Capítulo 18: Un 23 de agosto perfecto
“Nunca supe que tenía un sueño, hasta que te hiciste realidad."
Pablo Neruda
Los nervios estaban presentes en el cuerpo de Alice mientras se vestía para ir a su encuentro con Aidán en el Parque del Sol.
El plan sería tocar guitarra juntos toda la tarde, o al menos intentarlo por parte de Alice ya que no estaba segura de que sus dedos mantuvieran la habilidad sobre las cuerdas.
Unos toques en la puerta de la habitación causaron que la chica dejara de observarse indecisa al espejo.
Al abrir la puerta se encontró con la figura de su padre, que la observaba con una amplia sonrisa dibujada en el rostro.
—Las cosas van de maravilla.
—Pues sí. Estoy siendo muy feliz por estos días—concordó ella sonriendo.
—Tendré que agradecer enormemente a Aidán por la iluminación que provoca en tu ser.
Al escuchar esas palabras de la voz de su padre, Alice no puedo evitar sentir como el rubor subía a sus mejillas. Elías se dió cuenta de la revolución que había causado en su hija con solo mencionar el nombre del chico, y no pudo evitar sentir un lindo sentimiento en el pecho. Ella era muy afortunada por haber conocido a temprana edad a ese chico que lo daba todo por verla bien y feliz.
Media hora más tarde, Alice iba atravesando el caminito de piedras del Parque del Sol con su guitarra al hombro. Paseó su vista por todo el lugar al llegar bajo el árbol de manzano donde habían quedado. Las personas iban y venían caminando sin prisa, algo que transmitía una gran sensación de paz al que iba a admirar a su alrededor.
Pero Alice no iba a eso especialmente, sino a verse con alguien y ese alguien no estaba por todo el sitio. Sin pretenderlo, a su mente llegaron los recuerdos de aquel 23 de agosto que estuvo esperando el regreso de Aidán hasta que el cielo oscureció.
Para cuándo Aidán llegó el parque del Sol apenas unos pocos minutos después, se encontró con la chica acostada sobre el césped, con la guitarra recostada del tronco del árbol, que le brindaba su sombra.
Sin darse cuenta estaba sonriendo atontado, mientras admiraba el delgado cuerpo de Alice. Ella al darse cuenta de su presencia, se sentó rápidamente y causó cierta preocupación en el chico cuando llevó sus delicados dedos a las mejillas para secar las lágrimas que brotaban de sus ojos.
—¡Alice! ¿Qué sucede?—preguntó con su varonil voz tomando asiento a su lado.
—Sólo recordaba—se limitó a responder mientras le regalaba una sonrisa forzada para que no se alertara más.
Alice no quería reclamarle el por qué no volvió esa vez, ni que se hubiera olvidado de ella aparentemente. Las cosas estaban bien entre los dos en ese instante. Además de que no eran pareja, solo amigos y si como amigos tendrían que vivir por el resto de sus vidas, ella lo aceptaría, porque no quería estar lejos de él.
—¿Qué recordabas?—le preguntó interesado.
Ella se dedicó a admirarlo por unos segundos, mientras debatía interiormente entre ser sincera o no con él. Pero se rindió, porque la conexión entre ellos era tan grande que si no se lo decía, en algún momento se daría cuenta por sí solo.
—Tal vez no lo recuerdes, pero cuando éramos pequeños que me contaste que te marchabas, hicimos una promesa. Nos reencontraríamos aquí mismo, bajo este árbol unos años después.
—Lo recuerdo a la perfección—la interrumpió él.
Alice no pudo evitar alzar las cejas notablemente asombrada por lo que Aidán acababa de decir. Las dudas sobre si continuar o no, inundaron su mente porque si él se acordaba significaba que no volvió porque simplemente no quiso hacerlo. Era consciente.
—El día indicado, vine muy emocionada y me quedé horas y horas esperándote, pero nunca llegaste.
Un feo sentimiento se instauró en el pecho de Aidán al pensar en una Alice que se sintió abandonada, en un día que debió haber sido especial. Ella claramente no sabría lo que sucedió con el padre de Aidán y el porqué de que nunca llegara.
Sonrió cuando una gran idea surcó sus pensamientos, sin detenerse a pensar mejor, se puso de pie y le preguntó: —¿Qué hubieras hecho ese día si yo hubiera llegado?
Al inicio Alice lo observó confusa, pero luego decidió complacerlo.
—Hubiera corrido hacia ti en cuanto aparecieras en mi campo de visión y te hubiera abrazado por un largo tiempo, mientras te decía todo lo que te extrañé y lo que hice para tenerte presente en mi vida. También te hubiera dicho todo lo que esperé ese momento y que mi amor por ti no ha disminuido, sólo ha aumentado cada día sin verte.
Alice se sintió orgullosa al darse cuenta de que no sentía vergüenza por decir todo lo que pensaba frente a Aidán, no tenía miedo de ser juzgada por él. Por otro lado Aidán, estaba en shock interiormente. No sabía cómo reaccionar a lo que acababa de escuchar. Sólo podía pensar en que si ese encuentro hubiera sucedido, en su memoria sería el día más feliz de su vida. Así que seguiría con su plan inicial.
—Entonces cambiemos los recuerdos—le propuso.
Alice se quedó confundida, no sabía cómo eso podría ser posible.
—Yo me iré, y tú te quedarás aquí sentada esperando que yo aparezca en tu campo de visión como ese día y haremos todo lo que nos gustaría haber hecho en el momento de nuestro reencuentro aquí.
Una amplia sonrisa creció en los labios de Alice, mientras en su pecho crecía admiración profunda hacia ese chico que tenía la solución a todas sus preocupaciones, siempre.
—Está bien.
La escena llamaba la atención de todos los que pasaban por su alrededor, pero los chicos ni cuenta se daban, estaban tan felices por hacer lo que siempre quisieron, que sólo ellos existían en ese instante.
La alegría de Alice no le cabía dentro del pecho. Poco a poco el mal sabor del recuerdo de aquel 23 de agosto que Aidán no llegó se iba borrando de su mente, para darle paso a ese momento con él bajo el manzano.
Cuando Alice terminó de decirle todo lo que estuvo ansiando ese momento entre los brazos de Aidán, pensó que se apartarían y se sentarían sobre el césped a tocar la guitarra, como habían planeado, pero lo que sucedió los sorprendió a ambos por igual.
Fueron breves y eternos al mismo tiempo los segundos que Aidán estuvo observando el rostro de la chica que amaba, a escasos centímetros de su rostro. Admiraba detenidamente sus iris oscuros, sus largas pestañas y sus carnosos labios rosas. Cuando quiso darse cuenta de lo que estaba sucediendo, era demasiado tarde.
Sus labios estaban sobre los de Alice.
En primer instante ella no reaccionó, pero no demoró mucho en hacerlo y seguirle el beso a Aidán mientras llevaba sus manos al cuello del chico y acariciaba con las puntas de sus dedos, el negro cabello rizado. Aidán no tardó en llevar sus manos a la cintura de Alice para acercarla a su cuerpo y profundizar aún más el beso tan esperado por ambos.
Sus labios seguían la sintonía correcta, era como si hubieran estado toda la vida besándose.
Al terminar el beso, seguían las manos de Aidán en la cintura de Alice y las de ella sobre los hombros del chico. Se les hizo inevitable no sonreír.
Alice aún estaba procesando lo que acababa de suceder. Había besado a Aidán. ¡Al fin había sucedido!
A Aidán le empezaban a sudar las manos. Pensaba orgulloso, que tanto tiempo de espera había valido la pena. Que ese beso no lo olvidaría nunca.
Cuando ambos soltaron una carcajada se separaron y tomaron asiento sobre el césped para agarrar sus guitarras.
Juntos tocaron “La chica de la pulsera amarilla”. Canción que hizo que Alice se diera cuenta de que no había perdido habilidad ninguna con la guitarra. Y que aunque pensara que hacía un año no la tocaba, no era cierto, ya que cada día lo hacía en su habitación antes de sufrir el accidente cerebrovascular.
—¿Qué te parece si tocamos juntos en el bar del karaoke?—le preguntó Alice, recordando que Carlos le contó que abrieron un nuevo bar en la ciudad, en el que Aidán ya cantó.
—Me parece una gran idea, contigo a mi lado la experiencia será fascinante.
Al instante Alice sintió el ardor en sus mejillas y una sonrisa cubrió sus labios por completo, antes de ser besados nuevamente por Aidán.
—Es que no me puedo resistir a tus labios cuando sonries—se excusó él haciendo una pausa en el beso.
—Entonces sonreiré más seguido, sólo para que permanezcas besándome—expresó ella para luego profundizar el beso.
Eso era todo lo que deseaba que hubiera pasado hacía unos años atrás, pero su corazón estaba lleno porque el pasado en el pasado había quedado.
Y ahí estaba, en el presente, en su sitio favorito, entre los brazos de su persona favorita, realizando su nuevo pasatiempo favorito, besar a Aidán.
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