30. Algo no encaja
"No existen secretos en la vida. Sólo verdades escondidas que viven debajo de la superficie."
-Dexter Morgan
Mi estado mental va en descenso mientras las pesadillas se apropian de mi subconsciente, haciendo que al despertar empapada de sudor tenga un olor a queroseno impregnado en las fosas nasales. Todo está envuelto en llamas, y al despertar me arde el cuerpo en el que no hay quemaduras visibles. Sólo puedo recordar esos ojos azabaches que seguirán persiguiéndome hasta la tumba.
—Te mataré hija de puta.
No sé si fue una promesa, pero estoy segura de que ese día algo murió en mi. Algo que nunca podré volver a recuperar, como si me hubiesen arrancado el corazón y dejado un hueco imposible de llenar. Con cada paso que doy, siento cómo el vacío se hace más profundo, más oscuro, un abismo que consume lo poco que queda de mi esperanza.
Las calles parecían más grises hoy cuando caminaba hacia el instituto, y las personas que pasaban se movían en un mundo que ya no reconozco como mío. Intento recordar cómo era antes de que todo cambiara, antes de que las palabras dichas en aquel momento se clavaran en mí, apropiándose del poco oxígeno que mis pulmones son capaces de filtrar.
Había creído en las promesas, en los sueños compartidos, en un futuro construido de a dos. Pero esas palabras, esas malditas palabras, lo habían destrozado todo en un instante. Esas palabras, dichas con una voz que no temblaba, era una sentencia, fría y definitiva.
Desde entonces, intento reconstruirme, buscar los fragmentos de mi ser que quedaron dispersos en el viento o encerrados en una cabaña junto a una Alyson aterrada y perdida. A veces, en los momentos más inesperados, encuentro piezas que no sabía que había perdido, pequeñas chispas de alegría o de nostalgia que me recuerdan que todavía hay algo dentro de mí que puede sentir.
Pero nunca es lo mismo, nunca es suficiente. El lugar que ocupaba está marcado por una sombra perpetua, y aunque trato de llenarlo con risas, con nuevas experiencias, con personas que intentan amarme o que me hacen sentir más completa, siempre vuelvo al punto de partida, a ese vacío que dejó y que nunca se irá.
No sé si algún día podré decir que he sanado, que he vuelto a ser completa. Lo que sí sé es que cada día es un paso, por pequeño que sea, y cada noche es una promesa, no sé si hecha o recibida, de que seguiré intentando encontrar la luz en un nuevo amanecer repleto de pesadillas inconclusas y recuerdos hechos trizas. Quizás, solo quizás, pueda aprender a vivir con este hueco en mi interior, aceptarlo como parte de lo que soy ahora. Porque aunque algo murió en mí aquel día, algo nuevo puede nacer, a pesar del dolor, a pesar de la pérdida. Y quizá, solo quizá, eso sea suficiente.
Cuando Paul me saluda, sacándome del trance y se sienta a mi lado, le observo con curiosidad, intentando descifrar su mirada.
—¿Por qué lo dejasteis Leia y tú?
Hace una mueca de disgusto con la boca, frotándose la tela de sus pantalones ajustados con las manos y se deja caer a mi lado.
—¿Te ha dicho eso? —Pasa los dedos por su cabello, despeinándolo.
Asiento con la cabeza, dando un mordisco a la manzana que me he traído de almuerzo. Suelta un largo suspiro y se inclina hacia delante, para estar más cerca de mí. Sus ojos, cansados y preocupados, buscan los míos, como si intentaran descifrar mis pensamientos oscuros o simplemente encontrar en ellos un lugar seguro donde reposar su mirada.
—Teníamos diferentes ideas sobre una cuestión importante. Dijo que era muy radical cuando di mi opinión y que no tenía en cuenta los sentimientos de los demás —vuelve a su posición original, echando el torso hacia detrás y apoyando todo su peso sobre los codos incados en el césped.
Mientras habla, observo cómo algunos estudiantes juegan al baloncesto en la cancha cercana, sus gritos y risas resuenan por todo el patio del instituto, acallando nuestra conversación.
—¿Y no me vas a decir qué es?
Hago un puchero cuando niega con la cabeza, por lo que pongo los ojos en blanco. Reanuda la conversación con un tono más considerado, consciente del lugar público en el que estamos. Su voz es casi un susurro ahora, como si temiera que nuestras palabras pudieran escaparse y convertirse en chismes entre los pasillos y aulas del instituto.
—Alys, te lo diría. Pero me mataría, y bastante que no me odia lo suficiente y he podido disfrutar con ella como lo hacía antaño.
Veo como le brillan los ojos mientras habla, con un tono triste, nada típico al que acostumbro a escuchar en él. Su expresión, habitualmente serena y dispuesta a hacer chistes malos, ahora parece desbordada por un mar de sentimientos reprimidos que no sabe cómo gestionar. Aguanto la respiración cuando le leo la mente. Ese rubor en las mejillas y esa mirada las conozco demasiado bien.
—¿Te sigue gustando? —Abro la boca mientras me fulmina con la mirada.
—Sí. —Agacha la cabeza y arranca hierbajos con las manos con resignación—. Por eso es mejor que no te diga nada, ¿vale?
Frunzo el ceño intentando entender la confesión dolorosa de amor de un amigo que todavía ama a alguien contra toda lógica, y seguramente, contra todo consejo.
—¿Cuánto llevabais juntos? —pregunto dejando en una servilleta el corazón de la manzana y dando pequeños sorbos a mi zumo de piña.
—Dos años. —Carraspea sin dejar de mirarme —. Pero por favor, no le digas nada a ella...
Se me eriza la piel al escucharlo y tengo que apartar la mirada. Los estudiantes alrededor nuestro continúan con sus actividades, algunos lanzándose el balón de fútbol, otros sumergidos en sus propios dramas adolescentes. Si llevaban saliendo un par de años quiere decir que mi amiga me ha mentido. No ha sido nada efímero y mucho menos carente de Importancia.
Llegados a este punto entiendo menos que antes. Si me han hablado tan mal de él Matt y ella, ¿por qué se llevaban bien? ¿Por qué hacemos planes todos juntos? ¿Por qué el rubio le ha pegado y por qué Lei no me ha hablado en las cartas del chico del séptum?
Desde las conversaciones esquivas con mi amiga, en las que no quiere decirme nada al respecto de su relación con Paul no he tenido un momento a solas con él, siempre están los dos juntos.
No tuvo reparo en hablarme de Matt, ni en como luego la destrozó el corazón, pero Paul era un ser inexistente en la vida que me contaba en cada una de las cartas rosas adornadas con besos rojos que me mandaba todas las semanas.
¿Por qué me siento tan estúpida ahora?
Cuando Leia se sienta a nuestro lado sonrío de la manera más falsa posible. La observo mientras ríe con Paul, hablando del próximo finde y de cuál podría ser el plan.
Saco un libro de mi mochila, no me interesa en absoluto la conversación. Tampoco entiendo por qué estoy tan enfadada. Simplemente puede ser el hecho que desde que he puesto un pie en este instituto todo el mundo me oculta cosas y empiezo a estar bastante cansada. ¿No es suficiente no saber lo que mi cabeza no quiere recordar?
Cuando llega el olor a One Million a mis fosas nasales se me olvida el enfado y la decepción. Contemplo a Matt mientras me sonríe susurrando "friki" de forma inaudible y se sienta a mi lado, poniendo su mano en mi muslo y apretándolo ligeramente.
Ha pasado un mes desde la noche de Halloween, y muchos días se queda en mi casa, cantándome mientras me acaricia el pelo. Esas noches las pesadillas no me invaden y consigo no solo dormir, si no también descansar.
No hemos vuelto a hablar del beso, ni han vuelto los intentos por ninguna de las dos partes. Pero cuando rodea mi pequeño cuerpo con sus brazos en un largo abrazo, no puedo sentirme más feliz y plena. Olvido mi pasado, a Andrew y solo estoy segura de un océano azul en el que pretendo naufragar a la deriva y ahogarme en el si hace falta. La apuesta ya no tiene sentido para mí. Y soy realmente consciente de ello.
Le quito a Matt una de las oreo que sobresalen del paquete que acaba de abrir y se queja entre risas, revolviéndome el pelo luego. Escucho a los tres sujetos atentamente mientras hablan y el rubio propone hacer una fiesta en su casa, ya que en poco sus padres volverán a casa.
Sonrío sin poder apartar la vista de su perfil. La barba de varios días le hace ver todavía más sexy, vestido completamente de negro y pasando lentamente la lengua por sus labios. Me tengo que dar cabezazos imaginarios para quitármelo del pensamiento. Sigo sin comprender como existe gente tan hermosa en el mundo.
Pero es que Matthew, aparte de guapo, es una gran persona. Me ha acompañado en mis noches más oscuras, y ha ahuyentado a los demonios que me atemorizan subiendo por los pies de la cama para colarse en mi subconsciente. ¿Cómo alguien así pudo hacerle daño a Leia? Trago saliva y cierro los ojos por un instante.
Mi hogar siempre será donde esté tú mirada azul, Matty.
Guardo el teléfono en mi bolso mientras me arreglo el labial en la entrada de la casa de Matt, aquí estoy otra vez, con la misma sensación que el primer día. Me sudan las manos, por lo que tengo que pasarlas varias veces sobre mi vestido fruncido para secarlas. Vuelvo a mirarme al espejo. Estoy radiante, tengo las mejillas sonrosadas y me brillan los ojos, por no hablar de mi sonrisa plenamente verdadera. Intento contenerme y poner la mente en blanco, si no todo este sentimiento se podría disipar en cuestión de segundos.
—Te espero en la fiesta, no sería lo mismo sin ti.
Todas las palabras de Matthew me revuelven la tripa, mariposas prisioneras que pretenden escapar insaciables, ansiosas de besos desenfrenados y mordiscos suaves de labios. Pero es imposible, ya me lo ha dejado muy claro el rubio al que le cuesta aguantarme la mirada.
Suspiro y me armo de valor, haciendo resonar las suelas de mis botas altas por todo el pasillo de madera de roble. Me agarro con fuerza al bolso mientras agacho ligeramente la mirada, evitando pensar. Pensar realmente me está consumiendo.
Me recuesto en una esquina, intentando cobrar el aliento mientras mi móvil vibra. Desde la noche de Halloween se han vuelto cotidianos los mensajes desconocidos, por lo que un escalofrío recorre mi espina dorsal cada vez que se enciende la pantalla, aunque la mayor parte del tiempo sólo son notificaciones de alguna red social.
—Todos ocultan cosas, no iban a ser menos que tú.
—¿De qué tenéis tanto miedo?
—La verdad algún día saldrá a la luz. No dejes que te manipulen.
Entre esos mensajes que me ponen los pelos de punta y dificultan mi respiración está el de Matt, aquel que me ha traído hasta aquí. Entre tanto caos solo el me salva, una y otra vez, y ni siquiera es consciente de ello. Puedo negarlo y seguir en el agujero que yo misma me voy cavando día tras día, llorando por un pasado que no recuerdo pero que sigue quemando y lastimando mi piel.
Siempre pensé que estaba muerta. Pero cuando te escuché cantar, y mi corazón latió lo suficiente para escucharlo, supe que seguía viva.
—Siempre en las nubes, friki —Matt me mira levantando una ceja, sonriendo como si nunca se hubiera alejado, como si siguiera aquí, conmigo.
La familiaridad de su gesto me llena de una nostalgia cálida y reconfortante, como si no hubiese pasado un solo día desde nuestras tardes compartidas antes de estropearse todo.
—Ya me conoces. Me gusta soñar despierta.
—¿Y qué sueñas? —Se pasa la mano por los rayos de sol que tiene como cabello, dando un trago del vaso de plástico.
—Pues no suelen ser cosas buenas.
Aprieta los labios ligeramente, analizándome, antes de sonreírme, como si estuviera pensando qué decirme.
—Pero estás aquí —pronuncia dulcemente —. Y aquí no hay hueco para las pesadillas.
Le sonrío de vuelta y asiento con la cabeza. Tiene razón. Él ha conseguido que mis monstruos no me derroten ni superaren. Él es el héroe de toda historia cliché en el que la princesa necesita ser rescatada. Es la razón por la que ya no tengo miedo de esos ojos negros como el carbón, y mi deseo de contemplar siempre el mar a través de su mirada cálida.
—¿Tienes miedo a algo? —pregunto mientras me siento con el en el jardín, bebiendo el zumo que me ha preparado y contemplando el cielo despejado y lleno de estrellas que se dibuja en lo alto de nuestra pequeña existencia.
Volteo a mirarle cuando pasan los minutos y aún no ha respondido. Lanza un largo suspiro.
—No hay algo que me de más miedo que el olvido. —Se pasa la lengua por el piercing, moviéndolo ligeramente mientras levanta la vista ante el paisaje nocturno lleno de motas brillantes —. ¿A ti qué te da miedo?
—No recordar.
Yo no puedo recordar y el no quiere ser olvidado. Irónico. Pero Matty, cualquier ser vivo que se tope contigo en su miserable vida sería incapaz de olvidarte. Tienes magia en la mirada, y arte en la voz. Eres un ser que resplandece por sí solo, un ángel con las alas rotas, pero ángel al fin y al cabo.
Y desde hace no mucho, también el causante de mi paz y nerviosismo.
Matthew es como la lluvia en sequía, o como la brisa fresca en los meses de agosto. Un huracán capaz de revolver todo a su paso.
—Si te sirve de consuelo yo no te olvidaré. —Mis palabras le devuelven a la realidad y me mira fijamente.
La luz de la hoguera que tenemos a pocos metros titilan en sus ojos, que brillan cristalinos por alguna extraña razón.
—Lo sé, friki. —Se le quiebra la voz mientras habla, pero sonríe terminándose el interior de su vaso.
Levanta las piernas y apoya la cabeza en sus rodillas mientras pone su mano en mi muslo, apretándolo ligeramente.
—Yo tampoco te olvidaré, Alyson.
—¿Te olvidarías de ellos? —Me preguntaste.
"Nunca" quise responderte, pero no fui capaz.
—¿Hoy no cantas? —pregunto y él ríe chasqueando la lengua.
—Te vas a mal acostumbrar —bromea mordiendo su labio.
—Me gusta que me cantes, rubio.
Echa la cabeza hacía atrás y cierra los ojos, cantando "Another love" de Tom Odell mientras todos los que tienen la fortuna de escucharle empiezan a rodear el lugar, haciendo un silencio solo manchado por su voz, que se quiebra conforme canta y sus mejillas se empapan de lágrimas traicioneras que ruedan desde sus ojos.
¿Quién te ha hecho tanto daño, Matty? Quizá los dos estemos igual de rotos.
https://youtu.be/OyKXYvM-RQQ
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