25. Inquebrantable
"No me queda capacidad de entendimiento para tratar de descifrar un corazón que siempre ha ocultado lo que realmente sentía."
-Daniel Barbadillo Dubon
Estúpido Matt. Siempre con la misma mirada cortante y ausente. Camino dirección a mi casa mientras pateo levemente el balón, procurando que no se aleje mucho de mis ahora torpes pies. ¿Qué le pasa a ese chico? Bufo, de verdad que cada vez lo entiendo menos. Es tan irritante que me encantaría poder darle un puñetazo en esa perfecta cara para ver si así reacciona un poco. Veo a Leia sentada en la acera de mi casa y sonrío acercándome.
—¿Qué haces aquí? —Mi pregunta la sobresalta, quitándose las gafas de sol.
—¿Dónde tienes el móvil? —pregunta levantándose estrepitosamente —. Te he estado llamando toda la mañana.
—Aquí. —Saco el teléfono de mi bolsillo, comprobando que no tiene batería.
—Tan útil como un ladrillo.
Cuando abro la puerta pasa detrás de mí, caminando de un lado a otro, dejando el paquete que tiene en las manos encima de la mesa de la cocina.
—¿Piensas explicarme el mensaje de esta mañana? —Pasa la lengua por sus labios, expectante —. ¿Y por qué llevas la misma ropa que ayer?
—He dormido con Matt.
Leia da un grito que hace que me tape ambos oídos con las manos, gruñendo.
—¡Si es que lo sabía! —chilla—. Me gustáis como pareja.
—Cállate, no es para nada eso.
Le explico la noche anterior y el inconveniente en el parque.
—Pero está bien así. No quiere nada, yo tampoco.
Leia asiente lentamente con la cabeza, pero no dice nada. Rodea mis hombros con su brazo y acaricia sutilmente mi omóplato, ladeando la cabeza.
—No seas muy dura con él —susurra —. No lo está pasando bien.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo sé. —Alza los brazos en signo de derrota cuando no dejo de mirarla para presionarla.
—¿Qué sabes Leia?
—Nada, Alyson. No sé nada, sólo digo lo obvio.
—Ya. —Me levanto y a grandes zancadas hacia la cocina —. Lo acabaré averiguando.
Viene detrás de mi y agarra la botella de zumo de naranja que acabo de sacar de la nevera antes de que pueda dar siquiera un sorbo.
—Ese es el plan, cielo. Por cierto... —Se acerca al paquete y lo abre, sacando una tarta pequeña, donde pone dos velas y las enciende con mi mechero— ¡Feliz cumpleaños!
Abro los ojos, sorprendida. Llevo tanto tiempo sin darle importancia a mi cumpleaños, que por segundo año consecutivo se me ha olvidado. Quince de septiembre. Miro las velas antes de soplarlas. Los dieciocho me pesan demasiado, dándome una responsabilidad añadida a mi ya de por si, caótica vida.
—¿Cuánto tiempo llevas sin echar un buen polvo? —Leia me saca de mis pensamientos, limpiándose los restos de tarta de las comisuras de los labios.
—Un año, más o menos —miento, riéndome avergonzada —. Ya sabes que desde....
—Podrías follarte a Ian, o a Zack. —Sonríe jugando con la pajita entre sus dientes —. No veas lo que suspiran por ti esos dos, y no están nada mal.
—No, no lo están. —Le doy la razón pero sin una pizca de interés.
—No lo están, pero no es Matthew Hemmings, el dios griego.
—Idiota. —Ahogo un grito y luego suspiro —. Solo.... Me da tranquilidad Leia —sonrío de lado y ella me mira con dulzura —. Hacía mucho que no me sentía así, desde.....
Intento recordar, pero los pensamientos no vienen a mí. Sé que en algún momento sentí paz pero...
¿Cuándo?
Entro en la fiesta siguiendo a Leia, que se detiene cada dos pasos para saludar a alguien con dos besos sonoros en las mejillas. El aire se siente denso, saturado de una mezcla de sudor, alcohol y perfumes que impregna la sala, aunque la mayoría de la gente está demasiado borracha para darse cuenta. Mis ojos buscan entre la multitud cuando finalmente lo veo. Matt está sentado en un pequeño sofá de tres plazas entre Zack e Ian. Levanta ligeramente la vista, como si sintiera mis ojos clavados en su persona y me sonríe de lado antes de volver a prestar atención a sus amigos, tan rápidamente que por un momento creo que me lo he imaginado. Finjo hacer caso a la animadora mientras me habla de cosas que ni me interesan ni entiendo. En un punto de la noche en el que ya me duelen los pies de bailar y estar de pie, siento un nudo formándose en mi estómago. Matt parece entretenido susurrando al oído de una chica. Ella está recostada contra la pared mientras él, frente a ella, se inclina con las manos apoyadas a ambos lados, extendiendo los brazos para evitar que se escape. Aunque ella parece totalmente absorbida por el encanto de Hemmings y decidida a no moverse de allí. Aprieto el vaso de plástico vacío que sostengo en la mano, aplastándolo ligeramente debido a una oleada de sentimientos que no pienso admitirme ni a mi misma. Le arrebato su bebida a Leia, dando un largo trago.
—¿Qué haces Alys?
—Vamos. —Levanto el vaso —. Una copa al año no hace daño.
Se muerde el labio en señal de desaprobación mientras se coloca el vestido. Después clava sus verdes ojos sobre mí, aleteando las pestañas antes de sonreírme y asentir con la cabeza.
—Es parte del proceso, ¿no?
Se rellena mi vaso aplastado y lo choca cotea el mío, haciendo un brindis torpe y a continuación ambas bebemos.
Miro a Ian y a Zack, intentando focalizarme en algo que no sea el rubio comiéndole la oreja a aquella chica. Nunca me había fijado en que ellos están realmente buenos. Pero no tanto como Matt. Hemmings posee una belleza inhumana que hace que el resto pase desapercibido.
Matthew solo ha tenido una novia conocida en todos los años de secundaria, y esa es la chica que tengo delante de mí. Leia es preciosa y eso es indiscutible. No solo tiene una larga, sedosa y frondosa cabellera negra, si no unos ojos verdes esmeralda hipnotizantes. Es alta, como ya dije anteriormente, con un buen cuerpo y unas pestañas largas y oscuras. Labios carnosos y mejillas sonrosadas. Cualquiera puede enamorarse de ella, incluso yo. Es la chica perfecta, la que se aspira a ser. Envidiable tanto por su físico como por el enorme corazón que no le cabe en el pecho. Nunca, en mis diecisiete años, he conocido a nadie igual. Puede estar con quien quiera si se lo propone. No entiendo por qué no sale con nadie, sé que en este circo de adolescentes hormonados puede haber un chico bueno, el indicado para ella. Ese perfectamente podría haber sido Matthew, pero el idiota había preferido romperla. ¿Por qué razón? Niego con la cabeza, ahuyentando la mirada azul de mis pensamientos y vuelvo a fijarme en los dos chicos. ¿Me hace falta un polvo? Probablemente sí. Hasta la fecha solo me he acostado con un chico, aquel que posee mis pesadillas. Me termino mi copa y agarro a Leia del brazo sin pensármelo dos veces, tirando de ella hacia los dos chicos. Quizá ella lo necesite tanto como yo.
—Hola. —Sonrío de manera coqueta.
—Hola friki. —Zack me da un repaso de arriba abajo con la mirada.
—Veníamos para que nos hicierais un poco de compañía —susurra Leia mientras se coloca un mechón detrás de la oreja.
—Siempre viene bien la compañía de dos chicas guapas. —Ian se apoya en la pared, sin apartar los ojos de la animadora.
Hombres, siempre tan predecibles.
Después viene la segunda y la tercera ronda de chupitos. Estoy totalmente desinhibida, bailando de espaldas a Zack, notando como el bulto que se forma en su entrepierna roza la parte inferior de mi vestido intentando hacer caso omiso a mi subconsciente que me dice que pare, que esto está mal. Pasa su mano por mi cintura para pegarme más a él. Giro la cabeza, encontrándome a Matt con aquella chica encima mientras se comen la boca efusivamente. No puedo disimular la mueca de asco que se me forma en la boca, por lo que giro hacia el monumento que tengo justo detrás mía. Rodeo su cuello con mis brazos, pasando lentamente la lengua por mis labios de forma provocativa y lanzando un suave suspiro cuando su erección roza mi humedad. Al no ver a Mattuew por ningún lado supongo que se habrá ido con ella, o con alguna de las otras tantas chicas con las que ha estado ligando toda la noche.
Agarro su mano y tiro de él por los pasillos que conducen al baño sin mediar palabra. Una vez dentro doy un estirón de su camisa para que entre, cerrando la puerta e intentando echar el pestillo, pero Zack me estampa la cara contra la puerta con la fuerza suficiente como para no hacerme daño pero para acabar con la poca cordura que me queda. Aparta el pelo de mis hombros, llenando mi cuello de besos y mordidas que me ponen todavía más cachonda, aunque seguramente sea el efecto del alcohol recorriendo mis venas. Acaricia la piel de mis muslos lentamente, levantando mi vestido en el proceso hasta que llega a mi zona. Noto sus dedos encima de la tela mojada que echa a un lado, esta vez moviendo sus dedos en pequeños círculos que me obligan a morderme el labio para no soltar un gemido. Me doy la vuelta y le empujo, acorralándolo contra el mueble del lavabo y me abalanzo sobre él, buscando desesperadamente sus labios. Los besos húmedos y el baile de nuestras lenguas es acompañado de mis manos torpes intentando desabrochar su pantalón. Zack sonríe mientras se separa, ayudándome y acto seguido pasa la lengua por tres de sus dedos, apartando mi tanga hacia un lado nuevamente.
—Cachonda te ves muy guapa, ¿lo sabías? —pronuncia con la voz ronca y los ojos oscuros.
Me sujeta del trasero y me sienta en el lavabo sin separar su boca de la mía, donde quedan ahogados los leves quejidos que provocan sus dedos entrando y saliendo de mí. Me quita el vestido y lo tira en un rincón, empotrándome contra el espejo y poniéndose el condón ante mi atenta mirada. Abro las piernas con desesperación y se posiciona entre ellas para que las entrelace al rededor de su cintura, moviendo mis caderas hacia delante en un intento de acabar con el sufrimiento que siento al no tenerle dentro. Abro la boca cuando por fin lo noto, abriéndose paso con lentitud y un gemido sale de mi garganta. Zack pone su mano inmediatamente en mi boca, aumentando el ritmo, disfrutando de mi placer. Me da fuertes embestidas sujetándose con la mano que tiene libre al lavamanos, mirándose en el espejo y mordiéndose el labio con excesiva fuerza mientras me folla. Mis piernas se tensan a su alrededor y noto la presión que ejercen mis labios contra su miembro, que se endurece más, palpitando en pequeñas contracciones y hecho la cabeza hacía atrás, dejándome llevar. Me tiemblan las piernas y respiro con dificultad cuando termina al mismo tiempo que yo.
Se quita el condón, le hace un nudo y lo tira a la papelera que hay en el baño antes de subirse los pantalones y meterse la camisa por dentro. Me ayuda a bajar del lavamanos, cosa que agradezco, ya que en estos momentos parece una tarea imposible para mí. Me abrocha el vestido mientras me contemplo en el espejo, arreglando mi cabello y pensando que realmente un buen polvo no le hace daño a nadie. Debería hacer caso a Leia más a menudo.
Sale del baño y le sigo con algo de dificultad. Me acompaña de nuevo al salón, donde Matt lo ve llegar y se acerca sin reparar apenas en mi persona, que queda oculta tras la altura de Zack.
—Abrochate el pantalón, haz el favor.
Cuando Zack lo hace se hecha a un lado, por lo que Matthew clava sus ojos, ahora rojos, en los míos, reparando en mi presencia. Zack continua su camino y yo trago con dificultad, sintiendo en cada célula la mirada de ¿decepción? con la que me observa Matt. Parece enfadado. Está fumado y huele a maría mezclada con alcohol y One Million. Repugnante.
—Qué bien folla Ian —dice Leia agarrándose a mi brazo, como si no fuera consciente de la situación—. Qué falta me hacía un meneo.
Hemmings chasquea la lengua y gira sobre sus talones, no sin antes voltear levemente la cabeza, sin mirarme.
—¿Por qué no me ves? —pregunta en un tímido hilo de voz, revolviéndose el pelo— ¿Sabes qué?—suelta un gruñido, escupiendo las palabras—. Olvídate de mí, puedes hacerlo.
Espera a que diga algo, o eso creo, pero no soy capaz de soltar palabra, por lo que niega con la cabeza, alejándose de donde estamos mi amiga y yo. Algo se remueve dentro de mí. Siento culpa, y no entiendo por qué si él hace exactamente lo mismo. Leia deja su vaso en mis manos y sigue al rubio, por lo que de nuevo, me acabo quedando sola.
Aclárate chico.
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