Adiós a Las Vegas
El último día empezó bastante...raro. Franco, como buen "esposo", fue a buscar algo de desayunar temprano, pero para su sorpresa el auto amarillo ya no estaba donde lo había estacionado la noche anterior, lo había robado.
Por extraño que parezca, Franco en lugar de estar triste, enojado o preocupado, saltó de felicidad. Fue corriendo rápidamente hacía a la habitación y entre gritos despertó a Zooey:
- ¡Zooey despierta!, ¡despierta!
- ¿Qué pasó? - Inquirió Zooey somnolienta.
- ¡Nos robaron el auto! - Replicó Franco emocionado.
- ¡¿Eso se supone que es bueno?!
- Sí, recuerda que el contrato del auto incluía un año de seguro gratis y, el seguro cubre los robos.
- Significa que nos darán dinero. - Dedujo Zooey abriendo sus ojos cómo platos.
De la ligera depresión del día anterior, ni Franco ni Zooey cambiaron sus ropas (hasta Zooey aún tenía el rímel corrido), aún vestían el traje azul y el vestido rojo respectivamente; estaban tan felices que no les importaba.
Llamaron al seguro y dijeron que llegaría un asegurador junto con la policía. Pasaron cuarenta minutos en los que Franco y Zooey entablaron una conversación para conocerse mejor de maneras más románticas, en eso llegó el asegurador y una patrulla de policía.
Se realizaron los procesos de protocolo: tomarle los datos a los afectados, interrogar al gerente del motel, al recepcionista, a los demás huéspedes, revisar las cámaras de seguridad e investigar el área del robo. Al hacer eso se fueron alrededor de tres horas.
Al comprobar que, efectivamente, el auto había sido robado, el asegurador les dio un cheque por cinco mil dólares.
Cuando el asegurador y la policía se fueron, Franco y Zooey tomaron sus maletas, subieron a un taxi y llegaron a la agencia, donde, Zooey utilizó sus dotes de actriz para convencer a la persona que les vendió el auto amarillo, les devolvieran el Ford Thunderbird de 1995 si aún lo tenían.
Después de confirmar que la agencia aún tenía en posesión el Ford Thunderbird de 1995 y meditar un poco siendo presionado por el llanto de Zooey, el vendedor accedió.
- ¿Lista para irnos a la chin**da de aquí? - Interrogó Zooey emocionada una vez estando dentro del auto.
- Siempre que tú lo estés. - Replicó Franco con una sonrisa de oreja a oreja.
Zooey lo miró y ella le devolvió la sonrisa mientras que Franco encendía el auto.
Pero antes de decirle adiós a Las Vegas, Franco y Zooey se detuvieron en un restaurante de comida rápida y, mientras Zooey iba al baño a cambiarse, Franco vigilaba desde una ventana que el auto de su padre no fuera robado.
Cuando Zooey salió del baño, ya no tenía el rímel corrido ni el vestido rojo puesto, ahora lucía una blusa sin mangas color naranja, unos pantalones vaqueros blanco y unas zapatillas marrones.
- ¿Cómo luzco?
- Te ves preciosa.
Tras una tímida sonrisa, Zooey tomó asiento enfrente de Franco y empezó a comer, ya que, Zooey se tardó tanto en el baño que ya estaba la comida servida.
Después de la comida, la parejita subió el auto y dejó a la ciudad de Las Vegas atrás.
El camino de regreso a Glendale no tuvo ninguna novedad, Franco repitió la misma estrategia de poner poca gasolina para que el dinero rindiera (de hecho, en una de las gasolineras, Franco tuvo que comprar bebidas energizantes para mantenerse despierto).
Se suele decir que “lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas”, pues en este caso, así será, Franco y Zooey aprendieron que sus errores y se prometieron jamás volver a hablar del asunto ni volver a apostar...aunque, siendo sinceros, algunas mañas nunca se van realmente...¿o sí?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro