- ¿Cuánto ganaste, Franco? - Preguntó Zooey intrigada y fascinada. 

- Ganamos doscientos cincuenta dólares más. - Declaró Franco.

- ¡Eso es fabuloso! - Exclamó Zooey. - Parece ser que el anillo funciona.

- Así es, y pienso aprovechar toda su suerte.

Franco cambió sus doscientos cincuenta dólares recién ganados en fichas.

- Franco, no abuses de la suerte. - Advirtió Zooey.

- Oh vamos, Zooey. Dejáte llevar, toma. - Franco entregó a su amiga cien dólares en fichas. - Estás en Las Vegas.

- ¿Eso qué significa? - Preguntó Zooey.

- Significa que me sigas.

Franco llevó a Zooey a la ruleta y dejó todas sus fichas sobre la mesa verde.

- No creo que se una buena idea, Franco. - Insistió Zooey.

- ¡Vamos, Zooey!

- Está bien. Apuesto cincuenta dólares al siete negro.

- Muy bien. - Dijo el muchacho que atendía la ruleta mientras colocaba la pelotita blanca. - Aquí va la ruleta.

La ruleta giraba y giraba haciendo chocar la pelota entre todas las casillas y así fue como Zooey sintió una angustia combinada con emoción.

- Siete negro. - Anunció el muchacho.

- ¡Sí! - Celebró Zooey saltanto de alegría.

Después de unas cuantas horas después de estar en el casino y ganar provocó que el día se terminara más pronto de lo que Franco o Zooey pensaban.

- Es de noche. - Dijo Franco a Zooey mientras salían del casino con los bolsillos llenos de billetes. - ¿Crees qué deberíamos hospedarnos en un hotel?

- Sí, mañana en la mañana regresaremos a Arizona.

Con la cantidad de dinero que ganaron entre los dos, pudieron hospedarse en un hotel, ya no en un motel, en un hotel y de los buenos y ahora con dos cuartos, uno para Franco y otro para Zooey.

En la habitación de Franco:

- << Voy a llamar a casa. >>

- ¿Hola?

- Hola, mamá. ¿Cómo están?

- ¡Hijo! ¡estabamos tan preocupados!

- Lo siento, mamá. Es que hoy, Zooey y yo decidimos ver lo que Las Vegas ofrece.

- Bueno hijo y, ¿cuándo vuelven?

- No lo sé, en unos días más.