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035.

✨KATE✨

Me quedo inmóvil por varios segundos, solamente mirándola y sintiendo mi pecho subir y bajar con cada respiración. Trago saliva en seco y tengo la necesidad de relamer mis labios al darme cuenta que, de repente, están secos por mas que no hace mucho aplique bálsamo labial sobre ellos.

¿Qué se supone que debo decir? ¿Cómo se supone que debo actuar? Todo lo que puedo hacer ahora es mirar a mi mejor amiga, quien no tiene otra expresión mas que de pánico. Seguramente tengo la misma expresión, porque ella tampoco puede dejar de verme.

Reacciono en cuanto a ella se le escapa otro sollozo involuntario, haciendo que sus ojos vuelvan a llenarse de lágrimas y hago lo único que se me ocurre: la abrazo.

Todo lo que se escucha por varios minutos son los sollozos de Riley y mi respiración agitada. Mi cabeza está trabajando a gran velocidad al intentar entender la situación, o quizá solamente al pensar en lo que puedo hacer o decir para ayudarla. El eco del baño es nuestra única compañía ahora mismo.

—¿Qué voy a hacer, Kate? —pregunta entre sollozos, aún aferrada a mi camiseta—. Mi mamá me va a matar, o peor aún, quizá le provoco algún infarto o algo así.

—Primero nos relajemos, porfis —pido, alejándome de ella para poder verla a los ojos—. Antes que nada, debemos asegurarnos de que no sea un falso positivo, okay? —digo, a lo que Riley asiente con la cabeza—. Y segundo… Chinis, sabes que yo te super mega apoyo y jamás te juzgaría por vivir tu vida sexual como gustes, rigth? —pregunto temeraria de que tome a mal mis palabras, más sin embargo, termina asintiendo y no dice nada, incitándome a seguir hablando—: So, a lo que quiero llegar es… ¿Sabes quién sería el papá en el caso de que estuvieras embarazada? Cruzo los dedos para que no sea así —comento, mientras cruzo mis dedos.

Ruego porque de verdad no malinterprete mi pregunta o la ofenda, pero soy consciente de que Riley tiene una vida sexual muy activa al punto de que puede en un mismo día acostarse con dos chicos diferentes, y no está mal porque esa es su decisión.

Nunca me preocupó lo que hiciera, porque sabía que se cuidaba como nadie. Tanto para evitar un embarazo, como alguna ETS. Pero se me hace raro este tipo de descuido en ella.

—Sí —responde luego de algunos segundos en silencio, bajando la cabeza y asintiendo con ella. Suelta un suspiro tan profundo y sonoro que logra preocuparme aun mas por ella, si es que eso es posible—. Katy, hay algo que no te he contado —dice, animándose a verme de nuevo y puedo notar sus ojos llorosos de nuevo. Frunzo un poco el ceño, tratando de adivinar lo que podría ser, pero nada se me viene a la cabeza, así que solo le hago una seña con la mano para que continúe—: Liam y yo estamos saliendo.

Abro la boca formando la cuarta vocal con mis labios, sin poder creer lo que acaba de decir.

—What?! Pero, ¿cómo? ¿Desde cuándo? —tartamudeo un poco, al sentirme muy sorprendida por su repentina noticia. De hecho, ya van dos en menos de una hora. Necesito sentarme si piensa darme más noticias así.

Me alejo de ella y camino hasta los asientos que hay dentro del baño. Riley me sigue en silencio y toma asiento a mi lado.

—Desde las vacaciones —responde, con la cabeza gacha y la mirada en sus dedos que están jugueteando entre sí.

—¿Llevan casi cinco meses juntos? —cuestiono incrédula, aun sin poder creer lo que estoy escuchando, a pesar de que son respuestas vagas y sin mucho contexto. Riley asiente con la cabeza nuevamente—. ¿Por qué no nos han contado nada? ¿O es que sólo yo no lo sabía?

—Ninguno lo sabe —contesta de inmediato, aunque aun no se anima a verme a la cara—. Para el grupo fue muy difícil lo tuyo con Gael, ya sabes, cuando ambos estaban en la ida y vuelta, que si y que no, y bueno… No queríamos hacerlos pasar por eso de nuevo. Resulta ser que todo empezó como algo casual, los dos sabíamos que solo sería eso, pero luego… —Suspira y se queda mirando sus manos por varios segundos antes de continuar—: Me confesó sus sentimientos y dijo que no podía seguir así, que realmente esta situación lo estaba lastimando. Entonces le dije que era un tarado, porque a mí también me gustaba y desde hace bastante. —Sonríe, como si estuviera recordando ese momento—. Los dos nos reímos y nos dimos cuenta de lo tontos que éramos, así que ese día nos hicimos novios, pero decidimos no decirles nada, por lo menos hasta que se sintiera “normal” de nuevo el grupo, pero entonces pasó lo de Joe y… —La interrumpo con un abrazo.

—Lamento mucho que por nuestra culpa ustedes no hayan podido contar algo tan bonito como lo es que admitieran sus sentimientos uno por el otro y, sobre todo, que sean correspondidos al punto de ser novios —digo de manera rápida, con temor a ser interrumpida, mientras cierro los ojos con bastante fuerza.

Siento su cuerpo moverse al compás de su débil risa, a la vez que palmea mi brazo con cariño y sorbe sus mocos.

—No es culpa de nadie la decisión que nosotros tomamos, tranquila —asegura, logrando hacerme sentir un poco mejor.

Entonces, vuelvo a la realidad y el por qué estamos encerradas en el baño.

—¿Me estás diciendo que, si es que hay una bolita dentro tuyo, Liam, el ser más irresponsable que he conocido en el planeta Tierra, será papá? —inquiero, bastante temerosa de repente por la situación.

No dice nada, está sumida en sus pensamientos y decido dejar el tema ahí, puesto que es demasiado incluso para mí. Inhalo hondo y me levanto de mi asiento, aunque aun así decido agacharme un poco para estar a su altura.

—De acuerdo —digo, agarrando su mano y otorgándole una sonrisa amable, para que sepa que puede contar conmigo para lo que sea—.Okay, Chinis hermosa, vamos a comprar tres test más y de ahí, vamos a mi casa donde no hay nadie, y dependiendo de lo que salga, veremos como sigue la cosa.

++++

Zapateo en el suelo de mi casa con cierta impaciencia, mientras espero que Riley salga de mi baño personal para saber el resultado. Al final, compramos cuatro test de diferentes marcas y estilos.

Por suerte mamá me avisó esta mañana que vendría hasta la noche, y Melchu está encerrada en su habitación estudiando, así que no nos molestará por un rato.

Suspiro y en el proceso hago ruido con mis labios como si de un caballo se tratara, a la vez que camino de un lado a otro. Me detengo en cuanto escucho la puerta del baño ser abierta y a Riley salir por esta. No dudo en acercarme hasta ella, mirándola con curiosidad.

—¿Y bien? —pregunto, sintiendo mis labios resecos por los nervios.

—Debo esperar cinco minutos todavía —responde, igual de nerviosa que yo y asiento con la cabeza, mientras acaricio su espalda en un gesto cariñoso y de apoyo.

—It’s okay —digo, tratando de calmarnos a ambas—. Pondré dos canciones, una favorita tuya y una favorita mía, ahí pasarán a lo mucho seis minutos —propongo, y asiente con la cabeza en lo que camina hasta mi cama para acostarse ahí.

No dudo en acercarme hasta mi parlante y enciendo la portátil, para así hacer lo que dije. Me cuesta bastante, debido a que las manos me tiemblan muchísimo. No creí estar tan nerviosa hasta ahora que siento todo mi cuerpo como una gelatina.

Luego de las dos canciones, ambas nos miramos por varios segundos a los ojos, sin saber qué hacer o quién verá primero los resultados. Inhalo hondo y me levanto de la cama para caminar hacia el mueble en donde Riley dejó los test. Los agarro sin mirar el resultado y vuelvo a sentarme a su lado. Asentimos con la cabeza, indicándonos que estamos listas para saber en dónde estamos paradas ahora mismo.

Cuento hasta tres mentalmente y, sin más, doy vuelta los cuatro test al mismo tiempo y siento como el aire se va de la habitación en cuanto dejamos de respirar. Tres positivos y uno negativo. Si contamos el que ella hizo, serían cuatro. Claramente ya no es una coincidencia o un "falso positivo".

Giro a ver a Riley quien no deja de ver los test en mi mano, y todo lo que puedo pensar es que está embarazada. Dios mío.

Dejo los test sobre la cama y me levanto de donde estoy sentada y camino dos pasos lejos de ella, agarrándome la cabeza, para luego girar a verla.

"Esa no es mi Riley. Esa chica, con la mirada asustada y totalmente perdida, no es mi Riley. Mi Riley es segura de sí misma, no le tiene miedo a nada y siempre tiene una solución para todo", pienso al verla totalmente perdida.

—Oh my God. —Mi voz tiembla mientras niego con la cabeza, tratando de contener las lágrimas que amenazan con desbordarse. Me tapo la boca, pero las palabras escapan—: No sé. Te quiero abrazar, pero a la vez me quiero ir corriendo, I don't know. —Niego con la cabeza y siento el nudo cada vez más grande.

—Abrázame, por favor. —Su voz es un susurro roto, y veo nuevas lágrimas deslizarse por sus mejillas.

Me acerco a paso rápido sin pensarlo dos veces, y me siento a su lado, abrazándola fuerte, queriendo transmitirle seguridad, tranquilidad, confianza. Quiero que se sienta segura y protegida conmigo, con su mejor amiga, pero me siento tan perdida como ella.

Como siempre, termino llorando junto a ella. Sollozamos sin poder aguantarlo.

—Vas a ser mamá —murmuro en medio de los sollozos, sin separarme de ella.

—Y con diecisiete años. —Su voz sale temblorosa y yo niego con la cabeza, sintiendo su miedo palpable en el aire.

—Eres muy joven —afirmo con la voz igual de temblorosa—. Eres muy joven. Demasiado joven —repito mis palabras a la vez que sorbo mis mocos.

Estamos en silencio por un momento, solo el eco de nuestros sollozos llena el espacio entre nosotras. Me levanto de un salto, incapaz de quedarme quieta mientras mi mente y mi corazón se desbordan de emociones encontradas, y camino de un lado a otro, casi dando vueltas en el lugar como un perrito.

—Jesus, what are we going to do? —digo para mí misma, pero aun así logro llamar su atención y detengo mi caminar para mirarla— No, no sé cambiar pañales o hacer leche o todo lo que tenga que ver con bebés, es más, ni siquiera sé qué hacer en esta situación y... Tú tampoco —comento un poco torpe y ella suelta una pequeña risa ahogada por las lágrimas que logran relajarme un mínimo. Por lo menos una de las dos tiene la fuerza suficiente como para reír, y me alegra que sea ella—.  Pero, juntas encontraremos una solución. Quiero decir, debiste cuidarte, Chinis —comento angustiada y zapateo un poco el suelo con mi pie, para después pasar una mano por mi cara al darme cuenta de lo que acabo de decir y añado—: digo, tienes que cuidarte, no tienes que hacer fuerza, no hay que... No sé, no hay que correr, tienes que estar tranquila, ya no deberías ir a fiestas o, si vas, no puedes tomar como lo hacías, y no, no nada, I don't know what I'm talking about, God —suelto frustrada, a la vez que intento reír, pero me sale un sonido extraño—. Intento parecer que lo sé todo, pero en realidad no sé nada, I’m sorry. —Me rasco la cabeza con un poco más de fuerza de lo habitual debido a la frustración que siento ahora mismo. 

Ella me mira con ojos llenos de angustia y temor, y me doy cuenta de lo frágil que es en este momento. Vuelvo a sentarme a su lado y la abrazo con más fuerza, como si pudiera protegerla de toda esta situación, aunque sé que es tonto, porque no puedo hacer nada.

Estamos abrazadas en silencio, pero nuestras lágrimas siguen saliendo, haciéndonos saber que aun hay mucho por liberar.

Me separo lo suficiente para mirarla a los ojos, tratando de transmitirle todo el apoyo y el amor que siento por ella.

—Voy a estar aquí para ti, pase lo que pase. ¿De acuerdo? Always together. —Mi voz es firme, pero también llena de ternura y compasión.

Asiente con la cabeza, mirándome con gratitud a la vez que pasa una mano por la nariz, mientras sorbe sus mocos.

—Estoy muy asustada, rojita. Yo no elegí esto. —Solloza nuevamente y señala su panza con ambas manos—. Yo no quería esto. Yo no quiero esto. —Lo dice con tal seguridad que sé de qué está hablando ahora.

—¿Vas a abortar? —me atrevo a preguntar y ella me mira dudosa, temeraria.

—No lo sé. —Suspira limpiándose las lágrimas que no dejan de correr por sus mejillas—. Porque yo sé que... que dicen que ser mamá es lo más lindo que te puede pasar en la vida, o eso es lo que dice mi mamá desde que tengo uso de razón. —Niega con la cabeza un par de veces mientras abre y cierra la boca, hasta que suspira—. Pero también soy consciente de que ella quería serlo, ¿sabes? Ella sí quería ser mamá, en cambio yo no y además..., no estoy preparada. Tengo diecisiete años y no sé nada. —Siento mi labio inferior empezar a temblar y como las lágrimas se agolpan en mis ojos—. Voy a ser mamá y ni siquiera sé cuidarme a mí misma, Kate. No sé ni siquiera cómo son los embarazos, si me puede pasar algo a mí o al bebé, ¿y el parto? Eso es lo que más me aterra —admite y se rasca la cabeza igual que yo, con desesperación y angustia.

—Podemos informaros, investigar, supongo que si te cuidas bien no te pasará nada y, ay no sé, sorry. —Me tapo la boca con una mano, cierro los ojos y niego con la cabeza mientras siento cómo las lágrimas corren por mis mejillas. Inhalo hondo y abro los ojos para agarrar sus manos—. De todas formas, quiero que sepas que no importa lo que pase, estaré contigo para lo que sea, you know that, right? No importa la decisión que tomes, estoy aquí para ti, ¿de acuerdo? —digo con convicción y seguridad, y ella asiente con la cabeza, abrazándome y colocando su cabeza en mi pecho—. Siempre contigo, China, no importa el qué —aseguro y beso su cabeza, para luego abrazarla más fuerte. Hasta que recuerdo algo que se me había olvidado preguntar—. ¿Liam sabe?

Riley se separa de mí, secándose las lágrimas y negando con la cabeza.

—No, no se lo he dicho puesto que me enteré hoy y a la primera que se lo conté fue a ti —responde tratando de calmarse. Asiento con la cabeza lentamente y ella sigue hablando—. Y la verdad es que no sé si decírselo, porque si aborto, lo mejor será que no sepa nada, así no hay otro perjudicado, no sé. —Suspira.

—Ay, Dios. —Vuelvo a abrazarla y beso su cabeza para luego acariciar su espalda—. Te adoro mucho, demasiado, muchísimo y aquí me tienes para lo que sea, ¿de acuerdo? —repito, para asegurarme de que sepa que no está sola. Asiente con la cabeza, pero no nos separamos—. Apoyándote siempre, en cualquier decisión que tomes.

Nos quedamos nuevamente en silencio, aunque esta vez no es tan abrumador como los otros y ya no se escuchan nuestros sollozos. Aun así, nos mantenemos abrazadas para intentar tranquilizarnos mutuamente.

Siento mi corazón latir desbocado, y me pregunto cómo estará el de ella si el mío está así.

Luego de unos -quizá- diez minutos en silencio escucho como murmura, pero no logro entender lo que dice, así que me alejo un poco de ella para poder escucharla con atención.

—Voy a abortar. —Sus palabras son apenas un susurro, pero resuenan con una determinación valiente que me llena de admiración.

Asiento con la cabeza, sintiendo un peso en mi corazón por la difícil decisión que ha tomado. Pero estoy decidida a estar a su lado, pase lo que pase.

Si yo estoy asustada siendo que no tendría que cargar con algo tan enorme como lo es un embarazo y sus complicaciones, o un parto, no me quiero imaginar ella. Siento que el tamaño de mi temor es inmenso, más grande que el que alguna vez haya podido sentir en toda mi vida. Estoy segura que el de ella es el triple que el mío y ese pensamiento solo logra estrujar mi corazón.

—Está bien, ahora mismo buscaré alguna clínica buena y pagaré por todo, tú no te preocupes, ¿si? —digo,  apretando su mano y asiente con la cabeza. De todas formas, muerdo mi labio superior decidiéndome sobre si decirle lo que pienso o no. 

—Suéltalo —dice, logrando sorprenderme mientras me mira fijo—. ¿Qué pasa?

—Pues verás... —Suspiro, sin saber cómo decir lo que pienso de manera veloz, al punto que logra marearme—. Yo sé que es tu cuerpo y tu decisión, no tengo nada contra ello porque es cierto —digo, tratando de acomodar mis ideas—, pero... —Vuelvo a suspirar, a la vez que alzo mi cejas e inflo mis mejillas en la exhalación—. Mira, no quiero llevarte la contraria, okay? But, creo que Liam debe de saberlo de todas formas. Creo que tiene derecho de saber lo que pasa y tu decisión al respecto.

Riley me mira con una mezcla de sorpresa y tristeza en sus ojos, y sé que estoy tocando un tema delicado.

—No lo haré —dice, cortando mis palabras de raíz—. No, no puedo hacerle eso a Liam. —Su voz es apenas un susurro, pero su determinación es palpable—. Liam es... es una persona sensible. No quiero lastimarlo con algo así. Prefiero hacerlo sin que sepa nada y llevarme ese secreto a la tumba. Así solo uno de los dos sufre y ya.

Su respuesta me deja sin aliento, pero sé que no puedo hacerla cambiar de opinión. Aunque esté en desacuerdo, respetaré su decisión.

—Está bien, Riley. Si eso es lo que quieres, lo respetaré —digo con voz suave, tratando de ocultar mi desacuerdo. Pero en el fondo, sé que esta decisión no será fácil de sobrellevar para ella.

Si bien planeo estar a su lado toda mi vida, no soy yo la que haré algo así, la que tomará una decisión así de importante. El traer una vida o no hacerlo, es la misma decisión importante. Estás marcando un antes y un después en tu vida, aunque no lo admitas en voz alta.

—Bien, busquemos una clínica adecuada a la cual ir —digo, levantándome de la cama para caminar hacia mi escritorio.

—Que no sea una de aquí, por favor —pide, y la miro por encima de mi hombro en cuanto me siento en la silla—. No me gustaría encontrarme con algún conocido o algo por el estilo —explica y asiento con la cabeza, comprendiendo su petición.

—De acuerdo —respondo, asintiendo con la cabeza mientras pienso en los posibles departamentos que estén más cerca de la capital, a los cuales podríamos ir sin viajar demasiado—. Podría ser en Zenithia, Luminar, Nímburla o Seranía, ¿qué te parece?

—Cualquiera está bien, siempre y cuando no sea aquí en Stenda —asegura y vuelvo a asentir con la cabeza, para comenzar a teclear en el ordenador, buscando algo.

Luego de varios minutos de ardua búsqueda, ella encontró una clínica que se especializa en abortos en Zenithia y yo encontré una en Nímburla. A continuación nos dedicamos a llamar, para saber cuándo tienen turno disponible.

Colgamos casi al mismo tiempo y nos miramos, esperando la información de la otra.

—Tienen un lugar disponible para mañana —hablo primero, haciéndole saber que no está tan mal esperar hasta mañana, pero ella niega con la cabeza.

—En Zenithia es por orden de llegada, así que si voy hoy mismo, pues... Ajá —informa, y alzo las cejas sorprendiéndome de que hoy mismo podamos "solucionar" esto.

—Okay —digo, pensando que Zenithia está a dos horas aproximadamente de viaje—. Bien, debemos pasar primero por el cajero para poder tener un poco de dinero en efectivo y de ahí podremos ir para allá, ¿está bien? —propongo, pensando todo a gran velocidad.

Me mira con adoración, pero sobre todo con una gran gratitud, para luego abrazarme con fuerzas.

—Gracias por acompañarme —dice, y suelto un suspiro a la vez que rodeo su cuerpo con mis brazos.

—Te dije que no te dejaría sola, y menos para algo así —comento, separándome de ella y señalo la puerta con un movimiento de cabeza—. Bien, andando. Avísale a tu mamá que te quedarás a dormir, en lo que voy a avisarle a Melchu que saldremos —ordeno de manera amable. De reojo la veo asentir con la cabeza, mientras salgo de mi cuarto para dirigirme al de Melanie.

Toco tres veces la puerta de madera con mi nudillo y escucho como la música que proviene de su cuarto se detiene de repente.

—¡¿Qué quieres?! ¡Estoy estudiando, vete! —grita desde dentro de su cuarto y giro los ojos. No hay ser humano en la tierra que la soporte cuando debe estudiar, definitivamente.

—¡Es para avisarte que me iré por un rato con Riley y que se quedará a dormir! —informo en voz alta, puesto que no pienso abrir la puerta.

Seguro de ahí sale un olor nauseabundo o algo parecido, porque cuando ella estudia, se descuida completamente al punto de que no se baña ni permite que nadie toque sus cosas, por ende, la señora que contrata mi mamá para limpiar la casa tiene prohibido ingresar a su habitación en estas épocas.

—¡Avísale eso a mamá, no a mí! —exclama y se me es inevitable no girar mis ojos de nuevo—. ¡No me hagas perder más tiempo y vete!

Hago una mueca a la vez que repito mentalmente sus palabras, para luego enseñarle mi dedo del medio a la puerta, pero es dirigido a ella con todas las intenciones de ofenderla y hacerle saber lo irritante que es cuando quiere.

Suelto un suspiro y saco mi celular del bolsillo trasero del pantalón, para así comenzar a teclear un mensaje para mamá en lo que voy caminando hacia las escaleras. Lo envío en cuanto llego al último escalón, que es donde se encuentra Riley sentada, esperándome.

—¿Lista? —pregunta, levantándose casi de un salto, logrando que casi me dé un infarto aquí mismo.

—Aquí la verdadera pregunta es: ¿tú estás lista? —cuestiono, mirándola con preocupación al notar que, de repente, está como siempre. Como si la vida misma no le preocupara en lo más mínimo—. Mira que todavía podemos sacar turno para mañana en la clínica San Expedito de Nímburla —comento, pero ella niega con la cabeza.

—Mientras más rápido solucione esto, mejor para mi paz mental —asegura, y asiento de manera lenta, comprendiendo sus palabras—. Si debo esperar un día entero, no podré dormir o comer, no podré hacer nada.

—De acuerdo —digo, abriendo la puerta de la cochera y la dejo salir primero—. Entonces tú y yo conoceremos Zenithia por primera vez —comento y la veo sonreír ligeramente.

Luego de salir de casa, nos detenemos en el primer cajero automático que encontramos. Saco un poco de dinero en efectivo antes de volver al auto y ahora sí partir hacia la clínica indicada por el mapa en mi celular. Riley baja el techo de mi auto y se permite disfrutar del cálido sol y el viento que golpea contra nosotras, desordenando nuestro cabello.

Saco los lentes de sol que siempre llevo en mi bolso y le indico que en la guantera hay otros, así que se los pone.

La verdad es que decidí tomar la misma actitud que ella y fingir demencia por un rato, como si estuviéramos por irnos de viaje o a pasear, en vez de una clínica especialista en abortos.

Supongo que fingir que lo que va a pasar dentro de dos horas no es real, es la mejor opción por el momento.

El transcurso hasta Zenithia de todas formas es en silencio por parte de ambas, además de la música que resuena, ninguna de las dos ha dicho nada durante todo el viaje y considero que es mejor así.

Estaciono el auto y ambas nos bajamos al mismo tiempo para poder admirar el gran atardecer frente a nosotras.

—Wow —dice Riley, totalmente absorta por la belleza del ocaso.

De repente parece triste y me da curiosidad saber qué está pasando ahora mismo por su cabeza, pero decido no interrogarla. Sé que no es el momento para ello.

Camino hasta estar a su lado y entrelazo nuestros brazos, mirándola con una falsa seguridad.

—¿Lista? —cuestiono y la siento inhalar hondo, para luego asentir con la cabeza a la vez que exhala con lentitud.

Sin decir más, giramos sobre nuestros talones dándole la espalda al sol que comienza a esconderse y caminamos en dirección a la entrada de la gran clínica.

Una vez que ingresamos, una enfermera nos entrega un número y nos indica que esperemos, que ya nos atenderán.

Juntas y aun con nuestros brazos entrelazados, caminamos hasta uno de los asientos libres y nos sentamos sin decir o hacer ruido alguno.

Miro a nuestro alrededor, notando que hay chicas jóvenes como nosotras o quizá de la edad de Melchu. Algunas están solas y se las ve impacientes o incluso podría decir que están nerviosas, mientras que otras están acompañadas por lo que parece ser su madre o pareja. Por otro lado hay señoras de la edad de mi mamá con mirada perdida o tristes. También hay parejas que parecieran estar disgustados entre sí, cada uno absorto en su propio mundo, pero aún así indican que tienen el mismo problema y dolor en común.

—¿Quieres? 

Esa voz logra sacarme de mis pensamientos y giro mi cabeza, notando que hay una señora sentada al lado de Riley, ofreciéndole un caramelo de miel que mi amiga no duda en aceptar a la vez que le sonríe como puede.

—Tranquila niña, todo lo malo sana, incluido esto —asegura, palmando la rodilla de Riley en un gesto de aliento. Suelta un pequeño suspiro y gira a ver hacia adelante—. Al inicio te sentirás culpable, quizá. Tu mente no te dejará tranquila, ¿sabes? Quizá pienses "podría haber hecho esto diferente o tal vez tomado otra decisión". Ver niños riendo, llorando, abrazando a sus mamás o haciendo cualquier cosa te resultará doloroso o incluso incómodo porque te recordará lo que hiciste, pero luego todo eso pasará. Lograrás sanar y perdonarte, a ti y a tu cuerpo.

Quisiera decirle que no está ayudando o que sus palabras no son de tanta ayuda como, quizá, ella intenta hacerlo sonar, pero además de que eso sería grosero de mi parte, entiendo que esta conversación no me incumbe para nada.

—Lo dices como si ya hubieras pasado por esto —dice Riley, jugando con el caramelo entre sus manos antes de mirar a la señora.

—Esta es mi tercera vez —cuenta, asintiendo con la cabeza de manera lenta, aunque de todas formas sigue mirando hacia el frente.

Riley y yo alzamos las cejas sorprendidas por esa revelación, pero ninguna es capaz de decir nada. Después de todo, no tenemos derecho a juzgarla por una decisión que tome sobre su cuerpo, y menos cuando estamos aquí para lo mismo.

—Tengo dos hijos —dice, llamando nuevamente nuestra atención—. El primer aborto fue espontáneo, el segundo por decisión propia. Pasé por todo aquello que te dije y cuando quedé embarazada de nuevo, me dije a mí misma que no podría pasar por esto de nuevo, así que decidí tenerlo. Luego llegó el segundo.

—¿Por qué estás decidiendo abortar ahora de nuevo? —pregunta Riley, sin pudor alguno, sumida totalmente en su curiosidad.

—Porque me di cuenta que prefiero mil veces no ser mamá a ser una mala mamá —responde con la voz temblorosa. Sonríe muy a su pesar y parpadea un par de veces, tratando de ahuyentar las repentinas lágrimas—. La vida es así, siempre tendrás decisiones importantes que hacer. Habrá gente que te dirá que tomaste la más fácil, pero déjame decirte que ninguna en la que implique vivir es una fácil o ligera de sobrellevar.

La mujer mayor exhala profundamente, como si llevara el peso del mundo en sus hombros cansados. Su mirada se pierde en algún recuerdo lejano antes de continuar.

—Es fácil juzgar desde afuera, pero nadie más que tú sabe lo que es mejor para ti. Si has tomado esta decisión, es porque has considerado todas las opciones y has elegido lo que crees que es correcto. Eso es valiente, querida —dice con una suavidad reconfortante, como si estuviera hablando con una hija—. Y recuerda, siempre hay luz al final del túnel. Puede que no lo veas ahora, pero el tiempo y el amor propio, y el amor y apoyo de una buena… ¿amiga? —pregunta, mirándome por encima de Riley para asegurarse de que eso seamos, y ambas asentimos con la cabeza, logrando hacerla sonreír y vuelve a apoyar su espalda contra el respaldar de la silla—, sanan todas las heridas.

Riley asiente, absorbiendo cada una de las palabras de la mujer con atención. Puedo ver en sus ojos una mezcla de alivio y gratitud, como si finalmente sintiera que no está sola en este difícil camino.

Entiendo que no es lo mismo mis palabras que las de una mujer que ha pasado por lo mismo, y eso me hace sentirme agradecida con el Universo por plantarle en un momento así a esta mujer.

—Gracias por compartir tu historia con nosotras —dice Riley con voz temblorosa, apretando el caramelo con fuerza en su mano—. Realmente significa mucho.

La mujer le devuelve una sonrisa cálida y le palmea la mano con ternura.

—Decidí ser madre y también no serlo, pero en el camino también decidí que podría ayudar a quienes lo necesitaran. No sé si te habré ayudado en algo, pero por lo menos sé que ahora sabes que no estás sola en una situación así, sino mira a tu alrededor y ve cuantas personas están igual —comenta y las tres damos una rápida mirada al lugar—. De todas formas mi idea es que recuerdes que siempre hay esperanza, incluso en los momentos más oscuros —dice antes de levantarse con elegancia y desaparecer entre la multitud en cuanto el doctor la llama.

Riley y yo nos quedamos en silencio por un momento, dejando que las palabras de la mujer se asienten en nuestras mentes y corazones. Riley rompe el silencio con un suspiro profundo.

—Esa mujer tiene razón. Aunque sea difícil, sé que estoy tomando la decisión correcta —dice con determinación, mirándome directamente a los ojos—. Además ¿lo que dijo? Tiene toda la lógica del mundo. Claro que es mejor no ser mamá a que ser una mala mamá —asegura, más para ella que para mí.

Asiento con la cabeza, sintiendo una oleada de admiración por la valentía de mi amiga.

—Es cierto —respondo, igual de segura que ella—. Aunque siendo sincera, no creo que vayas a ser una mala mamá, pero es claro que eres demasiado chica para serlo ahora y está bien que no quieras. Porque aunque yo crea eso, me refiero a un futuro muy lejano, a cuando tú decidas ser una y lo esperes con amor y alegría, no ahora que no sabemos ni dónde estamos paradas a nuestros apenas diecisiete años.

—Gracias por apoyarme en esto —dice, empujando mi hombro con el suyo—. También tiene razón al decir que, mientras te tenga a mi lado, amándome como lo haces, estaré bien y podré superar cualquier tempestad.

—Podremos hacerlo juntas, sí. —Entrelazo nuestros dedos y aprieto con fuerza, pero sin llegar a lastimarnos, mientras sonrío con cariño.

La ayudo a desenvolver el caramelo, puesto que está visto que no quiere soltar mi agarre y se lo lleva a la boca a la vez que apoya su cabeza sobre mi hombro, mientras esperamos a que la llamen.

En la espera, recibo un mensaje de parte de Gael, preguntándome si quería ir al cine a ver una película. Sonrío a pesar de que me siento mal por tener que cancelar sus planes, puesto a que casi no nos hemos visto hoy por mi agenda ocupada. Le digo que no puedo, pero que mañana estoy completamente libre. Por suerte acepta sin hacer pregunta alguna, supongo que pensará que luego le contaré lo que estoy haciendo, pero tendré que pensar en alguna buena mentira porque, claramente, no puedo decirle que estoy aquí.

Riley se separa de mí y sé que es por mis mensajes con Gael, puesto que le respondía con ella aun apoyada en mi hombro, sin preocuparme si leía o no nuestra conversación.

—Sé que no es necesario decirlo, pero… No puedes decirle sobre esto a Gael, a nadie, de hecho —comenta, mirándome fijo a los ojos y sonrío para tranquilizarla a la vez que asiento con la cabeza.

—I know —digo y la veo suspirar aliviada—. Tú tranquila, yo nerviosa. Don’t worry. Sabes que puedo ser una tumba cuando quiero.

Riley sonríe agradecida y vuelve a apoyarse sobre mi hombro, pero esta vez se la ve un poco más relajada en lo que come su caramelo de miel.

Pensé que la espera sería un poco más llevadera, pero la verdad es que comienzo a ponerme nerviosa de nuevo luego de casi media hora de espera y, por lo que puedo notar, Riley igual.

—Sinclair —dice la doctora, saliendo por una puerta—. Sinclair Nicole.

Ambas soltamos un suspiro, a la vez que miramos a nuestro alrededor esperando que la paciente se acerque a la doctora. Pero entonces recuerdo algo.

—Eres tú, boba —digo, mirándola sorprendida de que no nos hayamos dado cuenta antes y ella abre sus ojos de par en par.

—¡Aquí! —anuncia Riley, levantándose casi de un salto, mientras que yo me encargo de levantar nuestros bolsos y abrigos de los asientos, para luego seguirle el paso.

Como nadie le dice por su segundo nombre, no lo relacioné con Riley, pero recordé que decidió poner solo su segundo nombre para evitar que alguien la reconociera de inmediato. Al inicio me pareció tonto, porque cualquiera que la conociera, sabría su segundo nombre, pero si funcionó, incluso con ella misma.

—¿Ella es tu acompañante? —cuestiona la doctora con voz amable y hasta podría decir que es cariñosa, mientras nos sonríe.

—Sí —responde Riley, asintiendo con la cabeza a la vez que le devuelvo el gesto a la doctora.

—Muy bien, pasen.

Ingresamos a su consultorio y como suelo hacer cada que entro a un lugar nuevo, miro todo a nuestro alrededor, pero no hay mucho para ver más que paredes blancas y flayers sobre medicina pegadas en la pared.

—Muy bien, Nicole, yo seré tu doctora el día de hoy, así que puedes decirme Macarena —dice la doctora, tomando asiento en su respectivo lugar tras el escritorio, mientras que con Riley nos sentamos frente a ella—, dime por qué estás aquí —pide, apoyando sus manos sobre la mesa para mirar fijo a mi amiga.

—Quiero hacerme un aborto —responde con seguridad, aun cuando sus manos están temblorosas.

—¿Cuántos años tienes? —pregunta Macarena, comenzando a teclear algo en su computadora antes de girar a ver a Riley, esperando una respuesta de su parte.

—Diecisiete —contesta mi amiga, ahora con ninguna seguridad en el tono de su voz y la mirada gacha.

—¿Y tú, acompañante? —cuestiona la doctora, mirándome ahora a mí, logrando ponerme nerviosa—. ¿Cuántos años tienes?

Mierda. No tomamos en cuenta este detalle.

—Diecisiete —respondo, bastante apenada.

—Entonces ambas son menores de edad, por ende, para algo como lo es un aborto no puedes ser su tutora responsable, ¿lo saben, verdad? —inquiere Macarena, mirándonos de tal forma que intenta asegurarse de que le hayamos entendido—. ¿Tienes el permiso de tus papás o un tutor legal? O, en todo caso, ¿de un adulto responsable de ti? —Riley y yo nos miramos nerviosas y temerarias, porque claramente si sus papás supieran sobre esto y, en el hipotético caso de que estuvieran de acuerdo lo cual no va a ser el caso, su mamá estaría sentada aquí y no yo.

—Ni tengo el permiso de mis papás, ni tengo un tutor legal además de ellos —responde Riley, con todo el pesar de admitir la verdad en voz alta, haciéndole saber el gran problema que está ahora mismo.

—¡Cinthia! —exclamo, sintiéndome iluminada de repente por haber encontrado una solución. La doctora me mira confusa, así que me aclaro la garganta—: Su media hermana, tiene dieciocho años.

—No, ella no —asegura Riley, negando con la cabeza y frunzo el ceño, extrañada por su reacción. Hasta dónde sé, ellas dos se llevan bien.

—Sin un tutor legal o el permiso de tus padres, no puedo hacer nada, lo siento —habla Macarena, mirándonos apenada.

—Doctora, por favor —suplica Riley, y vuelve a tener esa mirada llena de temor y desesperación que vi esta mañana en el baño del instituto—. Mis papás no se pueden enterar que estoy embarazada, y no tengo a nadie más que pueda ser mi tutor. Además, si tuviera a alguien, no podría venir porque vivimos a dos horas de aquí. Estoy desesperada.

Entonces pienso en mi hermana. Tiene veintidós. Es legal.

Antes de que pueda decirle a Riley, la doctora habla, interrumpiendo mis pensamientos.

—Mira, no puedo hacerle un procedimiento médico a una menor de edad sin el consentimiento de sus padres, pero de verdad me sorprende y alegra que, para algo así, tu primer pensamiento haya sido venir a una clínica especialista en casos así en vez de tomar otras medidas como lo son las pastillas o algo raro que se encuentre en internet —habla con calma, mirándonos con compresión—. Lo que puedo ofrecerte ahora son los procedimientos que hacemos antes de realizar un aborto.

Levanto la mano, llamando la atención de ambas y Macarena sonríe a la vez que me cede la palabra y se lo agradezco.

—Melanie —digo, mirando a Riley y noto una chispa de esperanza en sus ojos—. Mira, no es mala la propuesta de la doctora. Ahora hacemos esos procedimientos y mañana mismo volvemos con ella.

—Disculpen pero ¿quién es Melanie? —cuestiona curiosa y confundida—. Lo importante aquí, ¿es mayor de edad como para ser tu tutora?

—Sí —respondemos ambas al unísono, sintiéndonos esperanzadas de repente.

—De acuerdo, entonces podemos hacerlo así y mañana, cuando vuelvas con Melanie, ya no debes repetir el procedimiento porque ya tendremos guardados tus datos. Solamente llegarías para hacerte el aborto y ya —propone y puedo sentir como si algo nos iluminara, diciéndonos que no todo está perdido.

—Me gusta, sí —dice Riley, asintiendo con la cabeza y Macarena sonríe amable.

—El procedimiento es el siguiente: debes ir primero con la psicóloga Martinez, no es necesario que tengas varias sesiones o algo, con una sesión es suficiente, de ahí, vuelves conmigo para que te haga una ecografía y así saber sobre tu estado actual, ¿bien?

—¿Mi estado actual? —cuestiona Riley, bastante confundida.

—Así es —contesta la doctora, asintiendo con la cabeza—. Lamento decirte que, si estás de cuatro meses no puedes realizarte un aborto porque eso ya no sería legal, ya que la ley solo lo acepta hasta dos meses, tres solo si el feto aún no tiene latido —explica, logrando que ambas entendamos a lo que se refería anteriormente—. Bien, ya puedes pasar por el consultorio de la psicóloga Martinez, te está esperando —anuncia, luego de haber tecleado algo en su computadora. Nos sonríe con amabilidad, en lo que nos levantamos de nuestros asientos para salir.

Una enfermera nos indica dónde está el consultorio de la psicóloga, quien al ver a Riley le sonríe de manera tierna y amable. Aunque en realidad creo que así es la personalidad de ella.

Nos abrazamos con fuerza antes de que ingrese sola a la sesión, puesto que sabía que no me dejarían ingresar con ella.

Camino nuevamente hacia los asientos de espera y me quedo ahí, con mi bolso, el de Riley y nuestros abrigos, esperándola con paciencia.

Veo a la mujer de hace un rato salir del baño secándose la cara y, por la pequeña hinchazón de sus ojos, puedo notar que se encontraba llorando y me siento mal al recordar todo lo que nos contó. Dudo, pero al final termino levantándome de mi asiento y camino hacia ella.

—Oh, eres la amiga de la niña de hace un rato —dice al verme, bastante sorprendida por mi repentina interrupción en su caminar—. ¿Sucedió algo? ¿Tu amiga está bien?

—Está con la psicóloga ahora —cuento, a lo que asiente con la cabeza, bastante aliviada porque no haya ocurrido nada malo—. Es solo que, mmm… Perdón por la imprudencia, pero —No digo nada más y doy los dos pasos restantes que nos alejaban, para así rodear su cuerpo con mis brazos. Acaricio su espalda a la vez que apoyo mi mentón sobre su hombro—: Lo hiciste muy bien todos estos años y hoy también. Ambas elecciones fueron correctas —digo lo primero que sale de mí al pensar en lo desconsolada que debe sentirse, y en lo sola que se ve.

La mujer se estremece ligeramente bajo mi abrazo, pero luego se relaja, como si finalmente se permitiera aceptar un poco de consuelo en medio de su dolor.

—Gracias, cariño —susurra con voz temblorosa, devolviéndome el abrazo con fuerza—. A veces es difícil recordar eso, ¿sabes? Con todas las dudas y los arrepentimientos que vienen después.

Asiento con la cabeza, entendiendo perfectamente lo que quiere decir. A veces, la carga de nuestras decisiones pasadas puede pesar tanto que nos cuesta recordar que hicimos lo mejor que pudimos con lo que teníamos en ese momento.

—Pero tú también estás haciendo lo correcto al estar ahí para tu amiga —continúa la mujer, separándose un poco para poder mirarme a los ojos—. No subestimes el poder del apoyo de alguien que te quiere incondicionalmente. Eso puede marcar la diferencia en momentos como este.

Le devuelvo una sonrisa triste, agradecida por sus palabras reconfortantes. Es increíble cómo un extraño puede entrar en tu vida por un breve momento y dejarte con lecciones que nunca olvidarás.

—Gracias por tus palabras. Nos has dado mucho que reflexionar —digo sinceramente, sintiendo un nudo en la garganta al pensar en todo lo que hemos compartido esta tarde.

La mujer asiente con una sonrisa triste y me da un último apretón de manos antes de seguir su camino. Me quedo allí por un momento, observando como se aleja y me sorprendo al ver a una mujer de su misma edad esperándola afuera de las puertas de cristal. Sonrío al ver como mueve la mano en un claro saludo, y la señora se acerca a ella casi corriendo para ser consolada en los brazos de quien, parece ser, su amiga.

Me reconforta saber que no está sola y tiene con quien contar. Porque es cierto lo que dijo, todos merecemos tener a alguien en quien apoyarnos, sea en momentos buenos o malos.

Vuelvo a mi asiento y decido mandarle un mensaje a Gael, porque por alguna razón un sentimiento incómodo llega a mí, incitándome a hablarle.

Tres mensajes después y no me responde. ¿Estará bien?

Planeo llamarlo, pero no llego a apretar el botón verde al escuchar una puerta abrirse y ver a Riley salir por ella. Me busca con la mirada, hasta que da conmigo y me sonríe, pero no llega hasta sus ojos que están brillosos debido a las lágrimas.

Me levanto junto a todas nuestras cosas y camino hasta ella, para abrazarla por los hombros mientras acaricio su brazo y le sonrío.

—¿Lista? —pregunto sin alejarme ni un centímetro de ella y asiente con la cabeza.

Ambas caminamos en dirección a la enfermera para indicarle que ya estamos para la ecografía, y nos dijo que tomemos asiento, que en un momento se desocupa la doctora.

—Si no quedara tan lejos, te juro que vendría a terapia con ella —habla Riley luego de que tomáramos asiento nuevamente, y giro a verla—. Es muy buena, además es comprensible, atenta, amable y… No lo sé, nunca fui con una psicóloga, pero apenas entré a su consultorio me dieron ganas de llorar, de contarle toda mi vida y hasta se me ocurrieron mil cosas por las cuales podría tener ciertos traumas. Inspira esa confianza. Estoy asombrada —admite, y sonrío divertida mientras asiento con la cabeza.

—Entonces sí es buena —digo, ganándome su mirada—. Porque cuando se trata de un problema, te vuelves una cebolla, amiga —aseguro, riendo por lo bajo, pero ella parece no comprender mis palabras—. Tengo que pelarte capa por capa para que me cuentes tus problemas, porque no te es fácil hacerlo.

Suelta una pequeña risa a la vez que asiente con la cabeza, admitiendo ser así y sonrío al saber que por lo menos ahora ríe un poco.

Antes de poder decir algo, la enfermera nos indica que ya podemos pasar y la seguimos hasta el consultorio de Macarena nuevamente.

—Bien, Nicole —habla la doctora, colocándose unos guantes—, acuéstate en la camilla y descubre todo tu vientre, por favor.

Riley me tiende sus cosas que sin dudar las recibo, en lo que ella camina hasta la camilla indicada y hace exactamente lo que Macarena le indicó.

Dejo nuestras cosas sobre una de las sillas para poder acercarme con comodidad hasta Riley y así agarrar una de sus manos. Gira la cabeza para verme y me sonríe, en lo que la doctora se acerca sentada en su silla con rueditas.

—Vas a sentir frío, ¿bien? —dice, y Riley asiente con la cabeza antes de que Macarena le coloque un gel sobre su vientre.

Comienza a pasar el aparato por el abdomen de la China y ambas nos miramos a los ojos, dándonos fuerza mutua, pero no pasa mucho para que giremos nuestras cabezas y así ver hacia la pantalla que está mirando la doctora con asombro, al escuchar ese pequeño y raro ruido, como si de un tambor se tratara.

—¿Ese…? ¿Ese es su corazón? —pregunta mi amiga, aun en trance, sin poder dejar de observar la pantalla en la cual se ve un bultito blanco.

No sé por qué, pero por algún motivo mis ojos se vuelven a llenar de lágrimas y debo de parpadear varias veces para ahuyentarlas. Aunque el nudo que comienza a formarse en mi garganta es otro tema.

No entiendo nada de lo que veo en la pantalla, pero aun así me parece algo hermoso y que deseo no olvidar, por más que mi amiga decida no tenerlo. Este momento me parece uno totalmente maravilloso aunque nostálgico.

—Así es —responde Macarena, dejando el aparato en su lugar y tendiéndole una servilleta de papel a Riley para que se limpie—. Esa bolita de ahí es el feto —explica, señalando sobre la pantalla con su dedo—, y estás de suerte, porque apenas estás de dos meses y una semana —informa, sonriéndole con amabilidad a mi amiga en lo que se saca los guantes y los tira en un pequeño tacho de basura.

—¿Podrías…? —Se aclara la garganta en cuanto su voz suena temblorosa—. ¿Podrías darme la foto o cómo sea que se llame? —pide, sin dejar de mirar la pantalla.

La doctora asiente con comprensión y realiza un par de clics en el teclado junto a la pantalla. Un momento después, una impresora comienza a trabajar detrás de ella, produciendo una imagen en blanco y negro. Se levanta y toma la imagen, para luego entregársela a Riley.

—Aquí tienes —dice suavemente—. Una pequeña memoria para ti, sin importar lo que decidas.

Riley acepta la imagen con manos temblorosas, sus dedos rozan ligeramente el papel como si temiera dañarlo. Sus ojos no dejan la imagen, y por un momento, un silencio espeso y cargado de emociones llena la sala. Luego, con una voz apenas audible, murmura un agradecimiento que parece arrancarle más lágrimas.

—Gracias —dice ella, su voz ahogada por la emoción.

Coloco mi mano libre sobre su hombro, dándole un apretón reconfortante. Aunque las palabras parecen insuficientes en un momento como este, intento ofrecerle algo de consuelo con mi presencia.

—Que tengan un lindo regreso a casa —dice Maca, sonriéndonos con cariño y le devolvemos el gesto antes de salir de su consultorio mientras nos despedimos de ella.

Algo se siente diferente al salir de la clínica. Algo que no estaba antes cuando ingresamos.

Caminamos en total silencio hasta mi auto y creo que será así hasta llegar a Stenda, pero en el momento que nuestras puertas hacen ruido al ser abiertas, el silencio es interrumpido por la voz de Riley.

El aire entre nosotras cambia mientras Riley habla, y el peso de su decisión llena el espacio del auto. Deposito mi bolso y mi abrigo en el asiento, deteniéndome para escucharla con toda mi atención.

—No voy a hacerlo —dice con firmeza, su mirada aún perdida en el interior del vehículo—. No puedo —sigue hablando. Sus ojos se alzan para encontrarse con los míos, reflejando una mezcla de resolución y nerviosismo—. Mejor dicho, puedo, pero no quiero.

—¿De qué estás…? —Entonces lo entiendo y la miro con los ojos abiertos de par en par.

—Ya no quiero abortar, Kate —repite su decisión, la claridad y firmeza en su voz me toman por sorpresa.

—¿Estás segura? —pregunto, queriendo asegurarme de que su decisión está bien pensada, que no es sólo el impulso del momento.

Riley asiente con decisión, sus ojos fijos en los míos.

—Sí, estoy segura. Viendo esa pequeña bolita en la pantalla, escuchar su latido… algo cambió. No sé si puedo explicarlo bien, pero algo dentro de mí simplemente no puede seguir adelante con el aborto —anuncia, negando con la cabeza—. Necesito intentar esto, Kate.

Observo su expresión, la determinación que irradia. Es evidente que ha tomado su decisión con todo el corazón, y eso me basta.

—Entonces, que así sea —digo, tomándola ahora yo por sorpresa a ella—. Te apoyaré en todo lo que necesites. Estaré aquí para ti, pase lo que pase —le aseguro, ofreciéndole una sonrisa que intenta transmitir toda la fuerza y el apoyo que siento por ella.

Riley me devuelve la sonrisa, sus ojos brillando con lágrimas de alivio y gratitud. Rodea el auto y es ella quien me abraza ahora a mí con fuerza, así que no dudo en responderle el gesto.

—Voy a necesitar ayuda, mucho más de lo que pensaba —dice con una pequeña risa nerviosa—. Pero siento que es lo correcto. Siento que puedo hacer esto. —Se separa de mí para verme a los ojos—. La señora dijo que es preferible no ser mamá a que ser una mala mamá —Asiento con la cabeza, recordando las palabras—, y aunque estoy totalmente de acuerdo con ella y crea que esté siendo un poco estúpida ahora mismo porque, por Dios, solo soy una chica de diecisiete años que no tiene idea alguna sobre la vida o algo relacionado a ella… No lo sé, creo de corazón que estoy tomando una buena decisión, pero sobre todo, creo que podré ser una buena madre, ¿sabes?

—Lo serás, ya verás que si —respondo segura, apretando con fuerza su mano—. Pero sobretodo, te aseguro que a esa bolita que llevas nunca le faltará amor, porque aquí tiene a su tía Kate para lo que sea.

Riley tira de mi mano para así volver a abrazarme con fuerza a la vez que me agradece por ser su amiga. Nos separamos para ahora sí subirnos al auto, dispuestas a volver a casa.

Arranco el auto y salimos del estacionamiento de la clínica. Mientras nos alejamos, el silencio entre nosotras ya no se siente pesado; es más un silencio cómodo, lleno de comprensión y apoyo mutuo. Pienso en las próximas semanas y meses, en todo lo que habrá que organizar y las decisiones que tomar. Pero por ahora, lo importante es que Riley se siente segura en su decisión, y eso es todo lo que importa.

—Dios, ¿cómo se supone que le diga a Liam? —cuestiona, rompiendo el silencio—. ¿Y si no lo quiere? —pregunta temeraria de repente—. Bueno, igual está en todo su derecho, no lo puedo obligar a ser papá y tampoco ser hipócrita cuando hace cinco minutos planeaba…, pues ajá, ya sabes —dice velozmente, haciendo que me cueste seguirle el ritmo—. De igual modo, si sí lo quiere tendremos que hablar de muchas cosas, como la forma de conseguir dinero, citas médicas, contarles a nuestras familias…

—Respira —pido, mirándola de reojo—. No tienes que resolver todo de una vez, okay? Relax. First things first —digo, deteniéndome en un semáforo—. Al llegar vas derechito a contárselo a Liam, y ante cualquier eventualidad me llamas y voy por ti, ¿de acuerdo?

Riley asiente, mirando por la ventana mientras el paisaje urbano cambia a medida que nos acercamos a Stenda. Ella parece perdida en sus pensamientos, probablemente imaginando su futuro. Miro de reojo hacia ella de vez en cuando, sintiendo una mezcla de orgullo y preocupación.


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Hola bebeeesss! Cómo están? Me extrañaron?

Por cierto: feliz día del lector! Este es mi humilde regalo para ustedes. Espero que les guste 🥰

Qué tal la noticia? Liam y Riley? Quien lo esperaba?

Por qué creen que Gael no respondió los msj de Kate? Opción A: se durmió. Opción B: andaba con otra. Opción C: lo castigaron. Opción D: Ninguna de las anteriores

Nada. Ya estamos cerca del final. Disfruten de estos caps

Los amo ❤️‍🩹
XOXO, bitch💋

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