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6. Vuelo con destino al desastre

"El pasado es lo que recuerdas, lo que imaginas recordar, lo que te convences en recordar, o lo que pretendes recordar."

-Harold Pinter


Preparo mis famosos macarrones a la boloñesa mientras muevo las caderas al ritmo de "Undesired closed" de Muse. Había invitado a Leia a comer, a lo que me respondió que después del voluntariado vendría corriendo hacía aquí. Ya he acabado mis tareas para el lunes, por lo que tengo todo el finde libre para cualquier locura que se le ocurra a mi amiga. Introduzco mi dedo en la olla para luego saborear la salsa.

—Perfecta —pronuncio en voz alta, apagando el fuego y mirando la hora.

No le queda mucho para llegar a la pelinegra. Vierto el contenido del escurridor en la olla y remuevo, haciendo que todos los ingredientes se mezclen de manera homogénea mientras canturreo y tarareo. Estoy feliz. He afrontado mis primeros días de clase y no ha habido ningún percance. Sigo siendo lo suficientemente invisible, tal y como pretendo y Matthew tiene un interés en mí, sean cual sean sus intenciones lo tiene, por lo que he superado con éxito la primera etapa de la apuesta, cada vez más cerca del objetivo. La gente me trata de manera amable cuando tiene que hacerlo y cuando no, simplemente pasan de mí. Puedo invertir mi tiempo sola sin tener que fingir que el resto me importa. Cuanto antes acabe este plan antes podré abrazar y caminar al lado de Leia, llenando los pasillos con nuestras atronadoras carcajadas.

Suspiro. Matthew.

Pensé que sería un ser repulsivo, pero hasta ahora solo ha sido amable, hasta me ha dejado su chaqueta cuando ni me conoce. ¿Y ese intento de que me mantuviera en su fiesta? ¿Para qué? ¿Para oírle cantar? No he podido quitarme aquel sonido de la cabeza.Esa voz ronca pero dulce, cantando como si sintiera en sus entrañas cada una de las palabras que emanaban de su interior como si dolieran. La manera en la que rasgaba las cuerdas de la guitarra me estremecieron, como si ese simple gesto le partiera en dos. ¿Había visto los ojos azules de Matt vidriosos o solo era un efecto óptico de las llamas titilando en ese océano gélido que poseía como mirada? No se mostró dubitativo cuando le pedí algo que no fuera alcohol, de hecho pareció comprenderlo, no como el resto de adolescentes a los que estaba acostumbrada y te miraban como si fueras un espécimen raro. Y el olía...el perfume de One Million sigue impregnado en mi piel, y cada vez que respiro algo en mí gime.

¿La curiosidad que sientes hacía mi es comparable a la que siento por tu persona?

—¡Qué bien huele! —suelta emocionada Leia mientras le sirvo un plato bastante grande, mirándolo mientras se pasa la lengua por los labios.

Río mientras me sirvo el mío y le paso el queso, sabiendo que se va a gastar el paquete entero. Ha llegado hace media hora, dejando su bolsa de deporte en la entrada e indicándome que planea quedarse conmigo todo el fin de semana, ya que su madre no tiene que hacer ningún turno de noche en las urgencias del hospital y que puede pasar tiempo con su mejor amiga a la que echaba excesivamente de menos.

—Hay un poco de macarrones en tu parmesano —bromeo echando un vistazo a la chica con la mirada iluminada. Me parece increíble como cualquier pequeño detalle puede significar un mundo para ella.

—Está de muerte Alyson —habla con la boca llena, mientras se limpia los restos de tomate de las comisuras de sus labios.

—Para algo que sé hacer...

—¿Y qué tal con el susodicho? Hoy os vi juntitos en el recreo.

Sonríe con malicia mientras trago. Se me había olvidado completamente el percance de la clase y mi nula capacidad para entender por qué había preferido decir que no lo tenía en vez de admitir que habíamos hecho el mismo. Suspiro limpiando mi boca con una servilleta.

—Bien, la fiesta pues como te conté y hoy.. —Hago una mueca—. No ha querido leer su poema en clase.

Cuando escucha esto Leia se atraganta, sorprendida. Tose un par de veces antes de beber agua. Ni que hubiera dicho algo escandaloso o una locura.

—Como lo oyes.

—Es imposible. —Deja sus brazos a ambos lados de la mesa de forma cómica—. Matthew nunca se permitiría sacar una mala nota.

Enarco una ceja, intentando reprimir una risa.

—Matthew nunca, pero nunca, ha sacado una mala nota.

—Es el segundo día de clases, tampoco pasa nada por eso.

Ella niega con la cabeza y añade:

—Matthew es popular por algo. —Suspira como si sus palabras fueran una obviedad—. Es listo, se le da bien el deporte, aprueba todo, nunca falta, nunca deja tarea sin hacer. Canta como los ángeles y toca la guitarra. — Se muerde el labio —. El chico perfecto. Dulce, atento, ojos bonitos, alto.... solo que no sabe bailar.

Estallo en carcajadas, llevándome la mano a la tripa.

—En serio, Alyson —susurra la chica con preocupación—. Es extraño que no haya llevado el poema.

—No, si lo ha llevado. —Corrijo—. Pero no ha querido leerlo.

Me mira sin comprender, todavía más perdida que antes. Pincho un par de macarrones con el tenedor, llevándomelo a la boca sin preocupación.

—Resulta que hemos llevado el mismo poema, y el simplemente no ha querido leerlo.

—Qué extraño... —masculla la chica, volviendo a comer.

—Él es extraño. —Ruedo los ojos.

—Te dije que podía parecer un ángel.

¿Había sido yo la culpable de su primera mala nota? Cuanto alboroto por un cero en el expediente. Me hace gracia pensarlo. Imaginarlo sintiendo agonía por ese primer cero de la mañana me alegra. Lo voy a pisotear de la misma manera que lo ha hecho con mi amiga. Me da completamente igual lo dulce o atento que me pueda parecer cuando no lo conozco en absoluto, porque sé que todo eso es pura fachada. Tengo que recordar el verano que provocó en la animadora. Hacer el esfuerzo para no olvidarme de sus lágrimas ni de su dolor. Y todo por un maldito rubio que se sentía lo suficientemente intocable para ir haciendo daño sin ningún tipo de replesalia.

Jódete, justo en tú orgullo Matthew Hemmings.

—¡De ninguna manera! —digo cuando empieza a sacar botellas y más botellas de su bolsa de deporte—. Que decidas quedarte todo el finde en mi casa no te da derecho a montar una fiesta.

—Vendrá Matthew, así te acercas, bailáis...

Ruedo los ojos intentando no estirarme del pelo. ¿Qué no entiende del no? Bufo. Es mi casa, mi zona de tranquilidad y no quiero montar una puta fiesta y ser la culpable de una juerga llena de adolescentes y quizá una visita de la policía exigiendo hablar con un adulto. ¿Con qué cara iba a mirar luego a mis tutores legales? Gruño fulminando con la mirada a Leia, la cual parece no atender a razones.

—¡Qué no!

—No hay vuelta atrás Alyson. —Me mira pestañeando con delicadeza y con cara de inocente—. Ya está todo el mundo invitado, y tú eres la anfitriona.

—Me cago en... —Vibra mi móvil, colapsado de mensajes de gente que ni conozco diciendo que nos vemos esta noche o que traen ellos la bebida—. Te juro que me las vas a pagar, y más te vale limpiarlo luego todo.

Subo las escaleras hasta la habitación y me dejo caer en la cama, abrumada. Quiero ver películas, no soportar de nuevo a alcoholizados y mucho menos estar atenta de que no me rompan nada o no me vomiten en la alfombra. Que me hayan dado permiso para venirme aquí a terminar mis estudios mientras ellos se quedan allí y me pagan el alquiler no me da derecho a aprovecharme. No cuando me han ofrecido tanto y cuando confían en mí. Solo no tengo que liarla. Solo no alcohol y no drogas. ¿Entonces? No quiero decepcionar a nadie. Otra vez no.

Hace dos años

¡Alyson Williams vuelve aquí! —Retumbó la voz de mi padre por toda la casa mientras me seguía, recibiendo un portazo fuerte de mi parte mientras me encerraba en la habitación.

Eran tan pesados con que no me acercara a Andrew que ya no lo aguantaba. Nadie me iba a tener encerrada en esas cuatro paredes por el resto de mi vida como me habían prometido. Aquella noche me escaparía de casa. Lo teníamos todo planeado. La casa del lago que había comprado Andrew a espaldas de sus padres para estar juntos.

Tenía dieciséis, ¿y qué? Ya era suficientemente mayor para saber lo que quería. Podía faltar a clases si quería, drogarme y beber de fiesta en fiesta. Nadie me mandaba.

Solo el me entendía. Me tumbé en la cama mientras miraba las fotos del móvil de la noche anterior. Andrew y yo, con las pupilas dilatadas mirábamos directamente al objetivo.

Andrew era un chico alto, de 1′78 y ojos azabaches, negros como el carbón. Su melena negra le llegaba a los hombros y tenía todo el cuerpo adornado de tatuajes black work. Nadie entendía que saliera con aquel chico. ¿Y qué si tenía dieciocho años? Nos queríamos. Nadie lo entendía, ni siquiera la paranoica de Leia, que se preocupaba y me reprochaba cada vez que podía. Yo quería drogarme, él no me obligaba. ¿Y esos moratones? Bueno, nos gustaba la marcha. A partir de esa noche no necesitaría escaparme por la ventana mientras el me esperaba abajo en su Hyper Naked negra con dos cascos a juego y me llevaba a toda velocidad por las calles vacías del odioso pueblo en el que nos había tocado vivir.

Ojalá en aquel entonces hubiera sabido lo que ahora sé. Quizá las cosas hubieran sido diferentes.

Niego con la cabeza, disipando el tormento que cada dos por tres se forma dentro de mí, incorporándome y bajando nuevamente con mi amiga, que hincha los mofletes mientras inhala una cantidad enorme de aire, llenando un globo tiempo después.

—¿Globos?

—Tú casa es muy sosa, idiota —responde ofendida—. Además tienes una imagen que dar.

—Dudo que nadie se fije en estos detalles —digo echando el ojo al salón ya decorado—. Solo vienen a beber y a, posiblemente, vomitar.

—Yo me encargo, ¿vale? Deja de quejarte, gruñona.

Me lanza un globo a la cabeza, por lo que suspiro derrotada ante su cabezonería, ayudándola en todo lo que me pide.

Cerca de las diez, con un montón de aperitivos y bebidas por todas las zonas ocupables de la casa, (todas menos mi habitación, obviamente), Leia tira de mí escaleras arriba, sacando un corsé rosa y una falda de tubo negra de cuero. Da igual lo que me queje y niegue, ella siempre se sale con la suya. Al menos tengo mis Vans, porque para nada me voy a poner tacones. Me maquilla y me peina, un "ahumado sutil", lo llama mientras termina su trabajo, aplicando máscara de pestañas en mis ojos y labial rosa en mis labios.

—¡Estás espectacular! —Da saltos de alegría—. Hasta yo te follaba.

Río mientras me miro en el espejo. ¿Esa soy yo? Estoy bastante sexy, eso no lo puedo negar. Aunque el maquillaje no es ostentoso y solo amplifica los rasgos de mi cara, haciendo que tanto mi mirada gris como mis labios carnosos destaquen más. Paso las manos por la tela suave, dando pequeños giros sobre el espejo para verme desde todos los ángulos. Realmente esta noche me siento más guapa que de costumbre.

—Matt va a querer traerte aquí y hacerte suya —susurra antes de que le lance un zapato, a lo que ríe, arreglándose ella.

Se decide por un vestido corto y sencillo blanco. Puesto en ella parece el trapo más bonito de todo su armario. Y aunque solo se aplica un poco de brillo en los labios, no necesita nada más. Es tan increíblemente guapa...

A la media hora empieza a venir la gente y en un abrir y cerrar de ojos casi no cabe ni un alfiler en una casa pequeña que en nada hace competencia a la mansión de los Collins. La gente parece comprender el cartel de "NO PASAR" puesto en la puerta de mi habitación, por lo que puedo relajarme y conocer a algunos de los extraños que se dispersan a lo largo del salón, las escaleras y el jardín. La música resuena por toda la casa, puesta a todo volumen mientras ellos beben y beben.M e muerdo las uñas nerviosa, rezando para que ningún vecino haga una llamada que haga que se presente la policía en mi puerta y tener que dar la cara mientras se me descompone.

—Friki. —Saluda Matt cuando me encuentra y señala mi vaso—. ¿Agua?

Asiento con la cabeza mientras le miro de arriba abajo. Tiene una gorra granate puesta del revés, ocultando su brillante (y seguramente sedoso) cabello rubio. Viste totalmente de negro. Pantalones apretados con rotos en las rodillas, sus Converse negras y una camiseta del mismo color, en la que destacan las palabras "LOST MY MIND".

—Me gusta esa cosa rosa que llevas —dice molesto.

Y aunque no sé si se refiere al top o al labial no le pregunto, se le ve enfadado y no quiero tentar a la suerte. Respiro profundamente, haciendo que su perfume invada mis fosas nasales.

—Bonita gorra. —Señalo de manera amigable en una media sonrisa, lo que hace que me vuelva a mirar.

Su expresión cambia levemente, relajándose y dejando de apretar la mandíbula. Se quita la gorra la quita, poniéndomela en la cabeza antes de pasarse la mano por el pelo, revolviéndolo. Cuando clava de nuevo sus ojos en mí vuelve a tener el semblante de hace un momento y tengo que apartar la mirada de la suya bastante incómoda.

—¿Por qué has hecho una fiesta?

Corta la distancia entre nosotros para que los brutos que corren no le tiren al suelo de un empujón. Alzo la vista con lentitud, recorriendo su figura con gusto antes de llegar a su cara.

—Solo... —Carraspeo al notar sus ojos gélidos más serios de lo normal—. Quería conocer a la gente, ya sabes, soy la nueva.

Empieza a reír, demasiado cerca de mí. ¿Es el olor del One Million o el azul intenso de su mirada lo que me eriza la piel? Por un momento no sé quién soy ni que hago aquí. Se me ha olvidado el enfado con Leia y el hecho de que mi casa está abarrotada de personas que no conozco.

—Así solo vas a conocer borrachos. —Apunta a la gente que baila y grita sin dejar su vaso de lado.

—Tú no lo estás.

Se separa lentamente, quitándome la gorra y volviendo a ponérsela. Pasa lentamente la lengua por sus labios y se muerde el piercing. Carraspeo, necesito que se aleje de mí para hacer eso a una mayor distancia. No quiero caer en el encanto Hemmings.

—Tampoco creo que me vayas a ver así Alyson.

—Tampoco sé si quiero. —Me apoyo en la pared—. Si ya eres insoportable así...

—Calla, friki. —Chasquea la lengua poniendo los ojos en blanco—. No me enfades más.

Se apoya a mi lado, levantando la cabeza y clavando la vista en el techo. Su perfil es exquisito. Niego con la cabeza. No, joder, no tengo que pensar así. Este "ángel" es el culpable del corazón devastado de mi mejor amiga.

—Por tu culpa he suspendido.

—No. Es tuya por no querer entregarlo.

—Lo que sea. —Me mira de reojo antes de acabarse su vaso—. ¿Por qué no vas con Leia?

Su pregunta hace que mi cuerpo se tense, pillándome por sorpresa y se me desencaja la mandíbula. Lo sabe, seguramente lo sabe. Que nos conocemos, que es mi presa, que solo estoy jugando con él así como lo hizo con ella.

—Si no la conoces es esa. —Apunta a mi amiga, que baila junto a otros tres chicos—. Es una buena chica, aunque debe de odiarme, seguro te cae bien.

Se encoge de hombros antes de volver a desaparecer, supongo para servirse otro vaso de ron con Coca-Cola. Me llevo la mano al pecho, intentando recobrar la compostura y permitir que tanto mi corazón como respiración se relajen. Pero quizá sí lo sabe y por eso es tan amable conmigo. Esa sería una buena razón para tratarme como lo hace. Todavía no he visto al capullo sin sentimientos del que tanto tiempo me estuvo hablando Leia.

¿Cómo no va a odiarte, idiota?


https://youtu.be/8LAPlVg1t6o

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