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5. Recuerdos fragmentados

"¿Quién dice que los sueños y las pesadillas no son tan reales como el aquí y el ahora?"

-John Lennon

Mis ojos grises escudriñaban cada rincón de aquel bosque nevado mientras el vaho visible se disipaba lejos de mis pulmones. Aquel camisón rojo no me protegía del frio, mis mejillas sonrojadas y mi piel más pálida de lo normal se entumecían, haciendo pesada cada pisada que mi congelado cuerpo no conseguía dar. En aquel páramo reinaba un absoluto silencio, ni pájaros, ni siquiera el ruido de las hojas zarandeándose de manera brusca por el rugido inaudible del viento feroz. Solo percibía el sonido de mi agitada respiración y hasta el de la sangre recorriendo mis venas. Todo se tornó oscuro, quitándome la visibilidad mientras abría los ojos de par en par, llena de pánico y rodeada de negro.

Lo sabía, lo sentía en cada célula de mi congelado cuerpo. Me había encontrado. Corrí en linea recta de mala manera, intentando que mis pies no se hundieran en la espesa y abultada nieve, pues si caía habría perdido. Solo era una presa asustada huyendo del depredador. Algo me empujó con brusquedad, yendo de cabeza hacía el suelo, y antes de poder levantarme, cuando me giré, lo único que llegué a atisbar fueron sus azabaches ojos llenos de ira y rencor, aquellos de los que una vez me llegué a enamorar.

El sonido del despertador me devuelve a la realidad. Llevo la mano a mi pecho, intentando apaciguar mi desbocado corazón mientras me susurro a mí misma que solo ha sido un mal sueño, una pesadilla. Me incorporo con dificultad, me duele cada músculo del cuerpo.

Es un día perfecto para quedarme en la cama otro rato más, pero tengo clases y también una apuesta que ganar. Me muerdo el labio evitando una sonrisa, después de todo la fiesta no ha ido tan mal como esperaba. Aunque Matthew me parece un gilipollas de manual, ahora tengo más claro que quiero destrozarle, de la misma manera que hizo con Leia.

Observo la chaqueta que yace sobre el respaldo de la silla del escritorio y una media sonrisa al final aparece en mi rostro, recordando la noche anterior bajo el cielo estrellado. Me acerco a ella, dejando que mis dedos se deslicen por la tela suave que aún conserva su olor y respiro hondo, intentando volver al frente de la hoguera mientras canta como si fuese el ser más puro de la tierra. Niego con la cabeza y suspiro, agarrando la chaqueta y bajando a toda prisa hacía el salón, donde me calzo mis deportivas y me pongo la mochila.

¿Estamos los dos jugando al mismo juego?

Una vez llego al instituto busco al alto con la mirada. Por la mañana había desayunado con Leia en una cafetería, contándole los avances —quizá imaginarios— que había hecho en el plan, así como la conversación de esos dos chicos. Ella ha llegado a la conclusión de que yo soy algún tipo de apuesta y por eso está siendo tan atento y amable conmigo. Aparte de que ningún chico se me ha acercado para hablar o intentar algo, cosa que es normal si el popular del instituto te tiene en el punto de mira. Matthew no es un chico que busque a chicas, ha tenido pocas novias y tampoco es un mujeriego. Todo es tan extraño, ¿por qué entonces había aceptado una apuesta así si la perjudicada iba a ser Leia? ¿Y qué es lo que yo aún no sé?

—Friki. —Pego un brinco ante el susurro de Matt—. Deberías dejar de andar en las nubes, cualquier día te vas a dar de bruces contra algo.

Le doy un manotazo en el brazo al chico por asustarme, lo que provoca que se desternille de risa.

—Toma —digo de mal humor mientras le tiendo la chaqueta.

Él la sostiene, poniéndosela luego y me mira torciendo la cabeza.

—Me das curiosidad.

—¿Por? —pregunto divertida mientras parpadeo—. No soy un alienígena ni nada por el estilo.

—Eres rara. —Chasquea la lengua—. Pero en el buen sentido.

Arrugo la nariz perpleja. Primero friki y ahora rara, desde luego Matt sabe como llamar la atención de las chicas. Cuando suena la alarma que indica el comienzo de la primera hora de clases, intento zafarme de él, pero me sigue. Por desgracia vamos juntos a la misma clase. ¿No tiene amigos a los que molestar o joderme cada mañana va a ser su pasatiempo hasta que acabe el curso? Gruño pensando en esos ojos azules y en su actitud cercana. No puedo evitar chasquear la lengua pensando que soy algún tipo de juego para él. Pues lo lleva claro, porque él es mi presa ahora mismo y le voy a destrozar tan lentamente que ni cuenta se va a dar.

—Alyson por favor. —Escucho la voz de la profesora, bastante molesta, por lo que debe de haber repetido mi nombre en varias ocasiones—. ¿Puedes leer el poema que elegiste para hoy?

Me pongo de pie cuando hace un gesto para que me acerque, con el papel de cuadros en mi mano y exponiéndome delante de todos. No aparto la vista del folio que sujeto con excesiva fuerza en ningún momento.

—He elegido "Quiero creer que estoy volviendo", de Mario Benedetti.

—Buena elección y muy gran escritor —opina mientras se apoya en la mesa y me lanza una mirada por encima de sus caídas gafas —. Adelante, cuando quieras.

Carraspeo, tomando aire y soltándolo poco a poco. Solo es una clase llena de adolescentes, no el fin del mundo, no debería sentir nervios y mucho menos pánico.

—"Vuelvo / quiero creer que estoy volviendo

Con mi peor y mi mejor historia

conozco este camino de memoria

Pero igual me sorprendo.

»Hay tanto siempre que no llega nunca

tanta osadía tanta paz dispersa

tanta luz que era sombra y viceversa

y tanta vida trunca.

»Vuelvo y pido perdón por la tardanza

se debe a que hice muchos borradores

me quedan dos o tres viejos rencores

y sólo una confianza."

[...]

Cuando acabo la gente me aplaude y sonrío mirándolos rápidamente. Tengo un ligero hormigueo en las manos, que me sudan levemente. Todo el mundo mantiene sus ojos en mi persona, todos menos Matthew, que agacha la cabeza mirando la libreta en su pupitre, con la vista perdida y ausente.

—¿Puedes explicar qué significa este poema para ti y por qué lo has elegido?

—Podría tratar de alguien que solo espera una segunda oportunidad. —Matthew levanta la cabeza cuando empiezo a hablar—. Alguien a quién por fin se le ha dado la ocasión de redimirse y empezar de nuevo. —Me encojo de hombros, quitándole importancia—. Lo he elegido porque me gusta mucho el escritor y no podía traer el típico "No te rindas".

Río nerviosa antes de que me de permiso para volver a mi asiento y casi corro hasta mi pupitre, hundiéndome en él y tratando de olvidar un miedo escénico que no sabía que tenía. La gente sigue pasando, leyendo sus poemas y explicando, a tono de burla por que eligieron ese y no otro.

—¿Matthew?

Miro al chico cuando no se levanta para exponer, que se limita a cerrar la libreta y cruzarse de brazos, pasando la lengua por sus labios en una expresión de fastidio.

—No lo he hecho —responde, lo que provoca un suspiro por parte de la profesora.

—Y así inauguramos el primer cero de la clase, sigue así.

Los compañeros carcajean mientras el se muerde el labio, maldiciendo en voz baja.

Después de dos clases más, finalmente llega el merecido descanso. Camino a través del amplio patio y me desplomo en el césped recién cortado, que huele a tranquilidad y paz, alejado del resto de gente. Extraigo un par de galletas y un libro de mi mochila. Mientras muerdo una galleta, abro el libro por el marcapáginas, intentando aprovechar al máximo los quince minutos de recreo.

—Me has robado mi poema —murmura Matt malhumorado cuando se sienta a mi lado, mirando a los chicos que juegan al fútbol.

Levanto una ceja y alzo la cabeza. Tiene las manos entrelazadas sobre las rodillas y la expresión de enfado que observé en clase sigue tatuada en su rostro. Me rasco la nuca y cierro el libro, no sin antes volver a poner el marcapáginas.

—¿Por qué no lo has dicho entonces?

Me mira como si acabara de decir la estupidez más grande del mundo, pasándose la mano por el pelo y me roba una galleta, a lo que me quejo.

—Porque entre todos los putos poemas que podríamos haber elegido, hemos escogido el mismo. —Chasquea la lengua—. Paso, prefiero que me suspenda la vieja amargada esa.

Arrugo la frente, incrédula. Se mete la galleta entera en la boca y se levanta, negando con la cabeza volviendo a posar los ojos en el grupo de chicos que juegan a hacerse regates con la pelota en el extremo.

—¿Por qué elegiste ese?

Tuerce ligeramente el rostro cuando está de espaldas, sopesando la pregunta.

—Creas o no, por la misma razón que tú.

Veo su silueta mientras se aleja a paso ligero para unirse a patear el balón y suspiro. Si alguien hubiera elegido el mismo poema que yo, seguramente me habría sorprendido, pero de todas formas lo habría dicho antes que recibir un cero claramente inmerecido.

¿Quién eres Matthew Hemmings?

https://youtu.be/yK4odDcIUL0

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