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4. La no tan maldita fiesta

"La música es el tipo de arte que está más cerca de las lágrimas y la memoria."

-Oscar Wilde


Acompaño al chico por infinitos pasillos, fijándome en las paredes, las cuales están abarrotadas de fotos de un Matthew mucho más pequeño con sus padres. Me llama la atención un diploma enmarcado y me detengo de manera curiosa: "MEDALLA DE HONOR ILUSTRE COLEGIO DE ABOGADOS AL TURNO DE OFICIO Dña Annie Collins en reconocimiento a su labor, dedicación y desvelos profesionales".

Collins, se me hace conocido ese apellido...

¿Vas a quedarte ahí toda la noche? —pregunta alzando una ceja y le vuelvo a seguir el paso, hasta que llegamos a una puerta cerrada.

Saca un llavero repleto de llaves de distintos colores, buscando hasta que da con la indicada y abriendo segundos después. No me he dado cuenta de lo grande que es la casa hasta que giro mi cabeza, viendo el largo pasillo detrás nuestra.

Típico, niño de papá y mamá mimado que no sabe lo que es la vida. Frunzo el ceño cuando su voz me devuelve a la realidad.

—¿Entras o qué?

No dejo que me lo repita, acelerando, y una vez dentro, entorna la puerta. Se agacha frente a una nevera mientras curioseo rápidamente la habitación. Está plagada de luces que cambian de color, y un escritorio con ordenador ocupa gran parte del espacio. En un pequeño sofá gris mullido reposa una guitarra española, y otra eléctrica la acompaña. Varios libros se amontonan en una estantería a lo que intuyo que a él también le gusta la lectura.

—Es mi lugar de paz. —Me extiende un zumo de manzana con uva—. Es lo único que queda.

Le sonrío con amabilidad cuando lo agarro, agradeciéndole después. Matt abre ligeramente los ojos, sorprendido ante mis palabras, pero me sonríe de vuelta, algo que hace que me enfade ligeramente. ¿Este es Matt cuando está solo o es una ilusión? ¿Es este al que conoció Leia?

Cierra una libreta que descansa en el suelo, mirándome de reojo conforme la deja en una de las estanterías. Se pasa la mano por el pelo cuando gira sobre sus talones, rotando su cuerpo en mi dirección.

—Si no me dices tú nombre tendré que seguir llamándote friki.

—Puedes llamarme Alyson.

Pongo los ojos en blanco ante su expresión. Aquí está de vuelta el egocéntrico con aires de superioridad.

—Alys... —Frunce el ceño una milésima de segundo cuando mi expresión cambia repentinamente.

Nuevamente me quedo paralizada mientras las imágenes se agolpan en mi cabeza, como si de un view-master se tratase.

Hace dos años

Alys —me susurró Andrew, zarandeando mi cuerpo, haciendo que poco a poco recobrara la consciencia—. Joder Alys, que susto me has dado, pensaba que te me ibas.

Miré al chico por un instante, antes de notar algo frío en mi cara. Me llevé los dedos temblorosos a la nariz, de la que no dejaba de brotar sangre.

Menos mal solo ha sido un mal viaje —añadió, tumbándome en la cama y acariciando mi pelo—. No sé qué haría sin ti.

Estaba aturdida y no recordaba nada de lo sucedido, pero esas palabras fueron suficientes para que no le diera importancia. Tenía el cuerpo entumecido y apenas notaba la boca, que parecía no pertenecerme. Pero estaba feliz. Nadie iba a separarme de Andrew, ni siquiera mis padres, esto era amor, y él no me estaba llevando por ningún camino oscuro. Solamente yo lo había decidido. Nadie iba a arrebatarme lo que habíamos creado. Era el único me comprendía, y solo él me quería y me necesitaba.

Los recuerdos, nítidos y vívidos, se entrelazan con fantasías y temores, formando un caos que amenaza con consumirme por completo. El pasado me martillea la cabeza, recordándome los fracasos no superados, así como también señalando las heridas que aún no he cicatrizado. Cierro los ojos con fuerza, intentando ahogar el torrente de pensamientos, pero es inútil. Me siento atrapada en un laberinto, incapaz de encontrar una salida. Sin embargo, en medio de la fractura con la que acostumbro a vivir desde hace algún tiempo, una luz tenue comienza a brillar, una chispa de esperanza que se niega a apagarse. La apuesta.

—Veo que te gusta divagar en tus pensamientos. —Incide Matt, ya sujetando el pomo de la puerta, por lo que me apresuro a salir mientras juego con el pequeño envase.

—Por cierto. —Guarda las llaves en su bolsillo después de cerrar—. Me llamo Matthew, aunque seguramente ya lo sepas.

Algo en la situación le divierte, pero cuando empieza a caminar de regreso a la fiesta con las manos metidas en los bolsillos le sigo con torpeza. ¿Está siendo amable conmigo? Me da igual lo que pretenda. No voy a caer en su juego como hizo Leia.

—Ella es Alyson. —Me presenta cuando llegamos al jardín, sentándonos en los pequeños sofás dispuestos en círculo al rededor de la fogata.

Sonrío de manera corta, acomodando mi vestido y bebiendo del brick a pequeños sorbos. Noto como la gente me analiza y mi paranoica cabeza solo espera que nadie me reconozca. Ese miedo siempre va a estar presente.

Yo ya no era Alyson Williams, la había enterrado esa noche, como a todo mi pasado, y nadie podría relacionarme con aquella persona que a día de hoy es una extraña para mí. Ahora soy Alyson Smith, y las fiesta, el alcohol y los problemas no me llaman la atención, juré nunca más volver a hacerlo.

Escucho atentamente problemas ajenos de gente de la que no me sé el nombre o si me lo han dicho, no me acuerdo. Algunos bromean y hacen retos. Matt se encuentra como yo, impasible hacia el resto cuando su mirada se topa con la mía y me guiña un ojo, a lo que me fuerzo por reprimir una risa. Entonces abre de par en par sus océanos azules antes de sacarme la lengua, consiguiendo una pequeña carcajada de mi parte. ¿Es mi imaginación o realmente aquel chico rubio está intentando que me sienta cómoda en su fiesta, a la que, añadiendo, nadie me ha invitado? Quizá simplemente es la curiosidad de la chica extraña, el morbo de ser el primero en cualquier pacto estúpido de ver quién acaba tirándose a la nueva y divulgar el rumor por todo el instituto, como si fuese la conversación más entretenida que puedan tener sus vacías y aburridas vidas mientras señalan con el dedo a, lo que ellos llamarían, otra fácil más.

Noto demasiado interés por parte del resto, preguntas y más preguntas para las cuales tengo respuesta. Una historia bastante bien montada y estudiada que me he aprendido durante el transcurso previo al comienzo de clases. Toda una vida inventada, y sin ninguna laguna que haga dudar de mi palabra.

Matt carraspea mientras agarra la guitarra que le ofrece un amigo. Todos los presentes guardan silencio mientras le miran con atención, algunos incluso aguantando la respiración. No entiendo nada, pero cuando el primer acorde acompañado de su voz, acaricia mi alma, lo comprendo todo. Necesito cerrar los ojos para no llorar.

El tiempo se ha detenido y en aquel gentío sólo existe el sonido de una guitarra y el de una voz demasiado triste como para pertenecer a ese chico con ojos gélidos que tengo delante de mí. Matthew, sentado y con la vista clavada en los dedos que rasgan las cuerdas, canta de manera dulce "Jersey" de Mayday Parade.

—Friki .—Me saca de mis pensamientos Matt mientras se acerca, dándome una lata de Coca-Cola—. Te dije que aún no habías visto lo divertido de todo esto.

Sonríe de forma dulce, lo que provoca que un hoyuelo se forme en su mejilla y no puedo hacer otra cosa que no sea poner los ojos en blanco.

—Bueno. —Me apresuro a decir—. No ha estado tan mal.

Ríe cuando escucha como hago énfasis en el "tan".

—Eres dura, ¿eh? —Se pasa el dedo índice por el piercing del labio, colocándoselo—. No puedes decir que ha estado genial y que canto y toco excepcionalmente.

—¡Qué humilde! —exclamo de manera irónica viendo las ascuas que se forman en la casi apagada hoguera.

Matthew me imita, y así, durante largos minutos ninguno dice nada, fijos los ojos en el fuego titilante que amenaza con extinguirse.

Noto algo posarse sobre mis hombros con delicadeza y, al girar la cabeza, el rubio me sonríe de nuevo, terminando de soltar su chaqueta sobre mi tembloroso cuerpo.

—Me la devuelves mañana en el instituto —dice, con una sonrisa maliciosa, pero con un brillo en los ojos que no había visto antes—. Así tienes una excusa para hablarme.

Pasa la lengua por sus labios con lentitud cuando entrecierro los ojos, pero no digo nada, ni siquiera le devuelvo la chaqueta. Por un segundo, casi puedo olvidar lo que le hizo a Leia. Pero no debo. No puedo. Lo que estoy viendo es solo una fachada.

Me quedo un rato más observando la hoguera, conforme la gente se va dispersando, supongo que para irse a sus respectivas casas. A lo lejos diviso la melena rubia de Matthew, que desaparece en el interior de su casa para despedir a la gente. Entonces no puedo evitar escuchar la conversación que se desarrolla detrás de mí, casi a voces.

—Aún no lo sabe, ¿verdad? —Es uno de los amigos de Matt, que habla con el chico que vi en la cocina cuando entré—. La nueva ni se imagina lo que debe estar pasando.

El otro chico, Zack, creo recordar, se ríe en voz baja.

—Sí, ya sabemos cómo acaba esto. Matt siempre consigue lo que quiere. Como con Leia, solo es cuestión de tiempo.

Mis manos se tensan sobre los bordes de la chaqueta. El calor del fuego desaparece de mi piel, reemplazado por una frialdad repentina que me inunda desde adentro.

Estoy furiosa, y la confusión que había empezado a desvanecerse vuelve a arrasar con todo. Me levanto bruscamente, apretando la chaqueta contra mis hombros, y me dirijo al interior de la casa sin mirar atrás, intentando olvidar la canción e ignorando a un Matt que extiende la mano cuando me ve, como si tratara de decirme algo. Solo quiero marcharme de aquel lugar antes de partirle la cara. Me reprocho en silencio, por creer, que quizá, podría haber algo de luz en su ser.

¿Cómo alguien tan vil puede encoger tú interior y devolverte al vida?

https://youtu.be/u3UiyuuUOtQ

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