Lía.

El día está lluvioso, es una tormenta bastante fuerte.

Llego a la escuela, empapada y molesta. Desde hace dos días que mis compañeros creen que soy cómplice de Weit. No es que me moleste, pero... ¿Es en serio?

Un trueno retumba en el gran hall, suspiro y me dirijo a mi salón. Imagino que porque está lloviendo, somos pocos.

Weit nos envió un mensaje ayer, diciendo que la próxima víctima estaba cerca. Y que para evitarla, debíamos ir al sótano de la escuela.

Luego seguía con un código de números y dos letras en mayúscula: M y M.

Pueden ser Máx, Malcom, Marie... O incluso yo por mi apellido...

Suspiro y entro al salón de un golpe, sin cuidado. El aula está llena, con todos los del curso ya aquí. Y dos personas que no lo logro reconocer.

Entra una tercera persona y sí logro reconocerla: Ariana Vélez.

No me llevo muy bien con ella... pero bueno, quizá sí me alegra verla después de mi cumpleaños.

-Mi mamá quería que falte y yo le dije que no -escucho que dice Selena-. No me gusta faltar nunca, salvo sí estoy enferma.

Veo a Lara apoyada en su hombro, parece muy dormida. Se ven lindas así.

Paso con rapidez hasta mi asiento y dejo mi mochila sobre la silla. Suspiro y me siento, acomodando mi ropa.

Algunos voltean a mirarme y yo les doy una mirada. Hoy cumpliremos con la orden de Weit.

Beatriz asiente y luego mira a Jonan.

...

Llegamos a la escuela, es de noche. Estamos todos, pero, hay alguien que no está. No logro ubicarlo.

Tratamos de hacer el mínimo ruido posible, no queremos que  un vecino llame a la policía.

Me dirijo hacia la dirección, en compañía de Marie, no sabemos bien que hacemos aquí.

—¿Las llaves, no?

—Baja la voz, pelotuda, podrían escucharnos. Van a llamar a la poli Y luego a nuestros padres.

La oigo suspirar, saca un pasador de su cabello y lo introduce en la cerradura. Tras unas vueltas, se abre. Entramos y vamos a los cajones para buscar las llaves.

—Laboratorio... Aula 12, Piso de arriba... —leo con rapidez los cartelitos, al fin creo que se dignaron a ponerles unos—. Acá, sótano —susurro y me llevo las llaves, no sin antes retirar la llave que corresponde al sótano.

Caminamos quizá con un aire de rapidez, la intriga nos carcome. ¿Weit nos quiere aquí para qué?¿Para culparnos de un asesinato o así tener vía libre para matar?Creo que nunca lo sabremos.

O quizás yo sí...

—Y dime, ¿Tanto me odias? —escucho su irritante voz, que hoy, de manera extraña, no me lo parece tanto. Más bien es como aguda y melodiosa, como si cantara.

Obviamente no respondo, quiero irme de aquí.

Llegamos con los demás y enseño la llave, ninguno quiere abrir. Lo supuse. Inhalo y exhalo profundo antes de introducir la llave en la cerradura y darle dos vueltas.

Al abrir la puerta, un chirrido resuena de las bisagras. Están algo oxidadas pero la puerta se mantiene bien.

Bajo unos escalones y al ver que nadie me sigue, me doy la vuelta a verlos.

—¿No vienen? —inquiero, un poco aburrida de su cobardía.

Algunos se animan, entre ellos, Bea, Marie, Jonan, Jarel y Máx.

El resto no.

No nos importa y seguimos bajando hasta encontrar lo que es el sótano.

Está casi vacío, a excepción de que hay una caja roja en medio. Es de un tamaño un poco grande.

Las paredes parecen recién pintadas y el piso es de una cerámica algo oscura.

Me dirijo a la caja y la agarro, está relativamente liviana. La abro y Bea suelta un grito aterrada.

Dentro de la caja hay un dedo humano, una cabeza de un ratón que huele a descomposición y una carta.

"Weit"

Mi celular suena, es una notificación, pero luego se reproduce el tono de llamada para números no agendados.

Él me está llamando.

—¡Contestá rápido, tarada!