Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 21: Un adiós doloroso


"Andando en las arenas, yo decidí dejarte. Pisaba un barro oscuro que temblaba, y hundiéndose y saliendo decidí que salieras de mí, que me pesabas, como piedra cortante, elaboré tu pérdida paso a paso: cortarte las raíces, soltarte sola al viento. Ay, en ese minuto, corazón mío, un sueño con sus alas terribles te cubría. Te sentías tragada por el barro, y me llamabas y yo no acudía, te ibas, inmóvil."


Pablo Neruda

Alice admiraba la fascinación reflejada en el rostro de Aidán, que observaba la cabina donde en unos segundos, estaría demostrándole a Kam, la productora musical y a Rodrigo y Rafael, los agentes de sonido, su talento.

Gaviotas revoloteaban en el interior del chico cuando estuvo frente al micrófono y a través del cristal vió la señal que le hizo Kam para que comenzara a cantar.

En ese instante a su mente vinieron malos pensamientos, como que su talento no sería suficiente como para que una productora aceptara hacer un contrato con él. Pero luego llegó la imagen de su padre a su mente y que siempre le decía que había nacido para eso.

Mientras el chico cantaba, Alice estaba al otro lado del cristal escuchándolo y sonriendo con orgullo.

«Siempre volveré por ti»

Alice cerró los ojos brevemente confundida. En su mente se había reproducido una imagen de Aidán sentado en una camilla del hospital, hablando con ella.

«Siempre las miradas nos han bastado, con nosotros funcionan más que las palabras.»

¿Qué? La imagen se volvía nítida en su mente conforme pasaban los minutos y más recuerdos venían a su mente. Ellos, juntos en su habitación, él tocaba “Segundos platos” de Morat a guitarra.

Eso no había sido hacía diez años atrás. Esos recuerdos eran del mes que ella había olvidado.

¿Aidán estuvo cada día de su recuperación a su lado? No lograba entenderlo, las dudas se iban acumulando en su mente.

Cuando Aidán salió de la cabina, ella se obligó a sonreírle para no arruinar el momento tan especial que él estaba teniendo. Pero no lograba formular ningún pensamiento coherente, las dudas nublaban sus sentidos.

—Nos alegramos muchísimo de haber recibido tu mensaje. Eres justo a lo que nos referimos cuando decimos que estamos en busca de nuevos talentos—expresó Kam dirigiéndose a Aidán—. Aquí está el contrato. Puedes leerlo y si estás de acuerdo con todos los términos, lo firmamos enseguida, si no podemos llegar a algún acuerdo. Lo importante es que no te podemos perder.

Esas palabras ensancharon aún más la sonrisa en el rostro del chico que decidió llevar una copia del contrato a la casa para leerlo en compañía de su tío que era abogado de profesión.

Aidán puso el auto en marcha y cuando le pidió a Alice que conectara su Bluetooth para poner música, se dió cuenta de que la chica se encontraba distraída en sus pensamientos.

—Alice.

Tal y como esperaba, no recibió una respuesta de su parte porque la chica ni siquiera lo escuchó. Aidán llevó una de sus manos a su rodilla y cuando le dió un ligero apretón fue que logró que reaccionara.

—¿Qué sucede?—preguntó ella un poco sobresaltada.

—Eso te pregunto a ti, mi amor. Estás sumida en tus pensamientos.

Alice esbosó una sonrisa triste.

—Hoy es un día especial para ti, no quiero que te preocupes con otra cosa que no sea tu victoria en el camino de la música.

—Alice, lo que a ti te suceda, nunca será un estorbo para mis pensamientos. Quiero saber si te sientes mal, y el por qué para entonces encontrar juntos una solución.

Con esas palabras y el tono delicado que utilizó, logró convencerla.

—Te lastimé mucho, Aidán. ¿Cómo es que sigues aquí?

El chico frunció el ceño, confundido sin entender a qué se refería.

—Cuando estabas cantando he recordado lo sucedido en el mes posterior a la noche que sufrí el accidente cerebrovascular. Tú estabas en todas partes, a mi lado, dándome ánimos y siendo un acompañante excelente.

Con esas palabras, Aidán se alegró enormemente porque eso significaba que las secuelas de accidente poco a poco iban desapareciendo de su organismo.

—No sigas. Te amo Alice, y si para ti era sano estar conmigo, lo estaría, aunque yo me estuviera muriendo. No sé qué es el amor sino esforzarse por el bienestar del otro. Estoy ahora aquí, a tu lado porque entiendo que para lograr grandes cosas, primero hay que pasar por un proceso y el que hubieras conocido a otra persona y le hubieras entregado tu corazón, era parte del camino para llegar a estar felices juntos.

—No sabes cuánto te admiro. Y aunque no me parezca justo para ti, te agradezco enormemente que no te fueras. No sé que sería de mí sin ti a mi lado.

Ambos sonrieron y Alice entrelazó sus manos con la de Aidán sobre su muslo, mientras el chico volvía a concentrarse solamente en conducir.

Al llegar a casa de los tíos de Aidán, todos los habitantes estaban en las escaleras del porche esperando ansiosamente al chico, que minutos antes, les había llamado para avisarles que estaba llegando con una noticia decisiva.

En el rostro de la madre de Aidán, los nervios eran evidentes. La mujer no sabía que esperar, aunque sentía en su interior que a su hijo le había ido bien. Después de todo era el mejor en lo que hacía.

—¡Me han dado el contrato!—exclamó cuando estuvo frente a todos alzando al aire los documentos.

Los gritos de emoción no tardaron en cargar el ambiente. La madre de Aidán, cuando lo abrazó no pudo guardar más las lágrimas dentro de sus párpados.

Media hora más tarde Aidán estaba hablando por teléfono con Kam, informándole que estaba de acuerdo con todos los términos del contrato y que al día siguiente se pasaría por el estudio para firmar los documentos originales.

Por otro lado, Alice iba andando hacia su casa. Le había informado a Aidán que no era necesario que la llevara, quería estar un rato a solas admirando su alrededor.

En su travesía pasó por el Parque del Sol y no pudo evitar pensar que era un lugar mágico y su sitio seguro. Una sonrisa adornó sus labios al pensar en Aidán. Realmente en su interior sentía un enorme agradecimiento con el destino por poner a una persona tan maravillosa e incondicional en su camino.

Al llegar a casa se encontró con Emma en la sala de estar conversando animadamente con sus padres y Ellie.

—¿Reunión familiar sin mí?—preguntó para captar su atención.

La rubia al instante se puso de pie y se quedó sonriendo ampliamente. Alice supuso que tenía una buena noticia para darle.

—Espera. No me digas que es lo que estoy pensando—la detuvo Alice cuando abrió la boca para empezar a hablar.

—¡Pues sí!—chilló su prima dando saltos hasta llegar a ella para envolverla en sus brazos.

—Me alegro demasiado. Vivirás en la ciudad con la que soñábamos de pequeñas.

—Pues sí, te mandaré fotos de cada pequeño rincón, para que no te pierdas nada. Y en cuanto tenga la oportunidad te llevo de vacaciones—le aseguró recordando la promesa de conocer Francia juntas, que hicieron de pequeñas.

Luego de cenar, Emma se quedó con su abuela en la habitación de la anciana, despidiéndose. Ellie estaba frente a la televisión junto a sus padres y Alice aprovechó para entrar a su habitación a ducharse.

Detuvo su misión cuando se percató de que descansaba un sobre blanco sobre su mesita de noche. Al rasgar el sobre se encontró con una carta, escrita a mano. Al instante supo que era de Carlos, ya que reconoció su letra.

Pensó que con cada día que pasaba su mejor amigo, se ponía más romántico. Pero las buenas expectativas desaparecieron de su mente cuando empezó a leer las primeras líneas.

«Para ti, Alice :

Tal vez te enfades externamente conmigo por comunicarte a través de una carta que me he marchado lejos. Sé que merecías que me despidiera en persona de ti, que eres una de las chicas más especiales de mi vida, pero no pude para que no impidieras que me fuera, menos tu padre que insiste en que la mejor manera de solucionar un problema es enfrentándolo. Ya debes haberte enterado de que Emma se marcha, me ha roto el corazón diciendo que no quiere atarse a mí por lo que sin remordimientos terminó nuestra corta relación. Yo la amo, Alice y no puedo quedarme ahí donde todo me la recuerda. Mi padre me ha conseguido una beca para terminar mis estudios de medicina en una ciudad bien lejana. Planeo hacer mi vida de cero y espero que cuando decida volver al pueblo, ya no me afecte el tema de tu prima. Quiero que sepas que aquí me tienes a pesar de la distancia, sólo tienes que llamarme y vuelo a salvarte de lo que sea que estés sufriendo. Nos volveremos a ver, pero por ahora debo alejarme.

Te quiere, tu mejor amigo, Carlos. »

Al terminar de leer, algunas lágrimas descendían por el rostro de Alice. ¿Por qué últimamente todos se alejaban de su vida? Acaso se estaban poniendo de acuerdo para marcharse. Aunque en algo concordaba, ella misma había vivido en carne propia el sufrimiento de estar en un sitio que todo te recuerda a esa persona que ya no está en tu vida. Solo podía desear que su mejor amigo olvidará ese amor pronto para que volviera a ser feliz y regresara a su vida.

***

Aidán había quedado de verse con Maureen luego de correr esa mañana, por lo que pasadas las ocho de la mañana, la chica lo esperaba sentada en uno de los bancos del Parque del Sol.

Al verlo le dedicó una sonrisa a modo de saludo, que él respondió al instante.

—¿Cómo te encuentras?—le preguntó él tomando asiento a su lado.

—Más que emocionada por empezar con esto—confesó ella rebuscando algo dentro de su bolso.

—Verás cómo obtendremos un resultado exitoso. ¿Finalmente le has dicho a tu madre la decisión que has tomado?—le preguntó interesado.

—Lo he intentado. Pero apenas he iniciado con la frase de buscar a mi padre, se ha puesto histérica. Algo grave debe haberle hecho él para que ella se muestre tan a la defensiva con la idea de que vuelva a mi vida.

—Bueno, si todo sale bien, pronto encontraremos esa respuesta.

—Así mismo.  Mira, esta es la foto de la que te hablé—dijo la chica sacando una fotografía doblada a la mitad.

Cuando se la tendió a Aidán para que la viera, el chico no tardó en desdoblarla. Su rostro quedó pálido al instante en que vió el juvenil rostro del hombre. Sentía que el oxígeno ya no llegaba a sus pulmones.

—Maureen, este es mi padre.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro