Capítulo 25: Muestras de agradecimiento
"Quien diría que algún día extrañaríamos la infancia si nuestro mayor deseo era crecer."
Pablo Neruda
A las diez de la mañana ya estaban en casa de Alice, Percival y Aidán para ayudar con los preparativos de la cena de Noche Buena, que sería esa noche.
Primeramente sacaron el árbol de la caja y se dedicaron por unos cuantos minutos a decorarlo junto a las paredes. Los chicos fueron los primeros en dejar sus regalos bajo el árbol para abrirlos en la noche, luego de la cena.
—Mi amor. ¿Y si me ayudas con las galletas para merendar luego del almuerzo?—le preguntó Alice a su novio.
El chico dudó un instante y por su mente pasó la opción de negarse a su propuesta ya que era pésimo en la cocina, no tenía ningún tipo de habilidades para cocinar. Pero luego recordó que tenía una novia comprensible y atenta y que no lo dejaría por no ser capaz de realizar la actividad, que a ella le encantaba tanto. Lo peor que podría pasar era que se burlara de él.
Y efectivamente así sucedió unos minutos después cuando el chico tenía un desastre de harina por toda la ropa y el rostro. Alice le había asignado la tarea más simple que era mezclar los ingredientes y ni aún así fue capaz de hacerlo bien, ya que salió harina en todas direcciones en cuanto empezó a batir, sin cuidado.
—No sé en qué estaba pensando cuando te asigné esa tarea—expresó la chica entre risas.
Tendría que volver a agarrar harina y encargarse de hacer la mezcla. En esa ocasión le asignó a Aidán la única tarea de meter las galletas al horno y sacarlas antes de que se quemaran, en el peor de los casos.
Para suerte de todos, Aidán ya estaba un poco avergonzado y no permitió que ninguna galleta pasara más tiempo del indicado dentro del horno.
A la llegada del mediodía los chicos junto a la madre y abuela de las chicas se sentaron a almorzar y luego tomaron asiento en el amplio sillón de la sala a ver la película del Grinch mientras comían las galletas con restos de chocolate, ingrediente que no podía faltar en los platillos favoritos de Alice.
—¿Qué les anima hacer ahora?—preguntó Ellie mientras observaba que habían cumplido con sus tareas del día que eran decorar la casa para la cena, además de que aún no se podía empezar a arreglar para la noche porque era demasiado temprano.
—¡Ya sé!—expresó Percival—. ¿Y si nos ponemos a elaborar nuestras metas y sueños para el próximo año?
Al instante todos sonrieron alegres por la propuesta, eso era algo que Alice siempre había hecho y sin pretenderlo recordó que en todas las páginas escritas en las navidades anteriores había deseado el regreso de Aidán, y en esta lo tenía a su lado.
—Vale. Pero antes, escribiremos las cosas por las cuales nos sentimos agradecidos—intervino la chica ya que consideraba que era parte fundamental para iniciar un nuevo año, feliz.
Sin dar tiempo a más, despejaron la mesa ratona de la sala de la casa. Alice buscó en su habitación y Ellie en la suya, marcadores, páginas en blanco y bolígrafos y cuando estuvieron todos sentados sobre el piso alrededor de la mesa, empezaron con la labor.
La conexión entre Alice y Aidán era tanta que ambos pusieron entre sus metas, escribir una canción juntos. A Alice no le apasionaba la música, pero siempre dijo que le gustaría experimentarla. No quería ser famosa, ni tener un álbum de canciones porque nunca antes había escrito una y no tenía el talento para hacerlo, pero le ilusiona la idea de llevar eso a cabo con su querida pareja. Además de que sabía que era algo que él deseaba demasiado desde la noche en el concierto que cantaron juntos.
Los chicos se marcharon a las seis de la tarde aproximadamente, para ducharse y arreglarse para la cena de Noche Buena. Alice no salió de la cocina junto a su padre, hasta las siete y media ya que amaban cocinar ellos mismos, los platos de comida serían elaborados en el restaurante y llevados a la casa por uno de los trabajadores de Elías, pero él y su hija, con la que compartía el amor por la cocina, eligieron hacer el postre ellos. Alice se encargó de la tarta de chocolate, como em todas las navidades pasadas, mientras Elías se encargó de las donas de chocolate y los panes dulces.
Elías siempre cuestionó la elección de su hija de estudiar la carrera de medicina, no porque creyera que no tenía vocación, sino porque la había visto cocinando incontables veces y lo hacía con tanta dedicación y talento, que cuando Alice era pequeña, él pensaba que estudiaría para chef. Pero Alice no dejaba de repetirle que ese era un hobbie suyo, que le gustaba desarrollarlo, pero como profesión se quería dedicar q salvarle la visión a las personas como oftalmóloga.
Por otro lado, la madre de Alice estaba muy feliz y gradecida con la elección de su hija, ya que su bisabuela y abuela parecían de ceguera hereditaria, y ella tenía mucho miedo de sufrirla también. Así que ahí tendría a su hija, para ayudarla de ser necesario.
***
Alice iba vestida con un precioso vestido negro, con una abertura en toda la parte de la pierna derecha. Pero el detalle más precioso era la cinta plateada que le rodeaba la cintura haciéndosela más notable, además de que iba cambiando los tacones plateados igual. Llevaba el cabello recogido en un moño elegante y varios flequillos de pelo ondulados caían en cascada haciéndola lucir realmente hermosa.
Pero ella no fue la única que dejó a Aidán sin respiración, la sensación fue mutua para ambos. Alice al verlo vestido elegantemente de negro, con sus rizos más oscuros callendo sobre su frente y esa mirada tan brillante que le fascinaba, sintió que desfallecía ante tanta belleza varonil. Y una sonrisa creció en sus labios al pensar que no era nada más, ni nada menos, que su pareja, la que había deseado por tanto tiempo.
La cena transcurrió linda, antes de comenzar a comer, cada persona presente dijo unas palabras como agradecimiento al año que habían vivido. Luego de terminar con la cena, todos se dirigieron a la sala de estar para recibir los regalos que yacían bajo el árbol.
El padre de Alice, optó por comenzar él. Los primeros regalos fueron para su esposa y suegra. Cuando ambas mujeres, abrieron la delicada cajita, vislumbraron elegantes collares a juego. Para Alice y Ellie compró una nueva versión de las pulseras amarillas y azules que llevaban de pequeñas. Las chicas no pudieron emocionarse más por poder volver a usar esa prenda especial para ambas, pero esta vez adaptada a la edad que tenían.
Luego le siguió Alice, para su hermana gemela había comprado un despertador en forma de girasol, que era su flor favorita, porque la chica adoraba despertarsd súper temprano para aprovechar las mañanas al máximo. Para su padre compró una Manilla donde estaba tallada la frase: “El mejor chef”. A su madre compró un vestido rojo que había estado observando mucho una vez que la acompañó al centro. A su abuela le compró un tocadiscos, ya que la anciana tenía todas sus canciones favoritas en discos y como en la casa no tenían donde escucharlos, tenía que conformarse con la música que le agradaba a los demás. Ver lágrimas de la alegría asomando a los ojos de su abuela fue muy gratificante para Alice, y sin querer, pensó en que si su abuelo estuviera vivo, buscaría las cintas de sus películas favoritas y se las regalaría junto a un protector para que reviviera esos momentos de su juventud que tanto decía haber disfrutado. Para su suegra, compró un collar con la inicial del nombre suyo, de su marido y de su hijo, como tres letras que combinaban perfecto.
Y para su novio, escribió una carta donde expresaba todo lo que sentía por él, junto a Polaroids de los momentos lindos que habían vivido juntos en el poco tiempo que llevaban de novios. Aidán las empezó a ver al instante y no pudo evitar sentirse agradecido, cuando encontró una foto que había tomado alguien que se encontraba fuera de la habitación del hospital, en ella se veía Aidán tocando guitarra para una Aloce convaleciente. Giró la foto y leyó lo que decía atrás: «Gracias por estar, aún cuando ni siquiera era consciente de ello»
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