#2
Género: Terror
Pairing: 0027
Temática: Manicomio abandonado.
Palabras: 1658
Autora: Hikaru
Abandoned madhouse
Las luces parpadeantes de color amarillento y el sonido de los portazos provocados por corrientes de aire provenientes de algún lugar desconocido le causaban pánico.
Había sido engañado. Todo por culpa del maldito Julie. Él le dijo que si iba a ese lugar, a un manicomio abandonado, encontraría lindos gatitos.
Y él había caído en la trampa.
Abrió una puerta vacilando y esta rechinó haciendo que apretara sus dientes.
No le podía tocar un hermoso jardín de flores o una fábrica de dulces, no, el gato tenía que estar en el puto manicomio.
—Esto es...
La habitación era distinta a las demás. Las paredes no eran blancas, estaban teñidas de distintos tonos de naranja. Las cortinas eran de color blanco roto y estaban sucias y destrozadas, dejando pasar algunos rayos de sol.
El olor era insoportable, algo así como podrido. Caminó un poco por el lugar, inspeccionando la ventana o cualquier lugar por el que fuera posible salir. Sin querer golpeó la mesita de noche haciendo caer un retrato. Se agachó para cogerlo y lo miró. Eran dos hombres tomados de la mano, ambos sonrientes. Cuando observó la foto con detenimiento, se percató de algo que lo hizo asustarse.
La foto estaba sucia y polvorienta, también desgastada, sin embargo no era necesario que estuviera nueva para darse cuenta de que él era uno de los personajes de la impresión.
Él aparecía en aquella fotografía.
Comenzó a temblar. No conocía al chico de cabellos anti-gravitatorios que aparecía junto a él, no recordaba haber tomado de la mano a un chico, no recordaba nada.
Siguió buscando, esta vez más interesado en encontrar alguna pista relacionada con la imagen. Decidió abrir el armario y ver el causante de aquel hedor. Lo abrió con delicadeza y miró en su interior.
Gritó lo más fuerte que pudo, paralizado.
Era un cuerpo delgado y estaba sentado. Sus piernas y brazos estaban atados al mueble, que a pesar de ser caoba por fuera, por dentro solo podía distinguirse el carmín de la sangre seca. Sobre sus hombros, en el lugar que debería estar su cabeza, un cuervo descansaba sin importarle la enorme mancha de sangre que había detrás suya. El animal abrió sus ojos carbón y lo miró. Fue entonces cuando comenzó a correr. Corrió lejos, muy lejos, lejísimos. Cuando sus piernas no pudieron más cayó al suelo y comenzó a vomitar.
Traumático. ¿Cuánto tiempo llevaba ese cuerpo ahí? No estaba podrido, sin embargo ese lugar llevaba abandonado varios años.
Se planteó el quedarse sentado a esperar alguna ayuda pero cambió de idea rápidamente al oír agua correr. Después de aquel susto corrió tanto que llegó a la tercera planta. A diferencia de la primera esta era más oscura y tenebrosa. Las paredes estaban llenas de sangre, algunas parecían muy antiguas, secas y a trozos. Otras estaban frescas, como de unas horas.
Estaba viviendo una pesadilla. Quería salir de ahí lo antes posible, correr a los brazos de Adelheid y jugar con Rauji. Llegó al lugar donde se oía el agua, un baño. Solo necesitó oler el ambiente para saber qué, sea lo que sea lo que había dentro, estaba cubierto de sangre. Podría no haber entrado y no llevarse otra imagen nada agradable para el recuerdo pero él no era así.
Esta vez parecía el cuerpo de una joven. Sus brazos estaban dentro del lavabo, en una mano tenía un cuchillo y la otra tenía el puño cerrado, con su muñeca llena de cortes. Su cabeza estaba pegada a la fría cerámica del lavamanos. La sangre que salía de su nuca daba a conocer que la razón de su muerte no fue el suicidio. La asesinaron.
Entonces otro fuerte olor chocó con el del hierro.
Era un chico. Su cabello era castaño y su piel tenía manchas rojas. Al principio pensó que eran marcas de la piel o quemaduras, a medida que se fue acercando se dio cuenta de que era otra cosa.
Sangre seca.
No fue por el color negruzco de la sangre que se percató de que aquel chico no se duchaba en días, semanas quizás. Desprendía un terrible hedor y su pelo estaba enmarañado. Habían moscas a su alrededor, en realidad parecía simplemente un cubo de basura.
Estaba aterrado, no sabía qué debía hacer.
—Mm... —llamó su atención— ¿Estás bien?
El chico dio un pequeño temblor, asustado. Levantó levemente la cabeza.
—¿Quién eres?
Horrible, casi no tenía voz.
—N...Necesitas una ducha...
El joven miró al pelirrojo y luego a la chica muerta.
—Kyoko-chan.
—Tú... ¿La has matado?
Él negó.
—No. ¿Cómo has entrado? Él no deja entrar a nadie.
—¿Él?
Fue totalmente ignorado. El chico se levantó y comenzó a desvestirse sin sentir vergüenza por hacerlo delante suya. Tras la ducha parecía alguien diferente. Tenía algunas cicatrices. Enma lo miró a los ojos.
Era el chico de la foto.
—¿Quién eres...? Ayúdame a salir de aquí.
El de cabellos castaños ladeó la cabeza.
—Soy Tsuna y no puedo ayudarte. Él no nos deja salir.
—Tsuna-kun... ¿Quién es él?
Sin responder se acercó lentamente. Estiró su mano hasta tocar su mejilla, cubierta por una tirita por sus constantes caídas.
—Te pareces a Cozart-nii.
«Cozart-nii.»
—¿Tu hermano es él? ¿Por qué no nos deja salir?
—Cozart-nii no es mi hermano, era el novio de mi verdadero hermano, Giotto-nii, aunque ahora lo ha matado... Él lo ha escondido en un armario y cree que no lo sé pero yo lo sé, siempre lo sé. Mató a Kyoko-chan porque se enteró de que ella lo sabía. Yo no quiero que me mate.
«Entonces el chico del armario era Giotto... Y la foto era de ellos dos.»
Agarró la mano de Tsuna y comenzó a caminar.
—Eh...
—Yo soy Enma. Voy a sacarte de aquí.
El chico no se alteró.
—Si lo haces Cozart-nii nos matará a los dos.
Pero el pelirrojo lo ignoró.
Enma sabía que no podían salir, no lo había logrado en las horas que llevaba ahí dentro, sin embargo encontraría cualquier cosa, cualquier lugar para esconderse.
—Tsuna-kun~ ¿A qué juegas?
Justo después se oyó un vidrio romperse. Un jarrón había pasado junto a sus rostros, casi se los estampaba en la cara. Ambos chicos miraron hacia atrás.
—Cozart-nii.
—¿Es tu amiguito? No me lo habías presentado. Tu hermano se pondrá muy feliz de oír eso~
—Mi hermano está muerto, tú lo has matado.
El hombre era pelirrojo. Ciertamente era demasiado parecido a Enma, casi idénticos. Cozart jugueteaba con un jarrón entre sus manos, como el que acababa de arrojar.
—¿Qué dices? Gio siempre escucha lo que le cuento Tsuna-kun, se pondrá muy triste si se entera de que te quieres ir.
Vaya loco flipado.
—S...Señor Cozart, lo siento mucho pero tenemos prisa.
Él sonrió.
—Okey~ Si tienes prisa corre, si quieres correr significa que quieres jugar, y si quieres jugar... A mi no me gusta perder.
Tsuna retrocedió unos pasos y Enma lo imitó.
—Está enfadado —comentó—, muy enfadado.
—Anda, no me digas... Vamos a correr.
Era la única opción.
Ambos empezaron a correr. Por el camino encontraban de todo, ratas muertas, niños fallecidos, sangre a montones... Sorteaban todos los obstáculos con facilidad, sin embargo Cozart también era muy rápido.
Bajaron al último piso y se metieron en la primera habitación que encontraron. La habitación que marcó el inicio.
—¡Giotto-nii!
El pelirrojo se mordió el labio.
—No te acerques, Tsuna-kun...
Con diferencia de hace unas horas, la habitación estaba oscura, seguramente era de noche. La sangre no lo hacía menos tétrico y que un loco los estuviera buscando menos aún.
—Toc, toc~
—Cozart-nii, a la puerta se llama con los nudillos, no sirve que hagas ruidos.
A el Simon le asombraba la tranquilidad que tenía Tsuna ante aquella situación. Aunque en realidad, considerando de que vivía en un manicomio era comprensible.
—¿Ahre? Tsuna-kun, es que no es justo que cerréis la puerta, quiero jugar con Gio también.
—Onii-chan dice que quiere descansar.
—¿Entonces saldréis?
—No.
Tras un par de minutos de silencio, el hombre comenzó a golpear la puerta. Los golpes cada vez eran más fuertes y sonoros, luego comenzó a sonar como si la madera estuviera siendo cortada.
¿Quién en su sano juicio lleva un hacha a un manicomio?
Cosa de locos.
Los dos chicos se abrazaron en una esquina de la habitación esperando su fin. Cuando Cozart entró ambos lo miraron sorprendidos. Su mano derramaba sangre, se había cortado un par de dedos en el intento.
De nuevo, cosa de locos.
Se llevó la mano a la boca sorbiendo la sangre.
—Hasta ahora no he probado nada más delicioso que la sangre de Gio... ¿Será la tuya igual?
Enma comenzó a moverse con sigilo hasta llegar al armario. Desató el cuerpo del Sawada mayor y lo cargó.
—Cozart-san, si hace algo más mataré a Giotto-san y a Tsuna-kun.
E, inesperadamente, el plan funcionó. Cozart se detuvo y bajó el hacha, con la mirada melancólica.
—¿Por qué eres tan cruel? ¿Cómo puedes pensar en matarlos...?
—¿Soltaras el arma?
Y el hacha cayó al suelo.
—Lo siento Giotto-san...
Enma lanzó el cuerpo del rubio sin cabeza al atacante y corrió a coger el hacha, luego, sin perder ni un solo segundo le abrió la cabeza al pelirrojo mayor haciendo que esta escupiera un chorro de sangre.
Enma no quiso esperar a ver como se desangraba su enemigo y salió corriendo junto al menor.
—Cozart-nii...
Siete horas después desde que Julie gastó una pequeña broma a su tímido y asustadizo amigo, el pelirrojo volvió a casa. Para sorpresa de todos, había algo que faltaba.
Un brazo.
Sus ropas estaban ensangrentadas y el brazo le había sido amputado.
—¡Enma! ¡¿Qué ha pasado?!
El chico, con lágrimas en los ojos sonrió recordando el momento en que Tsuna le había atacado.
—Yo no quería hacerlo... Pero sus últimas palabras fueron un agradecimiento.
✘Amano Hikaru✘
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