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025.

✨️ KATE ✨️

Es el tercer día de las vacaciones y ya estoy muerta de aburrimiento sin saber qué hacer. Me gusta ir a la escuela porque tengo una rutina bien definida, haciendo que deba estar todo el día ocupada y fuera de casa, pero en vacaciones no sé qué hacer.

Esta mañana me levanté a las seis para entrenar. Corrí dos vueltas a la cuadra, luego llegue a casa e hice una pequeña rutina con mis pesas, para luego terminar haciendo yoga y así poder relajar mis músculos. Me duché, desayuné y perfeccioné un poco mi italiano. Ahora me encuentro en la sala de estar buscando algo para ver en la televisión, pero no encuentro nada. Sumándole al hecho de que el día de hoy el calor ha estado más fuerte que los otros días y la humedad ni hablar. 

Suelto un suspiro y cuando decido entrar a Netflix para ver si hay alguna serie o película que me llame la atención, siento mi celular vibrar al lado de mi pierna, puesto que se encuentra hundido entre yo y el sofá.

Lo saco de casi debajo de mí y frunzo el ceño al ver que no tengo agendado el número que me ha mandado mensaje.

Número Desconocido:
¿Estás dormida?

¿Debo de responder? ¿Y si es un secuestrador? ¿Quién te manda un mensaje así, sabiendo que la otra persona no posee tu número? 

Aunque capaz se confundió, porque si sabría que no tengo su número, me hubiera puesto algo como "soy Fulanito de Tal, agéndame".

Sin más vueltas, decido responderle

Yo:
¿Quién sigue durmiendo a las diez de la mañana? 

Número Desconocido:
Te sorprendería saber que mucha gente en vacaciones lo hace.

De repente, su foto de perfil de un perrito random pasa a ser una foto visible de Gael sonriendo mientras hace la seña de peace and love. Supongo que alguno de sus amigos le sacó esa foto, apuesto a que fue Kendall.

Tres días de vacaciones, pero han pasado dos desde nuestro beso bajo la lluvia. Por suerte no me enfermé y, por lo que sé, él tampoco.

Yo:
Pues desperdician un día tan lindo como hoy, ¿no crees?

GoldenBoy♡:
Para mí no. Para mí quien no duerme lo suficiente teniendo la oportunidad de hacerlo es quien anda desperdiciando su vida.

Yo:
Que profundo para en realidad decir que te gusta dormir.

GoldenBoy♡:
Es que no entiendo cómo es que a ti no te gusta.

Yo:
En fin, boy, ¿cómo conseguiste mi número?

GoldenBoy♡:
¿No te parece de locos que llevemos tanto tiempo socializando y que, hasta ahora, nunca hayamos hablado por aquí? A mí sí.
Es más, me sorprende haber durado tanto tiempo hablando con alguien por Instagram, porque de verdad detesto el chat de esa aplicación pedorra.

Yo:
No me respondiste.

GoldenBoy♡:
¿Y qué haces?

Sonrío divertida al saber que no me responderá, porque está claro que le da vergüenza. Aunque estoy segura que se lo pasó Devra o Riley, porque sus amigos tampoco lo tienen.

Yo:
La verdad es que nada. 

GoldenBoy♡:
Eso te debe tener muy mal, ¿no? Ya sabes, el no hacer nada.

Yo:
No te lo puedo negar, porque si. Estoy aburridísima.

GoldenBoy♡:
Está bien, está bien, si tanto me lo pides, seré tu salvador.

Frunzo el ceño al leer ese mensaje, porque la verdad es que no estaría entendiendo a lo que se refiere. 

Estoy tecleando mi respuesta, cuando otra burbujita aparece, notando que ha enviado otro mensaje.

GoldenBoy♡:
¿Está tu mamá o hermana en tu casa?

Abro mis ojos de par en par y, no sé por qué, me sonrojo.

Yo:
No te creía la clase de "esos" chicos, la verdad que estoy sorprendida. ¿Debería mostrarle a Mariel la clase de mensajes que me envías? 

GoldenBoy♡:
¡Pero si aquí la impura eres tú, Penélope!
Solo Dios puede saber en qué cochinadas pensaste en menos de un minuto, pero te preguntaba para saber si puedo ir o no a tu casa, boba.

Río divertida ante su mensaje. Siento mis mejillas doler por haber estado sonriendo como tonta desde vaya uno a saber cuándo.

Yo:
No me digas Penélope si quieres seguir siendo mi amigo, José.No, estoy sola en casa (por favor, no vuelvas a pensar cochinadas)

GoldenBoy♡:
¡Que no me llamo José! 😩
Y yo no fui el que pensó cochinadas.

Vuelvo a reír al recordar esa vez que me dijo que no se llama José, pero en su familia lo llaman de todas formas por ese nombre, porque así iba a ser su segundo nombre si es que su papá aceptaba.

Pero al parecer, en la familia de su padre es tradición el solo tener un nombre.

Bendito sea, porque Gael me parece un nombre precioso.

Yo:
As you say, boy. Te creeré por esta vez. 

GoldenBoy♡:
No puedo creerlo, pero... Extrañaba que mezclaras el inglés con el español.

Sonrío nuevamente, mientras siento una extraña calidez apoderarse de mi pecho.

GoldenBoy♡:
No dejes que nadie vuelva a hacerte sentir incómoda por ser tú, ¿de acuerdo? Ni siquiera Joe, que a veces suele ser bastante tonto.

Yo:

I promise you ☝🏻

GoldenBoy♡:

Bien entonces... ¿Puedo o no?

Por cierto, ¿tienes piscina? 

Yo:

¿Qué cosa puedes?

Sí, sí tengo, ¿por?

GoldenBoy♡:
Si puedo ir a tu casa. Presta atención, Penélope, ¿quieres?

Yo:

Por grosero ya no puedes nada.

Muerdo mi labio inferior mientras sonrío, esperando a que responda y, a su vez, rogando para que no se quede con esa respuesta y decida pedirlo de nuevo para así aceptar que venga.

GoldenBoy♡

Estoy en cinco.

Veo como se desconecta, haciendo que abra mis ojos de par en par. Supuse que rogaría o diría algo como que era mentira, pero no esperaba esa respuesta.

Bajo la vista a mi atuendo, notando que estoy con un pantalón corto que está roto y una camiseta que me va enorme, sin hablar de mi cabello que está agarrado en un rodete muy mal hecho. 

Dios mío, estoy horrible.

Estoy horrible y Gael me verá así. Mierda.

Sin perder un segundo más, le envío un mensaje a mi mamá avisándole que Gael vendrá para luego dejar caer mi celular en el sofá y me levanto de él con un salto. Mis pasos son rápidos y llenos de emoción mientras subo las escaleras a toda prisa y llego a mi cuarto. La anticipación y los nervios se mezclan en mi interior, pero no tengo tiempo que perder.

Una vez en mi cuarto, me dirijo a mi vestuario personal, observando todas las opciones que tengo. La elección del atuendo es crucial. Necesito algo que sea casual, que indique que estoy en casa sin grandes planes, pero que también pueda ser adecuado si surge alguna actividad espontánea. Pero sobre todo, debe ser lindo, sin exagerar.

Me preguntó si tenía piscina. ¿Será que planea que nademos? Si ese es el caso, necesito un atuendo que sea funcional pero no demasiado obvio.

Los segundos pasan volando, y siento cómo la ansiedad crece. No tengo tiempo para pensar en cada detalle. Pero, ¿y si le doy demasiada importancia a esto? Respiro profundamente, tratando de calmarme y tomar una decisión.

Decido concentrarme en el traje de baño primero. Mi mirada se posa en uno de mis favoritos, un bikini azul profundo. Sin perder tiempo, me deshago de mi ropa y me visto rápidamente con el traje de baño.

Estoy a punto de elegir qué ponerme sobre el traje de baño cuando el sonido del timbre llena la casa. Mis nervios se disparan. 

Actúo con rapidez, eligiendo uno de mis enteritos de jean azul corto. Me lo pongo apresuradamente, ajustando los tirantes y acomodando la prenda sobre mi torso. Me calzo las chancletas y salgo de mi cuarto con una mezcla de emoción y ansiedad.

Bajo las escaleras con agilidad y, al llegar a la entrada, me detengo de repente al ver mi reflejo en el espejo cercano. Mis ojos se abren con sorpresa al ver el desastre en mi cabeza. Desato mi cabello y lo arreglo con los dedos, tratando de lucir lo mejor posible. Mi reflejo me devuelve una imagen que, a pesar de la rapidez de mis decisiones, me hace sentir que estoy presentable.

Reúno el valor necesario y abro la puerta una vez que estoy segura de que no parezco un completo desastre, y con lo primero que me encuentro es con la sonrisa radiante de Gael. Mi corazón da un vuelco ante su presencia, y no puedo evitar sonreírle de vuelta.

—Hola, boy —lo saludo, quedando atrapada por su mirada que parece tener un brillo especial en este momento.

—Hola, fresita —me responde, y su sonrisa hace que sienta mariposas en el estómago, como si una ráfaga de felicidad recorriera mi cuerpo.

Nos quedamos en el umbral de la entrada, como si el mundo entero se hubiera detenido y solo quedáramos nosotros dos. Estoy atrapada en sus ojos y, por un momento, me cuesta encontrar las palabras. Carraspeo suavemente, rompiendo el encanto.

—Perdona, pasa —digo, apartándome para dejarle espacio para entrar.

Cuando lo hace, veo cómo sus ojos recorren la entrada, evidentemente impresionado. Me doy cuenta de que esta es la primera vez que viene a mi casa, a pesar de que yo he estado en la suya varias veces.

—Vaya —murmura, admirando el lugar—. Es muy... grande —agrega, con asombro en su voz, y después me mira—. Quiero decir, por fuera ya se veía espaciosa, pero por dentro... —deja la frase en el aire y suelta un suspiro que hace a sus mejillas inflarse momentáneamente, lo que me hace sonreír divertida.

—Si te soy sincera, no parece tan grande cuando está lleno de gente —explico, indicando con un gesto de cabeza la sala para que me siga—, pero para una sola persona, sí, se siente inmensa.

—¿Una sola persona? —pregunta, arrugando un poco la frente como si estuviera procesando la información.

—Sí, básicamente vivo aquí sola —respondo, riendo suavemente—. Mi mamá y mi hermana trabajan la mayor parte del día, casi todos los días.

Gael me mira a los ojos durante unos segundos que parecen eternos. Puedo ver que ha captado algo, aunque no estoy segura de qué. Pero en un instante, esa expresión se desvanece y su amable sonrisa vuelve a aparecer, como si no hubiera pasado nada.

—Bueno, en ese caso... ¿me haces un tour? —pregunta, ahora dirigiendo su atención hacia la sala de estar.

Le sonrío y asiento, sintiéndome un poco más relajada. Empiezo a guiarlo por la casa, mostrándole cada habitación y compartiéndole algunos detalles sobre ellas. A medida que avanzamos, sus comentarios y preguntas llenan el ambiente con conversación amigable. La tensión inicial parece haberse disipado por completo, y ahora estamos compartiendo risas y anécdotas mientras recorremos mi hogar juntos. 

—¿Y bien? ¿Qué quieres hacer? —cuestiono una vez que volvemos a la sala de estar—. ¿Quieres que veamos tele? ¿O prefieres comer algo? ¿Tal vez nadar un poco? —propongo todas las ideas que se me ocurren ahora mismo, mientras enumero las opciones con mis dedos.

Al levantar la vista, puedo verlo sonreír divertido, para luego agarrar uno de mis dedos.

—A esta hora el sol no es tan dañino, y como hace mucho calor, ¿te parece ir a nadar? —dice, sin soltar mi dedo del medio, el cual fue el que alcé al decir esa opción.

—Claro —respondo, asintiendo con la cabeza—. ¿Trajiste traje de baño? Porque si no...

—¿Con quién crees que estás hablando, fresita? —cuestiona casi que ofendido, mientras mueve la mochila que trae colgada en su hombro como señal de que sí, lo ha hecho—. ¿Te tienes que cambiar? Porque te espero aquí sin problemas.

—No, ya estoy cambiada —digo, notando cómo me mira con una especie de sospecha divertida, pero sigo adelante—: Es que antes de que me hablaras, pensaba nadar un rato para hacer ejercicio y así quitarme el aburrimiento —miro hacia otro lado, esperando que no profundice demasiado en mi respuesta y descubra mi apresurada preparación.

Su sonrisa me tranquiliza y me alegro de que no pregunte más. Después de preguntarme dónde puede cambiarse, le señalo el baño en la planta baja y se dirige hacia allí, mientras le digo que estaré esperando en la sala.

Me siento en el sofá y apoyo los pies sobre la mesa ratonera delante de mí. Sacando mi celular, decido echar un vistazo a Instagram. Navego por mi inicio por un momento y, finalmente, pienso en subir una InstaStorie. Enciendo la cámara y, sin pensarlo demasiado, tomo una foto de mis piernas tal y como están, relajadas y cómodas sobre la mesa. Empiezo a editar la imagen para que se vea más atractiva, y añado la palabra "summer" sobre ella.

—Bonitas piernas. —La voz de Gael detrás de mí me hace saltar, casi dejando caer mi celular debido a que no lo escuché acercarse. Giro rápidamente para verlo, levantando las cejas en señal de sorpresa, lo que evidentemente lo hace sonrojar—. Quiero decir, bonita foto. Porque tus piernas se ven bonitas en la foto. No digo que solo sean bonitas en la foto, en persona también son muy bonitas. En realidad, todo en ti es bonito. No es como si tuvieras solo una cosa bonita, o algo feo, y... ay —balbucea, antes de soltar un suspiro frustrado, como si se diera cuenta de que no puede arreglar su comentario. Eso me hace sonreír con ternura ante su torpeza.

Thanks, boy. Me alegra que te guste la foto —le digo, intentando disimular la diversión que siento por su reacción.

Lo veo con una mezcla de vergüenza y diversión antes de que asienta lentamente.

—¿Vamos? —cuestiona, extendiéndome una mano para ayudarme a levantarme del sofá.

Asiento con la cabeza mientras acepto su ayuda y, sin soltarnos la mano, comenzamos a caminar hacia mi jardín trasero.

Le indico que me ayude a mover las reposeras cerca de la gran sombrilla, por si queremos sentarnos luego de nadar un rato, y sin decir nada se dispone a ayudarme.

Mientras me enfrento a la posibilidad de estar en traje de baño frente a Gael, siento cómo una mezcla de emociones agita mi interior. La sensación de nervios se combina con la familiar oleada de inseguridad que ha sido mi compañera en muchas ocasiones. A pesar de estar en mi propio espacio, en mi casa, y con alguien que ha demostrado ser amable y respetuoso, no puedo evitar que esa vocecita crítica hable más alto en mi cabeza.

A medida que me quito el enterito, las prendas que me cubren, es como si también estuviera despojándome de una capa de protección que normalmente me ayuda a sentirme más segura. Pero aquí estoy, exponiéndome, dejando ver mi cuerpo tal y como es. A simple vista, soy delgada, y aunque mucha gente podría pensar que eso es algo deseable, yo a menudo me siento incómoda con ello. Aunque claro, también se debe a la cantidad de veces que he escuchado a personas preguntarme si tenía problemas alimenticios o cosas por ese estilo.

Camino hacia la piscina, después de dejar la ropa y las toallas sobre las reposeras. Miro hacia abajo y mi reflejo en la superficie del agua me devuelve una imagen que en ocasiones lucha con mi propia percepción. Veo mi figura delgada, mis huesos que parecen resaltar, y aunque he intentado engordar en el pasado, parece que mi cuerpo tiene su propio camino. La frustración de no poder controlar mi peso de la manera en que quisiera a menudo me abruma.

Siento cómo la inseguridad se apodera un poco más de mí. Inconscientemente, cruzo mis brazos bajo mi pecho, como si tratara de cubrir esa parte de mí que a menudo me hace sentir incómoda. La idea de estar en traje de baño frente a alguien más, en especial alguien como Gael, que me atrae y me importa, intensifica mis dudas.

Es curioso cómo la vulnerabilidad se manifiesta de diferentes formas. A veces, puede estar vinculada a no sentir que encajo en ciertos estándares de belleza. Y aunque me recuerdo a mí misma que la belleza viene en muchas formas y tamaños, es difícil no compararme con lo que a menudo se muestra en los medios y en la sociedad.

La idea de estar frente a Gael en mi traje de baño, de exponerme de esta manera, me hace sentir un poco desnuda emocionalmente. No es solo el físico, sino también esa sensación de que estoy dejando que él me vea en un estado vulnerable, como si estuviera revelando una parte de mí que normalmente mantengo oculta.

Sin embargo, a medida que mis dedos siguen jugueteando con el traje de baño y mi mirada se posa en la brillante superficie del agua, también sé que quiero superar estos sentimientos. Quiero ser capaz de estar cómoda y segura en mi propia piel, especialmente frente a alguien que ha demostrado ser amable, respetuoso y atento como Gael.

—Que pésimo estriptis, Penélope —habla Gael, haciendo que gire a verlo, mientras que él chasquea con su lengua y niega con la cabeza en desaprobación. Siento mis mejillas arder, a la vez que lo miro sin comprender su comentario. Entonces, continúa—: Mira bien, así es como se hace uno —dice, para luego empezar a tararear la típica canción que ponen en las películas cuando alguien está por sacarse la ropa, y puedo sentir ahora toda mi cara caliente.

Sus palabras y gesto provocan una oleada de vergüenza que se mezcla con una risa nerviosa que no puedo contener. Mi incomodidad se diluye en la risa, mientras lo miro con una mirada juguetona y un poco desafiante.

—¿Oh, en serio? —respondo, fingiendo incredulidad mientras me acerco un poco más a él en el agua, jugando con el agua con mis manos—. Bien, enséñame, profesor de estriptis.

 Su comentario y mi risa logra aligerar la tensión que había sentido antes y me siento más cómoda y relajada en su presencia, cosa que se lo agradezco mentalmente aunque intento no detenerme a pensar en eso.

Sin esperármelo, Gael comienza a sacarse la camiseta de manera lenta sin dejar de tararear aquella canción, como si de verdad estuviera dándome uno de esos shows. Chillo de la incredulidad y sorpresa, mientras que él arroja su camiseta al césped, lejos de la piscina donde pueda evitar mojarse.

—¡Lo estás haciendo en serio! —exclamo entre risas, sin poder contener la diversión que me provoca la situación. Sus movimientos exagerados y su actitud cómica hacen que me ría aún más. Por un momento, olvido toda vergüenza y solo disfruto del momento. Gira a verme directo a los ojos, para luego mover sus cejas con picardía—. ¡Oh, my God! —digo, y hago equilibrio para evitar caerme en cuanto decido salpicarle agua con mi pie.

—Oh, no hiciste eso —comenta, para luego copiar mi accionar, pero por suerte mis reflejos son más rápidos y logro esquivar el agua, es entonces cuando me río más fuerte y con más ganas por su expresión.

—¿Qué? ¿Quisiste hacer esto? —inquiero, volviendo a salpicarle agua con mi pie, ocasionando que esta vez abra la boca por la sorpresa, mientras que yo río nuevamente con fuerza. 

Chillo en cuanto lo veo correr hacia donde me encuentro y sin dudarlo corro en dirección contraria hacia donde se encuentra. Nuestros pies se hunden en la hierba húmeda mientras el sol brilla sobre nosotros, creando destellos en el agua de la piscina cercana. La risa llena el aire mientras jugamos alrededor, y puedo sentir la emoción y la energía de la competencia. 

Nuestras risas llenan el espacio mientras nos perseguimos alrededor del jardín, moviéndonos ágilmente para esquivarnos mutuamente. Cada vez que intento acercarme lo suficiente para salpicarlo, él cambia de dirección con rapidez, manteniéndose fuera de mi alcance. La diversión y la adrenalina se mezclan en mi cuerpo, haciéndome sentir viva y llena de energía.

De repente, un tropezón inesperado en el césped mojado hace que mis pies pierdan el equilibrio y me tambalee hacia adelante. Por un momento, siento que estoy a punto de caer en dirección a la piscina, pero logro enderezarme a duras penas, con los brazos agitándose en el aire mientras luchaba por mantener mi equilibrio.

Justo cuando pienso que estoy a salvo, una mano firme se cierra alrededor de mi cintura, y antes de que pueda reaccionar, me encuentro atrapada en un abrazo seguro. Los ojos de Gael brillan con malicia y diversión mientras me sostiene en su agarre, su sonrisa juguetona iluminando su rostro.

—Casi caes, fresita —dice con un tono burlón, y en ese momento me doy cuenta de que él había estado planeando esto desde el principio.

Intento liberarme de su agarre, riendo y protestando al mismo tiempo, pero su fuerza es mayor y, antes de que pueda hacer algo, siento cómo nos movemos hacia atrás, hacia la piscina. El agua fría nos recibe con un chapoteo mientras caemos juntos.

Nos sumergimos en el agua, y la frescura me abraza con su abrazo refrescante. Emergemos a la superficie, riendo como dos niños en medio de un juego travieso. El agua se desliza por nuestros rostros y cuerpos, creando un rastro de chispas de frescura mientras nos sumergimos en la libertad del momento.

Nuestros ojos se encuentran, y la risa sigue resonando entre nosotros, como una melodía compartida que solo nosotros podemos entender. Siento cómo Gael me rodea con su brazo, atrayéndome hacia él con un agarre firme pero gentil. Su mano en mi cintura envía una corriente de calidez a través de mí, y la cercanía hace que mi corazón lata un poco más rápido.

La sensación de sus dedos tocando suavemente mi piel despierta una serie de emociones en mí. Me siento protegida y querida, como si en ese abrazo encontrara un refugio seguro. Al mismo tiempo, su tacto me hace sentir viva y conectada, como si en este momento estuviéramos compartiendo algo más profundo que palabras y risas.

Cada vez que su mano se aprieta un poco más a mi cintura, siento cómo mi corazón responde con un latido más fuerte. La presión de su agarre es como un lazo invisible que nos une, una complicidad que solo nosotros podemos entender.

Sus ojos brillan con esa chispa juguetona que solo él tiene. Su sonrisa es contagiosa, y no puedo evitar devolvérsela mientras mantenemos nuestra mirada, compartiendo la diversión y la complicidad en cada segundo que pasa. 

—Creo que ahora sí podemos decir que es un empate —afirma Gael, su voz llena de diversión.

—No, tú hiciste trampa —respondo juguetonamente, apoyando mis manos en sus hombros mientras nuestras risas continúan llenando el aire a nuestro alrededor. Aunque sus manos me mantienen cerca, siento una sensación de total libertad en este momento, como si en sus ojos y en su toque hubiera encontrado un lugar donde ser yo misma sin restricciones.

Nos dejamos llevar por la diversión y el juego en el agua. Cada chapoteo y risa son como una melodía que se mezcla con el sonido del viento y el murmullo del agua. Mientras reímos y nos movemos, puedo sentir cómo Gael se sumerge en el juego con una alegría genuina y una energía contagiante.

A medida que nos zambullimos y jugamos a cada cosa que se le ocurre, puedo percibir cómo Gael trata cada gesto con una delicadeza y un cuidado increíble. Cada vez que se acerca, suavemente me rodea con sus brazos, como si estuviera sosteniendo algo preciado y delicado. Cada toque, cada contacto, está infundido de una ternura que me hace sentir especial. No es solo el juego, es la forma en que se preocupa por cada uno de sus movimientos para asegurarse de que me sienta segura y cómoda en cada momento.

—Eres un pésimo tiburón —aseguro entre risas, sosteniéndome del filo de la piscina, el cual pactamos que sería la zona de "salvación".

—Tú eres muy rápida nadando que es distinto —contraataca, salpicándome un poco de agua que me hace abrir la boca sorprendida, mientras que él suelta una pequeña risa.

—O sea, ¿soy castigada por ser mejor que tú? —inquiero, sintiéndome ofendida de repente, mientras lo miro sonreír aun más.

—Es que nadie puede ser mejor que yo, fresita —responde, encogiéndose de hombros—, ya deberías de ir sabiéndolo.  

—Caes mal con tu ego por las nubes, do you know? —inquiero, y camino hasta él, quien se queda en su lugar esperándome sin apartar sus ojos de los míos. 

En cuanto apoyo mis manos en sus hombros, lo toma como iniciativa para abrazarme por la cintura. Siento un escalofrío recorrerme en cuanto sus dedos tocan mi piel, pero decido ignorarlo.

—¿Y qué vas a hacer al respecto? —pregunta con cierta coquetería en el tono de su voz, para luego bajar la vista de mis ojos a mis labios.

—Bajártelos —respondo de manera nerviosa, para luego empujar su cuerpo hacia dentro del agua y me alejo rápidamente de él antes de que emerja y decida hacerme lo mismo. 

Miro a Gael mientras emerge del agua con una sonrisa traviesa en su rostro, el agua goteando de su cabello y su cuerpo. Nuestra mirada se encuentra y hay algo en sus ojos que me hace sentir especial, como si en ese momento solo existiéramos él y yo. Puedo sentir mi corazón latiendo más rápido mientras nado un poco más lejos de él, tratando de ocultar el rubor que seguramente está coloreando mis mejillas.

Luego de un rato nos cansamos de nadar y decidimos salir de la piscina.

—Espera —pide, siendo él el primero en salir del agua, para luego correr hasta las toallas que están en las reposeras.

Agarra la suya y se cubra la espalda y los hombros, para luego agarrar la mía y correr nuevamente hacia donde estoy. Se para en el borde de la piscina y me extiende una mano, mientras que yo lo miro y todo lo que puedo pensar es si él es así de lindo normalmente o lo hace ahora solo por lo del beso.

Nado hasta donde están las escaleras y agarro su mano para poder salir con facilidad. De inmediato soy rodeada con la toalla, sintiendo el calor de esta recibirme, y agarro los extremos por encima de mi pecho mientras miro a Gael quien está muy pendiente de que esté bien.

—Boy —lo llamo, haciendo que gire a verme a los ojos—, gracias por tu intención y amabilidad, but... no corre aire y hace calor, así que no me voy a enfermar —le recuerdo, mientras sonrío amable.

—Uno nunca sabe —responde, encogiéndose de hombros y eso solo logra ensanchar aun mas mi sonrisa. 

—No quiero entrar todavía, está lindo aquí afuera —confieso, inclinando un poco la cabeza hacia arriba, recibiendo los rayos del sol en mi rostro.

Cierro los ojos por un momento y dejo que el sol acaricie mi piel suavemente. Es una sensación cálida y reconfortante, como si cada rayo de luz estuviera tejiendo pequeños hilos de felicidad en mi ser.

Me dejo llevar por la sensación, sintiendo cómo mi rostro se relaja y una sonrisa involuntaria se forma en mis labios. Cada célula parece absorber la energía del sol, llenándome de vitalidad y renovación. Es como si el mundo se redujera a este momento, a esta conexión simple pero profunda con la naturaleza.

—Tengo una idea. —Abro lentamente los ojos a la vez que bajo la cabeza para mirarlo, y veo como se saca la toalla de los hombros y la extiende sobre el césped, lejos de la piscina—. Permiso —dice, antes de sacarme la toalla que me abraza y hacer exactamente lo mismo, colocándola al lado de la suya.

Se sienta sobre la suya, para luego palmear la mía, indicándome que me siente a su lado. Sonrío encantada por su idea y decido hacerle caso.

Suelta un suspiro a la vez que se estira mientras deja caer su cuerpo hacia atrás, acostándose sobre la toalla y poniendo sus manos detrás de su cabeza. Yo decido quedarme sentada por un momento, mirándolo por encima de mi brazo, los cuales están cruzados y agarrando mis piernas que las tengo flexionadas, a la vez que él me devuelve la mirada.

—¿Te puedo preguntar algo? —cuestiona, sin apartar sus ojos de los míos.

—Ya lo hiciste —contesto de manera burlona, haciendo que haga una mueca graciosa.

—Ja, ja, mira que no sabía que nadar te volvía así de chistosita eh —menciona, logrando que ahora sí ría por lo bajo.

—Sorry, sí, pregunta —digo, dándole paso libre a que pregunte lo que quiera.

—¿Qué dice? —pregunta, llevando su dedo hacia mi costilla y tocando suavemente el pequeño tatuaje que tengo ahí—. No voy a mentir al decir que no me sorprendió el ver tu tatuaje, porque no, lo hizo y mucho, jamás creí que serías una de esas chicas pintarrajeadas que van por el camino de Satanás.

Río ante su comentario, mientras que él sonríe divertido a la vez que vuelve a poner su mano detrás de su cabeza y me mira con atención, esperando pacientemente mi historia.

—Por eso me lo hice en una zona no notoria, para que la policía no lo viera y no me llevaran presa por eso —comento, siguiéndole la broma, cosa que solo ensancha aun más su sonrisa—. Dice "De l'obscurité naît la lumière" —digo en francés, recordando lo que dice el único tatuaje que me hice—, y significa "de la oscuridad surge la luz".

—¿Y por qué un tulipán al lado de la frase? —cuestiona, sin dejar de ver mi tatuaje. 

—Porque son mis flores favoritas y sentía que la frase sola estaba vacía, quería algo que, para mí, la representara —respondo, haciendo que asienta con la cabeza y haga una expresión de obviedad que solo me hace sonreír.

—¿Cuándo te lo hiciste?

—Pero qué preguntón andamos hoy —me burlo y él me saca la lengua, pero aun así me mira expectante a mi respuesta. Inhalo hondo, para luego acostarme a su lado sobre la toalla y mirar el gran cielo celeste frente a nosotros, mientras permito que el sol caliente mi cuerpo, y entonces continúo—: Tenía quince cuando me lo hice —confieso, sin dejar de mirar el cielo—, falsifiqué mi edad para que me pudieran tatuar, puesto que al ser menor de edad no podía ni pisar uno de esos lugares.

—Oh my God —responde, y de reojo puedo ver que no está fingiendo su asombro—. A mi mamá no le va a agradar que me junte con una rebelde como tú, Katherine.

—Estoy segura que tú y tus amigos han hecho cosas peores, que si tu mamá se entera, ahí sí no te deja juntarte con ellos —digo sonriendo, mientras giro mi cabeza para mirarlo y, por su expresión, puedo jurar que lo que dije es cierto.

—Última pregunta y ya —pide, alzando un dedo y asiento con la cabeza—. ¿Por qué te lo hiciste a esa edad? Porque si tanto querías hacerte uno, podrías haber esperado hasta ser mayor de edad, ¿no?

Well... —murmuro, soltando un suspiro y volviendo a ver el cielo—. No te vayas a burlar, pero... Fue mi primer y único acto de rebeldía contra mi super mom —confieso, girando a verlo y noto como sus cejas se alzan en una clara expresión de sorpresa—. Llevábamos ya un año viviendo aquí y no me acostumbraba a nada de este lugar, el clima, la comida, la vida en sí —admito, recordando esa época—, tampoco me acostumbraba al hecho de que, al estar aquí, estaba más sola que cuando vivíamos en Francia o Estados Unidos, solo que no quería entender que ahora lo estaba porque mi hermana ya no pasaba tiempo conmigo, como antes, que tenía su compañía. —Sonrío con nostalgia al recordar esos tiempos—. Y en mi acto de rebeldía para llamar la atención, decidí hacerme este tatuaje.

—¿Por qué en francés? —pregunta, absorto por mi historia.

—Pensaba hacerla en inglés a la frase, pero supuse que a mi mamá le molestaría más si estaba en su lengua natal —respondo, y giro a verlo notando su confusión—. Mi mamá es francesa y se casó con un estadounidense, por eso nací y viví toda mi niñez en Estados Unidos, cuando los dos se divorciaron, nos fuimos a vivir a la casa de mi mamá en Francia —explico, haciendo que asienta con la cabeza, comprendiendo la situación.

—¿Y se enojó? ¿Te dijo algo?

—Si te soy sincera, me enojé más yo que ella —admito, riendo por lo bajo—. Me lo hice para mi cumpleaños, estaba enojada porque días antes mi mamá solo llegaba a casa a dormir y estaba super ocupada, entonces llegué a pensar que no pasaría mi cumpleaños conmigo, pero... Cuando llegué a casa después de hacerme el tatuaje, ahí estaban mi mamá y hermana, con un pastel de cumpleaños, gorros, globos y varias cosas más —cuento, sonriendo al recordar ese momento—. Mi mamá estuvo ocupada los días antes, porque quería tomarse dos días libres por mí, para irnos de campamento.

—Tu mamá es super cool —asegura y yo asiento con la cabeza sin girar a verlo.

—Recuerdo que esa noche, cuando llegamos al río donde acamparíamos, me largué a llorar y entre lágrimas le conté a mi mamá lo que había hecho y le pedía disculpas —digo y vuelvo a reír, sintiendo la vergüenza de ese momento—. Para mi sorpresa, mi mamá me abrazo y me dijo que a quien debía pedirle disculpas era a mí, a mi cuerpo, por haberle hecho eso sin querer hacerlo por mí, si no más bien para molestar a otra persona. Me dijo que lo que yo me haga a mí misma no le afecta a nadie más que a mí, y si, puede que cumpla su objetivo por unos segundos, pero luego de eso el daño solo quedará en mí.

—Ahora entiendo de dónde heredaste la inteligencia y la empatía —comenta, haciendo que sonría agradecida.

—No fue hasta el año pasado, más o menos, que pude perdonarme por lo del tatuaje y aceptarlo —confieso, mirándolo de reojo y notando que él sigue mirándome con atención—. Agradeciéndome por no dejarme llevar por un impulso aun más tonto de hacerme un tatuaje que fuera grande y feo, y tomar la decisión impulsiva con sensatez de decidir hacerme algo chiquito, delicado y significativo para mí después de todo.

—Pues déjame decirte que no hay frase, dibujo o tatuaje que pueda definirte mejor —dice, y ahora sí giro mi cabeza para mirarlo—. Porque casualidad o no, eres justo eso. Alguien que sabe surgir de la oscuridad, radiando de la manera más hermosa posible. 

Esas palabras llenan mi corazón con un cálido brillo. En su mirada veo una genuina admiración y respeto, que hace a mi corazón acelerarse y una cálida sensación se expanda por mi pecho. Es como si sus palabras fueran un abrazo reconfortante, recordándome que soy valiosa.

Le sonrío con gratitud, agradecida por su presencia y sus palabras. No es algo que haya compartido con muchas personas, pero siento que Gael es diferente, alguien con quien puedo ser yo misma sin miedo al juicio.

A veces, todo lo que se necesita es alguien que vea lo que a veces no somos capaces de ver en nosotros mismos.

Gael extiende su mano y la posa suavemente sobre la mía. La calidez de su contacto me reconforta, y me siento agradecida por tenerlo a mi lado en este momento.

—Gracias por confiar en mí lo suficiente como para compartir eso —dice, su voz tranquila y llena de sinceridad.

—Gracias por escuchar —respondo, sintiendo que hay una conexión especial entre nosotros, una complicidad que va más allá de las palabras—. ¿Tú te harías un tatuaje? —inquiero, decidiendo cambiar un poco de rumbo de la conversación.

—No —responde, levantando nuestras manos agarradas y las mira con atención, como si fuera algo que deba de descubrir, mientras mide la suya con la mía, que en comparación sus manos son enormes.

—¿No te gustan o por qué? —inquiero, también viendo nuestras manos—. Aunque también es válido el hecho de que no quieras y ya. 

—No, sí me gustan —contesta de inmediato, asintiendo con la cabeza y aun jugando con nuestras manos, para luego entrelazar sus dedos con los míos y apoyar ambas manos sobre su pecho—, pero le tengo miedo a las agujas —admite, girando a verme mientras sonríe apenado.

Really? —pregunto, totalmente incrédula y sorprendida por su confesión. Asiente con la cabeza sin apartar sus ojos de los míos—. Pero si tienes un arito —comento, señalando con mi mano libre el pequeño colgante de su oreja.

Lleva nuestras manos entrelazadas hasta su oreja para tocar su aro, para luego volver a apoyarlas sobre su torso, mientras se encoge de hombros.

—Perdí una apuesta con Joe —confiesa, haciendo que suelte un pequeño "ah", comprendiendo la situación—. Lloré todo el momento que debían hacérmelo, y en cuanto vi la aguja me desmayé; cuando me desperté, ya tenía puesto esto. 

—¿Hace cuánto lo tienes? —inquiero, mirando su pequeño pendiente que parece una cadena.

Hace una pequeña mueca pensativa.

—Dos años, creo —responde, sin dejar de hacer la mueca—. Aunque creo que ya casi tres.

La manera en que me lo cuenta, con esa mezcla de vergüenza y humor, me hace reír. Es curioso cómo las personas pueden tener miedos y experiencias que no esperaríamos en absoluto. 

—Por cierto —dice luego de unos segundos en silencio, haciendo que vuelva a verlo—. ¿Qué sabes de Devra?

—¿Devra? —inquiero con el ceño fruncido y asiente con la cabeza, haciendo que alguno de sus rulos se muevan al compás—. Why?

—Me refiero a ella y a Connor —explica, girando a verme—. Por lo que se habían peleado y así, la verdad es que me olvidé de preguntarle a Connor, pero como lo vi bien... Supuse que estaban bien, pero no lo sé a ciencias cierta.

—Oh —respondo comprendiendo de lo que habla, para luego soltar un suspiro—. I don't know but, el otro día los vi besándose en el pasillo. So, supongo que continúan con su "algo" —digo, alzando ambas manos y haciendo comillas con mis dedos, lo mejor que puedo con una de ellas aun con los dedos entrelazados con los de Gael.

—Como que ya se nos adelantaron, ¿no? —murmura y por el tono de su voz, supongo que quería pensarlo, no decirlo en voz alta.

Tarda en darse cuenta de lo que dijo y cuando me ve su rostro se enciende haciendo que sus mejillas se tiñan de un lindo color carmesí, logrando hacerme sonreír divertida.

Mi lado atrevido desea salir y no se lo impongo.

Giro sobre la toalla, quedando ahora boca abajo y me apoyo con mis codos para poder verlo fijamente a la cara, haciendo ahora que lo único que pueda ver él sea a mí.

—¿Así que quieres que nos besemos en los pasillos y así? —juego un poco con él, notando como ahora todo su rostro se enrojece y no sólo sus mejillas.

—No dije eso —se apresura a decir medio torpe, apretando sus dedos con los míos en señal de nerviosismo.

—¿O sea que no quieres besarme? —inquiero, alzando una ceja y tratando de no sonreír divertida al verlo inquieto.

—No, sí quiero —admite atropelladamente, arrebatándome una sonrisa en cuanto empalidece al darse cuenta de lo que dijo, entonces añade—: O sea, no como que todo el tiempo, quizá a veces, o sea no como que pienso en ti siempre, o a veces, no pienso en ti, claro, al menos que tú pienses en mí, entonces ahí sí pienso en ti y... ¿te gustó el juego del tiburón? Porque a la próxima podríamos jugar a las sirenas sino —propone, tratando de cambiar el tema de conversación.

Hago un esfuerzo sobrehumano para no reírme y poder hacer la siguiente pregunta con seriedad.

Me acerco a él hasta que nuestras narices casi se rozan y puedo ver su nuez de Adán subir y bajar en el momento que traga saliva.

—¿Entonces te puedo dar un beso? —bromeo, acercando un poco más mi rostro al suyo, pero no demasiado.

Gael suelta un suspiro algo pesado que choca contra mi rostro, antes de girar los ojos y rascar su ojo, al parecer, algo cansado de mi juego de ponerlo nervioso.

—Eres irritante —dice, soltando mi mano, pero yo no alejo la mía de su torso.

—¿Por qué? —cuestiono entre sorprendida y divertida.

Me gusta molestarlo a veces, es divertido cuando lo irrito como ahora, sobre todo cuando se pone nervioso.

—Porque los besos no se piden, boba —responde, girando a verme directo a los ojos—. Los besos se roban.

Sin darme tiempo a procesar lo que acaba de decir, agarra mi barbilla entre sus dedos y acerca mi rostro al suyo para así unir nuestros labios en un tímido beso.

Noto cómo su beso es tierno y cuidadoso, como si estuviera tratando de descubrir mis emociones a través de ese contacto. Cierro los ojos instintivamente, sumergiéndome en la sensación de sus labios suaves y cálidos contra los míos. Siento un cosquilleo en el estómago y mis manos tiemblan ligeramente, una mezcla de nerviosismo y emoción.

Mis dedos siguen posados en su pecho, y puedo sentir su corazón latir bajo mis dedos, y eso me hace darme cuenta de que no soy la única que está experimentando un torbellino de emociones en este momento.

Nuestro beso es lento y dulce, como una exploración cuidadosa de lo desconocido. Siento su aliento cálido mezclarse con el mío, y sus labios se sienten tan suaves contra los míos.

La unión no dura demasiado, pero vaya que me hace sentir mucho. Nos separamos un poco, y al abrir los ojos puedo ver la intensidad en los suyos, como si estuviera buscando algo en mi mirada. Mi corazón late con fuerza, y siento una sonrisa tímida curvar mis labios.

Mis mejillas arden como si fueran el epicentro de una erupción volcánica. Puedo sentir el calor ascendiendo desde mi cuello hasta mis orejas, y estoy segura de que mi rostro está brillando en un tono carmesí intenso.

Trato de ocultar mi rostro mirando hacia otro lado, como si eso pudiera enfriar mis mejillas ardientes. Pero, a pesar de mi intento por disimularlo, es obvio que Gael ya se ha dado cuenta de mi reacción. Su sonrisa juguetona y la chispa en sus ojos indican que no ha pasado desapercibido para él.

—¿Estás bien? —pregunta con una risa suave, mientras sus dedos acarician de nuevo mi mejilla, como si estuviera intentando apagar el fuego que arde en mi piel.

—Sí, es sólo que... Antes estaba bromeando —tartamudeo, sin poder creer que me haya besado.

De reojo puedo notar como se sonroja ligeramente ante mi confesión, para luego carraspear.

—Claro, bromeando, pero bien que me devolviste el beso —responde a la defensiva, alejando su mano de mi cara y girando a ver a otro lado, para que ahora sea yo quien no vea su sonrojo. 

Una mezcla de emociones se agita dentro de mí. Por un lado, me siento cohibida por mi respuesta tan evidente al beso y por haber admitido que solo estaba bromeando. Por otro lado, su comentario me llena de una especie de valentía impulsiva. Si bien no puedo negar que disfruté ese beso, no quiero que crea que soy alguien que se deja llevar tan fácilmente.

—Bien, entonces considerémoslo un empate —digo con una sonrisa juguetona, tratando de retomar un poco el control de la situación.

Gael se gira nuevamente hacia mí, esta vez con una mirada traviesa en sus ojos.

—¿Un empate? Hmm, no sé, ¿estás segura? Porque puedo demostrarte que aún tengo más trucos bajo la manga —responde con un guiño, haciendo que mi corazón dé un salto en mi pecho.

—¡Gael! —chillo escandalizada, mientras le doy un pequeño golpe en el pecho con mi mano, lo que ocasiona que él suelte una risa cautivadora.

Siento mis mejillas sonrojadas nuevamente, y él parece encontrar mi reacción adorable, lo cual solo hace que mi sonrojo empeore. Sin esperármelo, tira de mí para abrazarme con fuerza, sin dejar de reír.

Luego de unos segundos, apoyo ambas manos sobre su pecho y me alejo un poco de él para mirarlo fijamente a los ojos, notando que tiene una hermosa sonrisa en su rostro.

—¿Tienes hambre? —pregunto, mirándolo fijamente, para terminar alejándome por completo de él y volver a mi lugar. 

—La verdad sí, muero de hambre —confiesa, sobándose el estómago, lo que me hace reír por lo bajo.

—¿Qué quieres comer? —inquiero, mientras agarro mi celular que se encontraba tirado en el césped, para buscar en la aplicación de comidas algún restaurante que nos llame la atención—. ¿Comida tailandesa? ¿Árabe? ¿China? ¿Algo de aquí? Porque conozco un restaurante muy bueno y...

—¿Te puedo mostrar algo que nunca le he enseñado a nadie salvo a mi familia? —pregunta de repente, mirándome serio, haciendo que cierre la boca y lo mire curiosa.

—¿Ni siquiera a tus amigos? —cuestiono, sin poder apartar mi mirada de la suya.

Niega con la cabeza, tomándome por sorpresa.

—Ni siquiera a ellos.

—Eso es... wow, sí, claro —respondo algo torpe debido a la sorpresa.

Gael se levanta del suelo y me tiende una mano para ayudarme. Una vez que los dos estamos de pie, vamos por nuestra ropa y, como estábamos bajo el sol, ya estamos secos y no debemos preocuparnos por cambiarnos. Él se vuelve a colocar su camiseta, mientras que yo me coloco mi enterito.

Entrelaza sus dedos con los míos una vez que termino de vestirme y tira de mí hacia el interior de mi casa, para luego dirigirnos hacia la cocina. En el camino, mi mente da vueltas tratando de entender qué secreto podría guardar Gael, qué es lo que está a punto de revelarme. A pesar de la curiosidad, siento un nudo de aprensión en mi estómago, como si estuviera a punto de adentrarme en territorio desconocido para mí puesto que suelo ser yo quien revela cosa y no él. De hecho, en mí opinión, Gael es como un libro abierto, sin secretos o algo qué ocultar, pero parece que me equivoqué.

Llegamos a la cocina y me detengo, observando a Gael con interés mientras que mira con curiosidad toda la cocina.

—¿Puedo...? —deja la pregunta al aire, a la vez que señala la heladera y las repisas.

Apenas asiento con la cabeza, dándole a entender que tiene total libertad de sacar lo que quiera, reúne varios ingredientes de la despensa y la nevera. Me intriga saber qué tiene en mente y qué platillo podría estar preparando con lo que hay disponible en mi casa.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto, apoyándome en la encimera de la cocina con mis antebrazos, mientras lo observo trabajar con destreza.

Sonríe y se vuelve hacia mí, sosteniendo una cebolla y un par de zanahorias en las manos.

—Voy a preparar un platillo improvisado con lo que encuentre por aquí —responde, moviendo las cejas con picardía—. ¿Confías en mí? —pregunta, mirándome directamente a los ojos con una chispa traviesa.

—Supongo que sí —digo con una risa, sin poder evitar sentirme intrigada por su propuesta.

Asiento con una sonrisa, curiosa por ver qué será capaz de crear. Mientras que él sigue reuniendo ingredientes, mi mente vuela con anticipación, imaginando los sabores y aromas que podrían llenar la cocina en los próximos minutos.

Gael comienza a picar las verduras con destreza, con su mirada concentrada en la tarea mientras sus manos se mueven con agilidad. Me siento hipnotizada por su habilidad y el ambiente relajado que lo rodea mientras cocina. Cada movimiento suyo está lleno de una confianza tranquila, como si cocinar fuera algo natural para él.

Antes de terminar de picar las zanahorias, me tiende un trozo y acepto el bocado con una sonrisa, disfrutando del sabor fresco y crujiente. Pero antes de que pueda saborear completamente la zanahoria, Gael se inclina hacia mí y roza mis labios con un beso fugaz pero cargado de dulzura. Mi sorpresa se convierte instantáneamente en una sonrisa más amplia, y nuestros ojos se encuentran en un instante de complicidad y él me guiña un ojo antes de volver a ver la tabla para picar.

Después de ese dulce gesto, Gael vuelve su atención a la tabla de cortar y continúa preparando los ingredientes para nuestro platillo improvisado. Ahora va por un pimiento,  cortándolo con destreza mientras nuestra conversación fluye de manera natural.

—Voy a inventar algo para nosotros —dice mientras toma un sartén y lo coloca en la estufa, encendiéndola y dejando que se caliente—. Algo que sea único y refleje nuestra mañana juntos —comenta, sumergido en su tarea de agregar un chorrito de aceite de oliva a la sartén, para así comenzar a saltear las verduras ya picadas.

El aroma que comienza a llenar la cocina es delicioso y prometedor. Poco a poco, Gael va añadiendo más ingredientes a la sartén: pollo troceado que había en la heladera, camarones, especias aromáticas y un toque de leche de coco. Mientras revuelve con una cuchara de madera, me mira de vez en cuando con una sonrisa, como si estuviera disfrutando cada momento de este proceso.

Me alejo de la mesada, para ir por el pequeño parlante que tenemos en la cocina y lo conecto con mi celular, para luego colocar nuestra playlist y bajarle un poco al volumen de la música, para que sea una compañía, más no una interrupción en nuestra charla.

—¿Sabes? El cocinero merece de vez en cuando un beso para motivarse a trabajar mejor —comenta, mirando atentamente su revuelto, sin dejar de mezclarlo con la cuchara de madera.

Río divertida ante ese comentario y me acerco hasta él, para luego abrazarlo por la cintura, hacer puntillas de pie y darle un fugaz beso en la mejilla que solo lo hace sonreír.

—Huele delicioso —admito, mirando casi que hipnotizada la comida.

—¿Si? —inquiere por cortesía, a lo que yo asiento con la cabeza sin dejar de abrazarlo.

Sopla un pedacito de pollo bañado en esa rara salsa que acaba de hacer, para luego, por encima de su hombro, tenderme la cuchara de madera. Sonrío como niña chiquita y acepto probarlo. Abro los ojos de par en par cuando siento la cremosidad en mi boca. 

—Esto está realmente bueno —comento, y lo veo sonreír satisfecho, antes de separarse de mi con cuidado, para ir a buscar una olla—. ¿Qué vas a hacer ahí?

—Arroz —responde, para luego buscar dicho cereal.

—Tenemos arrocera —comento, acercándome a él para quitarle la olla de las manos y dejarla donde estaba. Le señalo el artefacto tecnológico, a la vez que le tiendo la bolsa de arroz—. Aquí tienes.

—Gracias —contesta, agarrando la bolsa, mientras se acerca a la arrocera y la mira fascinado—. Es la último modelo —menciona asombrado.

Ninguno de los dos vuelve a decir otra cosa. Él se concentra en seguir cocinando, mientras que yo decido sentarme en uno de los taburetes de la isla, para poder apreciarlo mejor.

Para mí la comida es sinónimo de felicidad y amor, amo comer aunque muchos piensen que no es así, y el hecho de que alguien que no sea Mel, mi mamá o Susy, esté cocinando para mí me parece un gesto demasiado hermoso para recordar.

Con sigilo, saco mi teléfono y lo sostengo con cuidado, capturando un instante de él en la cocina. La luz natural se filtra a través de la ventana, iluminando su perfil mientras está absorto en su tarea.

«¡Ay, que hermoso es!», es lo único que puedo pensar al admirar la foto en mi celular, además de que claro, es una excelente foto.

La imagen captura su lado relajado y atento, mostrando una parte de él que no todos tienen la oportunidad de ver. Me siento agradecida de poder compartir estos momentos íntimos juntos.

Abro la aplicación de Instagram y empiezo a escribir la descripción. Quiero que transmita la sensación de cercanía y complicidad que estamos experimentando en este momento. Mi dedo se desliza sobre el teclado, buscando las palabras adecuadas para acompañar la imagen.

"Si esto no es cariño sincero, entonces no sé qué lo sea💕"

Sonrío satisfecha al leerlo y, cuando estoy por darle al botón de publicar, me lo replanteo por unos segundos, recordando que me dijo que esto era un secreto que nadie salvo su familia sabe.

Vuelvo a verlo, notando que mueve sus caderas al compás de una canción de Big Time Rush mientras la tararea, muy concentrado en condimentar algo que ya no sé qué es, y sonrío con todo el cariño que siento por él.

Por mucho que tengo ganas de presumir este momento ahora mismo, reconozco el valor de su confianza al revelarme este aspecto íntimo y personal. No es fácil permitir que alguien vea tus pasiones genuinas, y eso me hace respetar aún más la conexión que estamos construyendo.

Miro nuevamente el celular entre mis manos, para luego apretar el botón de "salir", decidiendo guardarme la foto solo para mí. Después de todo, tampoco está mal tener recuerdos solamente para uno.

Finalmente, el platillo está listo y Gael lo sirve en dos platos, decorando con hojas de cilantro fresco por encima. Caminamos juntos hasta el comedor, donde anteriormente ya había preparado la mesa para comer y me entrega uno de los platos con una expresión de expectación en su rostro.

—Espero que te guste mi creación improvisada —dice, y puedo ver la inseguridad esparcirse por sus ojos—. Se llama "Delicia de Gael", un plato que no se parece a ningún otro y que solo disfrutarás si confías en mi capacidad culinaria

Tomo el plato y siento la fragancia del platillo en mi nariz. El hambre y la curiosidad se mezclan en mí, y tomo un primer bocado. El sabor explota en mi boca de una manera inesperada y deliciosa. La combinación de ingredientes es sorprendentemente buena, con un equilibrio perfecto entre lo picante y lo cremoso, lo fresco y lo cálido.

—Gael, esto es increíble —exclamo con genuina sorpresa con la boca llena, pero tapándola con mi mano para que no se vea la comida, mientras saboreo cada bocado. Él sonríe satisfecho, incluso me animo a decir que se lo ve feliz—.¿Sabes? Es en este momento que me doy cuenta de que no solo eres un buen nadador y un experto en el estriptis, sino que también tienes un talento oculto en la cocina —comento, haciendo que su sonrisa se expanda aun más—. ¿Qué más estás ocultándome, José? —inquiero, antes de llevar otra bocado a mi boca.

—Te lo diría, pero eso haría que no pasaras tanto tiempo conmigo al intentar descubrirlos, así que mejor no —responde divertido, mientras pasa su dedo pulgar por la comisura de mis labios, limpiándome el resto de comida que quedó ahí.

—¿Desde cuándo cocinas y por qué nadie más lo sabe? —cuestiono, mientras continúo comiendo y lo veo a él comenzar a comer.

—Desde los seis, más o menos —responde antes de beber un trago del refresco sabor naranja.

—Vaya —murmuro sorprendida por tal información—. ¿Alguien te enseñó o aprendiste solito?

—Hacía galletas con mi abuelita —contesta con la mirada fija en el plato—, pero luego murió, así que...

—Lo siento mucho —digo, estirando mi mano por encima de la mesa y así agarrar la suya, haciendo que levante la cabeza, posando sus ojos en los míos y me otorgue una pequeña sonrisa—. Si esto está riquísimo, no me quiero imaginar lo que te deben salir las galletas.

—Quizá algún día de estos tengas el privilegio de probarlas —comenta con el semblante más relajado que hace unos segundos, y sonrío tranquila ante eso mientras asiento con la cabeza—. Y con respecto a tu otra pregunta... No lo sé, es algo mío, ¿sabes? —cuestiona, sin alejar sus ojos de los míos—. Es algo tan mío que me da miedo que, si lo comparto, luego se arruine o deje de sentirlo solo mío, ¿tiene sentido? 

Asiento lentamente, sintiendo una extraña conexión con sus palabras. Entiendo ese sentimiento de querer preservar algo especial y personal, algo que te define en cierta forma.

—Sí, lo entiendo —respondo con sinceridad—. A veces, compartir algo muy tuyo puede cambiar la forma en que lo ves o sientes, y eso es aterrador. Pero también puede ser gratificante si encuentras a alguien en quien confiar y compartirlo no lo hace menos especial, sino incluso más. —Le sonrío con dulzura—. Y estoy agradecida de que compartas esto conmigo.

Gael sostiene mi mirada, su expresión reflejando una mezcla de gratitud y vulnerabilidad. Parece estar procesando mis palabras, y en ese silencio compartido, siento una conexión más profunda entre nosotros.

—Kate, eres increíble —murmura finalmente, su voz suave y sincera—. Siempre logras decir las cosas correctas, y no sé cómo lo haces, pero cada vez que hablamos, siento que me entiendes de una manera que nadie más lo hace.

Me sonrojo ante su elogio, sintiendo una calidez expandirse en mi pecho. Nuestra conversación ha evolucionado en algo más profundo de lo que esperaba, y me hace darme cuenta de lo especial que es tener a alguien con quien compartir estos momentos genuinos.

Decidimos disfrutar del resto de la comida en un ambiente más relajado, hablando de nuestras familias, nuestras pasiones y sueños. El medio día avanza, y cuando ya hemos terminado de comer, Gael toma la iniciativa de recoger los platos y llevarlos a la cocina.

—No, no, déjalos ahí, please, ya lo hago yo —me apresuro en decir, levantándome de la silla.

—No te preocupes, fresita, yo me encargo —responde con una sonrisa, dándome un rápido beso en la mejilla antes de dirigirse a la cocina.

Mientras Gael está en la cocina colocando los platos en el lavavajillas, aprovecho para enviarle un mensaje a mi mamá para asegurarme de que esté bien y respondiéndole sobre si comí o no. Me pregunta sobre qué tal mi mañana con Gael y le cuento brevemente lo que hicimos, sumándole a que él cocinó.

Me doy cuenta de que Gael está en la cocina durante más tiempo del esperado, así que decido levantarme de mi asiento y dirigirme hacia allí. Me sorprende ver que está lavando los platos a mano en lugar de usar el lavavajillas. ¿Debería decirle que tengo uno o simplemente dejar que termine, ya que parece estar muy concentrado?

Me acerco y me impulso sobre la encimera, sentándome junto a Gael mientras lo observo trabajar. Sus manos ágiles se mueven con destreza mientras enjuaga los platos, y su expresión concentrada es adorable. Me sonríe de esa manera encantadora que tiene y siento que mi corazón da un pequeño salto.

De repente, su rostro se acerca al mío y cierro los ojos instintivamente, anticipando un beso. Pero en lugar de eso, siento un toque ligero en la punta de mi nariz. Abro los ojos y lo miro confundida, solo para verlo reírse mientras sostiene un dedo cubierto de espuma.

—Eres insoportable —me quejo, limpiando mi nariz y frunciendo el ceño, mientras él se ríe aún más, claramente divertido por mi reacción.

—Lo siento, no pude resistirme —admite, con una sonrisa traviesa—. Te veías demasiado adorable cómo para dejarlo pasar, además de que tu nariz es demasiado linda como para no hacerle algo así.

Giro los ojos con fastidio pero sin poder ocultar las repentinas ganas de sonreír que tengo. De repente, escuchamos el ringtone de un celular y giro a ver de dónde proviene, pero entonces él señala el bolsillo de su pantalón con su cabeza y un movimiento de su labio inferior. 

—¿Podrías...?

Oh my God, José, apenas nos damos un par de besitos como para que ya quieras que te manosee —bromeo, fingiendo incredulidad mientras lo miro a los ojos, con una canción de BTR sonando de fondo. 

Puedo ver como sus mejillas se encienden como luces de navidad rojas, haciendo que suelte una risa sin poder resistirme, de todas formas termino cediendo a su petición no dicha y me estiro un poco para sacar su celular del bolsillo delantero de su pantalón, para luego de curiosa mirar la pantalla, notando que alguien nombrado por él como "Ken (xq también le gustan las Barbies)" lo está llamando. Le enseño la pantalla y es entonces cuando asiente con la cabeza, avisándome que puedo contestar la llamada, así que apenas aprieto el botón de aceptar, coloco el celular en su oreja y él ya se encarga de agarrarlo entre su cabeza y hombro.

¿Qué pasa, Ken? —cuestiona apenas tiene el celular en su oído—. Sí, sí, ya sé que no te gusta que te diga así porque suena a hombre, pero eso debieron pensarlo tus papás antes de ponerte Kendall y que, nosotros tus amigos, no encontremos una forma de apodarte... —Se queda callado por unos instantes, para luego reír por lo bajo—. Tienes un punto, así que es empate. Pero dime, ¿qué necesitas de mi persona? 

Decido bajar de la encimera para alejarme un poco y así darle privacidad. Es evidente que esta llamada es importante o al menos interesante para Gael, y no quiero interrumpir su conversación.

Me siento sobre un taburete y saco mi celular del bolsillo delantero del enterito, para luego decidir responderle los mensajes de mi hermana, quien me dice que más vale no haya hecho nada cochino con el tal "Gael" en la casa aprovechando que estamos solos, y que, si lo hicimos, ella promete guardarle el secreto a mamá. Ese mensaje lo único que logra es hacerme sonrojar al imaginar algo así. Dios mío, estoy rodeada de impuros.

De repente, Gael se ríe en voz alta por algo que su amigo dice, y eso me hace girar la cabeza hacia él. Nuestros ojos se encuentran y él me dedica una sonrisa, como si quisiera compartir su alegría conmigo. Mi corazón da un pequeño vuelco ante ese gesto, y no puedo evitar devolverle la sonrisa con cariño.

Finalmente, Gael cuelga la llamada y regresa su atención hacia mí, todavía con una sonrisa en el rostro.

Are you okay? —pregunto, curiosa.

—Sí, solo algunos planes para después —responde, acercándose a mí mientras se seca las manos con una servilleta de tela—. Gracias por contestar la llamada —dice, apoyándose con sus manos sobre la isla, mirándome fijamente a los ojos.

—No hay de qué —respondo, amable, disfrutando de su completa atención para mí—. ¿Así que "Ken" es por "Kendall"?

Gael suelta una risa y asiente con complicidad.

—Sí, una especie de broma interna que tenemos —explica, tomando asiento en uno de los taburetes—. Hace unos años cuando ella me dijo abiertamente que era lesbiana y le gustaba Nathalia, no supe qué decirle o si debía decirle algo en sí, y lo único que se me ocurrió decirle fue "ahora sé cómo llamarte. Ken, porque también te gustan las Barbies", claro que para mí fue comiquísimo y, aunque ella diga que no, en ese momento se río y dijo que debería agendar a Nath así, Barbie, y cuando vio que la agendé así se enojo, y no por lo que dice en paréntesis, sino más bien que ella siempre odio que le dijéramos "Ken", y bueno, aun sigue pegándome por eso —cuenta con cariño, haciéndome reír por lo bajo ante su historia.

—Bueno, al menos tiene su toque de originalidad —respondo, poniéndome de su lado y él sonríe.

—Por cierto, nuestros planes de más tarde es ir a la playa y al parecer no fuimos nada sigilosos con este plan improvisado —comenta, y frunzo el ceño al no comprender de qué habla—, tanto tú como yo subimos algunas fotos a nuestras historias de Instagram, así que mis amigos saben que estoy contigo y tú conmigo —explica, haciendo que suelte un pequeño "ah" por lo bajo mientras asiento con la cabeza, comprendiendo la situación—. Entonces me dijo que como ya estoy contigo, te pregunte si quieres ir a la playa con nosotros.

—Pues, debo preguntarle a mi super mom si me da permiso, pero yo creo que sí —respondo, emocionada por su invitación y por el hecho también de que, si me dejan ir, eso significa que pasaríamos todo el día juntos. 

—Yo también debo pedir permiso —anuncia y asiento con la cabeza—. Entonces, iré hasta mi casa para pedir permiso y así preparar lo que llevaré, mientras tú puedes hacer lo mismo, ¿te parece?

—Me parece —contesto, sonriendo con emoción.

Caminamos juntos hacia la entrada de mi casa, y antes de separarnos, Gael se detiene y me mira con una expresión tímida en sus ojos.

—Oh, por cierto —dice, sacando su teléfono—, me gustaría quedarme con una foto de nuestro almuerzo de hoy. ¿Podrías tomarnos una selfie?

Sonrío ante su petición y asiento con la cabeza. Agarro su celular y nos posicionamos frente a la entrada de mi casa, asegurándonos de que la luz del día nos favorezca. Después de varios intentos, logramos capturar una foto en la que ambos estamos sonriendo de manera natural.

—Listo —anuncio, devolviéndole su celular.

Gael sonríe satisfecho y guarda el teléfono en su bolsillo.

—Te mando un mensaje avisándote si me dejan.

—Lo mismo digo.

Nos despedimos con una última sonrisa antes de que él se aleje hacia su casa y yo entre a la mía. El corazón me late con anticipación por la tarde que nos espera en la playa. 

Mientras me dirijo a mi habitación para hablar con mi mamá y preparar lo que llevaré, no puedo evitar sentir que este verano está tomando un giro inesperado y emocionante.

Al llegar a mi cuarto, me tiro sobre mi cama y puedo sentir a mis músculos agradecerme el pequeño descanso que les estoy dando, mientras marco el número de mi mamá para luego llevarme el celular a la oreja. 

Al cuarto tono, escucho como atienden la llama, para luego oír la melodiosa voz de mi mamá.

—¿Qué pasa, cariño? —cuestiona, y como si su voz fuera mágica, automáticamente me siento completa—. ¿Comiste bien? ¿Gael cómo está? ¿Sigue en casa? ¿Está todo bien en la casa de ese muchachito o por qué quiso pasar la mañana contigo? ¿Están saliendo?

Mom —la interrumpo, riendo por lo bajo ante tantas preguntas—. Son muchas cosas para responder —digo y la puedo escuchar chasquear con la lengua. 

—Bueno, entonces respóndeme la última —pide, y sonrío divertida ante su curiosidad.

—No, no estamos saliendo —respondo con tranquilidad y amabilidad.

—¿Por qué no? —cuestiona algo decepcionada, logrando hacerme fruncir el ceño—. ¿Es que no te gusta, cariño? ¿O tú no le gustas a él? No, eso es imposible, tiene unos ojos preciosos como para tener mala vista y no ver lo adorable que eres.

Mom —vuelvo a decir, pero esta vez sintiéndome apenada ante sus halagos—. No es nada de eso, ¿está bien? It's just that... I don't know, mom. —Suspiro, abrazando ahora a una almohada mientras miro el techo de mi cuarto—. Aun no es momento, ¿sabes? No me siento lista para estar en otra relación todavía —confieso, bajando la vista hasta la almohada entre mis brazos, para luego comenzar a jugar con una de sus puntas.

—¿Y él lo sabe? —cuestiona, ahora con un tono de voz comprensivo—. Me refiero a Gael.

—No, no hemos hablado de esto todavía —respondo, soltando otro suspiro—. Es más, ni siquiera nos hemos dicho que gustamos el uno del otro, you know —admito, mordiendo mi labio inferior—. No te voy a mentir, pero ya nos hemos besado... varias veces —comento, sintiendo un poco mis mejillas calientes, y no sé por qué, si esto es nada a la vez que le confesé que ya había tenido relaciones sexuales con Luca—, pero eso no dice mucho, ¿sabes? A lo mejor no le gusto como tal, pero disfruta el estar conmigo y esas cosas, entonces...

—Quieres esperar —termina diciendo ella por mí y asiento con la cabeza, aunque no me esté viendo—. Me parece bien que quieras pisar un terreno firme, amor, pero no te vayas a tardar más de la cuenta, porque las suposiciones no siempre son acertadas y, a lo mejor, ese muchachito ya tiene ideas volando en su cabecita —comenta, haciendo que vuelva a morder mi labio inferior—. Mientras que tú no quieres nada serio por el momento, a pesar de que te gusta y te gusta pasar tiempo con él, porque, no sé, su compañía te hace bien, él podría estar pensando que van a ser novios pronto, ¿entiendes?

—Sí, ma —respondo, dándome cuenta que tiene razón y debería hablar lo más antes posible de esto con él—. Pero bueno, no era por esto para lo que te llamaba.

—¿Entonces? —inquiere y de fondo puedo escuchar papeles y voces.

—Los amigos de Gael lo invitaron a pasar una tarde en la playa y, como los conozco y he tratado antes con ellos, me invitaron a mí también —menciono, volviendo a jugar con la almohada entre mis brazos—, so... ¿Me dejas ir?

—¿Vas y vuelves con Gael?

—Supongo que sí —respondo algo dudosa, puesto que aun no he acordado ese punto con el boy.

—De acuerdo, puedes ir —cede, haciendo que sonría feliz—. Pero por favor, no te olvides de ponerte protector solar, ¿si? Lleva dinero por cualquier emergencia, si no tienes puedes usar mi tarjeta para invitarle algo a tus amigos, no vuelvan demasiado tarde y si es así, maneja con cuidado y siempre las luces encendidas, y... Kate.

—¿Si?

—Cuídate mucho, ¿sí, hija? —pide, y asiento con la cabeza mientras sonrío, aun cuando no puede verme—. Te amo.

—Y yo a ti, mamá —respondo con una sonrisa, agradecida por su apoyo y cuidado.

Cuelgo la llamada y voy directo a mi chat con Gael, para avisarle que me dieron permiso y casi de inmediato obtengo una respuesta de su parte, diciendo que a él también, pero que Dustin y Angie -quien por cierto no sé quién es- también irán. Lo más divertido fue cuándo le pregunté si íbamos juntos en mi auto y me respondió "Ah... Yo creía que así iba a ser".

Después de preparar todo lo necesario para la playa, me dirijo a mi vestuario para cambiarme. Opto por un short de tela blanca que es cómodo y fresco, combinándolo con la parte de arriba de mi traje de baño de dos piezas en color negro. Para darle un toque adicional, elijo una camisa blanca que arremango hasta los codos y anudo por debajo de mi busto, dejando al descubierto una pequeña porción de mi ombligo. Observo mis cajones en busca de algunos accesorios para complementar el look y finalmente decido colocarme una bandana marrón con detalles blancos alrededor de mi cabeza, lo cual me proporcionará algo de sombra y estilo bajo el sol. Agarro mis lentes de sol favoritos y los dejo descansar en la parte superior de mi cabeza hasta que salga de casa.

Antes de salir de mi vestuario, me pongo unos anillos dorados que aportan un toque de brillo sutil a mis manos y un delicado colgante con pequeñas estrellas como dijes. Al mirarme en el espejo, me siento satisfecha con mi elección y lista para pasar un día increíble en la playa. 

Camino con determinación hacia mi cama, donde dejé previamente mi bolso blanco. Lo tomo con firmeza y, asegurándome de tener todo lo necesario, también agarro mi celular, la billetera y las llaves del auto. Salgo de mi habitación y recorro el pasillo mientras envío un mensaje rápido a Gael para informarle que ya estoy lista y que estaré al frente de su casa en menos de diez minutos. Sin detenerme a esperar su respuesta, guardo el celular en mi bolso y bajo las escaleras con paso ligero, dirigiéndome al garaje donde mi auto espera.

Una vez dentro del vehículo, coloco mi bolso en el asiento del copiloto y me ajusto las gafas de sol con cuidado. Observo mi reflejo en el espejo retrovisor mientras aguardo a que las puertas del garaje se abran, permitiéndome salir al exterior. Cuando finalmente el portón se cierra detrás de mí, verifico mi celular y noto que Gael me ha respondido, indicándome que él y su hermano están esperándome afuera de su casa. Decido no responder en ese momento y dejo el celular a un lado, enfocándome en encender el motor y dirigirme hacia la casa de los Vitali.

En menos de cinco minutos ya me encuentro estacionando frente a la linda casa decorada con algunas plantas, y puedo ver a los hermanos Vitali sentados en el escalón de la entrada, quienes al verme de inmediato se levantan de un salto. Dustin es el primero en acercarse hasta mí, mientras que Gael abre la puerta de su casa para gritar algo y luego volver a cerrarla.

—Hola, Katy —saluda Dustin, abriendo la puerta del copiloto para después correr el asiento y así poder pasar a los asientos traseros, a la vez que le sonrío por el espejo retrovisor.

—Hola, Dusty —saludo, haciendo que me vea por el espejo y sonría ante el apodo.

—Hola de nuevo —dice Gael, colocando correctamente el asiento, para luego tirar su mochila en la parte trasera, haciendo que escuche como Dustin se queja, lo que ocasiona que él sonría divertido.

Para mi sorpresa, también sube una tabla de surf, haciendo que gire a verlo sorprendida, mientras que é, antes de sentarse en el asiento del copiloto, agarra mi celular y bolso con cuidado, posándolos en sus piernas para poder cerrar la puerta.

—Hola de nuevo —respondo, sonriéndole con amabilidad—. ¿Sabes usar una de esas cosas? —inquiero, señalando la tabla perfectamente acomodada en la parte de atrás, al lado de Dustin.

—En la arena, sí, en el mar, no —contesta Gael de manera burlona, sonriendo divertido y giro los ojos ante eso, aunque no puedo evitar sonreír—. Sí, no te preocupes, de pequeños mi papá nos llevaba a surfear. A Dustin no le gusta desde que una ola hizo que casi se ahogara, así que solo lo hago yo —cuenta y asiento con la cabeza comprendiendo.

—Por cierto, te quedan bien los lentes de sol —comento, admirándolo, y él sonríe contento por mi halago.

—Lo mismo digo —asegura, asintiendo con la cabeza y es mi turno de sonreír.

Estoy a nada de arrancar, cuando veo a Mariel salir por la puerta y decido esperar un momento, porque a lo mejor debe decirle algo a sus hijos. 

Se acerca a nosotros y, para mi sorpresa, agarra a Dustin de las mejillas y comienza a untarle algo que no logro reconocer hasta que veo bien, notando que se trata de protector solar. Sonrío divertida y enternecida a la vez, mientras escucho al hermano menor de Gael quejarse.

—Mamá, que ya me puse —comenta, pero eso no parece importarle a Mariel, quien sigue untando la crema en el rostro de su pequeño hijo, para luego el sobrante que le quedó en las manos ponérselo en los hombros descubiertos de este.

—Sí, pero conociéndote te pusiste solo dos puntitos —responde, alejándose de él para mirarlo y una vez que parece conforme con el resultado, asiente con la cabeza.

—¿No sabes ponerte protector solar? —cuestiona Gael a modo de burla, mientras gira en el asiento para mirar a su hermano, quien está cruzado de brazos, aparentemente molesto, o quizá es avergonzado.

—Tú tampoco —menciona Mariel, agarrando ahora el rostro del castaño a mi lado para ponerle protector solar, haciendo que Dustin suelte una carcajada que le quita todo el enfado, a la vez que escuchamos a Gael intentar quejarse pero no puede.

—Yo sí —responde como niño chiquito, pero su madre lo ignora.

—Así dices siempre y terminas volviendo como tomate frito —dice Mariel, también untando un poco de protector solar en los hombros descubiertos de Gael y parte de los brazos—. Ya —asegura, sintiéndose satisfecha del resultado, mirando a ambos hijos que parecen fastidiados por eso. Levanta la vista hasta mí y parece recordar algo—. Ah no, espera.

Observo con confusión mientras Mariel rodea el auto hasta posicionarse a mi lado. Justo cuando espero sus palabras, se inclina y me quita suavemente los anteojos de sol, dejando mis ojos momentáneamente expuestos al sol brillante. Antes de que pueda reaccionar, siento sus dedos aplicando suavemente el protector solar en mi piel. La sensación de sus manos en mi rostro es extrañamente íntima y reconfortante. A diferencia de la aplicación apresurada que hizo con sus propios hijos, su tacto en mí es suave y cuidadoso, como si temiera lastimarme.

Ese gesto tan maternal y atento me toma por sorpresa. Poco a poco, el murmullo ocasionado por los dos chicos subidos en mi auto que se quejan y le piden a su madre que no los avergüence, se desvanecen en segundo plano. Mis pensamientos se centran en la mujer frente a mí y en el hecho de que está dedicando su tiempo y esfuerzo a cuidarme de esta manera. No es como si mi mamá no se preocupara por mí, pero este tipo de atenciones es algo que estoy acostumbrada a experimentar muy a menudo, y mucho menos fuera de mi hogar y por alguien que apenas conozco.

A medida que Mariel continúa aplicando el protector solar, algo en mí se agita. No puedo evitar comparar este momento con los recuerdos que tengo de Gael. Su cuidado y atención siempre me han brindado una sensación de seguridad y calidez similar a la que estoy experimentando ahora. Es como si su esencia estuviera presente en el gesto maternal de su madre.

El nudo en mi garganta se hace más fuerte a medida que Mariel prosigue con su tarea. Puedo sentir la humedad en mis ojos, una mezcla de gratitud, nostalgia y una especie de anhelo que no puedo explicar completamente. Aunque siempre he sentido el amor y el cuidado de mi propia madre, esta interacción con Mariel es diferente y, de alguna manera, me toca profundamente.

Termina de aplicar el protector solar y me mira con una sonrisa amable y cargada de cariño. Sus ojos parecen leer más allá de mis emociones superficiales, como si entendiera la complejidad de lo que siento en este momento. Trago saliva con dificultad, luchando por contener las lágrimas que amenazan con escapar. Aunque no comprendo completamente por qué este gesto me afecta de esta manera, sé que es un recordatorio de cómo las conexiones humanas pueden trascender las palabras y tocar algo profundo dentro de nosotros. 

Antes de que sus hijos puedan percatarse de la intensidad de mis emociones, Mariel coloca con sumo cuidado mis gafas de sol y le dedico una sonrisa en agradecimiento. Quiero ocultar mi vulnerabilidad y mantener una apariencia de normalidad ante los demás. Sin embargo, en el fondo, siento un inmenso agradecimiento hacia ella por este momento de conexión y ternura. Es como si su gesto hubiera resonado en una parte de mí que no había explorado antes, una parte que se siente valorada y cuidada de una manera que va más allá de lo superficial.

—¿Por qué a ella le pusiste poquito y así de suavecito? —se queja Dustin, frunciendo el ceño, mientras que yo aprovecho de parpadear rápido para alejar las lágrimas aprovechando que ellos no pueden verme—. Yo siento que mis mejillas me arden.

—Porque se nota cuando alguien sabe ponerse protector solar —responde Mariel, señalándome con sus manos—, y cuándo alguien no —dice señalando ahora a sus hijos

—Ya admítelo, Kate es tu favorita entre nosotros tres —comenta Gael a modo de broma, pero de reojo puedo verlo refregarse las mejillas también.

—Si pudiera cambiarlos por ella lo haría, no lo duden —contesta Mariel, acariciando mi cabello y sonrío victoriosa para luego sacarle la lengua a ellos dos, quienes la miran como si los acabaran de apuñalar—. Bueno ya, vayan que se les hará tarde para ir a buscar a Angie —dice, alejándose del auto para luego volver a la acera—. Por favor, maneja con cuidado —me pide, mirándome fijamente a los ojos y asiento con la cabeza tratando de transmitirle seguridad—, y si estos dos te molestan, envíamelos en autobús o ven y dímelo que yo los castigo, ¿si? 

—Lo prometo, Mariel —aseguro, sonriendo divertida, mientras que sus hijos la miran aun más ofendidos—. Well guys, necesito que me digan quién es Angie y dónde vive, please —pido, encendiendo nuevamente el motor del auto, mientras miro hacia adelante. 

—La novia del enano —responde Gael, sonriendo burlón a la vez que gira a ver a su hermano, que gira los ojos con fastidio.

En cuanto Dustin me dice la dirección de su novia, nos despedimos de su mamá para luego emprender viaje.

Por suerte, no vivimos muy lejos y el trayecto hasta el edificio donde vive Angie no toma más de quince minutos. Cuando llegamos, notamos a una encantadora chica de la misma edad que Dustin esperándonos afuera junto a un hombre, posiblemente su padre.

Una vez que estaciono el auto, Gael se baja para darle paso a Dustin, y ambos se acercan a la chica y su padre. Observo cómo Dustin saluda al señor y luego toma la mano de Angie, ayudándola con su mochila antes de dirigirse nuevamente hacia el auto. Por su parte, Gael intercambia saludos y conversa por un rato con el señor.

—Kate, ella es mi novia, Angie —Dustin la presenta una vez que ambos están en la parte trasera del auto.

—Mucho gusto, honey —saludo, girando un poco en el asiento para ver a Angie y brindarle una sonrisa amable.

—Así que tú eres Kate —comenta la chica, sonriendo con emoción—. Mucho gusto, he oído mucho de ti por Gael —agrega, sin dejar de sonreír, lo que me hace reír discretamente. Todos volvemos a mirar a Gael, quien sigue hablando con el señor, y puedo escuchar a Angie suspirar—. Le he dicho que ya no soy una niña como para que esté todo el tiempo preocupado y cuidando de mí —se queja, y la miro a través del espejo retrovisor.

—Creo que es lindo que tu papá se preocupe tanto por ti, ¿sabes? —comento, sosteniendo su mirada a través del espejo, antes de volver a mirar a Gael, quien asiente con la cabeza por última vez antes de alejarse del hombre para comenzar a caminar hacia nosotros—. Solo quiere asegurarse de que estés bien. No deberías sentirte avergonzada por el amor que demuestra tu papá por ti, eso va para ti también, Dustin.

Gael se reincorpora al auto y le entrega un pequeño bolso de mano a Angie, indicándole que su papá se lo envía, antes de poner en marcha el auto finalmente en dirección a la playa.

El auto avanza por las calles, alejándonos de la ciudad y dirigiéndonos hacia la costa. El ambiente dentro del vehículo es ameno y lleno de anticipación. Dustin y Angie se ríen y charlan animadamente en la parte trasera, mientras Gael y yo compartimos sonrisas furtivas y miradas cómplices de vez en cuando. El sol brilla alegremente en el cielo y la música que proviene de la radio agrega una banda sonora perfecta para el viaje.

Las conversaciones fluyen con naturalidad, y ocasionalmente todos nos sumimos en momentos de tranquilidad, observando el paisaje que cambia gradualmente. Los edificios altos de la ciudad dan paso a casas más pequeñas y coloridas, y el aire urbano se transforma en una brisa fresca y salina que anuncia nuestra cercanía a la playa.

Las risas de los chicos y las anécdotas que comparten llenan el auto de energía positiva. Observo a través del parabrisas cómo el mar se vislumbra en la distancia, destellando bajo la luz del sol. Las olas rompen en la orilla con su característico sonido relajante.

Estaciono el auto en una zona designada para aparcamiento, y todos nos bajamos, recogiendo nuestras respectivas cosas. Opto por ser amable y cargar la mochila de Gael, mientras él se las arregla para llevar la tabla de surf.

Una vez que todos estamos listos, comenzamos a caminar hacia la ubicación que los amigos de Gael nos indicaron. Los vemos a lo lejos y me alegra ver a Devra y Riley también presentes. Aunque me llevo bien con los amigos del boy, todavía me siento algo incómoda a su alrededor, así que la presencia de ambas es un alivio para mí.

—Oye —dice Gael, colocándose a mi lado mientras reducimos el ritmo—, ¿no crees que deberíamos ayudar a esos dos a estar juntos? —señala con su mentón a Riley y Liam, quienes están riendo por algo que parece ser un chiste privado.

—Hacer de cupido, ¿dices? —inquiero, mirándolo sin comprender del todo, a lo que él asiente con la cabeza—. ¿Y exactamente cómo haríamos eso? 

—Ya se nos ocurrirá algo, pero dime, ¿quieres o no? —pregunta, mirándome de reojo.

Lo pienso por unos segundos, para terminar soltando un suspiro y asentir con la cabeza.

—De acuerdo, pero a la más mínima incomodidad que presencie de mi amiga, se termina todo —comento, apuntándolo con un dedo y sin dudarlo asienta con la cabeza, como si eso no estuviera a discusión para él.

Saludamos alegremente a todos, recibiendo cálidos gestos de Devra, Riley, Liam y los demás amigos de Gael. Las risas y el ambiente relajado de la playa se sienten reconfortantes mientras nos sumamos al grupo. Dustin y Angie parecen sentirse cómodos también, entablando conversaciones con los demás.

Gael y yo nos mantenemos cerca el uno del otro mientras compartimos anécdotas y sonrisas con nuestros amigos. El sonido de las olas rompiendo en la costa y el suave murmullo de las conversaciones crean una atmósfera de tranquilidad. Poco a poco, nos unimos a la actividad del grupo, extendiendo toallas en la arena y sacando las tablas de surf.

—¿Y Connor? —cuestiona Gael, mirando a nuestro alrededor esperando ver al moreno.

—Llamó para avisar que llegará un poco tarde, porque fueron a visitar a familiares o algo así dijo —responde Kendall, encogiéndose de hombros, mientras disfruta del sol.

—¿Y Nath? —inquiere nuevamente el castaño, sentado sobre su toalla, mirando fijamente a su amiga.

—Espero que no me lo estés preguntando a mí, Gael Vitali —contesta la rubia, sin mirarlo por empezar a colocarse protector solar en las piernas.

—No, claro que no —dice Gael casi que tartamudeando—. Se lo preguntaba a Liam.

—Se fue de vacaciones ayer —contesta su mejor amigo, sonriendo divertido por el temor que causa la rubia en Gael.

—¿Y Cinthia? —pregunta Gael, girando a verme ahora a mí.

—Que preguntón estás hoy —habla Kendall, levantando la cabeza para verlo directamente a los ojos.

—¿Ves? —digo, mirando a Gael con una sonrisa burlona, haciendo referencia a que le dije lo mismo esta mañana.

—Se fue a ver a su abuela con sus hermanos —responde Riley, también concentrada en ponerse protector solar—, es decir, nuestros hermanos —se corrige casi que de inmediato, haciendo que el castaño asienta con la cabeza, conforme con la respuesta de todos. 

Luego de un rato decidimos comenzar con un juego de voleibol. Todos nos dividimos en equipos y al ser un número impar, decidimos turnarnos, para luego empezar a armar la red que trajo Devra. 

Gael y yo ayudamos a armar una red de voleibol en la arena, mientras los demás eligen a los equipos para el juego. La emoción aumenta mientras nos preparamos para comenzar el partido. Me encuentro al lado de Gael, quien me guiña un ojo con complicidad, en cuanto los dos juntos intentamos hundir una de las barras en la arena, para así poder colgar la red.

—¿Gael? —Ambos giramos a ver quién lo llama y podemos a una chica morena de pie, mirando con algo de duda y sorpresa al castaño a mi lado—. ¿Gael Vitali?

—¿Lauren? —inquiere Gael, igual de sorprendido que ella, enderezándose para quedar a su misma altura mientras se sacude la arena de las manos.

Ella chilla con efusividad y alegría, para luego rodear el cuerpo de Gael en un fuerte abrazo, que él no duda en responder, y aunque no puedo ver su rostro puedo jurar que está sonriendo como lo hace ella.

—¡Dios, no puedo creer encontrarte justo aquí! —exclama ella, aun sin soltarlo.

—Y yo no puedo creer que hayas vuelto —comenta él, alejándose de ella para mirarla fijamente.

Mis ojos solo pueden mirar a Gael, y una sensación incómoda se apodera de mí. Aunque no quiero saltar a conclusiones, no puedo evitar sentir un pizca de celos al ver la forma en que se ven tan felices por, aparentemente, volver a verse. ¿Quién es ella? ¿Cómo se conocen? Mi mente se llena de preguntas mientras observo la interacción entre ellos.

—Oh sí —dice Gael, girando para mirarme y al notar que sigo arrodillada en la arena, me extiende una mano amigable para ayudarme a ponerme de pie, gesto que agradezco con una sonrisa—. Kate, quiero presentarte a una vieja amiga, Lauren —dice, con una sonrisa amistosa que luego dirige hacia ella. Correspondiendo con cortesía, asiento y saludo a Lauren. Ella parece ser amable y simpática, pero no puedo evitar sentir cierta inseguridad en su presencia. A simple vista, emana una imagen de... perfección—. Lauren, ella es...

—Oh, Gael, no hace falta que me la presentes. Recuerdo perfectamente a la famosísima Kate Baker —dice con una sonrisa mientras me observa con detenimiento.

Mis cejas se arquean levemente ante sus palabras, debido a una confusión momentánea que me atraviesa. ¿Cómo sabe ella quién soy? ¿Acaso nos conocemos y no lo recuerdo? Una sensación incómoda empieza a crecer mientras intento disimular mis emociones.

—Hola —respondo, procurando sonar amigable pero manteniendo una cierta reserva.

—No sabía que ahora te codeabas con los populares —bromea, causando una risa en Gael, mientras yo apenas logro soltar una risa tensa.

—Pues ya ves, las vueltas del destino —contesta Gael, volviéndose hacia mí con una mirada llena de intensidad a la vez que me da un leve apretón en la mano, aprovechando que en ningún momento soltó su agarre, como si quisiera decirme algo más allá de las palabras. 

Esa mirada lleva consigo una chispa de complicidad y cariño, un destello de entendimiento que me hace sentir como si compartiéramos un secreto que solo nosotros dos comprendemos. En ese instante, siento mi corazón latir un poco más rápido y una mezcla de emociones revolotea en mi interior.

Antes de poder decir algo más, otras voces nos interrumpen.

—¡¿Lauren?! —exclama Kendall, mirándola igual de sorprendida que Gael hace unos instantes.

La morena suelta el mismo chillido que soltó con Gael y corre a abrazar a la rubia, quien la recibe con los brazos abiertos y una sonrisa que no indica más que felicidad por volver a verla, y no solo ella, puedo ver a Liam e incluso Joe igual de felices de hacerlo.

—Veo que es alguien muy importante para ustedes —comento en voz baja, sin dejar de ver la escena que tengo delante de mí, para luego girar a ver a Gael, quien asiente con la cabeza.

—Era antes parte del grupo, pero sus padres tuvieron que irse por trabajo, así que, obviamente, tuvo que mudarse —responde, sonriendo feliz de ver a sus amigos abrazarse.

Asiento con la cabeza y decido no decir nada más, antes de volver a arrodillarme en la arena para terminar de clavar el poste para la red.

De reojo puedo ver como Gael se aleja de mí para acercarse a sus amigos y comenzar a hablar efusivamente con Lauren.

—Oye, ¿estás bien? —cuestiona Devra, llegando hasta donde estoy para ayudarme.

—Si, ¿por? —respondo, tratando de sonar lo más natural posible.

—Curiosidad —dice, encogiéndose de hombros, restándole importancia al asunto.

—Por cierto, ¿la conoces? —inquiero, señalando con mi cabeza hacia los demás.

—No, pero al parecer iba a Balwer —contesta y asiento con la cabeza, decidiendo no decir nada más y, gracias a Dios, ella tampoco lo hace.

Giro mi cabeza en su dirección y veo como Gael habla animadamente con Lauren, me quedo observando la interacción entre ellos, sintiendo una extraña sensación de desplazamiento.

Decidimos comenzar el juego de voleibol, y a pesar de mis esfuerzos por unirme a la diversión, no puedo evitar sentir que una pequeña nube de preocupación se ha instalado en mi mente. Mientras juego, me encuentro lanzando miradas furtivas en dirección a Gael y Lauren, observando su complicidad y sus risas.

Me regaño internamente por sentirme así. Sé que Gael y yo hemos compartido momentos especiales y que nuestra conexión es genuina, pero no puedo evitar sentir una punzada de inseguridad al verlo interactuar tan efusivamente con su amiga. Además él y yo no somos nada exactamente como para que yo me sienta así. Intento enfocarme en el juego y en disfrutar del día, pero no puedo evitar que los celos nublen un poco mi perspectiva.

A medida que el sol brilla sobre la arena, el juego continúa y las risas llenan el aire., me doy cuenta de que necesito cambiar mi enfoque. Decido alejar esos pensamientos negativos y recordar por qué estamos aquí: para divertirnos. Con un esfuerzo consciente, dejo de mirar en la dirección de Gael y Lauren.

—¡Me salgo! —exclamo luego de un rato, al darme cuenta que no logro despejar mi cabeza, así que me alejo del juego para acercarme hasta mi toalla y sentarme ahí, observando como ellos continúan con el partido, a la vez que bebo un poco de agua de mi botella.

—¡Yo también! —dice Joe, alejándose de ellos, para caminar hasta donde me encuentro, puesto que aquí están todas las cosas.

Para mi sorpresa, Joe después de agarrar su botella de agua, decide sentarse a mi lado. Siento una ligera incomodidad, pero trato de concentrarme en el partido y en mantener una actitud relajada.

—Me alegra tanto que Lauren haya vuelto —comenta, haciendo que lo mire de reojo, más sin embargo decido no aportar nada a su comentario—. Se notaba su ausencia en el grupo, ¿sabes? —inquiere y, por más que sé que intenta sacarme plática, todo lo que puedo hacer es asentir con la cabeza, pero seguir viendo hacia adelante—. Espero que su regreso sea definitivo y ella y Gael vuelvan —dice, y puedo sentir mi corazón detenerse por unos segundos, para luego comenzar a latir con gran velocidad, mientras que lo miro de reojo—. Eran una pareja genial, es una pena que tuvieran que terminar por la distancia.

Mis pensamientos se vuelven un torbellino en ese momento. ¿Lauren y Gael eran novios? ¿Hace cuánto? ¿Por qué no me lo dijo en vez de presentármela como una "amiga"? Una punzada de celos y nostalgia me recorre, pero trato de ocultar mis emociones y mantener la compostura. Me concentro en el juego y respondo con un tono neutro:

—Sí, la distancia puede ser difícil en una relación —contesto con cortesía, y de reojo puedo verlo sonreír satisfecho, como si hubiera logrado su punto, a la vez que asiente con la cabeza.

El partido llega a su fin, y puedo ver que el equipo de Kendall, Devra, Angie y Liam ha ganado contra el equipo de Lauren, Gael, Dustin y Riley. Todos se felicitan y ríen mientras se dan palmadas en la espalda por el buen juego. Aunque estoy contenta por mis amigos, no puedo evitar sentir una extraña mezcla de emociones, especialmente después de la conversación con Joe.

Decidimos descansar un poco antes de continuar con más actividades. Algunos de ellos sacan refrigerios y bebidas mientras charlan animadamente. Gael se acerca a mí con una sonrisa y se sienta a mi lado en una de las toallas.

—¡Vaya, eso estuvo reñido! —comenta, tratando de aligerar el ambiente.

—Sí, definitivamente fue un partido emocionante —respondo, intentando sonar entusiasta.

Él me observa por un momento, como si quisiera decir algo más, pero parece que decide guardarlo para sí mismo. En cambio, cambia de tema.

—¿Te sientes bien? Parecías distante o cansada durante el juego —menciona, moviendo su cabeza en dirección a la red.

—Sí, estoy bien, solo necesito un poco de descanso —digo, sonriendo de manera reconfortante, que parezca creíble—. Recuerda que esta mañana también hemos nadado muchísimo —comento, a lo que él asiente con la cabeza, dándome la razón.

Mientras charlamos, veo de reojo cómo Lauren se acerca al grupo, riendo y entablando conversación con algunos de ellos. Una punzada de inseguridad y celos me recorre de nuevo, pero respiro hondo y trato de no dejar que se note en mi expresión. Mantengo mi atención en Gael y continuamos hablando de cosas triviales, tratando de disfrutar del momento.

Sin embargo, mi intento de ignorar la situación se ve interrumpido cuando Lauren decide sentarse con nosotros y empieza a hablar directamente con Gael. Puedo sentir cómo mi nerviosismo aumenta mientras los escucho conversar, y trato de concentrarme en las olas y en la arena para distraerme de la situación incómoda.

Me siento un poco excluida y mis pensamientos empiezan a divagar hacia el terreno de la inseguridad. ¿Qué tienen en común? ¿Qué tanto saben el uno del otro? ¿Será que él sintió algo al volver a verla? ¿Habrá removido viejos sentimientos de cuando eran novios? ¿Qué significa la presencia de Laura en la vida de Gael? ¿Cómo afectará esto a nuestra relación? A pesar de mis intentos de mantener la calma, no puedo evitar sentir una punzada de celos y una sensación de que algo ha cambiado en el ambiente.

Gael finalmente se vuelve hacia mí, como si recordara que estoy allí. Intenta incluirme en la conversación, pero no puedo evitar sentir que soy una espectadora en una interacción que tiene sus propios códigos y recuerdos compartidos.

Vuelvo a concentrarme en la conversación en cuanto ella dice que ya vuelve y se levanta de la arena, comenzando a caminar lejos de nosotros. La sensación de alivio es palpable, y aprovecho para relajarme un poco más. Gael suelta un suspiro que refleja su cansancio, y se recuesta sobre las toallas, apoyando la cabeza entre mis piernas, las cuales están cruzadas.

—Mi cuerpo ya no está para estas cosas de jóvenes —bromea, haciendo que sonría y que toda la incomodidad que había sentido unos momentos atrás se desvanezca por completo.

Toma mis manos entre las suyas, repitiendo ese gesto juguetón que ya habíamos compartido en el césped por la mañana. Nuestros dedos se entrelazan y luego se separan, como si estuviera comprobando que mis articulaciones estén bien. Es un gesto tan simple pero lleno de cariño.

La suave brisa del mar me acaricia la piel y cierro los ojos por un momento, disfrutando de la sensación y de la tranquilidad que nos rodea. Aunque Lauren esté por ahí, siento que en este instante solo importa Gael y yo. Sus manos continúan jugando con las mías, y me permito perderme en el momento, olvidando las preocupaciones y celos que me habían invadido antes.

Vuelvo a abrir los ojos al sentir el cabello de Gael acariciar la piel de mis piernas, y bajo la cabeza para mirarlo, decidiendo admirarlo por unos instantes. Su cabello castaño de Gael cae en ondas suaves y naturales alrededor de su rostro y hombros. La luz del sol que se filtra a través de las nubes le otorga pequeños destellos dorados, haciendo que su melena adquiera un brillo cálido y atrayente. Cada hebra parece tener vida propia, moviéndose al ritmo de la brisa marina, como si fuera una extensión de su espíritu libre.

Cuando levanta la cabeza para mirarme, esos destellos dorados parecen intensificarse, iluminando su rostro y resaltando la calidez en sus ojos. Esos ojos con heterocromía que es tan característica de él y a simple vista son impresionantes, pero ahora mismo brillan con una belleza única y fascinante. 

El ojo derecho, de un azul profundo con destellos en marrón claro, parece reflejar el cielo sereno de un día despejado. Los tonos azules capturan la tranquilidad y la profundidad, mientras que los destellos marrones aportan un toque de calidez y un sentido de conexión con la tierra. En contraste, su ojo izquierdo es un verde intenso, como la exuberante vegetación que rodea la playa. Los destellos marrones en este ojo aportan un matiz de tierra fértil y nutrida, creando una rica paleta de colores que dan vida a su mirada. Mientras el sol acaricia su rostro, los destellos parecen brillar con una luz propia, dotando sus ojos de un brillo único y casi mágico.

Estos ojos heterocromáticos son como ventanas a dos mundos diferentes, reflejando la dualidad en la personalidad de Gael. La serenidad del azul y la pasión del verde se unen en sus ojos, creando una expresión que es a la vez cautivadora y enigmática. En la tarde tranquila y soleada, los ojos de Gael son una verdadera obra de arte natural, capaces de capturar la atención y el asombro de cualquiera que tenga el privilegio de mirarlos.

Y eso sin hablar de todo su rostro, que sin duda es una obra maestra de contrastes y detalles, que se entrelazan para formar una imagen inolvidable. Delineo su mandíbula, perfectamente definida, con delicadeza con mi dedo índice, bajo su atenta mirada, mientras pienso que esta le añade una dosis de masculinidad y fortaleza a su apariencia. La línea de su mandíbula se curva con precisión, creando un contorno que destaca su perfil en una elegante combinación de fuerza y gracia.

Su nariz es recta y bien proporcionada, en armonía con el resto de su rostro. Los labios carnosos y tentadores añaden una cualidad sensual a su expresión, invitando involuntariamente a la mirada de aquellos que tienen la suerte de observarlos, o como yo, que tuve la suerte de probarlos. Los lunares dispersos por su piel le otorgan un encanto singular, un toque de naturalidad que resalta su belleza única. Uno de esos lunares está situado en la punta de su nariz, como un pequeño punto de enfoque que acentúa su carácter juguetón. Otro cerca de su ojo derecho agrega un toque de misterio, mientras que el que adorna su labio inferior del lado izquierdo realza su sonrisa.

Sin embargo, la característica más distintiva en su rostro es la cicatriz que se extiende desde su ceja hasta su ojo izquierdo. Esta marca narra una historia, quizás de aventuras pasadas o desafíos superados, que le confiere un aire de intriga y valentía. La cicatriz, lejos de restar atractivo, se ha convertido en parte de su esencia, un testimonio visible de la vida que ha vivido y la fortaleza que posee.

En conjunto, todas estas características definen el rostro de Gael como un collage de detalles que se mezclan en armonía. Cada elemento, desde su mandíbula firme hasta los lunares que pincelan su piel, contribuye a su atractivo singular y auténtico. Es un rostro que evoca emociones y cuenta historias, una obra de arte en constante movimiento que refleja su personalidad única y cautiva la atención de quienes lo contemplan.

—¿Por qué me miras así? —pregunta en voz baja, perdido en mi mirada, como si le hubiera costado encontrar su propia voz.

Salgo de mi trance al escucharlo, y debo parpadear un par de veces para recordar dónde estamos, entonces vuelvo a verlo y le otorgo una pequeña sonrisa.

—Porque sí, porque puedo —respondo con el mismo tono de voz que él utilizó, para luego añadir—: En realidad, me preguntaba si es que me dejarías peinarte —miento, mientras enrollo uno de sus rulos en mi dedo.

Me mira por varios segundos más a los ojos, antes de sonreír y asentir con la cabeza, haciéndome sonreír feliz, como si acabaran de comprarme el dulce que tanto quería. 

Agarro mi bolso y saco mi kit de cosméticos, donde tengo varias gomillas pequeñas, perfectas para lo que quiero hacerle.

Le indico que se ponga de perfil y así lo hace, mientras que yo decido agarrar un mechón de su cabello, para así comenzar a trenzarlo con facilidad. «Que sedoso y lindo», es lo único que puedo pensar al tocar su cabello. 

En cuanto termino, le pido que se gire para el otro lado y así poder hacerle la otra trenza, y él sin rechistar me obedece. 

—Me siento muy celosa ahora mismo —comenta Kendall, haciendo que levante un poco la mirada para verla, pero sin dejar de trenzar el cabello de Gael—. Tú, pequeño infeliz, me perjuraste mil veces que odiabas que te toquen el cabello y ahora, llega ella, ¿y te dejas peinar y todo? —inquiere, mirando con ofensa hacia Gael, cosa que me hace sonreír divertida porque sé que no es nada contra mí, es más bien contra él.

Puedo sentir como su cuerpo se mueve ante su leve risa.

—Y es cierto, no me gusta que me toquen el cabello —responde Gael, sin moverse para poder yo seguir con mi trabajo—, bueno, depende quién —se apresura a decir, haciendo que sonría feliz por su comentario—. Y no me molesta que tú me toques el cabello, pero sí que me peines porque la única vez que te dejé, me dolió el cuero cabelludo dos días.

Sigo trenzando el cabello de Gael, concentrada en mi tarea y disfrutando de la dinámica relajada que hemos logrado. El sonido de sus risas y discusiones con Kendall me divierte, y no puedo evitar reír por lo bajo mientras continúo con mi labor. Cada movimiento de mis manos se siente casi automático, y el hecho de que Gael me permita hacerlo es gratificante.

—¡Gael! 

Levanto la cabeza para ver quien lo llama, al igual que lo puedo sentir a él moverse para lo mismo, y a un par de metros de nosotros, puedo ver a Lauren moviendo una mano mientras que con la otra sostiene una tabla de surf. Vemos como hace señas, dando a entender que quiere que Gael la acompañe a surfear.

—¡Terminan de peinarme y voy! —exclama Gael, aun en la misma posición de hace un rato, permitiéndome terminar.

Lauren levanta su mano en un claro "ok", para luego caminar hacia donde está Liam y empezar a conversar con él.

Continúo con el peinado, volviendo a sentir esa acides en el pecho, pero decido ignorarla, concentrándome en acabar de trenzar el cabello de Gael.

—¿Ya casi terminas? —inquiere Gael, con un tono de voz impaciente y emocionado, tal como chiquito al que le prometieron ir al parque después de comer y él es el primero en acabar.

—Ya casi —respondo, terminando de hacer la trenza, para luego sujetarla con una gomilla—. Ahora siéntate, por fa —pido, mientras que lo ayudo a enderezarse, para luego yo arrodillarme sobre la toalla, y así empezar a recoger el cabello restante del medio.

—¿Ya casi? —vuelve a preguntar con el mismo tono de voz de hace un rato, haciendo que deba inhalar hondo.

—Si —contesto, recogiendo su cabello junto a las dos trenzas de al lado que le hice, para luego atar todo en un pequeño moño—. Listo, ya está, puedes irte, te libero de mí.

Gael se incorpora completamente y estira su cuerpo, como si hubiera estado en la misma posición por un tiempo. Me mira con una sonrisa agradecida y algo de diversión en los ojos, para luego agacharse un poco en mi dirección y darme un fugaz beso en la mejilla.

—Gracias, fresita —dice, antes de correr hacia su tabla de sur, para agarrarla y salir corriendo en dirección a Lauren quien al verlo, hace una broma sobre que tardó años y se volvió vieja, par luego ambos comenzar a caminar en dirección al mar.

—¿Y eso? —inquiere Kendall, sonriendo divertida y haciendo que voltee a verla, notando que Riley y Devra también me miran de la misma forma—. ¿Ya salen o algo? Si es así, que sepas que nos sentiríamos muy ofendidos de que no nos hayan contado nada.

—No, no —respondo casi de inmediato, mientras niego con la cabeza y sonrío divertida.

—¿Pero sí se han besado? —cuestiona Angie, también metida en la conversación, y aparentemente igual de interesada que las otras tres.

—Y no nos referimos al beso que todos vimos en redes sociales —se apresura en decir Devra, haciendo que tanto Riley como Kendall asientan con la cabeza.

Las miro por unos segundos, para luego sonreír emocionada y asentir con la cabeza, sintiendo mis mejillas ardientes. 

—Sí, nos hemos besado —respondo, logrando que las cuatro suelten un pequeño chillido que logra llamar la atención de los chicos, haciendo que ellas se disculpen inmediatamente—. ¿El día que fuimos a comer pizza y luego corrimos de esos señores? Bueno, luego de eso —cuento, sin poder evitar sentir la emoción crecer en mi pecho.

—¿Un beso bajo la lluvia? —inquiere Riley, sonriendo burlona a lo que yo asiento con la cabeza.

—¡Que tiernos! —exclaman todas a unísono con voz melosa, haciendo que ría por lo bajo sintiéndome apenada.

—Quién diría que ese bobo de casi dos metros sería toda una ternurita —comenta Kendall, girando a ver hacia donde se encuentra su mejor amigo y todas hacemos lo mismo.

No sé qué pensarán o sentirán ellas al ver la escena que tenemos delante, Lauren y Gael surfear juntos. Pareciera ser que se están divirtiendo y mucho.

Siento un nudo en mi estómago y un cosquilleo incómodo en mi pecho. Intento convencerme de que es solo una actividad amistosa, que no hay nada malo en que Gael y Lauren compartan un momento juntos en el agua, pero no puedo evitar que la acidez de los celos y la inseguridad crezca dentro de mí.

Lauren es hermosa y, aparentemente, segura de sí misma, y eso es algo que nunca podré negar. Puede ser amigable y simpática, pero también emana una cierta confianza que parece atraer a las personas hacia ella. Y aquí estoy yo, sintiéndome inadecuada en comparación, con mis propias inseguridades y miedos que a veces parecen demasiado abrumadores y agotadores. 

Puedo ver sus sonrisas y sus risas, y aunque debería alegrarme por ellos, no puedo evitar sentir una punzada de envidia. ¿Qué tanto tienen en común? ¿Cómo es que parecen tan cómodos el uno con el otro? Mis pensamientos son un torbellino de inseguridades mientras observo la escena.

Respiro hondo, tratando de calmarme y racionalizar mis emociones. No quiero arruinar este día con mis celos y mi inseguridad. Quiero disfrutar de la compañía de nuestros amigos y del hermoso entorno que nos rodea. Pero a veces, lidiar con estas emociones es más fácil decirlo que hacerlo.

✨️ GAEL ✨️

Salimos del agua riendo y arrastrando las tablas de surf, y siento una oleada de satisfacción recorriendo mi cuerpo. Hace mucho tiempo que no experimentaba un día tan bueno como el de hoy. La sensación del agua salada en mi piel, la emoción de las olas y la compañía de buenos amigos han hecho que todo el estrés y las preocupaciones se disipen, al menos por un momento.

Pero olvido que lo malo tiene el sueño ligero y, cuando estás muy feliz, no debes gritar tan fuerte porque podrías despertarlo, y a mí me acabada de suceder justo. Cuando alzo la cabeza, lo primero que veo es a Kate abrazada a ese chico que vimos con Dustin aquel día en las rampas. Por la expresión de Kate, parece muy feliz de que esté aquí. Es como si el mundo hubiera decidido jugar en mi contra, recordándome que no todo está bajo mi control y que no todas las situaciones pueden ser manejadas.

Una pizca de celos y malestar se agita dentro de mí, aunque trato de no dejar que se note en mi expresión. No quiero arruinar este día que ha sido tan divertido y revitalizante. Pero la sensación de incomodidad persiste, y me pregunto qué tan cruel puede ser el mundo para que él también haya decidido venir aquí justo hoy, justo en este momento en el que me siento tan vivo y libre.

—Gael. —Giro a ver a la persona a mi lado, notando que se trata de Lauren, quien tiene una mano en mi hombro y me mira preocupada—. ¿Estás bien? De repente te has quedado quieto y con una expresión muy seria.

—¿Ah? ¿Qué? —inquiero, y proceso sus palabras de manera rápida, para luego asentir con la cabeza—. Ah, sí, sí, estoy bien, no te preocupes —aseguro, sonriendo de manera falsa para tranquilizarla y ella asiente con la cabeza—. Vamos —ordeno de manera amable, comenzando a caminar hacia los demás.

Al llegar noto que se encuentra Connor ya con nosotros, haciendo que sonría feliz de verlo y me acerco a él para saludarlo con un abrazo que no duda en corresponder.

—Pero te tardaste mil años en llegar —bromeo, alejándome de él mientras sonrío divertido.

—Mi mamá insistió en que invite al pesado este —comenta, señalando al castaño que se nos acerca junto a Kate.

—¿Pesado? —cuestiona el chico, fingiendo estar ofendido—. Que va, si sé que soy tu primo favorito —asegura, acercándose al moreno para abrazarlo por los hombros, mientras que Connor ríe divertido.

Me quedo sorprendido al saber que ambos son primos, y paso mi mirada de uno al otro, aun sin creerlo del todo. Vaya que la vida es bien hija de...

—Gael, ¿cierto? —inquiere el chico, cortando con mis pensamientos y haciendo que lo mire atento, para luego asentir con la cabeza—. Mucho gusto, soy Victorio —se presenta, estirando su mano en mi dirección—, pero puedes decirme Vico.

—Sí, hola —respondo sin mucho ánimo, aceptando su apretón de mano.

—¿Ustedes ya se conocen? —cuestiona Connor, frunciendo el ceño a la vez que nos señala a ambos.

—Nos conocimos gracias a esta linda señorita de aquí —menciona Vico, señalando a Kate quien sonríe divertida, mientras que yo no puedo evitar girar los ojos con cierto fastidio.

—¿A mí no me vas a saludar? —inquiere Lauren, mirando a Connor con cierta ofensa, quien parece recién caer en su presencia.

Connor también se emociona de volver a verla y ambos se funden en un fuerte abrazo, pero mi concentración está en Vico y Kate, quienes están hablando mientras esperan a ser presentados ante la morena.

Mi curiosidad se agudiza, y no puedo evitar sentir una ligera punzada de celos al notar su cercanía. Aunque intento mantener la calma y recordar que Kate es libre de hablar con quien quiera, no puedo evitar cuestionarme qué tan bien se conocen.

Luego de que Connor presentara a Vico con Lauren, decidimos acercarnos a los demás, quienes están sentados al alrededor de una pequeña fogata que no noté cuándo la hicieron, mientras que Joe y Kendall están asando un poco de carne. 

Continuamos conversando en el grupo, pero no puedo evitar sentirme un poco desconectado. Miro a mi alrededor, observando las interacciones entre todos, y me doy cuenta de que hay una especie de energía distinta en el aire. La llegada de Vico ha cambiado la dinámica del grupo, y aunque trato de mantenerme relajado y amigable, no puedo evitar sentir cierta incomodidad.

Aprovecho en cuanto Vico se levanta para ir a buscar una lata de cerveza de la conservadora, para acercarme más a Kate y empujar su cuerpo con el mío, logrando llamar su atención.

—¿La estás pasando bien? —cuestiono, tratando de sacar un tema de conversación.

Tratando de alguna absurda manera tener su atención nuevamente en mí, aunque sea unos segundos, donde volvemos a ser solo nosotros dos, charlando y riendo de cosas totalmente ajena a los demás.

—Si, ¿y tú? —cuestiona, girando un poco su cuerpo para darme su total atención, tal como lo quería.

—Sí, aunque debo de admitir que mi parte favorita del día fue la mañana —admito sin pena, mirándola fijamente a los ojos, mientras la luz del fuego la alumbra.

—Si te soy sincera, la mía también —responde, sin dejar de mirarme con sus ojos grandes y expresivos, de un marrón profundo que logran perderme completamente en ellos—. Hay que repetirlo.

—Yo más que gustoso —aseguro, inclinando un poco más mi cuerpo en su dirección, para estar más cerca de ella—. Pero seguro que nuestras razones son totalmente diferentes. Mientras que yo lo deseo para disfrutar de tu compañía, seguramente la tuya es para volver a comer uno de mis deliciosos platillos.

—¿Qué comes que adivinas, boy? —inquiere, siguiéndome el juego y sonriendo de esa forma tan linda y cautivadora que tiene, haciendo que cualquiera que haya tenido un mal día y la vea, haga que todo esos sentimientos pasen a un segundo plano.

—Creo que deberíamos hacer un trato —propongo, mirándola directamente a los ojos, mientras jugueteo con un mechón de su cabello pelirrojo entre mis dedos.

—¿Un trato? —pregunta, mostrando curiosidad en su expresión mientras su mirada se encuentra con la mía—. A ver, ¿qué tienes en mente?

—Si vuelves a acompañarme en la cocina, prometo prepararte el platillo más delicioso que hayas probado en tu vida. Además, será una excelente excusa para volver a compartir tiempo juntos —le digo con una sonrisa pícara, dejando que mis ojos se pierdan en los suyos.

—¿Y si no quiero? —inquiere, sonriendo de manera desafiante. 

—Entonces tendré que encontrar otra manera de convencerte —respondo, manteniendo la sonrisa  y jugando con la complicidad que flota entre nosotros.

Ella me mira con sus ojos grandes y llenos de diversión, como si estuviera disfrutando cada momento de este intercambio. La tensión entre nosotros es palpable, pero en lugar de sentirme nervioso, me siento en sintonía con ella, como si pudiéramos comunicarnos sin necesidad de palabras. Como si al fin, en toda la tarde, hayamos podido encontrar de nuevo eso que nos hace sentir así.

—Bueno, consideraré tu oferta, pero no prometo nada —declara, haciendo que mi sonrisa se ensanche.

—Eso es más de lo que esperaba —admito, disfrutando de este juego verbal entre nosotros, logrando hacerla reír por lo bajo.

La llama del fuego parpadea, creando destellos en sus ojos mientras habla. Sus labios carnosos, ahora adornados con un sutil brillo labial, se curvan en una sonrisa encantadora. Me doy cuenta de los pequeños detalles que hacen única su apariencia: las pecas dispersas en su rostro, la forma en que su nariz respingada le da un toque coqueto y su cabello pelirrojo que se ilumina con el reflejo del fuego.

Dios mío, estoy perdidamente enamorado de Kate Baker.

—¡Ya bésala! —exclama Dustin, logrando sacarnos de nuestra burbuja y haciendo que giremos a ver a los demás, dándonos cuenta que todos nos están mirando con una sonrisa divertida en su rostro. 

Kate se sonroja al instante, y yo no puedo evitar reír por la situación. La tensión entre nosotros es innegable, pero no creo que este sea el momento adecuado para un beso en medio de todos nuestros amigos. Sin embargo, no puedo negar que la idea suena tentadora.

—¡Déjalos en paz, Dustin! —exclama Angie, dándole un pequeño golpe en el hombro al chico, mientras que todos siguen riendo.

—Está bien, está bien, los dejo en paz —dice Dustin entre risas, levantando las manos en señal de rendición.

Vuelvo a centrar mi atención en Kate, y nuestros ojos se encuentran. Hay un brillo especial en su mirada, y siento como si estuviéramos compartiendo un secreto. 

—Pero si, ustedes dos, par de tórtolos —habla Liam, haciendo que giremos a verlo, notando que está señalándonos con unas pinzas que tiene en la mano—. ¿Van a comer o no?

—Ahora te ayudo —garantizo, y el castaño asiente con la cabeza, moviendo las pinzas.

Antes de levantarme completamente de la arena, me inclino hacia Kate y le doy un fugaz beso en los labios, tomándola por sorpresa. Por más que intenté resistirme, no pude contener ese impulso. Me alejo de ella con una sonrisa bobalicona en los labios, sin detenerme a mirar su reacción. El corazón late fuerte en mi pecho, lleno de emoción y nerviosismo, pero ahora creo entender mis propios sentimientos y el por qué.

---***---

La tarde avanza y la playa se convirtió en un lugar aún más mágico con la puesta de sol. Después de comer y que algunos de mis amigos decidieran beber un poco de cerveza, mientras que Dustin, Angie, Kate y yo bebemos refresco, nos quedamos alrededor de la fogata, bajo la luz de la luna, charlando y compartiendo anécdotas sobre los viejos tiempos cuando Lauren vivía en la ciudad y solíamos pasar tiempo juntos.

De reojo puedo ver a Kate reír ante algo que dijo Vico, haciendo que deba inhalar hondo para poder volver a concentrarme en lo que está contando Lauren. Sin embargo, percibo que hay algo de tensión en ella, como si estuviera incómoda. No puedo evitar sentirme intrigado y preocupado por lo que podría estar pasando, pero decido no abordar el tema en este momento.

Luego de unos momentos, vuelvo a ver a Kate de reojo, notando como ella parece absorta a la conversación, con la mirada perdida en el mar, como si hubiera algo ahí que le llamara más la atención.

Siento a Liam preguntarme algo, así que vuelvo a verlo y le contesto entre risas, recordando la vez que Lauren quiso hacerle una broma a su hermano mayor, que terminó en nosotros huyendo de él en nuestras patinetas. 

En cuanto Connor empieza a hablar de signos zodiacales y por qué escorpio es el peor de todos, desencadenando una debate con Devra y Lauren del mismo lado, noto a Kate levantarse para luego comenzar a caminar lejos de nosotros, en dirección al mar.

Sin dudarlo, me levanto también de mi lugar y decido seguirla, notando como se sienta cerca de la orilla aunque no tanto, puesto que a esta hora la marea es peligrosa. En cuanto llego con ella, decido sentarme a su lado, también observando la maravilla que la naturaleza nos presenta ahora mismo.

—¿Estás bien? —pregunto con gentileza, sin poder soportar por más tiempo la intriga, aprovechando que ahora no hay nadie a nuestro alrededor. 

La veo asentir con una sonrisa forzada, tratando de parecer más segura de lo que se siente. Pero conozco su mirada lo suficientemente bien como para darme cuenta de que algo la está molestando.

—No tienes que fingir, fresita —digo con suavidad, chocando mi hombro con el suyo en un pequeño gesto—. Sé que algo te está incomodando. Si quieres hablar de ello, estoy aquí, pero si no quieres hacerlo, también estoy aquí dispuesto a hacerte compañía y apreciar esta vista juntos. 

Kate desvía la mirada hacia el mar, como si buscara en las olas una respuesta a lo que la aqueja. Suspiro suavemente, esperando pacientemente a que decida si compartir sus pensamientos o no. El sonido de las olas rompiendo en la orilla y el suave viento que acaricia nuestro rostro parecen crear un ambiente propicio para la confidencia.

—Es solo que me siento un poco fuera de lugar en estas conversaciones sobre el pasado —confiesa, después de unos momentos en silencio—. No tengo recuerdos compartidos como ustedes.

Sus palabras se cuelan en el ambiente tranquilo, y puedo sentir su vulnerabilidad en cada una de ellas. Me mantengo en silencio, dejando que su confesión flote entre nosotros, sabiendo lo difícil que puede ser sentirse excluido de ciertos momentos compartidos.

—Entiendo cómo te sientes —digo con voz calma, acomodando un mechón de su cabello atrás de su oreja—, pero recuerda que tú también eres parte de nuestro presente y futuro —comento, agarrando su mano para entrelazar sus dedos con los míos—. No necesitas tener los mismos recuerdos para ser parte de este grupo.

Ella asiente, aunque todavía parece reflexiva.

—Sé que es irracional, pero a veces siento que no pertenezco aquí del todo —admite, bajando la vista hasta nuestras manos—. Y yo... simplemente no quiero arruinar la dinámica del grupo.

—Kate —digo su nombre con suavidad, buscando su mirada para transmitirle mi sincero interés—. Nadie espera que te adaptes automáticamente a todo —aseguro, sin apartar mi mirada de la suya, esperando que entienda a lo que me refiero—. Todos somos diferentes, con diferentes experiencias. Y estoy seguro de que todos están contentos de tenerte aquí. No tienes que sentirte presionada para encajar de inmediato.

Kate asiente lentamente, y puedo ver cómo mis palabras parecen aliviar un poco su preocupación. Me tomo un momento para apreciar la belleza única de su rostro iluminado por la tenue luz de la luna, sus ojos grandes y expresivos que reflejan una mezcla de emociones.

—Gracias, boy —dice con gratitud en su voz, apretando ligeramente mi mano en un gesto afectuoso.

—Siempre estaré aquí para ti, fresita. Quiero que te sientas cómoda y aceptada en nuestro grupo —afirmo, transmitiéndole mi compromiso sincero—. Todos estamos aquí para apoyarnos mutuamente, así que si alguna vez sientes que algo te incomoda o tienes dudas, no dudes en hablar al respecto.

Ella asiente con una pequeña sonrisa, y siento que nuestra conexión se fortalece en este momento de sinceridad compartida. Pasamos un rato más en silencio, simplemente disfrutando de la tranquilidad del entorno y de la compañía del otro. La brisa marina y el suave sonido de las olas crean una atmósfera relajante y reconfortante.

—Es realmente hermoso aquí —murmura, rompiendo el silencio mientras observa el mar.

—Sí, lo es —coincido, sin dejar de mirarla—. Pero no se compara con lo hermosa que eres tú bajo esta luz de luna.

Sus mejillas se tiñen de un suave rubor, y puedo ver cómo sus ojos brillan con una mezcla de sorpresa y diversión.

—¿Me estás lanzando piropos ahora? —pregunta, entre risas, y siento que mi corazón se llena de alegría al verla sonreír de esa manera.

—Tal vez —respondo con una sonrisa traviesa, jugando con el pulgar sobre su mano—. Solo digo la verdad.

Ella rueda los ojos de manera juguetona, pero no puedo evitar notar cómo su sonrisa persiste.

—Eres un tonto —comenta, pero su tono es cariñoso.

—El tonto más afortunado del mundo si puedo pasar tiempo contigo aquí —afirmo, acercándome un poco más a ella.

Nuestras risas se mezclan con el sonido del mar, y me siento agradecido por este momento compartido, donde nuestras preocupaciones parecen disiparse en la brisa nocturna.

—¿Puedo preguntarte algo? —inquiere, y en cuanto abro la boca dispuesto a responderle, se me adelanta y añade—: y no digas que ya lo hice, porque ya pasó de moda.


Río ante su advertencia, para terminar asintiendo con la cabeza.

—Anda, pregunta lo que quieras —digo, cediéndole el paso.

—¿Cómo es tu relación con Lauren? —inquiere, sin mucho cuento previo, tomándome totalmente por sorpresa.

La pregunta de Kate me toma por sorpresa, y un pequeño destello de inseguridad cruza por mi mente. No puedo evitar sentir que hay cierta tensión en el aire cuando menciona a Lauren, pero decido ser sincero y responder de la manera más honesta posible.

—Nuestra relación... bueno, éramos muy buenos amigos cuando éramos chicos, de hecho, ella junto a Liam fueron mis primeros amigos de niño —comienzo a explicar, buscando las palabras adecuadas—. Pero, ya sabes, las cosas cambiaron cuando ella se mudó y perdimos el contacto por un tiempo.

Mi respuesta parece dejar un espacio de incertidumbre en el aire. Puedo sentir que Kate está tratando de descifrar mi tono y mis palabras.

—Entiendo que sea importante para ti —dice en voz baja, y puedo notar algo en su mirada, aunque no logro identificar el qué.

—Lo es, sí —respondo con toda sinceridad, asintiendo con la cabeza—. El hecho de que ella haya sido una de mis primeras amigas al llegar aquí significó mucho, de hecho, marcó un antes y un después en mi corta vida de siete años.

—Entiendo —murmura, asintiendo con la cabeza, para luego volver a ver el mar, y hay algo en su actuar que me hacer querer aclarar cualquier duda no dicha.

—Hay algo que debo contarte —comento luego de unos segundos en silencio, batallando sobre si decirle o no, pero no es hasta que sus ojos se encuentran con los míos que las dudas se van y, por primera vez en mucho tiempo, decido volver a abrirme ante alguien—. Yo... —Trago saliva en seco, sintiendo mi corazón latir con fuerza debido al nerviosismo repentino que siento, y puedo notar que ella también lo percibe—. Es que...

Kate escucha atentamente, su expresión un reflejo de su preocupación por lo que estoy a punto de decir. Puedo sentir su mano apretar la mía, ofreciéndome un apoyo silencioso mientras reúno el valor para continuar.

—Tranquilo —dice, mirándome con cariño—. Si no quieres contarme, it's okay.

—Soy adoptado —suelto de repente, sin cuento previo, logrando tomarla por sorpresa.

Noto cómo sus ojos parpadean, como si estuviera procesando la información que acabo de compartir. Puedo entender su sorpresa, es un detalle que muy pocas personas saben sobre mí. Aunque no lo parezca, abrirme sobre algo así me resulta complicado.


—¿Qué? —murmura aun en trance, mirándome a los ojos.

Me aferro a nuestro agarre de manos para darme la suficiente valentía para contarle todo esto y así, poder explicarle por qué Lauren es una persona importante en mi vida.

No sé si se sentirá celosa o no, la verdad es que dudo que se sienta así, pero de todas formas no me gustaría generarle ninguna inseguridad con esto, o algún pensamiento erróneo.

—¿Te acuerdas que esta mañana te conté que mi abuelita me enseñó a cocinar a los seis? —inquiero, girando a verla y noto como asiente con la cabeza, entonces continúo—: Pues te mentí. No sé si tengo abuelos o no, pero quien me enseñó fue una de las monjas que estaba a cargo de todos los niños del orfanato en el que vivía, era una señora grande y por eso le decíamos abuela —cuento, rememorando esos recuerdos, mientras sigo aferrado a mi agarre con Kate—. Mi mamá me abandonó como a los dos o tres años en ese orfanato, y estuve ahí hasta los siente, que fue cuando Mariel y Jonathan decidieron adoptarme. —Sonrío con cariño al pensar en mis papás, mientras miro atentamente el mar—. Me costó mucho adaptarme a ellos y aceptar que serían mis nuevos papás, porque muy dentro de mí tenía la esperanza de que mi mamá biológica volvería por mí. —Río, ante lo tonto que suena eso, mientras siento mis ojos picar y debo parpadear un par de veces para que se aleje la comezón.


»Un día, cuando volvíamos de terapia con mi mamá, porque sí, debía ir a terapia para que me ayudaran y a ellos también, pero en fin, cuando volvíamos pasamos por un parque y fue la primera vez que le pedí algo a Mariel, así que supongo que por eso aceptó quedarnos un ratito a jugar, a pesar de que debía llegar rápido a casa para enviar algo de su trabajo, porque en ese entonces aun trabajaba aunque lo hacia desde casa —cuento y de reojo la puedo ver asentir con la cabeza, comprendiendo la situación—. Ese día en el parque conocí a Lauren y, quizá fue su curiosidad, su forma genuina de ser, o quizá el hecho de que era otra niña de mi misma edad, no lo sé, pero logré congeniar con ella, era la primera persona en esta ciudad con la que jugaba, charlaba y quería ver, con el tiempo nos volvimos amigos y ella, con su inocencia de una niña de siete años, me ayudó a entender que, si Mariel y Jonathan me habían adoptado, era porque querían ser mis papás para amarme, mimarme y hacer, según sus palabras, todo aquello que hace un padre.

Kate me mira con atención mientras comparto esta parte de mi vida que rara vez revelo a nadie. Puedo sentir su comprensión y empatía, lo que me hace sentir más cómodo al contarle todo esto. La noche es testigo de nuestras confidencias, y aunque las olas siguen rompiendo en la orilla, siento que estamos creando un espacio íntimo solo para nosotros dos.

—Ella se convirtió en mi mejor amiga, mi compañera de juegos y aventuras —continúo, mi voz suave y llena de nostalgia—. Y aunque crecimos y nuestras vidas tomaron caminos diferentes cuando ella se mudó, siempre supe que, sin importar qué, ella estaría ahí para mí. A lo largo de los años, cuando ella todavía estaba aquí y yo era un adolescente confuso, rebelde y algo depresivo, que enfrentó momentos difíciles, momentos en los que me sentía solo o perdido, ella era quien estaba ahí, y eso es algo que se lo agradezco enormemente, porque me ayudó a ser la persona que soy hoy en día.

Nos quedamos en silencio por varios segundos, mirándonos fijamente a los ojos, hasta que ella decide romper el especio entre nosotros.

Nuestros labios se encuentran en un beso suave y tierno, un gesto que trasciende las palabras y comunica más de lo que podríamos expresar con frases. Es un beso lleno de cariño y comprensión, un momento de conexión íntima que sella nuestras confidencias y fortalece aún más nuestra relación. Siento su ternura en cada roce de sus labios contra los míos, y me siento afortunado de tenerla a mi lado.

Cuando finalmente nos separamos, nuestras miradas se encuentran de nuevo, y puedo ver en sus ojos la tranquilidad y la confianza que ha surgido de nuestra conversación y de este momento compartido. 

—Gracias por contarme algo tan importante para ti —dice en voz baja, lo bastante cerca como para sentir su aliento en mi rostro.

Sonrío suavemente y acaricio su mejilla con el dorso de mi mano.

—Gracias por escucharme y no pedirme que te cuente más —le digo con sinceridad, sintiendo que de alguna manera, hemos logrado conectar de una forma más profunda—. Quiero que sepas que eres muy importante para mí y que valoro cada momento, anécdota o secreto que compartimos juntos.

Ella sonríe de vuelta, sus ojos brillando con emociones que no necesitan ser expresadas con palabras. En ese momento, no hace falta hablar más. Nos quedamos sentados junto al mar, en el abrazo de la noche y bajo el manto estrellado, disfrutando de la compañía del otro y dejando que nuestras emociones se entrelacen en la brisa nocturna.

———🍓🍓🍓———

¡Hola, hola, hola! ¿Cómo están?

Antes que nada, más les vale que hayan tardado dos días en leer este capítulo porque es el más largo que escribí hasta ahora (y probablemente sea el único)

¿Qué parte del día fue su favorita?

Lauren? Opiniones?

Será que se viene el dramaaaaa o es que todo va a seguir siendo igual de lindo?

De qué signo son?

Opinión del cap aquí, por fa.

Iba a subirlo el sábado, pero recordé que no voy a estar así que, disfrútenlo.

Recuerden que los amo mucho, mucho, mucho (recuérdenlo hasta el final de esta historia, please, téngalo siempre presente, que mis acciones no contradicen mis palabras y sentimientos, gracias)

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