29. Un Halloween especial
"Lo peor de un recuerdo feliz es que evoca la tristeza de no volverlo a vivir."
-Eduardo Galeano
Entre risas nada fingidas y algún que otro tropiezo infortuno con Matt en alguna fiesta, llega la primera caída de hoja otoñal y con él, octubre.
Este es mi mes favorito del año. Primero están las tonalidades marrones de las hojas caducas adornando cada páramo de mi sencillo pueblo, danzando en pequeños remolinos ocasionados por el viento o crujiendo debajo de los pies inseguros. Y también está Halloween. Desde bien entrado el mes he empezado a decorar mi casa para la ocasión, deseando que se acerque el 31 lo antes posible. Esta vez una buena fiesta está más que justificada, y me he encargado de avisar a todo adolescente para que no se pierda la "mejor noche de su vida".
Mientras preparo los últimos detalles con Leia para mañana, discutimos sobre nuestros disfraces, que retomando costumbres pasadas, tiene que ser a juego.
—Podría ir de ángel y tú de demonio —dice mientras salta de un lado a otro, alborotando su largo y negro cabello.
—Me parece muy típico, pero si quieres...
—O de vampiras putonas. —Sus palabras me hacen poner los ojos en blanco—. Y ya sabes, le chupas la sangre, y lo que no es la sangre, a Matt.
—Ya hemos hablado de esto.
Agarro la cajetilla del tabaco y saco un cigarro, encendiéndomelo entre los labios algo cortados por el frío que ya empezaba a asomar y mi manía de lamérmelos a cada instante.
—Los dos sois igual de retorcidos y cabezones, por eso estáis como estáis. —Forcejea con una enorme calabaza para terminar de cortar el hueco que será su ojo derecho.
—No fui yo la que se alejó.
—Pero sí le dejaste. —Me apunta con el cuchillo—. Y créeme, dudo mucho que sea lo que el quiere.
—¿Entonces? —Levanto los brazos en signo de derrota mientras me tiro al suelo, fingiendo que me ha clavado el filo—. ¿Te das cuenta de lo surreal de la situación?
—Sí, pero la entiendo. —Vuelve a su tarea de hacerle una cara a la calabaza, pero con lo mal que lo está haciendo si da bastante terror.
—Aquí entiendes a todo el mundo, y ese es tú problema.
Fijo mi vista en el horno, del que sale un tenue olor a calabaza. Me he empeñado en hacer pequeños muffins y darles apariencia de calabazas, junto a unas galletas ya listas en forma de fantasmas.
—Ser comprensiva no es un defecto. Ser orgullosa, como tú, si.
—Si me explicaras qué es lo que pasa entonces podría...
—No. —Me interrumpe—. No te concierne en absoluto, así que deja de insistir y ayúdame con esta mierda.
Río cogiendo el cuchillo y me pongo con las caras. Definitivamente se me da mejor que a la torpe de mi amiga.
—Solo... —Hace una mueca—. Intenta no ser tan dura. No se lo merece, de verdad.
—Eso lo sabes tú. Pero yo no. Sólo es un puto niño caprichoso dispuesto a hundir su miserable vida.
—Quizá solo es un niño asustado y traumatizado.
Se encoje de hombros mientras se sienta en uno de los taburetes de la barra americana que separa la cocina del salón. Apoya los codos en la barra y la barbilla en sus manos, mirando con gran asombro como arreglo el estropicio nada merecido que le estaba haciendo a la pobre calabaza.
—Quizá —musito.
Los miedos, inseguridades o traumas no justifican el trato de mierda que una persona le puede dar a la otra. Cada uno es consecuente de sus actos y la forma en la que trata a los demás. Escudarse detrás de eso solo da rienda suelta a un pésimo comportamiento que para nada está justificado. Las heridas existen para sanar y poder cambiar el mundo a mejor, no para hacer sufrir al prójimo sin recibir ninguna amonestación a cambio. El ojo por ojo y diente por diente está anticuado y no me parece una correcta filosofía de vida ni la manera de afrontar ningún problema. Si los actos de Matt no están teniendo buenas consecuencias, hay que juzgarlo por lo que está causando y no por las justificaciones que posiblemente tenga. El fin, nunca, bajo ningún concepto, justifica los medios.
Entre bambalinas terminamos los dichosos preparativos. Me he tirado toda la mañana cambiando el timbre de la entrada, para que cada vez que suene se escuche una risa maquiavela y algo escalofriante. Todo el camino hasta la entrada está repleto de calabazas con caras y luces anaranjadas o de tonos rojizos en el interior. Algún fantasma puesto sobre las pequeñas cornisas y una bruja que de vez en cuando hace algún que otro ruido. Está averiada, por lo que el sonido es incluso mejor que el original. La puerta tiene manchas de pintura roja a modo de sangre, manchas de palmas de manos y un "Help me" pintado de forma que gotee, haciendo un pequeño rastro en el camino.
En el interior, empezando por el salón, hay luces de colores por las paredes, y en un fallido intento de algo parecido a "Stranger things" hemos dibujado una enorme ouija en una de las paredes, de la que Leia se siente muy orgullosa. Hemos colgado telarañas, con las que hay que tener cuidado al acercarse ya que se quedan pegadas al cuerpo y resulta algo frustrante deshacerse de ellas.
Un muñeco de Chucky sentado en el salón junto a una Anabelle me causan bastante inquietud, estan demasiado bien hechos y da la impresión de que en cualquier momento pueden pretender jugar conmigo, arrebatándome la vida.
Hemos colgado caretas a lo largo del tramo de escaleras. Sobresaltan por encima del resto la de Jason, de "Viernes 13", las de Lock, Shock y Barrel de "Pesadilla antes de Navidad" y unas confeccionadas por nosotras mismas de "La Purga", junto a la máscara de Michael Mayers, de "Halloween". Todas con un ligero retoque de sangre falsa.
A las galletas de jengibre y muffins de calabaza se suman unos batidos a base de frutas que ha preparado Leia. El verde es el de zombie, y el rojo el de sangre de vampiro. Tenemos también un arsenal de chucherías con forma de dedos o cerebros y chocolatinas en forma de gatos.
Estoy feliz. Todo el esfuerzo ha merecido la pena. Y en todo este asqueroso pueblo, mi decoración es la mejor de todas. ¡Si hasta he puesto un payaso hinchable en el tejado con aspecto tétrico que danza al compás del viento!
Después de vernos "La novia cadáver" en el televisor viejo le digo a Leia que suba conmigo a la habitación, tengo muchas ganas de enseñarle lo que más me había costado hacer: dos disfraces a juego a mano cosido con retales viejos y pinchamientos en el dedo con la aguja. Peleándome con la máquina de coser que le había pedido prestada y un par de zapatos que me han llegado por Internet.
—¿Tú has hecho esto? —pregunta con la boca abierta mientras contempla el vestido, maravillada.
Asiento con una sonrisa resplandeciente en la cara.
—Dios, Alyson, eres una máquina. —Me abraza efusivamente. Siento que si sigue apretando me va a romper los huesos—. Es lo más bonito que he visto nunca, ¡Si hasta has pensado en las pelucas!
—No es para tanto, aparte disfrazarnos de ángeles, demonios o vampiros es demasiado típico para mí, ya lo sabes.
—Pero esto es demasiado. —Se desviste a toda prisa para probarse el disfraz, cuidadosamente, como si en un movimiento suave pudiera deshacerse en sus manos.
—Estás preciosa. —Sonrío cuando modela para mí.
—Y tú estarás preciosa en el tuyo. —Me vuelve a abrazar, apretándome con fuerza contra su pecho y llenando mi cabeza de besos.
—Me muero. —Gimo entre sus tetas.
Se aparta carcajeando y llevándose las manos al pecho, donde segundos antes había espachurrado mi cara.
—Tampoco son tan grandes, exagerada.
Después de ponernos el pijama y volver a bajar, nos acomodamos en el sofá con un arsenal de picoteo para hacer nuestro ansiado maratón de Halloween. Llevábamos años haciendo la misma costumbre incluso en la distancia, y cada año añadimos más películas, las cuáles vemos como si no nos supiéramos algunos diálogos de memoria.
—Eres increíble. —Me mira Leia tomando mi mano y sonriente -. Gracias por volver y por darme momentos tan mágicos como estos.
—Gracias a ti por no abandonarme nunca —contesto mientras nos fundimos en un abrazo eterno, de esos que no quieres que acaben nunca.
—Mañana seremos las chicas más guapas de la fiesta. —Se tumba en mi cama, haciéndome hueco luego y cierra los ojos.
El tan ansiado día ha llegado y de la ilusión apenas he conseguido pegar ojo, cosa que, en cierta parte agradezco puesto que no he tenido ninguna pesadilla. Me levanto dando saltos y bajo a preparar el desayuno. Tortitas adornadas con sirope a modo de cara y un par de galletas de las hechas el día anterior. Leia baja al rato, frotándose los ojos mientras le tiendo una taza de café con nata por encima.
—Me gusta verte feliz. —Da un sorbo a la taza.
—Ya sabes que adoro Halloween.
Me llevo el tenedor a la boca, masticando alegremente la tortita mientras el paso de los segundos en el reloj de pared hacen que mi nerviosismo aumente. Queda poco para la noche, pero a la misma vez hay todo un transcurso de horas por delante y las siento demasiado lejanas.
Me he esforzado lo suficiente para hacer llegar a oídos de Matt sobre la fiesta, y espero que venga. Imaginármelo disfrazado de vampiro me hacía tener pensamientos bastante húmedos sobre como puede transcurrir la noche.
Durante el insomnio no he podido quitarme sus ojos azules de la cabeza y he llegado a la conclusión de que si esta vez se acerca simplemente me voy a dejar llevar. Conseguiría subir con el a mi habitación y le pediría susurrante que me hiciera suya. Definitivamente ese rubio de mirada gélida me volvía loca y no tenerle cerca me está matando poco a poco. No puedo huir del hecho de que lo necesito cerca. Que diga mi nombre, que bese mi mejilla, que me cante o sonría. Me hace sentir viva, de una manera que nunca antes había experimentado. Pensaba que estaba enamorada de Andrew, pero después de este sentimiento, ¿qué llegué a sentir yo hacia el chico de ojos azabaches?
—Ya empieza a llegar la gente. —Leia salta emocionada, peinando con los dedos los mechones de la peluca que caen delicadamente sobre sus hombros.
Respiro hondo y sonrío. Hoy es nuestra noche.
Agarra mi mano, tirando de mí hacía la entrada de mi casa. El disfraz de Sally le queda como guante al dedo, y yo soy su queridísimo amigo Jack, y el mejor que puede querer. Me siento muy orgullosa de mi arduo trabajo durante meses, estamos perfectas, digan lo que digan.
—Cuando Matt te vea va a querer comerte enterita —susurra Leia en mi oreja, lo que me hace sonreír levemente, nerviosa.
No puedo evitar soltar una risa cuando veo a Zack e Ian entrando con dificultad por la puerta. Sus disfraces de Elmo Y Oscar el gruñon de "Barrio Sésamo" son espléndidos.
—Estáis preciosos. —Carcajeo limpiando las lágrimas de mis ojos. No puedo dejar de reír y ellos me fulminan con la mirada.
Detrás de ellos aparece Paul, disfrazado de estrella del rock, y al ir a abrazarle, se me para el corazón. Va seguido de Matt, el cual me mira de arriba abajo, mordiendo su piercing y conteniendo una sonrisa.
¿Llevan los disfraces a juego o es solo mi imaginación? Me acerco al rubio, sonriendo y algo bebida. La espera ansiando sus ojos azules se me ha hecho demasiado larga.
—Creo que eres el Jack Skellington más sexy que he visto nunca. —Se pasa la lengua por el piercing.
—Tú también estás guapo.
—¿Tú crees? —Lleva un cigarro a la boca y se lo enciende, inclinándose y echando el humo en mi cara.
—Siempre lo estás. —Me encojo de hombros evitando su mirada cuando acaricia mi cabello.
—Te echaba mucho de menos, friki.
Se me hace un nudo en la garganta mientras busco sus ojos de nuevo.
¿Por qué me hace sentir que no hemos pasado ni un solo dia sin hablar? ¿Y por qué siento esto tan dentro mía? ¿Por qué he quedado prendada de esa mirada y la forma en la que se muerde el piercing lentamente? ¿Por qué su olor a One Million me pone nerviosa y por qué todo lo que pronuncia me parece lo más bonito que he escuchado nunca?
Cuando sus océanos se clavan sobre mí no puedo reprimirme más. Me lanzo y le beso con bastante torpeza y él me corresponde con delicadeza. Sus labios son suaves y prometo que después de esto no quiero que otra boca bese la mía nunca más. Noto descargas eléctricas por todo mi cuerpo, como si el interior de Matthew fuera capaz de iluminar una ciudad entera sucumbida ante la oscuridad. Matt ilumina todo mi ser y me mata, devolviéndome a la vida una y otra vez.
—Alyson para. —Me pide cuando me separa suavemente—. Esto no está bien.
Agacho la cabeza, mirando sus manos mientras se arranca los pellejos de sus dedos.
—Pero... —Lo observo confundida.
—No está bien -repite las mismas palabras de siempre, girándose apresuradamente sin ni siquiera voltear a verme—. Eres mi amiga, friki, es mejor así.
Intento decir algo más, pero las palabras no quieren salir de mi boca, solo puedo soltar ligeros sonidos imperceptibles para cualquier oído humano. Me quedo ahí parada, clavando mis ojos en la nuca de aquel chico con mares en los ojos mientras se aleja todavía más, dejando de inundar mi mirada.
Cuando se pone la chaqueta evita mi mirada, ¿está llorando o solo son las luces de colores de todo el salón iluminando sus ojos?
Rubio, aunque te has ido después del beso, dándome la espalda y sin girarte en ningún momento, gracias por darme la mejor noche de Halloween posible.
A las seis de la mañana echo de mi casa a algunos borrachos que aún hacen el amago de bailar en mi salón, exhausta. He acabado bebiendo para no darle importancia al escape rápido que ha hecho Matt después de besarme, sin entender absolutamente nada. Leia también ha preferido irse a casa, ya que le toca cuidar a sus hermanas desde muy temprano y si ya está allí le será más fácil que madrugar para irse con ellas.
Suspiro mientras me termino de quitar la ropa, dejándola amontonada en la silla del escritorio y me dejo caer en la cama. Me vibra el móvil y al cogerlo veo que me ha llegado un mensaje de texto de un número desconocido:
—Sé quién eres Alyson, pero ¿lo sabes tú? FELIZ HALLOWEEN.
Me quedo helada cuando termino de leer, borrando instantáneamente el mensaje. No dejo de darle vueltas al asunto, sin conseguir conciliar el sueño mientras la cama da vueltas debajo de mí por los efectos del alcohol al que ya no estoy acostumbrada. ¿Es la misma persona que me ha quitado la foto? Y si es así, ¿quién es y qué quiere de mí?
—¿Lo sabes tú?
La extraña sensación de que esa persona conoce más de mí que yo misma me aterra. ¿Sabe que no recuerdo nada o es sólo una broma de mal gusto de Halloween? ¿Acaso alguien que no es Leia sabe quién soy y cuál es mi pasado?
Sangre, miedo, grifos de agua goteando. Sonidos de un reloj marcando los segundos, olor a metal. Fuego. Ojos azabaches impregnados de odio.
—Te mataré hija de puta.
Me despierto temblando y me hago un ovillo, abrazando mis piernas y enterrando mi cabeza entre ellas. Si consigo recordar probablemente todas estas pesadillas acabarán. Quizá, si consigo recordar, podré dar sentido a las lágrimas que se deslizan por mis mejillas sin pudor alguno. Cojo el móvil y marco a la única persona que quiero ver ahora.
—¿Friki? —La voz adormilada de Matt me hace sonreír, aunque también tiene un ligero tono de preocupación.
—¿Puedes venir y cantarme? Por favor.
Escucho un largo suspiro al otro lado y cuando cuelga sin responder se me hace un nudo en la garganta. Definitivamente soy idiota.
Al cabo de media hora bajo corriendo las escaleras cuando alguien toca y al abrir no puedo evitar abrazar al rubio, que se encuentra en el umbral de la entrada, mordiéndose el piercing del labio. Entra a mi casa sin mediar palabra y yo le sigo por las escaleras, frunciendo el ceño cuando se quita las zapatillas, la camiseta, y se tumba en mi cama.
—¿No querías que te cantara?
Asiento con la cabeza sin poder dejar de sonreír y me tumbo a su lado.
Pasa ligeramente sus dedos sobre mi cabello, acariciando mi cabeza y cierra los ojos. Carraspea un par de veces antes de cantar "You found me" de The Fray. Un calor se apodera de mi interior mientras lloro.
Acaricio el torso desnudo de Matt con los dedos temblorosos mientras recorro la cicatriz que allí se halla. Contemplo los ojos azules que me miran con calma mientras canta y yo susurro las letras junto a él, temerosa de opacar su angelical voz.
—Me das paz —dice el chico de melena rubia y rebelde antes de morderse el piercing del labio.
Se me inundan los ojos, pero no me permito llorar de nuevo.
Por fin entiendo lo que es un hogar.
Matthew Hemmings, consigues derretir mi corazón helado. No dejes de hacerlo nunca.
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