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Golpe de cruda Realidad

La resaca impidió a Franco y a Zooey bajar al casino, por lo que el día número siete la pareja se quedó en la habitación de hotel.

Muy confiados, esperaron al siguiente día para regresar a apostar, no sin saber que la vida había decidido darles a este par un duro golpe de cruda realidad.

Para empezar Franco, sin querer, le había golpeado el orgullo a alguien que no le sienta nada bien perder. El día en que Franco le ganó a una persona de aspecto mayor de traje blanco, fue un día que este último jamás olvidaría.

Esta persona de nombre Bruno McCollins. McCollins es un hombre que no le gusta perder, la avaricia lo define muy bien, no por nada es un exitoso empresario. Por días McCollin tuvo en la cabeza esa derrota por parte de Franco.

Volviendo con Franco y Zooey, una vez recuperados de la resaca del día anterior y ya desayunados, fueron al casino a apostar sin saber que ese sería el inicio de su ruina.

Franco lucía elegantemente su traje azul y Zooey su vestido rojo, es decir, de entre su ropa lujosa el traje y el vestido eran una de sus mejores galas y su look ya era bien conocido por el personal de lavandería del hotel.

Un día antes de la boda imprevista, Franco y Zooey mandaron a lavar toda su ropa e hicieron mucho hincapié en que fueran lavados a mano y tuvieran mucho cuidado con cada una de las prendas.

Ese día, Zooey se sentía adivina, por lo que fue a la ruleta; Franco, como siempre, se fue a la mesa de Blackjack.

La racha de suerte que tanto habían disfrutado fue truncada ese día, era la vida advirtiéndoles que se retirarán de una vez, pero no captaron el mensaje desafortunadamente.

- Apuesto cinco mil dólares al 5 rojo. - Dijo Zooey muy segura de ella misma.

- De acuerdo. - Replicó el encargado tomando los cinco mil dólares en fichas.

La ruleta empezó a girar y a girar haciendo la bolita sonar, todos los presentes estaban en la expectativa, en cambio Zooey acostumbrada a ganar, ya tenía listo los brazos para recibir un montón de fichas.

Una expresión de asombro, decepción y humillación se dibujo en el rostro de Zooey al ver que la bolita terminó en el veintiséis negro.

- << Creí mucho en el azar. >> - Pensó Zooey intentando animarse a ella misma mientras se alejaba de la ruleta.

Para eso, Franco había ganado una partida de Blackjack pero, entre la gente apareció McCollins dispuesto a ganarle a la persona que rompió con su racha.

- ¿Qué tal? - Saludó McCollins. - No sé si me recuerdes, hace días en otro casino, nos enfrentamos tu y yo a una partida de Blackjack y me ganaste.

- Realmente, no. - Negó en seco Franco.

- Eso no importa, el punto es que quisiera la revancha. ¿Aceptas? - Invitó el mayor.

- Claro. - Accedió Franco sin saber que esa sería su ruina. - Apuesto cinco mil dólares.

- Yo apuesto diez mil. - Anunció McCollins.

Las cartas empezaron a ser barajeadas y Franco empezó a mentalizarse, pero McCollins empezaba a sacarle platica.

- Y dime, ¿de dónde eres?

- Glendale, Arizona.

- No está tan lejos, pero aún así es bastante recorrido, supongo que debes tener un buen auto, ¿o no?

- Así es...disculpe nunca le pregunté su nombre, qué desconsiderado de mi parte.

La conversación estaba cargada de amabilidad y cortesía falsas, cada palabra por parte de McCollins era para distraer a Franco y cada palabra de Franco estaba llena de indiferencia.

Y así empezó la partida.

Mientras tanto, Zooey corría a su habitación de hotel para tomar más dinero se encontró que Paco y Juan estaba sacando las pertenencias de Franco y de ella.

- ¿¡Qué diablos está pasando!? - Exclamó ella enfurecida.

- Señorita... - Llamó otra voz.

Zooey se giró y vio a un hombre de traje gris, de estatura más baja que la de ella con un severo problema de calvicie en progreso.

- ...¿qué tal? soy el gerente del hotel, verá, su estancia en el hotel ha expirado, por eso estos dos caballeros están desalojando sus pertenencias de la habitación.

- ¡Eso no es justo!, ¡debieron habernoslo dicho antes! - Decía Zooey histérica.

- Se los hicimos saber esta mañana a través de una nota pegada a su puerta. - Replicó el gerente.

- ¿¡Una nota!?, ¡por favor!, ¡eso es absurdo! - Comentaba ella.

- Cálmese, por favor. - Pidió el gerente. - Existe la opción de ir a la recepción y hospedarse nuevamente, pero tendría que entregar su llave de hotel. Verá, al haber terminado su estancia en esta habitación deben entregar su llave.

- Pero si quiero este mismo cuarto, no debo entregar la llave. - Reclamó la chica.

- Ese el asunto, es probable que no les den la habitación. Además, inclusive si les dan la misma habitación, deben entregar la llave ya que, técnicamente, esta habitación ya no les pertenece.

- ¿¡Sabe qué!? ¡no pienso reservar de nuevo en este horrible hotel!

- Lo siento, señorita. Son políticas del hotel.

- Pues metase sus políticas donde mejor le quepan.

La furia llevó a Zooey a darle un pisotón a propósito al gerente, eso fue el colmo para el mayor quien llamó a seguridad.

En cuestión de segundos dos guardias de seguridad escoltaban por la fuerza tomándola de los brazos a Zooey quien, curiosamente, seguía alegando el mal servicio del hotel a los cuatro vientos.

Entre tanto lío, Franco estaba en apuros, no podía concentrarse, ente las innecesarias preguntas de McCollins, el ruido del casino, el alboroto provocado por una pareja de recién casados, el humo del puro de una persona cercana hacían que Franco no visualizara los números, era como ir caminando en un camino que no conoces estando en la más absoluta oscuridad.

Franco tenía todas las de perder y McCollins los presentía, por dentro se sentía arregocijado pensando que valió la pena los dólares que se gastó contratando a la gente para que creará distracciones.

De la nada, la voz de Zooey potenciada por el enojo se hizo presente, haciendo que Franco perdiera definitivamente la concentración y buscará a Zooey.

- ¿Y el juego? - Preguntó McCollins.

- Usted gana. - Replicó Franco sin meditar bien su respuesta.

Conforme Franco seguía avanzando, pudo ver como Paco y Juan llevaban las pertenencias de él y Zooey hacía la salida y como escoltaban a Zooey por la fuerza.

Zooey también visualizó a Franco y le dijo...o más bien le gritó:
- Franco, ayúdame. Quieren la llave de la habitación.

- ¿Qué hiciste ahora, Zooey?

- Disculpe. - Habló el gerente para llamar la atención de Franco. - ¿Usted se hospedó en la habitación mil quinientos noventa y nueve?

- Así es. - Confirmó Franco.

- Verá, su estancia en la habitación terminaba hoy al mediodía y, por políticas del hotel, le pedí a esos dos botones que desalojaran la habitación y la señorita se dio cuenta y se puso muy violenta y tuve que llamar a seguridad.

- ¿Violenta? eso es raro en ella, en fin, es comprensible, ya que no nos lo hicieron saber.

- Claro que sí, a través de una nota pegada en la puesta de su habitación.

- Una nota. - Repitió Franco con sarcasmo. - Bueno, ¿puedo renovar mi estancia?

- Por supuesto, pero debe entregar su llave de habitación. - Pidió el gerente.

Franco obedeció la orden buscando la llave (que es más bien como una tarjeta), pero para su sorpresa, no la encontraba a pesar de haberla buscado por todos los bolsillos del pantalón y del saco.

- Lo lamento mucho, parece que perdí la llave. ¿Qué puedo hacer?

- Eso se paga con cincuenta dólares en recepción. - Replicó el gerente.

Franco hizo exactamente lo que tenía que hacer, ir a la recepción y pagar la llave como toda una persona civilizada, a diferencia de Zooey quien estaba maldiciendo afuera del hotel/casino.

- ¿Estás bien? - Preguntó Franco saliendo del complejo.

- Nunca me había sentido tan humillada. - Confesó Zooey con sus venas a punto de reventarse del enojo.

- Oye tranquila. - Empezó a decir Franco. - ¿Quieres volver a hospedar aquí?

- No, no quiero. - Replicó Zooey.

- Bueno. - Suspiró Franco tomando la mayor cantidad de maletas que pudo. - Vámonos a otro hotel.

Ninguno de los dos sabía que la mala suerte asechaba cerca y tenía ganas de fastidiar a la gente.

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