50. Recuerdos al completo
"El pasado es un lugar de referencia, no de residencia."
-Willie Nelson
Termino de subir las escaleras en búsqueda del rubio, con la foto que me ha dado Paul en mis manos temblorosas. Necesito respuestas. ¿Por qué guardaba la foto con Andrew y por qué me la ha robado?
Paro en seco cuando escucho su voz detrás de una puerta, en la que también se entrelaza la de Leia. Me quedo en un rincón, sin querer interrumpir pero incapaz de permanecer ajena a la conversación que tiene lugar al otro lado.
—No, no lo entiendes —dice Matt levantando el tono —. No sabes cómo se siente, no tienes ni puta idea.
—Tienes que comprenderlo. —El de ella es suave, intentando tranquilizar al ahora, alterado chico.
—Lo entiendo, joder, lo entiendo perfectamente desde mucho antes de que ella volviera. —Por su voz rasgada puedo imaginarme sus ojos llorosos llenos de impotencia —Pero eso no quiere decir que no duela. ¿Cómo puedo simplemente aceptarlo? Ella era mi mundo Leia. Y ahora soy un completo extraño...
Frunzo el ceño, abrumada por la tristeza en la voz de Matt mientras acerco la oreja a la madera, intentando no perderme la acalorada conversación cargada emocionalmente. Están hablando, ¿de mí?
—¿Tú sabes lo que siento cada vez que me mira y no me reconoce? —Rompe en llanto —. Saber que te ha borrado completamente de su memoria porque eres parte del trauma, ¿sabes lo que se siente? ¡No, claro que no!
—Matt, cielo —susurra Leia, también sollozando —. No es tú culpa, te lo he dicho muchas veces. Sé que es desgarrador, pero tienes que entender que su amnesia es algo que está más allá de nuestro control.
—Si hubiera llegado antes... —Su tono pasa a ser cargado de ira —. O si nunca la hubiera metido en mi vida nada de esto habría pasado. Pensé que podría, ser amigos, acercarme a ella y hacer que me volviera a conocer, como si nada pasara. Seguir ese estúpido juego que te inventaste, hacer que se acordara de mí... Pero cada día ha sido una tortura constante, no poder abrazarla mientras sus ojos grises solo me miran como si fuera un puto desconocido. Que recuerde al imbécil de Andrew, pero no a mí. La culpa carcomiendo mis entrañas por haberla traído a casa. Mis intentos fallidos de salvarla, ¿para qué? Joder, si pegué al capullo de Paul para que no abriera la boca más de lo necesario y mira lo que ha hecho. ¿Cómo la vamos a proteger del resto si ya lo saben todos menos ella? —Mis ojos se encuentran inundados de lágrimas, que bajan por mis mejillas sin cesar.
»Es tan frustrante... Quiero que me recuerde. Cada día siento como si estuviera perdiendo una parte de ella que quizá nunca vuelva. Necesito a Alyson, Leia —prosigue de manera lenta, entrecortadamente —. Y necesito pedirla perdón por no llegar a tiempo. Hacerla saber que aquí estoy, que nunca me he ido. Y que lo siento tanto... Es tan duro esto, no puedo evitar romperme cada vez que me sonríe... Quiero que se fije en mí sin los demonios del pasado. Sin Andrew...
—Matt... —La voz de Leia también me desgarra mientras cierro los ojos con fuerza —. Debes ser paciente. Alys está tratando de lidiar con algo que está más allá de su comprensión. Y si no es fácil para ninguno de nosotros, imagínate para ella. Juntos encontraremos la manera de traerla de vuelta si tarde o temprano no lo consigue por si sola.
Caigo al suelo, aturdida y con la respiración entrecortada mientras las imágenes vienen a mi cabeza como si de un álbum de fotos antiguas se tratara. Imágenes de tonos sepia quemadas por el paso inexpugnable del tiempo mientras todos los pedazos se van uniendo para dar sentido a toda mi caótica mente.
—No podías saber lo que iba a pasar, y no puedes estar cargando con ese peso eternamente. Lo que pasó no es tú culpa, si no la del hijo de puta de Andrew. No está en tus manos, nada de lo ocurrido lo está. —Suspira —. Ella te quiere, lo sabes. Debería bastarte con eso.
—Y yo a ella, joder. ¿Pero de qué sirve si ha borrado todo de su mente? Incluso a mí... No puedo quererla sin odiarme por preferir que todo fuera así para siempre, sin ella tener ni idea de quién soy. Soy tan hipócrita. Me destrozo porque no me recuerda pero una parte de mí le gustaría que nunca lo hiciera. Me prometió que nunca se olvidaría de mi mirada, que siempre guardaría mi música en lo más profundo de su ser... Y aún así, ¿qué queda de mí dentro de ella? La apuesta y nuestra gran mentira no ha servido para nada, Lei. Cuando recuerde.... No me va a perdonar. La he mentido. Me preguntó si nos conocíamos y la he mentido.
—Matt, es lo que tenías que hacer. Tiene que recordar ella, por su propio bien. Y ya te dije que lo hace, aunque sea en sueños, solo no pierdas la esperanza, como ninguno lo hemos hecho. De lo de Paul ya nos encargaremos, al final tampoco lo hace con mala intención. Prometimos ayudarla, no puedes rendirte. Tú la salvaste Matthew, y si no fuera por ti no estaría aquí ahora. No podríais tener la oportunidad que os arrebató él.
—Pero a él lo conoce, Leia —escucho un golpe, el cual debe ser debido a un puñetazo que ha pegado Matt a cualquier superficie dura —. ¿Cómo voy a competir con su recuerdo si hasta hace dos días he sido el capullo que te ha roto el corazón?
Cierro los ojos mientras llevo mis manos a mi cabello, haciéndome un ovillo:
—¡NO!¡NO!¡NO!
Hace dos años
Un chico rubio se acercó a mí. Me dijo que también le gustaba el libro que estaba leyendo mientras me robaba descaradamente una de las galletas que había llevado de almuerzo. Yo me quejé y él simplemente me miró.
Era bastante agradable, aunque su encanto ocultaba un sufrimiento invisible. Tenía una melena rubia echada hacía un lado a lo largo de su frente y unos ojos azules hipnotizantes. Desde ese momento siempre almorzamos juntos, Leia aveces también se apuntaba. Luego vino un chico de pelo negro y ojos verdes bastante extravagante y divertido, se llamaba Paul; siempre nos hacía reír. Era el mejor amigo de Matthew, su mano derecha y posiblemente su "mitad".
—Hagamos una apuesta. —Le dije a Leia —. Tienes que enamorar a Paul Clifford.
—Entonces tú tendrás que hacer lo mismo con Matt.
Me tendió la mano y yo simplemente se la estreché. Siempre estaba preparada para otra de nuestras absurdas apuestas. Aquel pacto sellaría un destino incierto y supondría una carga demasiado pesada para nuestro futuro desestructurado.
◇◇◇◇
Una de las tardes el rubio me había invitado a merendar a su casa, su madre iba a hacer tortitas. Ella era bastante joven y muy simpática. Tenía el cabello oscuro, al igual que los ojos. Su padre, con barba, tenía el cabello castaño junto a una mirada miel. Me di cuenta que Matthew no se parecía a ninguno de los dos, pero no le di importancia.
—Me alegra mucho que Matty haya traído una amiga —dijo la señora de voz dulce mientras llenaba mis tortitas con sirope de chocolate —. Nunca trae a nadie, sólo a ese graciosillo y pintoresco Paul. ¡Qué chico tan agradable y educado!
—Pero cállate , mamá. —Se quejó él, sonrojado por la vergüenza.
Lo observé con ternura y sonreí de lado. Ganar la apuesta sería fácil.
Mientras devoraba mi plato entró un chico misterioso y perturbador. Era bastante alto. Tenía el pelo negro y los ojos azabaches, pero hasta más adelante no sabría que su mirada ocultaba demonios mientras mi mente luchaba por entender su cambio tan radical. El cuerpo lleno de tatuajes apenas dejaba atisbar su pálida piel. Me llamó la atención tan pronto como entró por la cocina. El aroma del humo que lo rodeaba, proveniente del cigarro liado que sujetaba en su mano, marcaba su presencia embriagadora.
—Te he dicho mil veces que eso dentro de casa no. —Le regañó la madre y él simplemente rodó los ojos—. Este es Andrew, el hermano de Matt.
—No digas eso. No soy su hermano —dijo clavando los ojos en mí y me sonrió antes de volver a desaparecer, con una manzana en la mano.
—Perdona a mi hijo, cariño. —Me susurró la madre—. Suele ser un gruñón.
Matt no comentó nada, suspiró mientras jugueteaba con su merienda; se le había quitado el hambre.
Hace dos años
—Me gustan mucho tus ojos. —dijo Matthew a la salida del instituto, después de despedirnos de Leia y Paul, que se iban juntos mientras sus respectivos padres hablaban.
—A mi los tuyos también. —contesté, sonriente, sin poder apartar la vista de su labio, el cual había adornado recientemente con un aro negro.
—¿Te olvidarías de ellos? —preguntó bastante serio.
—Nunca —respondí de igual forma, pero mi sonrisa no alivió su dolor.
Él agarró mi mano y yo deseé que nunca la soltara.
◇◇◇◇
Observé a Matty mientras sujetaba con nerviosismo la guitarra, se aclaró la garganta, se mordió el labio jugueteando con su piercing y clavó sus profundos ojos en mí antes de dedicarme su más bonita y sincera sonrisa. Se apartó el flequillo de la cara y empezó a cantar "Please don't go" de Mike Posner. Descubrí mi nuevo sonido favorito: su voz. Cada semana me regalaba una nueva canción, a veces acompañado de Paul. Ambos compartían la misma pasión por la música. Supe que siempre que latiera mi corazón se encogería escuchando la forma triste con la que rasgaba las cuerdas de su guitarra y la manera en la que su voz calaba todo mi ser, llenando de ternura y melancolía cada una de las células que me conformaban. Nunca nadie me había hecho llorar con una canción y él lo conseguía siempre que me permitía el lujo de escucharle, regalándome recuerdos bonitos que supe que nunca olvidaría, atesorándolos en el rincón de las cosas importantes, aquellos que perduran hasta el fin de los días.
Su música se convirtió en mi refugio. Cada nota, cada canción, me alegraban, ajena a toda la tragedia que acechaba tejiendo su red oscura.
◇◇◇◇
Empecé a coincidir demasiado con Andrew. Siempre que estaba con Matt haciendo los deberes en el salón de su casa se metía con nosotros, llenando la sala de ese humo insoportable mientras nos contemplaba desde el sofá. Solo me habló en una ocasión y fue para decirme que era muy guapa. En ese momento no pude hacer otra cosa que no fuera babear. Era un chico bastante atractivo, de esos que solo encuentras en las revistas y están fuera de tu alcance. Era un dios griego personificado y se había fijado en mí.
—¿Por qué no me miras así? —me preguntó el rubio mordiendo la tapa de su bolígrafo cuando su hermano abandonó la estancia.
Lo miré ladeando la cabeza, pero no supe qué responder. Lanzó un largo y pesado suspiro, volviendo a centrarse en el libro de matemáticas que tenía en frente.
◇◇◇◇
—Tengo algo para ti —dijo el rubio aquella tarde—. Hazte una coleta alta.
Le hice caso y acto seguido me colocó una cadena en el cuello. Cuando se separó la miré con sorpresa. De esta colgaba una púa azul, con mi nombre grabado en ella y un agujero en la parte superior para transformarla en un colgante.
—Gracias. —Abracé a Matthew mientras él se sonrojaba, dejando un pequeño pero sonoro beso en su mejilla—. Eres el mejor.
◇◇◇◇
Toqué al timbre de la casa de Matt, llevaba toda la semana sin hablar con él y sin verle. Tantos días sin que me robara las galletas me estaba preocupando. Me recibió Andrew, el cual olía a alcohol. Estaban bebiendo y con la música a todo volumen.
—¿Está Matt? —pregunté sin poder sostenerle la mirada.
—Se ha ido al pueblo a visitar a su familia muerta. —Dió una larga calada a su cigarro y me guiñó el ojo.
Chasqueé la lengua con desilusión antes de abrir los ojos ante su respuesta, estupefacta. ¿Familia muerta? ¿Por qué Matt no me había dicho nada?
Me invitó a quedarme allí, por lo que sin pensármelo dos veces acepté, nerviosa. Me ofreció mi primera cerveza, yo nunca había bebido anteriormente, así que enseguida me hizo efecto y el chico aprovechó para besarme. Quise no corresponderle, pensando en esa mirada azul que desde hacía tanto tiempo había inundado todas mis entrañas, pero mi impulsividad le ganó a la razón.
Así fue como empezó todo.
Lejos de Matt, Andrew me atrapó en un torbellino oscuro. La dependencia que crecería dentro de mí con el paso de los meses, nublaría mi juicio, vulnerando cada célula de mi ser.
◇◇◇◇
El chico de ojos azabaches venía a buscarme al instituto con la moto. La gente me miraba con envidia, menos Leia, que me repetía continuamente que tuviera cuidado, que ese chico mayor no era buena influencia para mí.
Matthew había dejado de hablarme, y por ende, de cantarme. Me miraba triste. Algún día había venido con algún moratón en la cara pero por mucho que intentara acercarme, él me huía, sin darme tiempo a preguntarle quién le hacía la vida imposible, y a qué familiares se refería Andrew, ¿acaso no eran los mismos?
En el instituto estaba sola, mis amigos no querían tener nada que ver conmigo porque estaba cambiada, y a Leia la había mandado a la mierda recientemente. Estaba harta de que se comportara igual que mis padres.
En casa también iba todo mal. Ellos estaban enfadados conmigo y me habían castigado "de por vida" después de recibir una llamada de mi tutora, la cual preguntaba si estaba bien y por qué hacía tanto tiempo que no iba a clase.
El castigo me daba igual.
Todas las noches me escapaba por la ventana, allí me esperaba el de ojos negros con su moto, y juntos nos alejábamos para ir a un sitio tranquilo, donde, como no, lo hacíamos.
Me pidió salir en una de esas escapadas, después de un polvo y me regaló un collar con una piedra rosa. Mientras me lo ponía en el cuello me arrancó el collar de Matt y se lo guardó en el bolsillo. Me hizo prometerle que sólo sería él para siempre. Yo se lo prometí. No esperaba que fuera de otra forma. El chico que me quitó la virginidad. El primero y el último.
◇◇◇◇
Pasaron los meses y todo colapsaba a mi alrededor. Había empezado a beber casi a diario, fumaba maría y había probado cosas más fuertes en mi aventura por la senda de la madurez que creía tener. Mis padres me querían llevar a otra ciudad, alejarme de la mala vida y de él, pero Andrew no estaba dispuesto a dejarme escapar, ni yo a irme lejos de su lado. No estaba dispuesta a renunciar a un amor verdadero.
Una noche, en compañía de una maleta pequeña llena de ropa, me fugué. El mayor había comprado una cabaña a las afueras con el dinero de sus padres, a escondidas.
Eran dos abogados muy importantes que a penas estaban en casa por temas laborales, pero a los cuales les sobraba el dinero.
Annie. Robert. Dos personas encantadoras y unos padres demasiado buenos y permisivos.
◇◇◇◇
Le pregunté a Andrew sobre la familia muerta de su hermano. Y aunque me miró con cara de pocos amigos, pude saber de los demonios que cargaba dentro del océano que poseía como mirada.
Matty no era su hermano, si no un niño sin padres al que su familia adoptó porque eran amigos cercanos y el pobre bebé no tenía donde caerse muerto. Por eso no compartían apellidos, Matthew Hemmings seguía teniendo el apellido de su padre verdadero.
Andrew le había prohibido hablar conmigo, no lo quería cerca de mí, por lo que de vez en cuando el rubio se llevaba una paliza merecida (según él) cuando el otro protestaba diciendo que éramos amigos. Ahí descubrí que no podía llevarle la contraria; se enfadaba sin dejarme replicar. Alguna que otra vez me había llevado una cachetada sin importancia, pero al momento él se arrepentía y me llenaba la cara de besos.
Empezó a hacerlo más a menudo. Yo me quejaba, él me pegaba más. Me obligaba a drogarme cuando yo no quería y luego, después de hacerme sentir lo suficientemente inútil y mal, se iba, encerrándome en la cabaña durante horas o incluso días, sollozando a través del cristal deseando que volviera y me perdonara. Me había convertido en alguien dependiente de él, alguien sin amor propio y vulnerable que no entendía nada de lo que estaba pasando.
◇◇◇◇
Intenté escapar una noche en la que se fue, pero era imposible salir de la cárcel en la que me había metido sin que nadie me obligara. Ese era mi nuevo hogar, y por ende, debía acostumbrarme a él. Ya no había vuelta atrás y nunca volvería a ver la mirada azul que nunca conseguiría olvidar.
◇◇◇◇
Encontré la púa azul de Matt en una de las chaquetas de Andrew cuando iba a lavar sus cosas. Sin pensármelo dos veces y sin tener en cuenta las posibles represalias la uní al collar que mi pareja me había regalado. Me hizo feliz, por lo que empecé a cantar la primera canción que me había dedicado el rubio.
Cuando Andrew me escuchó, vino corriendo hacía mí, hecho una furia y cuando se fijó en el pequeño adorno que ahora decoraba su detalle me lo arrancó con fuerza, para luego rodear mi cuello con sus grandes manos y apretar ligeramente.
—Eres mía Alyson —pronunció lleno de odio, escupiendo las palabras con furia —. No lo olvides.
Me dejé caer en el suelo minutos después de que Andrew se marchara, sin hacer caso a mis súplicas mientras aporreaba la puerta insaciablemente. Rezaba a un Dios que no existía, que si mi pensamiento era incorrecto, no dejara que aquel demonio destrozara al ángel que yo tanto quería.
Ese día descubrí que aquel chico de mirada azul había sido mi verdadero amor y me culpé durante esos días por haber estado tan ciega y nublada por la presencia magnética de la maldad del pelinegro.
◇◇◇◇
Un día de esos empezaron a golpear bruscamente la puerta. Eran mis padres, que gritaban presos de la histeria. Cuando consiguieron echar la puerta abajo me abrazaron y me ayudaron a recoger mis cosas.
Apenas podía moverme. Había perdido bastante peso, me temblaba el cuerpo, tenía los ojos hinchados y los labios agrietados.
—No tardará la policía en llegar. —Lloraba mi madre desconsolada mientras acariciaba mi rostro amoratado lleno de heridas.
Yo quería quedarme, por lo que opuse resistencia. A pesar de todo, amaba a Andrew con fervor. Les expliqué que todo eso era culpa mía, que me lo merecía. Que les odiaba. Aunque me odiaba a mí misma porque sabía que no podía alejarme del chico que me había nublado la razón, aquel que desde hacía un tiempo ya no quería, pero sentía que necesitaba. Sabía que esto les ponía en peligro, y no quería que sufrieran las consecuencias de mis actos así como seguramente había hecho Matthew.
Entonces apareció el de pelo negro. Tenía las pupilas dilatadas, con una mirada desorbitada y una violencia palpable.
—Creí dejaros claro que Alys es solo mía. —Definitivamente se le había ido la olla—. Si no eres mía no serás de nadie, ¿entiendes?
Golpeó a mis padres en la cabeza y luego a mí. Cuando desperté llevé mi mano a la nuca. Me dolía. Palpé algo húmedo, suponiendo que tenía sangre en todo el cabello proveniente de la herida molesta.
Olía a gasolina, no podía moverme, pues unos tablones de madera me aprisionaban el cuerpo. Sólo conseguía gritar de terror mientras veía como las llamas devoraban todo lo que me rodeaba.
No podía respirar, me lloraban los ojos y el humo densísimo me cegaba. Me ahogaba y tosía notando como se me nublaba la vista. Simplemente decidí aceptar mi destino y dejé de luchar. Solo esperaba que mis padres estuvieran bien. Todo eso era mi culpa, no quería vivir más en un mundo así. No aquí con Andrew, el chico al que tanto había querido y que ahora me aterraba.
La luz del sol acarició mi cara cuando recobré la consciencia. Encontré la mirada de un chico rubio al que no conocía, que me rodeaba con sus brazos, llevándome a duras penas a través del bosque. Olía a hollín y estaba lleno de ceniza. Cuando bajó la mirada y me vió sonrió, aunque sus lágrimas empapaban mi magullado rostro.
—Me gustan mucho tus ojos —dijo el chico con la voz quebrada.
—A mí los tuyos también. —Nunca antes había visto una mirada de un azul tan intenso.
—¿Te olvidarías de ellos? —La pregunta salió más como una súplica.
"Nunca" quise responder, la conversación me sonaba, como si la hubiera visto anteriormente en una película cursi de esas que le gustaban a Leia. Pero no pude pronunciar palabra alguna ya que no estaba en sus brazos, si no rodando a través del pasto.
Miré al chico que me había salvado y segundos después cayó al suelo, desplomado. Ahogué un grito en el momento preciso en que el chico de cuerpo tatuado se inclinó sobre él, clavándole un cuchillo y haciendo un tajo profundo a lo largo de su torso, llenándolo todo de sangre.
—Te dije que no te metieras en mis asuntos, hermanito. Y no solo me intentas robar lo que me pertenece, si no que traes a sus padres para quedar tú como el bueno, el héroe.
Cuando clavó sus ojos sobre mí lo supe. Era la siguiente. Me levanté a duras penas y empecé a correr.
No podía seguir el ritmo, mi cuerpo no daba para más. Él me seguía a escasos metros y si me atrapaba sería el fin, mi fin.
—Te mataré hija de puta.
Su voz resonaba por todo el bosque y los pájaros volaban de forma errática, asustados y graznando.
—Si no es conmigo no es con nadie, recuérdalo Alyson.
Cuando salí a la carretera me choqué con un coche que paró en seco justo antes del impacto. Me abrió las puertas, dejándome subir mientras el conductor y su acompañante se bajaban.
Era la policía. Un montón de coches acorralaban el lugar, obligando al chico a punta de pistola a tirar el cuchillo. Cuando vi sus ojos azabaches a través del retrovisor pude recordar su nombre.
Andrew Collins, mi primer y casi último amor. ¿Primer?
Un único disparo que retumbó por todo el lugar antes de que él cayera de forma seca sobre el asfalto.
Todo había acabado.
Ya en el hospital, entre sedantes, escuchaba incoherencias. Hablaban del estado crítico en el que se encontraba el adolescente lleno de pequeñas quemaduras y con una gran herida que había entrado a la cabaña, para ¿salvarme?
Cuando varias personas entraron a mi habitación los miré con el ceño fruncido. Mis padres habían llegado antes que la policía y para cuando los bomberos consiguieron extinguir el fuego, solo habían rescatado sus cuerpos calcinados. Todo parecía un infierno distorsionado, mis padres... No podía ser.
—¡No! —grité—. ¡No es cierto!
—Se encuentra en un estado demasiado crítico para escuchar los infortunos de los que estáis hablando. —La enfermera intenta echar al duo trajeado que se encuentra en la habitación blanca y llena de cables—. No podrá seros de ayuda ahora mismo, así que no la presioneis.
No podía serlo. No podía ser verdad. No me imaginaba un mundo sin la sonrisa de mi madre, feliz, mientras preparaba bizcocho de limón, mi favorito. Ni donde los gritos de mi padre inundaran el salón mientras veía un partido de fútbol. Era mentira, tenía que serlo.
Quedé en shock después de luchar e intentar zafarme de los enfermeros que me inmovilizaban.
¿Qué hacía en el hospital? ¿Qué había pasado? ¿Por qué todo olía a humo?
Noté como me pinchaban con una jeringuilla e introducían un líquido en mi vena, ¿por qué? Segundos después me dormí y al despertar, no recordaba absolutamente nada.
¿De quién son esos ojos azules?
—Nunca... —susurré para mí misma antes de volver a quedarme dormida.
Escucho la voces de Leia y de Matthew como si estuvieran a kilómetros mientras todo se sume en una completa oscuridad.
Y hasta aquí llega "Apuesta, ¿conseguida?".
En este punto quiero aclarar un par de incógnitas que seguramente os han perdido un poco:
Alyson soñaba en primera persona hasta que llegó Matt, se metió tan dentro de ella (ahora sabemos la razón), que su mente empezó a despersonificarla para que los acontecimientos no los sintiera propios, de ahí que algunos sueños o recuerdos se narren en tercera persona.
Hay muchas cosas que han quedado en el tintero y no puedo adelantar, pero todo se aclarará en "Después de la apuesta" como la razón por la cual Alyson no ha sido capaz de recordar a Matthew.
Gracias a todos los que habéis llegado hasta este momento y caminado en la larga y ardua recuperación de los recuerdos de Alyson.
Esta historia surgió en el 2016 a raíz de dar sentido a la letra de "Amnesia" de 5 Seconds Of Summer, la canción aquí añadida.
Me encantaba imaginar escenarios ficticios donde lo malo cantado tuviera otro punto de vista no tan simple. Quería dar sentido a por qué si todo era real, la chica estaba tan bien y él no. Amnesia.
Nos vemos en "Después de la apuesta", donde Matthew será el encargado de narrar los años previos al regreso de Alyson, así como los posteriores.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro