Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 6: Volviendo a mí.

"Hay heridas que en vez de abrirnos la piel, nos abren los ojos"
Pablo Neruda.


Alice iba sentada en los asientos traseros con sus padres a ambos lados. No podía evitar que su mirada estuviera fija en el chico que conducía. Todos estaban en absoluto silencio, de su boca no salía ninguna palabra, pero en su mente se estaba armando una revolución.

¿En qué momento dejó de esperar el regreso del amor de su vida?

¿Por qué lo hizo si desde el momento en que se marchó estaba decidida a esperarlo el tiempo que hiciera falta?

El auto se detuvo y automáticamente Alice dirigió su vista al jardín de tulipanes que veía a través de la ventanilla. Sonrió alegre porque aún vivían en la misma casa que recordaba.

Al bajar del auto con la ayuda de sus padres vió a Ellie y su abuela esperando su llegada en el porche de la casa.

Una salada lágrima se escapó de sus ojos al pensar en su abuelo, de haber estado ahí hubiera salido corriendo, aún con el problema que presentaban sus rodillas, para envolverla en sus brazos.

¿Cómo aguantaría ver a su abuela sin la presencia de su compañero de vida a su lado?

—Aquí estamos, pequeña—le hizo saber su padre.

Alice se aferró a él como una persona que estaba al borde de la muerte y se aferraba a la última esperanza de vivir.

—No podré con esto—susurró entre sollozos.

—Mírame pequeña—le pidió su padre con las manos en sus mejillas obligándola a mirarlo a los ojos—. Sí vas a poder. Nosotros estaremos a tu lado en todo momento. No olvides eso.

Las palabras del médico volvieron a la mente de Alice: “Si nos rendimos hoy, ¿de qué sirvió el esfuerzo de ayer?”

Por ese motivo se obligó a sonreír por estar de vuelta a su casa, por haber sobrevivido al accidente cerebrovascular, porque la atendió  un médico excelente y profesional. Por tener una familia que desbordaba amor y por tener a Aidán. Alice no recordaba por qué dejó de esperar su regreso, pero sí recordaba lo que sintió cuando lo vió en el sillón del hospital tocando con la guitarra la primera canción que compuso inspirado en ella.

—Sí podré—expresó tomando una respiración profunda.

—Todos confiamos en ti—confesó Aidán dedicándole una sonrisa.

A pesar de saber que ya no lo esperaba, él se había mantenido a su lado. Su sufrimiento debía ser muy grande y Alice lo consideraba.

Aunque a su mente llegaba la duda. ¿Por qué seguía a su lado?

Alice empezó a atravesar el precioso jardín de tulipanes que su madre había estado manteniendo por ella, el tiempo que estuvo hospitalizada. Cuando la chica llegó al lugar donde se encontraba su abuela, se dió cuenta de que sus mejillas estaban mojadas. Alice se apresuró a darle un abrazo, peleándose internamente porque de seguro su abuela empezó a llorar cuando la vió a ella hacerlo.

—Estamos muy felices por tu regreso mi niña—le confesó la anciana.

—Incluso las flores te extrañaban, mira como brillan hoy por tu presencia—le dijo Ellie.

Alice giró sobre sus pies para admirar los tulipanes y un deja invadió su cuerpo cuando observó a Aidán en el pasillo que había entre las flores. Sus miradas se encontraron y durante unos segundos disfrutaron de un íntimo momento.

Alice volvió a girar sobre sus pies para quedar frente a su hermana, para que la sacara de dudas.

—¿Por qué dejé de esperarlo?—le susurró para que solo ella escuchara.

—Primero entremos a la casa. No te preocupes por eso ahora.

—Ellie...—insistió, pero Aidán la detuvo colocando una de sus manos en su hombro derecho.

—Entra ahora. No puedes permanecer mucho tiempo de pie. Ya habrá tiempo para que te responda todas las preguntas que tengas.

Alice asintió con la cabeza a modo de respuesta y entró a la casa.

La sala de estar se encontraba igual a como la recordaba, el cambio estaba hecho en su habitación. La puerta era blanca con el marco amarillo y en ella había un cartel donde se leía: "No molestes, estoy leyendo".

—¿Sobre qué leía?—Alice le preguntó a Ellie que se encontraba a sus espaldas.

—Tranquila, poco a poco sabrás todo.

Alice puso su mano sobre el pomo de la puerta y lo giró. Observó el interior con mirada espectante. Las paredes estaban pintadas de blanco, en una de ellas había una ventana de cristal con cortinas de un color amarillo transparente que eran balanceadas por el aire que entraba por la ventana abierta. Al lado había un gran estante de madera, fijado a la pared, lleno de libros. Luego estaba la cama tendida con una sábana amarilla y las almohadas blancas. Al lado había una mesita de noche de madera igual que el estante de libros y Alice sonrió cuando vió el jarrón con tulipanes amarillos que descansaba sobre ella.

Las flores estaban frescas, lo que significaba que las habían colocado ese mismo día para que desprendieran su aroma que tanto le gustaba.

Alice caminó un poco y cuando se adentró más a la habitación quedó completamente confundida al ver la guitarra clásica que se encontraba al otro lado de la cama.

Era igual a la que tenía Aidán la noche anterior en el hospital.

—¿Y esa guitarra?—preguntó girando sobre sus pies para ver a Ellie.

—Es tuya—le informó su hermana.

—¿En serio? ¿La sé tocar?

—Sí, hace unos años pasaste un curso. Decías que cuando Aidán volviera querías tocar sus canciones junto a él.

En ese momento Aidán apareció en su campo de visión y se recostó de la puerta de la habitación con las manos dentro de los bolsillos del jean que vestía.

Alice lo admiró por unos segundos en los que sus profundas miradas colisionaron.

En ese momento Alice seguía cuestionándose por qué maldito motivo sus padres decían que ella no estaba esperando su regreso si la conexión entre ellos seguía viva.

—Estamos bien—confesó Aidán regalándole una sonrisa.

A pesar de sus palabras, no le creyó. Que ella hubiera roto la promesa de esperarlo el tiempo que hiciera falta no estaba bien.

Aidán se dedicó a observar a la chica de sus sueños con una sonrisa adornando sus labios para que no dudara que entre ellos las cosas estaban bien.

Que tuviera una guitarra y hubiera pasado un curso para aprender a tocarla con la motivación de que cuando él volviera, tocarían juntos sus canciones, le hacía pensar que había esperanza de retomar su relación donde la dejaron, pero entonces recordaba a Marcio y que debía estar pasando un mal momento.

Aidán se atrevería a decir que de todos, él era el que más estaba sufriendo y cada noche se culpaba por estar en el medio de su relación con Alice.

En el fondo de su corazón a él también le dolía esa situación porque, aunque disfrutaba pasar tiempo con Alice, le dolía saber que cuando se recuperara de la amnesia volvería a estar con Marcio, cómo si el reencuentro entre ellos no hubiera sucedido. Pero le dolían más sus te amo porque sabía que los decía porque cinco años después de su partida, aún seguía sintiendo ese amor por él. Todavía no había conocido a Marcio.

Aidán se prometió acompañarla en su recuperación. También para estar siempre a su lado aceptó el trabajo que Elías le ofreció de chofer suyo para irse ganando un dinero el tiempo que estuviera en el pueblo, pero más que por el dinero, era por ella. Quería acompalarla a las fisioterapias y las consultas con el médico y a hacer las actividades que le recomendaron para irse entrenando. Sabía que no iba a ser fácil, pero tenía que luchar fuerte para ganar la batalla a su mente que cuando se encontraba con ella, le pedía que se alejara por su salud propia. Pero Aidán era consciente de que la salud de Alice era más importante para él.

—Ellie, ¿puedes dejarnos solos?—le preguntó Alice a su hermana.

—Claro. Cualquier cosa estoy afuera.

Ellie al salir de la habitación, cerró la puerta para darle privacidad.

Alice se sentó en el borde de su cama y dió varias palmadas en la parte del colchón que se encontraba a su lado invitándolo a tomar  asiento.

Aidán obedeció y los latidos de su corazón se dispararon por la impresión cuando ella tomó sus manos entre las suyas.

Un destello de nostalgia surgió del toque que se produjo entre sus manos.

—Trato de entender lo que sucede a mi alrededor—empezó a hablar Alice—. Pero se me está haciendo muy difícil. Nadie responde a mis preguntas, aunque sé que es porque el médico orientó que no me revelaran nada para que mi mente sola fuera recordando. No sé por qué motivo dejé de esperarte, pero sí sé que te amo y no creo que lo de olvidar lo sucedido en los últimos años le suceda también al corazón. Yo te amo Aidán, y en este momento, en esta habitación te digo que te recibo de vuelta a mi vida con los brazos abiertos—confesó.

Una lágrima escapó de sus ojos y con el corazón roto en mil pedazos, Aidán empezó a negar con la cabeza informándole que no estaba de acuerdo con sus palabras.

Alice sintió como el alma le bajó a los pies, por segunda vez en el mismo día y al soltar las manos de Aidán, las suyas estaban sudadas y frías.

—¿Por qué niegas con la cabeza?—preguntó ella con un hilo de voz. 

En su interior albergaba la esperanza de que le respondiera que lo hacía porque no esperaba que confesara sus sentimientos en ese momento y estaba impresionado.

Pero esa respuesta no llegó.

Aidán se puso de pie, le dió la vuelta a la cama y agarró la guitarra de Alice. Volvió a su lado con las mejillas mojadas por las lágrimas derramadas y finalmente le respondió.

—Esta canción es mi respuesta.

Al instante empezó a tocar las cuerdas del instrumento y su melódica voz llenó la estancia.

Las saladas lágrimas descendieron por sus mejillas y no fue capaz de detenerlas. No entendía por qué Aidán se negaba a aceptar su confesión, a retomar su amor.

¿Por qué le cantaba Segundos Platos de Morat?

La voz del chico con el que quería compartir por el resto de sus días terminó de escucharse cuando la canción llegó a su fin. Aidán se puso de pie, colocó la guitarra dónde mismo la cogió y le dió un delicado beso en la frente a Alice.

—Estaré a tu lado, pero como un buen amigo.

Esas palabras le destrozaron el alma a ambos habitantes de la habitación.

Al quedar sola Alice se desizho de sus zapatos y se hizo un ovillo en la cama mientras sus lágrimas mojaban la sábana.

—Tranquila hermana, ya recordarás —expresó Ellie acariciando su cabello con las yemas de sus dedos.

¿En qué momento entró a la habitación?

Alice sabía que por los sollozos no se entenderían sus palabras si intentaba hablar en ese momento, pero estaba muy agradecida porque su hermana siempre estaba a su lado en los momentos difíciles. La amaba, por eso entre otras cosas.

—Al parecer ambos pasaron sus adolescencia escuchando la misma banda—admitió Ellie y soltó una risa baja.

Es que la mayoría de las canciones de Morat estaban relacionadas con su relación perdida. Principalmente “La última vez” que le hacía recordar su despedida con Aidán.

—¿Oíste la canción que me cantó?—logró preguntarle.

—La indicada para el momento—respondió Ellie.

¿Qué quería decir con eso?

Alice hizo su mayor esfuerzo para no volver a insistirle  a Ellie para que le contara sobre la causa de esa situación que estaba acabando con su salud emocional y mental. No quería incumplir con las instrucciones del médico, quería colaborar con su recuperación. Pero le mataba no saber por qué sucedían las cosas a su alrededor.

Cuando Ellie se marchó de la habitación para darle privacidad, aunque el médico recomendó que no la dejaran sola en ningún momento, Alice se permitió llorar por Aidán hasta que sus párpados pesaron y no fue capaz de vencer al sueño.

***

—Pequeña—la voz de su padre la obligó a abrir los ojos.

Él debía obtener toda la información que necesitaba en la mirada que su hija le dedicó porque el brillo que había en sus ojos disminuyó. Elías volvió a hablar al no recibir una respuesta de parte de Alice.

—He venido a invitarte a hacer algo que amabas hacer conmigo—le informó emocionado.

—Amaba cocinar—susurró estando feliz interiormente por no olvidar eso, aunque lo cierto era que desde muy pequeña lo hacía.

—Sí, amabas cocinar conmigo e inventar nuevas recetas.

—No debo recordar muchas de esas—dijo con tono decaído.

Su padre se dedicó a observarla por unos minutos, que se volvieron eternos hasta que soltó un suspiro y empezó a hablar.

—Sé que no es fácil pasar por la situación que estás viviendo. A nosotros que somos tus padres nos duele muchísimo que estés en este estado, pero no podemos quedarnos estancados ahí. Tenemos que avanzar junto al tiempo, vas a tener que aprender a vivir con esa condición hasta que te recuperes completamente. Nosotros, tu familia te ayudaremos junto a Carter, tu médico, porque todos queremos lo mejor para ti. Pero no habrá nada que nosotros podamos hacer, si tú no pones de tu parte.

Alice bajó la mirada a sus manos que reposaban sobre su regazo y sintió tristeza por decepcionar a su padre.

—Pero, Aidán se fue—expresó con las lágrimas nuevamente amenazando con salir.

—Y volverá. Él te ama mucho Alice, no creo que no vuelva por ti. Mira, ya lo hizo una vez y estoy seguro de que lo seguirá haciendo hasta que sea el momento indicado para su amor—le aseguró.

Alice le regaló una sonrisa sincera como agradecimiento a sus palabras y logró animarse a cocinar con él. A fin de cuentas compartir tiempo con su padre hacía que se olvidara de sus problemas y disfrutara el momento.

—Gracias. Eres el mejor padre del mundo.

—Y tú la mejor hija si aceptas cocinar conmigo esta noche para la cena.

—¿Qué haremos?

—¿De qué te acuerdas?

—La tarta de chocolate—respondió y empezó a reír.

—Fue lo primero que te enseñé a hacer—recordó.

—Mi dulce favorito.

—Entonces, tú te encargarás del postre—demandó y Alice asintió con la cabeza.

Elías ayudó a su hija a ponerse de pie y caminar hasta la cocina donde ya estaba preparada una banqueta alta para que Alice cocinara sentada. Al darse cuenta, ella observó a su padre con una sonrisa en el rostro.

—Siempre obedeciendo las instrucciones del médico—expresó y le dió un beso en la mejilla causando que él sonriera.

Era una persona maravillosa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro