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Capítulo 30: En la cima


“Entonces te das cuenta, que no es quien te mueve el piso, sino quien te centra. No es quien te roba el corazón, sino quien te hace sentir que lo tienes de vuelta."
Pablo Neruda

Cuando Alice despertó, Aidán no estaba a su lado. La chica se levantó de la cama, se colocó las pantuflas y salió de la habitación para dirigirse a la cocina.

Sus tíos estaban a la mesa, junto a Emma mientras desayunaban. Alice no pudo evitar fruncir el ceño por la ausencia de Aidán.

—Buenos días—la saludaron sus tíos y ella les dedicó una suave sonrisa mientras tomaba asiento para empezar a prepararse las tostadas con mermelada, el desayuno típico que preparaban sus tíos cuando ellas eran pequeñas.

—¿Aidán salió?—preguntó intentando que no se le notará el disgusto que tenía encima.

—Sí, bien temprano. Dijo que tenía un asunto importante que resolver—le contestó su tío.

—Ya imagino cuál—susurró la chica con un tono amargo.

Emma se dió cuenta de que algo iba mal con su prima, por lo que cuando terminaron el desayuno, la siguió hasta su habitación.

—¿Sucede algo, Alice?

La mencionada se quedó observando a su prima, sin hacer más nada mientras pensaba en lo que le estaba sucediendo. Luego de unos segundos, se sentó en el borde de la cama e invitó a su prima a que le copiara la acción.

—Tengo la sospecha de que Aidan ahora mismo se encuentra romanceando con la francesa que ayer fue nuestra guía en la visita al Castillo de Versalles.

Emma no pudo evitar soltar una carcajada por las palabras de su prima. Ella misma le había recomendado a Aidán que se acercara a la mujer para que lo ayudara con un plan que estaba ideando en su mente desde la primera salida que hicieron para conocer la ciudad.

—¿No confías en Aidán, Alice?

—Sí, pero ya Marcio me puso los cuernos frente a mis ojos una vez y no me di cuenta. Supongo que me la paso alerta, desde que me enteré.

—Purs fíjate, que Aidán no es Marcio, ni remotamente y eso lo tienes más que claro. Él te ama. Y estoy segura de que ahora mismo se encuentra planeando algo para sorprenderte.

—¿Pero qué dices?

—¿Recuerdas que el plan del tercer día iba por él? Solo dale unas horas.

***

El reloj de pared de la sala de estar de la casa parisina de los tíos de Alice, marcó las 2:00pm cuando Aidán hizo acto de presencia. En el instante en que el chico se adentró a la habitación de huéspedes Alice escribía en su diario las emociones que estaba experimentando para desahogarse, como hacía habitualmente cuando sentía que determinada situación se estaba volviendo incontrolable para ella.

El chico lucía una sonrisa radiante de oreja a oreja y se sentó en el borde de la cama, mientras observaba como su novia cerraba su diario y lo ponía bajo la almohada.

Alice no pudo evitar cruzarse de brazos esperando recibir una justificación por parte de Aidán.

Él la conocía demasiado bien, y cada una de sus expresiones, por lo que solo le bastaron instantes para deducir que estaba molesta.

—Disculpa, sé lo mucho que querías conocer cada esquina de París y no haber venido para estar encerrada en casa. Pero me ha llevado toda la mañana planificar la noche perfecta en la ciudad de tus sueños, mi amor—confesó con una sonrisa en los labios.

Alice no pudo evitar sentir curiosidad por lo que sus iris también se iluminaron y su cuerpo dejó atrás la tensión.

—¿No has estado viéndote con la guía de ayer?—le preguntó y Aidán no pudo evitar fruncir el ceño—. Vi como apuntó su número de teléfono en tu celular. Y escuché en la noche cuando le dijiste que te había alegrado demasiado.

El chico no pudo evitar reír por las conclusiones que había sacado su novia, sin embargo en el fondo de su pecho sintió un pinchazo de dolor porque ella tenía todas las razones del mundo para querer protegerse de una posible traición amorosa, ya que la había sufrido anteriormente. En ese instante, Aidán deseó poder tener el poder de borrar las malas experiencias que la chica de sus sueños había vivido y que se quedara solamente con lo lindo.

—Emma me aconsejó que aprovechara la guía de Versalles, porque de seguro sabía cómo podía resolver lo que tenía planeado para sorprenderte esta noche. Y ya, no te diré más nada porque no puedo arruinar la sorpresa que tanto esfuerzo me ha costado. Yo te amo a ti y solamente a ti. ¿O es que no te lo he demostrado lo suficiente?—preguntó él acercándose a ella para besar sus labios.

Alice no pudo evitar sonreír y seguirle los muchos besos que su novio le daba.

Eran las 7:00pm y Aidán se encontraba vestido elegantemente, pero protegiéndose del frío que hacía afuera, esperando que su novia terminara de maquillarse para marchar rumbo a la mejor noche de sus vidas.

El padre de Emma se encargó de conducir hacia el sitio indicado por Aidán y este último se encargó de colocarle una venda en los ojos a su novia para que no viera hacia donde irían.

Unos pocos minutos después bajaron del auto y empezaron a caminar. Aidán sonreía radiante mientras conducía con cuidado a su novia para que no tropezara y cayera al suelo por el hecho de no estar viendo por donde caminaba.

Por otro lado, Alice trataba de hacer uso de sus otros sentidos para recibir una pista del lugar al que la había llevado su novio.

Sintió cuando se subieron a un elevador y luego al violento aire frío que hacía en París en esa estación del año golpeando su cuerpo. Caminaron un poco más y finalmente Aidán quitó la venda de los ojos de Alice.

La chica no podía creer lo que sus ojos veían, era toda la ciudad de París, completamente alumbrada. Era la vista más linda que existía en todo el mundo.

—¡Qué bonito es todo esto!—exclamó girando hacia su novio para acercarse y besar sus labios—. ¿Pero dónde estamos?—preguntó, pero al instante se dió cuenta de que en el paisaje faltaba algo...la Torre Eiffel.

Aidán sólo sonrió cuando vió la expresión que ponía Alice cuando estaba atando cabos en su mente.

—¡Estamos en la cima de la Torre Eiffel!—exclamó eufórica y cuando Aidán empezó a asentir con la cabeza, sintió que estaba en medio de un sueño, el mejor de su vida.

Y ahí, brindando por las cosas lindas de la vida, en la cima de la Torre Eiffel con las vistas más exquisitas de la ciudad, ambos jóvenes reflexionaron sobre el amor y se dieron cuenta de que ellos eran todo lo que siempre quisieron. Que tenían a la mejor persona del universo, como pareja.

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