001.
✨️ KATE ✨️
Mi respiración está agitada y aún mantengo los ojos cerrados con fuerza. Estoy casi segura que mi grito aterrorizó a más de uno del instituto y que, sobre todo, ensordeció al chico que está a mi lado.
Paso las manos por mi rostro para limpiar la pintura que me ha caído encima, y parpadeo un par de veces. Para mi suerte, no me ha entrado pintura en los ojos, pero aun así me cuesta mantenerlos abiertos.
Una vez que me acostumbro a la sensación, miro al chico que está a mi lado con los labios presionados entre sí, tratando de no reírse de mí, pero a la vez me mira bastante apenado.
—Perdona, no era para... —no puede terminar de hablar, porque se escuchan pasos provenientes del final del pasillo.
Abre sus ojos de par en par totalmente asustado, para luego sin esperármelo, agarrar mi mano y tirar de mí para ambos comenzar a correr al lado contrario de donde provienen aquellos pasos.
Luego de varios minutos más corriendo logro zafarme de su agarre, haciendo que gire a verme confundido y no es hasta entonces que parece caer en cuenta sobre mi presencia.
—What's wrong with you?! —exclamo, mirándolo realmente molesta.
Frunce el ceño e inclina un poco la cabeza hacia la izquierda, realmente confundido por mis palabras. ¿Será que no sabe inglés?
—¿No hablas español? —cuestiona intrigado, sin apartar sus curiosos ojos de los míos—. ¿Eres de intercambio o algo así? —vuelve a preguntar, pero entonces parece comprender algo que yo no, porque entonces añade—: Do you speak spanish? Sorry, my English is not... really good —confiesa con cierta dificultad, pronunciando cada palabra de manera lenta como para que logre entenderle—, ¿o es que se dice very good? Bueno, no importa, la intención estuvo.
Pero todo lo que puedo hacer, es elevar una ceja y cruzarme de brazos, sin apartar mis ojos de los suyos.
—¿No me conoces? —inquiero, logrando sorprenderlo porque realmente parece que creía que no hablo español.
Estoy muy sorprendida, porque todos aquí me conocen. No creo de verdad que él no lo haga. Debe estar fingiendo para hacerse el interesante.
—Así que sí hablas español —murmura más para sí mismo que para mí. Chasquea la lengua, viéndome a los ojos a la vez que hace una mueca—. Bueno, adiós.
—No, adiós nada —aseguro, agarrándolo del brazo antes de que pueda alejarse aún más de mí. Se gira a verme, pero no hace nada para intentar zafarse de mi agarre—. Tell me, ¿qué harás para solucionar esto? —cuestiono, señalando mi atuendo con mi mano libre y noto como baja la vista por mi cuerpo antes de volver a verme a los ojos, y puedo verlo fruncir los labios de nuevo, intentando no reírse de mí—. Por si no lo sabías boy, y se ve que no sabes, esto es de diseñador.
Hace una mueca de fastidio que no intenta disimular para nada, incluso podría decir que me mira como decepcionado.
—Así que eres de esas —comenta logrando confundirme, pero antes de que pueda decir algo, añade—: ¿Podrías soltarme? —pide ignorando mi aspecto, haciendo que mi enojo se intensifique y, eso parece darle gracia—, ¿o es que te gusto mucho y no puedes evitar estar cerca de mí? Igual, cuidado que puedo quemarte la mano —informa señalando mi agarre con su mentón, y se me es imposible no mirarlo sin comprender para luego mirar mi mano—. Es que soy ardiente.
Giro los ojos fastidiada y suelto el agarre, creí que se iría pero no lo hace, se mantiene de pie delante de mí, como si estuviera esperando mi contestación.
Me enfada, porque realmente parece divertirle esta situación. ¿Es que este chico no arrepiente de nada de lo que hace nunca?
—Ahórrate tus coqueteos de dos pesos con cincuenta a la próxima, please, que conmigo eso no te va a funcionar —aseguro y lo veo alzar las cejas divertido mientras que, esta vez, no puede ocultar su sonrisa burlona—. No eres mi tipo boy, I'm so sorry —comento con una falsa pena, mientras llevo mis manos al pecho, sin apartar mis ojos de los suyo—, but ese no es el asunto, la cosa aquí es que me debes ropa.
Ambos nos miramos a los ojos por varios segundos, desafiándonos, hasta que aparentemente gano cosa que, no puedo negar, pero sí me sorprende.
—Bien, vamos.
Se gira sobre sus talones y, sin decir nada más, comienza a caminar dejándome atrás, sin importarle si lo sigo o no, entonces decido hacerle caso. Aunque no tengo idea de a dónde es que me dirige.
Llegamos hasta el gimnasio y frunzo el ceño al ver que nos estamos dirigiendo hacia los vestuarios.
—Eh... boy? —cuestiono un poco desconfiada de repente de que estemos viniendo a este lugar, los dos solos, cuando no hay nadie.
Vitali no me responde, de hecho, sigue caminando de una manera tan despreocupada que me llega a irritar. ¿Cómo es que siempre puede ir por la vida como si nada le importase?
Acabo de descubrir algo nuevo de mí hoy. Me irrita Gael Vitali.
No, capaz me irrita el hecho de que yo sí sé quién es él, y él no sepa quién soy yo. Me ha jodido el maldito ego sin darse cuenta.
Gael Vitali, o mejor conocido como: El rey de las bromas.
Como para negarlo. He sido víctima de una de ellas, aunque por su expresión, parece que no iba dirigida hacia mí y tiene sentido, porque hasta donde sé, él hace bromas a quienes le hagan algo o bien, cobra por hacerlas, y realmente dudo que alguien tenga algo contra mí como para pedirle una broma.
Ingresa al vestuario de chicos, pero yo decido quedarme en la puerta y lo veo caminar hacia uno de los casilleros, para luego abrir la puerta metálica y mirarme por encima de esta.
—¿Qué? ¿No piensas pasar? —pregunta con las cejas alzadas, bastante desinteresado por el asunto—. No hay nadie si eso te preocupa, no pasa nada —afirma, mirando a su alrededor antes de volver a posar sus ojos sobre los míos.
Realmente cree que me preocupa que haya alguien, pero la verdad es que me preocupa que esté él, no confío en él. Bueno, no es como si confiara en las personas de hecho.
Me adentro al vestuario en cuanto noto que no dejará de observarme, decidiéndome por no mostrarme débil ante él. No tiene por qué saber que me intimida.
Después de estar a cinco pasos de distancia de la puerta, en el lugar correcto por si cualquier cosa llega a pasar, me sobresalto cuando algo cae en mi cara con pintura ya seca. Alejo la prenda de vestir de mi cuerpo y la miro, notando que se trata de una sudadera, la cual, debe irme a lo mucho dos dedos debajo de las rodillas.
Gael es alto, no tanto como mi novio, pero me saca una cabeza o un poco más.
—¿Y esto? —cuestiono sin comprender por qué me la ha dado y él me ve como si fuera tonta.
—Dijiste que te debía ropa —me recuerda, para luego señalar su sudadera con el dedo—, es lo único limpio que tengo y, por lo visto, dudo que quieras que te preste un pantalón mío, ¿o si quieres? —inquiere, mirándome nuevamente de pies a cabeza, como si estuviera asegurándose de que tiene la razón.
—Ni siquiera quiero esto —recrimino, aun sosteniendo la sudadera de color verde militar lejos de mí—. Hablaba de ropa nueva, you know what I mean, right?
—Lástima fresita, lo hubieras especificado antes —asegura, encogiéndose de hombros a la vez que mete las manos dentro de los bolsillos de su pantalón—. La deuda ya está saldada, y lo hice solo porque de verdad, de verdad, la broma no era para ti.
Comienza a caminar hacia la salida, pero lo llamo, haciendo que se detenga a un paso de la puerta y se gire a verme.
—No puedo usar esto, boy —menciono al borde de la desesperación, moviendo su sudadera en el aire, dejando pasar por alto su absurdo mote para mí.
—A ver, ¿cómo te digo esto para que me entiendas? —Se rasca el cuello en un gesto pensativo, para luego mirarme divertido—. I don't care! —canturrea, moviendo su cuerpo al compás de dicha canción, mientras se aleja de mí para terminar perdiéndose una vez que sale por la puerta—. I love it! —se escucha como continúa cantando en el pasillo.
Me quedo con la boca abierta en mi lugar, totalmente sorprendida por lo que acaba de hacer. Me ha dejado con la palabra en la boca, yéndose con una canción muy icónica y, sobre todo, bailándola. Es un verdadero imbécil.
Hoy de verdad me sentía bonita por el outfit que había escogido ayer en la noche, como para que ahora esté arruinado y, siendo sincera, no sé siquiera si llevarlo a la lavandería serviría de algo. Quiero llorar.
No puedo salir así. Todos se van a burlar de mí.
¿Qué diría Luca si me viera?
«Vamos Kate, tú puedes con esto. Has podido con cosas peores, puedes con esto. No llores», me digo mentalmente, mientras saco mi móvil del bolsillo de mi falda. Por suerte esta no se manchó, ya que la peor parte se la ha llevado la camiseta con cuello de tortuga que antes era de color negra y ahora es morada debido a la pintura, y mis bucaneras que, al igual que la camiseta negra, ahora son negras con manchas moradas.
Le envío un mensaje a la única persona que sé que puede ayudarme en estos momentos, para luego volver a guardarlo y salir del vestuario de hombres, para dirigirme al de las mujeres y abrir mi casillero aun con la sudadera de Gael en mi mano.
Riley no tarda mucho en llegar hasta donde estoy, bastante agitada y me mira sorprendida mientras intenta regular su respiración por haber llegado corriendo.
—¿Qué te pasó? —cuestiona, señalándome de cuerpo completo, a la vez que yo sacó mi jabón, shampoo y acondicionador del casillero.
—Tu amiguito —respondo, cerrando la puerta metálica de color gris, para luego girarme y así quedar frente a frente con ella—, eso me pasó.
Frunce sus oscuras cejas, haciendo que su entrecejo se arrugue al igual que su frente, tratando de adivinar de qué persona hablo.
—Dame una pista, porque sino no...
—Gael —suelto de repente y la veo abrir nuevamente sus ojos de par en par.
—¿Pero por qué? —cuestiona sin poder ocultar la sorpresa de su rostro o voz—. Hasta donde sabía, ustedes dos no tenían ni contacto alguno, o que sepa, tampoco tiene problemas contigo, no entiendo.
—Según, fue un accidente, que la broma iba para otro —explico y eso parece ser más creíble para ella, porque su expresión se suaviza casi que de inmediato—. No tengo ropa, china —me quejo, haciendo un pequeño mohín con mi labio inferior—, quiero desaparecer right now —aseguro, mordiendo mi labio inferior con fuerza, pero en cuanto siento el sabor horrible de la pintura hago una mueca de asco y me acerco a los lavabos para enjuagarme la boca—. Lo único que tengo es esto —informo una vez que dejo de sentir ese asqueroso sabor, levantando la sudadera de Gael.
—¿Te la dio? —inquiere bastante sorprendida, con las cejas alzadas, mirando la prenda de vestir verde entre mi mano.
—Dijo que la deuda estaba saldada así —cuento, soltando un suspiro, pasando totalmente por alto su sorpresa.
—Ya veo —comenta aun pensativa, mirando la sudadera por unos segundos más, antes de volver a verme a los ojos—, ¿y qué harás? Te prestaría ropa, pero la llevé ayer a mi casa para lavarla —menciona bastante apenada, señalando con su mano hacia los casilleros y hago una mueca.
—Por el momento, me ducharé para que se me vaya la pintura del cabello —contesto, señalando las cosas de baño que tengo aquí—, y luego ya veré.
—Puedo intentar quitarle las manchas a las botas, si gustas —se ofrece, señalando mis bucaneras y la miro con adoración y gratitud.
—¡Eres la mejor! —exclamo acercándome a ella para abrazarla, pero me lo impide poniendo un dedo sobre mi frente—. Ya está seca —aseguro, y pasa su dedo por mi hombro, dándose cuenta que tengo razón y la pintura ya secó hace bastante, así que ahora sí me permite abrazarla.
—Dale, ve a bañarte que sino llegarás tarde para la siguiente clase —ordena de manera amable, alejándome de ella.
—Encima eso, he tenido que faltar a una clase por su culpa —me quejo, sintiendo como mi enojo vuelve a resurgir—. Por cierto, ¿tú...?
—¿Cuándo me ha importado a mí ir a clases, rojita? —inquiere divertida, mirándome a los ojos y asiento con la cabeza dándole la razón, pero aun así me siento culpable de que falte por mi culpa—. Anda, ve. Estaré aquí quitándole las manchas.
Decido hacerle caso y me saco las botas para entregárselas, y acto seguido giro sobre mis talones para ir directo a las duchas.
Veinticinco minutos después, estoy saliendo de la ducha y me coloco nuevamente mi ropa interior, para luego mirar mi ropa arruinada y soltar un suspiro. Me coloco los leggins cortos que uso bajo la falda, porque usarla sola me incomoda, y encima, por mucho que me cuesta tomar la decisión, termino poniéndome la sudadera de Gael.
Por lo menos es linda y no me mintió, huele a limpio. De hecho, huele a él. Qué horror.
Camino descalza hasta donde se supone está Riley, y la veo suspirar cansada para luego recaer en mi presencia. Me sonríe divertida ante mi atuendo.
—No digas nada —pido, señalándola con mi dedo mientras camino hacia ella para sentarme a su lado y así poder ponerme mis medias—. ¿Pudiste hacer algo?
—¿Con quién crees que hablas? —cuestiona, viéndome ofendida y sonrío esperanzada—. Tienes suerte de que la pintura haya secado, fue más fácil —asegura, tendiéndome mis bucaneras y las abrazo feliz.
—Thanks, thanks, thanks —digo repetidas veces, a la vez que la abrazo con fuerza, logrando hacerla reír—. Eres the best friend forever and ever always.
—Ya, ya —responde riendo y alejándome de ella, para dejarme ponerme las botas—. Es increíble como cualquier cosa que te pongas lo haces ver un atuendo genial —asegura, mirándome sorprendida mientras me levanto para acomodar la ropa.
—Bueno, por lo menos no estoy patética, ¿verdad? —cuestiono temeraria, mirándola a los ojos.
Gael en serio me ha dado en el ego hoy día y sin siquiera intentarlo, o peor aún, proponérselo.
—Rojita, estás guapísima como siempre —afirma, sonriéndome con sinceridad y, aunque no le creo, asiento con la cabeza.
Camino hasta el gran espejo que hay frente a los lavabos para verme y le pido que de mi casillero me traiga el cepillo y el secador de pelo, mientras sigo intentando arreglar mi vestimenta.
Media hora después, nos encontramos saliendo del vestuario ya maquillada y con el cabello seco y perfectamente arreglado. Nada puede estar imperfecto en mí.
El timbre de cambio de hora toca justo cuando abrimos las puertas del gimnasio para salir por ahí, y no lo voy a negar, mi ego empieza a estar bien cuando varias personas me sonríen o aprueban mi vestuario, asegurando que temprano me vieron vestir de forma diferente, pero que de todas formas les gustaba como estoy ahora.
Me despido con Riley ya que su casillero queda lejos del mío y, este día, no comparto clases con ella. Le agradezco una vez más antes de que se pierda por completo entre los estudiantes, y ella hace un gesto con su mano para restarle importancia al asunto.
No sé qué sería de mí si Riley no existiera en mi vida.
Comienzo a caminar en dirección a mi casillero, pero en el camino me encuentro con Luca, que al verme me sonríe tan galante como siempre.
—Rojita.
—No me digas así, please —pido, alzando mi mano para hacerle saber que en serio no tiene permitido hacerlo. Solo dejo que Riley me diga así.
Gira los ojos con fastidio, para luego abrazarme por la cintura y robarme un beso.
Me encantaría decir que fue uno dulce y tierno, pero al contrario, fue uno brusco y bastante torpe. Paso la lengua con mi labio inferior, asegurándome de que no me lastimó cuando me mordió, pero por suerte no lo hizo.
Suspiro ante sus tontos arranques de celos. Sé que cuando me besa así, es porque está celoso, ¿de quién? No tengo idea, porque si por él fuera posible, no dejaría que ningún ser masculino respirase cerca de mí.
Se aleja por completo de mí y me mira de pies a cabeza durante varios segundos, analizándome con el ceño fruncido y se me es inevitable no tragar saliva.
—¿Y eso? —cuestiona, agarrando con sus dedos la sudadera—. ¿De quién es? —indaga, soltando la tela con brusquedad y, por la forma en que me mira, sé que ya está comenzando a enojarse.
Odio cuando me empieza a mirar así, porque mis nervios son más rápidos que mis pensamientos, haciendo que a veces tartamudee o incluso sea torpe al responder.
Me relamo el labio inferior tratando de ganar algo de tiempo, pero la verdad no se me ocurre nada bueno qué decirle, ni siquiera una mentira.
Si le llego a decir lo que ocurrió, no dudará en ir hacia Gael y golpearlo con tal de defenderme, por más que le explique que realmente no lo ha hecho apropósito. Él siempre me protege. Y si bien estoy enojada con el boy, no pretendo que lo golpeen por algo así.
—¿Y bien? Estoy esperando —habla de manera seria, cruzándose de brazos, sin apartar sus ojos cafés de los míos.
Antes de que pueda siquiera abrir la boca para decir algo, alguien me abraza por los hombros logrando hacer que me sobresalte. En cuanto noto quién es, mis músculos se relajan, pero aun así intento alejarme de su persona, aunque no me lo permite.
—Es mía —responde Axel, con aquel tono de voz tan soberbio que lo caracteriza.
O bueno, por lo menos ese es el tono de voz que suele utilizar cuando se dirige a Luca.
Mi novio alza su ceja, mirándome aún más enfadado que antes, antes de pasar de manera aburrida y desinteresada su mirada hacia el rubio que todavía me mantiene abrazada.
—¿Y quién te ha dicho a ti que le prestes ropa a mí novia? —inquiere y aunque intenta disimularlo, su tono de voz delató cuan molesto está ahora mismo.
Sé que así como a mí no se me pasó por alto el énfasis que uso en la palabra «mí», a Axel tampoco, y más cuando lo veo alzar una ceja.
—Pues fíjate que yo puedo hacer lo que me nazca —asegura, manteniendo su mirada fija en la de Luca—. Le manché sin querer la ropa hoy con refresco y le he prestado mi sudadera, ¿algún problema con eso?
Veo la mandíbula de Luca tensarse, para luego sentir su fría mirada sobre mí, logrando hacer que mi cuerpo se tense.
—¿Por qué no me pediste a mí que te prestara ropa? —acusa, fingiendo inocencia o desinterés en su voz, pero sus ojos realmente expresan lo enfadado que está al respecto.
Después de todo, él y Axel se odian desde siempre, y que precisamente yo sea amiga del chico que más odia en el instituto no debe serle de mucho agrado.
Soy un asco de persona.
—Porque no te gusta hacerlo —respondo con voz suave, tratando de calmarlo de esa manera.
Sé perfectamente que no me recriminará nada en medio del pasillo, y mucho menos delante de todos. A él le importa su reputación tanto o quizá más que a mí.
—¿Sabes qué? —cuestiona molesto, dando un paso hacia mí y, por inercia, doy un paso lejos de él, pero el brazo de Axel sobre mis hombros no me lo permite—. Estoy podrido de tus mierdas de siempre. Por mí, te puedes ir a la mismísima mierda tú y tus amiguitos de porquería —asegura, señalando con su mentón al rubio que sigue a mi lado, firme, atento a cualquier movimiento del pelinegro.
Sin decir nada más, se da la vuelta y comienza a caminar lejos de mí.
—No, Luca —lo llamo, alejándome por completo de Axel, pero no se da la vuelta—. ¡Luca! —exclamo, pero nada, sigue caminando, fingiendo que no me escucha.
Suspiro y hago la cabeza para atrás, tratando de calmarme.
Inhalo hondo y vuelvo a sonreír, fingiendo que no ha pasado nada, sobre todo, intentando ahuyentas las lágrimas de mis ojos.
—Kate...
—¿Por qué te metiste? —cuestiono, sin animarme a girar a verlo porque aún no logré borrar la sensación de querer llorar de mí—. ¿Cómo sabes lo de la ropa?
—Presencié lo de hace un rato —admite haciendo referencia a lo de Gael y asiento con la cabeza de manera lenta—, y me metí porque te vi nerviosa —responde y puedo notar la pena en el tono de su voz—, ni creas que lo hice porque te considere mi amiga o algo por el estilo —bromea, haciendo que sonría divertida y suelte un suspiro.
Me giro sobre los talones para enfrentarlo y noto que tiene una sonrisa amable en su rostro, más sin embargo sus ojos detonan una notable preocupación, pero decido ignorarlos.
—¿Entonces por qué te acercaste a mí? —inquiero, cruzándome de brazos, para luego alzar una ceja y sonreír divertida—. A ver gordi, ya se lo he dicho mil veces a tu sister, no pienso salir contigo —bromeo como él lo hizo conmigo y lo veo hacer una pequeña mueca que me hace reír por lo bajo.
Axel Vescovi, mi mayor rival académicamente. Nunca he podido superarlo en el promedio. Al principio eso me frustraba, pero luego cuando me enteré que es un genio logré calmarme un poco. Después de todo, el desgraciado ni siquiera necesita estudiar para tener la puntuación más alta de todo el instituto.
Nos hicimos amigos gracias a una situación, pero luego de que las personas empezaran a decirnos que haríamos linda pareja y a relacionarnos mucho, incluso cuando yo estaba empezando a salir con Luca, provocó que nos distanciáramos un poco y eso hizo que dejarán de hablar de nosotros dos.
Lo chistoso es que seguimos diciendo que no somos amigos y que jamás lo seríamos frente a los demás, pero somos conscientes de que nuestra amistad llega al nivel de qué haríamos lo que sea por el otro, aun cuando casi no nos hablamos.
Después de todo, es el único amigo hombre que tengo. Ya que cuando empecé a salir con Luca he tenido que alejarme de todos los que tenía, porque eso le provocaba inseguridades a Luca y soy consciente de que para tener una relación sana, uno debe hacer pequeños sacrificios para poder llevar la fiesta en paz. Además de que no me gusta ver celoso a Luca. Axel fue y es el único amigo que Luca no ha podido alejar de mí.
Soy una mierda de persona, porque sé perfectamente que si yo misma le digo a Axel que ya no me hable más, lo hará, pero no quiero eso. No quiero dejar de ser su amiga, incluso cuando es la persona que más odia Luca.
—Como faltaste a química, te traje los apuntes —explica, tendiéndome un cuaderno y miro sorprendida—. ¿Qué? Si algún día realmente quieres ser mejor promedio que yo, tienes que por lo menos intentarlo, ¿no? No puedo dejar que mi casi rival se deje derrotar tan fácil, y encima por algo como lo que te ocurrió hoy —asegura despreocupado, porque quizá para él esto no es nada, pero a mí se me es imposible no sonreír ante su gesto y acepto el cuaderno, haciendo que lleve sus manos a los bolsillos de la chaqueta del equipo de básquet—. ¿Por qué no saldrías conmigo? —inquiere de repente con el ceño fruncido, mientras se señala de cuerpo completo—, o sea, ¿me viste?
Lo miro por varios segundos a los ojos, tratando de descifrar si lo que acaba de decir es cierto o no, para luego soltar una pequeña risa por lo bajo.
—Sí gordi, te vi —contesto, asintiendo con la cabeza de manera lenta, sin apartar mis ojos de los suyos—. No saldría contigo porque, o sea... Eres súper lindo, estás todo fit, divino, y así —admito, moviendo mis manos para dar a entender que hablo de sus músculos—, pero eso no quita que seas medio ordinario —comento, logrando hacer que alce sus cejas, bastante ofendido a mi parecer—. Debes admitirlo honey, eres algo ordinario y, la verdad, eso no va conmigo. Porque... ¿me viste? —inquiero, señalándome de cuerpo completo—. No combino con la gente regular, para nada.
—Ah, pero sin embargo sales con Luca D'Alessandro, ¿no? —acusa, mirándome con una ceja alzada—. ¿Con él sí combinas? Porque déjame decirte que él es con quien menos que menos deberías de combinar.
Suelto un jadeo lleno de indignación, viéndolo mal y ahora soy yo quien se siente ofendida.
—Obvio salgo con Luca porque los dos combinamos perfectamente, you know, ambos somos súper fashion, fitness, anyway, somos divinos juntos —aseguro, sonriéndole de manera amable—. O sea, no puedes comparar mis gustos súper tops con los, pues..., tuyos —menciono, logrando confundirlo.
—No entiendo —responde con el ceño fruncido.
—¿Rebeca Nai, gordis? ¿Really? —inquiero, mirándolo a los ojos y él gira los suyos—. O sea, no tengo nada contra esa niña, seguro es súper linda y todo, pero es más ordinaria que tú, y... No da gordi, deberías tener expectativas más altas. Eres un niño lindo, claro, no estás a mi nivel, pero eso no te quita lo lindo.
—A Rebeca no la metas —pide moviendo su mano, para que le haga caso y yo giro los ojos—. A fin de cuentas, ni que yo quisiera salir contigo.
—Ni que fuera a prestarte atención si quisieras —contesto, logrando ofenderlo aún más, cosa que me da gracia de nuevo—. Además honey, no le haría eso a la rubiecita esa que también juega al básquet —afirmo y frunce el ceño ahora, realmente, extrañado—. ¿Cómo es que se llama? —cuestiono más para mí, pero para él—. Génesis, sí —digo al fin recordando su nombre, mientras chasqueo con mis dedos—. Me parece muy tierna como para hacerle algo así. Deberías salir con ella, no con... Rebe.
—¿Qué tiene que ver Isis en todo esto? —inquiere bastante desorientado, sin comprender mi punto.
Suspiro y sacudo la cabeza, para después palmear su hombro.
Hombres. Nunca se dan cuenta de nada.
—Ay gordi, te lo explicaría con dibujitos, pero ahora mismo no traigo mis lápices de colores favoritos y tampoco tengo tanto tiempo —menciono, para después pasar a su lado—. Nos vemos. Gracias por los apuntes.
Sin darle tiempo a hablar, comienzo a caminar alejándome de él.
----+++----
Terminamos de practicar y me acerco hasta mi bolso, para sacar mi celular mientras bebo un poco de agua.
Nada. Luca no ha respondido mis mensajes, ni tampoco ha preguntado el porqué de tantas llamadas.
—¡¿Chicos pueden acercarse un momento, por favor?! —pide Renata a gritos.
Suspiro y tiro mi celular adentro del bolso, para después acercarme junto a las demás hasta la capitana.
Una vez que estamos todas rodeándola, Renata se encarga de mirarnos a cada una, para después sonreírnos con cierta nostalgia.
—Bien chiquis, como sabrán estamos a un trimestre de graduarnos varios de nosotros —comenta algo apenada, logrando ponernos triste—, y una vez que me gradúe, claramente no podré seguir siendo la capitana de este precioso equipo. Así que, la entrenadora —La señala, haciendo que giremos a verla, notando que se encuentra sentada en una banca a lo lejos con la vista en su celular—, me dio el honor de nombrar a la siguiente capitana. La nombro desde ya, porque saben cuán importante es para mí mis notas, así que no creo poder darle mucha importancia al equipo de porristas como lo venía haciendo, porque realmente quiero recibirme con honores. Así que se nos ocurrió que era mejor decirlo ahora, además también les sirve para irse acostumbrando al cambio.
Todas sonreímos emocionadas, a la espera del anuncio y sobre todo, saber quién será la nueva capitana.
Siento como mi estómago se contrae debido a los nervios, mientras comienzo a apretar mis dedos para intentar tranquilizar a mi corazón que se ha acelerado de sobremanera.
Ser porrista es algo que realmente amo. He entregado mucho al equipo y soy consciente de que estoy entre una de las candidatas para el puesto de Renata.
—Ya Renata, di quién te sustituirá —pide, o mejor dicho, exige de mala forma Halton, haciendo que Renata le dedique una fugaz mala mirada.
—Oh no cariño, nadie jamás podrá sustituir a la mejor capitana que ha tenido Balwer en mucho tiempo —interviene Valentina, la mejor amiga de Renata, enfrentando a la rubia—, y si eso sucediera, créeme que en definitiva no serías tú —asegura, otorgándole una falsa sonrisa.
Se escucha varias risas por lo bajo, y de verdad, aunque no quiero, debo morder el interior de mi mejilla para no reírme de la expresión de Halton.
—Y la siguiente capitana de las nutrias, es... —Renata hace un pequeño silencio dramático, en el que Valentina se encarga de hacer ruidos con sus manos chocando contra sus piernas, como si fueran platillos, para más dramatismo—. ¡Katy! —anuncia, señalándome con ambas manos y sonriendo emocionada en mi dirección.
Suelto un pequeño chillido lleno de felicidad, festejándolo con algunas de las porristas que están a mí alrededor, mientras las demás aplauden mi nuevo puesto.
Devra y Cinthia son las primeras en correr hacia mí y abrazarme con fuerza. Por suerte logro equilibrarnos, porque si no nos hubiéramos caído sin dudarlo.
Río en medio de su abrazo, mientras las tres saltamos abrazadas en un pequeño círculo.
—¡No es justo! —se queja Halton, llamando la atención de todas, haciendo que las tres nos separemos para verla.
—La vida no es justa en su mayor parte, cariño —habla Devra, mirándola con seguridad—, pero créeme que el hecho de que Kate sea la nueva capitana hace justicia al mundo.
—Felicidades, Katy —saluda Renata ignorando por completo las quejas de Halton, mientras me sonríe amable, para luego mirar a todas las demás—. Ya pueden retirarse, gran práctica la de hoy —asegura aplaudiendo, demostrando que está contenta con nuestra mejora.
Se acercan partidos importantes, como así también dos competencias para nosotras. Tendré que preguntarle luego a Renata si ella estará para dichas competencias o yo tendré que manejar todo.
Pensar en eso no hace más que volver acelerar mi corazón, pero esta vez con inseguridad y nerviosismo. Incluso siento mis manos sudar de tan solo pensar en ello.
Sacudo la cabeza y decido que le preguntaré mañana. Ahora lo mejor será dedicarme a festejar mi nuevo logro.
Camino hasta mi bolso para ir a los vestuarios y así poder irme a mi casa, pero alguien me agarra del hombro impidiendo que siga caminando.
—Ahora te creerás la gran cosa, ¿no? —asegura Halton, mirándome de mala forma mientras se cruza de brazos.
—Yo no me creeré, ni me creo nada —respondo lo más amable posible, intentando volver a girarme, pero me lo impide.
—Te estoy hablando —comenta de mala forma y yo alejo su mano de mi cuerpo.
—Y te estoy escuchando —afirmo, asintiendo con la cabeza de manera lenta—, pero no me gusta tratar con gente algo maleducada.
Inmediatamente Devra y Cinthia se posicionan a mi lado, aunque no intervienen en la charla, solo se dedican a darme apoyo moral y se lo agradezco.
—Chiquis, ¿qué está pasando? —cuestiona Renata, acercándose a nosotras y mirándonos a todas, pero sobre todo a Halton y a mí.
—Esta que ya se cree superior a todas solo porque la nombraste capitana —menciona Halton, señalándome con su mano con algo de soberbia—. No es justo Renata, la elegiste sólo porque te cae bien y son amigas, pero yo no creo que deba ser capitana, ¿sabes?
—¿Por qué? —inquiere Renata, cruzándose de brazos y mirándola confundida, pero sin intimidarse ante su presencia como muchas lo hacen—. Kate es a la que mejor le sale todas las piruetas que dicto, por no decir que le salen a la primera y a la perfección. Tiene ideas de coreos buenísimas, siempre llega renovada y aportando ideas y buenas vibras para todos, además que es una excelente compañera porque siempre está dispuesta a dar una mano... No sé, yo la veo perfecta para el puesto.
Sonrío feliz de que ella vea todo eso en mí.
Sé que le caigo bien, pero también soy consciente de que no me considera su amiga y no me molesta eso con tal de caerle bien.
Desde que llegué a Balwer, Renata no ha sido más que un ejemplo a seguir para mí, una inspiración en todo. La admiro muchísimo. No sólo es la número uno en su clase, también es querida y admirada por muchos en el instituto debido a que siempre trata con amabilidad a todos, es la capitana de porristas y también la jefa del club de teatro, sin nombrar lo bien que baila. Es simplemente perfecta y yo anhelo llegar algún día a esa perfección, o siquiera, a aparentarlo.
—Gracias Rena —hablo, llamando su atención—. Prometo no defraudarte —aseguro y ella sonríe de manera amable.
—Sé que no lo harás, como así también sé que o le fallarás al instituto o a los chicos.
Cuando creo que todo este tema acaba aquí, me equivoco y Halton vuelve hablar.
—Ni creas que te la pondré fácil —amenaza, viéndome con cierto enojo, haciendo que suelte un suspiro que demuestra mi frustración—. Además, ¿puedes dejar de actuar como buena siempre delante de Renata? Ya todas sabemos lo perra e insufrible que eres.
—Mira Halton, no tengo mi celular aquí para llamar al veterinario, y así pedirle que te dé algo para el ratoncillo que hace funcionar tu cerebro, y así puedas hacerlo activar de nuevo, ni tampoco tengo por qué soportar lo ordinaria que estás siendo ahora mismo —aseguro, haciendo que la rubia eleve una ceja, mientras que escucho a Valentina, Devra y Cinthia reírse—. Así que, si me disculpas, ahora pienso retirarme.
—Ni has sido capitana aún y ya tienes los humos por allá arriba.
—Chicas, basta —interviene Renata, mirándonos seria a ambas.
—Yo no tengo la culpa que seas una envidiosa y en vez de hacer algo bueno con ello, sólo te dediques a odiarme —respondo, mirando a la chica de ojos verdes que está frente a mí—. Si tengo este puesto, es porque me lo he ganado. Porque entreno más de lo debido para perfeccionarme, porque no me gusta quedarme. Si tú quieres mi puesto, pues haz algo para ganártelo, en vez de tirar veneno y lloriquear como lo acostumbrada que estás.
Halton me mira de pies a cabeza, para después sonreír con malicia mientras se cruza de brazos, con aire de superioridad.
—No te tengo envidia, cariño. Jamás podría. Eso sería caer muy bajo —ataca sin apartar sus ojos de los míos, haciendo que trague saliva—. Además, puedo conseguir el puesto de porristas cuando yo quiera, porque... ¿sabes de qué me he dado cuenta? —inquiere, dando un paso en mi dirección, como si me estuviera por contar el mayor de los secretos—. No me ha costado mover ni un solo dedo para conseguir lo que tú tienes —comenta con dobles intenciones y yo entrecierro mis ojos, sin comprender del todo, o quizá, sin querer comprender.
Me quedo callada varios segundos, tratando de decidirme si seguir en este absurdo intercambio de palabras con ella, o irme a mi casa.
Soy consciente de que quiere provocarme, y la verdad es que lo está haciendo, pero debo ser más fuerte, sobre todo, sabiendo que puedo caer aún más bajo y creerle cada palabra que suelte.
—¿Lo has conseguido de verdad o es que crees que así es? —inquiero cerca de su rostro, para que pueda escucharme sin necesidad de alzar la voz. Mirándola fijamente a los ojos—. Si tuvieras lo mío, no sólo te hace una persona que se conforma con las sobras ajenas, sino que piénsalo, ¿si lo tuvieras por qué sigo sintiendo que lo tengo todo? ¿No debería de saber ya qué es aquello que tan fácil has logrado quitarme? —cuestiono, sonriéndole ahora yo con superioridad. Suelto un suspiro y me alejo de ella, mirándola apenada—. Supéralo Halton, eres de las que quiere y no puede, y eso, no es mi jodido problema —sentencio con un tono de voz tan firme, que no pareciera que en realidad me tiemblan las manos de la ansiedad que siento ahora mismo—. No tengo tiempo para gastar en una persona como tú —aseguro, sonriéndole lo más falsamente posible—. Si me disculpas...
Cuando estoy pasando por su lado, siento como alguien jala de mi coleta de caballo, haciendo que mi cuerpo por inercia se haga para atrás y termine en el suelo.
Antes de que me dé tiempo a reaccionar, tengo a Halton encima de mí, tirándome del cabello y gritándome cosas que no logro comprender.
Me defiendo como puedo de sus golpes y logro sacarla de encima de mí, para después intentar levantarme para dar por terminado esta "pelea", pero ella me lo impide agarrándome de la pierna, haciendo que se me dificulte el enderezarme.
Al final Renata y la entrenadora logran separarnos, o mejor dicho, separarla a ella de mí.
—¡Se van ya mismo las dos a dirección! —ordena la entrenadora a gritos, señalando la puerta del gimnasio.
—Pero... —intento hablar, pero no me lo permite.
Suspiro y comienzo a caminar hacia dirección junto a Halton, mientras que Renata dice que intentará abogar por mí.
Al final no pudo hacerlo y fui la única que salió perjudicada entre las dos, terminando con un castigo de dos semanas.
Claro, a ella no la castigan porque es hija de la entrenadora.
¿Ahora qué se supone que haga? Jamás he estado castigada, nunca.
Mi vida, mi futuro, todo se arruinará ahora y por culpa de Halton.
Qué día tan desastroso.
———🍓———
¡Hola, hola, hola! ¿Cómo están?
Espero que les haya gustado el primer capítulo 🤭
Qué piensan de Gael? De Kate?
Desde ya les digo cuanto odio a Luca: no existen palabras para describirlo.
Los amo y espero que esto les encante tanto como a mí 💜
Les deseo muchas fresas con chocolate 🍓 (y a quienes no les guste, pues... les deseo lo que sea que les guste de postre ajsjajsjjs)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro