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22. Dolor ¿infundado?

"No todos aquellos que divagan están perdidos".

-J.R.R. Tolkien


Cuando llego a casa me limpio las mejillas mojadas de impotencia, rabia y desconocimiento total. Me cuesta respirar y me duele el pecho, lleno de sentimientos encontrados que no hayan manera alguna de salir, abultándose y produciendo un nudo gigante en la boca de mi estómago, viajando hacia mi garganta, donde queda atrapado.

He abandonado la fiesta sin despedidas, sin avisos y sin explicaciones. ¿Qué voy a decir si me miro en el espejo y no sé por qué el rímel tiñe los caminos tristes que surcan desde mis ojos?

Me siento en el suelo, apoyando la cabeza sobre mis rodillas, reprimiendo los gritos que pretenden escapar desde lo más profundo de mi ser.

Sigo temblando, aquella mirada gélida ha calado mis huesos, provocando un frío atroz que amenaza con quedarse.

Hace mucho que no me siento así...

Hace dos años

Gracias. —Le dije al chico tatuado lanzándome a sus brazos mientras sujetaba un pequeño regalo que mi fragmentada cabeza no conseguía recordar.

Lo mejor para la mejor —respondió él, pasándose el dedo índice por la nariz, aspirando mientras se limpiaba aquel estúpido polvo.

Estaba muy feliz y sonreía mientras él me ponía el regalo al rededor de cualquier parte de mi cuerpo y quitando algo preciado que yo tenía ahí, dejando varios besos en el proceso, y llevándome a la cama momentos después donde, por segunda vez en el día, me hacía suya.

La pelea de hacía solo unas horas ya había quedado en el olvido, todo estaba perdonado después del sexo. Ya no me sentía su saco de boxeo, y no debería haber pensado aquello, Andrew me quería y siempre me lo acababa demostrando. Yo sólo era una niñata que no entendía de la vida.

Cuando se corrió dentro de mí, me quejé. Por lo que se apartó y se vistió, posando sus ojos azabaches en mí. Su mirada era de odio, casi inexpresiva, pero seria. Me congeló las entrañas antes de desaparecer por la puerta, cerrando con llave y dejándome sola durante tres días. Tres días en los que lo único que pude hacer fue llorar y contemplar el exterior a través de aquella pequeña ventana llena de barrotes. ¿Por qué siempre terminaba arruinando todo? Era una maldita inútil que no hacía nada bien. Posé la mano en mi mejilla, me dolía. Estaba hinchada y palpitaba. Pero las palabras siempre dolían más que los golpes.

Te mataré hija de puta.

La respiración se vuelve más pesada, mis pulmones no son capaces de retener el oxígeno que parece no existir en el ambiente. Cierro los ojos con fuerza mientras me intento concienciar de que puedo controlar la situación. No voy a llamar a Leia, no tiene la necesidad de venir a rescatarme como hace siempre. Por una vez, merece disfrutar aquella estúpida fiesta. Yo sola puedo, así he hecho creer a todo el mundo, ya estoy preparada para revolver en mi pasado y para salir viva en el intento. Yo puedo soportar todo lo que venga.

Quizá por eso vuelve la mirada dulce de Matt a mi cabeza, volviendo a los besos suaves en mi mejilla. Matthew ha dejado ¿amor? donde siempre hubo guerra.

Poco a poco mi respiración vuelve a la normalidad. Los océanos en calma me han tranquilizado nuevamente. El dolor del frío ya no quema, quizá en algún momento podrá quedar en el pasado, dejar de doler.

Me paso toda la noche fumando cigarrillos y haciendo escenarios ficticios en mi cabeza, sacando conjeturas sobre los acontecimientos recientes. ¿Tan importante es lo de la caja para que cambie su actitud repentinamente? Yo también tengo secretos, si los supiera... ¿Cambiaría algo?

Mi cajita también es especial. Contiene todas las cartas de Leia, junto a una foto de las dos cuando teníamos diez años. Una foto de mis padres, un anillo que parece ser importante, y una foto de Andrew... No, es verdad, la foto ya no está. Esa foto es la única ayuda que he tenido para no olvidarme de su cara, supongo que por eso las pupilas de sus ojos negros siempre están dilatadas en mis sueños y recuerdos.

Hoy hay partido. Partido al que voy solo por la pesada de mi amiga, al fin y al cabo también es importante para ella. Matt no da pie con bola, tiene los ojos rojos y las ojeras más profundas que nunca. Al cabo de varios minutos de partido empieza a pelearse con un jugador del otro equipo, por lo que acaba recibiendo una tarjeta amarilla de aviso.

Después del descanso vomita por el sobre esfuerzo, así que al entrenador no le queda más remedio que cambiarlo y sentarlo en el banquillo, no sin antes soltar un montón de improperios y maldecir a grito pelado. Después de noventa y seis minutos de sufrimiento, nuestro equipo acaba perdiendo el partido. 0-3 señala el marcador al final del encuentro.

Toda la culpa recae sobre Matthew, que, hasta las narices, los manda a todos a la mierda, cogiendo sus cosas y largándose. No vuelvo a verlo en toda la noche, ni junto a Zack e Ian en la cena post-partido a la que voy acompañando a Leia, ni en la mini fiesta tranquila que hacen después, está si, sin alcohol. Pienso en mandarle un mensaje pero ¿para qué? ¿Para comerme su mal humor? No, gracias.

Capullo. La palabra circula en bucle en mi cabeza, e incluso cuando me tumbo en la cama y cierro los ojos sigo pensando en él. Estoy preocupada y furiosa, pero él ya me ha demostrado que no quiere a nadie cerca. Solo me queda aceptarlo y esperar a que, por alguna casualidad del destino, él vuelva a acercarse y me vuelva a llamar friki, cantándome al oído.

Si supieras mi pasado, ¿serías capaz de seguir mirándome con dulzura? ¿O el frio sería lo único palpable entre nuestros cuerpos distanciados?

Aprovecho el domingo para dar un pequeño paseo por el pueblo. Dejo que la tranquilidad de la soledad acompañada de un buen clima me ayude en este camino inundado de recuerdos bastantes fragmentados.

Últimamente tengo una enorme dificultad para separar lo real de lo ficticio. Mi mente imagina cosas para salvarme de la verdad, y aunque no la culpo por eso no puedo tampoco dejar de odiarla.

Llego al parque en el que solía pasarme gran parte de las mañanas y la mayoría de tardes. En el banco donde bebía y fumaba junto a Andrew y sus amigos se encuentra Matt. Lleva su típico oufit de siempre. Todo de negro y una gorra del mismo color que esta vez cubre su cabello y gran parte de su cara, pues está agachado, fumando lo que, a juzgar por el humo, es un porro.

Me acerco a grandes zancadas hacia él, de muy mala leche.

—¿Qué coño haces? —pregunta Matt con la voz ronca cuando le quito el canuto de los labios y lo piso, haciendo que sea infumable.

Enarco una ceja, lanzando un enorme soplido mientras lo observo:

—¿Qué haces tú?

—Fumar.

Me paso la mano por el pelo, recordando las palabras de Leia y frunzo el ceño, exhausta.

—Creía que no te gustaba el humo. —Me cruzo de brazos—. Ni las fiestas, ni el alcohol.

—Eso era antes. —Se limita a responder, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero.

—¿Qué ha cambiado?

—Los recuerdos.

Me invade una eterna tristeza cuando responde y ahogo un jadeo antes de sentarme a su lado. Saco mi paquete de tabaco, me llevo uno a los labios y le ofrezco otro.

—No me gustan los chicos malos —susurro rompiendo el silencio tiempo después, intentando sonar algo burlona.

Pero dado que él no responde cambio de táctica.

—¿Por qué jodes así tu presente?

—Porque mi futuro ideal ya no sirve para mucho. —Chasquea la lengua —. Todo el tiempo invertido ya no sirve de nada.

—¿Por qué no?

—Porque ya no hay nada que buscar. —Suelta el humo lentamente—. Ahora me toca vivir como realmente quiero, ¿no crees?

—¿Aunque eso implique tú perdición?

—Llevo años perdido, Alys. —Suspira —. Pero cuando eres perfecto, lo demás da igual.

Miro al frente en silencio mientras se consume lentamente la colilla que sujeto entre mis finos dedos.

—Por eso me caes bien, porque tú también estás perdida, friki.

—Canta. —Pido en un susurro, tirando el ya muerto cigarro y echando la cabeza hacía atrás.

Se aclara la garganta y entona "Bedless" de Pierce the Veil.

¿Yo perdida? No tienes ni idea de lo cierto que es eso. Hemmings, es lo más coherente que has dicho desde que nos conocemos.

https://youtu.be/MqUgC3xJ6PQ

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