Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

28. Melodía celestial

"Puedo sentirte mirando incluso cuando no estás por ninguna parte. Puedo sentirte tocando incluso cuando estás lejos de mí."

-5 Seconds Of Summer


Paul no me parece el tipo de persona que me ha pintado Leia, y mucho menos Matt. Sí, fuma, pero el rubio lo hace y no veo que a mi amiga le importe mucho. Me parece alguien confiable y la persona perfecta para entablar una conversación profunda e interesante. No veo problema en acercarme a él y poder ser amigos.

Yo le busco las cosquillas llamándole lechuga, ya que se ha puesto el pelo verde, y él me llama friki mostrándome una enorme sonrisa.

Matt no se ha acercado ni siquiera cuando me ve con él. Y no es que trate de molestarle realmente, la compañía del peliverde me resulta bastante grat. Se limita a gruñir e ir en sentido contrario al nuestro, alejándose lo máximo posible. A Leia tampoco parece molestarle mi nueva amistad, al contrario, se une a nuestras charlas distópicas sobre cualquier tema banal que se nos ocurra en ese momento. Paul nos hace reír en cantidades estratosféricas, y en cierto modo hemos hecho un grupo bastante pintoresco. Conformado por la guapa y amable capitana del grupo de animadoras, el chico incomprendido y extravagante con el pelo de colores y la nueva, con muchos secretos y recuerdos rotos.

Leia no parece preocuparse con su pequeño tropiezo en el camino. Y con pequeño tropiezo me refiero a Ian. Al final su pequeña aventura no ha llegado a nada. Uno o dos polvos después se han dado cuenta de que no son compatibles. Me da envidia la manera en la que acepta todo de forma tan neutral y nada exagerada.

Entonces recuerdo lo mal que estuvo en verano y no entiendo cómo el idiota de Matthew la podía haber hecho tanto daño. Supongo que la diferencia es que lo del rubio había sido una apuesta, y lo de Ian, que eran polos opuestos en su máxima totalidad. De igual manera se siguen llevando bien, como también se lleva bien con Matt. Hay algo que me sigue chirriando por el simple hecho de que ella quería vengarse y a día de hoy parece que ese verano de pañuelos deshechos y lágrimas encharcadas nunca existió. Supongo que al final me jode más a mí que a ella, pero eso es algo normal en nuestra amistad, a la que ahora se suma Paul.

—¿No vas a aceptar otra cita con Zack? —pregunta mientras almorzamos, quitándole un trozo de la pizza que había traido el de pelos de colores en la mochila.

—Ese solo quiere follarme. —Me muerdo el labio buscándolo con la mirada.

—No hay nada malo en eso. —Leia se ríe, esquivando la mano de Paul, que trata de cogerle de nuevo la porción, entre quejas.

—No lo habría si quisiera. —Me encojo de hombros —. No me interesa.

—Porque no es Matt —dicen los dos al unísono, cosa que me hace poner los ojos en blanco.

—A veces me pregunto por qué sigo hablando con vosotros.

—Igual tenemos razón, por eso te molesta. —Sonríe triunfante el peliverde antes de comerse, casi de un mordisco, su pedazo de pizza, cogiendo otro y repitiendo la operación. En apenas unos minutos se acaba la pizza de jamón y queso tamaño familiar.

Zack se encuentra justo al lado de Matthew, que resplandece entre la multitud mientras ríe, mostrando todos los dientes. Vuelvo a centrarme en el de melena castaña, sacudiendo la cabeza. Es un chico bastante atractivo. Tiene unos ojos almendrados de color avellana con chispitas verdes. Su mirada es casi poética, como si el otoño y la primavera se juntaran para conformar sus ojos. Siempre lleva atada a su cabeza una bandana que tapa parte de su frente y orejas. Su nariz es pequeña y redondeada y sus labios finos junto a una mandíbula marcada, como de esas con las que sueñas pero solo encuentras por Pinterest. Tiene los brazos bien definidos y una tableta bastante imponente. Suele vestir camisetas sin mangas o de tirantes y pantalones vaqueros apretados y rotos junto a unas botas negras.

La verdad es que sí, puedo admitir que está bueno, pero no me llama nada la atención. Y sé perfectamente por qué. Porque no es Matthew Hemmings.

Se me revuelve el estómago. Siento necesidad de escuchar su voz, su risa. Me da igual que no me cante, pero al menos que me diga "Ey, friki" una última vez. Llevo poco más de dos meses sin disfrutar nada de esto, y una parte de mi ser se encoge notando un frío invernal que cala cada uno de mis pequeños huesos.

No puedo simplemente aceptar que, borracho, venga a abrazarme y decirme: "Alys, te he echado tanto de menos todo este tiempo" si luego sereno y despejado me mira como si le diese asco. Me parece un completo idiota de manual.

Ten cuidado, puede parecer un ángel.

Y vaya que sí. He caído de lleno en la trampa Hemmings. El chico dulce y encantador que se preocupaba por mí e intentaba llamar mi atención, no existe. No existe una mirada oceánica y triste, con mares inundando sus penetrantes ojos, ni una voz dulce y ronca que entona una canción triste en compañía de unos acordes agridulces de guitarra. Su aspecto sigue siendo el mismo. Un ser etéreo e inalcanzable que rebosaba belleza por cada poro de su piel. Contemplarle te hace entender que Dios si tiene preferencias a la hora de crear algo casi perfecto a su imagen y semejanza. Pero Lucifer también era el favorito de su deidad, y había acabado traicionando a su creador en una guerra sin fin que afectaba a mortales e inmortales a la par.

Matt está podrido. Su mirada carece de expresión, ausente y gélida. Es la manzana mustia que contagia al resto del mismo cesto, y yo no voy a acabar como él. Otra vez no.

—Tierra llamando a Alys —pronuncia el chico con una voz grave que me hace dar un pequeño respingo—. Estábamos hablando de ir a un karaoke o algo.

Suspiro ante sus palabras. Ojalá pudiera venir el rubio, así al menos tendría una excusa para volverle a escuchar cantar. Si invitaba a Zack e Ian, ¿el también vendría?

Podría intentarlo, ¿por qué no? Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Me cuelgo el asa de la mochila al hombro, acomodándola.

—Ahora vengo —digo sin mirarles cuando empiezo a caminar, en dirección a los tres dioses del olimpo que se encuentran sentados al otro extremo del patio, riendo y hablando casi a voces.

—Hola —pronuncio intentando no posar mis ojos en Matt, que me mira de forma curiosa.

—Hombre, friki. —Me saluda Zack provocando que el rubio suelte una ligera risa.

—¿A qué se debe la visita de una belleza como tú? —pregunta Ian haciendo que ruede los ojos, gesto que copia Matt.

—Bueno, ¿tenéis planes hoy?

—Depende. —Me observan detenidamente los tres esperando que les de una alternativa mejor a la que tienen mientras el castaño alarga la "e".

—Habíamos pensado en... —Carraspeo —. ¿Sabéis qué? Da igual.

Dicho esto giro sobre mis talones y empiezo el trayecto de vuelta con mi grupo, ignorando sus palabras para hacerme volver.

—¿Pero qué haces Alys? —Se ríe mi amiga cuando me dejo caer a su lado.

—El ridículo. —Acomodo mi pelo en una coleta mientras respiro profundamente.

Cuando suena el timbre cada uno nos vamos a nuestras respectivas clases, quedando a las siete en la puerta de mi casa para ir al estúpido karaoke.

Me siento en mi silla, apoyando la cabeza encima de la mochila que tengo puesta sobre de la mesa. Cierro los ojos hasta que alguien, que se acaba de sentar a mi lado, me hace gruñir.

—¿Entonces te gusta Zack? —La voz del rubio me desconcierta.

—¿Qué? —Me incorporo mirándole con incredulidad—. No.

—Te lo has follado.

Gruño ante su respuesta, intentando no gritarle cualquiera de los insultos que se me pasan por la mente en este momento.

–Sí, ¿y? —Suspiro cansada —. Matthew, tú te follas a muchas tías y no te gustan.

Matt chasquea la lengua, mordiéndose después el aro del labio, y clava sus ojos en mis manos, que sujetan un lápiz con demasiada fuerza, tanta que podría acabar partiéndolo por la mitad.

—Pero tú no eres así.

—¿Y cómo se supone que soy? —pregunto de muy mal humor —. Ilumíname.

—Rara, diferente —musita pasando la mano por su cabello y se lo echa hacia atrás.

Me froto la sien en un intento de no perder los papeles, sin comprender qué es lo que realmente quiere el rubio y por qué decide siempre en el último momento amargarme la existencia con preguntas tediosas y sin sentido que para nada le conciernen.

—Ajá, genial. —Saco el libro, la libreta y el estuche mientras veo entrar a la profesora.

Animadamente le pregunta a Matthew si ha hecho los deberes, a lo que, sorprendentemente, dice que sí.

—He elegido una frase de "Orgullo y Prejuicio". —Bufa Matt cuando la profesora de literatura le hace salir—. "Si hubiera estado enamorada no habría podido estar más desdichadamente ciega. Pero la vanidad, no el amor, ha sido mi locura."

—¿Por qué elegiste ese? —pregunta la profesora con un folio en la mano.

—Sinceramente abrí un libro que tenía por casa y fue lo que salió. —Se encoge de hombros volviendo a la mesa de mi lado, provocando un largo suspiro a la profesora, que se coloca las gafas, decepcionada.

—Al menos hoy elegimos dos diferentes —bromeo y el sonríe, pero vuelve a enterrar la cabeza sobre sus brazos, pasando de absolutamente todo lo que sucede a su alrededor, incluida yo.

—Alyson. —Me llama la atención la profesora —. Quita esa cara de pasa y dime quién era Góngora.

Noto mis mejillas enrojecer mientras todos en el aula carcajean, haciendo que vuelva a incar el lápiz en la libreta, atenta todo lo que aquella señora de gafas de pasta y moño pronuncia.

A penúltima hora me voy para casa, ya que me toca educación física y estoy demasiado cansada, tanto física como mentalmente. No tengo cuerpo ni capacidad para andar corriendo en círculos durante veinte largos y tediosos minutos.

Al llegar tiro la mochila de mala manera al suelo, quitándome las zapatillas y tumbándome en el sofá. Cierro los ojos después de aumentar el sonido de la música que se reproduce desde el pequeño tocadiscos que tengo en un rincón, obsequio de mi maravillosa amiga Leia. Necesito poner la mente en blanco.

"Plic, plic, plic".

El sonido de unas gotas chocando contra algo duro la devolvieron al mundo tangible del que parecía haberse desprendido. Se hallaba en el suelo de azulejos oscuros del baño y al intentar incorporase se dio cuenta que le dolía cada músculo del cuerpo. Soltó varios quejidos mientras se sostenía al borde de la bañera para incorporarse con un sobreesfuerzo abismal.

Dio pequeños pasos hasta la pila, cerrando el grifo goteante y contemplándose en el espejo. Estaba más pálida de lo habitual y un surco morado en el ojo izquierdo ennegrecía su rostro. Tenía sangre seca en la nariz y la cabeza le daba vueltas. Cerró los ojos en un intento fallido de recordar la noche anterior, que inundada de drogas habían nublado las horas posteriores. Volvió a abrir el grifo, limpiándose lentamente el rastro rojizo mientras la desolación y el malestar atesoraban sus entrañas.

Quiero volver a casa —susurró cuando vio al alto y tatuado de ojos azabaches detrás de ella en el espejo, que apretó la mandíbula y la miró fijamente a través de este.

¿A caso no me quieres? —Su voz salió de manera pausada, cargada de resentimiento y escupiendo odio.

Solo... —Soltó un quejido mientras se giraba, palpando la parte baja de su espalda, pero no pudo añadir nada más, porque aquel chico de ojos desorbitados la cogió de las muñecas con bastante fuerza.

Eres mía, Alyson. —Sonrió de lado —. No debes olvidar eso.

Y horas después, mientras se contemplaba las marcas de dedos en sus muñecas solo pudo llorar y gritar cuando la única presencia en aquella cabaña era la suya propia. Deseó nunca haber conocido al de pelo negro y ojos azabaches, obviando que la única manera de salir de ese lugar no iba a ser con vida.

El sonido del timbre hace que abra los ojos, bastante atacada. Camino hasta la puerta con paso ligero y cuando abro, encontrándome a Paul lo abrazo, soltando algunas lágrimas en el trayecto.

—Si que me echabas de menos.

—Lo siento... —Carraspeo separándome y pidiendo que me trague la tierra.

—No tienes por qué disculparte. —Clava sus verdes ojos sobre mí de forma dulce y comprensiva.

—¿Y Leia? —susurro, entrando en casa mientras Paul me sigue, cerrando la puerta detrás de él.

—Dijo que nos adelantáramos, que tenía cosas que hacer.

Asiento mientras me pongo las zapatillas. Se me ha hecho tan tarde que ni me he duchado ni cambiado, llevo la misma ropa que esta mañana.

Cuando entramos al local abro los ojos asombrada. Es un lugar bastante grande, adornado con luces de neón de varios colores. Algunos tienen forma de flamencos, en otros se leen frases motivacionales o de amor, un lugar bastante aesthetic donde poder hacerse fotos para subir a cualquier red social.

Reservamos una sala durante tres horas y le mando un mensaje a Lei para avisarla del número de esta, encargando una cachimba y bebidas, algunas, como no, sin alcohol.

He escapado de la cabaña, Andrew. Y estoy viva, ¿verdad?

Dentro de la sala que nos ha tocado me embeleso con la estética de la misma.

Luces de colores celestes cuelgan del techo oscuro, como si de estrellas se trataran, dando una luz tenue pero nada incómoda al lugar, casi de forma mágica. Una televisión dispuesta en la pared principal, ocupando casi todo el espacio de esta, junto a seis micrófonos posicionados delante de la misma. Una mesa caoba y grande rodeada de unos sillones de terciopelo cianes bastante cómodos. Unas alas neones se encuentran en la pared del fondo, junto a una frase rosa chillón en la que se lee: "Even though I am a person of wings, I am not one of cages" que en su traducción quiere decir "Aunque soy una persona con alas, no lo soy de jaulas".

Yo ya no estoy en una jaula, aunque mis alas siguen rotas.

Varios camareros vestidos de camisa blanca y chinos negros traen la cachimba, las bebidas y algunos boles con chucherías y patatas varias. Me siento en un sofá y Paul me imita, posicionándose en el que tengo justo en frente.

—¿Tu amiga está haciendo de vientre?

Río de forma ostentosa ante su comentario, haciendo que varios trozos de regaliz rojo salgan de mi boca, que me tapo rápidamente, avergonzada.

—Suele llegar tarde a todos los sitios. —Pongo los ojos en blanco —. Es una mala costumbre que tiene desde que la conozco.

—¿Desde cuándo la conoces? —pregunta llevándose la manguera de la cachimba a la boca, dando una corta calada.

—Desde hace muchos años. —Abro los ojos, presa del pánico —. Meses, meses...

Me corrijo nerviosa, llevando las manos a mi pelo.

—¿Era tú amiga por correspondencia o algo así?

—Algo así —susurro en una ladina sonrisa, intentando quitar hierro al asunto.

—¿O quizá vivías aquí antes? —levanta una ceja sin apartar los ojos de mí.

No me da tiempo a responder, y lo prefiero, ya que la voz de Leia, acompañada de otras tres, inundan el silencio incómodo que he creado, palpable en la sala.

—¡Ya estamos aquí! —canturrea abriendo la puerta, seguida, para mi sorpresa, de Matt, Ian y Zack.

—Lo que faltaba —digo para mis adentros.

Todos los bienvenidos me saludan con dos besos, exceptuando a Matt, que se sienta al lado de Paul y le arrebata la cachimba, fumando él.

Dejo escapar un enorme suspiro mientras Lei pasa su brazo por encima de mis hombros.

—No pongas esa cara. Sé que querías que el rubio estuviera aquí.

—Sí... —Asiento con la cabeza y ella deja un beso en mi frente, tirando de mi mano segundos después para llevarme en frente de la pantalla, donde a regañadientes canto con ella una canción de Estopa.

Empiezo en voz baja, pero con el paso de los versos termino gritando al igual que ella, riendo y haciendo que el resto presente silbe y aplauda.

–Estáis locas. —Carcajea Paul cuando volvemos a los sillones.

Le he visto hablar con Matt mientras me limitaba a sujetar el micrófono, buscando al rubio por el rabillo del ojo.

Pensaba que se llevaban mal, aunque quizá solamente se toleran porque están en el mismo espacio y no tienen escapatoria. Realmente si la tienen, pero ninguno se mueve ni se va.

Frustrante y desconcertante a la par. Los hombres pueden pegarse y romperse la nariz si quieren, pero al día siguiente seguirán siendo mejores amigos.

Después de varias copas —ellos—, y varios zumos de naranja —míos—, abro los ojos expectante cuando veo a todos levantarse y dirigirse al micrófono. Matt, Paul, Zack e Ian se juntan y pelean en la pantalla mientras deciden la canción. Yo no puedo apartar la mirada de Matthew, aunque el único que destaca de ellos cuatro es Paul, su pelo rosa se ve brillante bajo los neones, y su camiseta blanca también. Todos los demás visten completamente de negro, como siempre. No puedo apartar mi vista del rubio, el olor a One Million que ha dejado en la sala tampoco me ayuda a simplemente, no verlo ni sentirlo. Me fijo en su espalda y hasta en su trasero, mordiendo mi labio con fuerza, impotente. Todo se ha torcido tanto con él este último tiempo que me resulta ilógica la situación.

Miráme Matthew, clava tus océanos azules en mi una vez más.

Cuando empiezan a cantar la canción que han elegido "Vodoo doll" de 5SOS entre risas y molestándose los unos a los otros, me llevo la mano al pecho, sobrecogida. Nunca he escuchado nada igual. La voz del rubio junto a la de los otros tres chicos es simplemente perfecta, tan diferentes entre sí que encajan a la perfección. Disfruto cada segundo del momento, deseando que no acabe nunca. Y sus voces, junto a la consigue que no pueda parar mis lágrimas, limpiándolas rápidamente con las mangas de mi sudadera mientras Lei me acaricia el cabello, apoyando mi cabeza en su hombro.

Si los ángeles existen, estoy segura de que esta melodía proviene de ellos.

Cuando acaban tengo la piel erizada, las mejillas húmedas y un vacío enorme en el corazón. Aunque ellos ríen y se turnan para ir cantando, a lo que se suma Leia, yo no puedo sentirme mejor. No salen las palabras de mi boca, y mi cuerpo no obedece las órdenes que le da mi cerebro. Me siento como si estuviera escuchando mi emisora de radio favorita, deleitándome con cada estrofa y cada tono embriagador.

Matty, ¿puedo pedirte que pares el tiempo y me cantes eternamente?

https://youtu.be/Z9y01YEIKhU



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro