Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 10: El pasado tocando a la puerta

"Solo una ardiente paciencia, hará del logro una espléndida felicidad".
Pablo Neruda.

Los días, que se convirtieron en un mes, de Alice pasaron entre juegos de ajedez con Aidán y su familia. Cada tres días eran sus consultas con Carter y Aidán no se perdía ni una sola. En las mañanitas salía a caminar con Aidán para ejercitar sus piernas, que cada día se fortalecían más. En las tardes regaba junto a su abuela los tulipanes del jardín y en las noches cocinaba la cena con su padre.

La amnesia disociativa que le diagnosticaron duró más de lo esperado, pero Alice no estaba depresiva, ya ni siquiera pensaba en eso. Estaba disfrutando del proceso con su familia.

También empezó a escribir su día a día en un diario. Cuando algunas noches se empezaba a sentir mal, leía lo escrito y al darse cuenta de que cada día eran más positivas las cosas que escribía, se le iba la tristeza porque a fin de cuentas sí se estaba recuperando.

Alice estaba en la sala de estar de la casa jugando ajedrez con su madre cuando a sus oídos llegó el sonido del claxon de un auto.

—Debe ser tu padre—expresó su madre.

Ese día le tocaba consulta a Alice. Su padre debía haber llegado para eso, aunque faltaban unas horas.

La puerta principal se abrió y por ella entró a la casa el hombre de la familia .

—¿Todavía no estás lista?—le preguntó con las cejas alzadas, mientras se acercaba a Amelia para saludarla con un beso.

Luego se acercó a su hija y besó su frente.

La vista de Alice se dirigió al reloj de pared, que marcaba las doce del mediodía.

—Padre aún falta tiempo para las dos. Además, todavía no hemos almorzado—le informó.

—¿Y si antes te quería llevar a un lugar especial?—le preguntó.

Una sonrisa adornó sus labios. Alice adoraba las sorpresas, y más aún cuando eran de parte de su padre porque él siempre sabía lo que quería y en el momento exacto.

—En cinco minutos estoy lista—le avisó Alice a su padre. 

Abandonó la partida con su madre y se puso de pie para marchar a su habitación.

—Fingiré que no sé que te marchas porque voy ganando el juego—expresó su madre y le guiñó un ojo.

Una risa sincera provino de la garganta de Alice y se escuchó en toda la estancia. Sus padres sonrieron por verla animada y feliz.

Alice entró a su habitación y vió a Ellie acostada en su cama tecleando algo en el teléfono.  Eso le hizo recordar a Alice que sus padres guardaban su teléfono. No se lo habían entregado luego de volver a casa, por  orientación del médico porque podría tener fotos, canciones, conversaciones o notas que la obligaran a recordar y su mente debía  hacerlo sola.

Al abrir su armario, Alice observó la gran variedad de vestidos floreados, jerseys a colores enteros y jeans que tenía. No sabía a dónde su padre la llevaría por lo que no sabía la ropa adecuada que debía vestir. Como ya el verano había llegado al pueblo, Ellie eligió por su hermana, un vestido floreado de mangas cortas que le llegaba a los muslos.

—Lista—anunció Alice llegando a la sala.

Sus padres la admiraron detenidamente por unos segundos sonriendo. Luego Elías se despidió de Amelia para llevarse a su hija a ese lugar especial. 

Al llegar a su destino, Elías abrió por ella, la puerta del copiloto y la ayudó a bajar del auto. Ese día había decidido conducir él mismo.

Cuando los pies de Alice tocaron el suelo sintió que reconocía ese lugar. ¿Cómo no hacerlo si desde pequeña adoraba pasar tiempo ahí?

Su mirada se deleitó por el verdor del césped, el camino de piedras que lo atravesaba y los bancos de madera donde las personas se sentaban a admirar su alrededor. Escuchó, con una sonrisa dibujada en sus labios, el cantar de los pajaritos y una agradable brisa golpeó su rostro.

—¿Me seguía gustando este lugar?—le preguntó a su padre.

—Sí, aunque no venías mucho.

—¿Por qué?

La vista de Alice se dirigió a la figura de alguien detrás de su padre, al estar segura de que se trataba de su chiquitico de pelo castaño, como solía decirle cariñosamente, lo llamó para que detuviera sus pasos, mientras empezó a caminar hacia él.

—¡Amor, Marcio!

Alice caminaba a paso apresurado hacia su novio con una sonrisa en el rostro, pero el gesto desapareció cuando distinguió las lágrimas que descendían por las mejillas de Marcio y luego el chico empezó a correr a una velocidad que Alice no era capaz de seguir.

Sus piernas perdieron el equilibrio y cayó de rodillas al suelo lastimándose. Su padre no tardó en llegar a su lado.

—¿Por qué Marcio salió corriendo?—le preguntó.

—No lo sé, pero lo vamos a investigar—le aseguró con lágrimas adornando sus mejillas, pero con una amplia sonrisa cubriendo sus labios.

¿Su padre estaba llorando de felicidad?

En un segundo, Elías levantó a su pequeño y fragil tulipán del suelo y entrelazó sus manos para ir hacia el auto.

—¿Ya nos marchamos?—le preguntó Alice preocupada, deteniendo sus pasos.

—Debemos ir al hospital, has recuperado tu memoria—expresó con el rostro irradiando pura felicidad.

Alice se quedó confundida por sus palabras, pero él no la sacó de dudas, tiró de mi mano y subieron al auto.

Minutos después su padre aparcó el vehículo en el estacionamiento del hospital que quedaba al lado de la facultad donde Alice estudiaba.

—¿A qué hemos venido aquí?—le preguntó, pero no recibió respuesta.

—Mi hija tiene consulta con el médico Carter—le informó Elías a la recepcionista.

¿Tenía consulta con su profesor? Se preguntó.

¿Qué enfermedad tenía?

—¿Cuál es el nombre de la chica?—le preguntó la recepcionista.

—Alice Brown—respondió ella misma.

Luego de teclear en el monitor, la mujer volvió a hablar.

—Aquí leo que la consulta es a las dos.

Elías dirigió su vista a su reloj de muñeca y se impacientó al ver que quedaba una hora para las dos de la tarde.

—Es una emergencia. Déjeme ver al médico, por favor—le súplicó Elías.

—Él médico está con otro paciente ahora, pueden esperar ahí—indicó a los asientos metálicos.

El semblante de Elías era de pura desesperación y Alice sintió la necesidad de calmarlo.

—Padre, esperaremos.

—No lo entiendes pequeña, has recordado.

—¿Qué había olvidado?—le preguntó  ella.

El entrecejo de Elías se arrugó mostrando confusión.

—¿No recuerdas?

Alice no supo qué responder a esa pregunta porque no sabía qué debía recordar.

Elías se dió cuenta porque se apresuró a aclarar sus palabras.

—¿Qué es lo último que recuerdas?

—Que Marcio huyó de mí y que vinimos al hospital en tu auto—respondió ella. 

Elías negó con la cabeza y volvió a hablar.

—Antes de eso—le orientó.

Alice hizo memoria y recordó la escena donde estaba en su cama leyendo "Mujercitas" de Louisa May Alcott cuando recordó que tenía una cita con Marcio en la tarde, por lo que se dirigió al cuarto de baño para ducharse. Cuando ya estaba vestida, peinando su cabello frente al espejo del lavabo, Ellie entró a su habitación diciéndole que debían ir al restaurante.

Es lo último que recordaba.

¿Qué pasó en su cita con Marcio?

¿Llegó a ir al restaurante con su hermana?

¿Marcio huyó de ella en el parque porque lo dejó plantado en la cita?

Las peguntas invadieron la mente de la chica.

—Padre...—susurró frustrada por no tener respuesta para ninguna de las preguntas que se formaban en su mente.

—No recuerdas lo sucedido en el último mes—reconoció Elías.

¿Qué?

¿Había pasado un mes desde su último recuerdo?

¿Por qué? ¿Qué pasó durante ese tiempo? ¿Por qué no lo recordaba?

Su padre le dedicó una mirada triste, entrelazó sus manos y se puso de pie obligando a su hija a seguirlo. Elías, decidido, empezó a caminar hacia la consulta de Carter.

—Señor, tiene que esperar—le recordó la recepcionista al verlos pasar frente a ella.

—Es una emergencia—se justificó sin detener sus pasos.

Mientras, estaba Aidán sentado en las escaleras del porche de la casa de su tía con el teléfono a la oreja, a través del cual hablaba con su madre.

—Aidán, lo siento—susurró la mujer al otro lado de la línea.

—¿Qué sucede?—se alarmó el chico

—Tu padre ...—las palabras fueron interrumpidas por un doloroso sollozo—Él...—las palabras se convertían en un nudo en la garganta de la adulta mujer.

—Voy para allá—demandó Aidán con el corazón acelerado.

Colgó la llamada y subió las escaleras a la segunda planta a una velocidad alarmante. Recogió las ropas que había acomodado en la parte del closet de Percival, que él le ofreció y las tiró sin acomodarlas en la maleta. Se sentó en la cama, ató los cordones de los zapatos de vestir y volvió a bajar las escaleras. Encontró a su tía en la cocina. La mujer frunció el ceño al ver a Aidán listo para viajar.

—Mi padre—susurró Aidán y la mujer enseguida entendió.

—Ve—asintió con la mirada triste.

Aidán tras asegurarse de haber agarrado su teléfono y la cartera con el dinero que había reunido trabajando como chofer de Elías salió de la casa y se montó en un taxi con destino al aeropuerto. Al llegar compró un boletín y subió al avión una hora después con destino a la capital. Los desenfrenados latidos de su corazón no se calmaron hasta que estuvo junto a su madre en el hospital.

—¿Y papá? ¿Dónde está?

El rostro de su madre estaba bañado en lágrimas y unas grandes y oscuras ojeras adornaban la parte baja de sus ojos.

—Él empeoró hace unos días—empezó a decir con dificultad—El médico dijo que era muy poco probable que se recuperara y sucedió. No se recuperó. Hace unas horas se lo llevaron para la morgue.

¿Morgue?

¿Eso significaba que su padre murió?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro