Capítulo 15: Arreglo
"Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños."
Pablo Neruda.
Elías había llamado a Alice hacía una hora para informarle que en media hora llegaba a recogerla para ir a la consulta con Carter.
Su padre no acostumbraba a ser impuntual, pero ella entendía que con el restaurante él llevaba mucha responsabilidad sobre sus hombros y podría haber sucedido algo allí que estaba resolviendo.
Mientras tanto, se entretenía viendo las fotografías de la galería de su teléfono. Las fotos con Marcio eran el 90%. Luego de minutos reflexionando en su mente, decidió que lo mejor para poder empezar de nuevo su vida, sería borrar las fotografías y los recuerdos que estas le revivían.
Finalmente se quedó con una sola de sus manos entrelazadas y la ocultó en la bóveda de la aplicación. Se dirigió al reproductor de música y borró aquellas canciones que él le había dedicado.
Recordó que en la estantería tenía un cuadro con una foto de ellos cuando cumplieron el primer año de relación, no la rompería, pero la guardaría en un cajón lejos de su alcance en cuanto volviera a casa. Debía despejar lo pasado de su vida, para darle oportunidad a lo nuevo que vendría.
Era incapaz de imaginar que lo nuevo llegaría en apenas unos minutos.
El sonido del claxon del auto de su padre llegó a sus oídos, obligándola a levantarse del sillón, despedirse de Emma y salir al porche de la casa.
A pesar de la larga y triste noche que pasó anteriormente, atravesaba el jardín con una sonrisa pegada al rostro, hecho que hizo sonreír a los dos seres que se encontraban en el interior del auto.
Aidán pensó que recordar le sentaba bien. Estaba tan bonita desde que él regresó. Por desgracia seguía despertando sentimientos fuertes en su interior. Aidán pensó que todo sería más fácil si pudiera dejar de sentir ese amor y estar a su lado como un amigo, si era de la única forma que podían estar juntos.
Alice abrió la puerta del copiloto y sus ojos se agrandaron por la sorpresa, sorpresa que le provocó un estado temporal de shock.
—¡Aidán!—jadeó en un hilo de voz.
Sus ojos no se separaban, como tantas veces anteriores, estaban hablando a través de ellos, de su brillo.
—Sí, es él mismo. Ahora sube atrás que llegaremos tarde a la consulta—intervino el padre de Alice que los miraba con una sonrisa pícara en los labios.
Sabía que sólo era cuestión de tiempo que finalmente empezaran su relación donde la habían dejado.
Alice miró a su padre y asintió lentamente con la cabeza. Subió a los asientos traseros tratando de calmar los desenfrenados latidos de su corazón, le daba la impresión de que todos a su alrededor podían escucharlos.
En todo el trayecto hacia el hospital, Alice no pudo evitar intercambiar miradas con el chico a través del espejo retrovisor preguntándose, cómo había llegado a estar conduciendo el auto de su padre para llevarla a una consulta.
¿Él sabía sobre lo que le había pasado a ella? ¿Dónde había dejado a su novia? ¿Cómo había establecido contacto con su padre?
Las dudas se arremolinaban en su cabeza, pero no permitió que la frustración por no recibir las respuestas, la alcanzara. Se dirigió a una de las esquinas del asiento y se dedicó a observar el paisaje a través de la ventanilla del auto.
Aidán conducía pensando en que Alice se había convertido en una chica muy paradójica. La tarde anterior la había visto dándole cariño a su novio, y luego se mostraba hipnotizada ante él y transmitiéndole con la mirada sentimientos de amor. O al menos eso había interpretado él, aunque bien es cierto que nunca se había equivocado con eso de saber lo que sentía a través de su mirada.
La consulta transcurrió bien y Alice sólo podía pensar en que Aidán estaba afuera esperando por ella.
En el trascurso de vuelta a casa, Aidán se tomó el atrevimiento de guiñarle un ojo a Alice, disfrutando así de ver cómo el rubor subía a sus mejillas y ella apartaba su mirada del espejo con una sonrisa en los labios.
No habían intercambiado palabras, pero ya las cosas estaban arregladas entre ellos.
Unos minutos después Aidán estacionó el auto frente a la casa del jardín de tulipanes.
—Padre, dije que me llevaran de vuelta a casa de Emma—le recordó Alice asomándose entre los dos asientos delanteros.
—Hija, esta es tu casa. Está bien que quieras pasar tiempo con tu prima, pero tu hermana también necesita de tu cariño, desde que te fuiste ayer se ve algo afligida. Tal vez puedas hablar con ella y preguntarle qué le sucede ya que a nosotros no nos ha querido contar.
Después de esas palabras a Alice le quedó claro que su padre no accedería a llevarla a casa de Emma. No le quedaba de otra que enfrentar a su hermana.
La furia subió a la superficie y se le olvidó despedirse de Aidán, bajó a toda velocidad del auto y empezó a atravesar el jardín.
Dentro del auto, Elías ni se dió por enterado del enfado de su hija, o quiso ignorarlo completamente. Se giró en dirección al conductor para decirle unas palabras.
—¿Qué tal estuvo el encuentro? Esa sonrisa que tienes no es señal de que estés dolido—reconoció provocando que Aidán soltara una corta carcajada.
—Fue muy bien, gracias por mantenernos cerca. Pensé que iría peor.
—No me tienes que agradecer—admitió el hombre con una sonrisa, para luego bajarse del vehículo.
***
—¡Alice!—exclamó Ellie sorprendida cuando la visualizó atravesando la puerta principal.
La chica no le dirigió la mirada, ni la saludó, se limitó a caminar rápido para entrar a su habitación. Aún estaba molesta con ella.
Ellie se dió cuenta del rechazo que le tenía su hermana en ese momento, y aunque le dolió, decidió insistir y no darse por vencida. Tenía que arreglar su vínculo con Alice, después de todo eran hermanas, las más unidas.
Alice cerró la puerta en la cara de su hermana, y está no demoró en tocar con los nudillos insistentemente.
—Ellie. ¿Puedes detenerte? Me está empezando a doler la cabeza—expresó Alice alzando su tono de voz, desde el otro lado de la puerta.
—Hasta que me abras y me permitas explicarte por qué actúe de esa manera, no me detendré.
—Ey. ¿Se puede saber qué pasa aquí?—la madre de Alice hizo acto de presencia en el pasillo.
Tenía las cejas enarcadas, el ceño fruncido y los brazos en jarras q la altura de sus caderas. Era clara la señal de que estaba enojada.
En ese instante Alice abrió la puerta de su habitación y sintió que el regaño sería fuerte.
—Ustedes dos son hermanas. Elías y yo las criamos como una sola. ¿Por qué están permitiendo que diferencias las separen?—preguntó y las dos chicas mantuvieron su vista en el suelo sin responder—. Alice, todos cometemos errores, es parte de ser humanos. Lo grave sería que no se corrigiera el error. Ellie, aunque no te lo parezca, tu hermana tiene la misma edad que tú y es lo suficiente mayor como para decidir sobre su vida. No quiero que te entrometas más.
Ambas chicas asintieron con la cabeza avergonzadas por recibir un sermón a esa edad.
—Ahora quiero que entren a esa habitación y arreglen sus diferencias—ordenó con un tono de voz demandante, señalando la habitación de Alice.
Amelia se dirigió a la cocina para seguir con su labor de cocinar y las chicas se adentraron a la habitación.
Alice tomó asiento en el borde de su cama y Ellie se recostó de la pared que quedaba al frente. Ninguna se atrevía a hablar cuando se miraron fijamente. Luego de unos cortos segundos la risa de ambas llenó la estancia.
—Por un momento pensé que volvíamos a ser niñas y no nos hablábamos porque yo quería llenar el jardín de girasoles y tú de tulipanes y no nos acabábamos de poner de acuerdo—expresó Ellie.
—Sí. Hacía unos cuantos años no nos hablaba así de fuerte.
—Alice. De verdad lo siento. Sólo no quería que sufrieras. Vi como te deprimiste cuando Aidán no regresó seis años después de marcharse, no quería volver a verte en ese estado.
—¿Cómo pudiste permitir que Camila siguiera a mi lado haciéndose pasar por mi mejor amiga todo este tiempo?
—No sabes cuánto la odio y desprecio desde ese día. Pero ellos prometieron que no lo harían más. Ibas a darte cuenta de que sucedía algo si de pronto Camila empezara a pasar de ti. Pero, el error fue mío, debía saber que todo lo que se permite se repite.
—No creo que me fuera a deprimir tanto, como aquella vez por Aidán—dijo Alice haciendo una comparación en su mente de lo que significaban para ella Marcio y Aidán—. Les perdono, a ti y a Carlos, sólo si me prometen que no se volverán a meter en mis asuntos, por muy frágil que creen que sea, yo me considero capaz de enfrentar mis problemas.
—Claro que lo eres. No sé si yo hubiera podido enfrentar un accidente cerebrovascular de la manera que tú lo hiciste. Estoy muy orgullosa.
Esas palabras lograron causar que una sonrisa apareciera en los labios de Alice.
—Marcio se fue lejos. Aquel día me encontré con él en el parque del Sol y tuvimos una conversación muy conmovedora. Me duele saber que me traicionó y que no fui suficiente para él, pero a la vez siento que me duele porque es así como debería sentirse una persona traicionada, no porque de verdad me importe que lo haya hecho. Es como que intentamos una relación, no funcionó y todo vuelve a la normalidad, sin dejar heridas, al menos a mí—confesó Alice.
—Gracias por compartirme ese pensamiento—agradeció Ellie conmovida por esas palabras, pero no quedó preocupada porque el sembalnte de su hermana era de tristeza.
Cómo si le hubiera leído la mente, Alice respondió a la pregunta que su hermana no hizo.
—Y me siento devastada, pero por Aidán. Aunque hoy se portó muy bonito y me sacó una sonrisa sincera, no se me olvida que lo ví con otra chica en el parque del Sol aquella tarde.
—¿Con otra chica?—preguntó Ellie confusa—. Si él fue para allá a buscarte.
—¿Por qué dices eso?
—Esa tarde el acabado de llegar de viaje vino a buscarte, madre le dijo que estabas en el parque del Sol y él se dirigió allá para verte, llevaba hasta un ramo de tulipanes.
Alice empezó a sentirse confundida, como si su mente la hubiera traicionado y creado la imagen de él dándole las flores a otra chica. Pero estaba completamente segura de que era real. Fue real lo que vió.
—Lo vi entregándole el ramo a esa otra chica.
—Espera, puede ser que te haya visto con Marcio y por despecho le haya regalado las flores a la primera que se le ha puesto delante.
Alice se quedó pensativa unos segundos. Y si hubiera sido como lo narraba Ellie, no le gustaría pensar que Aidán se convirtió en una persona que actuara por despecho y se dejara llevar por las emociones negativas.
—Tenemos que aclarar esta situación. En este momento ustedes se necesitan más que nunca—expresó Ellie convencida de que arreglaría la situación.
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