Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

7. Fin de semana completo

"Pasé mi vida mirando al interior de los ojos de la gente, es el único lugar del cuerpo donde tal vez exista un alma."

-José Saramago


—¿Qué haces aquí? —pregunto viendo al alto parado en medio de mi habitación, el sonido de mi voz le ha puesto tenso.

—Pensaba que era el baño —responde nervioso y algo bebido mientras gira sobre sus talones, mordiendo el piercing de su labio.

—¿El cartel de no pasar no es suficientemente claro?

—Solo quería saber si eras de tener habitación rosa. —Chasquea la lengua mientras observa detenidamente las paredes celestes de mi habitación con tal de no mirarme a la cara y se sienta en el borde de la cama —. Y si eras más de tanga o de panty.

Miro mi habitación, que aunque algo pequeña me parece acogedora. Tiene las paredes pintadas de azul celeste y estanterías de madera de roble plagadas de libros, muchos de los cuales han sido obsequio de Leia mientras he estado fuera. Lo contemplo a través del espejo de cuerpo entero que hay colgado en una de las paredes.

—Que tonto eres... —Ruedo los ojos mientras me posiciono su lado, pero a una distancia prudente y luego dejo caer mi cuerpo sobre el colchón —. Necesitaba un poco de paz.

Observo el techo poniendo las manos sobre mi estómago. Hacer de niñera e ir detrás de la gente para que no jugaran al béisbol con un jarrón me había cansado mentalmente del todo. Ya no me quedaba más cuerda para socializar. Solo necesitaba la tranquilidad de lo que debería haber sido mi solitaria habitación.

—Supongamos que las fiestas no son lo tuyo. —Ríe tumbándose también —¿Entonces por qué haces una fiesta?

Gruño y cierro los ojos. Realmente yo no la había hecho, ni quería estar en ella. Si pudiera me habría escapado de mi propia fiesta encerrándome en mi cuarto con pestillo y haciendo maratón del catálogo de aventuras y fantasía que me otorgaba Netflix.

—Vamos, cualquier novato que se aprecie hace una fiesta para agradar, ¿no?

Mi voz suena burlona mientras muevo en círculos la pulsera de mi muñeca.

Por el rabillo del ojo noto su mirada clavada en mí y giro la cabeza para contemplarle, pero el rubio esquiva mi mirada, posando la suya en la estantería repleta de libros nuevamente.

—Yo también necesitaba estar tranquilo. Mis amigos se vuelven muy pesados cuando beben, y lo mismo pasa con las chicas, nadie tiene filtro y no quiero cabrearme.

Frunzo el ceño ante sus palabras. ¿Matthew enfadado de verdad y no por haber sacado un negativo? Pagaría por ver eso.

—Supongamos que no son lo tuyo las fiestas —Copio sus palabras lo que le hace soltar una suave carcajada.

Y en un momento, la habitación se inunda de una calidez embriagadora.

—Me gustan tus ojos. —Rompe el silencio minutos después.

El tono de su voz y la forma en la que arrastra las palabras me dan a entender que el alcohol ya le ha subido. Está tumbado de lado, con su cuerpo girado hacía el mio, que continua boca arriba. Ladeo la cabeza y me arrepiento al instante. Sus ojos azul profundo captan completamente mi atención. Brillan con alegría cuando sonríe y no soy capaz de apartar la vista, atrapada completamente por una mirada que habla por sí sola.

—A mi los tuyos también. —Sonrío, es gracioso verle en estado de embriaguez.

—¿Te olvidarías de ellos? —pregunta con un tono demasiado serio.

Me quedo estupefacta, notando como mi cuerpo tiembla ligeramente. Andrew también me miraba así, justo antes de destruirme. ¿Cómo podría confiar en alguien como Matt?

No le respondo, por lo que se limita a chasquear la lengua y cerrar los ojos. Minutos después noto su respiración más pesada, tranquila, y su pecho subir y bajar lentamente. Genial, se ha quedado dormido. Reprimo una risa mientras me levanto lentamente y en la puerta le echo un último vistazo. Me sorprende la calma que emana, tan diferente al Matt que estoy acostumbrada a ver a diario en el instituto. Por un momento me siento tentada a quedarme y acariciar su cabello para descubrir que efectivamente, sí es sedoso. Pero tengo una fiesta que atender, así que cierro la puerta lentamente con cuidado de no hacer ruido y despertarle. Quizá he estado más cerca de su verdadero yo de lo que jamás estaré.

Realmente si podía parecer un ángel.

—Eres una guarra —digo mientras me pasa la escoba y el recogedor —. Se supone que limpiarías este desastre tú sola.

Ríe cuando gruño, metiendo las latas, vasos y botellas en una bolsa de basura demasiado grande. Intento bajar la voz. Matt sigue dormido en mi habitación, ¿hasta cuándo se piensa quedar? Solo estamos los tres aquí y el hecho de que Leia "me ayude a limpiar" me provoca cierta inquietud. Sobretodo cuando la noche anterior me había dicho que podría acercarme a ella.

—No te preocupes. —Me había dicho ella—. Se supone que este tipo de cosas son normales en mí.

Cuando todo el mundo se fue caminé directa a mi habitación, cansada, encontrando al intruso que se había apropiado de mi cama. Lo miré en silencio, sonriente, y le quité la gorra, dejándola sobre el escritorio para que no le molestara. Podría haberle despertado y podría haberle echado, pero entonces pensé en esas ojeras que inundaban sus mares la mayor parte del tiempo, si había conseguido conciliar el sueño no pasaba nada si le daba horas de algo que necesitaba. Bajé de nuevo y en completa oscuridad me pasé toda la noche charlando con Leia en susurros. Ella también estaba bebida, y a penas era capaz de mantener una conversación con sentido, pero me entusiasmaba verla feliz mientras me hablaba de bailes y fútbol.

—Friki .—Escucho la voz ronca y adormilada de Matt junto a unas pisadas demasiado fuertes bajando por las escaleras —. ¿Tienes alguna pastilla para la resaca?

Para en seco cuando nos ve, tanto a mí como a Leia petrificadas. Agacha por un momento la mirada, que ha perdido completamente ese brillo tan característico.

—Debería irme —susurra pasando la mano por su pelo.

—No te preocupes. No me molestas.

Matt la mira incrédulo, metiendo las manos en sus bolsillos, intuyo pensando qué decir para romper aquel incómodo silencio que se ha formado en el ambiente y que no pienso ser yo la que lo rompa.

—De verdad. —Leia busca su mirada —Ya ha pasado, ¿no?

Levanto las cejas y convierto mis labios en una fina linea, fingiendo completa atención a la tarea divertida que es barrer toda la suciedad del suelo.

Matt acaricia mis manos mientras coge la escoba, sonriendo de lado.

—Ve a por algo para mi cabeza. —Jadea —. Creo que ayer bebí demasiado.

Asiento en silencio. Matthew tiene las manos demasiado suaves, aquel contacto ha sido como una descarga eléctrica y necesito frotarme las manos para borrar las cosquillas que siento recorriendo mis dedos. Subo de dos en dos los escalones, ¿dónde he dejado las aspirinas? Chasqueo la lengua, intentando darme prisa, tampoco sé si es buena idea dejar a esos dos solos teniendo en cuenta la situación. Al cabo de quince minutos vuelvo a bajar, saltando el último tramo de escaleras. Matt está cerca de Leia, hablan en voz baja hasta que escuchan el increíble salto que he dado y que hace que casi me tuerza un pie. Se separan y me contemplan nerviosos, obligando a mi cara expresiva a fruncir el ceño, confundida. Ignoro la escena y voy a la cocina, tendiéndole el vaso y la pastilla.

—Toma pesado. —Bufo antes de que tome las dos cosas y se las lleve a la boca.

Matthew pone música, cosa que agradezco, la tensión del ambiente se puede cortar con un cuchillo. Tararea la canción que se reproduce, ¿es italiana? Y así pasamos gran parte de la mañana, recogiendo y limpiando toda la suciedad de una fiesta que ni quería hacer, con dos personas que ni se querían ver y que ahora parecen muy cercanas y ríen cómplices por cosas que no entiendo, como si nada, absolutamente nada, hubiera pasado entre ellos.

—Sabes hacer fiestas —Sonríe Leia, a lo que la fulmino con la mirada.

Ella me guiña un ojo, pero no cambia mi expresión. Tiene muchas cosas que explicarme cuando el alto y resacoso chico desaloje mi casa.

—La verdad es que si ha estado bien. Tanto que ni me acuerdo de cómo llegué a tu habitación.

Los observo mientras hablan, ¿por qué parece que no hay ningún problema entre ellos? La situación me incomoda, así como provoca que sienta la sangre hirviendo dentro de mí. Cuando Matthew por fin se va y escucho la puerta de la entrada cerrarse contemplo a Leia con una mueca de desaprobación en el rostro, cruzándome de brazos y esperando una explicación convincente.

—Me ha pedido perdón y explicado la situación —dice ella y niego con la cabeza, frustrada —. Ya está todo arreglado.

—¿Eres tonta? ¿Te olvidas de lo que te ha hecho?

—No. Pero sienta mejor no odiar a nadie.

Responde de manera neutra mientras se ata el cabello en una coleta alta. La miro con resentimiento apretando mis puños a los lados de mi cuerpo, notando como la vena de mi frente empieza a palpitar. ¿Cómo puede estar tan calmada? Porque desde luego yo no lo estoy y no soy a la que han hecho daño y partido en dos.

—¿Y ya está? —Gruño molesta—. ¡Qué sencillo haces que parezca!

—El rencor no trae nada bueno. Tú mejor que nadie deberías saberlo.

—Ni se te ocurra sacar eso ahora. —Me siento en el sofá sin mirarla.

No quiero tener ni contacto visual con ella ni conversación, por lo que la ignoro de inmediato. Se ha pasado tres pueblos y sé que no hace falta que se lo reproche, que lo sabe perfectamente. El salón me parece cada vez más pequeño y aireo mi camiseta en un intento de disipar el calor denso que empieza a emanar desde mi interior. Leia se mantiene parada, indecisa, como si buscara una manera de arreglar el desastre que acaba de hacer con sus palabras.

—Perdón yo...

—Deberías irte. —La corto—. Suficiente has dicho y hecho ya.

Ella coge sus mochilas sin pronunciar ni una palabra más. Su gesto es una mezcla de dolor y resignación, como si esperara otra reacción de mi parte. Cuando escucho el portazo que indica que ya se ha ido, cierro los ojos. No, no voy a llorar. Respiro profundamente, intentando que los recuerdos no me coman en este momento. Sé que las cosas entre nosotras han cambiado y es normal. Llevábamos más de dos años solo sabiendo de nuestras vidas a través de cartas, pero reprochar algo así no tiene ningún sentido. No cuando sabe por todo lo que he pasado, incluso aquello que mi propia mente desconoce. Me levanto y me dirijo a la ventana, dejando que la luz del sol acaricie mi rostro y me otorgue algún tipo de paz o consuelo al dolor que siento ahora mismo en el pecho.

Hace dos años

—Odio a tus padres —dijo el chico pasando sus dedos por mis mejillas.

—Yo también —respondí dando una calada al porro que me tendía.

—Ni ellos ni nadie nos va a separar. —Sacó una bolsita transparente que contenía ese polvo blanco que yo tanto odiaba—. ¿Me escuchas? Nadie.

Sonreí ante sus palabras. Feliz. Me quería tanto que era capaz de llevarme con él, impidiendo que mis padres me obligaran a irme lejos, muy lejos de donde se encontraba mi amor. Pensaban que así volvería a ser "la niña buena que era". Cuando me enteré empujé a mi madre, haciendo que cayera al suelo y me miró de aquella manera. Estaba aterrada ¿de mí? Exagerados. Si sólo me dejaran vivir mi vida nada de eso habría pasado. ¿Me arrepentía? Por desgracia no.

¿El dolor del pasado dejaría de arañar mi ser en algún momento?

https://youtu.be/sS2L33lpAMI

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro