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036.

✨GAEL✨

TRES HORAS ANTES

Suelto un suspiro al leer el mensaje de Kate, diciéndome que no puede. Supongo que estará ocupada y ahora no puede hablar, porque ese mensaje fue bastante corto. La verdad es que leer eso sí me desanimó bastante, puesto que casi no nos hemos visto hoy.

Mi celular vuelve a vibrar y entro nuevamente a nuestro chat, para terminar sonriendo al ver que me puso que mañana tendrá el día libre y completamente para mí.

Decido no responderle, porque sé que cuando se desocupe de lo que sea que esté haciendo, me hablará con más naturalidad y, quizá, me cuente sobre su día.

Tuve que venir a ver una cosa para mi mamá al centro comercia y pasé por el área del cine, hay una película en cartelera que me parece interesante y me dieron ganas de verla con Kate, por eso es que la invité. Pero supongo que podremos verla mañana.

Veo gente ir y venir mientras camino tranquilo de regreso a mi casa desde el centro comercial, disfrutando del trayecto. Veo a chicos salir de una cafetería riendo y, por alguna razón, eso me hace sonreír. Sé que probablemente tengamos la misma edad o cercana, debido a que ellos tienen un uniforme escolar, pero por alguna razón verlos me da nostalgia.

Siento nostalgia al pensar que este es mi ultimo año de preparatoria, y que luego de esto, nada volverá a sentirse igual, o eso es lo que repiten los adultos hasta el cansancio y con varios suspiros llenos de recuerdos que desearían revivir.

Sin darme cuenta, me encuentro suspirando al verlos bromear y reír muy ajenos al mundo que los rodea, y eso me hace darme cuenta de lo mucho que deseo lograr que este año sea mío. Brillar. Así lograré sonreír como esos adultos al pensar en estos tiempos, con cierta nostalgia pero feliz de haber vivido una buena adolescencia, sin sentir que fue una total perdida de mi vida.

Cierro los ojos y sonrío mientras inclino un poco la cabeza, para sentir los últimos rayos de sol sobre mi cara, haciéndome sentir vivo. A pasar de todo lo que esta ocurriendo en mi vida, me gusta disfrutar de estos pequeños placeres que me recuerdan que la vida esta para eso, disfrutarla todo lo posible.

—¿Gael?

Abro los ojos de golpe y mi sonrisa se borra hasta que mis labios forman una fina línea. Me quedo inmóvil por varios segundos, tratando de decirme a  mi mismo que esa voz es un mal sueño y ya. Pero entonces su aroma ingresa por mis fosas nasales, advirtiéndome que no es así.

Giro sobre mis talonee con una lentitud dolorosa, para terminar encontrándome con esos rizos abultados de color castaño, aunque con la luz del sol parecieran bañados de oro o algo parecido, su lunar cerca del ojo derecho y esos ojos únicos y raros debido a su heterocromía.

La ultima vez que la vi fue hace casi tres años, tenia el cabello mas largo, reía a carcajadas en un parque familiar y vestía un elegante traje de oficinista. Hoy trae el cabello corto hasta los hombros, tiene una expresión indescifrable, pequeñas arrugas a los lados de sus ojos como mí mamá y un traje parecido al de aquella vez, pero ahora es de color azul intenso.
 
La miro sin saber que decir, hacer o reaccionar. Todo lo que puedo hacer es tragar saliva en seco, lo cual estoy seguro que se escuchó.

Inhalo hondo y con la poca fuerza que siento que me queda en el cuerpo, vuelvo a girar sobre mis talones y comienzo a caminar lejos de esa señora.

—Espera, por favor —pide, agarrando mi mano con cautela y debo cerrar los ojos al sentir como su tacto quema.

Me suelto de su agarre con cuidado de no lastimarla, mas sin embargo no giro a verla.

—No tengo nada que decirle, disculpe.

Planeo continuar con mi camino, pero vuelve a hablar, interrumpiendo mi huida.

—Pero yo sí tengo mucho por decir —asegura, haciendo que me detenga en seco, luchando contra mi propio cuerpo, rogándole porque se mantenga fuerte y de pie, puesto que puedo sentir como tiemblan mis rodillas—. Por empezar, quisiera disculparme.

Bajo la mirada al suelo y debo inhalar hondo al sentir de repente como si me quedara sin aire. Cierro mis ojos con fuerza, rogándole a Dios o a quien sea que pueda ayudarme en estos momentos.

—¿Por qué te disculpas con exactitud? —pregunto, armándome de valor para volver a verla y así hacerle frente—. ¿Por abandonarme? ¿Por decirme que te esperara un año, que luego volverías por mi? ¿Por no volver nunca? ¿Por qué exactamente te estas disculpando? —digo, reteniendo el dolor que siento ahora mismo. No deseo mostrarle cuánto me afecta todavía.

Veo el dolor cruzar por sus ojos y como debe inhalar hondo a la vez que parpadea un par de veces. Abre y cierra la boca varias veces, pero no sale nada por ella. Se rasca una ceja y me duele tanto el darme cuenta que no solo me parezco bastante a ella físicamente, sino que también tenemos ese gesto en común al no saber que decir.

Mira a nuestro alrededor al darse cuenta que varias personas pasan y nos miran, algunos hasta cuchichean entre si, seguramente después de escuchar mis palabras.

—Por favor, déjame invitarte un café para poder explicártelo todo —ruega, animándose a hablar por fin.

—Lo siento, pero no acepto nada de extraños.

—No soy una extraña —dice con la voz débil, mientras que  yo suelto un leve bufido lleno de burla.

—Disculpe señora, pero si usted no sabe que soy alérgico al café, entonces sí es una desconocida —respondo mirándola fijamente a los ojos, rogando porque le duelan mis palabras—. Todos mis conocidos saben ese detalle de mí, así que…

Cierra la boca y baja la cabeza por varios segundos, mientras noto como su cuerpo respira con irregularidad. Seguramente esta tratando de mantenerse inquebrantable.

—De verdad me gustaría poder hablar contigo —admite, volviendo a verme y giro la cabeza, para evitar sentir remordimiento por mis deseos de hace un rato al ver sus ojos brillosos debido a las lagrimas—. Si pudieras brindarme solo diez minutos… Pero, si no quieres o puedes, tranquilo, no insistiré. Lo entiendo.

Llevo una mano a mi cara dispuesto a rascarme una ceja, pero al momento me doy cuenta que no quiero parecerme en lo mas mínimo a ella, así que detengo mi accionar y termino llevándola a la nuca. Inhalo hondo mientras miro el cielo que comienza a oscurecerse, para luego asentir con la cabeza en lo que exhalo con pesadez.

—Tienes cinco minutos —cedo, y puedo ver sus ojos iluminarse mientras asiente con efusividad.

Gira sobre sus zapatos de tacón y comienza a caminar hacia la esquina, así que sin mas decido seguirla, aunque varios pasos lejos de ella. Ambos cruzamos la calle y nos dirigimos hacia la cafetería de donde vi salir anteriormente a esos adolescentes.

Breaking Coffee se lee en lo alto del local, y dejo de ver el cartel en cuanto ingresamos por la puerta, haciendo sonar la campanilla que tiene colgada, avisando nuestra llegada.

El olor a café inunda mis fosas nasales y, por alguna razón, la sensación de calidez que te brinda el local me abraza, como si el solo hecho de estar aquí me diera las fuerzas de afrontar lo que estoy a punto de hacer.

La sigo hasta una mesa bastante alejada de las demás personas y nos sentamos uno frente al otro.

Estamos en silencio por varios minutos. Me dedico a mirar todo el lugar con tal de evitar su mirada, la cual es súper intensa y esta puesta sobre mi.

—Buenas tardes —habla un chico, captando nuestra atención y lo puedo ver girar su cabeza, para mirar a través de la ventana—, bueno, mejor dicho buenas noches —se corrige, volviendo su mirada hacia nosotros mientras nos sonríe con amabilidad y algo de diversión—. Soy Marcus y seré su mesero. Aquí les dejo la carta. Cualquier cosa estaré por allá —Señala detrás de la barra—, para cuando estén listos para pedir.

Termina de decir esto con una sonrisa antes de retirarse, dejándonos nuevamente solos y con la incomodidad rodeándonos.

—Pide lo que quieras, yo invito —dice al fin, como si hubiera tenido que armase de valor para poder hablar nuevamente.

—Dudo poder comer algo en cinco minutos sin tener indigestión luego —garantizo con bastante mas frialdad de la que pretendía, y ella traga en seco antes de asentir con la cabeza.

—Cualquier cosa si cambias de opinión, puedes decírmelo —asegura, levantando su mano para llamar al tal Marcus y así hacer su pedido.

—A diferencia de ti, no soy tan fácil de cambiar de opinión —digo atacándola, justo en el momento que llega el mesero y nos mira con algo de incomodidad.

La señora frente a mi debe carraspear antes de mirar al tal Marcus y sonreírle con bastante falsedad.

—Tráeme un café espresso, por favor —pide, tratando de mantenerse firme, mientras que yo todo lo que puedo hacer es mirar la mesa.

—¿Algo para el caballero? —pregunta el mesero. Niego con la cabeza sin animarme a verlo, debido a la vergüenza que siento ahora mismo—. De acuerdo, en un momento le traigo su café, con permiso. —Sin decir mas, agarra los dos menús que dejó hace unos minutos atrás y se retira, volviendo a dejarnos solos.

Aprieto los labios, volviendo a mirar hacia el cartel que tiene el dibujo de un hombre y una mujer, y arriba de estos dice “baños”, todo con tal de evitar su mirada.

Inhalo hondo, armándome de valor para poder afrontarla. En cuanto mis ojos se posan sobre los suyos, noto que si bien los dos tendremos heterocromía, son diferentes. Mientras que yo tengo un ojo de color verde y el otro de color azul con destellos marrones, los de ellas ambos son marrones, solo que uno es mas claro que el otro pero solo porque el otro tiene como casi la mitad de un marrón mas claro, como el color miel.

—Estás tan grande —dice luego de varios segundos de mirarnos a los ojos. Siento como mi corazón se estruja por su tono de voz cargado de añoranza—. ¿Cómo estas? ¿Cómo te va en la escuela?

Me rasco la ceja sin poder evitarlo mientras suelto un pequeño suspiro, tratando de buscar las palabras adecuadas para acabar con este encuentro lo mas rápido posible.

—No soy el mejor administrando mi tiempo tampoco, pero te recomiendo saber usar tus cinco minutos con sabiduría, porque el tiempo empezó a correr en cuanto nos sentamos aquí —advierto, tratando de ser lo suficientemente fuerte como para poder mantenerle la mirada.

Se aclara la garganta a la vez que asiente con la cabeza y se acomoda mejor en su asiento, incluso adquiere una mejor postura, haciéndola ver mas alta y estilizada de lo que realmente es.

Supongo que me dolería menos parecerme mas a mí padre biológico puesto que a él sí no lo conozco ni por foto, entonces no me afectaría parecerme a un completo desconocido. Pero con ella… Me rompe el corazón.

Me duele saber que todo lo que soy físicamente lo heredé de esta mujer. La altura, los ojos, los lunares, la nariz, la sonrisa, el cabello, hasta el tono de piel. Si bien soy unos cinco o diez centímetros mas alto que ella, no quita que ella lo sea. Y ahora mismo descubrí que hasta algunos gestos tenemos parecido.

—Tienes razón —dice con seriedad, apretando los labios y asintiendo con la cabeza, como si se estuviera regañando mentalmente—. Quisiera darte alguna razón especifica por lo que me estoy disculpando, pero la verdad es que te pido perdón por todo el daño que te ocasioné en ese entonces y los años siguientes. ——Inhalo hondo, sintiendo como me estoy quedando sin aire con cada palabra que suelta.

Sin poder retenerlo mas, suelto aquella pregunta que llevo haciéndome hace casi trece años.

—¿Por qué me abandonaste? —pregunto, logrando tomarla por sorpresa, aunque en un par de parpadeos se va, debido a que supongo ya esperaba eso, ya que por eso estamos aquí.

¿No fui buen hijo? ¿Qué tenia de malo? ¿No te era suficiente? ¿No era lo que esperabas como hijo o familia? Todas esas y mas preguntas empiezan a surgir de repente, como si salieran de algún baúl en donde las tuve encerradas, pero no digo ninguna en voz alta.

—De verdad nunca quise hacerlo, de verdad eso es algo que me rompió el corazón y no hay nada ni nadie que pueda repararlo —empieza a decir, y trago en seco sin apartar la mirada de ella ni un segundo—. Fue una época muy difícil, Gael. Sé que no es justificatorio, pero de verdad me rompía el corazón cuando me decías que tenías hambre o frío y yo no podía hacer nada, no tenía forma de alimentarte mas que algunas noches o algunas mañanas. Nadie quería darme trabajo fijo por no haber terminado mis estudios, y se me complicaba. Tenía un trabajo diferente cada día, incluso a veces en el mismo día tenia dos, no sé si lo recuerdes, pero ibas conmigo a todos ellos. —Trato de hacerlo, pero la mayoría de mis recuerdos con ella son fugaces y contados con los dedos de una mano—. Me gustaba cuando me daban trabajo en algún bar o algo parecido, porque tus ojitos brillaban con emoción al saber que podías comer hasta saciarte, eso llenaba mi corazón y, a su vez, lo desgarraba. El saber que yo no podía hacerte así de feliz todos los días, y que habían noches en que te ibas a dormir con tu pancita sonando por hambre… —Parpadea un par de veces, tratando de ahuyentar las lágrimas que amenazan con salir. Toma una gran bocanada de aire, y en el momento que exhala inflama las mejillas, mientras hace una expresión que me indica lo difícil que se le esta haciendo continuar. Termina sonriendo lo mejor que puede, para luego relamer su labio superior, antes de tomar del café que no se en que momento trajeron.

>>Eras tan chiquito, mas sin embargo entendías tantas cosas que me rompía el alma. Tratabas de no decirme tan seguido que tenías hambre o frio, o que estabas cansado de tanto caminar de un lado a otro acompañándome. —Suspira—. Eras un niño tan bien portado que sentía que no te merecía. Te juro que tomar la decisión de dejarte en aquel orfanato fue lo mas difícil que tuve que hacer, también lo mas doloroso. No había día o noche que no pensara si estabas bien, si te trataban bien en ese lugar, si estabas comiendo o durmiendo bien. Lo que lograba calmar mis ganas de dejar todo e ir a buscarte, era el pensar que por las noches no tendrías frio, tampoco sufrirías de calor, seguramente ibas a la escuela y estabas aprendiendo, tenias amigos, comías todos los días y te ibas a acostar con la panza llena. —Sonríe débil, como si ese pensamiento aun la ayudaran a sobrellevar su día a día—. Durante todo ese año me dediqué a terminar la preparatoria, puesto que la tuve que dejar en el ultimo año cuando me embaracé y mis papás decidieron echarme de la casa, en fin, también continúe trabajando, pero ahora el doble para así poder ahorrar un poco de dinero. El mismo día que me recibí pensé en ir a buscarte, porque ese día no fue uno feliz para mi ya que no estabas ahí. Recuerdo que lloré durante toda la graduación y nadie entendía por qué. —Suelta una pequeña risa mientras se sorbe los mocos, y veo su barbilla temblar.

—¿Por qué no volviste entonces? —cuestiono, mirándola algo incrédulo, porque si eso fuera cierto, estoy seguro que lo sabría. Me habría enterado en algún momento de que ella volvió por mí.

Toma un poco de su café, para luego soltar un pequeño suspiro, mientras eleva las cejas, tratando de expresarse con su rostro pero no tengo ganas de descifrarla.

—Si fui —dice, asintiendo con la cabeza y frunzo el ceño—. Pero una de las monjas que estaba a cargo, me contó que una familia te quería adoptar, de hecho, no te pude ver porque estabas con ellos. Me dijeron que eran buenas personas y de un muy buen pasar económico, pero que claramente yo era tu mamá y tenía mas derecho que ellos, solo que no querían alterarte y cortar la cita que tenías puesto que te costaba bastante adaptarte al entorno, además de que tampoco aceptabas ver a posibles padres.

Es entonces que lo recuerdo. Recuerdo a esa pareja, eran amables, divertidos y agradables. Es cierto, en ese entonces aceptaba muy pocas citas con posibles padres adoptivos.

—Es cierto, lo recuerdo —digo, asintiendo con la cabeza, dándole la razón.

Veo la duda pasar por sus ojos y como aprieta sus labios, indecisa por decir o preguntar lo que sea que este pensando ahora mismo, pero entonces inhala hondo tratando de armarse de valor.

—¿Y son buenos contigo?

Frunzo el ceño, sintiéndome extrañado de repente.

—¿Quienes? —cuestiono, pero lo pienso unos segundos mas y no tardo en entender a lo que se refiere—. Si crees que esos señores fueron los que me adoptaron, déjame decirte que no fue así.

La sorpresa es todo lo que refleja su rostro ahora mismo, y me pregunto si ella realmente creía que así había pasado.

—¿Qué? Pero… Creía que ellos querían adoptarte —murmura para sí, totalmente anonadada. Asiento con la cabeza de manera lenta, dándole a entender que lo que dice es correcto, y eso solo parece confundirla aun mas.

—Sí, pero yo no quise irme con ellos —cuento, y la veo fruncir ligeramente el entrecejo—. A cada pareja que quiso adoptarme le decía lo mismo “muchas gracias, pero no, porque mí mamá vendrá a buscarme, solo estoy aquí por un año”. —Veo como sus ojos se llenan de lágrimas de repente y debo bajar la vista a mis manos, las cuales están apoyadas sobre la mesa—. ¿Sabes qué es lo mas chistoso de todo? Que no tenia ni idea de cuánto tiempo era un año, pero creía en tu palabra y, si dijiste que volverías, sabia que lo harías, pero… No fue así. Aprendí cuánto tiempo era un año a mis seis, y me di cuenta que el tiempo ya había pasado y no volviste, aun así decidí esperarte y le dije a esa pareja eso. Seguramente no tuvieron las agallas de adoptarme luego de ello, porque no querían romperme el corazón o algo parecido, pero lo que ellos no sabían era que yo ya lo tenia roto al darme cuenta que era como la séptima pareja que deseaba adoptarme y a todas ellas les decía lo mismo, pero que, con cada una de ellas, iba perdiendo menos la fe.

>>Luego cumplí siete, la idea de que volvieras ya me parecía ridícula —admito, y ahora es mi turno de parpadear varias veces para ahuyentar las lagrimas traicioneras que amenazan con salir, aun así no me animo a verla a los ojos, no quiero saber como me esta mirando—. Ya tenia amigos y me llevaba mejor con todos, ya había aceptado la idea de que no volverías y debía tomar ese lugar como mi “hogar” hasta que alguien decidiese adoptarme. Ese año fue duro para mi, porque luego de aquella pareja nadie mas quiso adoptarme, nadie se interesaba en mi y me preguntaba todos los días si es que había perdido las oportunidades de tener una familia. —Escucho su sollozo, el cual hace que me calle y levante la cabeza para mirarla. Se tapa la boca con una servilleta y mueve su mano, restándole importancia al asunto—. Así que me prometí que, a la próxima pareja que desee adoptarme, les diría que si sin importarme el hecho de que, muy en el fondo, aun te esperaba. Y la verdad es que fue la mejor decisión que tomé a mis tan solo siete años, porque mis papás son grandiosos y estoy muy agradecido con ellos.

—Perdón —solloza, sin poder contenerse por mas que lo intente—. Perdón, perdón, perdón. —Tapa su boca y cierra los ojos con fuerza, a la vez que niega con la cabeza repetidas veces. Lleva una mano a su pecho y la hace un puño, agarrando su camisa de por medio, mientras abre sus ojos para volver a verme fijo—. De verdad creía que esa pareja te iba a adoptar y, luego de que me dijeran como eran, con el corazón en mil pedazos, decidí hacerme a un lado porque jamás te iba a dar una mejor vida que la que ellos podían hacerlo.

—Ahí está el problema —la interrumpo, haciendo que me mire confundida—. Ni siquiera lo intentaste como para saber si podías o no darme una mejor vida —explico, tratando con todas mis fuerzas el no llorar—. Simplemente te fuiste, me abandonaste por segunda vez.

Ella me mira con los ojos llenos de lágrimas, la culpa pintada en cada línea de su rostro. Yo me esfuerzo por mantener mi mirada fija en sus ojos, a pesar de que siento que mi fuerza se desmorona con cada sollozo que escapa de su boca.

—Lo siento tanto, Gael —susurra entre sollozos, y siento una punzada en el pecho al escuchar mi nombre en su voz, una voz que no he podido olvidar y me maldigo por ello.

Dicen que una de las primeras cosas que olvidas de alguien es su voz, luego su fragancia y, al último su rostro. Pero a pesar de que ya pasaron trece años desde la última vez que la tuve así de cerca, aun recuerdo todo eso a detalle.

—No es solo cuestión de sentirlo… —Me quedo callado al darme cuenta de algo que no hace más que estrujarme el corazón. Sacudo la cabeza, alejando ese pensamiento y decido continuar—: Es cuestión de que ya no puedes cambiar lo que pasó.

Ella asiente, apretando aún más la servilleta contra su boca, como si eso pudiera contener su llanto. Su mano temblorosa se estira hacia mí, pero no me muevo, no estoy listo para esa cercanía.

—Solo quería lo mejor para ti —intenta explicarse, su voz quebrada—. Creía que estarías mejor sin mí, que esos padres podían darte lo que yo no podía. No es justificación, pero…

—¿Y quién decidió eso? —La interrumpo, mirándola enojado e incapaz de contener la frustración—. ¿Quién te dio el derecho de decidir que no eras lo mejor para mí? Eras mi mamá, tú lo eras todo para mí, y no entiendo cómo pudiste simplemente irte.

Se queda en silencio, su rostro es una máscara de dolor y arrepentimiento. Me siento dividido entre la compasión y la ira, entre el niño que aún anhela a su madre y el adulto que ha aprendido a vivir sin ella.

—Gael —empieza de nuevo, su voz apenas un susurro—. Si pudiera regresar el tiempo, haría las cosas de manera diferente. No hay un solo día que no me arrepienta de haberte dejado.

—El problema es que no puedes —digo, mis palabras cortantes—. No puedes cambiar nada de lo que pasó. Y yo… yo tuve que aprender a vivir con eso. —Me doy cuenta de que estoy temblando. La rabia y la tristeza se entremezclan dentro de mí, y no sé cómo manejar todo esto—. Voy al baño.

Me levanto de la mesa antes de que pueda responder, mis piernas temblando ligeramente mientras camino hacia el baño. Necesito un momento para recuperar la compostura, para alejarme de esta mezcla abrumadora de emociones que amenazan con derrumbarme.

Cierro la puerta del baño detrás de mí y me apoyo contra el lavabo, mirando mi reflejo en el espejo. Mis ojos están rojos, y puedo ver las lágrimas acumulándose en mis párpados. Respiro hondo, tratando de calmar el torbellino dentro de mí. La rabia, la tristeza, la nostalgia, el dolor, los recuerdos... todo se mezcla, creando una tormenta imposible de contener.

Me enjuago la cara con agua fría, esperando que eso me ayude a despejar la mente. Los recuerdos de esos años en el orfanato vuelven a mí con fuerza: las noches en las que me dormía llorando, esperando que ella regresara, los días en los que me obligaba a sonreír para no preocupar a los otros niños o a las monjas que nos cuidaban, la decepción constante cada vez que una pareja me miraba con lástima pero seguía de largo.

Después de varios minutos, me siento lo suficientemente calmado como para volver. Me seco el rostro y respiro profundamente antes de abrir la puerta. Cuando regreso a la mesa, la encuentro en la misma posición, con la servilleta apretada contra su boca, sus ojos llenos de remordimiento. Me siento, y estoy a punto de decirle que sus cinco minutos han pasado, cuando un golpeteo en el vidrio de la ventana interrumpe mis pensamientos.

Me giro hacia la ventana y veo a un adolescente saludando con entusiasmo. Al mirarla de nuevo, veo cómo sus ojos se iluminan y una sonrisa cálida aparece en su rostro. Le devuelve el saludo con cariño, levantando la mano y agitando los dedos de manera maternal. Mi corazón se aprieta ante esa imagen, y una mezcla de curiosidad me invade.

—¿Él es…? —empiezo a decir, sin saber exactamente cómo formular la pregunta.

—Es tu hermano.

La noticia me golpea como una tonelada de ladrillos. Me quedo sin palabras por un momento, tratando de procesar lo que acaba de decir.

—¿Tengo un hermano? —pregunto finalmente, mi voz apenas un susurro.

—Sí —responde, su mirada aún fija en el adolescente que sigue saludando desde fuera—. Su nombre es Tarek. Tiene doce años.

Me quedo mirando a Tarek, tratando de encontrar algún parecido, alguna conexión que confirme lo que ella me está diciendo. Tiene su mismo cabello (¿o es que debería decir nuestro mismo cabello?) y los mismos ojos vivos, grandes y brillantes. De repente, me siento aún más desorientado.

—¿Qué se supone que debo decir ahora? —pregunto, volviendo mi atención a ella.

—No sabía cómo decírtelo, Gael. —Suspira, dejando caer la servilleta y entrelazando las manos sobre la mesa—. Tiempo después de que te dejé, conocí a alguien y, bueno, formamos una familia. Pero siempre supe que había algo pendiente, alguien a quien le debía más que una simple explicación. Quería que Tarek te conociera, que supieras que tienes una familia aquí, más allá de lo que pasó.

La revelación me deja sin aliento. Por un momento, no sé si sentirme traicionado o aliviado. La idea de tener un hermano, alguien que comparte mi sangre, es tan extraña como reconfortante.

Si bien me dan ganas de decirle que tengo una familia y no debe preocuparse por eso, o decirle que tengo un hermano y su nombre es Dustin, no sale nada por mis labios.

Dustin… Que loco es el hecho de pensar que ahora tengo dos hermanos.

—Mi esposo Corin y Tarek saben de ti —continúa—. Corin me aceptó aun sabiendo lo que pasó e hice y a Tarek le he hablado de ti desde que era pequeño. Siempre quiso conocerte, pero no sabía si estarías dispuesto.

—Esto es mucho para procesar —admito, pasando una mano por mi cabello, aún húmedo por el agua fría del baño—. No sé cómo sentirme al respecto.

—No espero que lo entiendas todo ahora mismo —dice suavemente—. Pero quiero que sepas que él quiere conocerte, y siendo sincera me gustaría que tú también lo conozcas. Solo si estás dispuesto, claro. —Miro a Tarek una vez más, y siento una chispa de curiosidad y algo más profundo: una oportunidad para construir una relación que nunca supe que podía tener—. Me gustaría tener contacto contigo, hijo.

—No me digas así —es lo primero que puedo decir con voz firme y la veo asentir con la cabeza—. Mi mamá se llama Mariela Faryn, y tú no eres ella. Jamás serás ella.

—Disculpa, no quise…

—Ya me voy, tus cinco minutos terminaron —anuncio, levantándome del asiento.

—Espera, por favor… Quisiera verte de nuevo —pide, y me quedo de espaldas a ella, tratando de convencerme que lo mejor es irme ahora—. Saber de ti, conocerte.

—Es muy tarde para eso —aseguro con una opresión en el pecho.

—¿Y Tarek…? Es decir, sé que sueno mal al hablar de él o pedir algo en su nombre, pero de verdad le gustaría tener contacto contigo, de verdad quiere conocerte —comenta y se me es inevitable no desviar mi mirada hacia ese chico que está viendo su celular, pero cada tanto nos mira de reojo. Seguro sabiendo quién soy—. De acuerdo, mira, ten —dice, y la miro por encima de mi hombro, notando que está tendiéndome una tarjeta de presentación—. Ahí está mi número. No te voy a presionar ni nada por el estilo. Pero, si decides tener contacto con él, háblame y te pasaré su número, ¿está bien?

Lo pienso por varios segundos, pero termino aceptando su  tarjeta de todas formas y veo como ella parpadea, sorprendida, mientras me dirijo hacia la puerta. Paso junto a Tarek, y aunque siento su mirada curiosa, no me detengo. Camino rápidamente por la calle, alejándome de la cafetería y de todas las emociones encontradas que dejé allí.

No sé cuánto tiempo camino, pero mis pasos me llevan hasta un pequeño parque. Las hojas de los árboles se mecen suavemente con la brisa, y el sonido de los niños jugando en la distancia es un recordatorio de la vida que he llevado y la que podría haber tenido.

Me detengo junto a un banco y me siento, sacando mi teléfono del bolsillo. Miro la pantalla por un momento antes de buscar el número de mi mamá. Si bien mis padres siempre han sido mi ancla, las personas que me han dado estabilidad y amor incondicional, mi mamá es más mi lugar seguro.

El teléfono suena dos veces antes de que me atienda la contestadora.

No pasa mucho cuando recibo un mensaje de su parte.

Mami preciosa:

¿Pasa algo, hijo?

Perdón que no te responda, es que estoy en una junta.

¿Necesitas algo? ¿Pasó algo malo? ¿Dustin está bien? ¿Tú estás bien? ¿Pudiste averiguar lo que te pedí?

Yo:

No pasa nada, ma. No te preocupes. Te llamaba por una tontería, nada más.

Sí, la pulga y yo estamos bien. Sí, averigüé y está casi quinientos pesos.

Veo como aparecen las dos tildes azules a mi mensaje y como se desconecta, supongo que no puede seguir hablando. Inhalo hondo y como aun no logro calmarme, decido llamar a mi papá.

Al tercer tono, me responde y debo inhalar una gran bocanada de aire al escuchar su voz.

—¿Gael? —Su voz cálida y preocupada me calma al instante.

—Papá… —Mi voz se quiebra, y me doy cuenta de que estoy al borde de las lágrimas nuevamente—. ¿Puedes venir a buscarme, por favor?

—Claro, hijo. ¿Dónde estás? Voy para allá ahora mismo.

Sorbo mi nariz a la vez que veo a mi alrededor, buscando algo que se me haga conocido, pero no veo nada familiar.

—No sé dónde estoy —admito, soltando una pequeña risa, un poco débil para mi gusto, para luego sorber nuevamente los mocos.

—Mándame tu ubicación por mensaje —ordena y, aunque no puede verme, de todas formas asiento con la cabeza—. Espérame exactamente donde estás, ¿si? Voy por ti.

—Gracias, pa —respondo aun con la voz temblorosa al igual que mis manos, antes de colgar y hacer lo que me dijo.

Envío mi ubicación por mensaje y me quedo sentado en el banco, sintiendo cómo la ansiedad comienza a ceder un poco, pero recuerdo las palabras de Anaís al decirme que debo contar mis respiraciones en momentos así, para intentar calmarme. El parque sigue siendo un lugar ajeno, pero la certeza de que mi papá vendrá me da una sensación de alivio. Observo a los niños jugar en la distancia, tratando de concentrarme en algo que no sean los pensamientos turbulentos que corren por mi mente.

No sé cuánto tiempo pasa antes de que vea su auto acercarse. Me levanto y comienzo a caminar hacia él, sintiendo que mis piernas son más livianas con cada paso. Él se detiene cerca del parque y se baja del auto, buscando con la mirada hasta que me encuentra. En cuanto lo veo, corro hacia él y me lanzo en sus brazos como cuando era pequeño, abrazándolo con fuerza.

—Gael, hijo, ¿qué pasa? —pregunta con una mezcla de preocupación y alivio, sosteniéndome firmemente. Estoy seguro de que si pudiera alzarme como cuando tenía ocho, lo haría sin pensarlo y esa sola idea me hace querer llorar más de la cuenta.

Las lágrimas que he estado conteniendo finalmente se desbordan. Todo lo que he estado sintiendo, toda la confusión y el dolor, salen a la superficie. Me aferro a él como si fuera mi ancla en medio de una tormenta.

—Sácame de aquí, por favor —susurro, mi voz temblando—. Solo… sácame de aquí.

Él me sostiene un poco más, sus manos firmes y reconfortantes en mi espalda. Luego, sin decir una palabra, me guía hacia el auto y me ayuda a subir en el asiento del copiloto. Una vez que estoy dentro, se sienta en el asiento del conductor y cierra la puerta.

—Vamos a casa —dice suavemente, y pone en marcha el auto.

Conduce en silencio durante unos minutos, mientras intento recomponerme. La familiaridad del auto y la presencia de mi papá a mi lado me dan una sensación de seguridad que necesitaba desesperadamente.

Por todo el dilema del divorcio y que se fuera de casa, comenzaba a olvidar lo bien que se siente estar con él. El pensar que casi no he tenido comunicación con él hace que solo crea que ahora soy un hijo malagradecido. Después de todo lo que hizo por mí, yo no soy capaz de entenderlo ni un poquito en medio de todo esto.

Lo miro, notando que ya tiene varias arrugas alrededor de los ojos, unas cuantas canas y su mirada es cansada. Seguramente recién sale del trabajo y, aún así, no dudo ni un minuto en venir por mí.

Antes de que mi madre me abandonara no tenía una figura masculina en la cual confiar y es por eso que me costó más tiempo conectar con él que como lo hice con mi mamá, pero él nunca se rindió. Jonathan estuvo ahí, todos los días, demostrándome que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por mí y Dustin, que podía confiar en él.

Si bien hizo mal y por eso es que se divorció de mamá, no quita el hecho de que sea un buen papá. Solo que a veces su enfermedad puede más consigo. Y yo decidí dejarlo solo.

—¿Quieres hablar de lo que pasó? —pregunta finalmente, manteniendo su voz suave y tranquilizadora.

Tomo una profunda bocanada de aire, intentando calmarme antes de hablar. Recordando el porqué estamos aquí ahora.

—Me encontré con ella —digo finalmente, mi voz aún temblorosa—. Con mi madre biológica.

Él asiente de manera lenta luego de algunos segundos sin siquiera parpadear, sin apartar la vista de la carretera.

—De acuerdo, entonces esto necesita helado como cena —anuncia, girando el volante para dirigirnos a, creo yo, una heladería—. ¿Quieres contarme bien qué pasó? Si no quieres, sabes que no te voy a presionar a hablar.

Paso la manga de mi buzo por la nariz para limpiarme los mocos, antes de soltar un leve suspiro y comenzar a contarle todo. Desde que mi mamá me mandó al centro comercial a averiguarle el precio de una olla, hasta que me enteré que tengo un hermano.

—Me pidió que siguiéramos teniendo contacto, ¿puedes creerlo? —digo, soltando un bufido lleno de irritación—. Que quería saber de mí, como me iba, conocerme… Me dijo todo eso después de contarme que, en definitiva, sí fue a buscarme pero que decidió abandonarme de todas formas.

Mi papá me escucha en silencio, su expresión calmada y comprensiva. No interrumpe ni una sola vez, permitiéndome desahogar toda mi frustración y confusión.

—Es como si no entendiera lo que me hizo —continúo, sintiendo cómo las emociones vuelven a agolparse en mi garganta—. No solo me abandonó una vez, sino dos veces. ¿Cómo se supone que debo reaccionar ante eso? ¿Cómo se supone que debo perdonarla?

—No tienes que hacerlo, Gael —responde suavemente, su voz firme pero llena de amor—. Nadie puede obligarte a perdonar o a olvidar lo que pasó. Lo que ella hizo estuvo mal, y es completamente normal que te sientas así.

Llegamos a la heladería y estaciona el auto. Apaga el motor y se vuelve hacia mí, tomando una de mis manos entre las suyas.

—Pero también es importante que te des tiempo para procesar todo esto —continúa—. No tienes que tomar decisiones inmediatas sobre mantener contacto o no. Está bien tomarse un tiempo para entender tus propios sentimientos. Pensar y razonar todo lo que te contó, y después de hacerlo, pensar si sus razones para hacer lo que hizo es válido como para poder o no perdonarla, poder o no mantener contacto con ella o siquiera con tu hermano. Quien si, es cierto que no tiene la culpa de nada, pero sería bastante complicado tener una relación con él y contacto cero con ella, ¿no crees? Así que piénsalo bien, porque la decisión que tomes debe hacerte bien a ti. Si en un futuro deseas cambiar de opinión, pues de acuerdo, es válido eso también, pero debes velar por ti en el ahora.

—¿Sabes qué fue lo que más me dolió? —cuestiono, parpadeando un par de veces tratando de ahuyentar las lágrimas que amenazan con salir nuevamente—. Darme cuenta que no sabía el nombre de mi propia madre. —Sollozo—. Es decir, de pequeño todos le decían “Momi”, entonces creía que así se llamaba. Cuando fui creciendo supe que ese era un apodo, pero no lo pensé demasiado, hasta hoy, cuando quise llamarla por su nombre pero no me lo sabía.

Siento la mano de mi papá acariciar mi espalda en cuanto se da cuenta que no puedo continuar hablando. Me tomo un par de minutos, tratando de recomponerme.

—Pero ahora lo sé, y solo porque me dio esto —anuncio, levantando la tarjeta de presentación que me dio, la cual aún llevo en mi mano y ahora se encuentra un poco arrugada—. Mireya Lorian. Así se llama la mujer que me abandonó, papá.

Él toma la tarjeta y la observa por un momento antes de mirarme, notando que esto también le duele. Le duele verme sufrir.

—Ay, hijo —dice, antes de desabrocharse el cinturón de seguridad y abrazarme como puede, permitiéndome llorar en sus brazos—. Es normal que todo esto te duela, eres un niño que tuvo que pasar por mucho, pero recuerda que no estás definido por su abandono. Tú eres quien eres gracias a tus experiencias y a las personas que realmente te aman y te cuidan.

Su voz temblorosa y las pequeñas gotas que siento sobre mi espalda solo hace que me aferre más a él.

—Perdón por hacerte sentir mal por esa mujer.

—No tienes nada por qué disculparte, porque aunque no fuera una situación así, igual me dolería porque eres mi hijo y lo que te pase, me pasa a mí —dice, abrazándome con fuerza—. Y está bien sentir ese dolor. Pero no dejes que te consuma. Tienes una familia que te ama y te apoya. Tu mamá, Dustin, y yo siempre estaremos aquí para ti.

Asiento, aferrándome a él mientras intento calmarme. Las palabras de mi papá son un recordatorio de que no estoy solo, de que tengo una red de apoyo que me ayudará a superar esto.

—Gracias, papá. Realmente necesitaba escuchar eso —digo, soltando un suspiro tembloroso.

—Siempre, Gael. Ahora, ¿qué te parece si compramos helado y luego vamos a casa y pedimos unas pizzas? —propone, sonriendo con suavidad.

—Me parece perfecto —respondo, tratando de sonreír también—. Espera… ¿A tu casa o a mí casa? —pregunto, sintiéndome confundido de repente.

—Me gustaría que conocieras el departamento en donde estoy viviendo, pero sobretodo, que también le dieras una oportunidad para sentir ese lugar tu casa, porque también lo es —confiesa, haciendo una pequeña mueca y me siento mal por lo que dije—. Pero como tu decidas está bien, no voy a presionarte a nada.

—Vamos a tu casa… digo, ¿nuestro departamento? Ay, no sé como decirle. —Río nervioso, mientras que él sonríe—. Porque estoy seguro que si mamá me ve así no dejará de preguntarme hasta que le cuente y, la verdad, no quisiera preocuparla o algo por el estilo, ¿sabes? Además, es una oportunidad perfecta para conocer tu o nuestro departamento.

—Me parece bien —concuerda, asintiendo con la cabeza—. ¿Quieres que pasemos por Dustin?

Niego con la cabeza, a la vez que ambos bajamos del auto para encaminarnos hacia la heladería.

—Seguro está con Angie, puesto que últimamente todo lo que hace es estar con ella —cuento y lo veo sonreír divertido—. Pero lo digo bien, eh. Es decir, que disfrute su adolescencia y su novia ahora que puede, ¿o no?

—Me huele a que te sientes un poco desplazado o reemplazado, pero si tu lo dices, es porque así es —comenta aun divertido y me apresuro a negar con la cabeza.

Le aseguro que no me siento así para nada, es más, le recuerdo las veces que desee que la pulga dejara de seguirme para todas partes cuando salía con mis amigos que, ahora que no lo hace y de hecho casi no lo veo, me siento hasta aliviado. Para nada celoso. Además, Angie es solo su novia y ya. Yo siempre seré su hermano. Y Angie es cool y me cae bien, pero tampoco es divertida como yo, así que ni me preocupo.

Luego de comprar el helado, le envío un mensaje a mi mamá para avisarle que me quedaré en lo de papá. No pasa mucho cuando ya estoy respondiéndole que todo está bien, solo que hablé con él y me di cuenta que aun no conocía su departamento y eso me hacía sentir mal, me preguntó por Dustin y le dije que no sabía dónde andaba él, para luego ya no hablar más.

Llegamos hasta la zona céntrica de la ciudad, justo donde hay más edificios y nos detenemos en uno, antes de que mi papá saludara al guardia y este le abriera la puerta de rejas. Ingresamos y estaciona en, lo que creo yo, su lugar habitual. Agarro la bolsa con el tacho de helado antes de bajar del auto, para luego comenzar a seguirlo hacia el lobby.

—¿Uno de sus hijos? —pregunta el encargado, a lo que m papá sonríe y asiente con la cabeza.

—El mayor —responde con orgullo y algo en mí se siente bien de repente.

—Hola —saludo cortés, a la vez que sonrío de manera amable—. Soy Gael, mucho gusto.

—Mucho gusto, Gael, yo soy Dorian, el guardia de esta torre —se presenta con amabilidad y me responde a la sonrisa.

—Nos vemos luego, Dorian —saluda mi papá, antes de que las puertas del ascensor se abran e ingresemos a el.

—Nos vemos luego, Jonathan.

Las puertas se cierran y de inmediato se escucha una cancioncita bastante pegadiza, haciendo que mueva mi cabeza al compás de esta. Llegamos hasta el cuarto piso y comenzamos a caminar por un pasillo, doblamos a la izquierda y veo tres puertas, pero mi papá se dirige hacia la del medio, así que no dudo en seguirlo.

Ingresamos a su nuevo hogar y me es inevitable no mirar todo a mi alrededor, admirando el lugar. Es lindo. Pareciera un departamento de soltero, lo cual es el caso de él, pero a su vez, transmite hogar familiar.

—Pasa, pasa, ponte cómodo —dice, caminando hacia la cocina luego de que le diera la bolsa con el helado—. Recuerda que esta también es tu casa —habla en voz alta, para que lo escuche, pero al ser un concepto abierto entre la sala y la cocina, no hace falta que eleve tanto la voz—. ¿Quieres ver tu cuarto? —propone emocionado y asiento con la cabeza, aunque algo en mi de todas formas se siente raro el escucharlo decir eso, puesto que aun no relaciono el tener dos casas o dos cuartos.

Cierra la puerta del congelador y me hace señas con la mano para que lo acompañe y eso hago. No es un pasillo demasiado largo, de hecho, creo que tiene el tamaño perfecto. Al final de este hay un espejo colgado.

—Este es el baño —anuncia, abriendo la puerta para mostrármelo y, a pesar de ser pequeño, es bonito. No muchos saben esto, pero me encanta observar baños ajenos, no sé por qué, pero me gusta ver qué tan grandes, espaciosos o bien decorados son—. Como Dustin ya ha venido anteriormente —cuenta, logrando sorprenderme puesto que no sabía eso, pero decido no decir nada—, él tuvo el honor de decidir su habitación primero, así que es esta. —Abre la puerta que está enfrente a la del baño. Meto la cabeza y me sorprende ver que ya hay un par de cosas de Dustin aquí, un par de posters y ropa decoran la habitación de color blanca—. El que está al lado es el mío, por ende, ese es el tuyo —informa, señalando la puerta que queda al lado del baño.

La señalo y asiente con la cabeza, asegurándome que puedo ir a verla. Doy dos pasos y abro la puerta, encontrándome con un cuarto un poco más pequeño que el mío, pero este tiene las paredes de color blanco, una cama de una plaza y media, un ropero, un estante junto al escritorio y ya, es todo.

Lo que sí logro darme cuenta, es que es más pequeña que la de Dustin, por eso él se escogió la otra. Maldito.

—¿Quieres ver algo que Dustin no notó cuando vino? —pregunta con emoción, entonces asiento con la cabeza. Camina hacia la ventana que está a un lado de la cama—. ¿Es una ventana normal? Si, pero también… —deja la frase al aire antes de abrir la ventana y mover su cabeza para que me acerque, y eso hago. Al hacerlo, noto que hay como un pequeño balcón—, está conectada con este balcón y las escaleras de emergencias. Así que, tienes tu propio lugarcito o, no sé, tú verás que uso le das a esto —comenta y me mira con un pequeño brillo en los ojos.

Algo en su forma de mostrarme la casa me hace pensar que no eligió este lugar pensando en él, es decir, no pensaba qué tanto le gustaba, sino más bien buscó uno que podría gustarnos a mi hermano y a mí.

—¿Qué dices? ¿Te gusta? —pregunta y asiento con la cabeza, tratando de verme igual de emocionado que él, pero la realidad es que me siento raro.

Entiendo que esta es mi habitación, que también es mi casa, pero… Me siento un invitado, más que alguien que puede hacer y deshacer lo que guste, porque está en su casa.

No sé qué decir para romper el repentino silencio que se forma entre nosotros, y cuando estoy a punto de decir la primera estupidez que cruza por mi cabeza, mi celular comienza a vibrar en el bolsillo delantero de mi sudadera. Lo saco y lo primero que aparece es una foto de Kate sonriendo feliz y con sus ojitos cerrados, mientras que yo le doy un beso en la mejilla, y en la parte superior dice “fresita” junto a un corazón. No sé si contestar o no, porque me sentiría un maleducado si lo hago, pero la verdad es que sí quiero hablar con ella.

Levanto la cabeza para verlo y puedo notar que está sonriendo divertido y algo enternecido mientras ve nuestra foto, para luego hacerme una seña para que atienda la llamada.

—No la hagas esperar más, yo me iré a pedir las pizzas —dice, antes de alejarse de mí y dejarme solo en mi nueva habitación.

Suspiro con alivio antes de contestar la llamada y el solo escuchar su voz hace que todo yo me vuelva más tonto de lo que soy. Sonrío fascinado al escucharla, porque de verdad creo que no me canso de hacerlo. Amo su voz.

—¿Por qué no me contestabas? —pregunta algo tímida y preocupada, haciendo que mi sonrisa se ensanche.

—¿Qué pasa? ¿Tanto me extrañas que tenías que llamarme? —cuestiono, tratando de desviar la conversación, mientras me apoyo en el umbral de la ventana para mirar hacia la calle iluminada y como los autos van y vienen.

—Si te digo que sí, ¿qué piensas hacer? —responde, siguiéndome el coqueteo y eso solo logra ponerme algo nervioso, porque a mí solo me sale coquetear bromeando y no en serio como ella—. ¿Tu no me extrañas a mí o qué?

—Pues, te diría que si tú eres la que me extrañas, entonces tú tienes que venir a verme —contesto lo primero que cruza por mi cabeza, rogando no haber sonado tan tonto como creo que lo hice, y sin querer responderle la última pregunta solo para molestarla.

—Okay —responde, tomándome por sorpresa—. ¿Dónde estás? ¿En tu casa? Me pongo las zapatillas y voy, creo que llego en cinco minutos.

Se me activa una alarma mental y cierro mis ojos con fuerza, porque no tuve que decirle eso. Es obvio que si estaba en mi casa y ella en la suya, puede ir a verme. Lo peor es que yo sí quiero verla.

—No, no estoy ahí —respondo algo desganado, haciendo un pequeño mohín con mi labio inferior—. Estoy en el departamento de mi papá.

—¿De tu papá? —pregunta y su voz pasa de ser coqueta y segura, a una preocupada—. What happened? ¿Estás bien?

—No pasó nada, es solo que mi papá me invitó a conocer su departamento y me parecía mal de mi parte no haber venido todavía, y más cuando se tomó la molestia de conseguir uno con tres habitaciones, ¿no crees? —digo, rogando porque me crea.

—Pues sí, un poco —contesta y debo alejar el celular de mi oreja en cuanto suelto un suspiro lleno de alivio—. ¿Pero y ahora? En serio quiero verte.

—Entonces ven —propongo sin pensarlo mucho—. Le pregunto a mi papá si está bien y listo.

Silencio. Silencio que me preocupa.

—¿Me estás proponiendo dormir juntos?

Puedo sentir como mis mejillas arden de repente, hasta mis orejas las siento calientes.

—Ay Penélope, ¿puedes no ser impura por un segundo? Padre santísimo —digo algo torpe y puedo escuchar su risa.

—Pero si yo no dije nada, ¿o es que pensaste otra cosa que no sea solo dormir, impurito? —pregunta y agradezco estar por llamada, porque sino estoy seguro que se reiría de mi sonrojo—. I swear my comment was completely innocent, but if you want...

—Penélope, por favor —la interrumpo, antes de que toda mi sangre quede atorada en mis mejillas y quede sonrojado para siempre. Además, ¿desde cuándo me parece sexy el escucharla hablar en ingles? Dios Santo, perdóname por mis pensamientos.

—Ya, ya, ve a preguntarle a tu papá si puedo ir, así yo le aviso a mi mamá —dice entre risas y asiento con la cabeza, aun cuando ella no puede verme.

Sin más, decido colgar con la llamada y me quedo varios segundos frente la ventana, dejando que el viento frío de la noche choque contra mi rostro, para ver si así me calmo un poco.

Cuando me siento mejor y menos ardiente la cara, camino hacia la sala y veo a mi papá hablando por teléfono, así que espero que termine para así hablar.

—Pa, ¿puede venir Kate? —pregunto algo nervioso y lo veo mirarme con los ojos entrecerrados y un poco juzgador—. Es decir, si no quieres, no pasa nada. De verdad, es que…

—Claro, dile que venga, no pasa nada —responde con calma y asiento con la cabeza, mientras comienzo a teclear lo que me acaba de decir.

+++++

Kate me anuncia que está abajo y me levanto del sofá en donde estaba viendo una película con mi papá.

—Papá, Kate ya llegó. Voy a bajar a buscarla.

—Está bien, hijo. Tómate tu tiempo.

Salgo del edificio casi corriendo, y al ver a Kate, ambos nos sonreímos. Sin pensarlo dos veces, corro hacia ella y la abrazo con fuerza, alzándola en mis brazos. Siento su risa cálida vibrando contra mi pecho, y su perfume familiar me envuelve, dándome una sensación de paz y alivio que tanto necesito.

La dejo en el suelo lentamente, pero mantengo mis manos en su cintura mientras nuestros ojos se encuentran. Entonces, sin dudarlo, la beso. Nuestros labios se encuentran con urgencia, una mezcla de necesidad y consuelo. El beso es profundo, cargado de todas las emociones que he estado acumulando. Siento sus manos aferrarse a mi cuello, acercándome aún más a ella, y todo el peso del día parece desvanecerse.

Nos separamos solo lo suficiente para respirar, y la miro directamente a los ojos.

—¿Eso responde a si te extrañé o no? —susurro, una sonrisa juguetona en mis labios.

Kate sonríe y asiente, sus ojos brillando con calidez.

—Sí, eso responde bastante bien —dice, acariciando suavemente mi mejilla.

La tomo de la mano y comenzamos a caminar de vuelta hacia el edificio, sintiéndome un poco más ligero con cada paso. Con ella a mi lado, siento que puedo enfrentar cualquier cosa.

Entramos al edificio y subimos hasta el departamento. Kate y yo estamos tomados de la mano, y su presencia me ayuda a mantener la calma. Cuando llegamos, mi papá nos recibe con una sonrisa y nos invita a sentarnos en el comedor. Sobre la mesa, ya hay dos cajas de pizzas y algunos refrescos.

—No sabía cual te gustaba y pedí la favorita de Gael y la mía, es decir, una de pepperoni y otra con piña —dice mi papá mientras se sienta y abre las cajas, mirando a Kate algo dudoso, y ella sonríe mientras levanta sus pulgares—. Por cierto, ¿cómo estás, Kate?

—Me gustan ambas, no se preocupe por mí —dice, de mejor humor de repente al ver la comida y no sé si ofenderme o no por ello. Ni por mí se vio tan feliz—. Estoy bien, gracias —responde con una sonrisa—. ¿Y usted?

—Bien, gracias por preguntar. Me alegra que hayas podido venir.

Nos servimos pizza y comenzamos a comer. La conversación es ligera al principio, hablando de cosas triviales como el trabajo de mi papá y los estudios de Kate. Mi papá hace un esfuerzo por incluirla en la charla, y eso me hace sentir agradecido.

De repente, suena el teléfono de mi papá. Él frunce el ceño al ver la pantalla y se disculpa antes de contestar.

—Disculpen, necesito atender esto.

Se levanta y se aleja un poco, respondiendo con un tono bajo antes de salir al balcón. Kate y yo seguimos comiendo en silencio, pero puedo sentir la tensión en el aire. Estoy seguro de que quiere preguntar algo pero no se anima, y creo saber qué es, así que prefiero no decir algo que pueda sacar ese tema a la luz. De todas formas no pasa mucho tiempo antes de que vuelva con una expresión seria.

—Lo siento, hijo, pero tengo que irme —anuncia, mirándome apenado, a la vez que agarra otra porción de pizza con piña—. Me llamaron para cubrir el turno nocturno. No estaba planeado, pero necesitan que esté allí.

—Está bien, papá —digo, tratando de no mostrar mi decepción. Sonrío para que me crea—. No te preocupes, Kate y yo estaremos bien.

—¿Estás seguro? —pregunta, mirándome con preocupación.

—Sí, claro. Ve tranquilo.

Él asiente y se dirige a su habitación para cambiarse rápidamente. Kate me da un apretón en la mano y me ofrece una sonrisa reconfortante.

—Prometo ser una buena compañía —bromea, tratando de aligerar la situación y la verdad es que sí logra sacarme una sonrisa.

Mi papá regresa en cuestión de minutos, ya vestido para el trabajo. Se acerca a nosotros y coloca una mano en mi hombro.

—Cualquier cosa, me llamas, ¿de acuerdo? —dice, mirándome a los ojos.

—Lo haré, papá. Ve con cuidado —digo al recordar que es de noche y su trabajo queda bastante más lejos de su actual recidencia.

Kate se levanta de su asiento para acercarse al fregadero a lavarse las manos.

—Tú también, hijo —pide, para luego hacer una mueca y guiñarme un ojo. En segundos mis mejillas se tornan rojas por su insinuación de, aparentemente, doble sentido. Eso o yo soy un malpensado—. Tu también cuídate, Kate.

—Lo haré, gracias —responde ella con una sonrisa, regresando a su asiento frente a mí—. Maneje con cuidado.

Con eso, mi papá se va, dejándonos solos en el departamento. No sin antes volver a guiñarme un ojo de manera cómplice. La puerta se cierra detrás de él y el silencio nos envuelve. Me siento un poco avergonzado ante mis pensamientos, pero parpadeo un par de veces ignorándolos, para luego ver a Kate disfrutar de la pizza con piña y aunque me parece adorable, me es imposible no fruncir la nariz con cierto rechazo a ese sabor.

La vergüenza pasa a segundo plano al meter la mano en el bolsillo de mi buzo y dar con la tarjeta de presentación de “Momi”, y vuelvo a recordar todo lo que viví esta tarde, haciendo que el nudo en mi pecho reaparezca.

—¿Quieres seguir viendo la película? —pregunta ella, tratando de aliviar el silencio repentino, mientras se limpia la boca con una servilleta de papel.

—Claro —respondo, sonriendo débilmente.

Nos levantamos y llevamos nuestras porciones de pizza al sofá. Kate se acomoda a mi lado, y la simple cercanía de ella me da una sensación de confort. Aumento el volumen de la televisión y reanudamos la película que estaba viendo con mi papá antes de que llegara Kate.

Con ella aquí, puedo sentir una pequeña chispa de normalidad en medio del caos emocional del día. Agradezco en silencio que sí haya podido venir, porque sino ahora mismo estaría solo y ese pensamiento no me agrada para nada. Me recuesto un poco más en el sofá y dejo que la historia en la pantalla nos envuelva, a la vez que Kate apoya su cabeza en mi hombro.

Media hora después, la película llega a su fin y el silencio se instala en la sala. Kate y yo nos miramos, ambos sintiendo el peso del cansancio del día.

—¿Tuviste un día pesado, fresita? —pregunto preocupado de repente por ella, al darme cuenta que no me detuve a pensar el por qué quería verme con tanta urgencia, como así tampoco me detuve a verla bien.

Tiene la mirada cansada, como alguien que además de haber hecho demasiadas cosas físicas, también ha pasado por una montaña rusa emocional.

—If only I told you... —Suspira, haciendo que frunza el ceño, pero entonces sonríe y sacude la cabeza a la vez que mueve la mano para restarle importancia al asunto—. Don’t worry, love, no pasa nada. Pero sí, tuve un día pesado. Las porristas, you know.

Entrecierro mis ojos para mirarla más analíticamente, pero poco tardo en darme cuenta que, en realidad, no me va a contar lo que sea que le ocurrió hoy y para ser sincero no sé si debo preocuparme o no por ello.

—De acuerdo, haré como si te creyera —admito, haciéndola sonreír feliz por mi decisión.

—Gracias, boy —dice, para luego darme un beso en la mejilla que logra desarmarme por completo y termino sonriendo como bobo—. Prometo que cuando pueda, te contaré todo, mientras… ¿Qué tal tu día?

Abro la boca para responder, pero no sé qué decir, así que termino suspirando pesadamente.

—Pesado —admito, asintiendo con la cabeza de manera lenta.

—Creo que deberíamos irnos a acostar —sugiere suavemente, acariciando mi mano y la miro confundido—. Ah, ¿no te dije que hoy me quedaría a dormir contigo? —pregunta, a lo cual niego con la cabeza sorprendido—. Pues hazte la idea, porque ya le dije a mi mamá que pasaría la noche aquí.

—Pero si no puse queja alguna —respondo, esbozando una sonrisa burlona—. Aunque mi papá…

—Mira boy, dudo que tu papá crea que me volveré a mi casa a las… —Baja la mirada hacia su reloj de muñeca, antes de volver a verme—. Doce de la noche, ¿o si?

Es entonces cuando recuerdo las miradas o la insinuación que me hizo en la cocina, y ruego no sonrojarme a la vez que me encojo de hombros.

—Soy su hijo, es mi papá… ¿Sabes a lo que me refiero? Ese señor puede pensar cualquier cosa —contesto, haciéndola sonreír divertida a la vez que asiente con la cabeza, dándome la razón—. Bien, acepto tu idea. Vamos —digo, moviendo la cabeza en dirección a mi cuarto y me levanto del sofá, para luego tenderle una mano y así ayudarla.

Agarra su bolso y nos dirigimos a mi habitación agarrados de la mano y jugando. Una vez que ingresamos, me suelta la mano para caminar por ella y así poder mirar todo a su alrededor, tal cual lo hice yo hace un par de horas atrás, para después girar a verme sorprendida a la vez que alza su pulgar derecho.

—Es bonita —comenta, caminando hacia la ventana para apreciar la vista, dejando su bolso en la silla del escritorio.

—Perdona que no te pueda prestar ropa o algo cómodo para dormir, pero es que es mi primera noche aquí —comento algo apenado, mientras me rasco la nuca sin apartar mis ojos de ella.

—Don’t worry, boy —responde, sin dejar de mirar por la ventana—. Igual es culpa mía, digo, yo sabía que venía a dormir y no traje mi pijama, ¿no? —dice, girando a verme—. Es que la verdad dormí súper cómoda la primera y última vez que dormimos juntos, y bueno,              quería que volvieras a prestarme una de tus camisetas, pero no pensé en eso, que esta es tu primera vez aquí y obviamente no tendrías ropa ni para ti.

—Dormiste cómoda porque básicamente me usaste de colchón, no porque usaras una camiseta mía —le recuerdo divertido, mientras rodeo su cintura con mis brazos.

Sonríe al recordar esa noche y menea su cabeza de un lado a otro.

—Maybe —contesta, jugando con un mechón de mi cabello—. Digamos que es un cincuenta y cincuenta. —Hace puntitas de pie para darme un fugaz beso en los labios.

—Ja, ja, ja —respondo con cierta ironía que la hace sonreír aun más, antes de bajar bien la cabeza para volver a besarla.

Nos separamos y caminamos hasta mi cama para distenderla y acomodar las almohadas.

Se saca su sudadera al igual que yo me saco mi buzo y me da gracia la diferencia de tamaño entre ambas. Si bien la suya de por sí es más corta de lo normal puesto que deja su ombligo al descubierto, la mía queda como si de un gigante se tratara a su lado. Después de sacarnos las zapatillas, nos metemos bajo las mantas.

No termino de acomodarme, que ella ya está rodeando mi cuerpo con su brazo, al igual que enredando sus piernas con las mías y sonrío divertido a la vez que rodeo su cintura con mi brazo.

El calor de su cuerpo y la familiaridad de su presencia me dan una paz que necesitaba desesperadamente, y no lo sabía. De verdad que cada día me sorprende lo mucho que ella me hace bien. ¿Debería preocuparme?

Kate apoya la cabeza en mi pecho y suelta un suspiro, a la vez que pasa un dedo por mi pecho, como si estuviera jugando a la viborita, y entonces susurra:

—Boy… —Se calla, como si estuviera buscando las palabras correctas—. ¿Qué te pasa? Te noto más callado que de costumbre. ¿Quieres hablar de ello? Si no es el caso, no pasa nada.

Sus palabras son suaves y llenas de preocupación. Suspiro, sabiendo que no puedo ocultarle lo que siento. Tomo un momento para ordenar mis pensamientos antes de responder.

—Hoy vi a mi mamá biológica —admito en voz baja, sintiendo cómo se tensa un poco en mis brazos y levanta la cabeza para mirarme, pero yo me encuentro mirando el techo blanco del cuarto—. Fue... inesperado y muy difícil de manejar.

Bajo la cabeza para mirarla a los ojos. Su expresión refleja sorpresa y empatía. Esto es lo que más me gusta de ella, que jamás me ha mirado con pena o compasión.

—Ay, boy... Lo siento mucho —dice, antes de apoyar bien su cabeza nuevamente contra mi pecho y afianzar su abrazo—. ¿Cómo te sientes con todo esto?

—Es duro —continúo, jugando con un mechón de su cabello, enrollándolo entre mi dedo—. Me dijo muchas cosas que no esperaba escuchar. Me dejó con muchas emociones encontradas, pero... ya hablé con mi papá sobre ello. Y, aunque fue difícil, me siento un poco mejor ahora. Hablar con él me ayudó mucho.

Vuelve a mirarme y acaricia mi mejilla con ternura, sus ojos llenos de comprensión.

—Me alegra que hayas podido hablarlo con él —admite, regalándome una linda sonrisa. Apoya su mentón sobre mi pecho sin dejar de acariciar mi mejilla—. Siempre estás dispuesto a escuchar a los demás, pero también es importante que tú te sientas escuchado. ¿Quieres hablar más sobre ello ahora?

Sacudo la cabeza ligeramente, aunque aprecio su oferta.

—Gracias, fresita. En serio. Pero creo que por ahora solo quiero estar aquí, contigo. —La abrazo haciendo que su cuerpo quede más pegado al mío—. Es cursi, pero el solo hecho de que estés aquí me basta y me sobra. Ya me hace sentir mejor.

Ella sonríe y asiente, apoyando su cabeza de nuevo en mi pecho.

—Siempre que me necesites estaré aquí para ti, boy.

La abrazo más fuerte, sintiendo una mezcla de alivio y gratitud. Con ella en mis brazos siento que puedo dejar ir las tensiones del día. La calidez de su cuerpo y el ritmo constante de su respiración me ayudan a relajarme. Cierro los ojos y susurro:

—Te amo, fresita.

—Te amo también, boy.

Ninguno vuelve a decir algo como por diez o quizás quince minutos, pero el silencio cómodo entre nosotros se rompe cuando Kate me pica el costado suavemente su dedo. Me retuerzo, fingiendo estar más afectado de lo que realmente estoy, y eso desencadena una pequeña guerra de cosquillas. Intento vengarme, pero ella es rápida, esquivando mis manos con risas que llenan la habitación.

—¡Espera, espera! ¡Trampa! —exclamo entre risas, mientras intento atraparla sin éxito.

—¿Trampa? ¡Yo nunca hago trampa! —responde, riendo también, mientras intenta evadirme nuevamente.

En un giro rápido, Kate termina sentada a horcajadas sobre mis piernas, con ambas manos en mis hombros, mirándome con una sonrisa triunfal. Me rindo con una risa exagerada, levantando mis manos en señal de derrota.

—Me ha vencido, my lady —digo, mirándola con admiración fingida.

—Of course, siempre lo hago, honey —contesta, inclinándose hacia adelante para rozar su nariz con la mía en un gesto cariñoso y juguetón.

Río, disfrutando de la ligereza del momento, y entonces me inclino un poco para susurrarle al oído.

—Te dejaré ganar esta vez, pero la próxima, estarás en problemas.

Kate se echa hacia atrás para mirarme, sus ojos brillando con diversión.

—¿La próxima? Eso suena a una amenaza, señor, y quiero que sepa que no soy ninguna damisela que se deje intimidar así de fácil —dice con un tono de voz chistoso, pero aun así la hace ver tierna.

Nos miramos a los ojos por unos minutos antes de acercar nuestros rostros para besarnos.

Me siento incómodo en esta posición, pero no dejo de besarla. Kate se agarra de mis hombros y se sienta mejor sobre mis piernas, dejando sus rodillas a cada lado de mí.

Con algo de duda, llevo mis manos a su cintura, pero no hago nada más que dejarlas ahí. Supongo que ella nota mi timidez porque sonríe tiernamente.

Se separa un momento de mí para mirarme a los ojos y apreciar mi rostro.

—Tengo ganas de llorar por la forma en que me miras —dice, con una sonrisa tierna—. Nunca nadie me había mirado tan bonito.

Sonrío mientras lleva su mano a mi rostro para acariciar mi mejilla. Apoyo mi cabeza en su mano, disfrutando de su tacto.

—Supongo que es porque yo sí sé admirar una obra de arte cuando la tengo enfrene.

—Te amo, ¿sabías? —dice con un ligero tono de voz, ya que gracias a la cercanía no necesita hablar demasiado alto.

Ahora acaricia mi cabello, mis rulos que tanto le encantan y lo sé. Al inicio de nuestra relación, le dije que no me gustaba que nadie tocara mi cabello, pero luego le di permiso y poco a poco le di tal confianza como para poder hacerlo sin que tenga que preguntarme si puede hacerlo. La verdad es que no me gusta la sensación cuando lo hacen, pero con ella… Con ella por algún motivo todo es diferente.

Sonrío de par en par como un niño emocionado.

—Lo sé —respondo con el mismo tono de voz, dándole un pequeño y fugaz beso en los labios—, y yo te amo a ti.

Sonríe de la manera más bonita antes de volver a unir sus labios con los míos.

Sus manos van directo a mi nuca en el momento en que decide profundizar el beso. No me opongo a eso, sino que afianzo mi agarre en su cintura, pegándola más a mí.

El beso comienza a subir de tono de manera lenta, sin que nosotros lo podamos controlar del todo, y me gusta, aunque también me pone nervioso.

Deja mis labios para empezar a dejar un rastro de besos desde mi mandíbula hasta mi cuello, donde siento mi piel erizarse cada que sus dientes chocan contra ella.

Suelto un suspiro tembloroso en el momento que muerde ligeramente el lóbulo de mi oreja y se mueve contra mis piernas para frotar nuestras partes entre sí.

Antes de que pueda volver a besar mis labios, me alejo de ella, logrando sorprenderla y la miro algo apenado a los ojos.

—What’s up? ¿Estás bien? —inquiere algo preocupada, mientras coloca el cabello detrás de sus orejas al sentirlo despeinado.

No respondo, sólo bajo la vista sin animarme a verla de nuevo, haciendo que se desconcierte.

Con algo de duda y confusión se aleja de mí, sentándose nuevamente a mi lado, sin saber qué decir o qué hacer.

Tras unos momentos de pesado silencio, tomo aire, siento el pecho apretado, como si cada respiración costara un poco más. Kate está a mi lado, su preocupación palpable en el aire que, de pronto, parece demasiado denso.

—Fresita, hay algo que... que nunca te he dicho. —Mi voz suena extrañamente frágil, casi extranjera a mis propios oídos. Levanto la vista, encontrando sus ojos, que buscan entender.

Ella inclina la cabeza, su expresión suavizándose.

—Puedes decirme cualquier cosa, Gael. —Su mano encuentra la mía, un gesto que siempre ha sabido calmarme.

Respiro hondo, aún sin soltar su mano, buscando las palabras correctas.

—Es que... yo nunca antes... —Las palabras se atoran, pero la fuerza de su apoyo me da el coraje para continuar—. Nunca he estado con alguien así. Nunca he... hecho esto antes.

Observo cómo procesa mis palabras. Su rostro muestra sorpresa inicialmente, pero rápidamente se transforma en una sonrisa tierna.

—No te avergüences por eso, mi amor —comenta, moviéndose en su lugar para quedar más o menos frente a mí y hacer que la vea a los ojos.

—Es que tú ya tuviste experiencias. —Suspiro algo frustrado, mirándola a los ojos—. En cambio yo… Nada de nada, no sé nada.

Suelta un pequeño jadeo algo burlón y eso solo hace que la mire entre dolido y confundido por su reacción, así que se apresura en hablar.

—Pues yo solo lo he hecho con una persona, y la verdad es que desearía nunca haber tenido esas experiencias —admite, bajando la vista hasta las sábanas y mueve su dedo sobre ella.

Agarro su mano, haciendo que levante la vista hasta mis ojos, notando la preocupación en ellos y cómo mi frente se arruga al momento de fruncir el ceño.

—¿Luca te obligaba a...?

Niega con la cabeza a la vez que inhala hondo y trata de sonreír para transmitirme confianza.

—No, pero sí me manipulaba para hacerlo. —Ríe por lo bajo, para intentar calmar la tensión en el aire.

—Ese hijo de su... —Bufo, cerrando los ojos para luego inhalar hondo y volver a verla—. No quiero preguntar, pero a la vez siento curiosidad —confieso, haciendo que sonría divertida.

—A Luca no le importaba si yo la pasaba bien o no —empieza a contar, mirándome fijamente mientras mi mano sigue aferrada a la suya—. Siempre y cuando él la pasara bien, yo no importaba. Nunca me preguntó si algo me gustaba o no. Ni siquiera podía cerrar los ojos, decía que era porque pensaba en otra persona y no era así, los cerraba para contar mentalmente cuánto faltaba para que acabe. Tampoco podía gemir o emitir algún sonido, porque para él era irritante... En síntesis, ojalá nunca hubiera tenido esa vivencia.

Sin esperárselo, jalo de su mano haciendo que caiga sobre mi pecho y rodeo su cuerpo con mis brazos, para luego acariciar su cabello con delicadeza.

—No tienes idea de cuánto lamento que hayas tenido que pasar por toda esa basura, fresita —comento algo molesto y la siento sonreír—. No es porque me hayas contado tu mala experiencia, pero mi temor de hacer el amor contigo es esa, hacerte pasar un mal rato —confieso, apartándola de mí para verla a los ojos—. Quiero que la pases bien y que goces, pero no sé cómo hacer eso.

Sonríe con dulzura y se acerca a mí para besar mis labios de manera tierna y delicada.

—Cuando tú quieras que lo hagamos, estoy segura que será magnífico —asegura, dándome otro pequeño beso en los labios—. Además, yo te enseñaría qué debes hacer y demás —comenta tocando mi mejilla con su dedo, cosa que me hace sonreír a la vez que alzo una ceja con algo de picardía.

—¿Lo harías? —cuestiono, robándole un corto beso pero en el camino muerdo despacio su labio inferior.

—Of course, boy —contesta, dándome otro pequeño beso—. Sería interesante ser la que domina, ¿no crees? —inquiere, entre besos y leves mordeduras.

—Entonces enséñame.

Se aleja de mí para poder verme bien a los ojos y ver si lo que dije lo hice a modo de broma o no, pero no encontrará nada más que ganas. Deseo de verdad que lo haga. Que me enseñe y hacerlo con ella, disfrutar de esto con ella.

Lo único que hace es asentir con la cabeza antes de acercarse lentamente a mí para besar mis labios.

Como al inicio, vuelve a posicionarse sobre mis piernas sin romper el beso. Hace un ligero movimiento al subirse encima de mí, haciendo que su falda se eleve un poco y eso pareciera no interesarle.

Guía mis manos hacia su espalda cuando nota mi duda sobre si hacerlo o no.

Besa nuevamente mi cuello mientras que acaricio su piel por debajo de su camisa, sintiendo cómo su piel se eriza con cada roce.

Vuelve a besar mis labios pero esta vez con necesidad y deseo al sentir cómo el ambiente a nuestro alrededor se empieza a tornar caliente.

Agarra mi camiseta y se aleja de mí para sacármela y tirarla por algún lado del cuarto.

(Sorry, wattpad tiene ahora una nueva regla que no permite subir escenas así entre menores de edad, sino corro el riesgo de que me eliminen la historia, gg)

Me levanto de la cama para tirar el condón en el techo de basura, pensando en que debo tirar esto en otro lado antes de que mi papá llegue y encuentre esto. Giro sobre mis talones y veo a Kate acostándose bien en la cama mientras se tapa con la sábana. Dios, es tan preciosa y no me canso de decirlo o pensarlo siquiera.

Me acerco nuevamente a la cama y me acuesto a su lado, tapando mi entrepierna con la sábana que la cubre a ella también. Hago que se acueste sobre mi pecho, para así poder acariciar la piel de su espalda desnuda con la yema de mis dedos.

Ambos nos dedicamos a ver el techo del cuarto, completamente en silencio mientras pienso en lo suave que es su piel. Es perfecta.

—¿Lo hacemos otra vez? —propongo intentando ocultar la emoción en mi voz, pero no me sale y me maldigo por ello.

Siento como sonríe, y sin poder evitarlo ríe por lo bajo. Levanta la cabeza, apoyando su mentón sobre mi pecho para poder verme a los ojos.

—¿Te gustó? —cuestiona, sonriendo de lado y asiento con la cabeza algo eufórico.

—¿A ti? —inquiero ligeramente temerario por su respuesta.

Sonríe de par en par mordiendo su labio inferior a la vez que emite un sonido de afirmación.

—Y mucho —admite, haciendo que sonría feliz.

—¿Entonces sí? —vuelvo a insinuar, totalmente emocionado.

Eso logra arrebatarle otra pequeña risa antes de volver a besarme, mientras asiente con la cabeza.

💋💋💋💋💋💋💋💋💋
Holissss de nuevo. Sí, así es. Otra vez yo.

OMG, yo de nuevo en menos de dos dias? Nuevo record, gente jajsjajq

Qué les pareció el cap?
La mamá de Gael? Su papá?

Estos dos, impuros, estrenando el dpto del pobre Jonathan. Terrible 😏😏

Por cierto , hoy es el cumple de Kateeeeee. Por eso tambien este cap ajjajaja

Los amooo
XOXO, bitches💋

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