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033.

✨️ KATE ✨️

La luz del lunes se filtra por las cortinas de la cocina, iluminando tímidamente la mesa donde desayunamos mi mamá, mi hermana y yo. Aunque el aroma del café y las tostadas llena el aire, la atmósfera es densa, cargada de las tensiones que han perdurado desde el sábado que llegué a casa. Después de contarles sobre el inesperado encuentro con Orlando y su solicitud de que tratemos con sus nuevos hijos, la normalidad que intentamos recuperar se siente frágil.

—Hoy vendré un poco tarde, pero llegaré para cenar con ustedes —anuncia mi mamá, tratando de sonreír, pero sus ojos revelan el peso de las preocupaciones.

—De acuerdo —respondemos Melchu y yo al unísono, aunque nuestra mirada se encuentra con una mezcla de incertidumbre y resignación.

El silencio se instala entre nosotras, solo interrumpido por el tintineo de las cucharas y el suave murmullo de la radio que mamá suele encender por las mañanas de fondo. Trato de concentrarme en mi tazón de frutas, pero la tensión en el aire hace que cada bocado sea más difícil de tragar.

—Kate, ¿cómo te sientes hoy? —pregunta mi mamá con precaución, como si temiera la respuesta.

—Estoy bien, mom. Ya lo dije, no quiero que esto me afecte más de lo necesario —respondo, intentando transmitir seguridad aunque sienta que mi voz titubea—. Como así tampoco quiero que lo que yo sienta o piense, interfiera en la decisión que quieras tomar, okay? —pido, mirando a mi hermana, aun cuando ella no lo hace. 

Melchu juega con la servilleta, evitando levantar la mirada. Sé que a pesar de su aparente indiferencia, también le preocupa la situación. No somos ajenas a las complicaciones que pueden surgir cuando se mezclan familias, y mucho menos cuando el pasado resurge de manera inesperada.

A pesar de que en ocasiones pueda parecer que la partida de Orlando solo afecta mi mundo, no puedo pasar por alto que él también la abandonó a ella cuando apenas tenía diez años. Comprendo que, al igual que yo, mi hermana carga con una herida profunda que no se cierra fácilmente, incluso si a veces aparenta haber encontrado la forma de superarlo. 

Luego está mi mamá, quien no dudo que su herida es más grande y profunda que la de nosotras, porque ella tuvo doble decepción. La del hombre que escogió como su acompañante de vida, y también del padre de sus hijas. Esta herida, tan antigua como la ausencia de Orlando, es una cicatriz invisible pero omnipresente en su vida. A menudo, me pregunto cómo se las arregló para sobreponerse a la soledad que dejó su partida. ¿Cómo logró reconstruir los fragmentos de una familia rota mientras lidiaba con su propia angustia y desilusión?

Termino mi desayuno en silencio, y antes de salir hacia el instituto, mi mamá me detiene con una mano en el hombro.

—Si en algún momento necesitas hablar o tienes dudas, estoy aquí para ti, ¿de acuerdo, hija? —me asegura, sus ojos reflejando una mezcla de cariño y preocupación genuina—. Y que sepas que si la decisión que tomaste ahora te hace bien, es la decisión correcta. 

Asiento con gratitud, sintiendo el apoyo de mi mamá en medio de la incertidumbre, pero antes de que pueda decir algo, el timbre resuena por toda la casa anunciando la llegada de alguien. Mamá se disculpa con nosotras antes de levantarse de su silla y dirigirse hacia la entrada. 

—Mel...

—Ahora no, Katy —pide en voz baja, sin dejar de remover su fruta—. Necesito pensar. 

Es cierto que, en ocasiones, percibo destellos de una fortaleza que parece inquebrantable. Melanie ha construido un escudo de valentía, sosteniendo los escombros emocionales con una sonrisa que enmascara las cicatrices. Sin embargo, sé que detrás de esa fachada, yace un corazón que todavía lleva el peso del abandono.

Asiento con la cabeza, comprendiendo la situación, porque la verdad es que también he estado bastante pensativa desde el sábado que me desperté.

El sonido de risas y conversaciones que se acercan llama mi atención, así que alzo la vista y me encuentro con Gael riendo junto a mi mamá. Una sonrisa se escapa automáticamente de mis labios, como si la presencia de Gael tuviera el poder de iluminar incluso los días más grises.

—Hola, fresita —me saluda, su sonrisa resplandece de esa manera que solo él sabe lograr, y siento que el día ya no puede ser tan malo.

—Hi boy —respondo, sin poder apartar la mirada de él.

La tranquilidad y la relajación que refleja su rostro contribuyen a calmar los pensamientos turbulentos que me impidieron dormir. Es como si la simple presencia de Gael tuviera el don de disipar las nubes emocionales y dejar solo un cielo despejado.

—Oh, hola Melanie —saluda de manera burlona, porque no sé qué pasa, pero desde que lo presenté como mi novio que se molestan entre sí.

—Hola, Gabriel —dice Mel, sonriendo de lado divertida, aunque sus ojos no reflejen lo mismo.

—¡Que me llamo Gael! —exclama el castaño frente a nosotras exasperado, logrando hacer reír a mi hermana—. Ga-el, no es tan difícil, Melanie. ¿Y así quiere ser un gran periodista como tú? —inquiere, mirando a mi mamá con incredulidad, mientras señala a Melchu con su dedo pulgar—. Lamento decepcionarte, Helen, pero no tiene futuro alguno —bromea, haciendo reír a mi mamá.

—Como digas, Gale —comenta Melchu, logrando fastidiar a Gael, mientras que mamá y yo reímos por lo bajo.

—¿Quieres desayunar, cariño? —pregunta mi mamá, mirándolo con cariño, a la vez que retoma asiento en su lugar.

—No, muchas gracias, Helen, acabo de desayunar —informa, sobándose la panza para dar más énfasis al asunto y sonriendo con amabilidad.

—Pero toma asiento —dice Mel, señalando la silla que se encuentra a su lado, frente a mí—, ¿o es que planeas quedarte parado ahí todo el rato hasta que Kate termine de desayunar? 

—Es que me da miedo sentarme a tu lado y que me contagies de tus malas vibras —contesta Gael, mirándola divertido al darse cuenta  que logró fastidiarla. 

—Mira, Jael.

—¡Gael!

—Sí, como sea, Ariel, solo toma asiento y ya.

—Te esfuerzas cada vez más, ¿eh? —dice Gael, sentándose a su lado, para luego mirarme por unos segundos en los que me guiña un ojo, antes de volver a ver a mi hermana—. Ansío saber qué harás cuando se te acaben los nombres fonéticamente parecidos al mío.

—No lo sé, lo averiguaremos, Rafael —responde Mel, sonriendo divertida, viendo como Gael gira los ojos dándose por vencido, aunque suelta una pequeña risa por lo bajo. 

No lo digo, pero lo miro con agradecimiento y, aunque sé que él no sabe por qué, me alegra saber que no pregunta, solo sonríe como respuesta.

El desayuno se llena de risas gracias a él. Mi mamá y Melchu ya no parecen tener expresiones tristes o preocupadas. Ahora están relajadas y disfrutando de la conversación fluida que logra llevar Gael.

Después de unos veinte minutos, estamos despidiéndonos de mi familia, para subirnos a mi auto y así emprender viaje hasta el instituto.

—Gracias —digo después de un rato en silencio, y puedo sentir su mirada sobre mí.

—¿Por?

—Todo —contesto luego de algunos segundos de pensar mi respuesta—. Por hacer reír a mi familia, por cuidarme y preocuparte por mí, por quererme, por todo. 

Freno cuando el semáforo se pone rojo, y antes de que pueda girar a verlo, siento sus labios sobre mi mejilla en un dulce beso, que para mi sorpresa, no hace más que sonrojarme. Giro a verlo sorprendida, mientras que él sonríe con cariño.

—Gracias por dejarme hacer todo eso —dice, sin apartar su vista de la mía.

Mi corazón late con una intensidad desbordante cuando veo ese cariño en su mirada, solo para mí. No sé cómo explicarlo, pero sus ojos dicen más de lo que las palabras pueden. Me hace sentir bien, como si estuviéramos conectados de una manera especial. Cada latido parece confirmar que lo que hay entre nosotros es real y duradero. Estoy agradecida de ser la persona a la que mira con tanto cariño.

No es hasta que alguien toca bocina, que volvemos a la realidad y nos damos cuenta que el semáforo ya cambió a verde. Arranco de nuevo, a la vez que reímos por lo bajo.

Cuando llegamos al instituto, estaciono el auto en mi lugar habitual y estoy a punto de abrir la puerta, pero él detiene mi mano en el picaporte. Lo miro con sorpresa, y en ese momento, Gael se baja del auto y corre hacia mi puerta. Abre la puerta para mí, lo cual me saca una sonrisa entre lo divertido y lo tierno.

Ingresamos al instituto abrazados, siendo el centro de atención de varias miradas y, si bien antes esto me incomodaba, ya no lo hace. Me gusta que me vean con él, y que sepan lo feliz que soy a su lado.

Wait, wait, wait —le digo a una chica, alejándome de Gael para acercarme hasta ella—. Luisa, ¿verdad?

—Mhm, ¿qué pasa? —pregunta con cierta tosquedad, aunque me mira con curiosidad. 

—Es que tienes, am... ¿Puedo? —pregunto, señalando su cabello y asiente con la cabeza.

Saco las pequeñas hojas que tiene en su rubio cabello atado en una firme cola de caballo alta, para luego acomodar el doblez del cuello de su camisa, y por último, limpiar con mi pulgar el pequeño punto negro en su ojo debido al rímel. 

Perfect, honey —aseguro, sonriendo satisfecha. 

—Oh, am... Gracias, Kate —dice algo apenada, sonriendo ligeramente con agradecimiento antes de alejarse de mí.

Sonrío sintiéndome bien al saber que no hará el ridículo. Giro sobre mis talones para acercarme a Gael, quien me mira con admiración.

—Eres increíble, ¿sabes? —me dice con una sonrisa, y siento un cálido hormigueo en el estómago.

—Solo quiero que todos se vean bien y felices —respondo encogiéndome de hombros.

Sonríe antes de abrazarme por los hombros para acercarme a él y así poder darme un beso en la frente, que me hace sonreír a la vez que cierro los ojos para poder disfrutar más de la sensación. 

Continuamos nuestro camino por los pasillos del instituto, y noto que la gente nos observa con cierta envidia y aprobación. Aunque soy consciente de mi popularidad, la verdad es que no me gusta ser el centro de atención, pero es algo de lo que me acostumbré y aprendí a lidiar con ello, como también con la ansiedad que me provocaba el hecho de sentir que cada paso era una persona juzgándome. Estar con Gael me da esa confianza y seguridad que necesito para no preocuparme por lo que piensen los demás.

Luego de decirle que no me espere hoy para irnos juntos puesto que tengo prácticas hasta tarde, nos despedimos en la puerta del salón de matemáticas.

---***---

El sol resplandece sobre el campo de prácticas mientras me uno a las porristas para la rutina diaria. Sin embargo, mi mente está en otra parte. Para mi desgracia, la distracción de Gael en el desayuno sirvió un par de horas, pero luego las imágenes del encuentro con mi papá y la reacción que tuvo mi familia al contarles lo sucedido volvieron a reinar mis pensamientos, logrando que mi concentración se vaya a un segundo plano.

—¿Lista, Katy? —pregunta Marcell, viéndome con ánimos y asiento con la cabeza.

Me sumo a la formación, pero mis pensamientos están tan lejos que no percibo correctamente las indicaciones de la entrenadora. En un momento de distracción, realizo una pirueta con un mal movimiento. La mala ejecución resulta en una caída desastrosa, y termino llevándome a Marcell conmigo.

—¡Kate! —escucho el grito de Devra y Cinthia, para luego verlas de reojo correr hacia donde me encuentro.

El impacto es brusco y siento un dolor agudo en la muñeca y el pie. El sonido de la caída se mezcla con los murmullos de preocupación de mis compañeros. 

De reojo, puedo ver como Marcell se levanta del suelo con ayuda de la entrenadora y me alivia el saber que él está bien, aún cuando siento que no puedo más con el dolor. 

—¿Estás bien, Kate? —pregunta la entrenadora, y asiento con fuerza, intentando convencerme a mí misma de que sí.

El dolor se intensifica con cada intento fallido de levantarme del suelo. Lágrimas de frustración y dolor empañan mis ojos mientras las porristas me miran preocupadas. La desesperación se apodera de mí cuando me doy cuenta de que no puedo soportar peso en la muñeca y el pie.

En medio de mi impotencia y llanto, una voz conocida corta el aire. Luca se acerca con expresión preocupada, dejando atrás su propio entrenamiento con los chicos de futbol americano.

—¿Kate, qué pasó? ¿Estás bien? —pregunta, arrodillándose a mi lado.

Las lágrimas caen libremente sintiendo que no puedo hablar, mientras la entrenadora le explica lo sucedido. Luca me mira con preocupación y sin dudarlo, me levanta en brazos. La proximidad de su cuerpo es familiar, pero en vez de traerme lindos recuerdos solo provoca que me tense, logrando que sienta más dolor del debido. 

Giro a ver a Devra y Cinthia, quienes no parecen estar tan contentas o conformes con esta situación, pero Luca no da tiempo a nada cuando comienza a caminar conmigo entre sus brazos hacia la enfermería.

Si ahora mismo no me importaría tanto mi dolor, me negaría a que lo haga. No quiero su ayuda, pero no pude ayudarme sola por más que lo intenté. 

El trayecto se siente eterno, y el dolor persiste con cada paso. Luca, a pesar de nuestras diferencias pasadas, demuestra preocupación genuina en su rostro, logrando sorprenderme. 

Llegamos hasta la enfermería y podemos ver a Keiko levantarse rápido, para indicarle a Luca que me deje en la camilla y así poder inspeccionarme.

—Se cayó de una pirueta o algo así —explica Luca, mirando a la enfermera, quien asiente con la cabeza—. Le duele el pie y la muñeca.

—De acuerdo, señor D'Alessandro, necesito que salga por unos momentos —indica, señalando la puerta.

Luca no duda en hacerle caso, y en cuanto se va, Keiko nos cubre con una cortina. La cual nos brinda cierta privacidad, y con su mirada serena y profesional procede a revisar mi pie y muñeca con cuidado. Cada movimiento provoca un estremecimiento de dolor, pero trato de no demostrarlo demasiado.

—¿Cómo ocurrió exactamente? —pregunta Keiko, con sus ojos oscuros llenos de atención.

—Estábamos practicando un nuevo truco para las porristas, pero calculé mal y... bueno, aquí estoy —explico, tratando de calmar mi llanto. 

Keiko asiente comprensiva y luego se dirige a un estante cercano, donde encuentra una bolsa de hielo. Mientras coloca el hielo en mi muñeca hinchada, continúa su examen. Mi mente está llena de pensamientos oscuros sobre cómo esto afectará mis actividades diarias, especialmente las prácticas de porristas que tanto disfruto.

—Bien, Katy, no parece haber fracturas, pero definitivamente hay un esguince —informa, señalando mi muñeca, para luego apuntar mi pie y decir—: También hay signos de hinchazón en el pie. No te preocupes, son lesiones comunes, pero necesitarás reposo y evitar actividades físicas intensas durante al menos tres semanas —comenta, mientras escribe algo en su tableta. Mis ojos se llenan de lágrimas, no tanto por el dolor físico como por la frustración de perderme lo que más amo hacer—. De todas formas, voy a darte algo para el dolor y, después de eso, veremos si necesitas una inyección antiinflamatoria.

Asiento, agradecida por su atención. Keiko prepara un analgésico y me lo administra, mientras me da instrucciones para descansar y elevar el pie. Mientras esperamos a que haga efecto, me siento agradecida de que Marcell no haya salido lastimado por mi irresponsabilidad. 

Cuando Luca regresa, Keiko le informa sobre mi situación y le da algunas recomendaciones para mi cuidado. Luca asiente y se sienta a mi lado, ofreciendo su apoyo.

—¿Necesitas algo más? —pregunta Keiko, mirándome a los ojos.

—No, gracias, creo que estaremos bien —responde Luca por mí, a lo que Keiko asiente con la cabeza antes de dejarnos a solas.

Luca sostiene mi mano con delicadeza, y aunque en otro momento hubiera protestado por su cercanía, ahora agradezco -un poco- su compañía. Odio la enfermería y todo lo relacionado, así que supongo que por eso permanece a mi lado, observando la situación con preocupación. Decido mantener la compostura, pero es difícil contener la desilusión que siento.

—¿Tres semanas? —pregunto, mi voz apenas más que un susurro, mientras alejo con sutileza mi mano de entre la suya.

—No te preocupes, Kate, estas cosas suceden y te aseguro que volverás más fuerte que nunca —me asegura con una sonrisa tranquilizadora—. Mira el lado positivo, ahora tendrás tiempo para enfocarte en otras cosas, quizás descubrir nuevos intereses. Y, quién sabe, tal vez el universo necesitaba que te detuvieras un poco —dice, tratando de darme ánimo.

—Pero si no hace mucho que hemos vuelto a clases —me quejo sin poder evitarlo, logrando hacerlo sonreír divertido. 

Parece no entender la incomodidad que siento a su lado. Mi mente está enredada entre la frustración de mi lesión y la presencia no deseada de alguien que debería estar muy lejos de mi vida. Mientras él sigue hablando, trato de encontrar las palabras para pedirle que se vaya, pero la cortesía y el maldito dolor en mi pie me mantienen en silencio. Solo puedo esperar que Keiko regrese pronto y nos dé una excusa para que Luca se marche de una vez por todas.

Luca continúa hablando, tratando de disipar mi desánimo con sus palabras supuestamente reconfortantes. Cierro los ojos por un momento, intentando bloquear sus intentos de consuelo y centrarme en la realidad de mi situación. El tiempo parece estirarse mientras escucho su voz, y mi paciencia se desgasta lentamente.

—¿Sabes? Terminé con Halton al darme cuenta de que...

—Luca, ¿podrías darme un momento a solas, por favor? —interrumpo, abriendo los ojos y enfrentándolo con una mirada seria.

Él se queda en silencio por un instante, como si estuviera procesando mi solicitud. Sus ojos muestran una mezcla de sorpresa y algo que parece ser decepción, pero finalmente asiente con resignación.

—Está bien, si eso es lo que quieres. Aquí estaré si necesitas algo. —Se levanta de la silla, me lanza una última mirada y se retira de la enfermería.

Respiro aliviada cuando la puerta se cierra tras él. Ahora, al menos, puedo lidiar con mi frustración y malestar sin la presencia incómoda de alguien que representa un pasado que preferiría olvidar.

La cortina se abre de nuevo, y Keiko regresa con una pequeña bandeja que contiene una jeringa y algunos medicamentos.

—Listo, Kate. Voy a darte una inyección para ayudar con la inflamación. ¿Estás lista? —pregunta Keiko con profesionalismo, su expresión revela una genuina preocupación.

Asiento, agradecida de que alguien esté cuidando de mí de manera más competente que Luca. Mientras Keiko realiza la inyección, trato de enfocarme en el alivio que pronto sentiré. Con el paso de los minutos, la incomodidad de la presencia de Luca comienza a disiparse, reemplazada por la calma de la enfermería y el cuidado experto de Keiko.

Con el pie elevado y el dolor disminuyendo gradualmente, me doy cuenta de que, aunque las próximas semanas serán un desafío, al menos no tengo que enfrentarlas con Luca en medio de mi camino.

La puerta es abierta y por ella aparecen mis amigas. Sus rostros no demuestran más que preocupación al verme, y se apresuran para llegar a mi lado.

—Bien chicas, todo listo —habla Keiko, llamando nuestra atención—. Aquí tienes, Kate —dice, entregándome un papel—, es para que vayas al médico de todas formas y te hagas ver, ¿si? Lamentablemente en la enfermería no cuento con lo necesario como para asegurarte que solo es un esguince, así que mejor ve y asegúrate de que no sea nada más grave, ¿de acuerdo? 

—Muchas gracias, señorita Keiko —decimos las tres a unísono, haciéndola sonreír, mientras retoma asiento frente a la computadora para empezar a teclear algo.

—¿Cuánto tiempo de reposo? —pregunta Devra, acariciando mi cabello y mirándome con preocupación. 

—Tres semanas —contesto con tristeza, haciendo un pequeño mohín con mi labio inferior.

—¿En qué pensabas? Jamás te caes, eres muy profesional cuando se trata de las porristas —dice Cinthia, acariciando el dorso de mi mano con su dedo pulgar. Suelto un suspiro a la vez que me encojo de hombros. Lo pensé todo el fin de semana, y la verdad es que no deseo contarle a nadie más lo ocurrido el viernes por la tarde, es algo que quiero olvidar lo más rápido posible—. ¿Ya nos podemos ir, señorita Keiko? —pregunta, girando a ver a la enfermera, quien nos mira por encima de su hombro y asiente con la cabeza.

—Si, ya pueden hacerlo —contesta, sonriéndonos con amabilidad—. Pero asegúrense de que no apoye su pie o use su muñeca. 

Las chicas asienten con la cabeza y me ayudan a levantarme de la camilla, para luego hacerme pasar un brazo por sus hombros y así comenzar a caminar hacia la salida. La verdad esto es algo incómodo, porque Cinthia es muchísimo más alta que yo, mientras que Devra es bastante más petiza. 

Al salir de la enfermería, nos encontramos con Luca apoyado contra la pared. Al escucharnos, no duda en enderezarse y caminar hasta nosotras.

—A ver, déjenme a mí, yo la ayudo —ordena con algo de amabilidad, pero las chicas se aferran a mí y niegan con la cabeza.

—No, gracias —dicen a unísono, para luego comenzar a caminar. 

—Chicas, no sean necias —habla Luca, volviendo a interponerse en nuestro camino—. Solo están logrando que sea incómodo para Kate, ¿qué no se dan cuenta? —inquiere, señalándonos con su mano. 

Devra y Cinthia se miran entre sí, para luego asentir con la cabeza. Estoy a punto de decir que no lo estoy, para evitar que dejen a Luca ayudarme, pero me cayo en cuanto Cinthia se agacha frente a mí lo suficiente como para que no deba hacer tanta fuerza. Me indica que me suba sobre su espalda, y con ayuda de Devra lo consigo sin apoyar mi pie izquierdo o mano derecha. Sin problemas, Cinthia logra enderezarse de nuevo, mientras me acomoda sobre su espalda para evitar que me caiga.

—No te necesitamos, Luca —asegura, mirándolo fijamente a los ojos—. Y Kate tampoco necesita de tu ayuda.

Sin decir más, comienza a caminar por los pasillos conmigo en su espalda, mientras Devra lleva los bolsos de las tres como puede. 

---***---

Mi mamá estaciona la camioneta frente la casa y apaga el motor. Agradezco internamente haber vuelto del hospital, aunque la idea de depender de muletas durante un tiempo no me entusiasma en absoluto. Bajo cuidadosamente de la camioneta, apoyándome en la muleta, mientras mi mamá me observa con preocupación.

Cuando estoy a punto de cerrar la puerta, escucho una voz conocida llamando mi nombre. Giro y veo a Gael acercándose, con una expresión de sorpresa y preocupación en su rostro.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —pregunta Gael, deteniéndose frente a mí, para agarrar mi mano sana e inspeccionarme con cuidado. Le sonrío intentando restarle importancia al asunto.

—Solo un pequeño percance en la práctica. Nada de qué preocuparse.

Gael frunce el ceño, evidentemente no convencido con mi respuesta. Miro hacia otro lado, tratando de evitar su mirada inquisitiva.

—No parece "nada de qué preocuparse". Ya, dime, ¿qué pasó? —insiste Gael, preocupado, sin soltar su agarre de mi mano—. ¿Vuelven del médico? —pregunta, pero esta vez está mirando a mi mamá quien asiente con la cabeza.

—Esta cabezota anaranjada tiene un esguince de primer grado en el pie, aunque el doctor le dijo que tuvo suerte, ya que estuvo a nada de que sea de segundo grado —informa mi mamá, haciendo que la mire mal, pero ella me ignora mientras le cuenta todo a Gael—. Y en la mano lo mismo. No puede esforzarse físicamente por tres semanas.

Gael asiente, pero su expresión denota una mezcla de alivio y preocupación.

 —Me encargaré de que así sea, Helen —asegura con seriedad, sin apartar la vista de la de mi madre.

—Te lo agradecería mucho, porque esta niña no puede estar quieta por más de dos segundos —responde, sonriendo con cariño, aunque aun refleja preocupación—. Bien, los veré adentro.

Sin decir más, se aleja de nosotros para darnos algo de privacidad. Gael gira a verme y puedo notar algo en sus ojos, solo que no estoy segura de qué es. La panza me empieza a doler, y eso solo puede significar que algo va mal. Lo sé.

—¿Cómo llegaste a casa? ¿Por qué no me llamaste? —pregunta, sin poder dejar de verme preocupado, mientras acomoda mi cabello.

Me muerdo el labio inferior, debatiéndome internamente sobre si contarle o no la verdad. Mi mente piensa en Luca, en cómo me ayudó en el instituto, pero la idea de mencionar su nombre me genera cierta incomodidad. No quiero que esto se convierta en un conflicto innecesario.

Además, no soy tonta, sé que aunque no lo admita en voz alta, Luca le genera cierta inseguridad que no quisiera provocarle ahora mismo. 

Aprendí de mis errores cuando salía con Luca. Nunca es beneficiario decir la verdad completa. Hacerlo implica terminar en una pelea, siempre, y no deseo pelearme con Gael.

—Cinthy y Devra me ayudaron —respondo, desviando la mirada—. Después de que Keiko me inyectara un antiinflamatorio, me trajeron a casa y, bueno, lo demás es historia. No te llamé porque no quería preocuparte por algo tan tonto.

—Ya te dije que lo que te pase jamás será tonto para mí —asegura, agarrándome del mentón para asegurarse de que lo vea a los ojos—. Aun así, me alegra que las chicas te hayan ayudado, pero... ¿Estás segura de que estás bien? —pregunta, mirándome con detenimiento, logrando ponerme nerviosa—. No te ves bien, fresita. 

—Sí, sí, en serio. La enfermera me dio algunas indicaciones, y estoy siguiéndolas. No es gran cosa, solo tengo que cuidar un poco el pie y la muñeca. Don't worry, boy —digo, tratando de restarle importancia—. Además, el doc también me aseguró de que, si me cuido como es debido, nada pasará a mayores. 

Gael parece aceptar mi explicación, pero sigue mirándome con ojos escrutadores. 

—Solo quiero asegurarme de que estés bien, fresita —dice, acariciando mi mejilla con cariño—. Sabes que si necesitas algo estoy aquí, ¿no? —pregunta, como si de verdad tuviera que asegurarse de que lo sé, así que asiento con la cabeza logrando aliviarlo un poco—. De acuerdo, vamos adentro. 

Le agradezco con una sonrisa, agradecida por su preocupación genuina. Aunque omití parte de la verdad, siento que es lo mejor para evitar cualquier malentendido con respecto a Luca. 

Ambos caminamos hasta mi casa y cierro la puerta detrás de mí, apoyándome en la muleta mientras siento la mirada de Gael clavada en mí. Puedo sentir la tensión entre nosotros, pero la idea de mencionar a Luca, como el que me ayudó, me aterra. Temores infundados sobre discusiones y malentendidos nublan mi juicio.

Mientras avanzamos por el pasillo hacia la sala de estar, me siento dividida entre el deseo de confiar completamente en Gael y la necesidad de protegerlo de cualquier cosa que pueda dañar nuestra relación. 

Cuando Gael repite su oferta de estar ahí para mí, siento una punzada de culpabilidad. Miento para protegerlo, para evitar que se preocupe innecesariamente o, peor aún, para evitar que se sienta inseguro. Sé como es sentirse así y no se lo desearía jamás, y menos por alguien como Luca. Me duele no poder ser completamente honesta con él, pero el miedo a la confrontación parece más fuerte en este momento.

En la sala de estar, me ayuda a sentarme en el sofá con cuidado, apoyando el pie en una almohada para reducir la hinchazón. Gael se sienta a mi lado, su expresión sigue siendo una mezcla de preocupación y cariño.

—Kate, ¿segura de que no quieres contarme lo que realmente sucedió? —pregunta, tomando mi mano entre las suyas.

Mi corazón late con fuerza, sintiendo el conflicto interno. Quisiera sincerarme con él, compartir cada detalle, pero el miedo a una discusión o a lastimarlo por algo sin sentido me detiene. Me muerdo el labio inferior, y finalmente, opto por una respuesta evasiva.

—Solo fue un mal paso en las prácticas, boy. Nada de qué preocuparse, de verdad —digo, forzando una sonrisa.

Gael asiente, pero no parece completamente convencido. La tensión entre nosotros crece, y mi deseo de protegerlo se mezcla con la incomodidad de la mentira. En el fondo, sé que esta elección puede tener repercusiones, pero por ahora, me aferro a la esperanza de que el tiempo se ponga de mi lado para curar rápido mis heridas y podamos dejar esto atrás.

✨️ GAEL ✨️

Mientras nos sumergimos en la película, mi mente no puede evitar volver una y otra vez al mensaje que recibí hace casi una hora.

JoJoJoe:
¿Esa no es Kate con Luca?

*Foto*

Inhalo profundamente, tratando de contener la tormenta de pensamientos que amenaza con nublar la película que estamos viendo. Kate ríe a mi lado, completamente ajena a la tormenta que se desata en mi cabeza.

¿Por qué no puede simplemente decirme la verdad? ¿Qué estará ocultando?

Observo la pantalla, pero mi atención se desvía hacia Kate, quien parece absorta en la trama de la película. Una pequeña voz en mi cabeza me susurra preguntas incómodas, sembrando semillas de duda. No quiero creer que Kate me esté ocultando algo, pero la imagen en el mensaje de Joe me atormenta.

Sé que Kate no es de las que estaría con dos personas a la vez, pero... ¿y si nunca dejó de sentir algo por él?

Intento concentrarme en la película, pero cada risa de Kate se mezcla con un nudo creciente en mi estómago. Las inseguridades se agolpan, y me pregunto si debería abordar el tema o esperar a que ella lo haga. La confianza que había construido se tambalea, y me siento atrapado entre el deseo de saber la verdad y el miedo de enfrentar una realidad que podría lastimarme.

Mis manos se tensan involuntariamente, y mi mirada se pierde en el vacío mientras intento comprender lo que está sucediendo. La película sigue su curso en la pantalla, pero en mi mente, una tormenta emocional amenaza con desbordarse.

A medida que las imágenes parpadean en la pantalla, mi mente se debate entre confrontar a Kate o mantener la calma hasta que ella decida abordar el tema. Pero cada risa suya, cada gesto, se convierte en una pista esquiva que no logro descifrar. ¿Está ocultándome algo? ¿Hay algo entre ella y Luca que no me ha contado?

Decido tragar mis inseguridades por ahora y disfrutar de la película. Tal vez esté exagerando, dejando que los nervios y la paranoia se apoderen de mí. Kate ha sido siempre leal, cariñosa y sincera. Pero la imagen del mensaje sigue titilando en mi mente, como un recordatorio constante de que algo no encaja.

Cuando la película llega a su fin, me esfuerzo por sonreír y comentar algo ligero sobre la trama. Kate responde con entusiasmo, pero sus ojos no pueden ocultar la tensión que yo también siento. La habitación se llena de un silencio incómodo mientras nuestras miradas se cruzan fugazmente.

Intento sonreír, pero el nudo en mi estómago persiste. No quiero arruinar la noche con mis inseguridades, así que decido dejarlo por ahora.

—Creo que debería irme, Kate. Tengo algunas cosas que hacer mañana temprano —digo, tratando de que mi voz suene tranquila.

Asiente con la cabeza, pero de todas formas su mirada está algo distante. No sé si percibe mi incomodidad, pero no dice nada al respecto. Me levanto del sofá, sintiendo la necesidad de alejarme y procesar lo que está sucediendo en mi cabeza.

—No te preocupes, boy. Gracias por quedarte y ver la película —responde con sinceridad, a la vez que me sonríe como siempre, logrando que mi corazón se detenga por unos segundos.

Sigo sin poder acostumbrarme a lo bonita que es. Mi corazón aun no recapacita que sus sonrisas sean dirigidas a mí, o incluso a veces sean por mí.

—No hay problema. Mañana pasaré por ti para ayudarte a llegar al instituto, ¿de acuerdo? —ofrezco, tratando de inyectar un poco de normalidad en la situación.

Ella asiente, y aunque su rostro muestra cierta apreciación, también percibo un rastro de preocupación en sus ojos. La verdad sigue flotando en el aire, sin ser abordada, y me pregunto si este silencio será el inicio de una grieta en nuestra relación.

—Mañana estaré lista —responde, tratando de sonar optimista.

Me despido con un abrazo, aunque la conexión que solíamos compartir parece haberse desvanecido en la noche, pero darle un beso en los labios me resultaba incómodo y no quería transmitírselo. 

Mientras camino hacia mi casa, no puedo evitar preguntarme si tomé la decisión correcta al no confrontarla sobre el mensaje. Pero por ahora, necesito espacio para entender mis propias emociones antes de intentar comprender las suyas. Mañana será otro día, y quizás, la oportunidad de arreglar todo esto que amenaza la tranquilidad de nuestra relación.

---***---

El camino hacia el instituto transcurre en un silencio incómodo. Intento romper el hielo con algunas bromas ligeras, pero las respuestas de Kate son breves y sus ojos evitan encontrarse con los míos. La preocupación crece en mi pecho, y una pregunta persistente ronda mi mente: ¿qué está ocultándome?

Ayudo a Kate a bajar del auto con delicadeza, y le tiendo la muleta. Mientras caminamos hacia la entrada del instituto, algo cambia en el aire. Veo a Luca querer acercarse con una expresión preocupada en el rostro, pero sus ojos se desvían hacia los míos, y por un momento, capturo una chispa de incomodidad en su expresión que es borrada en un parpadeo antes de sonreír de lado con superioridad y volver a ver a uno de sus amigos.

—Vamos, te acompaño hasta tu casillero para que puedas sacar tus cosas —digo, a lo que asiente con la cabeza, más sin embargo no dice nada.

Caminamos a paso lento hasta su casillero, debido a que con la muleta no es tan rápida como le gustaría y puedo ver que eso la frustra. Además de que debe usar a la fuerza su mano no hábil, haciendo que sea más cautelosa de lo normal. Al llegar, Cinthia la está esperando ahí y, por primera vez, siento alivio de ver a una de sus amigas.

—Hola, Gael —saluda tan animada como siempre.

—Hola, Cin, ¿cómo estás? —pregunto, mientras agarro el bolso de Kate para ayudarla un poco.

—Oh, si quieres puedes dármelo —dice, extendiendo su mano en mi dirección y señalando el bolso en mi hombro con el mentón—. Liam pasó hace menos de cinco minutos por aquí preguntando si no te había visto, así que aun debe estar buscándote.

—¿Ah, sí? Bueno, pues...

—Puedes ir a buscarlo si quieres —habla Kate, llamando mi atención y haciendo que gire a verla—. Cinthy me ayudará, don't worry boy. —Sonríe para tranquilizarme, pero no me convence del todo.

Puede que no me sienta del todo cómodo ahora mismo a su lado, pero tampoco quisiera dejarla.

Miro a Cinthia, quien no duda en asentir con la cabeza asegurando las palabras de Kate, que es cuando acepto.

—Está bien, pero si necesitas algo, lo que sea, no dudes en llamarme, ¿si? —pido, mirándola fijo a los ojos, y asiente con la cabeza.

Le doy un corto y fugaz beso en los labios antes de alejarme de ellas para buscar a mi mejor amigo.

Por suerte no tardo mucho en encontrarlo a él y a todos los demás, quienes se encuentran riendo por algo totalmente ajeno a mí, sentados en una de las mesas de afuera.

Al verme, me sonríen y nos saludamos como siempre. Me siento sobre la mesa de piedra al lado de Nath y Connor, mientras Kendall, Joe y Liam están sentados en los asientos.

—¿Y? ¿Qué pasó? —pregunta Joe, mirándome curioso.

Hago una pequeña mueca a la vez que rasco mi nuca con algo de frustración, para luego suspirar y negar con la cabeza.

—Nada, de hecho —contesto con sinceridad, logrando confundirlo.

—¿De qué hablan? —inquiere Nath, mirándonos confundida e intrigada.

—Sí, compartan el chisme con el grupo —se queja Connor, frunciendo el ceño.

No necesito responder, cuando Joe está enseñándoles la foto que me envió ayer a la tarde.

—Esto pasó —contesta Joe, antes de guardar nuevamente el celular en su bolsillo—. Y es que, además de eso, estoy seguro de haberlos escuchado hablarse pues... Ya saben, en un tono de voz que no suelen usar los ex's que se odian y no sé qué cosas más decía Kate.

Puedo sentir la mirada preocupada de mis amigos sobre mí, logrando hacerme sentir más incómodo de lo que ya me siento.

—¿Estás seguro de esto, Joe? Es decir... —empieza a decir Nath, pero Joe la interrumpe.

—Si no hubiera estado seguro, no le habría avisado, ¿no crees?

—¿Qué te dijo cuando le preguntaste? —cuestiona Connor, viéndome preocupado—. ¿Por qué estaba, pues, así con Luca?

—Se lastimó el tobillo y la muñeca —informo, rascando la cicatriz que tengo desde mi ceja hasta un poco más abajo del ojo izquierdo.

—¿Entonces hablaste con ella? —pregunta Joe, algo confundido, frunciendo el ceño.

—Eso tiene más sentido —asegura Kendall, asintiendo con la cabeza—. Porque, si bien no pondría las manos en el fuego por Kate, ni por nadie, sé que ella no es de las que jugarían a dos puntas, ¿no? Y menos con Luca, por favor. No se olviden de todo lo que ese infeliz le hizo —menciona, haciendo que los demás asientan con la cabeza. Me mira a los ojos y agarra mis manos con fuerza—. Además se nota que te quiere más de lo que admite en voz alta, lo sabes, ¿no?

—Lo sé, pero... —Suspiro con algo de tristeza—. Ayer cuando fui a su casa para preguntarle sobre por qué estaba con Luca, es que la vi llegar del hospital con una muleta y toda la onda, pero cuando me contó lo que pasó, jamás lo nombro, ¿saben? Me dijo que Cinthia y Devra la habían ayudado que, puede ser cierto, pero no es toda la verdad porque sino no existiría esa foto.

—¿Y por qué no se lo preguntaste? —pregunta Liam, frunciendo ligeramente el ceño, mientras que me encojo de hombros.

—No lo sé —respondo con sinceridad, bajando la vista hasta mis manos—. Supongo que quería que ella me lo contara por sí sola, pero no fue así. Y no quiero sonar como un tonto, pero quiero creer que tiene sus razones para hacerlo.

—Sí, infidelidad se le llama a eso —asegura Joe, viéndome como si fuera tonto, logrando hacer que los demás lo miren mal—. No me miren así como si no lo pensaran —dice, viendo a cada uno con reproche, antes de volver a verme a los ojos—. Ya sabes como son las chicas bonitas como Kate, nunca están conformes con nada ni nadie, ni tampoco saben qué quieren, solo les gusta tener la atención requerida.

—No me refería a eso —digo, negando con la cabeza—. No creo que no me haya dicho nada por tener de nuevo un romance con Luca, pero sí creo que existe una razón lógica para ella.

—¿Y piensas preguntárselo? —cuestiona Liam, mirándome como si me diera ánimos a hacerlo.

—Pensé toda la noche en qué hacer, porque quiero confiar en ella y darle la libertad de contarme las cosas a su debido tiempo, pero, a su vez, no quiero seguir martirizándome sobre qué pasó realmente —contesto, y algunos asienten con la cabeza, comprendiendo mis palabras—. Así que, como hoy tengo cita con la psicóloga, lo consultaré con ella.

—Me parece una buena idea —dice Kendall, asintiendo con la cabeza en apoyo a mi decisión, y le sonrío agradecido.

Escuchamos el timbre de ingreso a clases, así que nos levantamos de donde estamos sentados para comenzar a caminar hacia el instituto. 

—¿Les puedo pedir un favor? —digo, antes de que nos separemos por tener clases diferentes. Escucho como murmuran por lo bajo, dándome a entender que me están escuchando, entonces continúo—: Si ven a Kate por los pasillos sola... ¿Podrían ayudarla? Es que de verdad se la ve malita —aseguro, sin poder evitar preocuparme por ella, por más que me afirmó y reafirmó que se siente bien—. Es que primero quiero hablar con Anais para saber qué hacer, y si la veo antes me siento incómodo, entonces...

—Nos dices cosas así como si no fuéramos a ayudarla si la viéramos en apuros —comenta Liam, viéndome de mala manera, haciéndome sonreír—. No digas obviedades, por favor.

—Gracias chicos, nos vemos luego —digo, despidiéndome con un movimiento de cabeza, antes de doblar por el pasillo para ir hacia Lengua y literatura.

---***---

 La tensión acumulada con Kate, las dudas y el desconcierto necesitan ser liberados, y hablar con alguien neutral podría ser mi salvación. Mientras me acerco al consultorio, intento organizar mis pensamientos, ensayando mentalmente cómo expresar lo que siento.

Al llegar, me detengo frente a la puerta, inhalando profundamente antes de tocar el picaporte. Giro el pomo dorado sobre mi mano y apenas abro un poco la puerta, esta es cerrada con brusquedad logrando asustarme. El corazón late con fuerza, y una sensación de ansiedad me envuelve.

¿Será que vine muy temprano y por eso me cerraron así la puerta? ¿Anais se enojará conmigo por interrumpir así? 

Miro la hora en el reloj que traigo en la muñeca y frunzo el ceño, al darme cuenta de que, de hecho, estoy llegando dos minutos tarde. 

Intrigado y confundido, me alejo unos pasos, pero algo llama mi atención. Ruidos provenientes del interior del consultorio, risas nerviosas y un susurro inconfundible. ¿Qué está sucediendo ahí adentro? La curiosidad supera la prudencia, y decido acercarme nuevamente, esta vez con más cautela.

Cuando giro el pomo con cuidado, la puerta se abre sin hacer ruido. Una rendija se forma entre la puerta y el marco, lo suficientemente amplia como para permitirme ver el interior. Mi mirada se posa en la escena frente a mí, y una sensación de incredulidad e inquietud me invade.

La psicóloga, la misma que me ha ayudado a lo largo de tantas sesiones y  a quien siempre imaginé como una figura seria y profesional, está allí, besándose con alguien más. Mi mente lucha por procesar la imagen, jurando que creo conocer al chico, mientras observo la escena con una mezcla de incomodidad y nerviosismo. Mis manos se tensan en el picaporte, y la puerta cruje ligeramente, pero no lo suficiente como para llamar la atención de estos dos.

El tiempo parece detenerse por un instante en cuanto el chico la agarra de las caderas y la empuja hacia la pared más cercana sin dejar de besarla, logrando que mis mejillas se sonrojen a más no poder y, sin pensarlo cierro la puerta rápidamente, aunque tratando de no hacer ruido, retrocediendo unos pasos mientras mi corazón late con fuerza. No sé qué diría o haría si tuviera que enfrentarlos ahora. 

Mis pensamientos se convierten en un torbellino de confusión. ¿Qué acabo de presenciar? Necesito explicación, una teoría o algo, pero no tengo nada y eso solo logra marearme más.

Decido alejarme del consultorio casi que corriendo, por temor a ser atrapado ahora mismo en cuanto esa persona salga por la puerta. Al doblar por el pasillo, choco contra alguien por estar viendo hacia atrás, asegurándome de que nadie me sigue. Por suerte logro atrapar a la persona y estabilizarnos ambos, en cuanto vuelvo la mirada al frente, me doy cuenta que se trata de Kate, quien suspira aliviada.

—Boy —dice sorprendida de verme, seguro porque sabe que a esta hora tengo sesión con Anais—. Are you okay? —pregunta preocupada, frunciendo ligeramente el ceño mientras lleva una mano a mi frente—. Estás muy rojo, ¿tienes calor? ¿Pasó algo? ¿Quieres que te compre algún refresco frío para que se te pase?

No puedo refutar a eso, porque sé que sigo sonrojado ya que la cara me arde y no puedo hacer que se vaya.

—Es que, yo... Ella, él, y entonces —balbuceo, señalando por donde vine, sin saber cómo ordenar mis pensamientos—. Yo quería, y entonces ellos, y él la estampilló contra la pared, y entonces ella...

—Boy —me interrumpe, posando su mano sana en mi mejilla para que me calle—, respira —pide, sin apartar sus ojos de los míos y asiento con la cabeza, para así seguir el ritmo de su mano con mi respiración—. Okay, ahora sí, dime qué pasó. ¿Por qué no estás en tu sesión con Anais?

—Es que... —Trago saliva, sin saber cómo decirle lo que acabo de ver—. Anais estaba ocupada, y muy ocupada.

—¿A qué te refieres? —pregunta, frunciendo el ceño confundida—. ¿Y qué es eso de que la estampillaron contra la pared?

Me rasco la ceja izquierda, tratando de calmar mis pensamientos, antes de inhalar hondo y decidiendo contarle esto a ella porque sino voy a estallar.

—Vi a Anais besándose con Axel.

Ambos nos quedamos callados por varios segundos, si no fuera por el ruido de los demás estudiantes, diría que hay un silencio sepulcral, donde estoy seguro que solo se escucharían nuestras respiraciones.

What? —pregunta, tratando de salir de su asombro.

—Que vi a Axel... —Me callo por unos segundos, para luego negar con la cabeza—. Es decir, estoy un noventa y ocho porciento seguro de que, el chico con el que Anais se estaba besando muy, ¿cómo decirlo? Pues, no apto para menores de edad, era él, Axel.

—No —dice rápidamente, negando con la cabeza y mirándome seria—. Eso es imposible, y menos proviniendo de Axel. No. 

—Te juro, fresita, que estoy muy seguro de que era él, aunque no haya podido verle el ros...

Me quedo en silencio de repente cuando agarra el cuello de mi camiseta y me atrae hacia ella con firmeza. Trago saliva, ya que su expresión tan seria en este momento logra causarme cierto miedo.

—Escúchame bien, Gael, no viste ni oíste nada, ¿bien? —dice, sin soltar su agarre y asegurándose de que la esté entendiendo—. No me importa lo que le pase a Anais, pero sí me importa lo que le pueda pasar a Axel si alguien se entera de algo que, claramente, no pasó. Él podría meterse en graves problemas por algo de lo cual no estás seguro, así que, repito, no viste ni oíste nada, ¿de acuerdo? 

—De acuerdo, pero ya suéltame que me estás dando miedo —confieso, dándole leve golpecitos a su mano sobre mi camiseta para que me suelte, y luego de asegurarse de que no diré nada, lo hace.

Sorry —dice bastante apenada, arreglando mi camiseta—. Es solo que...

—Lo sé, Axel es tu amigo, lo entiendo —aseguro, asintiendo la cabeza para que sepa que comprendo, en cierta parte, su reaccionar—. En fin, la cuestión es que claramente hoy no tendré sesión con Anais y ahora no sé qué hacer, porque no sabré qué decirle cuando me pregunte el por qué no asistí.

«Además de que tampoco pude pedirle que me aconseje acerca de nuestra reciente situación», pienso sin apartar mis ojos de los suyos. 

—Le puedes decir algo como que el director te mandó a llamar, o que te dolía la panza, o bien que fuiste, pero cuando tocaste la puerta nadie atendió —responde dándome opciones, mientras las enumera con sus dedos haciéndola ver linda, lo cual me molesta porque eso solo me complica las cosas—. Por cierto, ¿hoy nos iremos juntos?

—¿Por qué preguntas? —cuestiono inseguro, porque capaz tenga otros planes y no quiere que vaya con ella. 

—Porque sino tengo que llamar a la agencia de conductores y pedir que venga uno, ya que quien vino manejando hoy fuiste tú y ni modo que deje mi auto aquí —explica divertida, aunque me mira con cierta curiosidad.

—Ah —digo entendiendo la situación, y sintiéndome un tonto—. Si, sí, hoy nos volvemos juntos. 

—Aquí estás —habla Riley, acercándose hasta nosotros. Me sonríe a modo de saludo y le correspondo el gesto—. ¿Lista para la clase de biología? —pregunta, mirando a su mejor amiga quien asiente con la cabeza.

See you, boy —se despide Kate, pidiéndome con la mano que me agache un poco para poder darme un corto beso en los labios antes de irse con la china. 

«Ay, fresita, ¿qué se supone que haga?», es en lo único que pienso mientras las veo irse. 

---***---

Estaciono el auto frente a la casa de Kate, y un nudo en el estómago crece a medida que nos quedamos allí en el silencio. Sé que no puedo posponer más esta conversación, que algo entre Kate y Luca no está bien, y necesito entender qué sucedió.

Respiro profundamente antes de apagar el motor y mirar a Kate, quien parece sumida en sus propios pensamientos. Mi corazón late rápido, lleno de ansiedad, pero me armo de valor. No puedo seguir ignorando lo evidente.

—Kate, necesito saber qué pasó ayer con Luca —digo, tratando de sonar calmado aunque la inquietud se apodera de mi voz.

Ella parpadea, como si mis palabras la hubieran sacado de un trance. Su expresión se tensa, y puedo ver la incertidumbre en sus ojos antes de que los baje, evitando mi mirada. Un silencio incómodo se extiende entre nosotros, y sé que algo no está bien.

—¿De qué estás hablando? No entiendo —responde, pero su tono denota nerviosismo.

Me muerdo el labio inferior antes de sacar mi teléfono y mostrarle la foto que recibí de Joe. Su mirada se encuentra con la imagen, y veo cómo sus ojos se ensanchan, reflejando sorpresa y preocupación.

—¿Cómo...? —Deja la pregunta al aire, vagando entre nosotros. 

—¿Puedes explicarme qué está pasando, Kate? —pregunto, luchando por mantener la calma.

Kate toma el teléfono con manos temblorosas y examina la foto. La tensión en el aire se hace palpable mientras espero una explicación. Ella traga saliva antes de hablar, y su voz suena frágil.

—Gael, yo... no sé qué decir. Esa foto no tiene contexto. No es para nada lo que parece —asegura, rogándome con la mirada que le crea.

Me siento frustrado y herido, pero decido darle la oportunidad de explicarse. Sus palabras no me convencen del todo, pero necesito escuchar su versión antes de llegar a cualquier conclusión.

—Kate, no puedo quedarme con respuestas vagas. ¿Por qué no me lo contaste? —pregunto, sin poder ocultar la decepción en el tono de mi voz. Baja la mirada, apretando los labios antes de responder. 

—No te lo dije porque no quería que pensaras mal. Él estaba en su práctica de fútbol americano cuando me caí, no sé en qué momento estaba a mi lado, pero todo pasó tan rápido cuando tomó la voz de mando y decidió ayudarme, llevándome hasta la enfermería, por eso esa foto, pero no pasó nada más, de hecho me habría negado a su ayuda si no fuera porque estuve llorando hasta que me inyectaron un antiinflamatorio —cuenta con rapidez, temiendo que la interrumpa y no la deje hablar, mientras me mira temerosa—. No quiero que esto afecte nuestra relación.

Me siento herido por su falta de confianza en mí, pero intento comprender sus motivos. Sin embargo, no puedo evitar que la decepción se refleje en mi rostro.

—La confianza es fundamental en una relación. No entiendo por qué no me lo contaste de inmediato. —Mi tono se vuelve más firme, revelando mi frustración—. Si dices que no fue nada, ni mucho menos pasó nada, entonces... ¿Cuál era el problema como para que no hayas querido contármelo?

Levanta la mirada y sus ojos encuentran los míos. Puedo ver la angustia en su rostro mientras trata de buscar las palabras adecuadas.

—Yo... tengo miedo de que reacciones como... como Luca. Él siempre se ponía muy celoso y discutíamos mucho por cosas así, en donde requería acercamiento con otro chico —responde nerviosa y apenada, jugando con los dedos sobre su regazo—. Además, no soy tonta, sé cuánto te afecta Luca y no quería lastimarte por algo que, para mí, no tuvo importancia alguna. No quería que desconfiaras de mí.

Me siento herido, pero también entiendo sus miedos. 

—Kate, yo no soy Luca —aseguro, sin poder evitar que se note cuan dolido estoy al tener que decirlo—, y no merezco que me compares con él. Si tenemos problemas, debemos enfrentarlos juntos, con honestidad y confianza. —Mis palabras suenan con determinación, y espero que Kate las tome en serio.

—¿Por qué ayer no me dijiste nada? —cuestiona, levantando la mirada para verme a los ojos—. Si sabías, después de todo, te mandaron esa foto.

—Porque quería que tú me dijeras la verdad, pero no fue así —contesto con sinceridad, y la veo inhalar hondo—. Por eso vine ayer, después de que Joe me enviará la foto y me dijera que te veías muy feliz y risueña entre los brazos de Luca...

—¿Joe? —pregunta con incredulidad. No es hasta que asiento con la cabeza, que suelta un pequeño bufido entre divertido y molesto—. ¿Cómo no lo imaginé? 

—¿Qué quieres decir? —inquiero, frunciendo el ceño ante sus palabras.

—Por favor, Gael, siempre que discutimos es porque Joe dijo, vio, escuchó o hizo algo, siempre —asegura, logrando molestarme, porque eso claramente no es cierto—. Además, ¿de verdad le creíste que yo, después de todo, podría verme feliz y risueña con Luca? —pregunta, mirándome fijo a los ojos.

—No es cierto —digo, negando con la cabeza—. Joe no es esa clase de personas, es solo que tú no has sabido llevarte bien con él y lo respeto, pero no por eso puedes decir que todos nuestros problemas son por su culpa, porque no es así —aseguro, defendiendo a mi amigo, mientras que ella suelta otro bufido lleno de incredulidad—. Y no, no le creí lo que dijo, pero aun así necesitaba una explicación, un contexto de lo que ocurría, pero todo lo que recibí al llegar aquí fue que me ocultaras parte de la verdad —comento, girando los ojos para mirar por unos segundos la calle, antes de volver a enfrentarla—. ¿Por lo menos es cierto eso que dijiste que Devra te trajo a casa o fue Luca?

—Ay por Dios, Gael —responde ahora también igual de molesta que yo—. Tengo límites, you know? Pude haberme dejado ayudar en ese momento de vulnerabilidad, pero obviamente no dejaría que me traiga a casa. 

El auto se llena de un silencio tenso mientras las palabras de Kate y las mías se suspenden en el aire. La decepción y el enojo se mezclan en el ambiente, alimentando la llama de una discusión que se avecina. Intento controlar la furia que crece en mí, pero cada palabra no dicha pesa en mis labios.

—No puedo creer que estemos teniendo esta conversación, Kate. Necesitaba confianza, no secretos y comparaciones con tu ex. —Mi tono es más áspero de lo que pretendía, pero la frustración me domina.

—Solo estaba tratando de evitar conflictos innecesarios, como ahora —asegura, girando a ver su casa por la ventanilla.

—Pero lo que hiciste fue empeorar las cosas. Ocultarme algo y asumir que reaccionaría como él... eso es subestimarme. —Mis palabras salen cargadas de amargura—. Además ¿por qué te enojas tú? Si es por Joe, es solo una excusa y lo sabes. Porque sabes que Joe no hizo nada malo, solo es un buen amigo que se preocupa por qué la novia de su mejor amigo está en los brazos de su ex. 

La tensión explota en un intercambio de acusaciones y respuestas llenas de desdén. Celos, malentendidos y el peso de experiencias pasadas se entrelazan en una danza destructiva. La atmósfera se satura de energía negativa, y la distancia emocional entre nosotros se agranda con cada palabra lanzada.

—No sé qué es peor, si tu ceguera ante la realidad o tu ingenuidad pensando que Joe no tiene otra intención que no sea ser un "buen amigo". —La ironía en sus palabras corta como un cuchillo afilado, y su tono de desdén me golpea con fuerza. Siento una punzada de enojo en mi pecho, pero ella no se detiene ahí—. ¿Subestimarte? Pues perdóname por intentar no lastimarte o crearte inseguridades, por querer que la relación siga como lo estaba hasta ayer. 

—¡No digas tonterías! —exclamo, mi paciencia alcanzando su límite—. Quiero una relación basada en la confianza mutua, no en ocultar cosas y luego justificarlo con miedo a cómo reaccionaré.

El fuego de la disputa arde más intensamente, y ninguna de las dos partes cede. Los celos nublan la razón, y la conexión que solíamos tener se desvanece de a poco. El auto se siente más pequeño, como si estuviera a punto de colapsar por la intensidad de nuestras emociones.

Kate me mira por varios segundos con sus ojos brillantes por lágrimas reprimidas, mientras asiente con la cabeza de manera lenta y relame su labio inferior. 

—No puedo hacer que entiendas —dice con voz calma, como si ya no quisiera decir nada más—. Lo mejor será que te vayas a tu casa. 

Mi corazón late con fuerza, y mi respiración se acelera mientras luchamos por mantener el control de la situación.

La atmósfera en el auto se torna densa, cargada de la energía negativa de nuestra pelea. Las lágrimas amenazan con escapar de los ojos de Kate, pero su mirada permanece firme, como si estuviera tratando de contener sus emociones. Cierro los puños, luchando contra mi propio enojo y frustración.

—¿De verdad? ¿Es todo lo que dirás? ¿Qué me vaya? —digo, y mi voz sale más áspera de lo que pretendía.

Ella asiente con la cabeza, sin decir una palabra. La sensación de derrota se apodera de mí, pero me niego a mostrar debilidad. Abro la puerta del auto con brusquedad y salgo, dejando que los rayos del sol me envuelvan.

El viento parece llevarse consigo las palabras no dichas, y el silencio que reina es más elocuente que cualquier discusión. Kate permanece en el auto, mirándome con una expresión que no logro descifrar por completo. Tal vez hay arrepentimiento en sus ojos, o quizás solo sea resignación.

Inhalo hondo un par de veces, antes de acercarme hasta ella y abrirle la puerta, para ayudarla a bajar y que no vuelva a lastimarse. Una vez de que me aseguro que nada le pasará y está bien agarrada de su muleta, decido alejarme tres pasos, dándole su espacio mientras le devuelvo las llaves de su auto. 

—Es lo mejor para ambos en este momento —dice finalmente, rompiendo el silencio con sus palabras serenas.

Me alejo sin decir nada más. Camino hacia mi casa con pasos rápidos, dejando atrás la discusión.

El camino parece eterno, cada paso resonando con el eco de nuestras palabras no dichas. Me pregunto si hay alguna forma de reparar lo que hemos roto, pero la duda persiste. 

Llego a casa con la rabia aún en mi interior. La discusión con Kate pesa como una losa sobre mis hombros, y cada paso que doy parece llevarme más lejos de la solución. Mi mamá, al notar mi expresión cargada de frustración, no tarda en abordarme con una mirada preocupada.

—¿Qué pasa, hijo? —pregunta, dejando a un lado lo que estaba haciendo y acercándose a mí—. ¿Pasó algo en el instituto? ¿Te volvieron a castigar?

No puedo evitar dejarme llevar por la necesidad de consuelo, y la abrazo con fuerza. Su aroma familiar y la calidez de su abrazo me ofrecen un refugio temporal de la tormenta emocional en la que me encuentro.

Aunque mi mamá sea mucho más pequeña en estatura, estar entre sus brazos siempre me hará sentir que el pequeño soy yo, y que ella siempre estará ahí para protegerme con ellos. 

—Solo necesitaba esto, mamá. Gracias. —Mantengo el abrazo un poco más antes de soltarla y apartarme.

Ella me observa con atención, esperando a que comparta lo que me aflige. No puedo esquivar su mirada, así que decido contarle lo que sucedió con Kate. Mi mamá escucha en silencio mientras le doy voz a las complicaciones de mi relación, expresando cada frustración y cada duda que siento.

—Gael, tienes que entender que Kate no ha tenido una relación fácil ni bonita. A veces, llevar adelante una conexión después de experiencias difíciles puede ser complicado. —Mi mamá elige sus palabras con sabiduría, tratando de brindarme otra perspectiva.

Me siento en el sofá y asiento, aún con el ceño fruncido. 

—Lo sé, mamá, pero no puedo ignorar lo que pasó ayer. Necesitamos confiar el uno en el otro para que esto funcione. —Ella se sienta a mi lado y me coloca una mano en el hombro. 

—Tienes razón, Gael. La confianza es crucial, pero también es un proceso. Kate puede tener miedos y reservas por todo lo que ha vivido antes, y eso no se supera de la noche a la mañana. Tienes que darle tiempo y espacio para que se sienta segura contigo —asegura, acariciando mi cabello con todo el amor maternal que tiene para ofrecerme—. Tus emociones son totalmente válidas ahora, y comprendo el por qué te sientes así, pero cuando se te pase el enojo, trata de ver si puedes entender a Kate para que puedan hablar y, en vez de discutir y sacarse en cara qué hizo mal el otro, intentar arreglarlo.

Siento que sus palabras resuenan en mi interior. Tal vez necesito considerar la historia de Kate y las cicatrices que lleva consigo. Mi mamá continúa aconsejándome sobre la paciencia y la comprensión, pero la frustración persiste.

—No sé, mamá. Es difícil no sentirme decepcionado —confieso, dejando escapar un suspiro. Ella me sonríe con ternura y aprieta mi hombro. 

—Entiendo que te sientas así, pero las relaciones llevan tiempo y esfuerzo. A veces, las personas necesitan demostrar que pueden confiar antes de hacerlo plenamente. Dale a Kate la oportunidad de hacerlo —aconseja, pasando su mano por mi brazo—. Ella decidió confiar en ti al momento de aceptar estar en una relación, pero aun no puede confiar en ella con sus inseguridades. 

Me quedo en silencio, reflexionando sobre sus palabras. Tal vez necesito reconsiderar mi enfoque y recordar que el amor no es siempre un camino fácil. A pesar de mi deseo de resolver las cosas de inmediato, la realidad es que tanto Kate como yo llevamos nuestras propias cargas emocionales.

—Gracias, mamá. Siempre sabes qué decir. —Le sonrío, sintiendo una mezcla de gratitud y resignación. Ella acaricia mi mejilla y se pone de pie. 

—Ahora ve y lávate las manos, para luego llamar a Dustin y así vengan a comer que dentro de diez minutos estará listo el pollo.

Asiento, agradeciéndole una vez más antes de retirarme. Aunque la rabia y la frustración persisten, el consejo de mi mamá se instala en mi mente como una semilla de sabiduría. Tal vez sea el momento de dejar que el tiempo haga su trabajo y confiar en que, con paciencia y comprensión, nuestra relación pueda florecer.


———🍓🍓🍓———

¡Hola, hola! ¿Cómo están?

No sé qué decir jashdajsd ando procesando todo lo que pasó, help ajhsda

qué tal el cap? Opiniones aquí, porfa

¿Gael tendrá que elegir entre Kate y Joe? ¿Se dará cuenta del mal amigo que es Joe o siempre será su relación toxic?

Los amo. XOXO, C.A

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