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▪ Capítulo 38 ▪ La verdad ha sido revelada

Weit.

Relamo mis labios, esbozando una sonrisa divertida. Esto es tan entretenido, ya quiero ver la cara de Lía. Sería capaz de enmarcar su expresión.

Lo que no entiendo es porque carajos se tardan tanto, ¿Qué está haciendo Mateo con ella?¿La está llevando de paseo o qué?

—¿Qué vas a hacer cuando ella sepa quién sos? —inquiere Ariana, parece ansiosa.

Ruedo los ojos. ¿Qué es lo que le da tantas ansias?

—La respuesta ya la sabés. Todo dependerá de lo que ella haga —respondo con honestidad—. Sí llega a decir algo, ya sabés. Y si no dice nada, también lo sabés.

Mis respuestas no son concretas. No quiero arriesgarme a qué me estén grabando diciendo un claro "sí" o "no".

—En serio que ya perdiste la poca cordura que te quedaba —opina con un ceño fruncido que delata su confusión.

Sé que cree que puede engañarme, sé cómo se siente en realidad. Querida Ari, estoy muchos pasos adelante de vos.

El crujido de unas hojas secas y ramas provoca una sonrisa en mi rostro. Acomodo mi máscara con delicadeza y suspiro.

Lía podrá intuir quién soy o eso es lo que pienso. Es bastante observadora.

Pensar que estoy a pocos segundos del día que quedará marcado en todos es... Magnífico.

Ha llegado el momento.

Ha llegado la hora de que cada mentiroso caiga.

...

—Era muy obvio que ustedes dos sean Weit —bufa, cruzada de brazos. Su expresión es de molestia y decepción.

¿Hemos vuelto a la época en la que nos sentíamos decepcionadas? Quizá.

La brisa fresca que se cuela por la ventana, me renueva el alma. La máscara oculta mi sonrisa petulante, pero no mis ojos. Apuesto a que ya los debió de reconocer.

Lía no es tonta. Es una chica muy lista.

Sin apartar mis ojos de ella, apoyo mis manos sobre la mesa. Su mirada recae en mis uñas pintadas, ocasionando que sus labios se entreabran por la sorpresa.

Sí, soy mujer. Ya debe saberlo, por la forma de mis manos.

Quizá lo dedujo antes, es observadora. Lástima que esa cualidad no favorezca en algunas situaciones.

La pregunta en este momento es, ¿Quién soy?

¿Quién?

—Tenemos un trato para vos —carraspea Mateo para captar su atención—. Podés unirte a nosotros y dejamos al resto en paz.

Lía se queda perpleja, sin poder creerlo. ¡Oh, vamos! ¿Qué es lo que la sorprende tanto?

Antes hubiera aceptado mis tratos sin rechistar. ¿Tendré que utilizar sus puntos débiles? Tal vez sí.

Esos idiotas le importan demasiado.

—Tu secreto y mentira saldrán a la luz, todos morirán. Vas a ser culpada por este caso, la justicia es una mierda. ¿Querés eso, Lía? —advierte con severidad—. Eso que escondes, es lo mismo que mató a Marie.

Marie ocultaba algo, ese secreto que tanto se empeñó en borrar de su vida, acabó con ella. No era la chica santa que todos creían, esa máscara de hija de perra fue sólo una distracción de lo que realmente era.

Lástima que desafió a su verdugo.

Mintió, rompió una promesa. Soy una persona de palabra y lo que digo, lo cumplo.

Que pena por Marie Estefanía González. No será recordada como una gran chica, me encargué de ello.

Cometió tantos errores. Enamorarse fue uno.

No des la vida por alguien, nadie lo hará por ti. ¿Aún las personas siguen creyendo en la estupidez del amor? El ser humano es un ser egoísta y cruel, "yo" estoy primero que el otro.

Esa es la ley para triunfar en este mundo. Vos estás primero que todos. El resto se pueden ir a la mierda.

—¿Qué me asegura que no me van a matar como a todos ellos? —escupe a la defensiva—. ¿No mostrarás tu rostro, Weit?¿Qué pasó?¿Ya no eres tan valiente cómo lo eras estando detrás de una pantalla?

Su lengua filosa e impulsiva la traiciona. Debería estar agradecida de que aún no acabé con su vida, después de todo si guardo un poco de piedad en mí.

Unos pasos resuenan en las escaleras de madera cerca de nosotros, sé quiénes son. Mis invitados especiales han llegado.

Convencerles de que vinieran aquí, a la casa de Mateo, fue complicado. Bastante para mi gusto, pero siempre consigo todo lo que me propongo.

Sé cómo utilizar las debilidades de cada uno. Las personas son tan transparentes en mis ojos.

—Oh, ¿Por qué nadie me dijo que ya llegó? Quería darle una bienvenida —finge molestia una voz femenina.

—¿Qué pasa, Lía?¿Has visto a un fantasma? —inquiere con burla una voz masculina.

Sonrío y giro para verlos. La estatura baja de ella, la delata. Y la expresión de él, me satisface.

Wendy y Álex. Ambos fueron mis cómplices.

Y lo son.

Años planeando todo esto, atando cada hilo para que nada se escape. Tanto esfuerzo valió la pena, este momento es magnífico.

Lía nunca se esperó algo de parte de ellos, mucho menos está traición. A él lo creía muerto, ¿De verdad pensó que asesinaría a quien podría ser mi cómplice?

Ridículo.

Todos terminaron conmigo por motivos poderosos que lastiman hasta al corazón más puro: la venganza, el rencor y la traición.

Mateo y Ariana fueron abandonados por quiénes creyeron sus amigos, ignorados, traicionados por personas que no dudaron en manchar su reputación con tal de salvar su pellejo.

Wendy y Álex fueron daño colateral de una situación, se llenaron de rencor y este plan del juego les pareció espectacular.

¿Saben por qué siguen conmigo? Yo no soy como los otros, no soy alguien que abandonaría a su amigo o familia a la primera oportunidad.

No tengo doble cara, ni soy hipócrita.

Les di razones para amarme y me adoran.

Falta que la gran mentirosa caiga, ¿Sabes quién es?¿Y por qué será una mentirosa?¿Cuánto tardará en caer?

Con cuidado, retiro la máscara que recubre mi rostro. Mi cabello oscuro se despeina un poco en el proceso.

Los ojos marrones de Lía están teñidos de puro asombro y hasta se podría decir que terror también.

Es una chica tan impredecible, pero estoy segura que esto jamás lo pensó.

—¿Qué pasa, pequeña Lía?¿Me extrañaste? —sonrío con falsa dulzura—. ¿Tan inocente parezco?

Sonrío satisfecha.

Que comience la ronda de verdades.

Lía.

Su cabello, ahora castaño oscuro, cae por sus hombros con un notable planchado.

Sus ojos marrones me observan con satisfacción y diversión, ¿Qué carajos le es tan gracioso?

—Amber Ámbar Meiz —pronuncio su nombre con lentitud—. ¿Vos?¿Me están jodiendo?

Ella me sonríe con arrogancia. Los cinco presentes en la habitación, sin contarla a ella, la estamos observando fijamente.

No lo puedo creer. ¿Fui tan tonta al no notarlo?

Aparto mi mirada de la suya, me provoca escalofríos el tan sólo verla. No soy alguien que suele sentir temor, por lo que es raro.

Pero es que ella me recuerda tanto a lo que yo fui en un pasado...

Un pasado que debería estar olvidado. Y sí fuese posible, también borrado.

Nunca debió existir.

—¿Tan inocente parezco, pequeña Lía? —se burla, acomodando su cabello con sus dedos.

No respondo, me siento más que incómoda en este lugar. Es como si acabaran de abrir mi alma y extraer toda mi vida, para leerla y torturarme con todo lo que soy yo.

Marie siempre tuvo razón, recuerdo su charla conmigo a la perfección. Uno de nosotros mentía muy bien, ¿Por qué no pude verlo?¿Acaso quería creer que ella no era una maldita asesina?

"—Marie... ¿Vos hiciste algo?

—¿Yo?El tiempo demostrará la verdad, hay alguien que miente aquí y esa no soy yo —dijo seria."

Y yo no le creí. Nadie le creyó.

—Soy la mente maestra, yo creé los juegos, los asesinatos, todo. El crédito es mío, pero ellos se lo llevaron al fingir ser yo. Alguien debía no parecer sospechosa, ¿No creés? —la burla en el tono de su voz me irrita.

—¿Por qué, Ámbar? Quiero que me expliques to-do —enfatizo la última palabra, con impaciencia y acidez.

¿Qué gana perdiendo tiempo?¿Qué es lo que busca?¿Atacarme?

Ella no responde, sólo me observa con superioridad y burla. Suspiro y me levanto de la silla, dispuesta a irme.

Oigo el sonido de un seguro de alguna arma y volteo a ver al culpable. Álex me apunta sin ningún temblor.

Y pensar que confié en este maldito. Weit casi lo mató, pero parece no importarle.

—Baja eso si quieres seguir vivo —amenazo.

—Séntate, Lía, tenemos cosas que hablar —anuncia Ámbar y yo arqueo una ceja—. Del accidente, el intento, la razón y la verdad.

Sus palabras me dejan helada. La única que sabe esas cosas soy yo, ni siquiera Beatriz. ¿Cómo es posible que ella sepa de todo eso?

El accidente y el intento. La razón y la verdad.

Un juego de palabras que inventé para no llamar a los asuntos por su nombre, sería muy impresionante oír sobre eso.

Giro a verla, Álex no deja de apuntarme a la cabeza. Tal vez debería matarme, después de todo, creo que no merezco estar con Beatriz y Ben.

No merezco un final feliz. No soy buena, tengo sentimientos, pero los oculto.

No creo que eso sea sano para alguien.

No es sano para nadie estar con alguien como yo, que oculta tantas cosas.

—¿Así es cómo logro captar tu atención? —se sorprende ella—. Yo creí que no eras de las que se dejaban llevar por la reputación.

Me acerco a la mesa y antes de sentarme, observo un par de colgantes en la silla de madera oscura. Una estrella de cuatro puntas y la mitad de un corazón.

—La estrella de cuatro puntas es aquella que Angie nos regaló a todos una vez —me recuerda ella y veo pasar ese día por mi cabeza, cómo odio recordar esa fecha—. Al principio no pensé en matarla, pero luego me di cuenta que si tenía razones. Ella mintió, ocultó cosas, al igual que tú.

Me siento vulnerable, es como si ella supiera todo de mí. O al menos esa es la sensación que me provoca.

Suspira y se remueve un poco en la silla.

—El colgante es de Marie —explica con serenidad—. ¿Si sabías que se lo regaló Lili antes de morir? Un lindo gesto de su parte.

Me congelo en mi lugar. Sé hacia donde se dirige esto y por primera vez en mi vida, no sé si quiero enfrentarlo, quisiera huir, pero no lo haré. No soy una maldita cobarde.

—Ustedes mataron a Lili. Yo la amaba y un grupo de pelotudos me la arrebató —escupe con rabia—. Todos mintieron, nadie fue a una correccional, nadie sufrió. Sólo ella y yo.

Trago saliva.

Sí, lo que dice es cierto.

Nosotros asesinamos a Lili. Bueno, no de manera directa, pero lo hicimos.

Un día estábamos hablando estupideces  y... Un auto acabó con su vida. No fue cualquier vehículo.

Soy cómplice, no dije nada. Merezco ir a una maldita correccional como todos ellos, aun cuando la mayoría se encuentra a tres metros bajo tierra.

—Hablemos del intento —cambia de tema. El silencio que hay en la habitación, me estremece—. Un día discutiste mucho con Álex, ¿Verdad?. Casi le clavás un vidrio en el cuello.

Recordar aquel día logra destrozarme. Estaba tan cansada y harta de los demás, que cuando él quiso hablarme de manera normal, casi lo asesiné. Rompí una botella para ello, pero al final me arrepentí y no hice lo que planeaba.

No soy como los demás. No soy mala.

Me arrepiento de cada cosa del pasado, me prometí no volver a hacer lo mismo. Nunca más.

Me volví cerrada y fría, solitaria... Hasta que Ben y Beatriz llegaron, lograron derretir el hierro que servía como muro en mi corazón.

Bienvenida al noveno juego, querida —siento como algo presiona en mi cabeza. ¿En qué momento se levantó de la silla?

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