tiene razón. Quizá no todos los embarazos adolescentes tienen que acabar como el mío. Pero el miedo sigue ahí, persistente, y no puedo simplemente apagarlo.
—Lo sé... —murmuro, aunque mis dudas no desaparecen—. Solo... no sé cómo manejarlo.
Dustin me da una leve palmada en el hombro antes de levantarse.
—No tienes que resolverlo todo de golpe, hermano. Solo... piensa bien en lo que vas a hacer después.
Ambos nos quedamos en silencio, yo sumido en mis pensamientos y él ni idea, capaz procesando todo. Me mira con una mezcla de curiosidad y preocupación.
—Oye —dice llamando mi atención, haciendo que vuelva a verlo—, ¿todo este enojo y sorpresa por lo de Liam tiene algo que ver con que hace dos días viste a esa señora? —Frunzo el ceño confundido por sus palabras, entonces añade—: A Mireya o como sea que hayas dicho que se llama.
Mi corazón se detiene un momento ante la mención de mi madre biológica. Lo miro, sorprendido.
—¿Cómo sabes eso? —pregunto, con la voz cargada de asombro.
Se encoge de hombros, su expresión mezcla de culpa y sinceridad.
—Escuché a mamá hablar por teléfono con papá. Él le contaba un poco de lo que pasó contigo y cómo te había visto tan afectado. Mamá estaba preocupada por ti y por lo que podrías estar sintiendo.
Mi mente se tambalea ante la revelación. No había pensado que mi reacción podría estar relacionada con el hecho de que vi a Mireya. Me enderezo, procesando lo que Dustin acaba de decir.
—¿Así que lo sabías todo el tiempo? —pregunto, tratando de comprender cómo algo que parecía tan personal ha llegado a este punto.
Dustin asiente, su mirada de culpa no se aparta de su rostro.
—Sí, lo sabía. Y lo siento si invadí tu privacidad, pero te vi tan perturbado cuando llegaste… —Suspira, negando con la cabeza—. Me preocupé de que quizás algo estaba mal, y al escuchar la conversación de mamá con papá, entendí que podría estar relacionado con lo que sentías ahora.
Muevo la cabeza, sintiendo una mezcla de enojo y resignación. La conexión entre mi reacción y la reciente aparición de Mireya me hace darme cuenta de que mi angustia actual tiene raíces más profundas de lo que pensaba.
—Es que, cuando vi a Mireya —digo finalmente, con la voz más quebrada—, me recordó todo lo que perdí y cómo eso afectó mi vida. Ver a Liam y Riley en una situación similar me hace sentir como si todo estuviera volviendo a suceder, pero en un ciclo que no puedo controlar.
Se muerde el labio superior, antes de decidir acostarse a mi lado a la vez que agarra un pequeño balón de plástico para comenzar a tirarlo al aire, indicándome que juguemos, tratando de ofrecerme algún tipo de consuelo. Sonrío con pesar, antes de acomodarme nuevamente sobre la cama, a su lado, y aceptar jugar.
—Lo entiendo, hermano —dice, concentrado en no dejar caer el balón—. Es difícil ver que otros puedan estar en una situación que tú viviste y temer que cometan los mismos errores. Pero también tienes que recordar que no todas las historias son iguales. Liam y Riley tienen sus propias circunstancias y, aunque tú no puedas cambiar lo que pasó con la señora, puedes estar allí para apoyar a tus amigos, incluso si tienes miedo.
Asiento lentamente, dándome cuenta de que Dustin tiene razón. Aunque la experiencia de mi madre dejó cicatrices profundas, no significa que todas las historias de jóvenes enfrentando la paternidad tengan que terminar igual.
—Gracias, Dustin —digo con sinceridad, sintiendo un poco de alivio—. Creo que necesitaba escuchar eso.
—De nada. Solo recuerda que, aunque no podemos cambiar el pasado, podemos aprender de él y tratar de ser mejores. Y eso incluye cómo enfrentamos las cosas ahora.
Volvemos al silencio sepulcral. Lo único que se escucha son nuestras respiraciones y el sonido que hacemos al atrapar la pelota. Aun así, se siente tenso el ambiente por alguna razón.
—Ay por el amor a Dios, ¿de verdad me vas a hacer preguntarte?—dice, mirándome con curiosidad, logrando confundirme—. ¿No piensas contarme bien el chisme de que viste de nuevo a esa señora?
Resoplo y sacudo la cabeza, pero al mismo tiempo me siento un poco aliviado. Dustin siempre tiene una manera de hacer que las cosas serias se sientan más ligeras, como si estuviera ahí para recordar que no todo tiene que ser tan pesado todo el tiempo.
—Está bien —digo, dándole una pequeña sonrisa—. Si tanto te interesa... Me crucé con ella en el parque hace unos días. No fue algo planeado, simplemente sucedió. La reconocí de inmediato, aunque han pasado años. Le di cinco minutos para hablar, para intentar resolver algunas dudas que tenía... pero la verdad es que no fue mucho lo que pude sacar de esa conversación.
Dustin me mira con una expresión intrigada mientras me acomodo en la cama, sintiendo cómo la tensión en mi pecho comienza a disminuir un poco al hablar de ello.
—¿Y entonces qué pasó? —me apura Dustin, impaciente, volviendo a lanzar la pelotita al aire.
—Bueno... —continúo, recordando la conversación—. Después de lo típico, disculpas y explicaciones vagas, me soltó que tengo un hermano. Se llama Tarek y tiene doce años. Dijo que quiere que lo conozca. Que le gustaría que nos viéramos... pero, la verdad, no sé si estoy preparado para eso. No sé si quiero tener trato con él.
Me observa por un momento, evaluando mis palabras antes de responder. Hay una mezcla de sorpresa y algo más en sus ojos, algo que reconozco como celos, pero también lo que parece ser una genuina preocupación.
—Tarek, ¿eh? —dice finalmente, como si estuviera probando el nombre en sus labios—. Mira, con todos los celos y envidia del mundo, te lo digo... dale una oportunidad y conócelo. No sé cómo será él, pero... no hay nada mejor en el mundo que ser tu hermano. Te lo digo en serio.
Las palabras de Dustin me tocan más de lo que me gustaría admitir. Sé que hemos tenido nuestras diferencias, como cualquier par de hermanos, pero él ha estado conmigo desde que llegó a esta familia.
—Dustin... —susurro, realmente afectado por lo que ha dicho, reteniendo el balón por unos segundos—. ¿En serio crees eso?
Él asiente con una sonrisa tímida, pero genuina.
—Mira, soy un pesado, lo sé, y siempre estamos molestándonos, pero la verdad es que eres una de las personas más importantes en mi vida. No importa lo que haya pasado con esa señora, pero si puedes darle una oportunidad a Tarek, no la desperdicies, puede que descubras que tener otro hermano, aunque menos cool que yo, no es algo malo.
Sonrío ante lo último dicho, más sin embargo me quedo en silencio por un momento, dejando que sus palabras se asienten en mi mente. ¿Podría darle una oportunidad a este Tarek? ¿Podría dejar a un lado mi resentimiento por lo que pasó con Mireya y abrirme a la posibilidad de conocer a este hermano que nunca supe que tenía?
—Gracias, Dustin —digo finalmente, con sinceridad—. Quizás lo piense.
Dustin sonríe y me da un ligero golpe en el hombro antes de quitarme el balón de entre las manos.
—Hazlo. Y si Tarek resulta ser un pesado como yo, bueno, siempre puedo darle algunos consejos para que te moleste adecuadamente.
Me río un poco mientras seguimos jugando, y por primera vez en todo el día, siento que algo se ha aligerado en mi interior.
💋💋💋💋💋💋💋💋
Hola, holaaaaa. Como están, pimpollitos?
Qué? Creían que no volvería? Jijiji imposible, mailob, he vuelto para quedarme (ahre no, no me crean, a veces miento como hombre😭)
So, qué les pareció el cap? 🥺
Ya nuestros niños hablan sobre ir a la universidad, Dios mío, no estoy lista para dejarlos ir. Ayuda.
Quien leyó Mala suerte para defender a la pobre María? Alguien noble que diga "ella no es una chica mala, solo quiere ser ella misma"? Ajhsdajhdajsd
Liam y Gael peeleeaadooooss??? OMG. Igual, aquí, quién creen que tiene más razón? Liam o Gael?
Yo soy #TeamRyK porque ambas se callaron y piensan llevarse a la tumba el secreto de que fueron a una clínica para abortar JAHDJAHSDJA
En fin, los amo, tomtos🫂❤️🩹
XOXO, bitches💋
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