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Capítulo 20: El inicio del gran camino

Dicen que el insomnio es por falta de sueño; el mío es por falta de ti, es que tú eres mi sueño y me faltas aquí."
Pablo Neruda

Alice bajó del auto de su padre y poco a poco subió las escaleras en compañía de su abuela y las otras mujeres de la casa. Al estar en la segunda planta del lujoso restaurante se dió cuenta de la preciosa decoración que su padre había hecho en la tarde.

—Hiciste un trabajo increíble—elogió a su padre en cuanto lo vió dándole un abrazo en forma de agradecimiento—. El mérito también es para ti, que ayudaste—le dijo a Ellie, la que la observó confusa.

—No ha sido ella, más tarde sabrás quién fue y el porqué—le aseguró su padre antes de entrelazar sus manos con su esposa para caminar hacia la amplia mesa donde había un puesto servido para cada invitado.

No pasaron muchos minutos cuando Carter, Carlos y Emma hicieron acto de presencia en la estancia, seguidos por Aidán y su familia.

Para Alice el tiempo se detuvo en cuanto vió al chico vestido elegantemente con un pantalón y camiseta mangas largas azul marino. Llevaba los rizos perfectamente peinados y no faltaba la sonrisa en sus labios.

La cena transcurrió entre conversaciones y risas, pero la noche sólo podía mejorar y Alice lo supo cuando Aidán y Elías se pusieron de pie excusándose de tener que hablar a solas sobre un tema importante.

No pasaron muchos minutos cuando por los altavoces de la sala donde se encontraban empezó a sonar la introducción de una canción a guitarra, lo cual sorprendió a todos los presentes porque la música que anteriormente se escuchaba no había siquiera terminado cuando pusieron la nueva canción.

Elías hizo acto de presencia nuevamente en la estancia, para indicarle a sus invitados que se dirigieran a la terraza donde sucedería lo mejor de la noche. Alice intrigada agarró a su hermana del brazo y juntas fueron hacia la zona indicada.

Alice al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, sintió como dejó de respirar y sólo sentía un revoloteo intenso dentro de su estómago.

En la terraza se encontraba Aidán con un inmenso ramo de tulipanes blancos y en el suelo a su alrededor había escrito con pétalos la propuesta más esperada por ella.

“¿Quieres ser mi novia, Alice?” leyó.

La chica no pudo evitar que las lágrimas de felicidad, brotaran de sus ojos. Llevó una mano a su boca para no gritar de la emoción, mientras caminaba hacia su chico.

—Claro que sí—respondió en cuanto estuvo cerca de él.

Sin esperar más, Aidán la rodeó con sus brazos y la besó para sellar el momento.

—Me has hecho la chica más feliz del universo—le susurró en cuanto se separaron.

Aidán sonriente le entregó el ramo de flores y Alice se sintió desfalleciendo cuando vió que junto al ramo había un libro. Lo agarró entre sus manos y leyó el título: “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” de Pablo Neruda. Nada más y nada menos que una edición especial de su libro favorito.

—Verte feliz, es mi felicidad—le aseguró él, siendo interrumpido por otro beso suyo.

Esta vez los aplausos de los presentes llegaron a sus oídos provocando que sonrieran aún con sus labios unidos.

Al pasar de unos minutos, volvieron a la sala, donde las parejas empezaron a bailar la música lenta que sonaba por los altavoces.

Para la segunda canción, Alice estaba bailando con su mejor amigo, al cual no veía completamente feliz, a pesar de que la noche estaba siendo estupenda.

—¿Qué te preocupa?—le preguntó ella con un tono de voz delicado.

—No quiero que te vuelvan a hacer daño.

—Pareciera que no conoces a Aidán. Pensé que ya eran súper amigos.

—Y lo somos, pero para mí antes que él, siempre estarás tú.

—Te quiero un montón—expresó ella recostando su cabeza del hombro del chico mientras seguían bailando al ritmo de la música.

—Yo igual. 

En la otra esquina del salón Emma bailaba con su tío Elías, pero sus ojos estaban fijos en su prima Alice. Esa noche se veía radiante, sobre todo después de la propuesta de noviazgo que le hizo Aidán. Su mirada pasó a Carlos y no pudo evitar sentir un pinchazo de dolor en el pecho al pensar que no les quedaba mucho tiempo juntos y que lo lastimaría al terminar la relación ya que no estaba dispuesta a mantenerla en la distancia.

A Emma no le gustaba pensar en esas cosas, pero ya tenía que enfrentar la realidad porque cada vez faltaba menos tiempo para su ida.

Al finalizar la fiesta,  cada familia fue a su casa. A Aidán la felicidad no le cabía en el pecho, se sentía fenomenal, como si en ese instante pudiera lograr todo lo que quería sólo porque estaba en una relación con la chica de sus sueños.

No sé lo pensó dos veces, cuando le pidió el portátil a Percival y buscó en internet ofertas de estudios musicales de esa ciudad. Tras casi una hora de búsqueda encontró uno, las imágenes lo tenían encantado y hasta se imaginó dentro de esas cabinas grabando sus canciones. Anotó el correo electrónico del estudio y le envío un email desde su teléfono.

Sólo le quedaba esperar por una respuesta. En su interior deseaba que aceptaran su propuesta.

***

A la mañana siguiente, mientras corría por el Parque del Sol, Aidán recibió la notificación de que tenía un nuevo correo en su bandeja de entrada. Al recordar lo que hizo la noche anterior, se apresuró a ver de qué se trataba.

Tal y como esperaba, era un correo del estudio musical diciendo que estaban encantados de descubrir nuevos talentos y que esa misma tarde si estaba libre, podía pasarse para probar su talento y contratarlo si cumplía con los requisitos necesarios.

En cuanto terminó de leer le contó a los chicos que corrían con él.  Percival y Carlos no tardaron en felicitarlo y darle un fuerte abrazo. Lo que hizo a continuación fue llamar a Alice para darle la nueva noticia.

—¿Qué hiciste? ¡Vaya! Nos sabes lo orgullosa que me siento porque hayas decidido dar ese paso. Ten por seguro que te van a dar el contrato y tendrás un éxito inalcanzable.

Esas palabras lograron que una amplia sonrisa surcara los labios de Aidán. En ese instante sintió que su padre le diría algo parecido. No había nadie en el mundo que deseara más eso que su padre, y dónde sea que estuviera lo haría sentir orgulloso.

—Quisiera que vengas conmigo esta tarde, si no tienes otra cosa que hacer. Siento que serás como mi amuleto de la buena suerte.

—Me encantaría acompañarte. ¿A qué hora me pasas a recoger?

—A las 2:00pm.

—A esa hora nos vemos entonces—se despidió contenta la chica, que no tardó en extender la noticia a los habitantes de su casa.

Aidán era un chico muy querido por todos los que le rodeaban.

Al llegar a su casa, se lo comentó a su madre. A la cual se le salieron unas cuantas lágrimas de orgullo.

—En este instante tu padre es el ser más feliz del más allá. No te imaginas cuánto me alegro porque hayas dado el primer paso en este largo camino que apenas comienza.

—Gracias mami. Sin ustedes dos yo no sería lo que soy hoy. Se los debo todo y te prometo que de ahora en adelante te haré la madre más orgullosa y feliz que podría existir.

—Sólo persigue tu felicidad hijo mío, verás como las puertas se te abrirán si haces lo que tú corazón manda.

—Eso ya lo estoy viviendo—expresó sonriente.

En la casa de al lado, la felicidad era palpable, pero no por esa noticia. Emma acababa de recibir una llamada de sus padres, los que le comunicaron que ya le habían sacado el boleto de avión para que fuera a vivir a París con ellos. Pero no solo eso, sino también que ya habían conseguido una matrícula en un prestigioso curso de diseño de moda. Ya la chica idealizaba en su mente el futuro brillante que tendría haciendo realidad sus sueños.

No obstante, el sonido del timbre llegó a sus oídos interrumpiendo su momento. Al abrir la puerta principal, su mirada chocó con la figura de Carlos, que la observaba con un semblante triste. Al instante la chica se preocupó.

—¿Sucede algo?

—No soporto más Emma. Tenemos que hablar de lo que pasará con nosotros cuando te marches—confesó el chico afligido y Emma no pudo evitar sentirse un poco mal.

Lo invitó a entrar y se sentaron juntos en el sofá para tener la conversación que estuvieron aplasando por mucho tiempo.

—Carlos, hace apenas unos instantes mis padres me enviaron el pasaje.

—¿Qué? ¡No sabes cuánto me alegro por ti!—expresó con una felicidad plasmada en su rostro, al parecer había olvidado sus preocupaciones y sólo podía abrazar a la chica y felicitarla.

—Gracias. Y sobre lo que has venido a hablar, he tomado una decisión. Lo mejor será terminar nuestra relación ahora. No creo sentirme dispuesta a tener una relación a distancia. Siento que allá afuera me espera un mundo grandioso y quiero aprovecharlo al máximo, sin ataduras.

Esas palabras causaron un intenso dolor en el interior del chico que había acudido allí para decirle que él se había enamorado de ella, que no le importaba el tiempo que estuvieran separados, sería capaz de esperar a que sus caminos se volvieran a encontrar. Pero que no quería a otra mujer que no fuera ella.

Al pobre chico no le quedó de otra que despedirse y empezar a hacerse a la idea de que estaba solo y abandonado por la única chica que lo había enamorado..

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