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🥀Capítulo 24-Huerto de manzanas🥀

Tres meses después...

Durante la primer semana, luego de la muerte de Jungkook, intenté suicidarme en dos ocasiones, pero en ambas fui rescatado por Min Yoongi. Agradezco su gesto, aunque en ese momento lo detesté con todas mis fuerzas. Él y Hoseok me hicieron entender a base de regaños que tenía que continuar con mi vida porque planeta lunar contaba conmigo, al igual que mis cachorros.

Mi lobo y yo conversamos noches enteras, antes de reunir el coraje suficiente para ir a la habitación de los gemelos y actuar como lo que éramos; sus padres.

Jungmin era más tranquilo, él con su sonrisa en los labios y llantos tiernos cautivaba mi corazón de una manera que no puedo describir. Mientras que RedMoon, con su furia y decisión me recordaba tanto a mi amado esposo, se parecía mucho a Jungkook. Por eso, verlos juntos y sostenerlos entre mis brazos me hacía sentir que mi alfa seguía conmigo.

Me quedé dormido por primera vez a su lado, haciendo que los miembros de la servidumbre llevaran una cama grande a la habitación. Les canté la canción de cuna que su padre me enseñó cuando era un omega y les contaba cada noche lo mucho que nos amábamos y lo mucho que su padre los anhelaba.

Ellos no hablaban, pero sus lobos, pude escucharlos. Sus pequeños lobos me decían lo mucho que me amaban.

Desde que decidí enfocarme en mis cachorros, nombré a Yoongi rey regente para que se hiciera cargo de los asuntos del reino. Después de todo, gobernar no era mi fuerte y mucho menos sin Jungkook, aunque todos esperaban que lidereara no estaba listo para eso, tal vez lo estaría después, cuando mi corazón se acostumbrara a la ausencia de mi destinado.

Celebramos los tres meses de nacimiento de los pequeños en el jardín del castillo, mesas y manteles decoraban el hermoso lugar. Todos estaban felices, yo sonreía con falsedad porque mi corazón seguía triste. Me hubiera gustado que Jungkook estuviera a nuestro lado, disfrutando cada día de vida de los pequeños.

—Jimin. —Me llamó Yoongi al finalizar el festejo.

—¿Qué pasa?

—El huerto fue reparado —dijo nervioso—. ¿Quieres ver?

—No... —Suspiré—. Te creo.

Su rostro fue de completa desilusión.

—No me hagas eso, los jardineros trabajaron arduamente para que lo vieras reparado y que sonrieras un poco...

—Yoongi, ver el huerto de manzanas rosas me hace mal. Me recuerda a...

—Deja de ser cobarde y vamos a ver —Sentí las manos de Hoseok en mis hombros, luego me empujó hacia el huerto.

—Ash... ¿Y mis cachorros?

—Mabel los va a dormir y Minho la va a ayudar a hacerlo —dijo Yoongi y me rendí.

Caminé junto a ellos hacia el huerto, no quise resistirme más porque sabía el esfuerzo que estaban haciendo para hacerme sonreír junto con los habitantes del castillo.

Cuando llegamos el lugar era precioso.

Las manzanas rosas rebosaban en cada uno de los árboles, incluso los que se habían destrozado fueron reparados, pero... ¿Cómo?

—Pareciera que nunca hubo una pelea de enigmas aquí —dije asombrado.

—¿Sabes cómo se hizo la reparación? —preguntó Hoseok.

—¿Con jardineros? —pregunté alzando las cejas ante una respuesta que a mi parecer era obvia.

—Sí, pero. —Yoongi sonrió de felicidad pura—. Se utilizó magia, Jimin.

—Oh, magia...

—¿Te acuerdas que te dije que el señor Dee era tan viejo como sabio? —preguntó Hoseok.

—Ajá... Me acuerdo. —Tomé una manzana entre mis manos, para comerla.

—¡Ay Yoongi, yo no puedo. Dile tú!

—Por eso no quería contarte, porque eres un chismoso —masculló Yoongi rodando los ojos—. Tan chismoso como Jungkook.

—Oye, a mi difunto esposo no le levantes falsos —dije riendo para ocultar el dolor.

—Si tú eres igual de comunicativo que Jungkook. —Yoongi volvió a sonreír. ¿Por qué estaba tan feliz?

—Chicos yo creo que mejor nos vamos, hablar tanto de Jungkook me sienta mal... —Suspiré mirando la manzana sin morder.

—Jimin... —Hoseok tomó mis hombros mirándome a los ojos.

—¿Qué? ¿Por qué tan serio? —pregunté asustado.

—Cierra los ojos y huele...

—¿Oler? ¿Qué quieres que...

—Haz lo que te dice Hobi, nos lo vas a agradecer.

—Bien, pero si es una broma o algo cursi voy a enfadarme porque no quiero ver nada que me recuerde a Jungkook.

—Sí, sí —Hoseok rodó los ojos—. Ya cierra los ojos y huele.

Suspiré cansado y listo a recibir sorpresas melancólicas. Con los ojos cerrados inhalé el aire puro, tratando de olfatear mi alrededor, pronto sentí que Yoongi y Hoseok se fueron corriendo de mi lado. ¿Eso era porque me estaban haciendo alguna especie de broma? Estúpidos.

Pero...

Un aroma peculiar a canela llamó mi atención, era ligero, tan ligero como familiar.

Abrí los ojos abruptamente, como si hubiera sido despertado por un llamado silencioso. Seguí el rastro de aquel aroma que me guiaba al interior del castillo, sin saber qué era lo que me atraía hacia él. La luz del atardecer se filtraba por las ventanas, iluminando los pasillos vacíos y las figuras de los sirvientes que se inclinaban ante mi paso.

Todos ellos sonreían, y yo no comprendía la razón de sus sonrisas. ¿Qué había cambiado? ¿Qué había sucedido mientras estaba en el huerto? Pero no tenía tiempo para preguntar. El aroma era demasiado intenso, demasiado familiar.

Incienso...

Corteza de madera...

Menta...

Tierra...

¡Fuego!

Mi corazón comenzó a palpitar de una manera espectacular, de una manera en la que nunca había latido. Sentí que mi lobo movía la cola de felicidad y yo... Yo también. Pero ninguno de los dos nos atrevíamos a decir nada, por miedo a quedar decepcionados. Queríamos asegurarnos de que nuestras sospechas eran ciertas.

El aroma nos guiaba hacia el corazón del castillo, hacia el salón real. El trono del rey se encontraba allí, y yo no podía imaginar qué podría estar relacionado con ese lugar. Pero el aroma era irresistible, y me llevó hacia la puerta del salón.

La empujé de par en par, y lo que vieron mis ojos fue asombroso. Tan inesperado que caí de rodillas, como si hubieran quitado el suelo bajo mis pies. La habitación estaba llena de un resplandor cálido, y en el centro, sobre el trono, había una urna de oro.

Mi corazón latía con fuerza, y mi lobo gemía de emoción. Sabía que estaba cerca, que estaba allí. Pero ¿cómo? ¿Por qué? La urna estaba vacía, la tapa a un lado de ella y ese aroma que me era familiar, un aroma que me hacía sentir vivo. Estaba por todas partes, pero el salón parecía vacío. ¿Dónde estaba el dueño de aquel aroma?

Mi mirada se fijó en la urna, y no pude apartarla. Era como si estuviera hipnotizado, como si estuviera viendo algo que no podía creer. Y entonces, supe. Supe que era él. Que había regresado. Que estaba en casa.

Un sollozo escapó de mi garganta, y caí hacia adelante, postrado de rodillas. Mi lobo aullaba de alegría, y yo... Yo lloraba. Lloraba de felicidad, de dolor, de incredulidad. Había regresado.

Mi rey había regresado.


Ojalá que la vida fuera como la magia. ¿No creen?

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