🥀Capítulo 23-Funeral🥀
Mi lobo y mi corazón estaban totalmente quebrantados, nunca había sentido un dolor como ese, ni siquiera antes, cuando la maldad nos intentó separar. ¿Quién diría que quien verdaderamente nos iba a separar sería la muerte? Estaba arrodillado en la habitación que preparé junto con Jungkook para Jungmin, viendo a Mabel arrullar a los gemelos, RedMoon era el más difícil de dormir, pero yo no podía acercarme porque su aroma era tan parecido al de mi fallecido esposo. Lloré amargamente y le ordené a Mabel y a los guardias que los cuidaran con su vida, ellos obedecieron, en realidad no les di opción porque utilicé mi voz de mando para eso.
Aquella madrugada en la que se suponía que debía pasarla con mi esposo y nuestros cachorros fue totalmente distinta a lo que soñamos juntos algún día.
Estaba dejando a mis hijos al cuidado de alguien más, mientras me dirigía a organizar los últimos detalles para el funeral de mi amor.
Cuando lo miré en el ataúd quise sacarlo de su interior para sostenerlo entre mis brazos, me parecía absurdo y estúpido tener tanto poder, tanta fuerza, tanto oro y no poder hacer nada para tenerlo aquí, conmigo.
Mi lobo desahuciado me decía a gritos que nos rindiéramos, que sin nuestro destinado ya nada tenía sentido. Sin embargo, cambiaba de parecer al igual que yo cuando recordábamos que éramos padres.
¿Está mal querer morir cuando sabes que dos corazones dependen de ti? Tal vez yo estaba siendo egoísta, tal vez sí soy un mal padre.
—Majestad... —Me llamó el señor Dee y giré el rostro para verlo—. ¿Ya pueden entrar sus amigos?
—Ujum... —musité, no tenía fuerzas para hablar, no podía porque sentía un nudo amarrar mi garganta.
Minho, Hoseok y Yoongi entraron al gran salón de despedida para ver por última vez el cuerpo de mi esposo. Ellos lloraron, sus lobos sufrían, lo podía sentir en el aire. Había una atmósfera de luto que nunca antes había sentido en mi vida, pronto comenzaron a entrar nuestros consejeros, fieles servidores y el pueblo en general. Todos dándole el último adiós al rey alfagamma. El reino entero estaba sumido en un mar de dolor y tristeza. La noticia de su fallecimiento había sido un golpe devastador para todos, y ahora se reunían para despedir al rey que había gobernado durante tan poco tiempo.
Yoongi se acercó a mí, hablándome con voz baja.
—Jimin, debemos hablar —dijo—. Sobre la incineración.
Negué con la cabeza, no quería que lo incineraran, no soportaría imaginar su cuerpo ardiendo.
—No —contesté tajante—. No quiero que lo incineren. Quiero que permanezca intacto.
Yoongi colocó una mano en mi hombro.
—Lo siento, Jimin —susurró—. Pero es la tradición real. Debe ser incinerado para que su espíritu pueda descansar en el memorial real.
Recordé que Jungkook me dijo hace mucho tiempo que las cenizas de los antiguos reyes descansaban en el memorial para poder subir al más allá y vigilar el castillo con astucia. Era una tradición a la que no podía negarme aunque quisiera.
—Está bien —contesté con voz apenas audible—. Hazlo, pero solo déjame ver su cuerpo por última vez esta noche, hazlo al amanecer.
—Por supuesto, haré lo que me pidas.
—Yoon... —Alcé la mirada, pude sentir las lágrimas acumularse en mis ojos cuando veía los ojos verdes de Yoongi, él también estaba conteniendo el llanto—. ¿Crees que se haya ido en paz? Él quería disfrutar de nuestros cachorros.
—Jungkook siempre consiguió lo que quiso, Jimin —dijo palmeando mis hombros—. ¿Qué te hace creer que no consiguió sus anhelos hasta el último segundo de su vida?
Lágrimas gruesas resbalaron de las mejillas de Yoongi, luego sonrió con tristeza, era una sonrisa hermosa, invadida de amor hacia la memoria de Jungkook, mi lobo lo sintió porque por un segundo compartí el mismo sentimiento que él. Eso era posible gracias al lazo que creamos al formar nuestra manada.
—Jungkookie... Él se fue en paz, tenlo por seguro —añadió, luego se limpió las lágrimas con la muñeca.
Bajé la mirada, viendo las lágrimas de mis ojos caer al piso, escuchando los murmullos de todos aquellos que iban a despedirse de mi amor.
El día pasó y no comí, tampoco bebí, mi cuerpo no era capaz de tragar, lo único que sentía era tristeza e impotencia. Al caer la noche, la primera noche luego de su fallecimiento les pedí a todos que abandonaran el lugar porque quería pasar una última noche a solas con su cuerpo. Estando solo le pedí a dos miembros de la servidumbre, expertos, que abrieran el ataúd.
Tomé sus manos heladas entre las mías, no podía moverlas, estaban rígidas, pero su piel seguía siendo suave y su aroma estaba intacto.
Canela, madera, tierra e incluso cenizas. Una mezcla única de Jungkook. Al parecer su aroma de alfa había regresado.
—¿Pueden traer al pianista? —pregunté en un susurro.
—Majestad, sus deseos son órdenes.
Bastaron pocos minutos para que un pianista estuviera instalado en el lugar, él tocó canciones melancólicas para nosotros, estábamos solamente Jungkook y yo. Nuestras almas juntas por última vez, al igual que nuestros cuerpos, aunque mi lobo no podía sentirlo, mi espíritu lo hacía.
No pude emitir las palabras lindas que quería decirle porque mi garganta estaba sellada. Simplemente lloré recordando mi primer momento a su lado.
Aquel día me entregaron doscientas monedas lunares para que gastara durante el día. Pero justo antes de salir fui llevado a una habitación con médicos que me insertó un chip rastreador en la muñeca.
Sintiendo el ardor todavía en la muñeca, salí del orfanato sintiendo mis pupilas dilatarse al hacer contacto con el sol. Respiré el humo invadido de contaminación y caminé sin rumbo fijo distrayéndome con cada cosa peculiar que me encontraba en el camino.
Un puesto de relojes, un puesto de bolsas, otro de zapatos. Sonriente y feliz seguía avanzando hasta ver un sin fin de puestos de comidas que olían esquisto.
Me detuve a ver unos calamares ensartados en un palito de madera, relamiéndome los labios decidí formarme atrás del hombre con capucha negra a esperar mi turno. La curiosidad me embargaba mientras imaginaba el sabor de esos calamares fritos y crujientes.
—Lo siento, le hacen falta diez monedas para comprarlo. —El hombre de capucha chasqueó la lengua.
—La última vez eran más baratos y no traje las monedas suficientes —se quejó.
—Lo siento, no puedo venderle.
—Y-yo lo compro —dije porque tenía doscientas monedas en mi posesión y no me dolía darle a aquel hombre diez de ellas. Ya que no conocía mucho el exterior porque había vivido toda mi vida en el orfanato y no me alcanzaría el tiempo de mi falsa libertad para gastarlas.
—¡Oh! —El hombre del puesto sonrió—. De ser así tome el calamar.
El hombre de capucha sonrió por debajo del cubrebocas que era del mismo color de su capucha y tomó el calamar contento. Después sonreí, dándole al dueño del puesto treinta monedas, veinte mías y diez para completar el calamar del hombre de capucha negra.
Luego de pagar caminé entre la multitud embelesado del calamar y yendo en búsqueda de algún lugar para sentarme a comer esa delicia, sin embargo fui interrumpido por una mano firme que tocó mi hombro.
El primer contacto con mi alfa.
—¡Oye tú!
Me puse tenso al instante pues reconocí que la voz era la de un alfa y el toque, ese toque se sintió electrizante, tan electrizante que sacudió a mi lobo interior de una manera en la que nunca había sentido.
—Gracias por el calamar. ¿Cuál es tu nombre?
Me giré , encontrándome con unos ojos oscuros y profundos. Tan oscuros como la noche, tan brillantes como la luna. Al verlo pude ver mil vidas, mil mundos, millones de estrellas. Mi corazón casi se salía del pecho a causa de la intensa y abrumadora emoción del momento. «¿Por qué tuve que conocer a alguien tan hermoso en mi último día de libertad?», Pensaba entristecido.
—Soy... —En ese momento no tenía permitido decir que era parte de los huérfanos, así que busqué por todas partes alguna señal para inventarme un nombre. Encontrando un letrero que decía "Florería Minji" Así que titubeando hablé finalmente—. Me llamo Jimin.
Aquel día conocí a mi alfa, aquel día encontré mi nombre y mi razón de existir.
—¿Jimin? —El alfa sonrió—. Soy Jungkook. ¿Comemos juntos el calamar?
—Ah...
—Quiero que comas el calamar conmigo —añadió—. Y si tienes más monedas puedes comprar refrescos, no te preocupes por el dinero. Voy a devolverte todo con creces.
Jungkook no mintió, me devolvió todo con creces, me compró como suyo, me hizo su omega, me hizo su amor.
Recordé nuestra boda, bailando juntos en la pista de baile, las noches pasionales en las que me poseía con ferocidad demostrándome su fuerza de alfa, aquellos días en los que enfermamos de gripe, cuando montábamos a caballo y el día en el que me mostró el huerto de manzanas rosas. Recordé nuestras peleas y anhelé que aunque sea despertara para discutir.
Sinceramente preferiría que Jungkook me rechazara, que me odiara enternamente en lugar de verlo es ese ataúd. Creo que era capaz de vivir con su rechazo, preferiría mil veces eso...
Pero Jungkook me amaba tanto como yo a él.
—Majestad... —Era la voz del señor Dee—. Ya está amaneciendo, es hora de incinerar al rey.
No me di cuenta del paso de las horas. ¿Por qué cuando quieres que un momento sea eterno resulta ser fugaz y porque cuando quieres que el tiempo pase rápido parece una eternidad?
—Jimin... —Era Hoseok—. Ven conmigo.
—No. Quiero ver el procedimiento, quiero ver todo y asegurarme de que sus cenizas estén conmigo.
—Como gustes —dijo Yoongi—. Pero tenemos que hacerlo ya.
Asentí, después le di un último beso casto en sus labios fríos y me lancé a los brazos de Minh, quien me apretaba con fuerza.
La incineración fue un momento devastador. Ver el cuerpo de Jungkook ser consumido por las llamas fue como si mi propio corazón estuviera siendo quemado.
Me sentí vacío, sin alma.
Después de la incineración, los restos de Jungkook fueron colocados en un urna de oro, me los entregaron y los abracé con fuerza, sintiendo el aroma de mi alfa en su interior.
Hice una caminata junto con Yoongi, Hoseok y Minho para llevarlos al memorial real. Allí, serían guardados para siempre, como un símbolo del amor y la lealtad que Jungkook había demostrado a su pueblo.
La ceremonia finalizó con una oración fúnebre pronunciada por el señor Dee.
—Descansa en paz, rey Jungkook —dijo—. Tu legado vivirá para siempre en nuestros corazones.
Pasaron las horas y yo seguía de pie ante el memorial, leyendo los nombres de todos los reyes Jeon que estuvieron reinando. Incluso había una urna con los restos de Namjoon. Del otro lado estaban los restos de mis padres y de la madre de Jungkook, los habíamos depositado ahí cuando Mabel los llevó al castillo.
A pesar de que sabía que no estaba solo porque tenía a mis hijos y a mi manada yo me sentía solo porque Jungkook era mi razón de existir.
Rodeado de las sombras del memorial real, con la urna que contenía los restos de mi amado esposo. La tristeza y el dolor me consumían, y sabía que nunca podría recuperarme de la pérdida de Jungkook.
Sabía que después de aquel día nunca volvería a sonreír de la misma manera.
Mi chiquito ojos de luna🥺😭
🫂ÚLTIMOS CAPÍTULOS🫂
Únete a mi manada🥰
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