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Cap. 03

Eran las 3:30 de la tarde y Namjoon no sabía qué hacer.

¿Había sido en serio lo que había dicho Seokjin o solo estaba bromeado?

Ni siquiera tenía su número para enviarle un mensaje para confirmar si se verían o no.

Faltando quince minutos para la hora dicha, se levantó en medio de un gruñido de la cama y rebuscó en su armario. Se puso con cuidado unos jeans negros rasgados en las rodillas —no quería estarse lastimando al caminar—, una playera amplia y lisa en color blanco y sobre ella, una chamarra gruesa de mezclilla, terminando con una gorra negra y tenis cómodos.

Se miró en el espejo unos segundos y tomó de su improvisado alhajero un collar estilo militar con una plaquita con su nombre y se lo metió por la cabeza.

Miró el reloj en su celular y suspiró con desgana, veinte minutos después escuchó un insistente claxon fuera del departamento.

Se asomó por la ventana encontrando a Seokjin montando su cuatrimoto saludándolo desde la calle.

Namjoon rio. Ese chico era extraño.

Tras ponerle el seguro a la puerta, bajó con cuidado los escalones y al llegar a la moto pasó una pierna por detrás de Seokjin para sentarse a su espalda. La moto era grande, y en la parte de atrás llevaba instalado un acolchonado y cómodo asiento extra, con maleteros de almacenaje a ambos lados.

— ¿Listo? — Preguntó, y Nam asintió pronunciando un "Uhum".

— ¿A dónde iremos?

— A pasear, Joonie. — Y aceleró despacio para salir a la avenida.

El apodo lo hizo reír.

Ese chico le parecía muy extraño. Extrañamente divertido.

Recorrieron el centro del pueblo.

Era fin de semana y una buena cantidad de turistas recorrían las calles con sus típicos sombreros estilo Indiana disfrutando de la música que los conjuntos musicales tocaban en el jardín principal frente a la parroquia del pueblo.

Seokjin parecía conocer a todo el mundo, era saludado en cada negocio o puesto por el que pasaban y él les regresaba el saludo con la mano o con el claxon.

— ¿Por qué todo el mundo te saluda? — Preguntó con curiosidad y en voz fuerte para hacerse escuchar a través del ruido del motor, de la música y del escándalo que los rodeaba.

— Crecí aquí, Joonie. Es un pueblo pequeño. — Gritó de vuelta para que el otro escuchara. — Fui vecino de estas personas por mucho tiempo. Compartí clases con ellos o con los hijos de ellos.

— ¿Estabas en el mismo grado que Yoongi?

— No. — Afirmó. — Soy un año mayor que él, pero nos conocemos desde niños. — Guardó silencio y luego soltó una suave carcajada. — A decir verdad, nos metimos en muchos problemas juntos.

El moreno enarcó una ceja.

— ¿Yoongi? — Preguntó incrédulo. — No te lo creo. De ti no lo dudaría, pero Yoongi...

El otro rio de nuevo.

— No te dejes engañar por su carita de no rompo un plato. — Aconsejó. — Los dos estamos vetados de algunos de los bares y clubs de por aquí. Por ejemplo, ese. — Señaló a una local grande y oscuro con un llamativo letrero de una escultura gritando que estaba a pocos metros de donde iban pasando. — Tenemos prohibido entrar. — Se carcajeo.

— ¿Qué mierda hicieron? — Preguntó sorprendido.

— Pregúntaselo a Yoongi. — Se carcajeo de nuevo.

Siguieron recorriendo las calles adoquinadas. Seokjin cantaba en voz alta de vez en cuando al escuchar alguna canción que le gustaba e incitaba a Nam a seguirlo, pero éste no era tan desvergonzado así que no lo hacía.

— ¿De dónde vienes, Joonie? — Preguntó luego de estacionar la cuatrimoto en un lugar libre a un costado del jardín principal. Retiró la llave y se la guardó en el bolsillo de su chaqueta, bajó de la cuatrimoto y le ofreció una mano a Nam para que se apoyara, pero este la rechazó amablemente.

— De Seúl. — Dijo dando un suave saltito para bajar del vehículo. Sus rodillas dolían mucho menos. Se llevó las manos a los bolsillos de su pantalón y comenzó a caminar lento al lado de Seokjin.

— Oh, Seúl es divertido.

— Si. — Sonrió alegre, mostrando sus hoyuelos. — Aunque a veces es estresante, me gusta.

— ¿Y qué haces aquí? — Preguntó mirando hacia el frente para no tropezar con nadie. — Yoongi me contó que estás trabajando en el mismo centro de salud que él.

— Sí, somos compañeros. Estudiamos juntos en la universidad.

— ¿También eres médico?

— Uhum. — Asintió.

— Genial. — Continuaron caminando en silencio por un momento, admirando todo a su alrededor y escuchando la música.

— ¿Y tú? — Peguntó el moreno.

— Ah~, yo heredaré la empresa vinícola de la familia. — Dijo sin dejar de caminar, y notó como el moreno lo miraba asombrado.

No pudo resistirlo y soltó una de sus características carcajadas que se estaban volviendo bastante contagiosas para Nam.

— Debiste ver tu cara. — Dijo secándose una lagrima de la comisura de sus ojos. — Obvio no la heredaré yo, la heredará mi hermana.

Nam lo volvió a mirar, pero esta vez con confusión, y el otro volvió a partirse de la risa.

— Es broma, Joonie. Mis padres son maestros en la escuela primaria aquí en Goryeong. — Confesó. — Yo estoy estudiando actuación en Busán. Ah~. Me alegra que mis habilidades estén mejorando. Te creíste lo del vino, ¿verdad? ¿Fui convincente? — El moreno no sabía si reír o no, porque aquello bien podría tratarse de otra broma así que se limitó a sonreír chiquito y a rascarse la nuca.

Después de caminar en silencio al lado del otro, el moreno se decidió a hablar de nuevo.

— ¿Y cómo es que un chico de un pequeño pueblo como Goryeong termina yendo a Busán a estudiar actuación?

— Oye, no subestimes a las personas que crecimos en un pueblo pequeño. — Se quejó. — ¿Conoces al actor Choi Heusong?

— ¿El de la película esa donde los japoneses atacan una pequeña base militar coreana?

— Uhum.

— Sí, ¿por qué?

— Heusong nació y creció aquí en Goryeong. La casa de sus padres está a unas calles de aquí.

— ¿En serio? — Preguntó asombrado. — ¿Podemos ir a verla?

El chico rio.

— Es solo una casa común y corriente, Joonie. Pero si quieres ir, vamos.

El moreno dudó un poco en responder, no había querido verse así de impresionado y recordó que Seokjin a veces bromeaba demás y no sabía si en ese momento estaba siendo demasiado entrometido o demasiado crédulo. Al ver su expresión, Seokjin rodó los ojos y suspiró, porque esta vez sí estaba diciendo la verdad.

— Vamos a la moto, te llevaré a verla. — Le dijo jalándolo por el brazo de regreso al vehículo.

Unos momentos después, Seokjin se detuvo fuera de una casa que —tal y como había dicho— lucía como una casa común, en tonos amarillos y con un pequeño jardín de flores en la entrada.

— Bueno, aquí es. — Dijo encogiendo un hombro.

El moreno lo miró achicando los ojos.

— No sé si creerte. — Le acusó. — Todo el tiempo estás bromeando y ésta bien podría ser la casa de cualquiera.

Seokjin soltó una carcajada y negó con la cabeza.

— Debes dejar de ser tan desconfiado, Joonie. Ven. — Lo invitó a bajar con un cabeceo. — Vamos a saludar.

Lo vio acercarse a la puerta de la casa y tocar el timbre.

— ¡No, no, no! ¿Qué haces? — Le gritó bajito, tratando de jalarlo de vuelta a la moto. Si aquella era la casa del famoso actor Choi Heusong no quería ser denunciado por acoso o algo por el estilo.

— Señora Choi. — Saludó contentó a una mujer entrada en años que abría la puerta del domicilio. — ¿Cómo ha estado?

— Seokjinnie. — Lo llamó la mujer en tono amable, respondiendo a su abrazo. — Que gusto verte, muchacho. Y mira cuanto has crecido, ¡y que guapo te has puesto! — Pronunciaba la mujer acercándose a la puerta.

— Señora Choi, él es un amigo, Kim Namjoon.

Namjoon estaba congelado al lado del extrovertido chico.

— M-mucho gusto, s-señora Choi. — Reverenció en noventa grados hacia la mujer.

— Namjoon no me creía cuando le dije que esta era la casa de Heunsong. — Dijo riendo y la mujer también sonrió.

— Songgie tiene tiempo sin venir a visitarnos, pero ésta siempre será su casa. — Dijo la mujer.

— L-lamento mucho haberla molestado, señora Choi.

— Oh~, no es ninguna molestia, muchacho. Los amigos de Seokjinnie siempre serán bienvenidos. Sobre todo, si son así de guapos como tú. — Le sonrió desde el marco de la puerta.

— Señora Choi, solo pasábamos a saludarla, ya nos tenemos que ir. — Seokjin reverenció hacia la mujer. — Dele mis saludos y los de mis padres al señor Choi, por favor.

— Claro que sí, muchacho. — La mujer le pellizcó tiernamente la mejilla y él volvió a reverenciar. — También envíale nuestros saludos a tus padres, por favor. Hace tiempo que no los veo. Diles que en estos días iré a llevarles un poco de mi famoso pastel de carne. — Le sonrió y volteó hacia Namjoon. — Fue un gusto conocerte, muchacho. Cuida a Seokjinnie, por favor. No dejes que se meta en muchos problemas. — Le pidió señalándolo con su dedo índice.

El moreno no pudo evitar reír.

— Yo me encargo, señora Choi. — Reverenció profundo varias veces y la vieron regresar dentro de la casa.

— ¿Ahora me crees? — Preguntó con una ceja enarcada.

El moreno bufó y rodó los ojos.

— Vamonos, Seokjinnie. — Dijo subiendo al asiento trasero de la cuatrimoto.

— Oye, soy mayor que tú. Háblame con respeto, niño.

Namjoon bufó de nuevo.

— Ya, Seokjinnie, sube a la moto y acelera.

— Respétame, idiota.

— Está bien, Seokjinnie. — Y se ganó un golpe en la nuca junto con un bufido por parte del contrario. Aun así, comenzó a reír, acomodándose en el asiento mientras el otro aceleraba.

El sol ya no era tan intenso.

— ¿A dónde vamos, Seokjinnie? – Preguntó travieso. Esta vez consiguió que el mayor riera mientras negaba con la cabeza.

— Vamos por un café caliente que está delicioso. — Le explicó. — Tienen muchas variedades. Algunos están hechos de manera artesanal.

— Oh, eso suena bien.

— Obviamente suena bien, te lo estoy diciendo yo. — Dijo encogiendo un hombro. Nam rodó los ojos, pero no pudo reprimir una suave risa.

Aparcaron en un lugar vacío en el centro y el moreno siguió al mayor dentro de un local que olía delicioso a café y chocolate.

Seokjin pidió su café y un pan con azúcar espolvoreada por arriba, Nam se demoró un poco más en elegir algo del menú porque era su primera vez en el lugar, pero terminó ordenando algo parecido.

Después de pagar en la caja, fueron a sentarse en una pequeña y circular mesa en la parte exterior de la cafetería. Las personas iban y venían por la acera, y ellos conversaban y conversaban de cualquier cosa.

Uno de los meseros depositó frente a ellos lo pedido y comenzaron a beber y a comer.

Al terminar, el sol estaba cerca de ocultarse y Seokjin lo estaba apresurando para subir a la moto.

— ¡Vamos, Joonie! El atardecer se ve hermoso desde las faldas de la presa. ¡Apúrate!

— ¡Ya voy, ya voy! — Se quejaba. — ¡No pudo caminar tan rápido aún!

Una vez acomodados en sus respectivos asientos, Seokjin puso el motor en marcha y condujo por calles por las que él nunca había transitado en sus cinco meses viviendo en el pueblo.

Las farolas estaban encendiendo y por donde sea que pasaban se encontraba con casas preciosas. Todo tenía ese aire antiguo y colonial que a Nam le resultaba interesante. Nunca antes había vivido en un lugar así y justo en ese momento se estaba dando cuenta de lo tonto que había sido por desaprovechar esos últimos meses encerrado en su departamento.



(...)



Después de andar un rato por el camino, llegaron a un terreno polvoso y despejado, al girar en una arboleda, el moreno pudo ver la inmensidad del agua frente a él.

Seokjin condujo hasta detenerse cerca del agua y apagó el motor. Bajó de la moto y fue a sentarse en una banca improvisada que era solo un tronco caído que las personas habían acomodado y dado forma para poder sentarse en él.

Namjoon lo imitó, yendo a tomar asiento a su lado en silencio.

Seokjin tenía razón. La vista era hermosa.

El sol estaba a solo unos minutos de ocultarse y el cielo tomaba tonos rojos y anaranjados que pintaban la superficie del agua de la presa.

— ¿En qué piensas? — Preguntó Seokjin, subiendo los pies al tronco para apoyar su cabeza en sus rodillas.

— ¿En qué pienso?

— Uhum.

— En el tiempo.

— En el tiempo como... ¿en el clima?, ¿o el tiempo, tiempo?

Namjoon rio suave.

— Más bien en el tiempo que he desperdiciado.

— Oh.

Ambos voltearon al frente en silencio de nuevo, hasta que Seokjin volvió a decir.

— Pensé que te referías al clima porque está haciendo frio y en eso pensaba yo, pero es un frio agradable, aunque en lo que pensabas tú también es interesante.

Namjoon soltó una carcajada.

— ¿Siempre eres así?

— ¿Así cómo? — Ladeo su cabeza de modo que su mejilla quedó apoyada en sus rodillas y él podía ver al moreno de frente.

— Pues... no lo sé. Así. — Intentaba explicar, pero no encontraba la palabra correcta para describirlo. — Me haces reír.

— Sí, me gusta ir haciendo de payaso por la vida. — Rodó los ojos para volver la vista al frente, aunque sonreía

Namjoon meneó la cabeza, divertido.

— En lo que pensaba era en que me quedan aquí solo unos siete meses, y me doy cuenta de que hay muchas cosas de las que me estoy perdiendo. — Pronunciaba viendo el sol volverse cada vez más y más pequeño. — Pasé casi seis años con una persona y yo mismo decidí dejar de lado amigos, fiestas, viajes y... no lo sé. Al principio Goryeong me parecía una idea horrible, pero justo hoy hiciste que me diera cuenta de que hay muchas cosas que la vida nos ofrece y somos nosotros los que decidimos no darles la oportunidad. — Se giró a Seokjin, quien lo escuchaba atento y le dio un empujoncito en el hombro. — Eres divertido. Tal vez debería ser más como tú.

El chico bufó incrédulo.

— ¿Cómo yo? — Rio. — ¿Por qué querrías ser como yo? — Giró el rostro lejos, sintiéndose avergonzado.

El moreno se encogió de hombros.

— No lo sé. Pareces alguien amable y... alguien que se atreve a hacer lo que quiere. Seguro. — Explicó.

Lo dicho hizo reír al chico.

"Definitivamente no me conoces", pensó y luego de un momento suspiró antes de decir.

— Creo que es hora de volver. — Bajó los pies de la banca.

— Sí, ya es tarde.

Y el sol ya no podía verse, quedando solo los vestigios de sus rayos brindando apenas un leve rezago de luz.





(...)





Seokjin aparcó fuera del departamento y apagó el motor esperando a que Namjoon bajara.

— Gracias por traerme... Jin.

El chico rio ante la manera insegura en que pronunció su nombre.

Hacía un momento le había dicho que podía llamarlo así si es que no quería usar su nombre completo. Que lo llamara Seokjin le hacía recordar demasiado a sus padres o a sus profesores del instituto. Casi todos sus amigos lo llamaban de manera corta, así que se lo había mencionado al moreno y parecía que ahora intentaba acostumbrarse al nuevo nombre.

— No hay de qué, Joonie. Descansa.

Lo vio sonreír para él antes de subir por las escalerillas y lo perdió de vista en el segundo piso.

Encendió de nuevo el motor cuando-

— ¡Espera!

Vio al moreno bajar apresurado, y lo miró confuso.

— ¿Si?

— Oye... uhm... es que, no tengo tu número. — Se rascó la nuca.

— ¿Bajaste apresurado para pedirme mi número? ¿Qué no que te dolían las rodillas? — Preguntó travieso, consiguiendo que el moreno se arrepintiera en ese mismo instante, y lo vio torcer el gesto, cosa que hizo que Seokjin soltara una carcajada. — Ya, solo estoy molestándote. Vamos, anota rápido...











05/05/23

🍵

Chismecito + Tacita de té:




1- Lo de la cuatrimoto es real. Él también cantaba a todo pulmón cuando salíamos a pasear en ella y yo me moría de vergüenza pero era muy divertido.

2- No me gusta el café, así que yo pedía chocolate cuando me invitaba a salir.

3- Sí, él era muy extrovertido y conocía a medio mundo.

4- Sí, sí estaba vetado de varios clubes y bares del pueblo jajajajaja

5- Sí, sí estaba estudiando actuación.



Espero que les haya gustado el capítulo.

Les mando un abrazo grande.

Gracias por todo su apoyo 💜

-Tannieinlove

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