Capítulo 26: Una década después
"La risa es el lenguaje del alma".
Pablo Neruda
Alice no podía creer lo que estaba sucediendo, el regalo que había recibido de su novio. La verdad es que no podría ser más perfecto.
Nunca hubiera pasado por su mente que Aidán fuera tan detallista al punto de comprar boletos para ir a París, nada más y nada menos que su destino soñado.
—Y dime, ¿aceptas viajar a París conmigo?—intervino el chico logrando sacar a su novia del estado de shock temporal que estaba teniendo.
—¡Claro que sí, mí amor!—exclamó la chica acercándose para abrazarlo y besarlo por darle el mejor regalo de Navidad.
Aidán ya había repartido todos los regalos que compró para los presentes, pero bajo el árbol quedó uno que era para su hermana.
—Maureen no ha podido venir porque no quería dejar cenando sola a su madre en Noche buena, así que se lo entregaré otro día—le informó a los demás.
Pasaron unas horas más compartiendo en familia, hasta que todos se marcharon, menos Aidán que esa noche se quedaría a dormir con su novia.
Cuando estuvieron ambos en pijama y listos para dormir, Aidán decidió sacar un tema de conversación.
—Mi amor. ¿Sigues despierta?—preguntó porque estaban acostados en cucharita y debido a la oscuridad no le veía el rostro.
Alice le respondió una afirmación y se giró para quedar de frente a él. El chico sonreía mientras le acariciaba el cabello castaño.
—Hay algo que lleva dando vueltas en mi cabeza, desde que regresamos de los conciertos.
Alice sonrió sabiendo ya lo que él le pediría.
—Quisiera que hagamos una canción juntos. No quiero que te sientas atacada, ni que pienses que quiero llevarte a mi mundo, porque no me interesa el tuyo—se apresuró por aclarar, pero no fue necesario.
Alice sabía que él jamás la obligaría a hacer algo que ella no quisiera.
—Mi amor, no te preocupes. Yo también tengo ese deseo. Sólo que no me creo capaz de componer una canción o cantar con la entonación y ritmo adecuados. Lo único que sé que hago bien es tocar la guitarra.
Aidán estaba demasiado feliz por lo que estaba escuchando. Su novia también quería que hicieran una canción juntos. Así que se apresuró en decirle que no debía pensar en esas cosas, que juntos lo harían y él le enseñaría todo lo que fuera necesario para que la canción fuera perfecta.
***
La mayoría de la mañana, Alice y Aidán se la pasaron en la habitación de la chica entre charlas, besos, caricias y risas. Antes de que el chico despertara, ella se dedicó a hacer arepas con huevo y tocino junto a chocolate caliente para desayunar. Por lo que para Aidán era innecesario salir de la habitación.
—Me pasaría el resto del día aquí contigo, pero se me ha ocurrido un plan estupendo—intervino el chico que estaba acostado al pie de la cama de Alice, mientras ella leía un nuevo libro.
Al instante lo dejó a un lado, para atender a Aidán.
—Cuéntame.
—No quiero parecer muy desesperado, aunque para qué negarlo, es así como me siento... Al punto. ¿Qué te parece si agarramos un cuaderno, nuestras guitarras y vamos al parque del Sol a buscar inspiración e ideas para escribir nuestra canción?—preguntó finalmente el chico peinándose los rizos con los dedos.
Aidán pensó que el silencio de Alice era debido a que no le agradaba tanto la idea, a pesar de que la noche anterior le había dicho que el deseo era mutuo. Pero la chica se quedó observando esa negra cabellera rizada, totalmente hipnotizada. Al instante pensó en que debería aprender a definir los rizos para hacérselos.
—Oye. ¿Qué dices?—insistió Aidán un poco nervioso.
—Me parece estupendo—le respondió la chica, levantándose de la cama para empezar a arreglarse y su novio le copió la acción—. ¿Sabes una cosa, amor? Me gustaría aprender a hacerte los rizos—confesó provocando que una sonrisa creciera en los labios de Aidán que detuvo su labor para centrar toda su atención solamente en ella.
—Yo te enseño y tú me enseñas a hacerte esas hondas que tenías anoche. Te lucían hermosas.
Alice no pudo evitar sonreír y sentir un ligero ardor en sus mejillas. Tal vez nunca se adaptaría a que su novio la elogiará siempre que tuviera oportunidad.
***
Estar bajo el manzano que afectivamente les correspondía, en el parque del Sol, con sus guitarras componiendo una canción, diez años después de su despedida, era algo que no parecía real, de lo perfecto que estaba resultando ser.
—Diez años después aquí estamos otra vez. En este abrazo eterno que nunca olvidaré—leyó Aidán lo que había escrito en su cuaderno.
Alice escuchó atentamente y se quedó reflexionando unos instantes sobre las siguientes frases.
—¡Ya sé!—exclamó luego de unos pocos minutos—. Le seguiría: Y sabemos que esta vez nada nos va a separar. Este amor verdadero está destinado a perdurar.
La chica no podía estar más orgullosa porque por primera vez en todo el rato que llevaban ahí jugando con ritmos y palabras, Aidán estuvo de acuerdo con su aporte.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro