Capítulo 17: A mí siempre me tendrás
"Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde. Te amo directamente sin problemas ni orgullo: así te amo porque no sé amar de otra manera."
Pablo Neruda.
Estar sentados en el porche de la casa de Emma bajo la luz de las estrellas, estaba resultando ser el mejor plan de la noche. Al menos para Alice y Aidán que solo se observaban y sonreían sin motivos, por los nervios de estar completamente a solas y sabiendo que era momento de tener esa conversación que ambos necesitaban después de tantos años separados.
—Yo quiero decirte que lo siento mucho, por lo de tu padre. Apenas me enteré.
Tras varios minutos pensando en qué decir, Alice finalmente habló. No estaba segura de que ese fuera un buen tema de conversación, pero quería saber cómo se sentía él al respecto.
—¿Lo recuerdas, de cuando éramos pequeños?—le preguntó Aidán sonriendo con tristeza.
—Claro, un día nos llevó a tomar helado a todos y fue cuando descubriste que mi favorito era el de chocolate—expresó sonriendo genuinamente la chica, provocándole una sonrisa igual a Aidán por el recuerdo.
—Mi madre está aquí—dijo él apuntando con la cabeza a la casa de al lado—Estaba muy destruida y creyó que sanaría más rápido estando rodeada de su familia. Aunque no estoy seguro de que el ser humano alguna vez llegue a sanar completamente tras la pérdida de su compañero de vida, la persona que más amaba—confesó en un débil susurro.
Esas palabras golpearon duro en el interior de Alice y sin saber lo que hacía se acercó a Aidán y entrelazó sus manos con las de él por encima de sus muslos. Él se quedó unos segundos observando lo que acababa de suceder, y no tardó en acariciar con las yemas de sus dedos, los de Alice.
Ella recostó su cabeza en el hombro de Aidán y juntos se quedaron unos minutos disfrutando de su cercanía hasta que Alice decidió romper el silencio, que estaba siendo agradable, pero necesitaba confesarle algo tras sus palabras. No sabía lo que su mente estaba pensando decir, hasta que la frase salió de sus labios.
—A mí siempre me tendrás aquí—dijo y cuando él se quedó mirándola fijamente, rectificó sus palabras—. Si todavía soy la persona que más amas.
Alice sentía el corazón en la garganta. Aidán no hablaba y eso la ponía aún más nerviosa, por lo que volvió a recostar su cabeza en el hombro del chico que cuando ella dejó de observarlo, sonrió esperanzado.
Lo próximo que Alice sintió fue la presión que hicieron los labios de Aidán en su cabello, cuando le dió un cariñoso beso. Y Aidán se sintió perdido en el aroma que tanto había extrañado.
—Me dijeron por ahí que tienes una guitarra y la sabes tocar—confesó Aidán cuando se recuperó.
Alice enseguida levantó su cabeza y lo observó entrecerrando los ojos, con una sonrisa en los labios y sintiendo algo de vergüenza en su interior por haber sido expuesta de esa manera.
—¿Quién te contó de Ailice sin mi permiso?
—¿Ailice?—preguntó Aidán alzando las cejas.
—No encontré un nombre que le quedara mejor, es la unión de nuestros nombres—se explicó y a medida que mencionaba cada palabra la sonrisa en el rostro de Aidán se ensanchaba—. ¿De qué te ríes?—le reclamó.
—Es orgullo, no burla... La mía se llama igual.
Alice se quedó en shock unos segundos, no sabía cómo reaccionar a lo que acababa de escuchar. Pensó que la conexión que existía entre ellos era realmente fuerte. No podían perderla bajo ninguna circunstancia.
—¿Qué te parece si quedamos un día de estos para tocar juntos?
—Buscaré en Spotify algunas de tus canciones para ir teniendo una noción de los acordes. ¿Has seguido componiendo verdad?
—Sí he seguido componiendo, pero no hay canciones mías en Spotify, Alice.
—¿En qué plataforma publicas?—le preguntó interesada.
—No publico mis canciones—confesó un poco decepcionado en su interior por no poder decir lo contrario.
—¿Me estás queriendo decir que no le has mostrado al mundo de lo que eres capaz?—preguntó Alice sin creerse la información que acababa de recibir.
Cuando cumplió los quince años y no recibió la visita de Aidán, uno de los pensamientos que pasó por su mente fue que tal vez por la fama que habría alcanzado de seguro con sus canciones, para lo último que tenía tiempo era para pensar en aquella niña del pueblo en el que nació. En ese instante, observando el rostro un poco decaído que tenía Aidán, pensó que no sabía lo que había vivido en todos esos años que tal vez influyeron en que no publicara sus canciones, ni las compartiera con alguien más que su círculo social. Esa noche quería disfrutar de su presencia, no ponerlo triste, por lo que le regaló una sonrisa.
—Me encantaría quedar contigo para tocar la guitarra. Aunque llevo mucho tiempo sin hacerlo y no sé si mis dedos pueden seguir un ritmo.
—Estoy seguro de que sí podrás y si no sucede, trabajaremos juntos en recuperar esa habilidad—le aseguró Aidán agradecido por aceptar su invitación.
—¿Y, cómo ha sido tu vida los últimos años?—preguntó Alice ansiosa por saciar su curiosidad.
Aidán soltó un suave suspiro antes de responder.
—No ha sido la gran cosa, aunque sí hay lugares impresionantes en la capital, que algún día me gustaría mostrarte. El instituto lo pasé viajando mucho por concursos de conocimiento que preparaban las universidades de allá para ir captando a los alumnos talentosos. Participaba principalmente en los de Matemáticas, por el que me otorgaron la carrera de Economía sin tener que hacer las pruebas de ingreso, ni las entrevistas.
—Me alegra mucho saber eso. Yo estudio medicina en la facultad que queda al lado del hospital al que conduciste ayer.
—Sí, ya me habían dicho y no sabes lo orgulloso que me sentí cuando supe que habías decidido entregar tu vida para salvar la de otras personas—confesó Aidán con una sonrisa en el rostro, mientras seguía acariciando la mano de Alice.
—Gracias, pero debió haber sido muy difícil para ti dejar la universidad para venir y acompañar a tu madre en este momento tan difícil.
—En realidad dejé la universidad por decisión propia, mucho antes de que sucediera el incidente de mi padre. La carrera no me terminaba de apasionar por completo. No me llenaba y sentía que aquel no era mi sitio en el mundo.
—¿Entonces, cuando se recuperen, viajarás por el mundo para encontrar tu sitio indicado?—preguntó Alice con la ilusión de que Aidán buscara el lugar donde sería feliz, aunque no fuera a su lado, sentía admiración por él por ser de los pocos que se atrevían a seguir su instinto.
—Mi lugar indicado lo encontré mucho antes de saber que hay un lugar destinado para cada persona en este mundo, el lugar donde encuentras tu felicidad absoluta. Estoy en él ahora mismo—confesó dirigiendo su mirada a Alice.
Ver una sonrisa en sus labios y sus mejillas ligeramente ruborizadas le hinchó el corazón de felicidad. En ese instante confirmó una vez más que una de las decisiones más acertadas de su vida había sido regresar por ella.
***
En el interior de la casa se encontraban Emma y Carlos conversando en la cocina, él estaba sentado en una banqueta alta mientras ella iba de un sitio a otro preparando las palomitas para ver una película juntos antes de que llegara la medianoche. Aunque tal vez no tendría que apurarse ya que sus primas y Carlos se quedarían a dormir en la casa y Percival y Aidán sólo tenían que cruzar el jardín.
—¿Qué cuentan tus padres?—le preguntó Carlos interesado.
—Están bien, muy ocupados entre el trabajo y las gestiones que tienen que hacer para poder llevarme con ellos lo más pronto posible.
—¿Tienes prisa, mi amor?—le preguntó Carlos alzando las cejas.
La rubia se detuvo un minuto para observarlo con ternura.
—No tengo prisa, pero son mis padres. Siempre hemos sido como uno solo y ya llevamos tres años separados, solamente hablando a través de un teléfono. Los extraño como no te imaginas y sé que yo también les hago mucha falta.
Los padres de Emma, tras analizarlo por mucho tiempo, tres años atrás tomaron la decisión de mejorar sus condiciones de vida en el extranjero, por lo que emigraron a Francia prometiendo crear las condiciones para que su hija tuviera la vida que soñaba siendo una gran diseñadora, en la ciudad de la moda, París.
—Lo entiendo...—parecía que iba a decir algo más, pero optó por quedarse en silencio.
Emma asintió con la cabeza y siguió con su labor. Sabía lo que pasaba por la mente de su novio, que se separarían cuando ella se fuera a París, y tal vez no se volverían a ver nunca más. Sus vidas no seguirían los mismos caminos, ni siquiera cercanos, porque sus intereses eran demasiado desiguales.
Por otro lado estaban en la sala de estar Percival y Ellie sin saber qué tema de conversación sacar. La chica paseaba la vista por toda la estancia, mientras que Percival sólo la observaba a ella, aunque cuando fue consciente de ello, apartó la vista para no hacerla sentir incómoda.
Cuando Alice y Aidán atravesaron la puerta principal, ambos soltaron suaves suspiros de alivio. Alice y Aidán se dieron cuenta de la situación y no tardaron en intercambiar graciosas miradas.
Tomaron asiento en otro sillón de la estancia y Emma no tardó en hacer acto de presencia con las manos ocupadas con las palomitas y atrás iba Carlos en la misma situación. Con cuidado, pusieron los cartuchos en la mesa ratona.
Emma se apoderó del control del televisor y mientras abría Netflix, preguntó por opciones de películas para elegir cuál verían.
La noche transcurrió entre intercambio de risas, comentarios y miradas que brillaban en medio de la oscuridad.
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