Capítulo 3: Todo por ella
"Amiga, no te mueras
Soy yo el que te espera
en la estrellada noche,
El que bajo el sangriento
Sol poniente te espera"
Pablo Neruda.
Aidán ataba los cordones de sus zapatillas de correr cuando Percival entró a la habitación. Hacía unos minutos había bajado a desayunar, en cambio Aidán prefería salir a correr en ayuna.
Percival fue directo a su armario de dónde sacó su ropa deportiva y cuando se empezó a vestir, Aidán lo detuvo con sus palabras.
—¿Eres amigo de las gemelas? Ayer cuando llegaste de la cafetería con Ellie parecían muy cercanos.
—Aidán. No quiero hablar de eso.
—¿Sucedió algo?
El rubio negó repetidas veces con la cabeza, pero estaba recordando lo sucedido con Ellie el día anterior.
~
—Tranquila, todo estará bien—le susurró Percival a Ellie mientras acariciaba su cabello con las yemas de sus dedos.
Estaban en el estacionamiento del hospital, él recostado de la pared mientras Ellie lo abrazaba con la cabeza hundida en la curva de su cuello.
—Siento mucha lástima por Aidán, se ha ido destruido—expresó ella apartándose un poco para verlo a la cara.
—Es cierto, duele mucho despertar de un sueño de fantasía y ver que la realidad es todo lo contrario a lo que llevas diez años pensando.
—Alice ha reaccionado a él, siempre creí que, aunque estaba en una bonita relación con Marcio en el fondo no lo quería tanto como una vez quiso a Aidán.
—Es imposible que el sentimiento hacia dos personas diferentes, sea igual.
—Además de que Aidán fue su primer amor, ese no se olvida nunca.
—Eso lo sabemos de sobra—confesó Percival regalándole una sonrisa a la chica.
Ella le devolvió el gesto antes de acercarse a su boca y convertir sus labios en uno solo.
—¿Cuándo haremos oficial esta relación?—preguntó Percival.
Esa pregunta reinaba cada día en sus pensamientos.
A Ellie le cambió el semblante a uno serio y lentamente se apartó del cuerpo del chico que quería, aunque no lo suficiente, o eso creía ella.
¿Aún él no se había dado cuenta de que ella no quería compromisos? No quería que alguien estuviera todo el tiempo llamándola o escribiéndole. Ni que le robara más tiempo del que podía ofrecer.
—Percival, no es el momento—demandó.
—Si es por ti, nunca será el momento adecuado—expresó.
—Lo mejor será que vayas a casa y le hagas compañía a Aidán, te necesitará.
Luego de esas palabras, Ellie se alejó caminando en dirección a la entrada del hospital. Dejó atrás a un chico dolido por darse cuenta de que sus ganas de disfrutar de su amor sin esconderse no eran correspondidas.
~
—Percival—insistió Aidán.
Él giró los ojos sabiendo que no podía escapar de su primo.
—Ellie y yo tenemos un rollo extraño. Nos amamos y tenemos nuestros encuentros amorosos frecuentemente, pero ella se niega a hacer oficial nuestra relación y yo ya me estoy cansando de su actitud—confesó.
¿Ellie y Percival?
Aidán no pudo evitar sonreír por ese logro, su primo si tuvo la oportunidad de mantenerse con el amor de su infancia.
Era un hombre con mucha suerte.
—Cuando éramos niños todo era tan fácil—expresó Percival.
—Ni me lo digas.
A los oídos de Aidán llegó el tono de llamada de su teléfono que descansaba sobre la cama. Se puso de pie y al acercarse leyó el nombre de su madre en la pantalla. Agarró el aparato y salió al jardín de la casa para responder la llamada.
—Buenos días hijo. ¿Cómo estás?
—Ay madre, si supieras todo lo que ha sucedido en tan poco tiempo—susurró.
—Cuéntame—lo invitó.
—Apenas llegué al pueblo me enteré de que Alice fue hospitalizada.
—¿Qué le sucedió?
—Sufrió un accidente cerebrovascular.
—Pobre niña. Sus padres deben estar sufriendo mucho.
—Sí, pero eso no fue lo único que pasó. Esa noche me quedé a dormir en el hospital y al día siguiente llegó un chico que se presentó como el novio de Alice.
—¡Vaya! ¿Y cómo te sientes con eso?
—Muy mal, duele darme cuenta de que ella no me esperó.
—No podías pedir que actuara igual que tú, que te negaste a querer a alguien más en todo este tiempo.
—Sí, sé que sería egoísta de mi parte.
—Entonces, ¿volverás?—le preguntó.
—No sé que hacer. Quiero irme, pero a la vez quiero quedarme y ayudarla en su recuperación. Alice tiene amnesia disociativa. El médico evaluó que yo sería fundamental en su recuperación y Ellie me pidió de favor que me quedara.
—Tómate tu tiempo para pensar sobre lo que realmente quieres. No quiero que te metas en problemas con ese chico. ¿Entiendes?
—Sí madre.
Madre e hijo hablaron por unos minutos más, hasta que Percival le informó a Aidán que ya era hora de irse.
***
Los pasos de Aidán eran firmes mientras corría dándole vueltas una y otra vez al Parque del Sol. Ese era un lugar bonito y agradable. De pequeño pasaba mucho tiempo allí.
Sus ojos se cristalizaron al pasar frente al árbol, bajo el cuál fue su despedida con Alice antes de mudarse.
En la madrugada de la noche anterior tuvo un insomnio lleno de recuerdos de su infancia. Daría todo lo que tenía por regresar a esos tiempos. Todo era tan lindo con Alice, sin preocupaciones, pero principalmente sin terceras personas en sus vidas.
El viento golpeaba su rostro a medida que aumentaba la velocidad. Quería despejar su mente y dejar de pensar en la protagonista de sus pensamientos y todos los asuntos que la rodeaban, aunque fuera por unos minutos.
Necesitaba tomar una decisión respecto a la petición de Ellie, y para ello debía tener la cabeza fría.
—Aidán—lo llamó Percival.
—¿Qué?—preguntó el chico disminuyendo la velocidad.
—¿Tienes el poder de bloquear tus oídos cuando no quieres escuchar?—preguntó soltando una carcajada baja.
Alguien más rió a su lado. Aidán con curiosidad observó al chico que iba al lado de Percival.
¿Quién era él? ¿En qué momento se sumó a la carrera?
—¿Quién eres?—preguntó Aidán corriendo a su paso.
—Me llamo Carlos. No has oído hablar de mí porque la que podría hacerlo me ha olvidado, pero yo llevo cuatro años escuchando hablar de ti—respondió.
—¿Conoces a Alice?
No podría ser otra persona.
—Somos mejores amigos.
—Entonces...te hablaba de mí—susurró más para sí mismo, que para el chico.
Saber que le contaba sobre él a sus amistades causaba que la esperanza volviera a su corazón.
—Cada día, hasta que conoció a Marcio.
Con la misma velocidad que el verde color de la esperanza invadió el cuerpo de Aidán, se fue dejando en el trono al color negro del vacío.
A su corazón se le hizo una grieta. Debería adaptarse a escuchar esas cosas, pero no creía poder hacerlo.
—¿Cómo llevas que tu mejor amiga te haya olvidado?—le preguntó Percival a Carlos.
—No sucedió a voluntad propia. Aunque no me recuerde, estaré a su lado hasta que se recupere.
—No te vi en el hospital ayer. No la has ido a ver—dijo Percival.
—Aunque no lo parezca, no ir a visitarla es la mejor forma de la cuál puedo ayudarla. Mi padre es el médico que la está atendiendo y me informó que lo mejor será que Alice no vea a tantas personas de las cuales no se acuerda, para que no se tenga que esforzar demasiado por quedar bien. Mi padre me mantiene pendiente de todo lo que sucede con ella.
Una sonrisa apareció en los labios de Aidán al ser consciente de que Alice tenía un excelente amigo, de esos que no se encontraban dos veces en la vida y tampoco todas las personas tenían la suerte de conocer.
—Es muy afortunada por tenerte a su lado—expresó.
Un banco de madera vacío apareció en el campo de visión de los chicos, intercambiaron miradas dudosas y finalmente Percival dijo lo que todos estaban pensando.
—Ya hemos corrido suficiente por hoy. Tomemos asiento.
Sentados los tres, Carlos siguió con la conversación.
—El afortunado soy yo. Ella es una chica muy especial.
—Créeme que eso último lo sabe perfectamente—le dijo Percival.
—Háblame de ella—le pidió Aidán a Carlos—. ¿Cuáles son sus gustos ahora?—preguntó.
En espera de la respuesta del amigo de Alice, Aidán le dió un sorbo a la botella de agua para hidratarse. Su pecho subía y bajaba por la agitación de la carrera y pequeñas gotas de sudor le adornaban la frente.
Carlos le dedicó una sonrisa antes de empezar a hablar.
—Ama mucho los tulipanes, son sus flores favoritas.
—¿Sigue teniendo un jardín de ellos frente a su casa?
—Sí. Su pasatiempo favorito es leer en la soledad de su habitación. El romance es su género literario favorito y el escritor que más le gusta es Pablo Neruda. Uno de sus mayores sueños es que le regalen un libro de poemas de él junto a un ramo de flores amarillas. Si quieres causar que sonría invítala a un helado de chocolate.
Aidán sonrió por todo lo que el chico le decía. La mayoría de sus gustos no habían cambiado con el pasar de los años y eso lo alegraba demasiado.
Seguía siendo su Alice.
—¿Aún lleva la pulsera de plata con perlas amarillas en la muñeca?
—Sí, Ellie también lleva la suya con perlas azules.
—No me fijé en ese detalle cuando fui al hospital.
—¿Cómo te vas a fijar en Ellie si toda tu atención es de Alice?—preguntó su primo sonriendo.
—Ya Ellie te tiene a ti, para que te fijes en ella—comentó Carlos.
A Percival se le entristeció la mirada. Carlos se dió cuenta.
—Han vuelto a tener problemas—reconoció y Percival asintió con la cabeza.
—Evita el tema de oficializar nuestra relación.
—No te preocupes. Pronto se le pasará el miedo al compromiso—confesó Carlos.
Percival bufó.
—Ellie me contó sobre la petición que te hizo—comentó Carlos mirando a Aidán—. ¿Ya tomaste una decisión al respecto?—le preguntó.
—Sí, ya sé lo que haré—respondió con una amplia sonrisa adornando sus labios.
***
Aidán avanzó por el pasillo hasta quedar frente al ventanal de cristal a través del cual podía ver la figura de Alice dormida. Se dedicaba a admirar su perfil cuando sintió la presencia de alguien a su lado. Giró su rostro para ver de quién se trataba y se encontró con el padre de Carlos sonriéndole.
—Hace unas horas se le quitaron los síntomas del accidente cerebrovascular. Para entrenar su habla le pedí que me contara sobre algo que le guste mucho y me habló sobre ti—expresó.
Aidán devolvió su vista a la figura de la chica que prefirió hablar de él con el médico para entrenar sus cuerdas vocales y sintió como su corazón se hinchaba de orgullo.
Había tomado la decisión correcta. Quedarse para ayudarla en su recuperación no sería tan malo después de todo.
—Veo que traes tu guitarra contigo—notó el médico.
—¿Habló de mi guitarra?
—Estaba preocupada porque ayer no la traías contigo, temía que hubieras dejado de tocar. Me confesó que le gustaba mucho como lo hacías.
Aidán sonrió por el dato, aunque eso ya lo sabía.
—Te pediría que entraras a la habitación y le tocaras alguna canción para que despierte sabiendo que sí volviste. Pero en su estado, el sueño es muy importante para que su celebro descanse.
—¿Por qué dices para que despierte sabiendo que sí volví?
—Porque vió que te marchaste llorando.
Un gran sentimiento de culpa empezó a arrollar en el interior de Aidán por preocupar a Alice.
—Tú eres Aidán, ¿verdad?—le preguntó el padre de Carlos—. Yo soy Carter.
—Sí.
—Ey, ¿qué se supone que haces aquí?—gruñó de mala forma Marcio avanzando por el pasillo.
—¿Por qué le hablas siempre con ese tono de voz arisco? Apenas lo conociste ayer y no has sido agradable ni un segundo—le reclamó Ellie que llegó junto a él.
—Tranquila Ellie, entiendo su actitud—intervino Aidán.
Se ponía en los zapatos de Marcio. Debía estar pasando por un mal momento, ya que su novia lo olvidó.
—Si lo entiendes, entonces debes saber que lo mejor será que te marches y no vengas más—demandó Marcio.
—¡Marcio!—exclamó Ellie—¿Pero qué te sucede? Lo mejor será que te marches.
—¿Yo? Yo soy el novio de Alice. A mí es a quien tiene que pedir ver, no a él. A mí es a quien tiene que recordar.
—Pero no es así. Vete, por favor. Solo empeoras las cosas con tu presencia—reconoció Ellie.
Marcio escupió unas cuantas maldiciones y se marchó hecho una furia.
Aidán se quedó sorprendido por el fuerte carácter de Ellie. .
Solo quedaban en el pasillo Aidán y la chica cuando a su lado llegó un hombre, alto, con unas pocas canas adornando su cabellera. Si no fuera porque Aidán lo conocía desde pequeño pensaría que en edad, no llegaba a los cincuenta años debido a que había sabido mantener su físico con el pasar de los años.
—¡Elías!—exclamó el joven.
—Me alegra verte aquí. Eres todo un hombre—reconoció el padre de Alice, antes de envolver al chico en un abrazo.
Marcio apareció nuevamente en el pasillo. Lucía más calmado, aún así Ellie no quería conflictos, menos en el hospital.
—Marcio...—lo llamó.
—Necesito hablar con él. Aidán, ¿podemos hablar a solas un momento?—le preguntó.
—Sí—accedió.
—Después nos ponemos al día—sugirió Elías y el joven le respondió con un asentimiento de cabeza.
Ambos chicos empezaron a caminar por el pasillo hasta salir al estacionamiento. Marcio no perdió tiempo, al instante en que se detuvieron, empezó a hablar.
—Iré directo al grano. Alice y tú ya no son niños, no se sientan en medio del jardín de tulipanes de su casa, ya ella no se queda a escuchar cada una de las canciones que compones inspirado en ella. Han pasado diez años Aidán y su novio ahora soy yo. No me gusta que estés aquí, ni que te acerques a ella—demandó con tono serio.
No le bastó lo que Ellie le dijo unos minutos atrás.
—¿Cómo sabes todo lo que hacíamos en nuestra niñez?—le preguntó con curiosidad.
—Tuve que aguantar que hablara sobre ti cada día, al inicio de nuestra relación.
—Marcio, soy consciente de que ya las cosas no son como lo eran hace diez años atrás. Entiendo perfectamente que te moleste mi presencia porque no debe ser agradable ver cómo de la nada regresa a la vida de tu novia, su amor de infancia. Pero no estoy aquí por mis intereses egoístas de estar a su lado, sino porque Ellie me buscó debido a que mi presencia es buena para la recuperación de Alice y siempre que se trate de hacer algo por ella, voy a dar el paso al frente.
Las miradas de ambos chicos se encontraron. La de Aidán pasiva, como siempre, y la de Marcio irradiaba pura rabia. Aidán se dió cuenta de que Marcio no volvería a hablar, por lo que giró sobre sus pies y empezó a caminar hacia la entrada del hospital.
—¿Cómo les va a tus padres?—le preguntó Elías.
—Les va bien, siguen trabajando en la constructora que les ofreció trabajo cuando nos mudamos.
—Me alegra saber que las cosas les han ido bien allá. ¿Y tú ya te animaste a grabar tus canciones en un estudio?—le preguntó observando su guitarra.
—No—respondió Aidán sonriendo con un poco de timidez.
Elías se quedó mirando al chico con los ojos muy abiertos, cómo si no creyera lo que le acababa de decir.
—La vida es muy corta como para no aprovechar al máximo nuestros mayores talentos, esos que desarrollamos siempre que necesitamos escapar de la realidad—expresó.
Sus palabras lograron quedarse plasmadas en la mente de Aidán.
—Alice está despertando—informó el médico saliendo de la habitación—. Aidán. ¿Qué crees de tocarle esa canción que tanto le gustaba en la infancia?—le preguntó con ilusión y el chico asintió con la cabeza a modo de respuesta.
Una emoción inexplicable creció en su interior. Volvería a tocar para ella "La chica de la pulsera de perlas amarillas", cómo lo hacía cuando eran niños.
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