Cap. 15
La sirena de la ambulancia se escuchó fuera del centro de salud y un par de paramédicos entraron con una camilla guiados por Jungkook hasta la sala en la que la mujer acababa de dar a luz y unos minutos después, los mismos hombres salieron con la mujer en ella, mientras aferraba a su bebé envuelto en una sábana blanca contra su pecho, seguidos del padre del recién nacido y del resto de los chicos.
Fue en ese instante en que Seokjin se puso de pie y su mirada chocó con la de Namjoon.
El moreno titubeó por un segundo y al siguiente recuperó la compostura, ignorando al mayor para ir detrás de los paramédicos.
— ¿Qué haces aquí? — Preguntó un extrañado Yoongi. La mirada de Seokjin bailó entre la espalda del moreno y el rostro de su amigo. — ¿Todo bien?
Seokjin asintió.
— Venía a... Buscaba a Namjoon. — Dijo por fin.
Yoongi le sonrió apenitas.
— Va a ir en la ambulancia para entregar a la paciente y al bebé a ginecología y pediatría, no va a volver hasta dentro de unas tres horas, va a hacerse cargo de toda la papelería y del certificado de nacimiento. — Seokjin comprendió y asintió con la cabeza, pasando su peso de un pie a otro. — Jin... ¿Has hablado con Nam últimamente?
Seokjin bajó la mirada formando una línea con sus labios y meneó la cabeza.
— Lleva una semana sin responderme los mensajes y... no entiendo qué pasó. ¿Sabes...? ¿Sabes que si ha seguido en contacto con Yeosang?
La pregunta llevaba días carcomiéndole la cabeza.
No entendía por qué Namjoon lo ignoraba.
Tenía remordimiento por la manera en que se había comportado luego de lo que vio en el club, pero... ¿No tenía derecho a molestarse?
Sí, el sexo había sido algo rudo, pero creyó que Namjoon lo había disfrutado.
En este punto ya no sabía ni que pensar. Su cabeza se hacía miles de ideas y sumado a lo que pasaba con Yoomi, estaba agotado, desesperado y demasiado temeroso.
— ¿Con Yeosang? — Preguntó el pelinegro, mientras Hoseok y Jungkook se encargaban de organizar nuevamente a los pacientes para volver a catalogarlos por urgencia, despachando a muchos de ellos luego de pedirles una disculpa, porque ahora era solo Yoongi para atenderlos y no podría darse abasto con tanto trabajo.
— S-sí... — Murmuró cabizbajo el mayor.
Yoongi suspiró y frunció los labios.
— No tengo idea, pero necesitas hablar con él.
— Lo sé...
— No. — Yoongi lo miró directo a los ojos. — Lo digo en serio, Jin. Ayer Nam me preguntó por qué no le había dicho que tenías una hija.
— ¿Cómo?
— ¿Por qué no se lo dijiste, Jin? — Y aunque hablaban casi en susurros, era obvia la molestia en las palabras de Yoongi y la angustia en la de Seokjin. — ¿No se te ocurrió que... no sé, era importante? — Preguntó sarcástico.
Seokjin bajó la cabeza.
— Se lo iba a decir.
Yoongi rodó los ojos.
— Namjoon estaba muy molesto ayer.
— ¿Qué le dijiste?
El pelinegro soltó una risita nasal, disgustado.
— La verdad. — Seokjin frunció el entrecejo, viéndolo a los ojos. — Le dije que pensé que ya lo sabía, que era algo que tenía que hablar contigo y... le dije lo de la cirugía.
Seokjin inhaló hondo y permaneció en silencio un momento, antes de decir.
— ¿Estaba muy molesto?
— Sí, estaba muy molesto. — Yoongi suspiró y dio una palmadita en el hombro de su amigo, luego de verlo hundirse en sí mismo con el gesto acongojado. — Habla con él, pero hazlo luego. — Seokjin lo veía tristón. — Yoomi te necesita. No deberías estar aquí sino con ella en el hospital, Jin.
(...)
Seokjin estuvo pensando todo el trayecto de vuelta a Daegu sobre qué es lo que debía hacer.
¿Desde cuándo Namjoon sabía sobre Yoomi? ¿Por qué no le había dicho nada?
Más bien... ¿Por qué él mismo no le había dicho nada?
Maldición.
No se suponía que las cosas salieran así.
¿Debería volver a Goryeong y esperar a que Namjoon regresara a su departamento para hablar?
La idea lo hizo dudar, mas al abrir la puerta de la habitación de hospital, vio a Yoomi echa un ovillo aferrándose al conejo de felpa que le había regalado hacía unos días por su cumpleaños.
— ¡Papi! — Gritó emocionada, y Kim Jiwan se apuró a detenerla para que no tirara de la intravenosa y no hiciera esfuerzo por temor a que la herida en su abdomen se abriera.
Cerró la puerta tras de sí y la mirada de desaprobación de su madre por haberse ido del hospital hacía unas horas lo hizo sentirse culpable, mas no lo demostró.
— Papi, quelo fuvito le mazana — Pidió sacudiendo el peluche con una mano mientras decía.
Seokjin sonrió sin ánimos, mas no le respondió, como tendía a hacer.
— ¿Ha dicho algo el doctor? — Preguntó en cambio, intentando parecer inafectado por la mirada de la mujer.
— Lo mismo. Que aún tiene que seguir con la dieta blanda y que no debe hacer esfuerzos. — Le dijo de mala gana.
— Papi. — Volvió a llamarlo con su voz infantil y aguda. — Papi. — Pero él seguía ignorándola.
— Seokjin. — Le llamó su madre, con una mirada acusadora.
— Papi. — Dijo ya con la voz tornándose quejosa por la falta de atención, como si fuese a comenzar a llorar.
Kim Jiwan se levantó de su asiento al lado de la camilla, harta de la actitud de su hijo.
Luego de la discusión de hacía unas horas en la que le prohibió retirarse del hospital, alegando que como padre de Yoomi, era a él a quien el médico daba informes o solicitaba autorización respecto a las decisiones sobre el tratamiento de la pequeña, la mujer estaba molesta y decepcionada de él.
— ¿Qué es lo que te pasa? ¿La niña te está hablando y lo único que haces es quedarte ahí sin siquiera dirigirle la mirada? ¡Es tu hija, Seokjin! — Le gritó. — Te dije mil veces que la fiebre no le bajaba, que la niña tenía dolor, que cada vez la veía peor, ¡y a ti no te importó! Te dije que llamaras a Yoongi nuevamente, que la llevaras con el pediatra, ¡pero tenías que verla inconsciente para ponerle atención! — Las lágrimas de frustración de su madre comenzaron a escurrirse. — Es tu hija, Seokjin, no mía, ni de tu papá.
— ¡Exactamente! — Le gritó de vuelta. — ¡Era mi decisión hacerme cargo o no, no de ustedes, pero como siempre, se hizo lo que ustedes querían!
— ¡Seokjin! — Sus ojos eran dos dagas atravesándolo. — Hacerse cargo o no de un hijo no es algo que esté a discusión. No puedes ir evadiendo tus problemas y responsabilidades. Yoomi es tu hija, ¿no lo entiendes? ¿Es que no la quieres ni un poco?
— Papi... — Pronunció con la vocecita entrecortada, y solo entonces Seokjin se giró a verla.
Sus ojitos grandes y redondos lo veían fijo, mientras estrujaba el conejo contra sí.
¿Qué si no la quería?
Seokjin pudo ver dolor en esa mirada.
¿Acaso entendía una niña de dos años lo que era eso?
(...)
Sentado en el piso asfaltado de la terraza del hospital, con la espalda recargada en la pared mientras veía el cielo nublado de Daegu, Seokjin aguantaba las ganas de soltar las lágrimas.
Luego de aquella pregunta, había preferido salir de la habitación.
El chico inhaló profundo y dejó salir el aire por la boca. Tomó una segunda respiración y echó la cabeza hacia atrás para apoyarla contra la pared.
Kim Seokjin creía que todo lo que constantemente le decían sus padres era verdad, ese había sido siempre el problema, el saber que nunca daba la talla.
Él no los odiaba. Ni a ellos, ni a Hyeji y mucho menos a Yoomi.
A quien verdaderamente odiaba, era a sí mismo.
Kim Jungjin y Kim Jiwan, ambos eran un ejemplo muy grande de lo que era ser un buen ser humano a ojos de su hijo.
Ambos dedicados, inteligentes, moralistas, apasionados por la enseñanza, fieles devotos de la iglesia, caritativos, humanitarios... en fin, todo lo que él nunca sería.
Desde que era un niño, las buenas notas en la escuela nunca fueron un problema, en cambio, las constantes llamadas de atención siempre fueron por su conducta.
Demasiado inquieto, demasiado parlanchín, demasiado impulsivo.
El niño famoso por ser el "chistosito" de la clase.
Los reportes por parte de los profesores o el directos solían marcar sus constantes interrupciones, la distracción a sus compañeros, su incapacidad para permanecer callado, su falta de atención a los detalles.
Trastorno de déficit de atención e hiperactividad, eso le había diagnosticado la psicóloga escolar, y aunque era demasiado propenso a distraerse, nunca tuvo malas notas.
Durante un tiempo acudió a terapia, al principio por órdenes del director, pero cuando entró a la adolescencia, su lado rebelde le hizo creer que era buena idea imponerse ante la idea de continuar con sus sesiones, y ahí acabó su tratamiento.
Así mismo, los Kim eran conocidos por ser fieles seguidores de la iglesia católica. Siempre orando, siempre leyendo la biblia, siempre apoyando diversas obras de caridad, siempre presentes y puntuales en misa cada domingo.
Permanecer sentado y en silencio más de una hora era una tortura para Seokjin, y el tiempo que participó como monaguillo fue su salvación porque se le dificultaba horrores estar sin hacer nada y así por lo menos podía distraerse con algo, pero de nuevo, la adolescencia y su rebeldía hicieron acto de presencia y sus días como monaguillo terminaron.
Nunca le interesó verdaderamente, no entendía muchas cosas de las que le exigían porque no les encontraba sentido y las respuestas que le daban sus padres o el sacerdote nunca le satisfacían.
Una tras otra, las quejas sobre su persona fueron aumentando.
Que si por qué no podía ser un niño tranquilo y bien portado, que si por qué no podía ser menos ruidoso, que si por qué no podía quedarse quieto, y sus inseguridades crecían y crecían, hasta que aceptó que era así.
Que no llenaba las expectativas, que era un mal niño.
Y entonces vinieron los castigos por las peleas con otros chicos, o por escaparse de casa cuando le habían prohibido salir, y el expresar su desacuerdo cuando sus padres le llamaban la atención empeoró las cosas.
Sí.
Sus padres tenían razón.
Eso estaba clavado en su cabeza.
Era impulsivo y eso era malo, era ruidoso y eso era malo, no estaba de acuerdo con lo que dictaba la iglesia y eso era malo, no tenía sueños porque estos no compaginaban con los de sus padres y eso era malo.
Seokjin nunca llenaría las expectativas y aunque sabía que eso era malo, también sabía que no tenía remedio. Él nunca sería suficiente y estaba cansado de que se lo repitieran, porque ya lo tenía claro.
El constante "Así soy yo" en su cabeza, se repetía y se repetía, y su fachada altanera, despreocupada e impetuosa enmascarando el cúmulo de inseguridades y baja autoestima, convirtieron a Seokjin en un enorme fraude.
Uno bastante llamativo y atractivo, pero un fraude a fin de cuentas.
(...)
La desazón e incomodidad en su interior lo asfixiaban.
¿Acaso Yoomi había entendido esa pregunta? ¿Por qué su madre había dicho todo aquello frente a la niña? ¡Maldita sea!
El suéter y la chamarra que llevaba encima no eran suficientes para hacerlo entrar en calor. El sol se había metido y él seguía en la terraza del hospital incapaz de volver dentro, aunque el frio de diciembre calara en sus huesos.
Desde que Hyeji decidió tener a la bebé, supo que como padre, así como en todo lo demás, tampoco daría el ancho.
Sabía que para Yoomi también sería una decepción, que nunca podría hacer un buen trabajo como sí lo habían hecho sus padres, porque ellos no tenían la culpa de que él fuera así. Era solamente que él estaba defectuoso por algún motivo.
Pero... ¿Que si la quería? ¡Pues claro que la quería! Era solo que verla le hacía recordar toda la mierda que llevaba cargando.
Se talló con brusquedad los ojos para secar las lágrimas que volvieron a empañarlos.
Namjoon.
Necesitaba a Namjoon.
Con él podría hablar, estaba seguro de que lo escucharía y tendría alguna palabra que lo tranquilizaría y le haría saber qué era lo que debía hacer para solucionar todo esto, porque él no le veía ni el principio ni el final para comenzar a desenmarañarlo.
Pero, ¿qué le diría?
¿Confesaría todo eso que lo corroía por dentro?
No.
Sí.
¡Sí, maldición!
Necesitaba decírselo.
Quería creer que él lo sacaría de ese pozo sin fondo y lo traería a la luz, porque Namjoon era todo lo que él no era.
Namjoon para él era perfecto.
Con sus hoyuelos y su sonrisa, con sus preciosos ojos y sus labios gruesos, con su manera de pensar y de hacer las cosas, tan centrado e inteligente, tan cálido, tan divertido, tan... tan... él.
Pero la cobardía no era algo fácil de superar, y Seokjin era un cobarde de primera.
(...)
Dos días después, el médico por fin dio de alta a la pequeña Yoomi. Ese sábado, los Kim volvieron a Goryeong luego de agradecerle a los Im por el apoyo en Daegu, y Seokjin ya no tenía excusas.
Desde el día que lo vio atender a aquella mujer en el centro de salud y luego de la última discusión con su madre, no había vuelto a enviarle ningún mensaje.
Le había tomado un tiempo aclarar su mente y superar el miedo, pero por fin se sentía listo para ir a buscarlo y hablar de todo en persona.
Se había dado un baño y arreglado un poco más de lo normal para ir a verlo, pero cuando llegó a casa de los Lee, el anciano le hizo saber que Namjoon se había ido a Seúl esa mañana para pasar el fin de año con su familia.
Decepcionado, regresó a casa y luego de llamar a Yoongi, decidió esperar hasta que Namjoon regresara para hablar frente a frente, porque definitivamente no podría expresar todo en una llamada y mucho menos por mensajes.
Sabía por Yoongi qué día volverían a laborar en el centro de salud, así que una noche antes, tomó su motocicleta, un grueso abrigo y esperó fuera del departamento del moreno.
Hacía frío y luego de dos horas tenía hambre, pero ya podría cenar algo cuando Namjoon llegara.
Tenía intenciones de invitarlo a cenar para poder hablar, sin embargo, las cosas tienden a complicarse cuando las planeamos de cierta manera.
Cerca de las nueve de la noche, un taxi aparcó frente a la propiedad de los Lee y Seokjin salió del asiento de la motocicleta más que nervioso.
Esas dos horas ahí sentado lo hicieron pensar y pensar en todo lo que necesitaba contarle, en las ganas que tenía de abrazarlo luego de días sin poder verlo, y cada minuto que pasaba solo aumentaba su convicción de cuánto lo había extrañado.
La puerta trasera del taxi se abrió y Seokjin sonrió enorme cuando lo vio bajar. Estaba a punto de correr hacia él cuando lo vio extender su mano hacia el bonito chico de cabellos rubios que bajó con su ayuda luego de él.
Namjoon le sonreía y el chico le devolvía el gesto, caminaron a la parte trasera para bajar sus maletas ayudados por el conductor. El moreno puso su mano libre en la cintura del rubio y ambos se giraron para caminar a la entrada de la casa con estilo rustico, fue en ese momento que todo pareció paralizarse en el tiempo.
11/10/23
🍵
Chismecito + Tacita de té:
Lo único similar a la vida real, es que él no se responsabilizaba de su hija. Los motivos no los sé. Nunca me habló de eso.
Tiempo sim actualizar, pero aquí está otro capítulo.
Espero les guste ♥
-Tannieinlove
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