46. Convertida en azul
"Tú pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea, me parece en el cielo de la tarde
una perdida estrella".
-Gustavo Adolfo Béquer
Matthew me carga en hombros mientras sujeta mis tacones en la mano derecha. Yo me dedico a rodearle el cuello con los brazos y a dejar suaves besos en su cabello alborotado de vez en cuando. Estoy feliz y me siento plena.
Nunca había imaginado que pudiera experimentar esto. Mi primera y única experiencia de amor, aunque algo difusa, no era nada comparado a esto que siento tan dentro. Un fuego que crece en lo más profundo de mi corazón y se extiende quemando de una forma nada dolorosa cada vena y articulación que me construye, haciéndome sentir viva. Un tornado de emociones que me borran lo negativo del pasado, haciéndome creyente y merecedora de esa sonrisa brillante y perfecta cada vez que posa sus azulados ojos en mí. Nado a la deriva de su mirada, sin miedo a hundirme, acariciando los sedosos rayos de sol que posee como cabello, sabiendo que no necesito nada más.
En apenas unas semanas ha apaciguado mi órgano palpitante y mis pesadillas más oscuras, cantándome y acompañando nuestras noches solitarias de una melodía a guitarra. Andrew ya no está y aunque vuelva sé perfectamente que ya estoy preparada para saber la verdad, sin que lo peor me dañe en absoluto. Todo con Matthew lo siento primerizo, como si nunca antes mi ser hubiera pertenecido a otra persona. Mi primer beso, mi primer paseo agarrada de una mano firme, mi primer "Te quiero" y mi primera pareja. Es él, y solo él. No hay cabida para nadie más en mi fragmentado cerebro. No desde el día en el que su dulce voz se dirigió a mí.
Aunque todas las miradas se posaran en el torso del rubio en el baile, eso no le había desanimado y mucho menos opacado la luz tan brillante que solo él posee, como si fuera ajeno a todo murmullo e indiscreción que cargaron el momento en el que presenciaron su cicatriz, visible a través de la camisa trasparente que lleva.
Trazos de la noche vienen a mi cabeza, aquellos en los que mi vista no estaba completamente absorbida por el chico de mirada oceánica que me carga en este momento.
Leia estaba deslumbrante mientras bailaba abrazada a Paul, cosa que me indicó que estaba enamorada de él, tal y como me había confesado anteriormente. Pero la forma de sonreírle y quedar prendada de los ojos verdes del pelirosa me produjo un sentimiento extraño que intenté disipar. Lei siempre había estado enamorada de él. Y dado que mi sospecha hacía la apuesta falsa de Matthew era cierta, solo podía imaginar en que otras tantas cosas me ha estado mintiendo. Sobretodo cuando algo en su expresión mientras Paul besaba su mejilla no me convencía en absoluto.
Suspiro. Aunque intente enfadarme con ella no puedo. Es mi mejor amiga y mi confidente. Mi redactora de cartas rosas llenas de besos carmesí que ningún día faltó en mi vida a pesar del tiempo y la distancia. La única que ha permanecido a mi lado después de todo.
¿La única?
Escucho la voz dulce de Matt llamándome, pero mi mente está en tan completo caos ahora mismo que no puedo hacer caso a lo que me dice. Fragmentos inconclusos de mi pasado se agolpan en ella, sin sentido y sin razón, como si intentaran traspasar las verjas negras en las que se encuentran encerrados bajo llave.
¿Por qué se había inventado un romance irreal con Hemmings y por qué había permanecido tanto tiempo distanciada de Paul? Nada, absolutamente nada, tiene sentido. Y me aterra el hecho de que el rubio también forme parte de esto que no llego a comprender. ¿Nuestro repentino intento de amor también es ficticio?
Abro mis ojos con sorpresa, sabiendo que la respuesta yace en todas y cada unas de las cartas que me había mandado Leia en el pasado. Si vuelvo a leer el interior de cada sobre, podré darle otra perspectiva a todas las dudas e incongruencias que atesoro dentro desde hace tanto tiempo, encontrando las respuestas que con tanto esmero me intentan ocultar, o al menos, gran parte de ellas.
—Friki. —El rubio me deja en el suelo con delicadeza y me observa con el ceño fruncido —. Si no sacas las llaves del bolso no podemos entrar.
Acaricia mi rostro con suavidad y cierro los ojos ante su tacto, avergonzada por no haberle prestado atención en todo el camino. Aunque en su rostro refleja que no le importa, su mirada está cargada de preocupación, como si pudiera leerme la mente.
—Estaba en las nubes. —Río sutilmente agarrando su mano y apretándola con fuerza.
—El mundo real suele ser más bonito que los pensamientos que nos ahogan a diario —susurra dejando un beso en mi mejilla mientras rebusco en mi bolso, encontrando las llaves por fin.
Una vez dentro subimos las escaleras hasta mi habitación, donde le pido a Matthew en un puchero que me ayude a quitarme el vestido. Él accede acercándose a mi espalda con una expresión pícara en el rostro que contemplo perfectamente bien desde el espejo, y cuando mi vestido cae sobre mis pies sus pupilas se ensanchan, dejando en segundo plano ese azul tan característico y desliza sus dedos con suavidad a través de mis brazos y espalda. Noto pequeñas descargas eléctricas en el circuito que sus yemas han decidido tejer en mi piel erizada y echo el cuello hacia un lado para dar paso a sus labios húmedos, sin dejar de besar ni un solo segundo cada parte de mi cuerpo, como si pudiera curar cada rincón que en un pasado estuvo herido. Abro ligeramente la boca, enredando mis dedos en su cabello y cerrando los ojos, disfrutando las pequeñas mordidas que va haciendo en mi clavícula, succionando con suavidad. Beso su mano mientras me pego a él, acomodándome para sentir mejor como su miembro se abulta debajo de sus pantalones, rozando mis espalda. Sus manos acarician esta vez mi vientre, por lo que las sujeto para subirlas a mis pechos, que aprieta con fuerza, dando pequeños pellizcos en mis pezones. Contemplo su mirada fija en mí a través del espejo y suelto un pequeño gemido que me hace sonreír al notar su respiración más pesada. Doy media vuelta, tirando del cuello de su camisa con urgencia para poder unir nuestras bocas. Besos lentos y ruidosos que hacen que el mundo se desvanezca como si solo existiéramos nosotros mientras su aliento se fusiona con el mío y mis manos se vuelven a enredar en su cabello para profundizar más el beso, como si pudiera acercarlo más a mí. Su sabor es reconfortante y adictivo, una mezcla de Jäger y menta que se entrelazan en mi boca al buscar su lengua con la mía en un baile lento que no quiero que nunca acabe. Camino empujándolo unos pasos para tirarle en la cama y me pongo a orcajadas encima de él, apartando rápidamente mi pelo a un lado.
—¿Estás segur...?
No dejo que termine. Necesito urgentemente sentir sus finos y suaves labios para volver a pasar la lengua por su aro antes de morder su labio inferior con delicadeza. Posa sus manos en mi trasero y lo aprieta con fuerza mientras deslizo mis palmas por la tela vaquera de sus muslos hasta llegar al cinturón, que desabrocho lentamente. Hago lo propio con su pantalón, rozando su miembro y suelta un gruñido, dejándome a un lado y poniéndose de pie. Se quita los pantalones con dificultad mientras se muerde el labio, seguramente maldiciendo su tardanza cuando se le complica abrir el condón y clava sus ojos en mí, agarrando mis piernas y tirando de ellas para dejarme en el borde de la cama. Desliza mi tanga de encaje cuando levanto las caderas hasta mis pies y se inclina sobre mí. Siento el aire frio de la noche mezclado con su respiración agitada y cálida, así como el roce de su nariz en mi entrepierna antes de que su lengua recorra todo mi interior. Ahogo un gemido y me tapo la boca, pero él vuelve a erguirse y me observa de una manera que me hace sentirme una diosa.
—No te contengas Alys —su voz es ronca—. Quiero escuchar como gimes.
Su tono y sus palabras me ponen todavía cachonda. Cuando vuelve a enterrar su cara entre mis piernas y empieza a comerme tengo que aferrarme a las sábanas con fuerza, retorciéndome de placer y arqueando la espalda de vez en cuando. Seguramente cuando hablan del cielo se refieran a esto, porque si no no lo entiendo. Cuando se separa abre y cierra la boca, pasándose la lengua por los labios como si estuviera degustando su helado favorito. Sube lentamente hasta mi boca, pasando la lengua desde mi vientre hasta mis pechos, donde se detiene a hacer círculos con la lengua en mis pezones erectos antes de volver a encontrarse con mi boca.
—Eres preciosa —susurra antes de besarme como si no hubiera un mañana.
Su miembro, bastante grande y grueso, roza delicadamente mi zona y muevo mis caderas a modo de súplica para que se introduzca en mí, levantando una de mis piernas y enrollándola en su cintura. Me la introduce lentamente, entrelazando una de mis manos con la suya y las lleva por encima de mi cabeza. El roce de sus cabellos rubios me hacen cosquillas en la frente mientras mueve sus caderas de adelante atrás y de izquierda a derecha con suavidad, procurando no hacerme daño. Gimo y él también lo hace, aumentando el ritmo y dándonos besos que acaban en mordidas de labios algo fuertes. Pongo mis manos en su espalda y me agarro a esta con fuerza, clavando las uñas mientras mis músculos se tensan. Matt aumenta todavía más el ritmo y me deshago al rededor de su miembro, que palpita rozando mis paredes.
Por fin soy azul.
Acurrucada en su pecho, notando como este sube y baja, recobro el aliento pausadamente, acariciando la cicatriz de forma lenta, admirando cada facción de su rostro. Me deja un tierno beso en la frente, con los ojos impregnados en un brillo esperanzador.
—¿Podemos ser sinceros? —susurro en un hilo de voz mientras me incorporo para ponerme el pijama.
—Claro friki. —Se revuelve el pelo, pasándose la lengua por el piercing —. ¿Qué pasa por esa cabecita tuya?
Me siento en el borde de la cama y cruzo las piernas cuando él se acerca, cambiando su semblante a uno mas serio.
—¿Nos conocemos? —Hace una mueca, sin comprender.
—Claro que nos conocemos Alys, por algo estamos así, ¿no crees?
—Me refiero a antes de venir... —bajo el tono de voz, incapaz de mirarle a los ojos.
—Hasta el día en el que casi me partes la cara en los pasillos no sabía nada de ti.
—¿Y por qué Leia me mintió? —pregunto apretando la mandíbula.
—Friki. —Posa su mano en mi barbilla y levanta el mentón —. ¿A qué te refieres?
Gruño y cierro los ojos, levantándome y dándole la espalda.
—Yo antes vivía aquí —comienzo —. Hace dos años, era una adolescente de con bastantes granos en la cara —bromeo —. Pero no recuerdo casi nada de aquello y lo que sí, es malo.
Noto su cuerpo a mis espaldas, rodeando mi cintura con sus brazos.
—No hace falta que hables de esto si no quieres, princesita. —Apoya su barbilla en mi cabeza.
—¿No te sorprende? —Paso mis dedos por sus nudillos.
—Lei ya me comentó algo —pronuncia sincero —. Exactamente lo mismo que me estás diciendo tú, ni más ni menos.
Me giro rápidamente para mirarle a la cara.
—¿Qué?
—Venga. —Chasquea la lengua —. No te enfades con ella. Al final sólo quiere protegerte de tu... ¿pasado?
—Pero....
—Dijo que haríamos buena pareja y que la única manera de que te fijaras en mí era con una estúpida apuesta.
—¿Y Paul?
—No sé qué pasó con ellos, lo que sí que no terminaron bien. No me preguntes por qué no quiso comentarte nada, tampoco puedo hablar de ello.
Poso mi vista en sus zapatos, recordando los ojos vidriosos del rubio en cada ocasión que se acercaba a mi.
—Y... —Me muerdo el labio, cambiando de tema —. A veces tengo pesadillas difusas con lo que ocurrió, pero tú me sueles rescatar de ellas.
—¿Yo? —Carcajea, pero al ver que lo fulmino con la mirada suspira, revolviendo mi cabello —. Siempre te voy a salvar, Alyson.
Por alguna extraña razón empiezo a sollozar, no me esperaba para nada esa respuesta. Me vuelve a abrazar con fuerza, dejando que hunda mi rostro en su pecho. Antes de separarme dejo un beso en su cicatriz y levanto la vista para encontrarme con sus ojos, los cuales tiene cargados de lágrimas.
—Gracias Matt. —Sonrío limpiando sus mejillas —. Gracias por hacer que mi corazón vuelva a latir.
Él niega con la cabeza.
—Eres tú la que siempre me ha dado un propósito cuando me he encontrado perdido. —Se muerde el labio, jugueteando con su piercing—. ¿Qué tal si bajamos y vemos una película?
Asiento con la cabeza rápidamente, lo que le hace reír y me levanta del suelo, cargándome sobre sus hombros cuando empieza a caminar, haciendo que grite entre carcajadas mientras me baja por las escaleras.
Eres increíble Hemmings. No te quepa duda de ello.
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