Capítulo 28: Un placer indescriptible
"Amo tus pies porque anduvieron sobre la tierra y sobre el viento y sobre el agua, hasta que me encontraron”
Pablo Neruda
Alice y Aidán arribaron al aeropuerto de París en la noche. Solo les bastó poner un pie en el suelo para ser conscientes de la baja temperatura que había. Enero era el mes más frío en Francia, por lo que afuera de seguro nevaba, y Alice no podía esperar más para ver ese espectáculo por primera vez en la vida ya que en el país donde ellos vivían no nevaba nunca.
El viaje hasta allí fue corto, pero Alice lo sintió interminable. En ningún instante rompió el contacto de su mano con la de Aidán y cada cierto tiempo le pedía que la pellizcara para ser consciente de que no estaba soñando y realmente iba montada en un avión con destino a París.
La chica había preparado un plan de actividades para realizar junto a su novio en París, de forma tal que el hecho de que fueran a pasar pocos días allí no impidieras que pudiera conocer todos los lugares que consideraba mágicos de esa ciudad. Cuando Alice sacó el papel para mostrarle lo que había hecho a Aidán los ojos se le salieron de órbita al ver que al papel no le quedaba ni un minúsculo espacio en blanco, todo estaba escrito, por ambas caras. No era capaz de imaginar como podrían hacer todo lo que Alice había escrito.
En la entrada del aeropuerto, los esperaba Emma junto a su madre con amplias sonrisas en el rostro. Alice se dedicó a abrazar a su prima por un buen tiempo, mientras su madre solo podía expresar lo grande que estaba Aidán y bien que le había sentado la capital durante sus años de juventud, porque lucía realmente guapo.
El padre de la rubia los esperaba dentro del auto para conducir hacia su casa, donde los chicos dormirían en la habitación de huéspedes durante el tiempo que fueran a quedarse.
Inicialmente Aidán no quería ir a París dependiendo de la hospitalidad de otras personas, pero cuando llamó a Emma para pedirle de favor que les reservara un hotel decente, ella y sus padres insistieron en que se quedaran en casa. Que mientras su hogar estuviera disponible para ellos, no tenían la necesidad de gastar dinero reservando habitación en un hotel.
En cuanto Alice saludó a su tía y todos se empezaron a dirigir hacia el auto, Alice se detuvo a fotografiar con su celular la preciosa nieve que caía.
Ya en la habitación asignada, la pareja se dispuso a darse un baño de agua caliente para luego cenar y finalmente descansar porque el día siguiente sería largo.
Aidán, a la próxima noche, se encontraría deseando haber disfrutado más de la comodidad de estar tumbado en una cama descansando.
***
El sol aún no había salido cuando Alice se despertó y con ella a su novio.
—¡Amor! ¡Despierta!
—Alice, es muy temprano—se quejó el chico tapando su rostro con una almohada.
—No es nada temprano, ya son las 7:30 de la mañana y nuestra primera actividad comienza a las 8:00 desayunando croissants con café frio en una cafetería cercana a aquí.
—¿Café frío con el frío que hace?
El chico reflexionó sobre que no quería arruinarle la emoción a su novia, que se veía que no había pegado ojo en toda la noche pensando en todo lo que haría al día siguiente. ¿Pero por qué tenía que ser tan temprano? ¿No podían dormir un rato más?
El chico agarró a su novia de la cintura y la atrajo hacia su cuerpo acostándola encima de él.
—Durmamos un ratico más, solo un minuto—le imploró, pero ella empezó a negar con la cabeza mientras volvía a tomar asiento en el borde de la cama.
—No hay tiempo que perder. Levántate que se nos hace tarde.
La chica se puso de pie y se dedicó a maquillarse frente al espejo del tocador, que era lo único que le faltaba para estar lista para salir a conocer las calles de París.
Aidán luego de unos segundos se levantó de la cama y con toda la calma del mundo se dirigió al cuarto de baño para darse una ducha, sólo así conseguiría estar espabilado tan temprano en la mañana.
Alice se encargó de informarle a sus tíos que no desayunarían con ellos y Emma en cuanto escuchó el plan de su prima se unió a él.
Cuando Aidán estuvo listo, los tres jóvenes salieron rumbo al mejor día de sus vidas. Primeramente desayunaron croissants con chocolate caliente en una cafetería recomendada por Emma.
Al llevar el dulce a su boca, Alice no pudo evitar emitir un sonoro jadeo de placer. Incluso sintió lágrimas en sus ojos, de excitación. Aquello era lo más rico que había probado en su vida, y sabía que el mayor mérito se lo llevaba el relleno de chocolate derretido.
A Aidán le gustó, pero no para tanto. Se quedó realmente sorprendido cuando vió a su novia, que no podía parar de comer, si no tomaba un sorbo de chocolate caliente en aquel instante se atragantaría.
Sin embargo, Emma no podía parar de reírse por la escena.
—Siempre supiste que ni aunque probaras todos los dulces del mundo, no habría uno que le superara al croissant, aunque no lo habías comido—reconoció la rubia.
—¿Nunca se te había ocurrido buscar la receta en internet y cocinarlos?—le preguntó Aidán y su novia, enseguida agrandó sus ojos brillantes.
—Quería probar los originales, pero gracias por recordarme ese detalle, amor—confesó sonriendo.
Cuando la mesera les entregó la cuenta, Alice la detuvo unos minutos más preguntándole la receta para hacer ese croissant que había comido, específicamente.
Aidán no podía dejar de sentir admiración al ver a su novia charlando con la trabajadora, en un fluido francés. No le molestaría para nada que algún día le hiciera una declaración de amor en ese idioma, aunque no entendiera nada de lo que le expresaba.
Luego de salir del local, Alice tomó una fotografía para no olvidar nunca el primer sitio donde hizo realidad uno de sus sueños, probar los croissant de París.
Luego se dirigieron al Museo Louvre, Alice había chequeado el mapa cuando hizo el itinerario para visitar solo los lugares que más interés le provocaban y no pasarse todo el día allí. Tenía que aprovechar el tiempo para realizar varias actividades.
Como era de esperarse, la chica le tomaba foto a todo y Emma aprovechaba para admirar las obras que no había visto anteriormente en su corta visita al museo. Por otro lado Aidán se dedicaba a fotografiar las emociones de su novia. Cada vez que la chica se giraba en su dirección irradiaba emoción en su rostro por ver alguna obra que admiraba desde hace muchísimo tiempo, él le tomaba una fotografía. Incluso le tomaba fotos cuando ella le estaba tomando fotos a otras cosas.
Alice que guardara el recuerdo de lo material, que él se iba a encargar de lo sentimental.
Para cuándo cambiaron la ruta para el campo de Marte, ya eran las diez de la mañana aproximadamente y todos tenían hambre, por lo que pasaron por una bonita y sencilla panadería que hacía esquina en frente y compraron panes, junto a otras cosas para merendar en un picnic en el campo de Marte, con la monumental vista de la Torre Eiffel enfrente.
—¡Es magnífica! ¿Qué sentirá estar en la cima?—preguntó la chica siendo incapaz de contener sus intensas emociones en su interior.
Todo lo que observaba le fascinaba. No podía evitar sentir que ese era su sitio en el mundo. Había nacido para vivir en París, lo percibía en cada emoción que experimentaba.
Luego se subieron a un bote y dieron un corto recorrido por el río Sena. Los chicos hicieron estancia en el puente El Pont des Arts. Alice experimentó por primera vez en el día un sentimiento de desilusión al ver que los candados del amor habían Sido quitados de ahí.
—No podremos poner el nuestro, amor—le dijo a Aidán con decepción, que la filmaba en ese instante.
—No te preocupes. Ni aunque el mundo dejara de existir, nuestros corazones se separarían. Somos eternos—le aseguró dejando la cámara a un lado, para atraerla hacia su cuerpo y besarla en los labios.
Emma aprovechó el bonito momento para fotografiar a la pareja más enamorada del mundo, en la ciudad del amor. No pudo evitar sentir un pinchazo de dolor en su pecho al pensar que podría estar viviendo eso con Carlos, pero enseguida se reprendió por pensar en esas cosas. Ella estaba segura de que había tomado la mejor decisión para los dos.
Para cuándo cayó el mediodía, ya habían recorrido otros sitios elegidos por Alice y se detuvieron a almorzar en el restaurante Le Grenier de Notre-Dame, para recuperar fuerzas y seguir con el recorrido organizado por Alice.
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