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49. Revelación robada

"Descubrir una verdad amarga es preferible a vivir en una mentira dulce."

-Alexandre Dumas


—Espera aquí, ¿vale? —Matt deja un beso en mi frente sin separar su vista de la pantalla del móvil.

Parece preocupado.

Voy a reprochar pero ya está demasiado lejos, por lo que me incorporo.

La fiesta empieza a pesar, la gente baila borracha de un lado al otro, desinhibida, mientras la música retumba por toda la estancia. Decido ir a la cocina a por algo para beber y opto por la tranquilidad del jardín nuevamente, donde me dejo caer en el césped y contemplo el cielo estrellado.

Una sonrisa ilumina mi rostro al recordar cada facción de Matthew y las emociones que agitan mí corazón, causándome un sinfín de suspiros y mejillas sonrosadas.

—Alyson —. La voz de Paul interrumpe mis pensamientos.

Verle parado delante de mí hace que revoque la primera vez que había sido consciente de su presencia, aquella en la que me echaron de clase y me arrebató el libro de las manos.

Su mirada triste y su mandíbula tensa me estremece, haciendo que rememore el comportamiento errático de Leia y lo mucho que me habían decepcionado sus palabras.

No lamento que él lo haya escuchado, al contrario;  creo que es necesario para hacernos entender que Lei no es un pájaro y mucho menos alguien sincero.

—Necesito hablar contigo.

Su tono es una mezcla de rabia y determinación, por lo que abro los ojos con sorpresa y confusión.

—Sí, claro, dime.

Mira hacia los lados, nervioso, mientras se pasa la mano por el pelo con efusividad.

—Aquí no. —Niega con la cabeza —. Vamos a un sitio más tranquilo, tengo que mostrarte algo.

Le sigo por el interminable pasillo que me se de memoria, y cuando le veo sacar las llaves de colores de su bolsillo me muerdo el labio, dejando que la incertidumbre se apodere de mí.

Al entrar en la habitación el aroma suave y cálido de Matt invade mis fosas nasales. Observo el sillón y las guitarras puestas estratégicamente encima de él.

—Te traigo aquí para explicarte por qué lo hice —Paul habla con rapidez —. Sé que la he cagado, y quiero pedirte perdón de antemano.

—¿De qué hablas Paul? —Frunzo el ceño mientras me acerco a la guitarra acústica, tocando una de sus cuerdas.

—Yo fui el que te mandó los mensajes anónimos.  —Sus palabras me congelan, haciendo que quede inmóvil —. Pero solo quería ayudar, de verdad nunca buscaba hacerte daño, solo pretendía hacerte recordar y que todos pudiéramos llevar una vida normal. Hay secretos que aún no conoces y no son como crees. Nunca lo han sido.

Al ver que no contesto se acerca a mí, pero lo esquivo posicionándome en una esquina, lo más alejada posible de él, sin ni siquiera mirarle.

—La he fastidiado. —Suspira —. Me he dejado llevar por el odio y he acabado haciéndote sufrir, lo sé. Pero tenía que decírtelo, no puedo seguir ni un día más con las mentiras y mucho menos cargando con la culpa de decidir que unos mensajes de mierda eran la mejor opción para que descubrieras la verdad. Sé que es tarde pero solo...

Camina hacia la estantería y agarra la caja que reconozco al instante.

—Ábrela.

No reacciono a sus palabras, mi cuerpo no me pertenece.

—Sabes que esta caja pertenece a Matt, ¿verdad? Contiene recuerdos suyos, momentos especiales que pretende guardar para siempre. Pero también...

Abre la caja con lentitud, rebuscando hasta que da con lo que busca, tendiéndomelo después. No hace falta que preste mucha atención a lo que es, ya que conozco el objeto de memoria.

Lo agarro con  fuerza y desaparezco,  dejando a Paul solo con sus actos retorcidos.

Es ella.

Escucho murmullos y susurros mientras me hago paso entre la multitud,  intentando encontrar a Matt con la mirada,  pero sin resultado.

Tampoco aparece Leia.

La ex de Andrew.

Sigo buscando desesperadamente mientras el objeto que me ha dado Paul hace escasos minutos se hace cada vez más pesado entre mis manos. Los rostros de la gente se vuelven cada vez más brillantes mientras me miran de forma acusatoria. No puedo escapar de la agonía que ha provocado Paul en mí y mucho menos de la gente que ya parece conocerme y me miran como si de un proyecto de ciencia tratase.  Al llegar a las escaleras observo su final antes de cerrar los ojos, intentando encontrar un momento de tranquilidad donde poder procesar lo que acaba de pasar.

Sabía que esto pasaría, tarde o temprano. El precio que tengo que pagar por la verdad es que el resto del mundo también la sepa. Un dolor se incrusta en mi caja torácica. El miedo devora mis entrañas y mis pensamientos palpitan de forma intermitente, llenando toda mi cabeza de un blanco sin resolver. Aguanto la respiración disipando la aflicción de los recuerdos inconclusos que no consiguen despertar o salir de la jaula en la que están retenidos desde hace tanto tiempo.

Al cabo de varios minutos sujeto decidida la barandilla, haciendo acopio de valentía y obligo a mis piernas débiles a subir el trayecto de escalones que me llevarán a obtener la verdad. 

Por fin.

¿Estoy preparada? Y si es así, ¿por qué tengo tanto miedo?

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