Capítulo 11: Tulipanes amarillos
"Juntos somos lo que la pobre gente no alcanza jamás: el cielo en la tierra"
Pablo Neruda
Alice estaba sentada en la camilla dónde según las personas que le rodeaban estuvo inmóvil, tres días, del mes que no recordaba. Su mirada estaba fija en Carter que la analizaba.
—¿Qué sentiste cuando recordaste?—le preguntó.
—¿Me preguntas sobre el momento en el que reconocí a Marcio?—le preguntó Alice porque fue en ese instante cuando su padre empezó a actuar asombrado y feliz.
—Sí.
—Solo reconocí el lugar en el que estaba y luego ví a mi novio. ¿Podrías explicarme qué sucede? Por favor —le pidió.
Alice necesitaba saber urgentemente qué pasó en el mes que no recordaba para buscarle una explicación a la huida de Marcio y a la actitud desesperada y alegre de su padre.
—Alice, sufriste un accidente cerebrovascular. ¿Recuerdas que en una clase estudiamos ese padecimiento?—le preguntó Carter.
—Los síntomas son la rigidez en los músculos de las piernas o los brazos, la dificultad para caminar, para hablar y la falta de coordinación, entre otros—le respondió la chica recordando perfectamente esa clase.
—Pues, tú sufriste todos los síntomas—le informó el médico.
Alice tragó grueso para intentar aliviar el nudo que se formaba en su garganta por la impresión.
¿Estuvo sin poder mover ni un solo músculo de su cuerpo?
¿Cómo sobrevivió a eso?
—Tu padre me contó que persiguiendo a Marcio caíste al suelo. ¿Tropezaste con algo?—siguió con el interrogatorio Carter.
—No había piedras, ni algún otro objeto en el camino—dijo Elías.
—Te caíste porque perdiste el equilibrio. Tu cuerpo aún se está recuperando del accidente y lo seguirá haciendo en los próximos meses.
—¿Cuáles son las secuelas que tengo?
—De vez en cuando al hablar se te olvidan algunas palabras, para recuperarte de esa secuela puedes leer y escribir mucho. También está la falta de equilibrio, deberías salir a caminar un poco todos los días para ejercitar tus piernas.
Alice soltó un bufido al pensar en salir de su casa en vacaciones, cuando podía estar en su habitación leyendo.
—Alice, debes obedecer a lo que te estoy orientando. ¿Sabes cuál fue la causa de tu accidente?
La chica negó con la cabeza a modo de respuesta.
—Fue por la inactividad física. Según tus padres te has pasado las vacaciones en tu cama leyendo o tocando la guitarra.
Alice agachó la cabeza y llevó su vista al suelo avergonzada.
—Especialmente tú, sabes el daño que causa no ejercitar el físico. Con treinta minutos al día, la actividad física es suficiente.
—Es que estamos de vacaciones y quería descansar—se excusó.
—Entiendo, pero mira lo que te ha provocado tanto descanso. Eres joven Alice, vive y disfruta de tu vida, ya habrá tiempo de descansar.
Se sonrieron mutuamente.
—¿Y Carlos? Siento que no lo he visto en años.
—Estuvo cada día pendiente de tu estado.
—En cuanto salga de aquí iré a verlo.
—No te preocupes —se apresuró a decir Carter—. Le diré que vaya él a tu casa. No quiero que hagas mucho esfuerzo. Por cierto, aún no se han presentado según tengo entendido, pero pueden presentarse cambios en el patrón del sueño.
—¿Dormiré por el día y viviré por la noche?—preguntó ella riendo.
—Te convertirás en un murciélago—le advirtió con semblante serio.
Alice se quedó esperando que Carter riera o le dijera que era broma, pero eso no sucedió.
—Profesor...
—Tranquila—empezó a reír el médico—. No te convertirás en un murciélago.
—Me estaba preocupando—confesó Alice soltando un suspiro de alivio.
Ambos soltaron una carcajada.
***
Alice bajó del auto de su padre con la ayuda del mismo, al subir las escaleras del porche de la casa sintió nervios en su interior porque su padre y ella prefirieron no contarle a su hermana, su madre y su abuela que había recordado para ver sus expresiones al momento de contarles.
Elías introdujo la llave en la cerradura de la puerta principal, y la abrió.
Al adentrarse a la casa, Alice vió a las tres mujeres de su vida sentadas en el sillón de la sala de estar comiendo cupcakes, los dulces que se volvieron sus favoritos unos pocos años atrás. Caminó directo hacia la mesa ratona dónde se encontraba el platillo y agarró uno. Luego de dar el primer mordisco y saborear el dulce, hizo una exclamación.
—¡Qué delicia! No existe otro dulce que pueda ser mi favorito.
Alice por el rabillo del ojo observó cómo las tres mujeres presentes en la estancia, además de ella, la miraban con los ojos desorbitados cómo si no pudieran creer lo que estaban viendo.
—¿Ese es tu dulce favorito?—preguntó Ellie.
Quería asegurarse de que su hermana se hubiera recuperado.
—Claro. Nada mejor que comer de estos leyendo “Mujercitas”. Por cierto, ya casi termino de leerlo.
Espléndidas sonrisas aparecieron en sus rostros y miraron a Elías en busca de una respuesta de su parte, y él empezó a asentir lentamente con la cabeza sonriendo.
***
Si Alice hubiera sabido antes, lo que sucedería cuando entrara a su habitación, no lo hubiera hecho.
Alice cerró la puerta a su espalda, respiró el aroma de los tulipanes amarillos que descansaban en agua en un jarrón de cristal en su mesita de noche. Un doloroso flashback que durante el mes de su inconsciencia quiso recordar, le invadió la mente.
~
—Ali...—susurró su abuelo agarrando la mano de su nieta, entre las suyas arrugadas por los años.
—Abue...no te vayas—le suplicó Alice con el rostro húmedo por las lágrimas.
—No me iré. Sigue sembrando tulipanes amarillos, en ellos permaneceré.
Luego de esas palabras, el anciano cerró sus ojos y su alma viajó en paz hacia los tulipanes amarillos del jardín de su querida nieta.
~
Antes de ese suceso, los tulipanes amarillos eran los favoritos de Alice, pero después de la muerte de su abuelo, fueron algo más.
Alice con el rostro bañado en saladas lágrimas convocadas por el recuerdo de ese pilar tan fundamental de su vida, empezó a caminar a pasos lentos y cortos hacia la ventana de cristal que le permitía ver el azulado cielo, las lejanas fábricas de níquel y cobalto; pero la razón por la que se asomaba a la ventana cuando se encontraba perdida en las nieblas de la preocupación, la angustia y la ansiedad, era porque desde ahí veía el jardín de tulipanes amarillos que sembró en la parte trasera de la casa, para tener a su abuelo siempre cerca de su habitación, donde pasaba la mayoría de su tiempo.
Alice agarró la banqueta de su tocador y la colocó frente a la ventana, se sentó en ella a llorar a su abuelo hasta que empezó a declinar el día.
Ellie tocó a la puerta de la habitación de su hermana, al ver que ella no respondía y que la puerta no tenía seguro pasado, sé tomó la libertad de entrar.
Una triste sonrisa surcó su rostro cuando estaba relativamente cerca de Alice y vió su rostro reseco por las lágrimas que de seguro había derramando y dormía profundamente con la cabeza apoyada en el umbral de la ventana.
—Alice—empezó a susurrar el nombre de su hermana mientras acariciaba su largo cabello castaño para despertarla.
Alice empezó a protestar, no quería despertar del sueño que estaba teniendo. Estaba en un encuentro con su abuelo y no quería volver a la realidad donde él no estaba.
—Alice, es tarde. Debes bañarte y comer—insistió Ellie.
Alice finalmente logró despertar. El mal humor reinaba en su cuerpo. Pero vió a su hermana mirándola con preocupación y no fue capaz de ser grosera con ella.
Alice se puso de pie, se dirigió al cuarto de baño y lavó su rostro para quitarse todo rastro de sueño. Cuando volvió a salir a su habitación Ellie la esperaba sentada en la cama.
—¿Cómo te sientes?—le preguntó.
—Podría estar mejor.
Ellie se lamentó internamente, pensando en que a partir de ese momento vendría el peor sufrimiento para su hermana. Recordó que había acordado con Emma y Carlos contarle sobre la traición de Marcio. Ella, por supuesto no estaba de acuerdo con eso, por lo que empezó a sacarle conversación a su hermana, para olvidar eso. Lo que no sabía era que la pregunta que haría tendría como respuesta eso de lo que huía.
—¿Cómo fue que recordaste?
—Padre me llevó al Parque del Sol. Reconocí el lugar porque de pequeña iba, por lo que cuando reaccioné a él padre no se preocupó. Pero divisé a Marcio a los lejos y quise alcanzarlo, pero al verme, empezó a correr para que no lo alcanzara. ¿Sabes por qué podría haber sido?
Ellie tragó grueso, estaba molesta. No había surgido efecto de su estrategia. No era una opción contarle a Alice que él la había traicionado, no en ese momento.
—Él estuvo ausente durante el último mes. Así que no tengo idea de qué puede ser lo que le sucede. Lo siento.
Alice llevó su mirada al suelo desanimada.
—¿Dónde está mi celular?
—Lo llamarás—supuso Ellie y su hermana asintió con la cabeza a modo de respuesta—. No creo que sea lo correcto.
—¿Por qué? Es mi novio y debo saber si algo le sucede.
Ellie no supo qué argumentar, sin delatarse, para evadir la idea de buscar a Marcio de la mente de su hermana.
Unos toques a la puerta captaron la atención de las gemelas. Luego se abrió dejando entrar en el campo de visión de Alice, a su mejor amigo.
—¡Carlos!—exclamó feliz de volver a verlo.
—¡Gracias al cielo!—susurró Ellie aliviada de la intervención.
Alice miró confundida a su hermana durante unos cortos segundos, pero no demoró mucho porque Carlos estaba ahí. Se puso de pie y le saltó encima al rubio que había extrañado muchísimo.
—¡Anhelaba mucho verte, mi polilla!—expresó el chico estrechando a su amiga entre sus brazos.
—Yo a ti también—admitió Alice.
—Me alegro de que estés bien. Ahora sí podré pasar tiempo contigo.
—¿No estuviste conmigo ese mes que no recuerdo?—le preguntó dolida.
¿Carlos no estuvo cuidando de ella mientras estaba enferma y volvía como si nada hubiera pasado cuando se recuperó?
—No. Mi padre no me lo permitió porque necesitabas estar rodeada de personas que reconocieras y yo no era una de ellas.
—¿Te olvidé?
—Sí.
—Lo siento mucho. No quise hacerlo. De verdad.
—Ey—la interrumpió Carlos—. No te tienes que disculpar por nada. No elegiste estar en esa situación y yo no me molesté. Yo también estudié el accidente, ¿recuerdas? Entendía todo lo que estaba sucediendo contigo.
Alice sonrió aliviada. Nunca antes se había alegrado tanto porque su mejor amigo estudiara medicina también.
—Los espero para la cena—avisó Ellie antes de salir por la puerta, dejándolos solos.
—¿Y si esta noche te quedas conmigo?—le propuso.
Al rubio se le iluminó la mirada. Nada le emocionaba más en ese momento.
—Me parece estupendo—admitió—. Llamaré a mi padre para informarle.
—Está bien. Voy a ayudar a preparar la cena.
Carlos le guiñó un ojo y Alice le devolvió una sonrisa.
***
—¿Y si me cuentas lo que sucedió en ese mes que no recuerdo?—le propuso Alice a Carlos.
Estaban ambos en piyama, abrazados bajo una fina sábana blanca. Alice notó como Carlos se tensó bajo su contacto y tomó una respiración profunda.
—Ellie y Percival se están dando un tiempo.
—¿Por qué? Las cosas iban bien entre ellos.
—Percival ha seguido insistiendo en hacer oficial su relación y sabes lo que piensa tu hermana al respecto. Ahora duerme. Debes descansar.
Carlos pasó su brazo derecho bajo la cabeza de Alice y la atrajo más a su cuerpo, empezó a acariciar su cabello castaño hasta que ambos se quedaron dormidos.
El había extrañado mucho pasar tiempo con su amiga y a ella le extrañó su actitud respecto a contarle sobre el tiempo que no recordaba, aún así no indagó en el tema.
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