020.
✨️ KATE ✨️
Salgo de la comisaria después de dar mi declaración y puedo sentir mis manos aun temblorosas.
Miro por encima de mi hombros y hago una pequeña mueca al recordar que Axel ni siquiera quiso mirarme a los ojos cuando entré. Aunque sí noté que estaba totalmente sorprendido de verme ahí, pero su sorpresa desapareció al ver a su abogada, supongo que entendió cómo es que llegué aquí.
Lily, como me pidió que la llamara, se enfureció tanto con la anécdota real de lo que ocurrió anoche, que me dijo que podía denunciar todas las demás cosas que Luca haya podido hacerme. La verdad es que, me generó tanta confianza, me sentí segura sabiendo que ella estaba afuera de la sala de confesiones, que conté como era mi relación con Luca D'Alessandro.
Siento mis ojos arder debido a la cantidad de lágrimas que solté allá adentro, luego de darme cuenta de todo lo que le permití que me hiciera. ¿Por qué acepté tal aberración? Dios, me siento una estúpida. Tengo vergüenza de mí misma.
Inhalo hondo y planeo pedir un taxi que me lleve hasta mi casa, porque la verdad es que estoy muy lejos como para ir caminando, pero antes de poder dar dos pasos, alguien sale de la comisaria llamándome.
Al girarme, puedo ver esa cabellera rubia y larga, moverse de un lado a otro, debido a que Lily debe caminar un poco rápido -pero siempre con paso firme- para llegar hasta donde estoy.
—Muchas gracias por lo que hiciste por Axel —dice, agarrando una de mis manos y me sonríe con cariño—. Fuiste muy valiente ahí adentro como para contar tu historia, gracias.
—Por Axel haría cualquier cosa —confieso sin dudarlo, mirándola fijamente a los ojos para que sepa que hablo en serio y sonríe alegre por alguna razón que desconozco—. Después de todo, él fue quien se aferró a nuestra amistad sin dejarse intimidar por Luca, y por él es quien no estoy pasando mi cumpleaños en una camilla de hospital, porque estoy muy segura que si no me hubiera defendido, Luca me habría golpeado de manera horrible.
Sin esperármelo, Lily me abraza con fuerza y la puedo sentir inhalar hondo, como suele hacer a veces Axel para intentar controlar su enfado.
—Si necesitas cualquier cosa, no dudes en decírmelo, ¿si? —pide, alejándose de mí para verme a los ojos y así poder sonreírme.
—Claro, muchas gracias, Lily —digo a modo de despedida y me da un último apretón de manos, antes de girar sobre sus talones para comenzar a caminar hacia la comisaria nuevamente, y es entonces cuando me doy cuenta de algo y la llamo, haciendo que gire a verme, pero no se vuelve a acercar a mí—. Axel... ¿Le pagó? Es decir, sé que los honorarios de un abogado no son nada baratos, y también sé que Axel... —Suspiro, decidiendo mejor no decir que sé que es de economía media-baja porque quedaría mal—. Anyway, a lo quiero llegar es que, si él no le ha pagado, yo lo haré —aseguro, mirándola fijamente a los ojos y puedo ver la sorpresa pasar por ellos—. Usted cobre lo que deba de cobrar por su trabajo, no importa el precio, yo le pagaré, no se preocupe por eso.
Se queda mirándome por varios segundos sin decir nada, logrando ponerme incómoda porque realmente intimida, hasta que suelta un pequeño bufido y con el se le escapa una sonrisa ladina. Asiente con la cabeza y, sin decir nada, gira sobre sus talones nuevamente para adentrarse a la comisaria, dejándome confundida. Supongo que luego me contactará para que le pague.
---***---
Llego a casa sintiéndome agotada y emocionalmente desgastada. Abro la puerta y me encuentro con mis amigas, Riley, Cinthia y Devra, quienes están reunidas en la sala de estar. Sus rostros reflejan preocupación y alivio al verme.
—¡Kate, por fin estás aquí! —exclama Riley, levantándose rápidamente del sofá—. Estábamos tan preocupadas. No respondías nuestros mensajes y no sabíamos qué había pasado contigo.
Les sonrío débilmente y les doy un abrazo a cada una. Aprecio su preocupación y su apoyo incondicional.
—Lo siento, chicas —digo de manera desganada—. Fue una noche complicada. Gracias por preocuparse por mí.
Cinthia me sostiene el brazo y me guía hacia el sofá, mientras que Devra trae una taza de té caliente. Mi favorito, frutos rojos. Nos sentamos juntas y me siento reconfortada por su presencia.
—¿Mi mamá? —inquiero, recordando que no la veo rondando por aquí para saber cómo me fue en la comisaria.
—Después de dejarnos pasar, se fue al super —informa Devra y asiento con la cabeza, soltando un suspiro de alivio. No quiero que esté cerca para esta conversación.
—¿Qué ocurrió después de que me fui de la fiesta? —pregunto, esperando obtener respuestas sobre el paradero de Axel y Luca.
Riley suspira y me mira compasivamente.
—Axel siguió golpeando a Luca —dice en voz baja y frunciendo ligeramente su nariz, recordando lo sucedido hace unas horas—. Estaba tan enojado y frustrado por lo que te había hecho, que no pudo contenerse. Siguió golpeándolo hasta que se dio cuenta de que Luca estaba inconsciente y se asustó. —Suspira, negando con la cabeza. Es entonces cuando recuerdo las manos de Axel, los nudillos magullados y con sangre seca. Me pregunto si será suya o de Luca, probablemente de ambos. También ahora entiendo por qué huía de mi mirada y cómo evitó mirarme en todo momento que estuve cerca de él—. Fue Axel mismo quien lo llevó al hospital.
Mis ojos se abren sorprendidos por la revelación. Axel había ido tan lejos para protegerme. Aunque estaba furioso por lo que Luca me había hecho, también se preocupó por él.
—Desde entonces, no sabemos nada más —continúa Cinthia, haciendo una pequeña mueca—. No hemos podido obtener información sobre el estado de Luca o lo que sucedió después con Axel.
Siento una mezcla de emociones dentro de mí. Aunque Luca me había causado tanto daño, no podía evitar preocuparme por su bienestar. Pero también me sentía agradecida de que Axel hubiera intervenido y se hubiera asegurado de que Luca recibiera atención médica. Porque la verdad no tengo idea de cómo estará, pero para que el rubio esté detenido y con abogada quiere decir que es grave.
Mis amigas me rodean, brindándome su consuelo y apoyo. Me siento afortunada de tenerlas a mi lado en momentos como estos. Alivian mi alma que la siento pesada en situaciones como estas.
—Kate, lo siento mucho por lo que has pasado —dice Devra, acariciando mi brazo con cariño—. Sabes que siempre estaremos aquí para ti, pase lo que pase.
Asiento con gratitud, sintiendo lágrimas llenando mis ojos nuevamente. Me siento agradecida por el amor y el apoyo incondicional que tengo en mi vida.
Después de un rato, donde merendamos rico y trataron de mejorar mis ánimos, decidieron irse, respetando mi necesidad de espacio y tiempo para procesar todo lo que ha sucedido. Nos abrazamos una vez más y las despido con un movimiento de mano. A pesar de toda esta situación, me alegra ver que Riley se lleva bien con Dev y Cinthy, que pueden llevarse bien por mí a pesar de no ser amigas.
Suelto un profundo suspiro después de cerrar la puerta y me decido por volver al sofá, sentándome en el, dejando que la realidad de la situación se hunda lentamente. Axel había ido más allá de lo que imaginaba para protegerme. Su ira y su determinación para enfrentar a Luca reflejaban cuánto valoraba nuestra amistad y cuánto le importaba mi bienestar.
Pero también hay un conflicto dentro de mí. A pesar de todo el daño que Luca me ha causado, no puedo evitar sentir un atisbo de compasión por él. Tal vez es porque conozco su historia, su pasado turbulento y las cicatrices que había dejado en él. Aunque no justifica sus acciones en lo absoluto. Ya no.
Mis pensamientos se vuelven hacia Axel y la carga que está llevando en sus hombros. Lo veo como un héroe y un protector, pero también me preocupa su propio bienestar. No puedo evitar preguntarme cómo está lidiando con todo esto emocionalmente. Si Lily logró sacarlo de la comisaría o sigue allí. Quiero estar allí para él de la misma manera en que él ha estado para mí. Aunque ahora mismo, más que nada, me gustaría poder abrazarlo y agradecerle porque, a pesar de que la violencia no es de mi agrado, no se me va de la cabeza que quien pudo estar en una camilla de hospital el día de hoy iba a ser yo.
Mientras reflexiono sobre todo lo sucedido, las lágrimas vuelven a caer por mis mejillas. Me di cuenta de lo vulnerable que me he vuelto, pero también reconozco la importancia de enfrentar mis emociones y procesar todo lo que ha sucedido. Como dice Gael, llorar es el desahogo del corazón y el alma. Él dice que no se puede vivir arrastrando tu propia alma pesada, porque eso te hace doler el corazón, y vaya que tiene razón.
Me levanto del sofá y me dirijo a la cocina para prepararme otra taza de té de frutos rojos. El calor reconfortante del líquido me envuelve mientras tomo pequeños sorbos, tratando de calmar mi mente inquieta, mi corazón estrujado y mi estómago revuelto.
Decido regresar al sofá para terminar mi té, sumida en mis pensamientos, y antes de que pueda tomar asiento nuevamente, escucho un fuerte golpe en la puerta. Mi corazón se acelera al instante, sin saber quién podría estar al otro lado.
A lo mejor es una de las chicas que se olvidó algo, o mi mamá que olvidó llevar llave.
Dejo la taza con precaución sobre la mesa ratonera de vidrio y camino hacia la puerta. Miro a través de la mirilla y veo a un hombre alto y fornido parado en el umbral. Mi corazón se acelera al reconocer la voz amenazante que resuena en el otro lado, haciéndome saber al instante a Alan D'Alessandro, el padre de Luca. El miedo se apodera de mí, pero trago saliva y decido abrir la puerta. A pesar de mi temor, me prometí a mí misma que no me dejaría intimidar fácilmente.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —dice el padre de Luca, mientras da pasos amenazantes hasta donde estoy, haciéndome retroceder—. ¿Denunciar a Luca? Vaya que eres tonta.
No tardo mucho en darme cuenta que ya se encuentra dentro de mi casa y eso me tiene los vellos de punta.
Trago saliva y trato de mantener la calma, aunque mi voz tembló ligeramente al responder:
—Señor, entiendo que esté molesto, pero yo solo dije la verdad en la comisaría. —Mantengo la vista firme en la suya, por más que sienta el impulso de desviar la mirada—. Luca me golpeó y Axel intervino para detenerlo, esa es la verdad, y pienso contarla donde sea con tal de defender a Axel.
Me mira fijamente con sus ojos llenos de ira y desprecio, mientras suelta una risa ronca.
—¿Proteger a Axel? ¡Ese desgraciado no merece ser defendido! Mi hijo está en el hospital ahora mismo, gracias a él y a su maldita violencia. —Saca una foto de Luca y me la muestra con desdén, donde se lo puede ver pálido y con vendajes en la cara y parte del cuerpo—. ¿Ves esto? ¿Ves lo que le hiciste a mi hijo?
Mis piernas tiemblan junto a mis manos, pero no me permito ceder ante el miedo.
—Siento mucho lo que le sucedió a Luca, pero él no tenía derecho a golpearme —repito, sin moverme de mi lugar ni un centímetro o sin alejar mi vista de la suya—. Axel actuó en defensa propia. Yo solo reporté lo que vi.
Suelta un bufido cargado de ira y se acerca aún más. Por más que quiero alejarme, por alguna razón no logro hacer reaccionar mi cuerpo. Se detiene cuando está a unos cuantos centímetros de mí.
—No sabes con quién te estás metiendo, Kate —amenaza, y puedo ver en sus ojos que no es mentira lo que dice—. Puedo hacer tu vida un infierno si sigues adelante con esto. Sabes perfectamente que tengo influencias y recursos para destrozarte. No te metas con mi hijo, ¿está claro?
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, pero me mantuve firme. Respiro profundamente, buscando fuerzas dentro de mí.
—¿Qué? ¿Volverá a cubrir sus errores con dinero? —inquiero desafiante y, a decir verdad, no tengo idea de dónde estoy sacando la valentía para decir todo esto—. Recuerde que yo también sé muchas cosas acerca de su familia, y como lo habrá notado, no me da miedo abrir la boca.
—No juegues con fuego que te vas a quemar, Kate —aconseja con malicia, para luego recorrer mi cuerpo con su mirada logrando generarme repulsión—, y eres muy bonita para que eso pase.
—Le doy un mejor consejo —hablo como puedo, tratando de no mostrarle mi temor y el como estoy rogando internamente que decida irse ahora mismo—, dígale a su hijo que no se vuelva a meter conmigo, porque ahí vamos a ver quien se quema primero.
—Mi hijo sería incapaz de levantarte un dedo, él te ama —asegura y, primera vez en el día, suelto una risa genuina. Bastante burlesca, pero genuina a fin de cuentas—. Además, tampoco sería capaz de golpear a ninguna otra mujer.
—Se nota que casi no está en casa, que no lo ve, porque da pena lo tan poco que conoce a su hijo —respondo, cerrando mis manos en puños para evitar que sigan temblando.
—Créeme que esto sí lo sé —dice con un notorio enfado en sus ojos, aunque su voz revele todo lo contrario—. Yo mismo le enseñé cómo debe tratar a las damas —menciona, acariciando mi mejilla con su dedo índice, haciendo que aleje mi cara de él.
Da un paso en mi dirección, mientras que yo doy uno lejos de él y, cuando empiezo a sentir mis ojos picosos por las lágrimas, mis rodillas temblar y mi estómago hacerse un nudo, escucho una voz que me hace sentir que puedo volver a respirar.
—Atrévete a dar un paso más en dirección a mi hija, y te juro por mi vida que te rompo este jarrón en la cabeza —habla mi mamá, logrando aliviar todo mi sistema nervioso, aunque mis manos aun están temblorosas y siento un gran nudo en mi garganta, sumándole la velocidad con la que está latiendo mi corazón ahora mismo.
Ambos giramos a ver a la mujer frente a la puerta de entrada, con las bolsas del super en sus pies y un jarrón en sus manos, dispuesta a hacer cumplir sus palabras a como dé lugar.
Veo al padre de Luca sonreír de lado, como si esta situación le divirtiera, más sin embargo, se aleja de mí a una distancia bastante prudente y elevando las manos en son de paz.
—Helen, hola —saluda con una falsa cortesía—. No es que me quiera meter en la educación de tu hija, pero deberías enseñarle a no apuñalar a las personas por la espalda, ni morder la mano de quien la ha ayudado muchas veces.
Esas palabras solo logran hacer que mi mamá agarre con más firmeza el jarrón y camine a paso decidido hacia donde estoy, para protegerme atrás suyo y enfrentar al señor D'Alessandro.
—Primero educa bien a tu hijo antes de hablar de la mía —responde con firmeza, sin achicarse ante el impotente hombre—. Al menos que lo hayas educado para que sea un cobarde y poco hombre, entonces no tengo nada qué decir. Los dos hemos hecho las cosas bien para educarlos tal cual como queríamos.
—Espero que sepas del hijo de quién estás hablando, Helen —comenta Alan, y puedo verlo apretar la mandíbula.
—No, aquí el que se tiene que ubicar y saber a la hija de quién vino a amenazar, intimidar e insultar, eres tú —asegura y la puedo ver apretar su mano libre en un puño, como lo hago yo cada que busco valentía—. Decidiré pasar este suceso por alto, Alan, pero te recomiendo irte ahora mismo de mi casa si realmente no quieres conocerme.
—¿Eso es una amenaza?
—Es una advertencia —contesta con firmeza y puedo sentir el orgullo abrirse camino entre el temor que siento—. Sabes perfectamente que tengo los medios para hundir todos tus negocios, que tengo información tuya que si sale a la luz... —Suelta un suspiro, como si estuviera pensando—. Como eres tan inteligente, dejaré que pienses en qué es lo que sucedería si decido alzar el teléfono y abrir la boca.
—¡A mí no me amenazas! —grita furioso, dando un paso hacia nosotras, haciendo que cierre mis ojos con fuerza y me cruce de brazos, abrazándome a mi misma para intentar calmarme.
—¡Y a mí no me gritas! —contraataca mi mamá, dando un paso también en su dirección, pero no se me pasa por alto que ha vuelto a agarrar con fuerza el jarrón que aún tiene en su mano—. Sé perfectamente quién eres, Alan D'Alessandro, pero creo que es momento de que tú sepas quién soy yo, donde trabajo y, que como tú, también tengo mucho poder e influencias.
Ambos se mantienen la mirada por varios segundos, como si estuvieran en una pelea, hasta que Alan suelta un bufido y gira sobre sus talones, dispuesto a salir de mi casa.
Mi mamá me mira por encima de su hombro y, como si recién se acordara de algo, habla nuevamente.
—Cambié de idea, Alan —dice, haciendo que el hombre de cabello negro detenga su caminar antes de que pueda salir completamente de mi casa—. No voy a dejar pasar esto por alto —con esto dicho, hace que Alan gire sobre sus talones y la mire alarmado—, al menos que quites la denuncia que le hiciste a Axel Vescovi.
—A ti qué te importa lo que le pase a ese desgraciado —responde entre sorprendido y enfurecido—. Por culpa de ese infeliz es que ahora mismo mí hijo está en una camilla de hospital sin poder respirar bien por su propia cuenta. Si ese monstruo le daba un golpe más, le hubiera roto la nariz al punto de que jamás habría podido volver a respirar por ella —anuncia y, no puedo negar que me toma por sorpresa todo eso, pero ni así creo que Axel sea un monstruo como él lo está llamando—. ¿En serio dejarás que alguien como él se junte con tu hija?
Me tenso y miro a mi mamá, rogando porque no crea que Axel es un peligro para mí, porque yo sé que no lo es. No pondría mis manos al fuego por él, pero sí sé que nunca estaría en peligro a su lado. Lo conozco.
—¿Tengo que volver a repetirte qué es lo que debes de hacer, si es que quieres que deje pasar todo este suceso por alto? —inquiere mi mamá, ignorando por completo todo lo que Alan ha dicho de Axel.
Eso logra aliviarme un poco, pero esta situación sigue manteniendo mis músculos tensos al punto que llegan a doler.
—No lo haré —contesta Alan, mirando fijamente a mi mamá—. Ese maldito merece estar tras las rejas por lo que le ha hecho a mi hijo.
Ambos vuelven a verse por varios segundos, para luego mirar a mi mamá asentir con la cabeza y sacar el celular del bolsillo de su pantalón.
La veo entrar en la agenda, para luego buscar un número y, acto seguido, apretar el botón de llamar. Se lleva el celular a la oreja y -según yo- vuelve a mirar a Alan.
—Está bien —cede el hombre pelinegro y con su traje todo arrugado frente a nosotras—. Iré a quitar la denuncia hacia... Axel Vescovi.
No sé qué cara hace mi mamá, pero sigue con su celular en la oreja, logrando paniquear a Alan.
—¡Carol, linda, hola! —saluda mi mamá con efusividad, como si ahora mismo no estuviéramos en una situación delicada—. ¿Cómo está el chico? —pregunta y frunzo el ceño confundida, puesto que no sé con quién habla, ni de quién—. ¿Sabes a quién me acabo de cruzar en el supermercado? A Alan D'Alessandro, si, si, el que denunció a ese pobre chico —dice y puedo ver el rostro del padre de Luca pasar por mil emociones a la vez—. Bueno, resulta que no sé bien qué sucedió, pero me dijo que iría a sacar la denuncia que le hizo a Axel. Si, al parecer no lo pensó bien al momento de hacerla, ya sabes, no pensó por la gravedad de su hijo, pero entonces descubrió que el chico no tenía nada que ver en el asunto. —Se calla, supongo que porque la otra parte está hablando ahora mismo.
>>Exacto, como madre también lo entiendo totalmente. Bueno linda, te llamaba para informarte que en media hora o quizá una hora esté llegando Alan para quitar la denuncia. —Silencio. El padre de Luca todo lo que puede hacer es mirar fijamente a mi mamá, hasta parece incrédulo—. Ah, y Carol, ¿podrías llamarme cuando le haya quitado la denuncia, por favor? Muchas gracias, linda, que tengas una buena jornada, hasta luego. —Cuelga la llamada y vuelve a guardar el celular en el bolsillo de su pantalón—. ¿Por qué sigues aquí? ¿No deberías estar yendo a la comisaria a quitar tu denuncia?
Alan pasa su mirada de mi mamá a mi y viceversa, para luego girar nuevamente sobre sus talones y ahora sí salir de mi casa.
La puerta se cerró de golpe, dejándome temblando pero orgullosa de haberme mantenido firme en su momento, y mas orgullosa de la mamá que tengo.
Tanto mi mamá como yo soltamos el aire que no sabíamos qué teníamos retenido en nuestros pulmones, para luego ella girar y así poder abrazarme con fuerza. Me aferro a su camisa, tratando de convencerme que ya estoy bien, que estamos segura.
Nos alejamos después de unos segundos y deja el jarrón donde estaba, para luego agarrar las bolsas del super.
—Dejaré esto, ¿quieres que te prepare un té para calmarte los nervios? —pregunta mientras camina en dirección a la cocina.
—No, gracias —respondo como puedo, porque aún puedo sentir el nudo en mi garganta.
—De acuerdo, amor.
Veo la foto de Luca en el suelo, y no sé cuando se le cayó a Alan, pero la recojo del suelo de todas formas.
Camino hacia el sofá y me siento sobre el, tratando de calmarme mientras la adrenalina sigue corriendo por mis venas. Miro la foto de Luca en el hospital, su rostro magullado y vendado, y un sentimiento de compasión se apodera de mí. No quiero que nadie sufra, pero tampoco puedo permitir que la violencia quede impune.
Mi mente se llena de preguntas y dudas. ¿Había hecho lo correcto al denunciar a Luca? ¿Seré capaz de enfrentar las consecuencias de mis acciones? Veo a mi mamá pasar con su taza de café hacia la entrada, para luego volver y sentarse a mi lado, demostrándome su apoyo. Sonrío entre sus brazos, sabiendo que no puedo dar marcha atrás. He tomado una postura por lo que creo que es correcto y no puedo abandonarla.
—Iré a tomar una ducha para relajarme —informo y mi mamá asiente con la cabeza, para luego depositar un beso en mi coronilla antes de que me aleje completamente.
Me levanto del sofá, decidida a seguir adelante, sin importar lo que sucediera. Me recuerdo a mí misma que no estoy sola en esto. Tengo el apoyo de mis amigas, de Gael, mi mamá y sobre todo Axel, quien arriesgó mucho al intervenir para protegerme.
Llego hasta mi cuarto y cuando cruzo por la puerta, de reojo puedo ver mi reflejo en el espejo de cuerpo semi completo, haciendo que detenga mi caminar. Me miro fijamente, buscando fuerza en mi propia mirada. Sé que tengo que ser valiente y mantenerme firme en mi posición. No puedo dejar que el miedo me paralice.
"Lo que hice fue lo correcto", me repito a mí misma en voz alta. "Ya no puedo seguir permitiendo que me lastimen como lo ha hecho Luca. Debo ser mi mayor prioridad, así esté temblando de miedo".
Inhalo hondo y no aparto la mirada de mi reflejo ni un segundo, tratando de convencerme de que yo puedo.
"You did well, Kate. You can do it", me repito ahora en inglés, puesto que por alguna extraña razón que desconozco, hablar en inglés me da un poco de la confianza que suelo carecer a veces.
----***----
Ingreso por las puertas del instituto, rogando porque sea una buena mañana, un buen lunes, pero esa ilusión se esfuma de inmediato al saber que algo estaba pasando. El zumbido de las conversaciones llenan el aire, y todos los ojos se volvieron hacia mí mientras avanzo por los pasillos. Puedo sentir los murmullos, las miradas furtivas y los gestos señalando en mi dirección. Algo grande había sucedido, y estaba claro que estoy en el centro de la atención.
Mientras me dirijo hacia mi casillero, escucho fragmentos de conversaciones que me helaron la sangre. Hablan de la fiesta del viernes por la noche, o bueno, más bien del acontecimiento de la madrugada del sábado, es decir, de la pelea entre Luca y Axel. Y lo peor de todo: escuchar cómo hablan mal de Axel. Las palabras de desprecio y las acusaciones se cuelan en mis oídos, haciéndome sentir una ira repentina que me recorre el cuerpo.
Me siento aliviada al ver mi casillero más cerca, porque con cada paso puedo sentir cómo las miradas de curiosidad y especulación se clavan en mi espalda, haciéndome sentir incómoda, porque si bien ser el centro de las miradas entre los estudiantes suele pasarme bastante desde que soy popular, pero nunca sentí que fueran tantas miradas de desprecio, decepción o malicia.
Susurros llenan el aire a mi paso, y de nuevo, es inevitable escuchar fragmentos de conversaciones sobre lo que había sucedido. "¿Has oído lo que hizo Kate en la fiesta?", "Dicen que Axel la defendió de Luca", "¡Eso fue tan valiente!", "También escuché que Axel se volvió loco y golpeó brutalmente a Luca", "Creo que deberían expulsarlo", "Ese tipejo debería estar tras las rejas".
Mi corazón se hunde con cada palabra que escucho. Sé que las historias siempre se distorsionaban a medida que se extendían, pero escuchar cómo difaman a Axel me hace hervir la sangre. Él había hecho algo increíblemente valiente al protegerme de Luca, quien no dudo en serme infiel y golpearme el mismo día de mi cumpleaños, que va, ni porque fuera mi cumpleaños, jamás tuvo que hacerme eso. Pero en lugar de reconocer su acto de buen amigo, la gente parece empeñada en condenarlo.
Llego a mi casillero y comienzo a sacar las cosas que necesitaría para mi primera clase, mientras que, sin poder evitarlo, sigo escuchando todo lo que se dice de nosotros tres. Creo que lo que más me molesta de todo esto no es que se hable mal de Axel o de mí, es que no se hable nada malo de Luca, cuando el que ocasionó todo esto fue él.
Y es entonces cuando un flashback sacude mi cabeza, haciendo que cierre los ojos con culpa, a la vez que suelto un suspiro y me agarro de la puerta metálica color roja.
¿Lo empecé yo al golpear primero a Luca? ¿Y si no hice nada bien y en realidad hice todo mal? ¿Cómo pude permitir que mis emociones me ganaran en ese momento? Quizá si, no hubiera actuado sin pensar, nada de esto estaría ocurriendo. "Tonta, tonta y mil veces tonta, Kate".
Puedo sentir una profunda ansiedad empezar a consumirme cuando pienso en el hecho de haber hecho las cosas mal y cómo eso ha llevado a consecuencias desafortunadas. Me siento culpable, como si toda la responsabilidad recayera sobre mis hombros. Es desgarrador pensar que Axel está pasando por problemas debido a mis acciones o decisiones equivocadas.
Mi mente se llena de preocupaciones de repente. Me pregunto una y otra vez qué hubiera pasado si hubiera actuado de manera diferente, si hubiera tomado decisiones más acertadas. Me atormento con pensamientos negativos, sintiéndome más responsable de lo que está sucediendo.
Mi corazón comienza a palpitar rápidamente, como si estuviera corriendo una carrera sin descanso. Siento sus latidos fuertes y acelerados resonando en mi pecho, y se vuelve difícil controlar ese ritmo frenético. Mis labios se vuelven secos y ásperos, como si toda la humedad hubiera sido absorbida por el miedo y la preocupación. Puedo sentir cómo se agrietan ligeramente, y la sensación se vuelve incómoda. Incluso puedo notar cómo tienden a temblar, revelando el nivel de tensión que estoy experimentando. Un nudo en el estómago se forma, apretando cada vez más mis entrañas. Es como si una mano invisible lo estuviera apretando con fuerza, causando malestar y una sensación constante de incomodidad. El nudo parece aferrarse a mí, recordándome constantemente que algo salió mal y que soy responsable de ello. Mis manos también comienzan a temblar ligeramente, revelando mi estado de nerviosismo. Puedo ver cómo los temblores recorren mis dedos, como pequeñas descargas eléctricas. Incluso cuando estoy agarrada a la puerta del casillero para encontrar estabilidad, siento que esa leve vibración se mantiene. Mis manos parecen traicionarme, recordándome una vez más que estoy lidiando con esta ansiedad que me consume.
"No. No, Kate. No puedes perder contra ti misma. Debes mantenerte fuerte por Axel", me recuerdo en medio de todos los murmullos negativos que hay en mi cabeza y cierro los ojos con más fuerza, dándome cuenta que mi parte serena tiene razón. Debo ser fuerte por Axel.
En medio de esa ansiedad abrumadora, me tomo un momento para concentrarme en mi respiración. Siento cómo el aire entra por mi nariz, llenando suavemente mis pulmones, y luego lo suelto lentamente, liberando todas las tensiones acumuladas. Repito este ciclo de inhalación profunda y exhalación lenta varias veces, permitiendo que mi respiración se convierta en una ancla que me lleva hacia la calma. Con cada inhalación, visualizo cómo el aire fresco y purificador llena mi cuerpo, llevando consigo una sensación de paz y tranquilidad. Siento cómo mis pulmones se expanden, como si estuvieran abrazando ese aliento restaurador. A medida que exhalo, imagino que estoy liberando todas las preocupaciones, el miedo y la tensión que había acumulado.
Trato de recordarme a mí misma que no hice nada malo. Repito en mi mente que las cosas suceden por alguna razón, y que no puedo cargar con toda la culpa y responsabilidad de lo que ocurrió. Acepto que soy humana y que cometer errores es parte de la vida. Debo entender que, aunque yo haya actuado primero, eso no justifica las acciones de Luca. Me repito que cada individuo es responsable de sus propias decisiones y comportamientos.
A medida que continúo respirando de esta manera consciente, puedo sentir cómo mi cuerpo comienza a relajarse gradualmente. Los músculos tensos se aflojan, liberando la presión acumulada. Siento cómo los latidos acelerados de mi corazón comienzan a disminuir su ritmo, volviéndose más rítmicos y tranquilos. Los pensamientos ansiosos y agobiantes se desvanecen poco a poco, dejando espacio para la claridad mental y la perspectiva calmada. Me permito observar esos pensamientos desde una distancia segura, reconociéndolos pero sin permitir que me arrastren hacia la espiral de la ansiedad. La tensión en mi estómago comienza a disiparse, el nudo desaparece gradualmente, y la sensación de alivio reemplaza la opresión.
Abro los ojos en cuanto escucho otro comentario atacando a Axel. "No deberíamos permitir que un monstruo como él esté en nuestra escuela". La ansiedad se fue completamente de mí, dejando el paso libre hacia el enojo que no duda en controlar todo mi cuerpo. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras hablan mal de Axel.
Cierro la puerta del casillero con bastante fuerza, provocando que este se azote y genere un sonoro ruido, a la vez que los casilleros a su lado repercuten en el sonido y el movimiento. Me dirijo hacia el grupo de estudiantes que se encuentran apoyados en la pared al final del pasillo, donde las voces más fuertes y negativas resuenan con mayor fuerza. Con cada paso, mi determinación crece y mi voz interior me impulsa a levantarme por Axel.
No tardo mucho en darme cuenta que quien dice todas esas tonterías es Eric, amigo y compañero de futbol americano de Luca, otro imbécil más de la lista de ese equipo.
—¿Quién te crees para hablar de Axel de esa manera? ¿Sabes siquiera lo que realmente sucedió en la fiesta? —cuestiono, parándome delante de él, sin importarme la diferencia de altura y que estuviera acompañado de más estudiantes.
La tensión se palpa en el aire mientras me enfrento a Eric, quien lideraba el ataque verbal contra Axel. Su rostro todo lo que refleja es desprecio hacia mi persona, y puedo decir que es mutuo. Jamás le caí bien, ni él a mí.
El castaño me mira con una sonrisa burlona, para luego chasquear con su lengua a la vez que niega con la cabeza.
—No tienes derecho a hablar, Katy —asegura, haciendo que alce una ceja incrédula de lo que dijo y me cruce de brazos—. Si no hubieras provocado a Luca, nada de esto habría sucedido. Eres la causante de este problema—afirma con desprecio en su voz, ya no hay ni una pizca de burla en su rostro.
Puedo sentir el enfado arder en mi interior. ¿Cómo se atreve a culparme por lo que había sucedido? Pienso en contarle la verdad, lo que realmente ocurrió, pero algo hace clic en mi cabeza. Me doy cuenta de que por más que cuente la verdad, no me creerán. Es más, pueden distorsionar mis palabras, pintarme como la villana de la historia, y en vez de ayudar, podría arruinarlo todo.
Decido no revelar lo que había ocurrido esa noche, al menos no en este momento. En lugar de eso, me armo de coraje y me decido por defender a Axel.
—Debo admitir que tu teoría es fascinante —respondo, logrando sorprenderlo porque de seguro no se esperaba a que le diera la razón, de cierta manera—. Según tus cálculos, mi simple existencia y unas palabras inocentes son capaces de convertir a Luca en un ser descontrolado y violento. Debo tener un superpoder oculto, ¿verdad? —cuestiono con sarcasmo, y puedo escuchar a los demás estudiantes tratar de contener la risa, mientras que Eric me mira más enfadado que antes.
—Vaya, Kate, parece que has cambiado de bando. No puedo creer que esté deciciendo esto, pero te estás perdiendo una gran oportunidad de mantenerte en el círculo de los populares. Piénsalo bien —dice Eric, tratando de jugar con mis dudas y mi lealtad hacia mi posición social.
Ambos sabemos que es algo que me importa mucho, pero lo que él no sabe es que puedo mandar al caño todo eso con tal de defender a los que quiero.
—Eric, no me importa lo que piensen los demás o si pierdo mi estatus —aseguro, sin dejar de mirarlo a sus ojos cafés, para que sepa que hablo con sinceridad—. No voy a quedarme callada mientras hablas mal de alguien sin saber la verdad, porque Axel no es el monstruo aquí —digo con convicción, más que segura de mis palabras.
Los murmullos a mi alrededor se intensifican mientras los estudiantes se dan cuenta de que algo esta sucediendo. Muchos me miran con curiosidad, esperando mi siguiente movimiento, o el de Eric.
—¿Sigues defendiendo a ese monstruo? —pregunta con algo de repulsión. Mi paciencia está llegando a su límite. No puedo tolerar más sus palabras hirientes y sus acusaciones infundadas. Siento una mezcla de ira y tristeza por la injusticia que se está cometiendo contra mi rubio favorito—. No puedo creer que seas tan ciega, Kate. Axel debería ser prohibido de ingresar a este instituto y estar tras las rejas por lo que hizo a Luca —afirma con un tono despectivo, y por más que no dejo de mirarlo, puedo escuchar como los demás murmuran en concordancia con él.
—No tienes ni idea de lo que estás hablando. Tú no estuviste allí esa noche —contesto, tratando de mantener la calma—. Axel solo estaba protegiéndome... —Su risa cínica me interrumpe.
—Oh, claro, el pobre Axel, el héroe que solo estaba defendiendo a una damisela en apuros, ¿no? —inquiere, entrecerrando levemente los ojos, desafiándome de alguna manera—. Ya todos conocemos esa historia, linda, no te gastes. Axel siempre es un monstruo, pero todas esas veces se lo ha justificado con que es para defender a una pobre alma en desgracia —menciona y, de nuevo, obtiene la aprobación del público, mientras que todo lo que puedo hacer yo es clavarme las uñas en la piel de mi brazo, tratando de seguir manteniendo la calma. Como dice mi mamá: el que se enoja, pierde. No quiero perder—. ¿Hasta cuándo seguiremos justificando su personalidad repugnante? ¿Acaso no te das cuenta de que estás siendo manipulada? Él es un verdadero peligro para todos nosotros, él es el villano aquí, no lo es Luca.
Mi indignación alcanza su punto máximo. No puedo creer la manipulación de este chico, la labia que utiliza, y como todos caen ante sus palabras.
—No puedes juzgar a Axel sin conocer toda la historia —aseguro, negando con la cabeza, para después mirar a los presentes de manera rápida antes de volver mi vista hacia los ojos cafés del castaño—. No te importa escuchar los hechos reales, solo quieres perpetuar tu propio prejuicio. Pero déjame decirte algo: Axel es más valiente y noble de lo que jamás podrías ser tú, o cualquier otro presente aquí mismo que está juzgándolo sin saber —menciono en voz alta, volviendo a ver a todos—. Si sigues hablando de él de esta manera, o de cualquier otra, no te quedarás sin consecuencias —digo firme, volviendo a ver a Eric a los ojos.
Alza las cejas, para luego soltar una pequeña risa burlesca y se acerca a mí, intentando intimidarme con su presencia.
—¿Crees que puedes asustarme? No tienes idea de lo que estás metiendo, Kate. —contesta, a tan solo unos pasos de distancia de mí, pero no me intimida para nada—. Axel es un peligro, y si tanto lo defiendes, eso significa una sola cosa: tú también lo eres.
Sonrío de lado a la vez que doy un paso en su dirección, acortando con la distancia entre nosotros. No sé si es porque estoy realmente enfadada o porque somos de la misma altura, pero él no me genera ni una pizca de nada más que repulsión.
Mis ojos se llenaron de determinación mientras lo enfrentaba sin temor. "No me importa lo que pienses de mí. Estoy aquí para defender a mi amigo y lo haré sin importar las consecuencias. No permitiré que sigas difamando a Axel y arruinando su reputación. Te advierto que no lo subestimes".
—Oh, querido, estás muy equivocado si crees que me estás asustando —digo, mientras lo enfrento sin temor, sintiéndome determinada de cerrar con esta absurda conversación de una vez por todas—. Tu intento de intimidación es simplemente adorable. —Frunzo la nariz y le sonrío ligeramente en una mueca que suelo hacer cuando veo algo tierno—. Pero déjame aclarar algo: si crees que Axel y yo somos un peligro, tal vez deberías considerar las consecuencias de tus palabras. Adiosito.
Me mira en silencio, sin saber qué decir, es evidente que no esperaba esta reacción de mi parte. Con una sonrisa serena en mi rostro, aparto la mirada de Eric y su intento fallido de intimidación. No vale la pena desperdiciar mi energía en alguien que se aferra a prejuicios infundados.
Muevo con gracia mi cabello hacia un lado y me dirijo lentamente hacia mi siguiente clase, justo a tiempo cuando suena la campana. Cada paso que doy está lleno de determinación y confianza en mí misma. Dejo atrás las palabras hirientes y los gestos despectivos, sabiendo que no me definen. Mi verdadera fuerza reside en la capacidad de elegir a quién le doy mi tiempo y a quién permito influir en mi vida.
A medida que el día avanzaba, noto que algunas personas se acercan a mí discretamente, mostrando su apoyo silencioso. Algunos me dan una sonrisa de aprobación, mientras que otros simplemente asienten con la cabeza. Aunque sé que probablemente pierda mi lugar en el círculo popular, estoy decidida a que eso no me afecte, puesto que si pongo en una balanza mi amistad con Axel o la popularidad, Axel gana por muchísimo.
---***---
Camino por los pasillos del instituto y a lo lejos puedo divisar a Axel, eso acelera mi corazón de emoción porque no sabía si había venido o no y que, esté aquí, quiere decir que de verdad el padre de Luca había quitado su denuncia.
—¡Axel! —grito, esperanzada de que me escuche y, lo hace, porque deja de caminar y gira a verme.
Ansiosa por encontrarme con él y agradecerle por su valiente acto de defenderme, empiezo a caminar a paso rápido para llegar más pronto a su encuentro. Sin embargo, al acercarme a su encuentro, noto que algo no está bien. Axel evita mi mirada a toda costa.
—Necesitamos hablar —digo ahora con menos efusividad que antes, de hecho, hasta creo que soné tímida.
—Ahora no puedo —responde, aun rehuyendo de mi mirada, para luego girar sobre sus talones y empezar a caminar de manera rápida, alejándose de mí.
Me quedo paralizada, sin comprender lo que está sucediendo. ¿Por qué Axel está evitándome? ¿Qué ocurrió para que se sintiera así? Mi mente se llena de preguntas y preocupación.
Decido no rendirme y empiezo a perseguirlo, pero al ser mucho más alto que yo, logra caminar más rápido haciendo así que lo pierda de vista. Tardo algunos minutos, pero finalmente lo encuentro en el patio trasero del instituto. Está solo, sentado en el césped con su espalda apoyada contra un árbol, con la mirada perdida en el horizonte.
Inhalo hondo y camino a paso lento hacia él. Está tan absorto en sus pensamientos que no me escucha, ni se da cuenta cuando me siento a su lado.
—Axel, necesitamos hablar —digo con voz temblorosa pero determinada, no dejaré que vuelva a huir de mí.
Se sorprende al escucharme y levanta su cabeza, haciendo que sus ojos se encuentren con los míos por primera vez en días, porque incluso el sábado en la comisaría huyó de mi mirada. Siento mi corazón estrujarse y mi estómago hundirse al ver sus bellos ojos verdes llenos de tristeza y, algo que me lastima aun más al reconocerlo de inmediato: autodesprecio.
—Kate, lo siento —dice, soltando un suspiro para volver a ver al frente—. No puedo enfrentarte después de lo que hice. No merezco tu amistad. Me siento avergonzado de mí mismo —admite y puedo ver como retuerce sus dedos con un poco de fuerza, como solía hacer cuando empezamos a tratar y le costaba decirme algo por pena.
Al escuchar las palabras de Ax, siento un profundo dolor y tristeza. Me duele saber que se siente avergonzado y triste por lo ocurrido, por mí, por él. La vergüenza y la responsabilidad me abruman, y desearía poder cambiar las cosas.
Me cuestiono una y otra vez si pude haber evitado esta situación, si mis acciones realmente han lastimado a mi amigo de esta manera. La vergüenza también se apodera de mí, haciéndome sentir pequeña e insignificante. Me avergüenzo de haber sido parte de algo que ha llevado a Axel a sentirse de esta manera. Pero, esto no es sobre mí, es sobre él y debo mostrarle mi apoyo. Debo hacerle sentir que estoy aquí para él.
—Axel, entiendo que te sientas avergonzado, pero no puedes alejarte de mí, eso no es ni siquiera una opción —aseguro, haciendo que gire a verme algo sorprendido. Realmente me duele ver que de verdad planeaba alejarse de mí—. Lo que hiciste aquella noche fue para protegerme, y aunque las cosas se salieron de control, sigo viéndote como mi amigo —digo con sinceridad, sonriendo un poco para que sepa que es verdad.
Desvía la mirada, lleno de autodesprecio, enojado con sí mismo.
—No quiero lastimarte, ni a nadie más —responde con la voz baja, pero seguro de lo que está diciendo—. No puedo permitirme cometer esos errores de nuevo, está vez sí me di miedo, Kate —confiesa y lo puedo ver tragar saliva.
Mi corazón se llena de compasión mientras busco sus ojos con determinación. Coloco una mano en su hombro, para que sepa que no está solo.
—Axel, todos cometemos errores —aseguro con voz suave, compasiva, pero totalmente firme. Si bien soy alguien que no se permite errores, no quita el hecho de que sé que, somos humanos, y de los errores se aprende—. Todos luchamos con nuestras propias batallas internas, pero eso no significa que estemos destinados a repetirlas una y otra vez. Eso no nos define por completo. —Me mira de reojo y sonrío, demostrándole la sinceridad de mis palabras con ese gesto—. No puedo negar lo que pasó, pero tampoco puedo negar que sigues siendo mi amigo. No te veo como un monstruo. Veo a alguien que cometió un error, pero que también es capaz de aprender y crecer.
Axel suelta un suspiro pesado, como si suspirara para liberar la carga que lleva dentro, expresando de manera silenciosa todo lo que está sintiendo. Su rostro refleja un conflicto interno.
—¿Y si vuelvo a equivocarme? ¿Y si no puedo controlarme? —suelta sus temores más grandes en voz alta, sin apartar su mirada de la mía.
Levanto una mano y acaricio su mejilla con ternura, a la vez que sonrío demostrándole mi apoyo.
—Estaré aquí para ayudarte —respondo con seguridad—. Juntos encontraremos la manera de superar tus miedos y tus luchas. No puedo prometerte que todo será perfecto, pero prometo que no te abandonaré. Creo en ti, Axel.
Exhala profundamente, permitiendo que mis palabras y mi toque reconfortante lo calmen gradualmente. Sus ojos reflejan una mezcla de gratitud y vulnerabilidad mientras se aferra ligeramente a mi mano.
—No puedo evitar sentir miedo de volver a cometer los mismos errores —susurra, su voz temblorosa pero llena de determinación.
—Es parte de ser humano, pero no define quién eres —respondo, tratando de tranquilizarlo—. Lo importante es aprender de ellos y seguir adelante. Estoy aquí para apoyarte, para recordarte que eres más que tus acciones pasadas. —Sonrío con cariño, sin apartar mi mano de su mejilla—. No importa cuántas veces te equivoques, siempre estaré a tu lado, brindándote mi apoyo incondicional.
Noto cómo su respiración se vuelve más tranquila y sus hombros se relajan gradualmente. Un destello de alivio cruza por su rostro procesa mis palabras. Un peso parecía haber sido levantado de sus hombros.
—Gracias por creer en mí y por estar aquí para mí —dice en voz baja, con un atisbo de gratitud en sus ojos.
Le doy un abrazo cálido y reconfortante, sintiendo cómo nuestros corazones se conectan en ese momento de vulnerabilidad compartida.
—Siempre estaré aquí, Axel. No tienes que enfrentar tus miedos y luchas en soledad —respondo y puedo sentirlo estrecharme con un poco más de fuerza—. Juntos encontraremos el camino hacia la superación y el crecimiento. Eres valiente por enfrentar tus temores y estoy orgullosa de ti.
El abrazo se convierte en un refugio para ambos, una conexión física y emocional que trasciende las palabras. Cuando nuestros cuerpos se encuentran en ese abrazo cálido, puedo sentir su cercanía y su apoyo envolviéndome.
Puedo sentir el calor de su cuerpo transmitiéndome una sensación de seguridad. Percibo su respiración acompasada con la mía, como si nuestros corazones latieran al unísono. Siento cómo mis preocupaciones y miedos se disipan lentamente, reemplazados por una sensación de paz y consuelo. Distingo su amor, amistad y apoyo incondicional, lo cual me llena de gratitud y me da fuerzas para seguir adelante.
—Pero por fa, no le vayas a decir a nadie que somos amigos —dice, cortando con el cálido momento que habíamos formado—. Wakale que crean que soy amigo de una pelirroja.
Sin poder evitarlo, río divertida por su broma para aligerar el ambiente cargado de emoción.
—Si serás idiota —respondo, alejándome de él a la vez que le propino un ligero golpe en el brazo, haciéndolo sonreír divertido a la vez que me guiña el ojo.
✨️ GAEL ✨️
Camino por los pasillos del instituto junto a Liam, con la preocupación clavada en mi pecho. No he sabido nada de Kate desde el sábado, cuando la dejé en su casa después de todo lo ocurrido. Quería darle su espacio para procesar todo, pero no poder hablar con ella me tiene inquieto.
A medida que avanzamos, no puedo evitar notar el revuelo de chismes que giran en torno a Kate, Axel y Luca. Es evidente que la situación había tomado proporciones exageradas, y no me gusta ver cómo hablan mal de ellos sin conocer toda la historia.
Decido tomar cartas en el asunto y proteger a mis amigos de aquellos que solo querían hacerles daño. Con una sonrisa maliciosa en mi rostro, saco mi libreta de bromas y un bolígrafo, listo para anotar los nombres de cualquier estudiante que escuchara hablar mal de Kate o Axel. Tengo algo especial planeado para ellos en mis próximas bromas.
Después de todo, hace mucho que no me paso por detención. Seguro que me extrañan por esos lares, no puedo darme el lujo de ser una persona extrañable, según Connor, eso podría generarme un mal de ojo, o algo así.
Mientras recorremos los pasillos, Liam y yo vamos atentos a las conversaciones. Cada vez que escucho un comentario negativo, anoto el nombre de la persona sin perder la compostura. Pero entonces, algo capta mi atención en la distancia.
Es Kate discutiendo con un chico que logro reconocerlo como el tonto amigo de Luca.
—¿Cómo es que se llama? —inquiero, señalando con mi barbilla el lugar que mis ojos no dejan de ver.
—¿Quién? —pregunta Liam a mi lado, para después seguir mi mirada—. Ah, ¿Eric? —cuestiona y asiento con mi cabeza, entones añade—: Se llama Eric Synon, compartes la primera clase con él —comenta mi grandioso amigo, pero aun así giro a verlo confundido—. Ahora tienes geografía —me recuerda, haciendo que asienta nuevamente con la cabeza.
—Cierto, cierto, ya lo recordé, se sienta en la fila de la derecha, exactamente en la sexta fila, justo al lado de la ventana —digo, haciendo memoria de las veces que lo vi ahí.
—Me sorprende que recuerdes eso, pero no que tenías geografía —habla Connor, llegando a nuestro lado, logrando asustarnos, cosa que lo hace reír por lo bajo.
—Prioridades —respondo con simpleza, encogiéndome de hombros, haciendo reír a mis amigos.
Los tres volvemos a ver a la pelirroja, quien no se deja intimidar por Eric. Seguro ese papanatas dijo algo sobre Axel como para que Kate esté así de enojada. Aunque a simple vista se la ve tranquila y manteniendo la calma, puedo ver como aprieta sus dedos contra su brazo debido a que los tiene cruzados por debajo de su pecho, y esa es una clara señal de que está resistiendo con todas su fuerzas de no insultar al tonto de Eric.
Aunque mi instinto me dice que intervenga, algo en la forma en que Kate maneja la situación me indica que tiene todo bajo control. Es valiente y segura de sí misma mientras defiende a Axel, demostrando una fortaleza que me llena de orgullo.
Mi confianza en Kate me hizo cambiar de opinión. Sabía que podía manejar la situación y que no necesitaba mi intervención. Así que decido dejarla actuar. Sin embargo, no puedo resistir la tentación de hacerle una broma a Eric en la clase que compartimos.
—Connor, tú estuviste en primer año en el equipo de fútbol americano, ¿cierto? —cuestiono, apoyándome contra los casilleros, pero sin dejar de ver a la pelirroja.
Si bien confío en que ella pueda llevar la situación, mi propia experiencia me dice que no puedo confiar en casi nadie del equipo, y menos si estos son amigos de Luca. Más de una vez he tenido que correr de ellos por problemas que involucraban una pelea y, posiblemente, mi preciosa nariz rota.
—Estuve dos semanas —contesta y lo puedo sentir mirarme confundido—, ¿por?
—¿Por qué era que no quieres volver?
—Porque no sabía que Eric le tenía miedo a las arañas y Luca... —Se calla de repente, como si acabara de entender mi plan—. Oh.
—Gracias —digo feliz, palmeando su hombro mientras sonrío con emoción.
Es la oportunidad perfecta, porque el otro día descubrí que en mi casillero había una telaraña al fondo -debo limpiarlo, ahora que lo pienso-, y eso quiere decir que si hay un tejido, debe estar ahí la tejedora, o como sea el dicho para una ocasión así.
Me alejo de los chicos, dispuesto a dirigirme hacia mi casillero antes de que el timbre suene, impidiendo que lleve a cabo mi plan maestro.
Cuando menos me doy cuenta, los dos están siguiéndome y lo agradezco mentalmente, porque si bien no le tengo miedo a los insectos, no quita el hecho de que les tengo mucho respeto, y más desde que leí que una picadura de araña no te vuelve Spiderman, sino más bien pueden llegar a paralizarte o matarte.
—¿Qué haces? —cuestiona Liam, mientras empiezo a poner la contraseña de mi candado para abrir el casillero.
—Oh, es que tengo una telaraña en el fondo de mi casillero —explico, sacando el candado para luego abrir la puerta metálica—, y si hay una, seguramente hay una araña, ¿no creen?
—¿Cómo es posible que seas tan cochino como para tener una telaraña? —inquiere Connor, mirándome con desaprobación y me encojo de hombros, demostrándole con esa acción que no tengo una respuesta para dar.
—En fin, gracias a ella podré hacer una "aracnobroma" —digo divertido y río por lo bajo de mi propio chiste, pero me callo al notar que ellos no ríen—. ¿Entienden? —pregunto esperanzado a que lo hagan—. Aracno...
—Para nuestra desgracia sí, entendimos —responde Liam, bastante decepcionado de mi mal juego de palabras, haciendo reír a Connor, pero yo solo me dedico a mirarlos mal.
—No se merecen mis chistes de arañas —aseguro, prendiendo la linterna de mi celular para alumbrar hacia la telaraña.
—No ofendas los chistes, por favor —contesta ahora Connor, molestándome como lo hizo Liam, haciendo que ahora sea el castaño quien ría, y, de nuevo, los miro mal.
Sacudo la cabeza, ignorando su pésimo gusto para lo divertido, y estiro mi mano hacia la telaraña, pero Liam me interrumpe.
—Espera un momento —dice, y giro a verlo para que me diga qué es lo que sucede—. ¿Tenemos algún plan para atraparla? No puedes simplemente tomarla con la mano.
Es cierto, no lo había pensado.
—¿Con quién crees que hablas? Siempre tengo un plan, Liam —miento, mientras bufo divertido por lo que dijo, a la vez que hago funcionar mi cabeza a toda velocidad para que piense en un posible plan—. Tú serás el señuelo, mientras tanto, Connor y yo estaremos preparados para el ataque.
—¿Por qué tengo que estar preparado para el ataque? —cuestiona Connor, frunciendo ligeramente el ceño—. De hecho, ¿de qué ataque hablas?
—Porque si Liam no logra atrapar la araña, ella podría saltar en tu dirección —respondo como si fuera algo obvio y lo veo asentir con la cabeza, dándome la razón.
—¡Espera un segundo! —interviene Liam, mirándome completamente ofendido—. ¿Me estás usando como cebo para la araña?
—¡No, no! —Niego con la cabeza, para luego menearla de una lado a otro—. Bueno sí, pero solo un poquito. Confía en mí, lo tenemos bajo control —aseguro, aunque la verdad no sé lo que estoy diciendo—. Ahora, acércate lentamente al casillero y cuando la araña se distraiga contigo, intentaremos atraparla con... —Me callo, observando qué es lo que tengo adentro del casillero—. Este vaso de plástico que por alguna razón tengo guardado, ya recordaré qué tipo de broma quería hacer con esto, pero mientras, nos sirve.
Liam asiente con la cabeza y, aunque no está del todo seguro, acerca su dedo hacia la tela de araña para moverla y tratar de sacar a la pequeña amiguita de su escondite. Pero, sin esperarlo, saca rápidamente la mano de mi casillero y empieza a moverla con desesperación.
—¡Se me subió al dedo! ¡Se me subió al dedo! —lloriquea, sin dejar de mover su mano, haciéndome reír divertido.
—¡Te asusta una pequeña araña! —comento entre risas y apuntándolo con mi dedo índice.
Veo que deja de mover la mano y se dedica a observarla, buscando a nuestra pequeña amiga arácnida.
—Am... Gael —habla Connor, llamando nuestra atención y cuando giramos a verlo, noto que él no deja de observar mi frente e incluso se señala la suya—. Tienes la... Es decir, la... Ya sabes, está en tu frente —menciona, y a pesar de que al inicio no lo entiendo, empiezo a entrar en pánico en cuanto comprendí que hablaba de la araña.
—¡Quítamela, quítamela! —lloriqueo ahora yo, pero sin animarme a tocarme la frente, mientras sacudo mi cabeza de un lado a otro.
Me quedo quieto en cuanto siento el golpe de Connor contra mi frente, haciendo que lo mire incrédulo. Aleja sus dedos de mi rostro, para luego enseñarme que, en su dedo del medio, yace nuestra pequeña amiga de ocho patas ahora muerta.
—Eres un asesino —menciono, sin dejar de ver su mano.
—Y tú un llorón —contraataca el moreno, entonces me encojo de hombros.
—¿Y ahora? —cuestiona Liam, llegando hasta nosotros para también observar a la araña—. Vaya que era más pequeña de lo que se sentía.
—¿Verdad que si? —pregunto, girando a verlo sorprendido—. Se sentía como si tuviera una tarántula en la frente, en vez de a esta minúscula cosita.
—Totalmente de acuerdo y...
—¡Chicos! —exclama Connor, haciendo que giremos a verlo a la vez que nos callamos—. Esta era la araña para tu broma, ¿cierto? —cuestiona, logrando que recuerde lo que iba a hacer.
—Chanfles —maldigo, soltando un pequeño bufido—. Bueno, igual me va a servir.
Se la quito con cuidado del dedo, para luego posarla con sumo cuidado dentro del vaso de plástico y, acto seguido, comenzar a caminar hacia la clase de geografía.
Al llegar, observo que nadie esté cerca o, caso contrario, nadie me vea y, con sigilo, coloco a la pequeña araña muerta en su escritorio, a sabiendas de que tarde o temprano la verá y, seguramente su reacción sea divertida para mi persona.
El timbre suena y corro a tomar asiento en mi lugar correspondiente, ansioso porque llegue Eric.
El momento llegó, y, tal cual lo creí, Eric tuvo una reacción demasiado divertida. Al ver a la pequeña araña -creyendo que estaba viva-, soltó un grito bastante agudo y salto hacia atrás, mientras señala su escritorio, incluso llegó a esconderse detrás de su compañero de banco que, sin dudarlo, volvió a matar a la pobre Witsy-Witsy. Todos nos reímos de su reacción.
Aunque había decidido no intervenir en la discusión de Kate y él, la broma me permitió aliviar un poco la tensión.
La mañana transcurre con toda la normalidad posible, aun cuando los chismes no han cesado para mi gusto, porque eso solo hace que me preocupe más por la pelirroja. ¿Cómo se sentirá con todo esto?
Giro mi cabeza en cuanto escucho un sonoro ruido y puedo ver que se trata de Nacho, que tiene a un chico estampillado contra los casilleros del cuello de su camiseta.
Sin dudarlo, me acerco lo más rápido posible hacia él, para impedir lo que sea que haya pasado.
A diferencia de Liam, yo soy más amigo de Axel que de Nacho, pero de todas formas el chico me cae muy bien como para dejarlo meterse en una pelea.
—Repítelo —ordena Nacho, sin dejar ir al -no tan- pobre chico—. Repite lo que dijiste de Axel, anda.
—Aunque intentes callar a todos, tu amigo es un monstruo, Larla.
Me acerco rápidamente a Nacho y con algo de fuerza lo alejo del chico que, la verdad, no sé quién es. Abrazo al castaño por los hombros y lo puedo sentir respirar agitado por el enojo, mientras que le sonrío con cierta malicia al pelinegro.
—Hey, ¿estás buscando algún monstruo para atrapar en tu red de chismes? —pregunto con tono burlón, logrando confundirlo a él y a Nacho, que gira a verme con el ceño fruncido.
—¿Qué? —dice el pelinegro, sin comprender nada de lo que digo.
El chico me mira confundido, sin entender por qué me estoy metiendo en su "conversación". Antes de que pueda decir algo más, saco de mi bolsillo una pelota de goma color azul y se la lanzo directo a su frente. La pelota rebota contra esta y la vuelvo a atrapar con astucia, mientras todos a nuestro alrededor estallan en risas, puedo ver al pelinegro mirarme anonadado.
—Ahora tienes algo más interesante de lo que hablar —propongo, sin dejar de mirarlo, abrazando aun a Nacho, y guardando la pelota nuevamente en el bolsillo de mi sudadera—. ¿No crees que es hora de dejar de juzgar a los demás y empezar a divertirnos un poco? —digo con una sonrisa desafiante, dándole a entender que por diversión, me refiero a mis bromas. El chico se queda boquiabierto, sin encontrar palabras para responder—. Retráctate y discúlpate por lo que haz dicho, anda.
Muy a su pesar, el chico se disculpa casi tartamudeando, para luego alejarse de nosotros dos casi que corriendo.
Suelto un suspiro, dándome cuenta que he estado conteniendo el aire todo este tiempo. Intentar parecer rudo no es lo mío para nada.
—¿Cómo estás? —pregunto, palmeando la espalda de Nacho para sacarlo de su ensoñación y niega con la cabeza, para después soltar un suspiro.
—¿Cómo estarías tú si tu mejor amigo, tu hermano, se mete en una pelea en donde deja inconsciente al chico, te pide acompañarlo y ayudarlo a llevarlo al hospital, todo esto mientras está ansioso, nervioso y claramente asustado de sí mismo, de lo que pueda ocurrir, para luego ver como la policia se lo lleva hacia la comisaría y que, en ella, te diga que no quiere verte más, para luego confesarte que está sumamente asustado y que ya no quiere ser tu amigo, pero decides de todas formas quedarte ahí con él, sin importar lo que digan los policías, porque no quieres dejarlo solo con sus pensamientos autodestructivos, y entonces llega Lily, quien es su abogada, pero también es su tía, y la conoces de toda la vida y ella a ti, entonces ella te obliga a confesar lo realmente ocurrido en esa fiesta y tú lo haces, a pesar de que tu amigo te pide que no digas nada, que mienta, que no meta a Kate en todo esto porque no quiere perjudicarla, pero tu también estás sumamente asustado por el futuro de tu amigo, así que le cuentas la verdad a Lily y de ahí no sabes más, porque ella te obliga a volver a casa, y luego te enteras que tu amigo sale libre porque levantaron la denuncia y, cuando vas a su casa no quiere verte, y cuando lo ves aquí en el instituto, sigue huyendo de ti, entonces escuchas como todos los que antes lo llamaban ejemplo a seguir, ahora le dicen cosas horribles como monstruo y demás?
Tardo un poco en procesar todo lo que acaba de decir, porque lo ha dicho tan rápido que me cuesta entender, pero puedo verlo soltar un suspiro y como sus hombros se relajan, dándome a entender que en toda esta situación él también la está pasando mal y, ¿cómo no? También me sentiría igual de mal si a alguno de mis amigos le sucediera algo parecido.
—Me sentiría devastado —respondo luego de unos segundos de pensarlo, haciendo que levante la cabeza del suelo y me mire—. Me sentiría impotente por no saber qué hacer.
—Así es como me siento —admite, mirándome fijamente a los ojos y asiento con la cabeza.
Me acerco hasta él y lo abrazo, sin importarme que hayan demasiadas personas mirándonos ahora mismo.
—No sé cómo sea tu amistad con Ax, pero con mis amigos nos abrazamos cada que algo va mal, nos ayuda a alivianar un poco el peso que carga nuestra alma debido al cansancio de las batallas internas que lucha sola —menciono y, aunque Nacho no corresponde mi abrazo, tampoco se aleja. Necesita que lo abracen, y lo sé en cuanto apoya su frente en mi hombro—. Eres un gran amigo, Nacho, Axel tiene suerte de tenerte a su lado —aseguro, acariciando su espalda como hace mi mamá conmigo cada que me siento mal—, pero no lo dejes solo. Dice que te alejes, pero es cuando más te necesita cerca. Solo que ahora tiene miedo de sí mismo, quizá nunca se sintió de tal manera como ese día y, no sé, teme volver a sentirse así y hacerte daño, ¿entiendes? Sé perfectamente que eres importante para el rubio, eres su hermano, y jamás querría hacerte daño.
Lo siento inhalar hondo, para luego exhalar de manera lenta antes de alejarse por completo de mí y mirarme agradecido.
—Gracias, Gael —dice con sinceridad y le sonrío para que sepa que no fue nada—. Nos vemos, amigo, iré a buscar a Axel. —Asiento con la cabeza y gira sobre sus talones, para luego comenzar a caminar lejos de mí.
Nuestra conversación me hizo pensar en Axel, y pensar en él, me hace pensar en la fresita y me doy cuenta que no puedo seguir sintiendo esta acides, seguir sin saber cómo está.
Decido ir a buscarla y, luego de algunos segundos, la encuentro en el patio del instituto, sentada en una de las mesas tomando una bebida fría. Se la ve pensativa, como triste.
Siento un nudo en el estómago mientras me acerco a Kate. No puedo soportar verla tan afectada por todo lo que está pasando. Quiero estar allí para ella, aunque me atormenta el temor de que mis sentimientos fueran más profundos de lo que estoy dispuesto a admitir.
Siento una preocupación constante por Kate desde el sábado en que la dejé en su casa. No había sabido nada de ella desde entonces, y con los rumores que circulaban por el instituto sobre lo sucedido entre Axel, Luca y ella, mi inquietud solo aumentaba. No puedo soportar más verla pasar por todo esto en silencio.
Me acerco con cautela, sintiendo un nudo en el estómago.
—Fresita —la llamo suavemente.
Levanta la cabeza y me mira con sorpresa, como si no esperaba verme, pero a su vez, como si la espera al fin hubiera acabado.
—Boy, hola —responde, su voz llena de tristeza y cansancio.
Me siento a su lado, sintiendo la necesidad de ser sincero y comprensivo.
—He estado realmente preocupado por ti —admito, mirándola fijamente a los ojos—. No he podido dejar de pensar en lo que sucedió y en cómo estás lidiando con todo esto.
Suspira y se pasa una mano por el cabello, como si intentara encontrar las palabras adecuadas.
—Ha sido difícil, boy —responde con sinceridad, desviando la mirada de la mía y posándola en algún punto de la mesa—. Estoy tratando de procesar todo, pero los rumores y la forma en que la gente me mira... —Suspira con profundidad—. Me hacen sentir atrapada, como si no pudiera escapar de esta situación.
La escucho atentamente, sabiendo que no hay respuestas fáciles o certeras para lo que está pasando. Puedo sentir mi corazón apretado por la tristeza que veía en sus ojos. Quería tomar su mano y decirle que todo estaría bien, pero mis propios temores me detienen. Pero aun así sé con certeza que quiero estar allí para ella, ser su apoyo en este momento difícil.
—Kate, quiero que sepas que estoy aquí para ti. Puedes confiar en mí. No importa lo que digan los demás, yo sé quién eres en realidad —aseguro, chocando ligeramente mi cuerpo contra el suyo, tratando de hacerla sonreír como mínimo, y aunque la comisura izquierda de su labio se elevo apenas unos milímetros hacia arriba, yo quiero más.
—No sé qué hacer —responde, soltando otro suspiro lleno de pesadez—. Siento que todos me juzgan y me señalan como si fuera la culpable de todo esto, y aunque sé que no lo soy en su totalidad.... Me siento perdida y vulnerable.
Siento una oleada de valentía correr por mi cuerpo y, antes de que se vaya, me decido por agarrar su mano y entrelazar nuestros dedos como una muestra de apoyo hacia su persona, como un buen amigo.
Un buen amigo que siente demasiadas cosas por un simple agarre de mano, y que se siente mal por sentirse así en un momento tan complicado como este.
Al sentir su mano con la mía, noto lo suave y delicada que es. Cada uno de sus dedos se entrelaza con los míos de una manera reconfortante. Pero, a pesar de la ternura del contacto, también me siento mal por saber que ella está pasando por un momento difícil.
Deseo poder hacer más por ella, darle un abrazo reconfortante o decirle las palabras adecuadas para aliviar su dolor, pero todo lo que puedo ofrecerle ahora es un apretón de mano, un apoyo silencioso con el cual espero transmitirle mi solidaridad y amistad incondicional.
Aunque mi corazón late rápidamente, me repito a mí mismo que debo ser fuerte y contener cualquier indicio de romanticismo en este gesto. Es importante mantener nuestra amistad en el lugar en el que está y no confundir mis sentimientos personales con la situación actual.
—Quiero que sepas que estoy aquí para ti, Kate —digo con voz suave, pero decidida, levantando la mirada de nuestras manos y encontrándome con sus bellos ojos marrones grisáceos ya mirándome—. Si necesitas hablar, desahogarte o simplemente tener a alguien a tu lado, quiero que sepas que puedes contar conmigo.
—Gracias, boy. —Sonríe, o más bien, hace una pequeña mueca en un intento de sonrisa—. Significa mucho para mí tener a alguien en quien confiar en estos momentos. No puedo evitar sentirme abrumada a veces, pero saber que estás ahí me da fuerzas para seguir adelante —dice con sinceridad, dándome un pequeño apretón de manos y sonrío un poco ante ese gesto.
Me siento aliviado al escuchar sus palabras, pero también hay una ligera sensación de tristeza en mi interior. Sabía que lo que sentía por ella iba más allá de la simple amistad, pero verla sufrir por culpa de alguien como Luca me dolía en lo más profundo de mi ser.
—Kate, quiero que sepas algo —digo con voz temblorosa, luchando contra mis propios miedos—. Eres especial para mí —admito en voz alta, mirándola fijamente a los ojos— No puedo soportar verte mal, quiero que estés bien, y si hay algo que pueda hacer para ayudarte, solo dime.
Me mira sorprendida, con sus ojos buscando algo que no logro comprender. En ese instante, una chispa de confusión y curiosidad se enciende en mi interior. ¿Qué está pensando en este preciso momento? ¿Qué es lo que busca en mi expresión?
Trato de leer entre líneas, de descifrar el enigma que se oculta detrás de su mirada. Sus ojos brillantes y penetrantes me desafían a comprender lo que pasa por su mente. ¿Habrá notado algo más en mi gesto? ¿Habré dejado escapar alguna señal involuntaria de mis sentimientos?
Mi corazón se acelera y mi mente comienza a divagar entre las diferentes posibilidades. ¿Será que ha captado una sutileza en el contacto de nuestras manos? ¿Habrá percibido algo más profundo en mi intención de brindarle apoyo? Me inundo de preguntas, deseando desesperadamente conocer la respuesta.
Intento mantener mi expresión serena y tranquila, aunque por dentro me debato entre la esperanza y el temor. Por un lado, desearía que sus ojos estuvieran buscando el mismo tipo de conexión que yo, que hubiera una chispa de reciprocidad en su mirada. Pero por otro lado, me preocupa que pueda leer mis emociones más allá de lo que estoy dispuesto a revelar.
Trato de desviar mis pensamientos hacia un lugar más seguro, recordándome a mí mismo que somos amigos, y que este gesto de apoyo no debe ser malinterpretado. Pero aún así, sus ojos siguen interrogándome, dejándome con la incertidumbre y la inquietud de no saber lo que realmente está pasando por su mente.
En ese momento, decido tomar un respiro y recordar que no puedo controlar sus pensamientos o reacciones. Lo único que puedo hacer es seguir siendo su amigo, estar allí para ella y ofrecerle mi apoyo incondicional. No puedo permitir que la confusión y las suposiciones nublen nuestra relación.
Entonces, con determinación, suelto su mano suavemente, esperando que mis acciones puedan disipar cualquier confusión que haya surgido. Trato de ofrecer una sonrisa amistosa, aunque por dentro me pregunto si algún día conoceré la respuesta a ese enigma en su mirada.
Por ahora, solo puedo esperar y mantener nuestra amistad en un lugar seguro, dejando que el tiempo revele lo que aún está oculto entre nosotros.
—Eres un gran amigo, Gael —dice finalmente, luego de algunos segundos en silencio, su voz cargada de gratitud—. Tu apoyo significa mucho para mí en estos momentos.
Sonrío forzadamente, ocultando que me dolió el hecho de que, después de haberme asustado al pensar que podría haberme descubierto, me haya llamado "gran amigo".
—Siempre estaré aquí para ti, fresita —respondo, volviendo a chocar mi cuerpo contra el suyo, como si lo empujara levemente—. Te prometo que no importa lo que pase, siempre seré tu amigo.
La campana resuena por el lugar, avisándonos que debemos volver a clases. La ayudo a recoger su bolso y, sin dejarla agarrarlo, me lo paso por el hombro mientras le tiendo su bebida, la cual por cierto, casi no ha tocado.
Nos miramos varios segundos en una discusión mental sobre devolverle el bolso y, cuando se da cuenta que no lo haré, suelta un suspiro a la vez que gira los ojos y comienza a caminar hacia el instituto. Sonrío divertido y troto hasta llegar a su lado.
El camino es silencioso y puedo notar como ella sigue pensativa. Decido hacer algo para alegrar el momento y sacarle una sonrisa genuina. Mirándola con una expresión juguetona, digo:
—Oye, fresita, si alguna vez necesitas un escolta para enfrentar a esos chismosos, estaría encantado de ocupar ese puesto.
Levanta una ceja, sorprendida por mi comentario, pero luego deja escapar una risa contagiosa. Es hermoso verla reír de verdad, y me alegro de haber logrado arrancarle una sonrisa en medio de la difícil situación.
—Vaya, boy, para serte sincera never in my life me había imaginado teniendo un escolta —contesta, aún entre pequeñas risas—, pero debo admitir que suena tentador. ¿Estás seguro de que podrías enfrentarte a todo el instituto por mí? —me sigue el juego, mirándome de reojo.
Le guiño un ojo con complicidad y asiento con una sonrisa.
—Por supuesto, ¿con quién crees que hablas? —digo con aires de grandeza, logrando hacerla sonreír divertida—. Haría cualquier cosa por verte feliz y protegida, y créeme, no hay nada que me detenga cuando se trata de ti.
Su risa se desvanece gradualmente y sus ojos se llenan de una mezcla de sorpresa y gratitud. Me mira fijamente, como si tratara de captar la sinceridad en mis palabras. En ese momento, siento cómo mi corazón late con fuerza, consciente de la vulnerabilidad que acabo de mostrar.
Se acerca un poco más, creando una cercanía que hace que mi piel se erice. Puedo sentir su presencia, su energía vibrando en el aire entre nosotros. Sus labios se curvan en una sonrisa suave y sus ojos reflejan una chispa de complicidad.
—Gael, no sé qué decir... Me sorprendes cada día —responde en voz baja, pero llena de sinceridad—. Aprecio mucho tu apoyo y tu amistad. Eres especial para mí.
Trago saliva, intentando disipar el nerviosismo que me embarga. Con una sonrisa traviesa, trato de desviar el foco de la conversación hacia algo más ligero.
—Bueno, fresita, ya sabes que soy un experto en sorprender a la gente. Es parte de mi encanto natural —bromeo, tratando de restarle importancia al momento de complicidad compartido—. Además, alguien tiene que mantener el equilibrio en el universo del instituto, y si eso implica enfrentar a los chismosos, pues estoy dispuesto a hacerlo.
Ella ríe, aliviando la tensión que se había acumulado. Su risa llena el aire, dispersando cualquier atisbo de incomodidad. Puedo sentir cómo mi corazón se calma, sabiendo que logré cambiar el rumbo de la conversación hacia algo más liviano.
—Siempre supe que eras un defensor valiente, Gael —dice, aún riendo y sonrío divertido ante sus palabras—. No puedo negar que tu disposición para enfrentar a los chismosos es admirable, pero debes de admitir que eres uno de ellos también, que te encanta el chisme —comenta, logrando ofenderme y llevo una mano a mi pecho, haciéndola reír de nuevo por lo bajo—. ¿Te combatirás a ti mismo o qué?
Su comentario me toma por sorpresa y me deja momentáneamente sin palabras. Mi rostro muestra una expresión de fingida indignación, pero en el fondo, sé que tiene razón. No puedo negar que, en ocasiones, me divierte estar al tanto de los chismes y las historias de los demás.
Bajo mi mano del pecho y la señalo con un dedo acusador, tratando de recuperar mi seguridad.
—¡Hey, hey, espera un momento! Yo no soy un chismoso, solo soy un "observador social" con talento para recopilar información relevante —me defiendo, utilizando un tono sarcástico para aliviar la tensión.
Arquea una ceja, desafiándome con la mirada.
—Oh, claro, un "observador social" muy talentoso —concuerda, usando sus dedos como comillas—. ¿Y cuál es tu excusa para saber todos los detalles de la vida de los estudiantes, sin que te lo cuenten directamente? —me desafía, saboreando su victoria momentánea.
Decido jugar su juego y asumir el papel de chismoso ficticio.
—Bueno, puede que tenga cierta habilidad para recopilar información, pero solo es porque me preocupo profundamente por el bienestar de todos ustedes —aseguro, cruzándome de brazos y fingiendo indignación—. Es mi deber como amigo estar al tanto de las últimas noticias y asegurarme de que todos estén a salvo de los peligros del drama adolescente —respondo con fingida solemnidad, disfrutando de nuestra dinámica juguetona.
Estalla en carcajadas, contagiándome con su risa. El ambiente se llena de una ligereza reconfortante, y la tensión que se había acumulado antes se disipa por completo.
—Aunque seas un chismoso encubierto, no puedo evitar apreciar tu preocupación por nosotros. Thanks, honey —dice con una sonrisa real, aunque burlona—. Solo prométeme que usarás tus habilidades para el bien, ¿de acuerdo?
Levantando una mano en señal de juramento y asiento con una sonrisa traviesa.
—Lo prometo solemnemente, my lady —contesto, haciendo una pequeña reverencia que le arrebata otra sonrisa—. Usaré mis poderes de chismoso para mantener a todos a salvo del aburrimiento y la monotonía, pero no puedo prometer que no me divierta un poco en el proceso.
En el fondo, agradezco su capacidad para sacar lo mejor de mí, incluso en los momentos más incómodos. Me siento afortunado de tener a alguien como ella en mi vida, alguien que puede leerme como un libro abierto y aceptarme tal como soy.
Continuamos bromeando mientras llegábamos a su aula. Aunque la conversación es ligera y divertida, siento que hay un lazo especial entre nosotros, una conexión que trasciende la amistad. Hablamos de nuestros planes para el futuro, de nuestras pasiones y sueños. Me encanta escucharla hablar con entusiasmo, ver cómo sus ojos brillan al compartir sus ideas y aspiraciones.
A medida que pasan los minutos, me doy cuenta de que disfruto cada instante que paso con ella. Es una sensación cálida y reconfortante, como si realmente perteneciéramos en ese lugar y en ese momento.
Me siento afortunado de poder acompañarla en este momento, de ser una presencia constante en su vida, incluso si eso significaba mantener mis sentimientos ocultos. Me siento afortunado de ser yo quien logre hacerla reír, aliviando sus penas.
Aunque mis sentimientos hacia Kate son profundos, decido que es mejor seguir siendo su amigo. Prefiero tenerla en mi vida de esa manera, ser una constante en su mundo, en lugar de arriesgarme a perderla por confesarle lo que siento.
Así que continuo escuchándola, riendo con ella y apoyándola en cada paso hasta su salón de clases. Y en silencio, me repito a mí mismo que ser su amigo es más que suficiente, que su felicidad es lo más importante, incluso si eso significa mantener mis sentimientos enterrados dentro de mí.
Y mientras caminamos juntos hacia nuestras clases, su risa resuena en mis oídos, llenando mi corazón de alegría y gratitud por tenerla en mi vida, aunque fuera como amiga.
Llegamos hasta su salón y nos detenemos, mientras le devuelvo su bolso y ella me sonríe en agradecimiento. Antes de que se separara para entrar, la miro a los ojos y le digo con sinceridad:
—Fresita, en serio, si alguna vez necesitas a alguien a tu lado, no dudes en buscarme —pido, mirándola fijamente—. Estoy aquí para ti, pase lo que pase. Como ya te lo dije, estoy dispuesto a enfrentar a todo el instituto si es necesario.
Asiente con gratitud, su expresión refleja confianza y aprecio.
—Lo sé, boy —responde con sinceridad, logrando calmar a mi tonto corazón—. Y quiero que sepas que también estoy aquí para ti. Somos un buen equipo.
Nos despedimos con una sonrisa cargada de cariño y la veo entrar a su salón, para luego girar sobre mis talones y comenzar a caminar por los pasillos, sintiendo con una mezcla de felicidad y melancolía. Aunque deseo poder expresarle mis sentimientos, sé que, además de no ser el momento, nuestra amistad es preciosa y vale la pena protegerla a toda costa.
Estar a su lado, apoyándola y haciendo todo lo posible por hacerla sonreír, es suficiente para mí. Acompañarla en el camino, como amigos, es un privilegio que no cambiaría por nada.
---***---
Decido escaparme al salón abandonado del instituto, un escondite secreto que habíamos decorado con los chicos. Es nuestro lugar para planear bromas y pasar tiempo juntos, lejos de las miradas curiosas. Pero esta vez, tengo un propósito especial en mente: preparar una broma para cada estudiante que había hablado mal de Kate y Axel.
Subo las escaleras con cautela, y una vez que llego a las puertas del salón, me adentro en la penumbra del lugar. Allí había cajas llenas de accesorios y disfraces, y una pizarra donde solíamos anotar nuestras ideas más locas. Pero antes de que pueda comenzar a trabajar en mis planes, escucho sollozos tenues.
Me acerco con curiosidad y temeroso de que alguien más haya encontrado nuestro escondite, pero en vez de hallar a un extraño, diviso a Kendall sentada en un rincón, con su cabeza escondida entre sus piernas y brazos. Son notorias las sacudidas que hace su cuerpo al sollozar, además del sonido de este, confirmándome que sí, está llorando. Me alarmo al verla así y me apresuro llegar a su lado.
—¿Qué pasa, rubita? ¿Por qué estás llorando? —pregunto preocupado, acariciando su brazo con cariño.
Levanta la mirada hacia mí, y puedo ver en sus ojos vidriosos reflejando el dolor que siente ahora mismo. Sin esperármelo, se abalanza hacia mis brazos, y luego de unos segundos, decido corresponderle el gesto, sintiendo como llora con más fuerza.
—Nathalia me fue infiel, Gael —solloza aun abrazada a mí—. Lo descubrí esta mañana.
Mi corazón se contrae ante sus palabras. Kendall y Nathalia son una pareja inseparable durante años, siempre se han mostrado cariño y apoyo mutuo. Me cuesta imaginar cómo una de ellas podía traicionar esa confianza de manera tan dolorosa.
—Lo siento mucho, Kendall —aseguro con suavidad, acariciando su espalda tal cual como lo hice hace un rato con Nacho—. ¿Cómo te enteraste de todo esto?
Kendall suspira y se aleja de mí, quedando frente a frete, y la veo pasarse una mano temblorosa por su rubio cabello.
—Anoche, recibí un mensaje anónimo en mi teléfono —menciona, sacando el móvil de su bolsillo, para luego empezar a buscar algo—. Es una foto de Nathalia besando a otra chica en una cafetería —cuenta, extendiéndome su celular—. Como veras, es una foto algo borrosa, así que no pude evitar dudarlo, pero hoy... —Su voz tiembla y puedo ver como su barbilla también lo hace. Suelta un suspiro, mientras intenta poder hablar nuevamente—. Decidí preguntarle, ¿sabes? Quise creer que, como la sinceridad fue la que hizo que nos hiciéramos amigas en primer lugar, y luego fue ella también la que nos volvió una pareja..., no lo sé, pensé que en una situación así también estaría presente.
—¿Y lo hizo? —pregunto algo temeroso de lastimarla aun más, pero siento que necesita desahogarse con alguien.
Suelta un sollozo a la vez que cubre su rostro con ambas manos, mientras asiente con la cabeza.
—Lo admitió, se lamentó, quiso explicarse, pero no pude ni escucharla, Gael —dice entre lágrimas. Aleja las manos de su rostro, para poder limpiar sus mocos con la manga de su camiseta.
Me encuentro en una situación complicada, atrapado entre la espada y la pared. Por un lado está Kendall, mi mejor amiga de toda la vida, a quien veo sufrir y me duele en lo más profundo de mi ser. Quiero estar allí para ella, apoyarla y consolarla en este momento tan difícil.
Pero por otro lado, está Nathalia, también mi amiga. Si bien es cierto que lo que ha hecho es -para mi- algo imperdonable, no puedo evitar sentir cierta incomodidad al enfrentar esta situación. Me duele ver a dos personas a quienes amo, enfrentadas de esta manera.
Me siento dividido, en una encrucijada emocional. Por un lado, quiero estar al lado de Kendall, ofrecerle mi hombro para llorar y asegurarle que no está sola. Quiero protegerla y ayudarla a superar esta traición. Pero al mismo tiempo, siento que debo mantener la neutralidad y no tomar partido en esta disputa entre mis amigas.
Es un dilema complicado, ya que sé que no puedo ignorar el dolor de Kendall ni tampoco puedo dejar de lado mi amistad con Nathalia. Me siento presionado por ambas partes, sin saber qué camino tomar.
—Lo siento tanto, Kendall. No puedo ni imaginar lo difícil que debe ser para ti enfrentar algo así —le digo con voz suave, intentando encontrar las palabras adecuadas para consolarla—. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti. Puedes contar conmigo en todo momento.
Asiente con la cabeza, con las lágrimas volviendo a brotar de sus ojos.
—Es tan difícil, Gael. —Solloza y su barbilla vuelve a temblar—. Pensé que éramos felices juntas, que teníamos un futuro. Me pregunto qué hice mal.
—No hiciste nada mal, Kendall. La infidelidad no es culpa tuya —aseguro, corriendo los mechones de su rostro con calidez—. El problema radica en Nathalia, quien, aunque quiero muchísimo, no quita el hecho de que ha actuado mal. No debes culparte a ti misma.
Kendall mira hacia abajo, sus ojos llenos de lágrimas reflejando la tormenta emocional que está viviendo en su interior. Aprecio su vulnerabilidad y deseo encontrar las palabras adecuadas para reconfortarla.
—Sé que es difícil de creer ahora mismo, Kendall, pero te aseguro que no tienes la culpa de lo que sucedió —insisto, tratando de transmitirle convicción en mis palabras—. La infidelidad es una elección personal, una falta de respeto hacia la confianza y los compromisos que se establecen en una relación. Nathalia tomó esa decisión por sí misma, y es responsable de sus acciones.
Levanta la mirada hacia mí, buscando algún tipo de consuelo y apoyo en mis palabras. Observo el brillo de esperanza en sus ojos, como si necesitara desesperadamente creer en la verdad que le estoy compartiendo.
—No sé qué hacer ahora. Nos conocemos desde hace tanto tiempo, y pensé que nuestra relación era sólida —comenta con voz temblorosa, buscando respuestas en medio del caos emocional—. ¿Cómo puedo confiar en ella después de esto? ¿Cómo puedo verla? ¿Escuchar sus explicaciones? —Niega con la cabeza, tosiendo después de llorar tanto—. No estoy diciendo que vaya a perdonarla pero... Duele amarla como lo hago, ¿sabes? Porque lo que más me dolió fue ver el dolor y la desesperación en sus ojos, el temor a perderme, pero, si tenía tanto miedo, ¿por qué lo hizo? —Vuelve a pasar la manga de su camiseta por su nariz—. El ver la desesperación en sus ojos mientras me rogaba para que la escuchara... No puedo, Gael, de verdad no quiero escucharla, ni verla, porque no sé cómo creer lo que vaya a decir, o qué sentir, o qué hacer.
Observo el conflicto interno que Kendall está experimentando, y mi corazón se llena de compasión por su dolor. Comprendo lo difícil que es para ella enfrentar la traición de alguien a quien ama profundamente.
Me acerco un poco más a ella, sintiendo la necesidad de estar cerca y ofrecerle mi apoyo incondicional.
—Entiendo lo complicado que es para ti en este momento. Amar a alguien y, al mismo tiempo, sentirte herida y confundida por sus acciones es una situación muy dolorosa —le digo en voz baja, buscando transmitirle empatía—. Puede que no estés lista para escuchar sus explicaciones ahora mismo, y eso está bien. Tómate el tiempo que necesites para procesar tus sentimientos y tomar una decisión sobre cómo quieres manejar esta situación. —Me acerco un poco más a ella, colocando una mano reconfortante sobre su hombro—. Recuerda que tus emociones son válidas, rubita. Si necesitas espacio para sanar y comprender tus propios sentimientos, no te sientas obligada a enfrentar a Nathalia de inmediato —le aconsejo con ternura—. Tú decides cuándo y cómo deseas abordar esta situación. Es importante que priorices tu propio bienestar emocional antes que el de los demás.
Me acerco a Kendall y la abrazo con delicadeza, envolviéndola en mis brazos con ternura y calidez. Puedo sentir su cuerpo tembloroso y frágil, pero también su fuerza y determinación para superar esta situación difícil.
Mis brazos la sostienen con firmeza, brindándole seguridad y protección. Es un abrazo lleno de empatía y compasión, donde nuestras almas se encuentran en un momento de vulnerabilidad.
Cierro los ojos, permitiendo que el abrazo hable por sí mismo. No hace falta decir palabras en este momento, pues el abrazo es un lenguaje universal que trasciende las barreras de la comunicación verbal. Es una forma de decirle a Kendall que estoy aquí, que la escucho, que la apoyo y que siempre estaré a su lado.
Puedo sentir cómo la rubia se relaja poco a poco, liberando parte del peso emocional que lleva sobre sus hombros y su corazón.
—No puedo evitar preguntarme si hubo señales que pasé por alto, si debería haber sabido que algo no estaba bien —comenta triste, aunque un poco más calmada.
La siento apoyar su mejilla contra mi hombro, mientras que yo decido apoyar mi mentón sobre el suyo.
—No puedes culparte por confiar en alguien. Todos cometemos errores, pero eso no significa que tengamos que cargar con la culpa. Ahora es importante enfocarte en sanar.
Se aferra a mí con fuerza y me doy cuenta de que, en ese momento, lo que más necesita es un hombro en el que apoyarse, alguien que la escuche sin juzgarla. La aprieto con algo más de fuerza.
—Estoy aquí para ti, Kendall. Puedes contar conmigo en cada paso del camino —le digo con suavidad, transmitiéndole mi compromiso sincero—. Quiero que sepas que eres valiosa y mereces ser amada de una manera honesta y leal. Juntos encontraremos la fuerza para superar este difícil momento.
Permanecemos en silencio, compartiendo el abrazo que se convierte en un refugio para ambos. No hay necesidad de palabras, ya que nuestros gestos hablan por sí solos. Siento cómo Kendall se relaja poco a poco, liberando parte de la carga emocional que la ha estado abrumando.
Con cada respiración, nuestra conexión se fortalece, recordándonos que no estamos solos en esta travesía de altibajos. Estoy agradecido por poder brindarle apoyo en este momento y sé que, en el futuro, también estaré allí para celebrar sus triunfos y alegrías.
Después de un tiempo, nos separamos del abrazo, pero permanezco cerca, manteniendo una presencia reconfortante.
—No importa lo que decidas hacer, Kendall, siempre estaré aquí para respaldarte. No estás sola en esto —le aseguro, sonriendo con ternura—. Juntos encontraremos la manera de sanar, te lo prometo.
—No sé qué cosa buena hice para merecerte como amigo, pero estoy agradecida con mi yo de mi vida pasada por hacerlo —menciona, sonriéndome con cariño y le correspondo al gesto—. Me siento afortunada de tenerte a mi lado, y claro, a los otros idiotas también.
El timbre suena, avisando que las clases por fin han terminado y podemos regresar a nuestros amados hogares.
Mientras nos levantamos del suelo, Kendall y yo nos miramos con complicidad. Aunque el peso de la situación aún está presente, ambos hemos encontrado un respiro momentáneo en nuestra conexión y en el apoyo mutuo.
—Creo que ya hemos tenido suficiente drama por hoy —comento con una sonrisa, tratando de aligerar el ambiente—. ¿Qué dices si nos olvidamos de todo esto por un rato y salimos a disfrutar del sol? Yo pago.
Kendall levanta una ceja, sorprendida por mi propuesta, pero luego una sonrisa traviesa se dibuja en su rostro.
—Vaya, Gael, ¿te has convertido en el magnate de la fortuna de la noche a la mañana? —pregunta con tono burlón, jugando a hacerme creer que soy un millonario—. Bueno, supongo que puedo aceptar tu generosa oferta. Pero solo si prometes llevarme a un lugar con helados deliciosos.
Le devuelvo la sonrisa y le hago un gesto de caballerosidad, ofreciéndole mi brazo como si estuviéramos en una elegante cena.
—Por supuesto, señorita Kendall, sería un placer acompañarla en la búsqueda del helado perfecto. Pero solo si te comprometes a contarme todos tus secretos sobre cómo enfrentar a los chismosos sin perder el estilo —respondo con fingida seriedad, manteniendo el tono jocoso.
Kendall rueda los ojos y se agarra de mi brazo, siguiéndome el juego.
—Oh, querido Gael, ese es un secreto que solo puedo revelar en lugares seguros y en compañía de helado. Pero ten en cuenta que no será fácil, tendrás que someterte a un entrenamiento intensivo de moda y sarcasmo —me advierte con un tono cómico, mientras caminamos hacia la salida del instituto.
Ambos estallamos en risas, dejando atrás las preocupaciones del día en nuestro refugio secreto, para luego bajar las escaleras y unirnos al bullicio de los pasillos llenos de estudiantes emocionados por el fin de clases.
----***----
Llego a casa después de un día lleno de emociones y confusiones. Mi mente está agitada y necesito desahogarme.
Al entrar, encuentro a mi papá sentado en el sofá, absorto en su lectura. Parece haber notado mi estado de ánimo, porque levanta la vista y me mira con preocupación.
—¿Estás bien, hijo? Pareces un poco perturbado —menciona, con el ceño ligeramente fruncido, sin poder ocultar la preocupación en su rostro.
Me siento a su lado y suspiro profundamente. Siento la necesidad de compartir mis preocupaciones con alguien, y mi papá siempre había sido un gran confidente y consejero.
—Papá, hoy ha sido un día bastante complicado —admito, mirándolo a los ojos en busca de comprensión—. Nathalia y Kendall terminaron su relación —cuento, haciendo que alce las cejas sorprendido. Incluso en mi casa su relación es de la más bonita para nosotros—. Ambas son mis amigas y no sé qué hacer o cómo manejarlo. Me siento atrapado en medio de su dolor y conflicto.
Mi papá asiente con la cabeza, comprendiendo la gravedad de la situación. Sabe que estoy lidiando con algo difícil y necesito su sabiduría para encontrar el camino adecuado.
—Entiendo lo difícil que debe ser para ti, hijo. —Palmea mi hombro en un gesto de empatía—. Es complicado cuando dos personas a las que queremos y apreciamos atraviesan por una situación así. Pero recuerda que no puedes resolver todos sus problemas, ni es tu responsabilidad hacerlo —dice, mirándome fijamente a los ojos, asegurando de que entienda sus palabras—. Lo que sí puedes hacer es ofrecerles tu apoyo y escuchar, estar allí para ellas cuando te necesiten.
Asiento, tomando nota mental de sus palabras. Sabía que no podía tomar partido, pero sí podía estar allí para escuchar y ofrecer mi apoyo a ambas.
—Además, también es importante recordar que cada persona tiene su propia perspectiva y experiencia —continúa, haciendo que vuelva a verlo—. No juzgues ni tomes partido sin conocer todos los detalles. Sé imparcial y trata de entender las emociones de cada una.
Mi papá siempre tiene la sabiduría adecuada para guiarme en momentos complicados como este. Sus palabras resuenan en mi mente, recordándome la importancia de ser imparcial y comprensivo.
—Tienes toda la razón, papá. No debo tomar partido sin conocer todas las perspectivas. Cada una de ellas tiene su propia verdad y emociones válidas —le aseguro, agradecido por su consejo—. Me comprometo a ser imparcial y brindarles mi apoyo sin juzgar. Quiero ser un amigo en quien puedan confiar.
Sonríe con orgullo y asiente con la cabeza, mientras cambia la hoja del periódico que está leyendo.
—Eso es admirable, hijo. Estoy seguro de que encontrarás la manera de equilibrar tus sentimientos y ofrecerles apoyo sincero —responde aun con su sonrisa, pero entonces levanta un dedo, como si acabara de recordar algo, y dice—: Recuerda, también puedes cuidar de ti mismo en este proceso. No olvides tomar tiempo para ti y procesar tus propias emociones.
Le doy un abrazo, sintiendo su amor y apoyo incondicional.
—Gracias, papá. Siempre puedo contar contigo para recibir buenos consejos.
Sin decir más, corro hacia mi habitación, tirando mi mochila por alguna parte y me acuesto en la cama, mirando el techo para poder pensar con claridad.
Sus palabras me reconfortaron. Siento alivio al comprender que mi papel es ser un amigo compasivo y un hombro en el que apoyarse, pero no tengo la responsabilidad de arreglar todo.
Le agradezco mentalmente de nuevo a mi papá por sus consejos. Sabía que no tenía todas las respuestas, pero me sentía más tranquilo al saber que puedo confiar en su sabiduría y amor incondicional.
Mientras el sol se pone en el horizonte, dibujando tonos dorados en el cielo, permito que mis pensamientos me sumerjan en las situaciones complicadas que rodean a mis amigos.
No puedo evitar reflexionar sobre mis sentimientos hacia Kate y cómo hemos logrado construir una amistad sólida a pesar de nuestros comienzos difíciles. Me alegra haber superado nuestras diferencias y haber descubierto que tenemos mucho en común. Su apoyo incondicional y su presencia en mi vida son un regalo que valoro enormemente.
También me preocupo por Axel. No he tenido noticias de él en todo el día y me intriga saber cómo está enfrentando toda esta situación. Aunque no tengo todas las respuestas, estoy decidido a estar allí para él, a brindarle mi apoyo y a defenderlo de aquellos que hablan mal a sus espaldas sin conocer su verdadera historia. Somos amigos y eso implica estar a su lado en los momentos difíciles.
Y luego están Nathalia y Kendall, mis mejores amigas, cuya relación está pasando por momentos turbulentos. Me duele verlas sufrir y no sé cómo podré ayudarlas, pero estoy dispuesto a ser ese hombro en el que puedan apoyarse, a escuchar sus preocupaciones y a ofrecerles mi amor y comprensión. Su amistad es invaluable para mí y haré todo lo posible por ayudarlas a encontrar la paz y la claridad que necesitan.
Cierro los ojos y suspiro profundamente, dejando que la calma y la determinación llenen mi ser. Mañana será otro día, una nueva oportunidad para hacer las cosas diferente a hoy.
———🍓🛹———
¡Hola, hola! ¿Cómo están?
Primero que nada, perdonen la demora, estuve pasando por varias cosas y bueno. Pero hey, les traigo un cap de 16mil palabras como compensación por la desaparición JASHDAJDHA
Segundo: Francia.
PERDÓN AJSDHAJSDHAJSDHAJSD nono, pésimo chiste, lo siento, no supero. So, segundo: estamos a nada de llegar a los 70k, omg, será que llegamos con este cap?
Levante la mano (avergonzada y todo) quien creyó de corazón que Kate defendería a Luca y no a Axel? Malditassss
La escena de Helen defendiendo a Kate? Eso leona, protege a tu hija.
Opiniones en si del cap?
NATHALIA Y KENDALL? mamen.
En fin, los amo, nunca lo olviden ❤
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